"Cristo, con su sufrimiento en la Cruz, ha tocado las raíces mismas del mal: las del pecado y las de la muerte. Ha vencido al artífice del mal, que es Satanás, aunque su rebelión permanece contra el Creador. Ante el hermano o la hermana que sufren, Cristo abre y despliega gradualmente los horizontes del Reino de Dios, de un mundo convertido al Creador, de un mundo liberado del pecado, que se está edificando sobre el poder salvífico del amor. Y, de una forma lenta, pero eficaz, Cristo introduce en el mundo, en este Reino del Padre, al hombre que sufre, en cierto modo a través de lo íntimo de su sufrimiento." (Juan Pablo II, Carta Apostólica sobre el sentido cristiano del sufrimiento.)
El Hecho del sacramento de la Unción
La enfermedad es algo que incide en todo hombre y le afecta en lo mas profundo de su ser. El hombre experimenta en ella su limitación y descubre la soledad, el abatimiento, la preocupación, la angustia e incluso la desesperación. Por otro lado, la enfermedad pone en evidencia todo aquello que es transitorio, apariencia, circunstancial y muestra lo que es verdadero y perdura.
La Sagrada Escritura ve en la enfermedad un efecto del pecado, un indicio del mal y el dolor que hacen realidad las palabras del apóstol Pablo en su carta a los Romanos (Rm 8,22-24), cuando señala que toda la Creación gime por la plena manifestación de los hijos de Dios, incluso nosotros mismos, que tenemos el Espíritu como anticipo, participamos del universal dolor de parto aguardando la plenitud de la Nueva Creación.
Juan Pablo II decía en una de sus alocuciones: "El sufrimiento es también una realidad misteriosa y desconcertante. Pero nosotros -cristianos- mirando a Jesús crucificado encontramos la fuerza para aceptar este misterio. El Cristiano sabe que, tras el pecado original, la historia humana es siempre un riesgo; pero sabe también que Dios mismo ha querido entrar en nuestro dolor, experimentar nuestra alegría, pasar por la agonía del espíritu y desgarramiento del cuerpo. La fe en Cristo no suprime el sufrimiento, pero lo ilumina, lo eleva, lo purifica, lo sublima, lo vuelve válido para lograr la eternidad."
Jesús aparece en los Evangelios como el gran adversario y el vencedor de la enfermedad. Debido a esta actuación de Jesús, la Iglesia siempre se ha sentido llamada a una especial solicitud hacia los enfermos, procurándoles alivio y fortaleza. Por medio de esta sacramento se nos manifiesta que Dios no olvida a las personas gravemente enfermas, ni a los ancianos, ni aquellos que se encuentran en un momento difícil. Al contrario como Padre lleno de bondad, ha preparado un apoyo para aquellos hijos suyos.
Este gesto sacramental que realiza la comunidad cristiana se basa en la conducta de Jesús, insinuándose en el relato de la misión de los apóstoles:
"Ellos se fueron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban" (Mc 6, 12-13)
Significado de la Unción de los Enfermos
El sacramento de la Unción es el sacramento de la esperanza teologal, de la esperanza de entrar en la Gloria; de la entrega tranquila del espíritu en los brazos amorosos del Padre-Dios; en los brazos en los que Cristo entregó el suyo desde la Cruz. No de una esperanza que fija su meta en el bien físico de la salud corporal, sino de una esperanza teologal que tiene puesta la vista en la resurrección de ese cuerpo dolorido que ahora está ungido con el óleo, y en su destino final que es la Gloria.
No es un remedio terapéutico de la enfermedad del cuerpo, pero al infundirle fe y esperanza al enfermo, bien puede aliviarle suavizándole la enfermedad, haciéndola mucho más llevadera..., e incluso sanándola, si ello ha de redundar en bien del alma. (Esta doctrina está recogida en el Concilio de Trento, de acuerdo con la Tradición de la Iglesia)
En el sacramento de la Unción de los Enfermos se realizan dos gestos o signos que tienen un profundo sentido: la imposición de manos y la unción con aceite.
El mismo Jesús practicó el gesto de la imposición de manos sobre los enfermos (Mc 6,5; Mt 8,3; Lc 4,40) y lo encargó a sus discípulos (Mc 6,18), que lo practicaron habitualmente (Hch 9, 12.17; 28,8) Es un signo de la bendición que este sacramento confiere.
