Nuestra Señora de Belén

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viernes, 12 de noviembre de 2010

Jesús sanó a muchos enfermos


“Jesús sanó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males,

y expulsó a muchos demonios”

Mc 1, 29-39

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


1. LA VIDA HUMANA ESTÁ SUJETA A LA LEY DEL DOLOR

Job va a dirigirse al mismo Dios, que es el responsable de todo lo que le pasa. Su caso no es más que uno de tantos de la miserable vida humana. Las argumentaciones son elocuentes; y llenas de vigor. (Jb 7, 1-4. 6-7).

Job habló diciendo: ¿No es una servidumbre la vida del hombre sobre la tierra? ¿No son sus jornadas las de un asalariado? Como un esclavo que suspira por la sombra, como un asalariado que espera su jornal, así. Se lamenta Job, en el dolor de sus sinsabores. Job se siente anhelante y ansioso de que todo termine, como el siervo, que, expuesto a los crueles rayos del sol, ansía ponerse a la sombra, o como el jornalero, que espera su salario.

“Me han tocado en herencia meses vacíos, me han sido asignadas noches de dolor. y que mis ojos no verán más la felicidad.” Durante meses ha sido preso de la decepción y del desencanto, pues los encuentra vacíos y sin sentido para su vida; ha esperado mucho tiempo que su condición mejorara, pero en vano; y esto llena de amargura su alma. Particularmente en las noches largas de insomnio y meditación se ha visto preso del dolor y de la melancolía.

Al acostarme, pienso: “¿Cuándo me levantaré?”. Como enfermo, inaguantable a sí mismo, ansía que la noche pase pronto para levantarse, y, una vez que viene la aurora, se le hace interminable el día. Mientras tanto, su espíritu se agita y divaga hasta el crepúsculo. Las pinceladas descriptivas son maestras y reflejan bien la psicología del que sufre sin esperanza de sanar.

“Mis días corrieron más veloces que una lanzadera: al terminarse el hilo, llegaron a su fin.” La vida del hombre es como el tejido que se va formando en manos de la tejedora, pero sus días corren más aprisa que la misma lanzadera. Ezequías, en su lecho de muerte, declara gimiendo: “Mi morada es arrancada, llevada lejos de mí, como tienda de pastores. Como el tejedor, corta el hilo de mi vida y la separa de su trama.” El pensamiento de Job parece ser que los días del hombre —que constituyen el hilo del futuro tejido— van más aprisa que la lanzadera, y así, los días no llegan a tiempo para hacer el tejido normal. Su vida, pues, ha quedado tronchada y sin rematar.

“Recuerda que mi vida es un soplo y que mis ojos no verán más la felicidad.” Después el paciente se dirige a Dios, recordándole que la vida depende de un soplo, y, por tanto, su felicidad es totalmente pasajera. La felicidad no volverá a presentarse a sus ojos, ya que la vida en ultratumba no merece el nombre de verdadera vida, pues no hay retribución ni satisfacciones dignas del hombre. En el libro de Job no encontramos todavía la esperanza de una vida dichosa en el más allá, como sí la hallamos en el libro de la Sabiduría. En su perspectiva, Job piensa sólo en la felicidad relativa que se puede conseguir en esta vida, y para él todo ha terminado. La muerte es el fin de su existencia: nadie volverá a verle.

Sin embargo, este lamento de Job, en el dolor de sus sinsabores, no es infructuoso, Dios no nos abandona, se compadecerá del hombre enviando al Redentor, nuestro Señor Jesucristo, para aliviar los sufrimientos, para abrir los corazones a una nueva esperanza.


2. JESÚS, VINO A CURAR A LOS ENFERMOS, LIBRAR A LOS OPRIMIDOS POR LOS ESPÍRITUS IMPUROS.

En muchos relatos de los Evangelios, podemos descubrir que Jesús se interesó siempre por todo lo que le sucedía a los hombres, El siempre estuvo preocupado del espíritu, el alma y cuerpo, para todos ellos, El quería la sanación. Recordemos algunos sucesos: la mujer enferma de hemorragias primero creyó en El y luego recibió la curación física (Mc 5, 25-34); el ciego sanó físicamente y luego conoció a Jesús como su Señor (Jn 9, 1-38), y muchos empezaron a creer en El por las curaciones milagrosas que presenciaron.

En efecto, Jesús, vino a curar a los enfermos, librar a los oprimidos por los espíritus impuros, El nos trajo la buena noticia, El nos enseñó lo mucho que nos ama nuestro Padre Bueno, pero una de las cosas más importante que hizo por nosotros, es enseñarnos a orar y darnos ejemplo de cómo orar. Él lo hacía en un lugar tranquilo, apartado, y siempre antes de algo importante se retiraba a orar. Con la oración, podemos acercar la sanación de muchos males, sólo debemos poner toda nuestra confianza, con toda nuestra fe, creyendo incondicionalmente en Él. Cierto día, Jesús, puesto en pie, exclamó con voz potente: “El que tenga sed, que venga a mí, y que beba el que cree en mí.” Lo dice la Escritura: De él saldrán ríos de agua viva. (Jn 7; 37-38)

Es innegable, Dios tiene el poder de curar a los enfermos y lo puede hacer a través de sus hijos, nosotros mismos, con nuestra oración. Cuando un amigo nuestro, un familiar esté enfermo, oremos por él y con él. Los milagros del Señor son sorprendentes, sólo se necesita amor y fe. En efecto, por amor a nuestros hermanos y al Señor, con mucha esperanza y confianza dirijamos nuestras plegarias por aquellos que necesitan curarse de algún mal, y si nos flaquean las fuerzas porque dudamos, pidamos al Señor, que nos dé más fe y que nos conceda un espíritu de confianza.


