La presencia de símbolos religiosos tiene una razón de ser en la vida e historia de una comunidad que hay que saber leer y respetar. No se puede borrar la historia religiosa o cultural de un pueblo desde una aparente actitud de progresismo cultural. Los momentos mayores de nuestra historia estuvieron marcados o presididos por una referencia explícita y pública a Dios. Pienso en nuestra Constitución Nacional, que al tiempo que abría las puertas de la Patria naciente a "todos los hombres del mundo que quieran habitar en suelo argentino", no ocultaba una invocación a Dios "fuente de toda razón y justicia", y presidía ese acto solemne un crucifijo, símbolo de la fe cristiana.
El justo orgullo de ser "cuna de la Constitución", no nos debería hacer olvidar las raíces y razones de fe de nuestros mayores de la cual somos herederos, y en la cual hemos crecido. Ellos no discriminaron a nadie, por el contrario su fe los hizo abiertos a todos y respetuosos de todos. También a nosotros, como santafesinos, nos acompaña la devoción a la Virgen de Guadalupe que ha sido proclamada nuestra patrona. Negar esta presencia es, también, un acto reñido con la pacífica, religiosa y tolerante historia de nuestra provincia. Por el contrario, considero que estamos ante un planteo injusto porque no reconoce raíces ni historia. Es, además, plantear problemas que no existen, es confrontar gratuitamente.
En estos días veía la visita del Papa a Compostela con todo el simbolismo religioso y cultural del camino a Santiago, con sus características cruces en los caminos. Podríamos multiplicar los ejemplos a lo largo del mundo. Pensemos en nuestra Patria, por ejemplo en Itatí de Corrientes, o en la Virgen del Valle de Catamarca. A nadie se le puede ocurrir pensar en discriminación por la presencia de estas imágenes que tienen una razón de ser en la comunidad. Espero que en el tratamiento de este tema haya madurez histórica, respeto social y prudencia política en nuestros legisladores.
El justo orgullo de ser "cuna de la Constitución", no nos debería hacer olvidar las raíces y razones de fe de nuestros mayores de la cual somos herederos, y en la cual hemos crecido. Ellos no discriminaron a nadie, por el contrario su fe los hizo abiertos a todos y respetuosos de todos. También a nosotros, como santafesinos, nos acompaña la devoción a la Virgen de Guadalupe que ha sido proclamada nuestra patrona. Negar esta presencia es, también, un acto reñido con la pacífica, religiosa y tolerante historia de nuestra provincia. Por el contrario, considero que estamos ante un planteo injusto porque no reconoce raíces ni historia. Es, además, plantear problemas que no existen, es confrontar gratuitamente.
En estos días veía la visita del Papa a Compostela con todo el simbolismo religioso y cultural del camino a Santiago, con sus características cruces en los caminos. Podríamos multiplicar los ejemplos a lo largo del mundo. Pensemos en nuestra Patria, por ejemplo en Itatí de Corrientes, o en la Virgen del Valle de Catamarca. A nadie se le puede ocurrir pensar en discriminación por la presencia de estas imágenes que tienen una razón de ser en la comunidad. Espero que en el tratamiento de este tema haya madurez histórica, respeto social y prudencia política en nuestros legisladores.
Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz
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