Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



A todos los que ingresen a esta página:


*** BIENVENIDOS ***

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:: Homilías ::

(Clickear sobre la Biblia para leer las lecturas)


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miércoles, 12 de diciembre de 2012

Nuestra Señora de Guadalupe

Patrona de Latinoamérica

Nuestra Señora de Guadalupe

Hace muchos años, los indios aztecas que vivían en el valle de México, no conocían a Jesús. Los sacerdotes misioneros que vinieron de España poco a poco fueron evangelizando a los indios. Les enseñaron a conocer, amar e imitar a Jesús en la religión católica y los bautizaron.




Entre los primeros que se bautizaron, había un indio muy sencillo llamado Juan Diego, quien iba todos los sábados a aprender la religión de Cristo y a la misa del pueblo de Tlatelolco.El sábado 9 de Diciembre de 1531, cuando Juan Diego pasaba por el Cerro del Tepeyac para llegar a Tlatelolco, escuchó el canto de muchos pájaros y una voz que le decía: "Juanito, el más pequeño de mis hijos, ¿adónde vas?". Al voltear Juan Diego vio a una Señora muy hermosa.



La Señora le dijo: "Yo soy la siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios. He venido hasta aquí para decirte que quiero que se me construya un templo aquí, para mostrar y dar mi amor y auxilio a todos ustedes".

La Virgen le dijo a Juan Diego que fuera a ver al Obispo y le contara lo que Ella le había dicho. Y así lo hizo el indio.

Juan Diego salió de la casa del Obispo muy triste porque no le creyó. Entonces fue al Cerro del Tepeyac a pedirle a la Virgen que mejor mandara a un hombre más importante porque a él no le creían.

La Señora le dijo a Juan Diego que volviera el domingo a casa del Obispo. Esta vez, el Obispo le dijo que le trajera una señal, es decir, una prueba de que la Señora de verdad era la Virgen.

Juan Diego no pudo ir al día siguiente al Tepeyac, pues su tío Bernardino se puso muy enfermo y fue por un médico. Fue hasta el martes, cuando al pasar por el cerro para ir por un sacerdote que confesara a su tío, se le apareció la Virgen y le dijo: "Juanito, Juan Dieguito; ¿No estoy yo aquí que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿Por qué te preocupas?”. Después, le hizo saber que su tío ya estaba curado y le pidió que subiera a la punta del cerro a cortar unas rosas y las guardara en su tilma. Juan Diego se sorprendió de aquella orden, pues era invierno y no era tiempo de rosas. Sin embargo, obedeció y encontró las rosas tal como la Virgen le había dicho. Se las llevó y Ella le dijo: "Hijo mío, el más pequeño, estas rosas serán la prueba que llevarás al obispo".

Detalle del ícono de San Juan Diego
(pintado por la comunidad de Santa María en Corvallis, Oregon)




Juan Diego fue de nuevo a ver al Obispo y le dijo que la Virgen le había mandado la prueba de que Ella era realmente la Virgen.

Al soltar su tilma, las rosas cayeron al suelo y apareció dibujada en la tela la preciosa imagen de la Virgen de Guadalupe.

Fue entonces cuando el Obispo creyó que la Virgen quería que le construyeran en ese lugar un templo.

La tilma permaneció un tiempo en la capilla del Obispo Fray Juan de Zumárraga. El 26 de diciembre de 1531 la trasladaron a una ermita construida al pie del Tepeyac.



  • En 1754, Benedicto XIV nombró a la Virgen de Guadalupe patrona de la Nueva España, desde Arizona hasta Costa Rica.



  • El 12 de octubre de 1895 se llevó a cabo la coronación pontificia de la imagen, concedida por León XIII.



  • En 1904, San Pío X elevó el santuario de México a la categoría de Basílica y en 1910 proclamó a la Virgen de Guadalupe, Patrona de toda América Latina.



  • En 1945, Pío XII le dio el título de la Emperatriz de América. El 12 de Octubre de 1976 se inauguró la nueva Basílica de Guadalupe.

  • Miles de personas de México y del mundo entero, visitan cada año la Basílica de Guadalupe, en donde está la hermosa imagen que la Virgen dejó impresa en la tilma de Juan Diego, para pedirle a Nuestra Madre su amor, su protección y su ayuda.
    Las peregrinaciones no sólo se llevan a cabo en México, las hay en todos los países del mundo a diferentes templos. Algunas personas van de rodillas, porque le hacen una promesa a la Virgen cuando le piden un favor. En las peregrinaciones, la gente va haciendo oración, sacrificios y cantando. Muchas veces, las peregrinaciones vienen de muy lejos y se tardan varios días en llegar a darle gracias a la Virgen por algún milagro o favor que les concedió. El amor a la Virgen es lo que mueve a todas estas personas a irla a visitar desde su ciudad.

    Oración a la Virgen de Guadalupe

    Préstame Madre tus ojos, para con ellos poder mirar,
    porque si con ellos miro, nunca volveré a pecar.
    Préstame Madre tus labios, para con ellos rezar,
    porque si con ellos rezo, Jesús me podrá escuchar.
    Préstame Madre tu lengua, para poder comulgar,
    pues es tu lengua patena de amor y santidad.
    Préstame Madre tus brazos, para poder trabajar,
    que así rendirá el trabajo una y mil veces más.
    Préstame Madre tu manto, para cubrir mi maldad,
    pues cubierto con tu manto al Cielo he de llegar.
    Préstame Madre a tu Hijo, para poder yo amar.
    Si tu me das a Jesús, qué más puedo yo desear
    y ésta será mi dicha por toda la eternidad.
    Amén.

