En esta liturgia, igual que en la del domingo pasado, son los símbolos los que nos hablan. En un momento voy a realizar el mismo gesto de Jesús, de lavar los pies a doce integrantes de la comunidad, para recordarnos a todos, sacerdote y laicos, que el servicio es la clave de nuestra vida cristiana.
El Señor, antes de morir por amor a nosotros, quiso celebrar la Cena con sus discípulos, y dejarles este sacramento de su presencia. Así quiso darnos la posibilidad de asociarnos a su entrega: cada vez que participamos de la Eucaristía nos unimos a Él y nosotros también nos hacemos ofrenda para el Padre y para el mundo.
En la Eucaristía, Él se hace nuestro alimento y nuestro compañero de camino: es el amigo silencioso y comprensivo que comparte nuestra vida, con todo lo que en ella ocurre, animándonos y alentándonos desde lo más íntimo de nuestro corazón.
Celebrando la Eucaristía Jesús nos recuerda que tenemos que hacer lo mismo que hizo Él con nosotros: lavarnos los pies, es decir, tener una actitud auténtica de servicio y caridad: ésta es la esencia de la celebración de la Misa.
Pidamos hoy, entonces, que sepamos servir: con sencillez, sin ostentación, sin temores humanos. La renovación de la sociedad y de la Iglesia pasa por esta simple y profunda actitud de generosidad y entrega. El servicio es otro nombre del Amor. Jesús lo vivió hasta el extremo; nosotros, hasta donde nos dejemos llevar por Él.
P. Gerardo Galetto
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