Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



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domingo, 7 de agosto de 2011

Homilía Dominical

Domingo XIX del TO - Ciclo A

Lecturas

I Re, 19,9.11-13
Rom 9, 1-5
Mt 14, 22-33

La experiencia de Pedro en el evangelio de hoy puede servirnos muy bien para describir lo que significa seguir a Jesús. El Señor se acerca a la barca en medio de la tormenta y los discípulos gritan: "Es un fantasma." Pedro le dice: "Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua." “Señor, si eres tú”…es decir, si no eres un fantasma, si eres alguien real, vivo, sólo así puedo largarme a caminar sobre el agua. Seguir a Jesús en la fe significa esto, renunciar a avanzar sobre tierra firme, sobre las evidencias y criterios de este mundo para apoyarse sólo en esta certeza: eres alguien vivo y eres Señor, el dueño de la Vida, el único triunfador sobre la muerte y el mal, significados en el agua.

Ven”, le dice Jesús. Pedro espera el llamado para comenzar a caminar. Ir al encuentro del Señor supone disponerse a escuchar. Uno no se decide ni por capricho ni por conveniencias humanas, sino por un llamado a encontrarse e identificarse con su corazón de una manera totalmente única para cada uno.

Una vez en camino se hace sentir el poder del mal. Pedro tuvo miedo al ver la violencia del viento y duda. Dice San Ignacio de Loyola en sus reglas de discernimiento que cuando cedemos al miedo no hay bestia tan feroz sobre la faz de la tierra como el enemigo del hombre. El miedo nos pone peligro de desviar la mirada de Jesús (¡dudamos!), y por lo tanto de hundirnos. El mal puede tragarnos: abandonamos nuestros compromisos, nos gana el pesimismo y dejamos la oración… perdemos la fe.

Al percatarse de la situación Pedro grita: ¡Señor, sálvame! La única manera de salvarse es volver a conectarse con Jesús a través de un grito que nace desde lo profundo del corazón. Esta oración Dios no puede dejar de escucharla. Son las ocasiones favorables para que nuestra oración se haga mucho más profunda. Todos los días y especialmente cada Domingo en la liturgia le gritamos al Padre: ¡No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal!

Una vez calmada la tormenta, despejada la duda, la fe se ve fortalecida: ¡Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios! Los discípulos siguen su peregrinación en esta barca que los lleva a la otra orilla (¡a la Vida eterna!), humildes porque no se salvaron por sus fuerzas pero confiados porque el Señor está con ellos. En la Eucaristía Jesús nos espera para alimentar esta certeza de su presencia en nuestro propio camino pero a la vez juntos en la barca de su Iglesia.

¡Madre de los peregrinos, ruega por nosotros!

P. Daniel Gazze

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