    La tilma de Juan Diego

    Fuente: catholic.net

    Entrevista a Mons. Eduardo Chávez Sánchez, quien fuera postulador de la causa de Canonización de San Juan Diego y actualmente se desempeña como coordinador del Instituto Superior de Estudios Guadalupanos, en la Ciudad de México y como canónigo de la Basílica de Guadalupe
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    ¿En qué sentido se puede decir que la Virgen de Guadalupe es constructora de la identidad nacional?
    Monseñor Eduardo Chávez: Para mí se forja México el 12 de diciembre de 1531, porque ella toma todo lo que es la identidad indígena y española, desde aquí manda un mensaje para el mundo entero, ella habla en Náhuatl, ella se plasma en una tilma Náhuatl, su mensajero es un indígena de mentalidad tolteca: San Juan Diego, ella toma mucho de esta mentalidad para dar el mensaje de Jesús como Dios vivo, verdadero. Lanza su voz al mundo entero a través de los indígenas, sin descuidar a los españoles porque ella es una Inmaculada Concepción que entendían perfectamente los hispanos, ella es una mujer de adviento también perfectamente comprendido por ellos; sabemos que los ibéricos celebraban la octava de la Inmaculada Concepción en el momento de su aparición.
    Así que ella hace una identidad nueva conjuntando las cosmovisiones española e indígena, el fruto lo lanza al mundo entero, por eso Juan Pablo II le llama el modelo perfectamente inculturado de esa evangelización.
    ¿Por qué se dice que la Virgen de Guadalupe es madre de la civilización del amor?
    Monseñor Eduardo Chávez: Ella da a luz la Civilización del Amor porque cuando le dice a Juan Diego “Quiero una casita sagrada” está hablando de un templo, pero también habla de familia, es decir habla de Iglesia. Dice la Virgen de Guadalupe muy claramente: yo quiero ofrecer todo mi amor y ese amor es Jesucristo. En otras palabras ella quiere la construcción no sólo de un templo material, sino la nueva civilización donde el centro es Jesucristo, o sea, el amor. Por todo esto ella es la forjadora de la Civilización del Amor.
    ¿Es correcto denominarla Virgen Indígena?
    Monseñor Eduardo Chávez: Si se toman algunos elementos que ella tiene sí. Pero lo más correcto es lo que dice Juan Pablo II: es la Virgen mestiza. Esto ya lo había dicho Juan XXIII: su rostro es mestizo, ella es la integración de todas las razas, ella es madre de todos los seres humanos, de todos los pueblos, por eso le dice a Juan Diego “Soy tu madre y de todas las más variadas estirpes”, por tanto es madre de todos los seres humanos.

    ¿Es la Virgen de Guadalupe un símbolo de unidad entre las culturas?
    Monseñor Eduardo Chávez: Así es, es un signo de unidad de todas las culturas ¿y esa unidad cuál es? El amor; un chino, un europeo, un africano, todos necesitamos el amor, queremos vivir en el amor. Por eso Juan Pablo II lo vio tan claramente que le llama: Madre de América, Patrona de América; ya no usa “las Américas”, no más plural porque se da cuenta que en el amor no hay fronteras. Todos somos hijos de Dios y tenemos la misma dignidad.
    ¿Qué significa el XIII caña para la mentalidad azteca y cómo se relaciona con la Virgen de Guadalupe?
    Monseñor Eduardo Chávez: Es una fecha que para ellos significaba iniciar una nueva era, en el códice de la fundación de México lo primero que ponen es la caseta XIII caña que significa “Una nueva civilización comienza” también en el calendario azteca, la caseta central a lo alto es el XIII caña, un nuevo ciclo. Como lo dice (Miguel) León-Portilla simboliza rumbo a la casa de la sabiduría, a la casa de la luz; es nuevo día y sabiduría divina. 1531 en el calendario europeo coincide con XIII caña en el calendario indígena, para ellos el hecho de que haya tenido este encuentro la Virgen de Guadalupe con los seres humanos significa que se está iniciando una nueva era llena de la sabiduría divina.
    ¿Qué valores trasmite la Virgen de Guadalupe a la sociedad actual?
    Monseñor Eduardo Chávez: Antes que nada humildad, ella elige a Juan Diego y su característica más importante es la humildad, la sencillez. También ella es humilde, dice “Hágase en mí según tu palabra, soy tu sierva”, del mismo modo que Santa Isabel cuando recibe la visita de la Virgen “¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme? Así como Juan Bautista que dice “Yo no soy el que debe de brillar, es él quien debe de brillar, yo no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias”; todo esto es humildad. El pecado llega al corazón humano por la soberbia.
    ¿Cómo influyó la mentalidad tolteca de Juan Diego en la recepción del mensaje Guadalupano?
    Monseñor Eduardo Chávez: La cultura tolteca era como tierra fértil para la recepción del mensaje, habían llegado a creer en un solo dios: Tloquenahuaque, le llamaban incluso el dios desconocido. Llegar a la idea de un solo Dios con la pura fuerza de la razón es frustrante porque está el mal en el mundo y no se puede explicar esta realidad; Netzahualcóyotl le gritaba “Quiero cantar tus flores Tloquenahuaque pero estás muy lejos y no te importa el ser humano”. Por eso cuando Guadalupe se encuentra con Juan Diego y le dice “Yo soy la madre del Tloquenahuaque”(no es un ídolo debe quedar bien claro) es una característica del Dios vivo; Juan Diego capta perfectamente que se trata del único Dios, que no está alejado, que no se burla de él. Sin embargo desde que la vio siempre supo que era la madre de Jesús porque le dijo voy a Tlatelolco a recibir el catecismo departe de tus sacerdotes. No la confunde con ningún ídolo, capta perfectamente que es María la Madre de Jesús.
    ¿Qué papel debería tener dentro de los festejos del Bicentenario de la Independencia de muchos países latinoamericanos, entre ellos México, la Virgen de Guadalupe?
    Monseñor Eduardo Chávez: Muy importante, porque es forjadora de toda una nación, pero yo veo más trascendencia, desde esta patria, tenemos una responsabilidad con el mundo entero, nosotros debemos ser esos instrumentos de Dios, por medio de la Virgen de Guadalupe para ser una civilización del amor en el mundo entero.
    Por Omar Árcega

    Fuente: Zenit

    domingo, 25 de noviembre de 2012

    Solemnidad de Cristo Rey del Universo


    En la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo, coronación del año litúrgico, Benedicto XVI celebró la Santa misa con los cardenales esta mañana a las 9,30 en la basílica de San Pedro con los nuevos cardenales creados en el consistorio público ordinario de ayer.
    Se trata de una solemnidad destinada a comprender que verdaderamente Jesús es el Rey de nuestra vida, si nos sentimos atraídos por su amor y si dejamos de lado los poderes de este mundo. El Papa invitó a dirigir “la mirada al futuro, o mejor aún en profundidad, hacia la última meta de la historia, que será el reino definitivo y eterno de Cristo”, cuando “manifestará plenamente su señorío al final de los tiempos, cuando juzgará a todos los hombres”.
    Texto completo de la homilía del Santo Padre

    Señores cardenales,venerados hermanos en el episcopado y el sacerdocio, queridos hermanos y hermanas:

