Leer el comentario del Evangelio por
San Juan María Vianney (1786-1859), sacerdote, cura de Ars
Sermón para el III domingo después de Pentecostés, 1º sobre la misericordia
Hay alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente
La conducta que Jesucristo tuvo durante su vida mortal, nos muestra la grandeza de su misericordia para con los pecadores. Vemos que todos ellos se acercan a hacerle compañía, y él, lejos de rechazarlos o por lo menos alejarse, al contrario, hizo todo lo posible para encontrarse entre ellos, con el fin de atraerlos hacia su Padre. Los va a buscar por los remordimientos de conciencia, los hace volver por su gracia y los gana con sus modales amorosos. Los trata con tanta amabilidad, que incluso los defiende ante los escribas y fariseos que quieren culparlos, y que parecen no querer el sufrimiento de Jesucristo.
Va incluso más allá: quiere justificar su conducta hacia ellos con una parábola que retrata, de la mejor manera, la grandeza de su amor por los pecadores, diciéndoles: "Un pastor que tenía cien ovejas, habiendo perdido una, deja a todas las demás y va corriendo a buscar a la que se había perdido, y, habiéndola encontrado, se la pone sobre sus hombros para ahorrarle las dificultades del camino. Entonces, después de devolverla a su redil, invitó a todos sus amigos para que se alegraran con él, por haber encontrado la oveja que estaba perdida». Y añadió también esta parábola de una mujer que tiene diez monedas de plata y habiendo perdido una, enciende la lámpara para buscar en cada rincón de su casa, y habiéndola encontrado, invita a todos sus amigos para que se alegren con ella. "Es por ello, dijo, que el cielo entero, se alegra por el regreso de un pecador que se arrepiente y hace penitencia. Yo no he venido a salvar a los justos sino a los pecadores, los que están sanos no necesitan médico, sino los enfermos."(Lc 5,31-32).
Vemos que Jesús aplica a sí mismo la imagen viva de la grandeza de su misericordia hacia los pecadores. ¡Qué suerte para nosotros saber que la misericordia de Dios es infinita! ¡Qué intenso deseo debemos sentir nacer en nosotros, que nos llevará a arrodillarnos a los pies de un Dios que nos recibirá con tanta alegría!
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