SOLEMNIDAD DE CORPUS CHRISTI - 9 de junio de 2012
En el diálogo
de Dios con el hombre Jesucristo es, de parte de Dios, la Palabra
definitiva que nos ha dejado. Si bien esta Palabra fue dicha y vivió en
un tiempo y lugar determinado, siempre
es actual. Este es el fruto de la Resurrección que se nos comunica como
gracia por el Espíritu Santo. Pascua y Pentecostés son la fuente de su
presencia, en la que se cumple su promesa: "Estaré siempre con ustedes
hasta el fin del mundo" (cfr. Mt. 28, 20).
Esto significa que hoy
puedo comunicarme y encontrarme con él. No recordamos la doctrina de un
personaje de la historia, sino que nos encontramos con alguien vivo. La
primera consecuencia de esto es que la fe cristiana no es recuerdo de un
pasado, sino la celebración de un acontecimiento en el que se actualiza
la presencia de Jesucristo. En la solemnidad del Corpus Christi
celebramos la presencia viva de Jesucristo en el sacramento de la
Eucaristía.
Hay una única presencia de Jesucristo que se nos
comunica por su Palabra y los Sacramentos. Podemos distinguir palabra y
sacramento, pero no separarlos, porque son el mismo Jesucristo. El
relato de Emaús nos habla de esta realidad que es nuestra mayor riqueza,
cuando nos dice que Jesús: "les explicó las Escrituras y les partió el
Pan" (cfr. Lc. 24). En este gesto los discípulos reconocieron las
palabras de la última cena, en las que el Señor les dejó el sacramento
de su presencia. Este acontecimiento se convertirá en el centro de la
vida de la Iglesia. San Pablo, enviado a predicar y formar comunidades
cristianas, fundamenta su ministerio en esta única verdad: "Lo que yo
recibí del Señor, y a mi vez les he trasmitido, es lo siguiente: El
Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, dio gracias, lo
partió y dijo: Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto
en memoria mía" (1 Cor. 11, 23). Esta presencia del Señor es lo que hoy
celebramos.
La celebración pública del Corpus Christi es un
acto de gratitud a Dios y un testimonio de nuestra fe. Creo que en esta
doble dimensión de gratitud y de testimonio, se expresa una fe madura.
La gratitud es conciencia del don que hemos recibido, el testimonio, al
tiempo que es un acto de alabanza a Dios es, también, un comprender que
Jesucristo nos es un don privado para mí, sino la Palabra de Dios hecha
Sacramento, alimento para todos. La fe eucarística es, por lo mismo, un
acto de responsabilidad apostólica. No comprendemos la Eucaristía sino
la vivimos en su dimensión misionera. En cuanto alimento, pan del
peregrino, no es un lujo sino una necesidad. Siempre recuerdo, aquel:
"no podemos vivir sin la Misa, sin la Eucaristía, del Domingo" de los
primeros cristianos. Ellos habían comprendido plenamente el significado
de la celebración dominical. Señor, que sepamos descubrir y vivir este
diálogo que has iniciado con nosotros a través de tu Hijo, Jesucristo,
en la celebración de la Santa Misa.
Deseando que la celebración
del Corpus Christi nos ayude a profundizar nuestra fe en la presencia
actual y real de Jesucristo, les hago llegar junto a mi afecto y
oraciones, mi bendición en el Señor.
Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz
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