    La solemnidad de Cristo Rey del Universo, coronación del año litúrgico, se enriquece con la recepción en el Colegio cardenalicio de seis nuevos miembros que, según la tradición, he invitado esta mañana a concelebrar conmigo la Eucaristía. Dirijo a cada uno de ellos mi más cordial saludo, agradeciendo al Cardenal James Michael Harvey sus amables palabras en nombre de todos. Saludo a los demás purpurados y a todos los obispos presentes, así como a las distintas autoridades, señores embajadores, a los sacerdotes, religiosos y a todos los fieles, especialmente a los que han venido de las diócesis encomendadas al cuidado pastoral de los nuevos cardenales.
    En este último domingo del año litúrgico la Iglesia nos invita a celebrar al Señor Jesús como Rey del universo. Nos llama a dirigir la mirada al futuro, o mejor aún en profundidad, hacia la última meta de la historia, que será el reino definitivo y eterno de Cristo. Cuando fue creado el mundo, al comienzo, él estaba con el Padre, y manifestará plenamente su señorío al final de los tiempos, cuando juzgará a todos los hombres. Las tres lecturas de hoy nos hablan de este reino. En el pasaje evangélico que hemos escuchado, sacado de la narración de san Juan, Jesús se encuentra en la situación humillante de acusado, frente al poder romano. Ha sido arrestado, insultado, escarnecido, y ahora sus enemigos esperan conseguir que sea condenado al suplicio de la cruz. Lo han presentado ante Pilato como uno que aspira al poder político, como el sedicioso rey de los judíos. El procurador romano indaga y pregunta a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?» (Jn 18,33). Jesús, respondiendo a esta pregunta, aclara la naturaleza de su reino y de su mismo mesianismo, que no es poder mundano, sino amor que sirve; afirma que su reino no se ha de confundir en absoluto con ningún reino político: «Mi reino no es de este mundo … no es de aquí» (v. 36).
    Está claro que Jesús no tiene ninguna ambición política. Tras la multiplicación de los panes, la gente, entusiasmada por el milagro, quería hacerlo rey, para derrocar el poder romano y establecer así un nuevo reino político, que sería considerado como el reino de Dios tan esperado. Pero Jesús sabe que el reino de Dios es de otro tipo, no se basa en las armas y la violencia. Y es precisamente la multiplicación de los panes la que se convierte, por una parte, en signo de su mesianismo, pero, por otra, en un punto de inflexión de su actividad: desde aquel momento el camino hacia la Cruz se hace cada vez más claro; allí, en el supremo acto de amor, resplandecerá el reino prometido, el reino de Dios. Pero la gente no comprende, están defraudados, y Jesús se retira solo al monte a rezar (cf. Jn 6,1-15). En la narración de la pasión vemos cómo también los discípulos, a pesar de haber compartido la vida con Jesús y escuchado sus palabras, pensaban en un reino político, instaurado además con la ayuda de la fuerza. En Getsemaní, Pedro había desenvainado su espada y comenzó a luchar, pero Jesús lo detuvo (cf. Jn 18,10-11). No quiere que se le defienda con las armas, sino que quiere cumplir la voluntad del Padre hasta el final y establecer su reino, no con las armas y la violencia, sino con la aparente debilidad del amor que da la vida. El reino de Dios es un reino completamente distinto a los de la tierra.
    Y es esta la razón de que un hombre de poder como Pilato se quede sorprendido delante de un hombre indefenso, frágil y humillado, como Jesús; sorprendido porque siente hablar de un reino, de servidores. Y hace una pregunta que le parecería una paradoja: «Entonces, ¿tú eres rey?». ¿Qué clase de rey puede ser un hombre que está en esas condiciones? Pero Jesús responde de manera afirmativa: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz» (18,37). Jesús habla de rey, de reino, pero no se refiere al dominio, sino a la verdad. Pilato no comprende: ¿Puede existir un poder que no se obtenga con medios humanos? ¿Un poder que no responda a la lógica del dominio y la fuerza? Jesús ha venido para revelar y traer una nueva realeza, la de Dios; ha venido para dar testimonio de la verdad de un Dios que es amor (cf. 1Jn 4,8-16) y que quiere establecer un reino de justicia, de amor y de paz (cf. Prefacio). Quien está abierto al amor, escucha este testimonio y lo acepta con fe, para entrar en el reino de Dios.
    Esta perspectiva la volvemos a encontrar en la primera lectura que hemos escuchado. El profeta Daniel predice el poder de un personaje misterioso que está entre el cielo y la tierra: «Vi venir una especie de hijo de hombre entre las nubes del cielo. Avanzó hacia el anciano y llegó hasta su presencia. A él se le dio poder, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas lo sirvieron. Su poder es un poder eterno, no cesará. Su reino no acabará» (7,13-14). Se trata de palabras que anuncian un rey que domina de mar a mar y hasta los confines de la tierra, con un poder absoluto que nunca será destruido. Esta visión del profeta, una visión mesiánica, se ilumina y realiza en Cristo: el poder del verdadero Mesías, poder que no tiene ocaso y que no será nunca destruido, no es el de los reinos de la tierra que surgen y caen, sino el de la verdad y el amor. Así comprendemos que la realeza anunciada por Jesús de palabra y revelada de modo claro y explícito ante el Procurador romano, es la realeza de la verdad, la única que da a todas las cosas su luz y su grandeza.
    En la segunda lectura, el autor del Apocalipsis afirma que también nosotros participamos de la realeza de Cristo. En la aclamación dirigida a aquel «que nos ama, y nos ha librado de nuestros pecados con su sangre» declara que él «nos ha hecho reino y sacerdotes para Dios, su Padre» (1,5-6). También aquí aparece claro que no se trata de un reino político sino de uno fundado sobre la relación con Dios, con la verdad. Con su sacrificio, Jesús nos ha abierto el camino para una relación profunda con Dios: en él hemos sido hechos verdaderos hijos adoptivos, hemos sido hechos partícipes de su realeza sobre el mundo. Ser, pues, discípulos de Jesús significa no dejarse cautivar por la lógica mundana del poder, sino llevar al mundo la luz de la verdad y el amor de Dios. El autor del Apocalipsis amplia su mirada hasta la segunda venida de Cristo para juzgar a los hombres y establecer para siempre el reino divino, y nos recuerda que la conversión, como respuesta a la gracia divina, es la condición para la instauración de este reino (cf. 1,7). Se trata de una invitación apremiante que se dirige a todos y cada uno de nosotros: convertirse continuamente en nuestra vida al reino de Dios, al señorío de Dios, de la verdad. Lo invocamos cada día en la oración del «Padre nuestro» con la palabras «Venga a nosotros tu reino», que es como decirle a Jesús: Señor que seamos tuyos, vive en nosotros, reúne a la humanidad dispersa y sufriente, para que en ti todo sea sometido al Padre de la misericordia y el amor.
    Queridos y venerados hermanos cardenales, de modo especial pienso en los que fueron creados ayer, a vosotros se os ha confiado esta ardua responsabilidad: dar testimonio del reino de Dios, de la verdad. Esto significa resaltar siempre la prioridad de Dios y su voluntad frente a los intereses del mundo y sus potencias. Sed imitadores de Jesús, el cual, ante Pilato, en la situación humillante descrita en el Evangelio, manifestó su gloria: la de amar hasta el extremo, dando la propia vida por las personas que amaba. Ésta es la revelación del reino de Jesús. Y por esto, con un solo corazón y una misma alma, rezamos: «Adveniat regnum tuum». Amén.

    viernes, 2 de noviembre de 2012

    Conmemoración de los Fieles Difuntos

    Un día alguien le preguntó a San Agustín: "¿Cuánto rezarán por mí cuando yo me haya muerto?", y él le respondió: "Eso depende de cuánto rezas tú por los difuntos. Porque el Evangelio dice que la medida que cada uno emplea para dar a los demás, esa medida se empleará para darle a él".


