El Santo Padre ha querido iniciar el tiempo de Adviento con una solemne "Vigilia por la vida naciente". El nacimiento de Jesús nos habla no sólo del valor de su vida y misión, sino que se convierte, para toda la humanidad, en el camino que ilumina y protege la vida de cada ser humano. La vida naciente presenta la exigencia de un derecho y reclama la responsabilidad de una tarea que nos compromete.
La fe no me aísla en una relación personal con Dios, sino que me compromete con su obra, en especial con su obra mayor que es el hombre. La gloria de Dios consiste, decía san Ireneo, en que el hombre viva, y la vida del hombre consiste en el encuentro con Dios. Todo este misterio de la grandeza de la vida y el destino del hombre está encerrado en la fragilidad de la vida naciente. Por ello, la realidad de esta vida es un don y una responsabilidad para el hombre y la sociedad.
No somos dueños de la vida humana, pero sí partícipes necesarios de su concepción y cuidado. Esta verdad pertenece al orden natural y es captado por la razón y compromete, por lo mismo, una actitud moral. No podríamos hablar de la dignidad de la vida humana sino asumimos la exigencia de la tutela de su primer derecho, que es el derecho a la vida. Esto pertenece al orden la justicia que nos habla de dar a cada uno lo que le corresponde, en este caso el cuidado de la vida concebida. La correcta lectura de este hecho sólo requiere de una mirada simple, pero necesita de una actitud responsable. Cuánto debemos agradecer el esfuerzo de personas e instituciones que acompañan este don de la vida, pienso entre nosotros en Grávida. Y qué triste es escuchar voces que proclaman el aborto seguro como un logro de la ciencia.
Cuando el hombre olvida, por otra parte, su origen y destino trascendente queda encerrado en un mundo inmanente sin raíces ni horizonte. Esta afirmación que es fruto de la fe no es ajena a la razón, pero sí le agrega a la vida del hombre un valor de trascendencia que le da un sentido de plenitud. A aquellas razones humanas sobre la dignidad de la vida del hombre, esta mirada de fe le agrega la dimensión de una vocación que es única y personal, y para la cual Jesucristo ha venido para ser su Camino, su Verdad y su Vida. Toda la historia del amor de Dios, que en Jesucristo se ha hecho don personal para cada uno de nosotros, tiene en la vida naciente de todo hombre el comienzo de un diálogo que es la razón del envío y misión de Jesucristo. Para esto he venido, nos dirá, para que el hombre participe de la vida de Dios. Estas razones que conocemos por la fe, porque provienen de la Palabra de Jesucristo, enriquecen a la razón y comprometen con más fuerza el cuidado de la vida.
Que esta Vigilia por la vida naciente, con la que el Santo Padre ha querido inaugurar este tiempo de Adviento, renueve en nosotros el compromiso con la defensa de la vida en todas sus etapas. Reciban junto a mi afecto y oración, mi bendición en el Señor Jesús y María Santísima, Nuestra Madre de Guadalupe.
Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz
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