El título más sorprendente que pueda tener una creatura humana: "la Madre de Dios", lo cual significa que el Señor nació no sólo en ella sino de ella. El hijo formado en sus entrañas es el mismísimo Hijo de Dios nacido en la carne.
¡Bendita seas, María, por haber creído lo que el Ángel te anunció!
¡Bendita seas, María, por haber dicho "sí" a la misión que te fue confiada!
¡Bendita seas, María, por ser la Madre de Dios y Madre nuestra!
María: ¡Madre de Dios!
La Iglesia quiere comenzar el año pidiendo la protección de la Santísima Virgen María. La fiesta mariana más antigua que se conoce en Occidente es la de "María, Madre de Dios" (en griego, Theotokos, la que dio a luz a Dios). Ya en las catacumbas o antiquísimos subterráneos que están cavados debajo de la ciudad de Roma y donde se reunían los primeros cristianos para celebrar la Eucaristía, en tiempos de las persecuciones, hay pinturas con este nombre: "María, Madre de Dios".
Si nosotros hubiéramos podido formar a nuestra madre, ¿qué cualidades no le habríamos dado? Pues Cristo, que es Dios, sí formó a su propia madre. Y ya podemos imaginar que la dotó de las mejores cualidades que una criatura humana puede tener.
Pero, ¿es que Dios ha tenido principio? No. Dios nunca tuvo principio, y la Virgen no formó a Dios. Pero Ella es Madre de uno que es Dios, y por eso es Madre de Dios.
Y qué hermoso repetir lo que decía San Estanislao: "La Madre de Dios es también madre mía". Quien nos dio a su Madre santísima como madre nuestra, en la cruz al decir al discípulo que nos representaba a nosotros: "He ahí a tu madre", ¿será capaz de negarnos algún favor si se lo pedimos en nombre de la Madre Santísima?
Al saber que nuestra Madre Celestial es también Madre de Dios, sentimos brotar en nuestro corazón una gran confianza hacia Ella.
Cuando en el año 431 el hereje Nestorio se atrevió a decir que María no era Madre de Dios, se reunieron los 200 obispos del mundo en Éfeso (la ciudad donde la Santísima Virgen pasó sus últimos años) e iluminados por el Espíritu Santo declararon: "La Virgen María sí es Madre de Dios porque su Hijo, Cristo, es Dios". Y acompañados por todo el gentío de la ciudad que los rodeaba portando antorchas encendidas, hicieron una gran procesión cantando: "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén".
El título "Madre de Dios" es el principal y el más importante de la Virgen María, y de él dependen todos los demás títulos y cualidades y privilegios que Ella tiene.
Madre de Dios, Madre del Príncipe de la Paz
Juan Pablo II
Homilía del 01/01/02 (Jornada Mundial de la Paz)
«¡Salve, Madre santa! Virgen, Madre del Rey, que gobierna cielo y tierra por los siglos de los siglos» (Antífona del canto de entrada). Con este antiguo saludo, la Iglesia se dirige hoy, octavo día después de Navidad y primer día del año, a la santísima Virgen María invocándola como Madre de Dios. El Hijo eterno del Padre ha tomado en ella nuestra carne y, a través de ella se ha hecho «el hijo de David y el hijo de Abraham» (Mt 1,1). María es, pues, su madre verdadera: ¡la Theotokos, la Madre de Dios! Si Jesús es la Vida, María es la Madre de la Vida. Si Jesús es la Esperanza, María es la Madre de la Esperanza. Si Jesús es la Paz, María es la Madre de la Paz, Madre del Príncipe de la Paz. Al entrar en el nuevo año pedimos a esta Madre que nos bendiga. Pidámosle que nos dé a Jesús, nuestra plena bendición, en quien el Padre ha bendecido, de una vez y para siempre, la historia convirtiéndola en una historia de salvación... El Niño nacido en Belén es la Palabra eterna del Padre hecha carne para nuestra salvación; es «Dios con nosotros» que trae con él el secreto de la verdadera paz. Es el Príncipe de la Paz (Is 9,5)...
«¡Salve, Madre santa!» ... El niño que estrechas contra tu pecho, lleva un nombre querido por los pueblos de religión bíblica: «Jesús», que significa «Dios salva». Este es el nombre que le dio el ángel antes de que fuera concebido en tu seno (Lc 2,21). En el rostro del Mesías recién nacido, reconocemos el rostro de cada uno de tus hijos ultrajados y explotados. En particular reconocemos el rostro de los niños cualquiera que sea la raza, pueblo o cultura a la que pertenece. Por ellos, oh María, por su futuro, te pedimos muevas los corazones endurecidos por el odio, a fin de que se abran al amor y la venganza ceda, finalmente, paso al perdón. Oh Madre, alcánzanos que la verdad de esta afirmación –no hay paz sin justicia, y no hay justicia sin perdón- se imprima en el corazón de todos. Sólo así la familia humana podrá encontrar la paz verdadera que nace del encuentro de la justicia con la misericordia.