    La tradición de rezar por los muertos se remonta a los primeros tiempos del cristianismo, en donde ya se honraba su recuerdo y se ofrecían oraciones y sacrificios por ellos.

    Cuando una persona muere, ya no es capaz de hacer nada para ganar el cielo; sin embargo, los vivos sí podemos ofrecer nuestras obras para que el difunto alcance la salvación.


    Con las buenas obras y la oración se puede ayudar a los seres queridos a conseguir el perdón y la purificación de sus pecados para poder participar de la gloria de Dios.

    A estas oraciones se les llama sufragios. El mejor sufragio es ofrecer la Santa Misa por los difuntos.

    Debido a las numerosas actividades de la vida diaria, las personas muchas veces no tienen tiempo ni de atender a los que viven con ellos, y es muy fácil que se olviden de lo provechoso que puede ser la oración por los fieles difuntos. Debido a esto, la Iglesia ha querido instituir un día, el 2 de noviembre, que se dedique especialmente a la oración por aquellas almas que han dejado la tierra y aún no llegan al cielo.

    La Iglesia recomienda la oración en favor de los difuntos y también las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia para ayudarlos a hacer más corto el periodo de purificación y puedan llegar a ver a Dios. "No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos".

    Nuestra oración por los muertos puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión a nuestro favor. Los que ya están en el cielo interceden por los que están en la tierra para que tengan la gracia de ser fieles a Dios y alcanzar la vida eterna.

    Para aumentar las ventajas de esta fiesta litúrgica, la Iglesia ha establecido que si nos confesamos, comulgamos y rezamos el Credo por las intenciones del Papa entre el 1º y el 8 de noviembre, “podemos ayudarles obteniendo para ellos indulgencias, de manera que se vean libres de las penas temporales debidas por sus pecados”. (CEC 1479)



    Para recordar:

    La Iglesia ha querido instituir un día que se dedique especialmente a orar por aquellas almas que han dejado la tierra y aún no llegan al cielo.

    Los vivos podemos ofrecer obras de penitencia, oraciones, limosnas e indulgencias para que los difuntos alcancen la salvación.

    La Iglesia ha establecido que si nos confesamos, comulgamos y rezamos el Credo por las intenciones del Santo Padre entre el 1º y el 8 de noviembre, podemos abreviar el estado de purificación de estas almas en el purgatorio.

    Oración

    Que por la misericordia de Dios, las almas de los fieles difuntos, especialmente las de aquellos cuyas vidas compartimos, descansen en paz. Así sea.

    Meditación: Por las benditas almas del purgatorio

    jueves, 1 de noviembre de 2012

    «La vocación del cristiano es la santidad, en todo momento de la vida. En la primavera de la juventud, en la plenitud del verano, en la edad madura, y después también en el otoño y en el invierno de la vejez, y por último, en la hora de la muerte.»
    Juan Pablo II

    Solemnidad de Todos los Santos


    «La vocación del cristiano es la santidad, en todo momento de la vida. En la primavera de la juventud, en la plenitud del verano, en la edad madura, y después también en el otoño y en el invierno de la vejez, y por último, en la hora de la muerte.» 
    Juan Pablo II

    lunes, 22 de octubre de 2012

    Beato Juan Pablo II

    "¡No teman abrirle las puertas a Cristo!"

    domingo, 21 de octubre de 2012

    ¡¡¡Feliz Día de la Madre!!!

    "Gracias, madres, porque han dado la vida, porque quieren ayudar a esta vida que crece y así quieren construir un mundo humano, contribuyendo a un futuro humano. Y no lo hacen sólo dando la vida biológica, sino también comunicando el centro de la vida, dando a conocer a Jesús, introduciendo a sus hijos en el conocimiento de Jesús, en la amistad con Jesús. Este es el fundamento de toda catequesis."
    Benedicto XVI
    texto inicial texto secundario

    miércoles, 17 de octubre de 2012

    San Ignacio de Antioquía, Padre de la Iglesia

    Ignacio de Antioquía
    Obispo Mártir de Cristo

    San Ignacio de Antioquía firmaba el 24 de agosto la carta que escribía, hacia el año 110, a los cristianos de Roma, a la Iglesia «que preside en la caridad», suplicándoles que no hicieran valer su dignidad para alejarle del martirio:

    «Dejadme que reciba la luz pura. Mi deseo terreno ha quedado crucificado, y ya no queda en mí sino un agua pura que murmura: Ven hacia el Padre», «Contentaos con pedir que tenga fuerza, a fin de que sea cristiano no sólo de nombre, sino en la realidad».


    Al tratar de Ignacio de Antioquía no es que se hable de él, se le escucha, puesto que confió a las páginas que escribió camino de su martirio uno de los más hermosos cantos que jamás hayan salido de un espíritu humano.


    Himno de amor a Cristo y a su Iglesia; Ignacio nunca separa ambas cosas. Para él la señal infalible del amor de los bautizados hacia el Señor y la presencia del Espíritu en ellos consiste en la unidad de cada una de las Iglesias en torno a su obispo, y la de todas ellas en la única Iglesia:

    «No tenéis que tener sino un solo sentir con vuestro obispo», escribe a los Efesios.


    Les felicita, por otra parte, pues se encuentran estrechamente unidos, «como la Iglesia lo está con Jesucristo y Jesucristo con su Padre, dentro de la armonía de la unidad universal.».


    Muy famoso entre los primeros mártires, quizás sirio de origen, probablemente discípulo de los apóstoles, y el cristiano de mayor reputación en tierras de Oriente después de la muerte de san Juan. Por eso debió de ser llamado como obispo a la sede de Antioquía, que había presidido el propio san Pedro.


    La verdad de san Ignacio no está en esta identificación, sino en el hecho bien documentado de su largo viaje hasta la muerte, después de su condena, desde Antioquía a Roma, pasando por las costas de Asia Menor y Grecia, con una parada en Esmirna.