Respecto a la unción, los seguidores de Jesús, aún cuando estaban con él, ungieron a los enfermos (Mc 6,13) y el mismo Jesús utilizará otros símbolos como la saliva (Mc 7,32-33; 8,23; Jn 9,6) para devolver la salud. Esta unción con aceite simboliza la unción del Espíritu que conforta y auxilia en la enfermedad, identificando al cristiano con Jesucristo resucitado.
El sentido fundamental de este sacramento lo podemos concretar en estas afirmaciones:
- A través del sacramento de la Unción, la Iglesia se dirige al Señor para pedir la salvación y el alivio de sus miembros enfermos, así como la fortaleza para aquellos que afrontan la debilidad de la vejez.
- Por la Unción, el enfermo y el anciano se ven fortalecidos en su fe porque se hace patente la relación profunda que su situación guarda con la muerte y resurrección de Jesucristo.
- Este sacramento perdona los pecados de aquel que lo recibe, haciendo presente la misericordia de Dios
- La solidaridad y el servicio de la Iglesia para con sus enfermos y ancianos se concentran litúrgicamente en los gestos que se realizan en este sacramento.
Son receptores del sacramento:
- Los fieles que por enfermedad grave o a causa de su avanzada edad se encuentran en peligro de muerte. El sacramento puede repetirse si el enfermo recupera de nuevo sus fuerzas después de recibir la Unción de los Enfermos o si durante la misma enfermedad se presenta una nueva recaída.
- Los que vayan a someterse a una intervención quirúrgica como consecuencia de una enfermedad peligrosa.
- Un don particular del Espíritu Santo. La primera gracia es de consuelo, paz y ánimo para vencer las dificultades propias de la enfermedad o la fragilidad de l vejez. Es un don del Espíritu Santo que renueva la confianza y la fe en Dios y fortalece contra las tentaciones del maligno, como el desaliento y la desesperación.
- El perdón de los pecados. Pues se requiere además el arrepentimiento y confesión de la persona que recibe el sacramento.
- La unión a la Pasión de Cristo. Se recibe la fuerza y el don para unirse con Cristo en su Pasión y alcanzar los frutos redentores del Salvador.
- Una gracia eclesial. Los enfermos que reciben este sacramento, uniéndose libremente a la Pasión y Muerte de Jesús, contribuyen al bien del Pueblo de Dios y a su santificación.
- Una preparación para el paso a la vida eterna. Este sacramento acaba por conformarnos con la muerte y resurrección de Cristo como el bautismo había comenzado a hacerlo. La Unción del Bautismo sella en nosotros la vida nueva, la de la Confirmación nos fortalece para el combate de la vida. Esta última unción, ofrece un escudo para defenderse de los últimos combates y entrar en la Casa del Padre. Se ofrece a los que están próximos a morir, junto con la Eucaristía como un "viático" para el último viaje del hombre.
Celebración de la Unción de los Enfermos
El sacramento como tal, se administra dentro de una celebración litúrgica y solo los sacerdotes obispos y presbíteros, pueden administrarlo. La liturgia sacramental, en su forma renovada, concuerda con lo que dice la Carta de Santiago. Comienza con la imposición de manos del sacerdote en silencio y con una alabanza del aceite consagrado, que en su forma básica se remonta al siglo IV
El signo sacramental quedó fijado en la Constitución apostólica del Pablo VI del modo siguiente: "El sacramento de la Unción de los enfermos se administra a aquellos cuyo estado de salud implica un peligro de muerte, ungiéndoles en la frente y en las manos con aceite de oliva consagrado en la forma reglamentaria... y pronunciando las siguientes palabras: Por esta santa unción y por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo. Amén"
Usualmente, el aceite utilizado en este sacramento ha sido bendecido por el Obispo en la misa crismal del Jueves Santo, en la que se bendicen también los óleos sagrados que a lo largo de todo el año se van a utilizar para el Bautismo, la Confirmación y el Orden Sacramental.
Siempre que sea posible, la unción debe ofrecerse pronto al enfermo y se le debe administrar en una celebración en la que esté presente la comunidad local, por lo menos mediante los familiares, amigos y algunas de las personas que lo asisten.
La celebración litúrgica consta de las siguientes partes:
- Saludo y preparación
- Liturgia de la Palabra
- Liturgia sacramental, que a su vez se compone de: imposición de manos por parte del sacerdote, alabanza del aceite consagrado, signo sacramental por el que se unge la frente y las manos del enfermo al tiempo que se dice " Por esta santa unción y por su bondadosa misericordia te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo. Amén"
Además, puede participar el enfermo de la comunión del Cuerpo de Cristo que, en peligro de muerte, se llama viático, es decir, alimento para el último viaje.
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