Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



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domingo, 28 de noviembre de 2010

Homilía Dominical

Domingo I de Adviento - Ciclo A

Lecturas

Is 2, 1-5
Rm 13, 11-14
Mt 24, 37-44


Comenzamos a vivir hoy el tiempo de Adviento. Término que nos habla de que Alguien viene. Este Alguien, lo sabemos, es Jesús, que viene para encontrarse con nosotros de corazón y así salvarnos.

A este encuentro salvífico lo contemplamos en este tiempo en su triple dimensión histórica: vino a Belén hace más de 2000 años para hacerse uno de nosotros, viene en el hoy de nuestra vida porque está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, y vendrá, por último, al fin de la historia para elevar nuestra carne a la participación de su gloria.

El Evangelio de este domingo nos sitúa frente a esta última venida y nos exhorta a velar y a estar preparados. Velar para evitar que ese día nos sorprenda y prepararse para que este encuentro con el Señor sea pleno.

Para entender esta sorpresa de la que se nos quiere precaver, pienso en nuestros encuentros humanos. Encontrarnos de corazón profundamente entre nosotros no es algo que se improvisa. El "" del amor fiel que se entrega para siempre supone muchos pequeños "sí" cotidianos, que se van renovando en medio de las dificultades, las pruebas y las caídas. Sin estos "sí" de cada día podemos encontrarnos el día menos pensado con la sorpresa de que ya no hay encuentro, de que somos extraños los unos para los otros. Incluso podemos convivir y tratarnos frecuentemente pero sólo a un nivel superficial. Los corazones ya no se reconocen. Esto mismo puede pasarnos con Dios. Por eso el consejo del Señor es velar y estar preparados.

¿Qué significa velar? Estar atentos, despiertos. Entre nosotros puede ocurrir, incluso si nos vemos seguido, que no nos prestemos atención. Quizá no nos tengamos bronca pero para nuestra vida el otro no cuenta, no es significativo. De igual manera con Dios. Es posible decir que tenemos fe y a la vez vivir como si Él no existiera. Su realidad no afecta la nuestra, la única realidad con la que contamos es la que se ve. Él no es para nosotros alguien que vive, nos ama y con quien compartimos la vida. Una pregunta que podríamos hacernos al fin de cada jornada para saber si estamos en vela es si hemos conversado con Él a lo largo del día acerca de nuestras decisiones, problemas, afectos, tentaciones, alegrías y tristezas.

¿Y estar preparados? El encuentro supone la entrega mutua. Podemos conversar mucho, estar en contacto a cada rato a través de las redes sociales por internet, etc., pero si el encuentro se limita a ésto, si no nos pide la entrega de soportar al otro, perdonarlo, acompañarlo y ayudarlo en las dificultades, quedará irremediablemente en lo superficial.

Prepararse para el encuentro con Jesús es también vivir nuestra entrega de cada día a Él. Si velamos, si estamos atentos, cada día decubriremos una entrega nueva que nos está pidiendo y que implicará compartir en cierta medida con Él la cruz. "Quédense aquí velando conmigo", les pide a los apóstoles en el huerto de Getsemaní (Mt 26,38). Serán los sufrimientos de la vida, será un perdón que cuesta, la mortificación de nuestro orgullo y egoísmo, etc. Cualesquiera que sean estas entregas, vividas con Él y ofrecidas a Él, harán más profundo nuestro encuentro con Dios ¡y con los demás! Y así entenderemos también más profundamente cuánto vale nuestra vida (¡toda vida humana!) porque Él se entregó por nosotros primero y totalmente.

Queridos hermanos, Jesús viene a nuestro encuentro en la Eucaristía de este domingo entregándonos toda su vida. Pidámosle que fortalezca nuestro "sí" de cada día para que, despiertos y preparados, podamos darle el "" grande cuando venga a nuestro encuentro para compartir la gloria de su Reino. Que María, nuestra Madre, que pronunció su "" con corazón pleno, nos ayude y acompañe.

¡Feliz domingo y santo Adviento para todos!




P. Daniel Gazze

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