3. JESÚS SANÓ A MUCHOS ENFERMOS, QUE SUFRÍAN DE DIVERSOS MALES, Y EXPULSÓ A MUCHOS DEMONIOS

El fragmento de este evangelio de San Marcos, en su primera parte tiene un breve relato en la casa de Pedro. Luego, llegado el atardecer, “puesto ya el sol”, en la puerta de la casa de Pedro, llegaron muchos enfermos y endemoniados.

Como esta actividad se realiza en sábado, se enfatiza que fue al atardecer y puesto ya el sol, para indicar que el reposo sabático había concluido, por tanto era lícito trasladar los enfermos. La grandeza de Jesús es muy inmensa, impactante, la ciudad entera se reunió delante de la puerta. La multitud reunida, está conmovida.

Los enfermos son traídos en dos grupos: “le llevaron a todos los enfermos y endemoniados”. Y la curación se da destacando específicamente que fueron “muchos” de estos dos grupos. La insistencia, especialmente destacada, sobre los “endemoniados,” a cuyos demonios no les permitía hablar, porque le conocían” como Mesías, queriendo hacernos ver el poder de Cristo sobre los “espíritus impuros,” como prueba de su poder y realidad mesiánica y evitar conmociones improcedentes en el pueblo.

A la mañana siguiente al sábado, fue a orar a un lugar desierto cercano a Cafarnaún. Las curaciones del día anterior hacen que la gente le buscase. Luego San Marcos, nos presenta un cuadro esquemático de la predicación de Jesús por las sinagogas de Galilea. Marcos se complace todavía en poner como una nueva rúbrica al mesianismo de Cristo, al destacar que en estas actividades apostólicas expulsaba los demonios, destacando su poder y realidad de Mesías.

Hemos visto cómo en la sinagoga de Nazaret, Jesús desagradó sumamente a unos oyentes que no querían oír hablar de la buena noticia de su liberación dirigida a los pobres, a los cautivos, a los ciegos y a los oprimidos, de una amnistía general de Dios, del perdón otorgado a la humanidad entera. Luego predica en la sinagoga de Cafarnaún, situada algo más al oriente, pero siempre en Galilea, allí para un endemoniado, como para otros presentes, Jesús no ha venido a liberarlos, sino a destruirlos.

Ahora, después de estar en la sinagoga, Jesús fue a la casa de Simón, allí encontró que la suegra de Simón (Pedro) tenía mucha fiebre, y le pidieron que hiciera algo por ella. Inclinándose sobre ella, Jesús increpó a la fiebre y ésta desapareció, ella en seguida, se levantó y se puso a servirlos. La suegra de Pedro nos brinda una bella enseñanza, que es la actitud de los seguidores de Cristo, al ponerse inmediatamente al servicio del Señor Jesús.

Jesús se ha dedicado a curar a los enfermos y a las personas que están dominadas por un espíritu maligno, y lo hace en forma individual, es así, como al atardecer, todos los que tenían enfermos afectados de diversas dolencias se los llevaron, y Él, imponiendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba. El no hacer curaciones masivas, sino personales, es una actitud de mucho respeto hacia la personalidad de cada enfermo.

Y los que estaban dominados por un espíritu maligno, poseídos por los demonios, también quedaban curados. Pero Él los increpaba y no los dejaba hablar, porque ellos sabían que era el Mesías y Jesús no quiere que a El se le dé un carácter distinto al que vino, porque Él ha venido para servir y no para dominar; por eso quien se encuentra con Él, como la suegra de Simón, se libera para el servicio.


4. VENGAN A MÍ TODOS LOS QUE ESTÁN AFLIGIDOS Y AGOBIADOS Y YO LOS ALIVIARÉ” (MT 11,28)

Jesús es el refugio de todas las necesidades y medicina de todas las enfermedades. Jesús es la calma para los angustiados, quienes lo siguen saben que en El encontrarán alivio, no sólo a las cosas de salud, además a las del alma, por eso cuando gozamos de buena salud, también acudimos a El, y para cualquier caso, acudamos a El, como lo hacían los enfermos que rodeaban a Jesús con sencillez y con gran confianza.

Nos enseña también Jesús que ha venido a salvar a todos los hombres, así cura a los enfermos de todas las dolencias, si exceptuar a los mismos poseídos por el demonio.

¡Qué bueno es saber que para cualquier dolencia que nos aqueje, para las angustias que nos oprimen, o para los males del espíritu, tenemos a quién acudir!


5. “VAYAMOS A OTRA PARTE, A PREDICAR TAMBIÉN EN LAS POBLACIONES VECINAS, PORQUE PARA ESO HE SALIDO”

En la segunda parte, el Evangelio nos relata que: Por la mañana, antes de que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando. Por eso, cuando la gente supo que cuando amaneció, Jesús se fue a un lugar desierto, comenzaron a buscarlo y, cuando lo encontraron, querían retenerlo para que no se alejara de ellos. Pero Él les dijo: Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido "

Los apóstoles le dijeron a Jesús: Todos te andan buscando", indicándonos, la necesidad de Jesús que tenía la gente, la misma que tenemos hoy de nuestro Señor, necesidad de su Mirada, su cercanía y su Palabra, y especialmente en este tiempo de oír su Voz. La mirada de Jesús nos conmueve, nos convierte, nos cambia, nos hace arrepentirnos, su suave susurro que nos llega al ponernos en su presencia, nos encanta y nos da paz.


Entonces, ¿cómo no buscarlo?


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