¡Ayúdanos, Madre santa, Madre del Príncipe de la Paz! ¡Madre de la humanidad y Reina de la Paz, ruega por nosotros!
¡Bendita seas, María, por haber creído lo que el Ángel te anunció!
¡Bendita seas, María, por haber dicho "sí" a la misión que te fue confiada!
¡Bendita seas, María, por ser la Madre de Dios y Madre nuestra!
María: ¡Madre de Dios!
La Iglesia quiere comenzar el año pidiendo la protección de la Santísima Virgen María. La fiesta mariana más antigua que se conoce en Occidente es la de "María, Madre de Dios" (en griego, Theotokos, la que dio a luz a Dios). Ya en las catacumbas o antiquísimos subterráneos que están cavados debajo de la ciudad de Roma y donde se reunían los primeros cristianos para celebrar la Eucaristía, en tiempos de las persecuciones, hay pinturas con este nombre: "María, Madre de Dios".
Si nosotros hubiéramos podido formar a nuestra madre, ¿qué cualidades no le habríamos dado? Pues Cristo, que es Dios, sí formó a su propia madre. Y ya podemos imaginar que la dotó de las mejores cualidades que una criatura humana puede tener.
Pero, ¿es que Dios ha tenido principio? No. Dios nunca tuvo principio, y la Virgen no formó a Dios. Pero Ella es Madre de uno que es Dios, y por eso es Madre de Dios.
Y qué hermoso repetir lo que decía San Estanislao: "La Madre de Dios es también madre mía". Quien nos dio a su Madre santísima como madre nuestra, en la cruz al decir al discípulo que nos representaba a nosotros: "He ahí a tu madre", ¿será capaz de negarnos algún favor si se lo pedimos en nombre de la Madre Santísima?
Al saber que nuestra Madre Celestial es también Madre de Dios, sentimos brotar en nuestro corazón una gran confianza hacia Ella.
Cuando en el año 431 el hereje Nestorio se atrevió a decir que María no era Madre de Dios, se reunieron los 200 obispos del mundo en Éfeso (la ciudad donde la Santísima Virgen pasó sus últimos años) e iluminados por el Espíritu Santo declararon: "La Virgen María sí es Madre de Dios porque su Hijo, Cristo, es Dios". Y acompañados por todo el gentío de la ciudad que los rodeaba portando antorchas encendidas, hicieron una gran procesión cantando: "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén".
El título "Madre de Dios" es el principal y el más importante de la Virgen María, y de él dependen todos los demás títulos y cualidades y privilegios que Ella tiene.
Fuente: EWTN
Madre de Dios, Madre del Príncipe de la Paz
Juan Pablo II
Homilía del 01/01/02 (Jornada Mundial de la Paz)
«¡Salve, Madre santa! Virgen, Madre del Rey, que gobierna cielo y tierra por los siglos de los siglos» (Antífona del canto de entrada). Con este antiguo saludo, la Iglesia se dirige hoy, octavo día después de Navidad y primer día del año, a la santísima Virgen María invocándola como Madre de Dios. El Hijo eterno del Padre ha tomado en ella nuestra carne y, a través de ella se ha hecho «el hijo de David y el hijo de Abraham» (Mt 1,1). María es, pues, su madre verdadera: ¡la Theotokos, la Madre de Dios! Si Jesús es la Vida, María es la Madre de la Vida. Si Jesús es la Esperanza, María es la Madre de la Esperanza. Si Jesús es la Paz, María es la Madre de la Paz, Madre del Príncipe de la Paz. Al entrar en el nuevo año pedimos a esta Madre que nos bendiga. Pidámosle que nos dé a Jesús, nuestra plena bendición, en quien el Padre ha bendecido, de una vez y para siempre, la historia convirtiéndola en una historia de salvación... El Niño nacido en Belén es la Palabra eterna del Padre hecha carne para nuestra salvación; es «Dios con nosotros» que trae con él el secreto de la verdadera paz. Es el Príncipe de la Paz (Is 9,5)...
«¡Salve, Madre santa!» ... El niño que estrechas contra tu pecho, lleva un nombre querido por los pueblos de religión bíblica: «Jesús», que significa «Dios salva». Este es el nombre que le dio el ángel antes de que fuera concebido en tu seno (Lc 2,21). En el rostro del Mesías recién nacido, reconocemos el rostro de cada uno de tus hijos ultrajados y explotados. En particular reconocemos el rostro de los niños cualquiera que sea la raza, pueblo o cultura a la que pertenece. Por ellos, oh María, por su futuro, te pedimos muevas los corazones endurecidos por el odio, a fin de que se abran al amor y la venganza ceda, finalmente, paso al perdón. Oh Madre, alcánzanos que la verdad de esta afirmación –no hay paz sin justicia, y no hay justicia sin perdón- se imprima en el corazón de todos. Sólo así la familia humana podrá encontrar la paz verdadera que nace del encuentro de la justicia con la misericordia.
¡Ayúdanos, Madre santa, Madre del Príncipe de la Paz! ¡Madre de la humanidad y Reina de la Paz, ruega por nosotros!
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