    Su destino era morir en el circo romano para celebrar los triunfos del emperador Trajano en la Dacia, y en el curso de la navegación escribe cartas que son uno de los testimonios más impresionantes de la fe ante el martirio que nos ha legado la Iglesia primitiva; en especial la que dirige a los fieles de Roma, pidiéndoles que no intercedan por él a fin de que «nada me impida ahora alcanzar la herencia que me está reservada».


    Custodiado por feroces guardias, «los diez leopardos», como él dice, Ignacio, sin alardes de jactancia ni gestos estoicos, ve la vida y la muerte como cosas entregadas, que casi no le pertenecen.




    Oremos


    Dios todopoderoso y eterno, que has querido que el testimonio de los mártires sea el honor de todo el cuerpo de tu Iglesia, concédenos que el martirio de San Ignacio de Antioquía, que hoy conmemoramos, así como le mereció a él una gloria eterna, así también nos dé a nosotros valor en el combate de la fe. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Único Hijo. Amén.




    De la carta de san Ignacio de Antioquía, obispo y mártir, a los Romanos
    Yo voy escribiendo a todas las Iglesias, y a todas les encarezco lo mismo: que moriré de buena gana por Dios, con tal que vosotros no me lo impidáis. Os lo pido por favor: no me demostréis una benevolencia inoportuna. Dejad que sea pasto de las fieras, ya que ello me hará posible alcanzar a Dios. Soy trigo de Dios, y he de ser molido por los dientes de las fieras, para llegar a ser pan limpio de Cristo. Rogad por mí a Cristo, para que, por medio de esos instrumentos, llegue a ser una víctima para Dios.
    De nada me servirían los placeres terrenales ni los reinos de este mundo. Prefiero morir en Cristo Jesús que reinar en los confines de la tierra. Todo mi deseo y mi voluntad están puestos en aquel que por nosotros murió y resucitó. Se acerca ya el momento de mi nacimiento a la vida nueva. Por favor, hermanos, no me privéis de esta vida, no queráis que muera; si lo que yo anhelo es pertenecer a Dios, no me entreguéis al mundo ni me seduzcáis con las cosas materiales; dejad que pueda contemplar la luz pura; entonces seré hombre en pleno sentido. Permitid que imite la pasión de mi Dios. El que tenga a Dios en sí entenderá lo que quiero decir y se compadecerá de mí, sabiendo cuál es el deseo que me apremia.
    El príncipe de este mundo me quiere arrebatar y pretende arruinar mi deseo que tiende hacia Dios. Que nadie de vosotros, los aquí presentes, lo ayude; poneos más bien de mi parte, esto es, de parte de Dios. No queráis a un mismo tiempo tener a Jesucristo en la boca y los deseos mundanos en el corazón. Que no habite la envidia entre vosotros. Ni me hagáis caso si, cuando esté aquí, os suplicare en sentido contrario; haced más bien caso de lo que ahora os escribo. Porque os escribo en vida, pero deseando morir. Mi amor está crucificado y ya no queda en mí el fuego de los deseos terrenos; únicamente siento en mi interior la voz de una agua viva que me habla y me dice: «Ven al Padre». No encuentro ya deleite en el alimento material ni en los placeres de este mundo. Lo que deseo es el pan de Dios, que es la carne de Jesucristo, de la descendencia de David, y la bebida de su sangre, que es la caridad incorruptible.
    No quiero ya vivir más la vida terrena. Y este deseo será realidad si vosotros lo queréis. Os pido que lo queráis, y así vosotros hallaréis también benevolencia. En dos palabras resumo mi súplica: hacedme caso. Jesucristo os hará ver que digo la verdad, él, que es la boca que no engaña, por la que el Padre ha hablado verdaderamente. Rogad por mí, para que llegue a la meta. Os he escrito no con criterios humanos, sino conforme a la mente de Dios. Si sufro el martirio, es señal de que me queréis bien; de lo contrario, es que me habéis aborrecido.

    viernes, 12 de octubre de 2012


    jueves, 11 de octubre de 2012

    Solemne Misa de Apertura del Año de la Fe

    El Santo Padre Benedicto XVI inauguró el Año de la Fe e invitó a redescubrir la riqueza del Concilio Ecuménico Vaticano II.



    miércoles, 10 de octubre de 2012

    La importancia del Concilio Vaticano II en la vida de la Iglesia

    "El Concilio es una fuerte invitación a descubir cada día la belleza de la fe y a conocerla de modo profundo para una  más intensa relación con el Señor, y a vivir auténticamente la vocación cristiana."

    "Los documentos conciliares son una brújula que permite a la barca de la Iglesia navegar en mar abierto en medio de las tempestades o de la calma para llegar a la Vida."


    jueves, 4 de octubre de 2012

    El mínimo y dulce Francisco de Asís...

    Francisco de Asís
    Fundador de la Orden de los Frailes Menores (OFM)

    San Francisco fue un santo que vivió tiempos difíciles de la Iglesia y la ayudó mucho. Renunció a su herencia dándole más importancia en su vida a los bienes espirituales que a los materiales.

    Francisco nació en Asís, Italia, en 1181 o 1182. Su padre era comerciante y su madre pertenecía a una familia noble. Tenían una situación económica muy desahogada. Su padre comerciaba mucho con Francia y cuando nació su hijo estaba fuera del país. La gente apodó al niño "Francesco” (el francés) aunque éste había recibido en su bautismo el nombre de “Juan.”


    En su juventud no se interesó ni por los negocios de su padre ni por los estudios. Se dedicó a gozar de la vida sanamente, sin malas costumbres ni vicios. Gastaba mucho dinero pero siempre daba limosnas a los pobres. Le gustaban las románticas tradiciones caballerescas que propagaban los trovadores.
    Cuando Francisco tenía como unos veinte años, hubo pleitos y discordia entre las ciudades de Perugia y Asís. Francisco fue prisionero un año y lo soportó con alegría. Cuando recobró la libertad cayó gravemente enfermo. La enfermedad fortaleció y maduró su espíritu. Cuando se recuperó, decidió ir a combatir en el ejército. Se compró una costosa armadura y un manto que regaló a un caballero mal vestido y pobre. Dejó de combatir y volvió a su antigua vida pero sin tomarla tan a la ligera. Se dedicó a la oración y después de un tiempo tuvo la inspiración de vender todos sus bienes y comprar la perla preciosa de la que habla el Evangelio. Se dio cuenta que la batalla espiritual empieza por la mortificación y la victoria sobre los instintos. Un día se encontró con un leproso que le pedía una limosna y le dio un beso.

