Propone el ejemplo de san Carlos Borromeo a los 400 años de su canonización
CIUDAD DEL VATICANO, jueves 4 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).-
Benedicto XVI instó a reformar la Iglesia empezando por uno mismo y detalló unas indicaciones para llevar a cabo esta necesaria purificación proponiendo el ejemplo de san Carlos Borromeo.
Lo hizo en un mensaje dirigido al arzobispo de Milán, el cardenal Dionigi Tettamanzi, con motivo del cuarto centenario de la canonización de este santo, hecho público este jueves por la Oficina de Información de la Santa Sede.
“En tiempos oscurecidos por numerosas pruebas para la comunidad cristiana, con divisiones y confusiones doctrinales, con el empañamiento de la pureza de la fe y de las costumbres y con el mal ejemplo de varios ministros sagrados, Carlos Borromeo no se limitó a deplorar o a condenar, ni simplemente a auspiciar el cambio en los demás, sino que empezó a reformar su propia vida”, destacó.
En concreto, abandonó las riquezas y las comodidades y llenó su vida de oración, penitencia y dedicación amorosa a su pueblo, y vivió de manera heroica la pobreza, la humildad y la castidad, en un continuo camino de purificación ascética y de perfección cristiana, afirmó el Pontífice.
Benedicto XVI escribió que este santo “era consciente de que una reforma seria y creíble debía empezar precisamente por los pastores, para que tuviera efectos beneficiosos y duraderos en todos el Pueblo de Dios”.
Fuentes de la santidad
“En esa acción de reforma supo recurrir a las fuentes tradicionales y siempre vivas de la santidad de la Iglesia católica”, continuó.
Y enumeró esas fuentes: la centralidad de la Eucaristía, la espiritualidad de la cruz, frecuentar con asiduidad los sacramentos, la Palabra de Dios meditada, leída e interpretada en la Tradición, y el amor y devoción al Papa.
El Pontífice también subrayó que la conversión de cada miembro de la Iglesia a Dios es la “exigencia primera y más urgente en la Iglesia” en todas las épocas.
Reconoció de nuevo que hoy la comunidad eclesial “se muestra necesitada de purificación y reforma” y que no le faltan “pruebas ni sufrimientos”.
Y en este sentido, auspició “que el ejemplo de san Carlos nos impulse a empezar siempre desde un serio compromiso de conversión personal y comunitaria, a transformar los corazones, creyendo con firme certeza en el poder de la oración y de la penitencia”.
De los presbíteros y diáconos, el Papa deseó especialmente “una fe limpia y una vida sobria y pura” y les instó a “a hacer de su vida un valiente camino de santidad, a no temer la exaltación de ese amor confiado en Cristo por el que el obispo Carlos estuvo dispuesto a olvidarse a sí mismo y a dejarlo todo”.
La caridad contagia
En su mensaje, el Obispo de Roma destacó que “la extraordinaria obra de reforma que san Carlos realizó en las estructuras de la Iglesia” nacía de su vida santa y conformada cada vez más a Cristo.
“Admirable fue su obra de guía del pueblo de Dios, de meticuloso legislador, de genial organizador”, señaló.
También recordó que durante su episcopado, su diócesis “se sintió contagiada por una corriente de santidad que se propagó a todo el pueblo” y esto fue posible gracias al “ardor de su caridad”.
“Donde existe la experiencia viva del amor, se revela el rostro profundo de Dios que nos atrae y nos hace suyos”, afirmó el Papa.
Benedicto XVI invitó a a hacer “de la Eucaristía el verdadero centro de nuestras comunidades” y aseguró que “toda obra apostólica y caritativa tomará vigor y fecundidad de esta fuente”.
El Pontífice concluyó su mensaje renovando su llamada a los jóvenes a la santidad: “Dios los quiere santos, porque los conoce en lo profundo y los ama con un amor que supera toda comprensión humana”, dijo.
Y añadió: “Ustedes, queridos jóvenes, no son sólo la esperanza de la Iglesia; ¡ustedes ya forman parte de su presente! Y si tienen la audacia de creer en la santidad, serán el tesoro más grande de su Iglesia ambrosiana, que se ha edificado sobre santos”.
