"Quien recibe a este niño en mi nombre, me recibe a mí."
(Lc 9, 48)
(Lc 9, 48)
DÍA NACIONAL DEL ENFERMO
14 DE NOVIEMBRE DE 2010
"NIÑOS SANOS, ESPERANZA DE LA PATRIA"
Carta Pastoral a las Comunidades
Muy queridos hermanos y hermanas en Cristo:
El Día del Enfermo que la Iglesia Argentina celebra en este año el domingo 14 de noviembre, quiere responder a la celebración del Bicentenario, que nos compromete como ciudadanos y cristianos. Los obispos, como pastores de nuestro pueblo, hemos alertado que en el camino hacia un Bicentenario en justicia y solidaridad, nada debe desviarnos del gran objetivo: contribuir a erradicar la pobreza y la exclusión; y nos hemos propuesto hacer lo que está a nuestro alcance durante el tiempo que falta, cuando conmemoremos los doscientos años de nuestra Independencia como Nación.
Nuestras posibilidades como Iglesia, ciertamente, no consisten en recursos materiales frente a las enormes demandas de familias necesitadas; pero sí, podemos formar la conciencia de nuestras comunidades, donde entre todos queremos hacer el esfuerzo de superar decididamente las negligencias que son origen de la pobreza.
Como lo hiciera el Santo Padre, Benedicto XVI, para la Jornada Mundial del Enfermo, hace dos años, quisiéramos también nosotros esta vez poner la atención en los niños. Pensando en el futuro de la Argentina nos preguntamos: ¿Qué niños vamos a dejar a nuestro país? Porque una de las causas de la pobreza y un verdadero delito es el abandono de la infancia. Se sabe que la falta de alimentación y atención médica durante el embarazo y durante los primeros tres años de vida causa daños cerebrales irreparables que, a su vez, provocan - si no la mortalidad infantil - un círculo vicioso de otros daños, como la debilidad del sistema inmunológico, una edad mental inferior a la real, la deserción escolar, el analfabetismo funcional, la falta de inserción en el mundo del trabajo, la formación precoz de parejas sin la necesaria preparación; con la consecuencia de no salir del espiral de la pobreza. La pobreza enferma, y la enfermedad empobrece. En nuestras parroquias y capillas debemos darnos cuenta que la desnutrición y deficiente atención médica en una comunidad es un indicador de la injusticia social.
¿Qué podemos y debemos hacer?
La clave para salir de la pobreza, es la educación. Educación entendida como trato amoroso y respetuoso, de persona a persona, de corazón a corazón. El que educa a los padres, especialmente a la madre, educa a una familia. Creemos que nuestras comunidades pueden responder a este desafío - quizás mejor que ninguna otra institución -, para capacitar personas al servicio de las necesidades básicas de la familia y acompañar a los que precisan esta ayuda. Hay experiencias valiosas, nacidas en el seno de la Iglesia, como la Red para el Desarrollo Integral del Niño y la Familia (Redinfa), que pueden enseñarnos cómo emprender este servicio de amor para con los niños y sus padres. Los alentamos a participar y organizarse como protagonistas de la transformación de nuestra sociedad.
Jesucristo se identifica con los niños. "Quien recibe a un niño en mi nombre, me recibe a Mí", dijo, y los puso como ejemplo para poder entrar en el Reino de Dios.
Que la Madre de nuestro Señor y San José les animen a encaminarse en esta importante misión durante estos años del Bicentenario, porque Niños sanos son la esperanza de la Patria.
Los abrazamos y bendecimos en el amor del Buen Pastor.
Nuestras posibilidades como Iglesia, ciertamente, no consisten en recursos materiales frente a las enormes demandas de familias necesitadas; pero sí, podemos formar la conciencia de nuestras comunidades, donde entre todos queremos hacer el esfuerzo de superar decididamente las negligencias que son origen de la pobreza.
Como lo hiciera el Santo Padre, Benedicto XVI, para la Jornada Mundial del Enfermo, hace dos años, quisiéramos también nosotros esta vez poner la atención en los niños. Pensando en el futuro de la Argentina nos preguntamos: ¿Qué niños vamos a dejar a nuestro país? Porque una de las causas de la pobreza y un verdadero delito es el abandono de la infancia. Se sabe que la falta de alimentación y atención médica durante el embarazo y durante los primeros tres años de vida causa daños cerebrales irreparables que, a su vez, provocan - si no la mortalidad infantil - un círculo vicioso de otros daños, como la debilidad del sistema inmunológico, una edad mental inferior a la real, la deserción escolar, el analfabetismo funcional, la falta de inserción en el mundo del trabajo, la formación precoz de parejas sin la necesaria preparación; con la consecuencia de no salir del espiral de la pobreza. La pobreza enferma, y la enfermedad empobrece. En nuestras parroquias y capillas debemos darnos cuenta que la desnutrición y deficiente atención médica en una comunidad es un indicador de la injusticia social.
¿Qué podemos y debemos hacer?
La clave para salir de la pobreza, es la educación. Educación entendida como trato amoroso y respetuoso, de persona a persona, de corazón a corazón. El que educa a los padres, especialmente a la madre, educa a una familia. Creemos que nuestras comunidades pueden responder a este desafío - quizás mejor que ninguna otra institución -, para capacitar personas al servicio de las necesidades básicas de la familia y acompañar a los que precisan esta ayuda. Hay experiencias valiosas, nacidas en el seno de la Iglesia, como la Red para el Desarrollo Integral del Niño y la Familia (Redinfa), que pueden enseñarnos cómo emprender este servicio de amor para con los niños y sus padres. Los alentamos a participar y organizarse como protagonistas de la transformación de nuestra sociedad.
Jesucristo se identifica con los niños. "Quien recibe a un niño en mi nombre, me recibe a Mí", dijo, y los puso como ejemplo para poder entrar en el Reino de Dios.
Que la Madre de nuestro Señor y San José les animen a encaminarse en esta importante misión durante estos años del Bicentenario, porque Niños sanos son la esperanza de la Patria.
Los abrazamos y bendecimos en el amor del Buen Pastor.
Mons. Luis T. Stöckler
Presidente de la
Comisión Episcopal
Para la Pastoral de la Salud
Presidente de la
Comisión Episcopal
Para la Pastoral de la Salud
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