"Si se mantienen en mi Palabra serán verdaderamente mis discípulos
y conocerán la Verdad y la Verdad los hará libres."
"¿Por qué no reconocen mi lenguaje?"
El Señor es muy claro, como siempre, pero sólo para aquél que realmente lo quiere entender, para aquél que lo quiere ver.
Una vez más tenemos que decir que “no hay peor ciego que aquél que no quiere ver”. ¿Y por qué nos cerramos y preferimos vivir en la oscuridad o en las sombras antes que en la luz? Porque sabemos que lo que hacemos no es tan bueno, porque hay segundas razones que motivan nuestros actos… Más allá del amor que podemos aparentar, hay razones mezquinas, egoístas. Engañamos y utilizamos a nuestros hermanos a sabiendas… Somos hipócritas. Así, no nos puede interesar para nada la prédica de alguien que nos exige ser transparentes, caminar en la luz y en la verdad.
Tenemos temor a la verdad y así, como dice el Señor, nos hacemos esclavos del pecado. Empezamos a ocultar ciertas cosas, en vez de corregirlas y superarlas.
Dios Padre, que tiene el poder de vernos por dentro como realmente somos, también lo sabe. Y lo sabe mejor que nosotros. Por ello envió a su Hijo a salvarnos, a hacernos libres. Él nos enseña el camino, como en este pasaje del evangelio, pero está en nosotros el seguirlo. Lamentablemente, muchas veces preferimos no verlo y lo condenamos nuevamente a morir en la cruz de la indiferencia y del olvido, o lo que es peor, en la cruz de la blasfemia, del odio, de la idolatría y del rencor.
"Quien tenga oídos para oir, que oiga."
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