Benedicto XVI instó a reformar la Iglesia empezando por uno mismo y detalló unas indicaciones para llevar a cabo esta necesaria purificación proponiendo el ejemplo de san Carlos Borromeo.
Lo hizo en un mensaje dirigido al arzobispo de Milán, el cardenal Dionigi Tettamanzi, con motivo del cuarto centenario de la canonización de este santo, hecho público este jueves por la Oficina de Información de la Santa Sede.
“En tiempos oscurecidos por numerosas pruebas para la comunidad cristiana, con divisiones y confusiones doctrinales, con el empañamiento de la pureza de la fe y de las costumbres y con el mal ejemplo de varios ministros sagrados, Carlos Borromeo no se limitó a deplorar o a condenar, ni simplemente a auspiciar el cambio en los demás, sino que empezó a reformar su propia vida”, destacó.
En concreto, abandonó las riquezas y las comodidades y llenó su vida de oración, penitencia y dedicación amorosa a su pueblo, y vivió de manera heroica la pobreza, la humildad y la castidad, en un continuo camino de purificación ascética y de perfección cristiana, afirmó el Pontífice.
Benedicto XVI escribió que este santo “era consciente de que una reforma seria y creíble debía empezar precisamente por los pastores, para que tuviera efectos beneficiosos y duraderos en todos el Pueblo de Dios”.
Fuentes de la santidad
“En esa acción de reforma supo recurrir a las fuentes tradicionales y siempre vivas de la santidad de la Iglesia católica”, continuó.
Y enumeró esas fuentes: la centralidad de la Eucaristía, la espiritualidad de la cruz, frecuentar con asiduidad los sacramentos, la Palabra de Dios meditada, leída e interpretada en la Tradición, y el amor y devoción al Papa.
El Pontífice también subrayó que la conversión de cada miembro de la Iglesia a Dios es la “exigencia primera y más urgente en la Iglesia” en todas las épocas.
Reconoció de nuevo que hoy la comunidad eclesial “se muestra necesitada de purificación y reforma” y que no le faltan “pruebas ni sufrimientos”.
Y en este sentido, auspició “que el ejemplo de san Carlos nos impulse a empezar siempre desde un serio compromiso de conversión personal y comunitaria, a transformar los corazones, creyendo con firme certeza en el poder de la oración y de la penitencia”.
De los presbíteros y diáconos, el Papa deseó especialmente “una fe limpia y una vida sobria y pura” y les instó a “a hacer de su vida un valiente camino de santidad, a no temer la exaltación de ese amor confiado en Cristo por el que el obispo Carlos estuvo dispuesto a olvidarse a sí mismo y a dejarlo todo”.
La caridad contagia
En su mensaje, el Obispo de Roma destacó que “la extraordinaria obra de reforma que san Carlos realizó en las estructuras de la Iglesia” nacía de su vida santa y conformada cada vez más a Cristo.
“Admirable fue su obra de guía del pueblo de Dios, de meticuloso legislador, de genial organizador”, señaló.
También recordó que durante su episcopado, su diócesis “se sintió contagiada por una corriente de santidad que se propagó a todo el pueblo” y esto fue posible gracias al “ardor de su caridad”.
“Donde existe la experiencia viva del amor, se revela el rostro profundo de Dios que nos atrae y nos hace suyos”, afirmó el Papa.
Benedicto XVI invitó a a hacer “de la Eucaristía el verdadero centro de nuestras comunidades” y aseguró que “toda obra apostólica y caritativa tomará vigor y fecundidad de esta fuente”.
El Pontífice concluyó su mensaje renovando su llamada a los jóvenes a la santidad: “Dios los quiere santos, porque los conoce en lo profundo y los ama con un amor que supera toda comprensión humana”, dijo.
Y añadió: “Ustedes, queridos jóvenes, no son sólo la esperanza de la Iglesia; ¡ustedes ya forman parte de su presente! Y si tienen la audacia de creer en la santidad, serán el tesoro más grande de su Iglesia ambrosiana, que se ha edificado sobre santos”.
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