    Visitaba y servía a los enfermos en los hospitales. Siempre regalaba a los pobres sus vestidos, o el dinero que llevaba. Un día, una imagen de Jesucristo crucificado le habló y le pidió que reparara su Iglesia que estaba en ruinas. Decidió ir y vender su caballo y unas ropas de la tienda de su padre para tener dinero para arreglar la Iglesia de San Damián. Llegó ahí y le ofreció al padre su dinero y le pidió permiso para quedarse a vivir con él. El sacerdote le dijo que sí se podía quedar ahí, pero que no podía aceptar su dinero. El papá de San Francisco, al enterarse de lo sucedido, fue a la Iglesia de San Damián pero su hijo se escondió. Pasó algunos días en oración y ayuno. Regresó a su pueblo y estaba tan desfigurado y mal vestido que la gente se burlaba de él como si fuese un loco. Su padre lo llevó a su casa y lo golpeó furiosamente, le puso grilletes en los pies y lo encerró en una habitación (Francisco tenía entonces 25 años). Su madre se encargó de ponerle en libertad y él se fue a San Damián. Su padre fue a buscarlo ahí y lo golpeó y le dijo que volviera a su casa o que renunciara a su herencia y le pagara el precio de los vestidos que había vendido de su tienda. San Francisco no tuvo problema en renunciar a la herencia y del dinero de los vestidos pero dijo que pertenecía a Dios y a los pobres. Su padre lo obligó a ir con el obispo de Asís quien le sugirió devolver el dinero y tener confianza en Dios. San Francisco devolvió en ese momento la ropa que traía puesta para dársela a su padre ya que a él le pertenecía. El padre se fue muy lastimado y el obispo regaló a San Francisco un viejo vestido de labrador que tenía al que San Francisco le puso una cruz con un trozo de tiza y se lo puso.

    San Francisco partió buscando un lugar para establecerse. En un monasterio obtuvo limosna y trabajo como si fuera un mendigo. Unas personas le regalaron una túnica, un cinturón y unas sandalias que usó durante dos años.
    Luego regresó a San Damián y fue a Asís para pedir limosna para reparar la Iglesia. Ahí soportó las burlas y el desprecio. Una vez hechas las reparaciones de San Damián hizo lo mismo con la antigua Iglesia de San Pedro. Después se trasladó a una capillita llamada Porciúncula, de los benedictinos, que estaba en una llanura cerca de Asís. Era un sitio muy tranquilo que gustó mucho a San Francisco. Al oir las palabras del Evangelio “...No lleven oro....ni dos túnicas, ni sandalias, ni báculo..”, regaló sus sandalias, su báculo y su cinturón y se quedó solamente con su túnica sujetada con un cordón. Comenzó a hablar a sus oyentes acerca de la penitencia. Sus palabras llegaban a los corazones de sus oyentes. Al saludar a alguien, le decía “La paz del Señor sea contigo”. Dios le había concedido ya el don de profecía y el don de milagros.
    San Francisco tuvo muchos seguidores y algunos querían hacerse discípulos suyos. Su primer discípulo fue Bernardo de Quintavalle que era un rico comerciante de Asís que vendió todo lo que tenía para darlo a los pobres. Su segundo discípulo fue Pedro de Cattaneo. San Francisco les concedió hábitos a los dos en abril de 1209.

    Cuando ya eran doce discípulos, San Francisco redactó una regla breve e informal que eran principalmente consejos evangélicos para alcanzar la perfección. Después de varios años el Papa Inocencio III autorizó la regla y les dio por misión predicar la penitencia.

    San Francisco y sus compañeros se trasladaron a una cabaña que luego tuvieron que desalojar. En 1212, el abad regaló a San Francisco la capilla de la Porciúncula con la condición de que la conservase siempre como la iglesia principal de la nueva orden. Él la aceptó pero sólo prestada sabiendo que pertenecía a los benedictinos. Alrededor de la Porciúncula construyeron cabañas muy sencillas. La pobreza era el fundamento de su orden. San Francisco sólo llegó a recibir el diaconado porque se consideraba indigno del sacerdocio. Los primeros años de la orden fueron un período de entrenamiento en la pobreza y en la caridad fraterna. Los frailes trabajaban en sus oficios y en los campos vecinos para ganarse el pan de cada día. Cuando no había trabajo suficiente, solían pedir limosna de puerta en puerta. El fundador les había prohibido aceptar dinero. Se distinguían por su gran capacidad de servicio a los demás, especialmente a los leprosos a quienes llamaban “hermanos cristianos”. Debían siempre obedecer al obispo del lugar donde se encontraran. El número de compañeros del santo iba en aumento.

    La Porciúncula

    Santa Clara oyó predicar a San Francisco y decidió seguir su estilo de vida en 1212. San Francisco consiguió que Santa Clara y sus compañeras se establecieran en San Damián. La oración de éstas hacía fecundo el trabajo de los franciscanos.


    San Francisco dio a su orden el nombre de “Frailes Menores” ya que quería que fueran humildes. La orden creció tanto que necesitaba de una organización sistemática y de disciplina común. La orden se dividió en provincias y al frente de cada una se puso a un ministro encargado “del bien espiritual de los hermanos”. El orden de fraile creció más allá de los Alpes y tenían misiones en España, Hungría y Alemania. En la orden había quienes querían hacer unas reformas a las reglas, pero su fundador no estuvo de acuerdo con éstas. Surgieron algunos problemas por esto porque algunos frailes decían que no era posible el no poseer ningún bien. San Francisco decía que éste era precisamente el espíritu y modo de vida de su orden.


    San Francisco conoció en Roma a Santo Domingo que había predicado la fe y la penitencia en el sur de Francia.

    En la Navidad de 1223 San Francisco construyó una especie de cueva en la que se representó el nacimiento de Cristo y se celebró Misa.
    En 1224 se retiró al Monte Alvernia y se construyó ahí una pequeña celda. La única persona que lo acompañó fue el hermano León y no quiso tener visitas. Es aquí donde sucedió el milagro de los estigmas en el cual quedaron impresas las señales de la pasión de Cristo en el cuerpo de Francisco. A partir de entonces llevaba las manos dentro de las mangas del hábito y llevaba medias y zapatos. Dijo que le habían sido reveladas cosas que jamás diría a hombre alguno. Un tiempo después bajó del Monte y curó a muchos enfermos.
    San Francisco no quería que el estudio quitara el espíritu de su orden. Decía que sí podían estudiar si el estudio no les quitaba tiempo de su oración y si no lo hacían por vanidad. Temía que la ciencia se convirtiera en enemiga de la pobreza.

    La salud de San Francisco se fue deteriorando, los estigmas lo hacían sufrir y lo debilitaron y ya casi había perdido la vista. En el verano de 1225 lo llevaron con varios doctores porque ya estaba muy enfermo. Poco antes de morir dictó un testamento en el que les recomendaba a los hermanos observar la regla y trabajar manualmente para evitar la ociosidad y dar buen ejemplo.
    Al enterarse de que le quedaban pocas semanas de vida, dijo “¡Bienvenida, hermana muerte!”y pidió que lo llevaran a la Porciúncula. Murió el 3 de octubre de 1226 después de escuchar la pasión de Cristo según San Juan. Tenía 44 años de edad. Lo sepultaron en la Iglesia de San Jorge en Asís.

    San Francisco contribuyó mucho a la renovación de la Iglesia, contra la decadencia y el desorden en que había caído durante la Edad Media. Su ejemplo ayudó a la Iglesia que vivía momentos difíciles.


    ¿Qué nos enseña la vida de San Francisco?

    Nos enseña a vivir la virtud de la humildad. San Francisco tuvo un corazón alegre y humilde. Supo dejar no sólo el dinero de su padre sino que también supo aceptar la voluntad de Dios en su vida. Fue capaz de ver la grandeza de Dios y la pequeñez del hombre. Veía la grandeza de Dios en la naturaleza.

    Nos enseña a saber contagiar ese entusiasmo por Cristo a los demás. Predicar a Dios con el ejemplo y con la palabra. San Francisco lo hizo con Santa Clara y con sus seguidores dando buen ejemplo de la libertad que da la pobreza.

    Nos enseña el valor del sacrificio. San Francisco vivió su vida ofreciendo sacrificios a Dios.

    Nos enseña a vivir con sencillez y con mucho amor a Dios. Lo más importante para él era estar cerca de Dios. Su vida de oración fue muy profunda y era lo primordial en su vida. Fue fiel a la Iglesia y al Papa. Fundó la orden de los franciscanos de acuerdo con los requisitos de la Iglesia y le pedía a los frailes obedecer a los obispos.

    Nos enseña a vivir cerca de Dios y no de las cosas materiales. Saber encontrar en la pobreza la alegría, ya que para amar a Dios no se necesita nada material.

    Nos enseña lo importante que es sentirnos parte de la Iglesia y ayudarla siempre, pero especialmente, en momentos de dificultad.


    Más sobre Francisco:
    Su vida: corazones.org
    Su obra: Cántico de las Criaturas, Carta a los fieles

    Fuente: catholic.net

    martes, 2 de octubre de 2012

    Santos Ángeles Custodios

    «Ángel santo de la guarda, compañero de mi vida, tú que nunca me abandonas, ni de noche ni de día. Aunque espíritu invisible, sé que te hallas a mi lado, escuchas mis oraciones, y cuentas todos mis pasos. En las sombras de la noche, me defiendes del demonio, tendiendo sobre mi pecho, tus alas de nácar y oro. Ángel de Dios, que yo escuche, tu mensaje y que lo viva, que vaya siempre contigo, hacia Dios, que me lo envía. Testigo de lo invisible, presencia del cielo amiga, gracias por tu fiel custodia, gracias por tu compañía».



    Así de hermosa es la poesía con que dan comienzo las laudes de este día. En ella ya se encuentra sintetizada la espiritualidad y el sentido de esta fiesta.


    ¿Quiénes son los Ángeles Custodios?


    Dios ha asignado a cada hombre un ángel para protegerle y facilitarle el camino de la salvación mientras está en este mundo. Afirma a este respecto San Jerónimo: “Grande es la dignidad de las almas cuando cada una de ellas, desde el momento de nacer, tiene un ángel destinado para su custodia”.

    La existencia de los ángeles está fuera de duda y siempre la Iglesia los veneró y difundió su culto. San Gregorio Magno llega a decir esta hipérbole: «En casi todas las páginas de las Sagradas Escrituras está contenida la existencia de los Ángeles». El Antiguo Testamento habla repetidas veces de su acción prodigiosa en favor de los hombres: un ángel avisa a Lot del peligro que corre Sodoma y el castigo que va a recibir esta ciudad. Un ángel conforta a la criada de Abraham, Agar, cuando es despedida y camina por el desierto. Un ángel socorre al profeta Elías y le alimenta con pan y agua fresca por dos veces cuando huye de la persecución de la reina Jezabel. Un ángel acompaña y colma de gracia al joven Tobías y a su padre y demás familiares. Casi todo el libro de Tobías gira en torno al arcángel San Rafael. También en el Nuevo Testamento aparece el ángel liberando a Pedro de las cadenas y abriéndole la puerta de la cárcel...

    En las vidas de los santos, tanto antiguos, como Santa Inés, tanto de la Edad Media, como San Francisco de Asís, y modernos, como Santa Micaela del Smo. Sacramento, Santa Gema Galgani y San Francisco de Sales, entre otros, la presencia del Ángel de la Guarda en sus vidas es como algo inseparable.

    Desde que tenemos uso de razón en nuestros hogares cristianos se nos infunde la devoción al Ángel de la Guarda y se nos recomienda que no demos oído al ángel malo que nos instigará al pecado y que tratemos de oír siempre al Ángel bueno que nos inspirará lo que hemos de hacer y hemos de evitar.

    Es doctrina comúnmente admitida que, al nacer, el Señor ya nos señala un ángel para nuestra custodia y que cada familia, cada pueblo, cada nación tienen su propio ángel. El sabio Orígenes ya decía algo parecido en el siglo III: «Sí, cada uno de nosotros tenemos un ángel que nos dirige, nos acompaña, nos gobierna, nos amonesta y presenta a Dios nuestras plegarias y buenas obras».

    Santo Tomás de Aquino dividió los Coros angélicos en nueve categorías diferentes: «Los Serafines, Querubines y Tronos, forman la augusta corte de la Santísima Trinidad; las Dominaciones presiden el gobierno del Universo; las Virtudes, la fijeza de las leyes naturales; las Potestades refrenan el poder de los demonios; los Principados tienen bajo su amparo a los reinos y naciones; lo Arcángeles defienden a las comunidades menores, y los Ángeles guardan a cada uno de los hombres».

    Los mismos Salmos hablan con frecuencia de los Ángeles. Jesucristo se refirió en varias ocasiones a la misión de estos Espíritus purísimos. San Agustín afirmaba en su tiempo que «el Ángel de la Guarda nos ama como a hermanos y está con una santa impaciencia por vernos ocupar en el cielo aquellas sillas de que se hicieron indignos los ángeles rebeldes».

    ¿Qué hacer nosotros por nuestro Ángel de la Guarda, ya que tanto hace él por nosotros? Dice el Éxodo: «Respétale y escucha su voz. Si oyes su voz y ejecutas cuanto te ordene, será enemigo de tus enemigos».

    domingo, 30 de septiembre de 2012

    San Jerónimo, Doctor de la Iglesia

    Patrono de la Ciudad
    y la Provincia Civil de Santa Fe
    San Jerónimo

    «El máximo doctor que dio el cielo,
    para interpretar la Sagrada Escritura»

    Benedicto XVI

    El siglo IV después de Cristo, que tuvo su momento importante en el año 380 con el edicto del emperador Teodosio que ordenaba que la fe cristiana tenía que ser adoptada por todos los pueblos del imperio, está repleto de grandes figuras de santos: Atanasio, Hilario, Ambrosio, Agustín, Crisóstomo, Basilio y Jerónimo.

    Jerónimo nació en Estridón (Dalmacia) hacia el año 340; estudió en Roma y allí fue bautizado. Su espíritu es enciclopédico: su obra literaria nos revela al filósofo, al retórico, al gramático, al dialéctico, capaz de pensar y escribir en latín, en griego, en hebreo; escritor rico, puro y robusto al mismo tiempo. A él se debe la traducción al latín del Antiguo y del Nuevo Testamento, que llegó a ser, con el título de Vulgata, la Biblia oficial del cristianismo.

    Jerónimo es de una personalidad fortísima: en cualquier parte a donde va suscita entusiasmos o polémicas. En Roma fustiga los vicios y las hipocresías y también preconiza nuevas formas de vida religiosa, atrayendo a ellas a algunas mujeres influyentes patricias de Roma, que después lo siguen en la vida eremítica de Belén. La huída de la sociedad de este desterrado voluntario se debió a su deseo de paz interior, no siempre duradero, porque de vez en cuando reaparecía con algún nuevo libro. Los rugidos de este “león del desierto” se hacían oír en Oriente y en Occidente. Su radicalidad alcanzaba a todos. Tuvo palabras duras para Ambrosio, para Basilio y hasta para su amigo Agustín que tuvo que pasar varios tragos amargos. Lo prueba la correspondencia entre los dos grandes doctores de la Iglesia, que se conservan casi en su totalidad. Pero sabía suavizar sus intemperancias de carácter cuando el polemista pasaba a ser director de almas.

    Cuando terminaba un libro, iba a visitar a las monjas que llevaban vida ascética en un monasterio no lejos del suyo. El las escuchaba, contestando sus preguntas. Estas mujeres inteligentes y vivas fueron un filtro para sus explosiones menos oportunas y él les pagaba con el apoyo y el alimento de una cultura espiritual y bíblica. Este hombre extraordinario era consciente de sus limitaciones y de sus propias faltas. Las remediaba dándose golpes de pecho con una piedra. Pero también se daba cuenta de sus méritos, tan es así que la large lista de los hombres ilustres, de los que hizo un breve pero precioso resumen (el De viris illustribus) termina con un capítulo dedicado a él mismo. Murió a los 72 años, en el 420, en Belén.

    Del prólogo al comentario de san Jerónimo sobre el libro del profeta Isaías
    Nums. 1.2

    "Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo"

    sábado, 29 de septiembre de 2012

    Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael

    Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael

    Miguel, Gabriel y Rafael son los nombres con que se presentan en la Sagrada Escritura estos tres príncipes de la corte celestial.

    Miguel aparece en defensa de los intereses divinos ante la rebelión de los ángeles malos; Gabriel, enviado por el Señor a diferentes misiones, anunció a la Virgen María el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios y su maternidad divina; Rafael acompañó al joven Tobías cuando cumplía un difícil encargo y se ocupó de solucionar difíciles asuntos de su esposa.



    Es verdad que los ángeles son muy importantes en la Iglesia y en la vida de todo católico, pero son criaturas de Dios, por lo que no se les puede igualar a Dios ni adorarlos como si fueran dioses.

    A pesar de que están de moda, por otro lado, es muy fácil que nos olvidemos de su existencia, por el ajetreo de la vida y principalmente, porque no los vemos.

    Este olvido puede hacernos desaprovechar muchas gracias que Dios ha destinado para nosotros a través de los ángeles. Por esta razón, la Iglesia ha fijado dos festividades para que, al menos dos días del año, nos acordemos de los ángeles y los arcángeles, nos alegremos y agradezcamos a Dios el que nos haya asignado un ángel custodio y aprovechemos estos días para pedir su ayuda.


    Misión de los ángeles

    Los ángeles son seres espirituales creados por Dios por una libre decisión de su Voluntad divina. Son seres inmortales, dotados de inteligencia y voluntad.

    Debido a su naturaleza espiritual, los ángeles no pueden ser vistos ni captados por los sentidos.

    En algunas ocasiones muy especiales, con la intervención de Dios, se han visto y oído materialmente. La reacción de las personas al verlos u oírlos ha sido de asombro y de respeto. Por ejemplo, los profetas Daniel y Zacarías.

    En el siglo IV, el arte religioso representó a los ángeles con forma de figura humana. En el siglo V, se le añadieron las alas, como símbolo de su prontitud en realizar la Voluntad divina y en trasladarse de un lugar a otro sin la menor dificultad.

    En la Biblia encontramos algunos motivos para que los ángeles sean representados como seres brillantes, de aspecto humano y alados. Por ejemplo, el profeta Daniel escribe que un "ser que parecía varón" volando rápidamente, vino a él (Dn 8, 15-16; 9,21). Y, en el libro del Apocalipsis, son frecuentes las apariciones de ángeles que claman, tocan las trompetas, llevan mensajes o son portadores de copas e incensarios; otros que suben, bajan o vuelan; otros que están de pie en cada uno de los cuatro puntos cardinales de la tierra o junto al trono del Cordero, Cristo.

    La misión de los ángeles es amar, servir y dar gloria a Dios, ser mensajeros y cuidar y ayudar a los hombres. Ellos están constantemente en la presencia de Dios, atentos a sus órdenes, orando, adorando, vigilando, cantando y alabando a Dios y pregonando sus perfecciones. Se puede decir que son mediadores, custodios, guardianes, protectores y ministros de la justicia divina.

    La presencia y la acción de los ángeles aparece a lo largo del Antiguo Testamento, en muchos de sus libros sagrados. Aparece frecuentemente, también, en la vida y enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, en las cartas de san Pablo, en los Hechos de los Apóstoles y, principalmente, en el Apocalipsis.

    Con la lectura de estos textos, podemos descubrir algo más acerca de los ángeles:

    • nos protegen, nos defienden físicamente y nos fortalecen al combatir las fuerzas del mal.
    • luchan con todo su poder por y con nosotros.

    Como ejemplo, está la milagrosa liberación de San Pedro, que pudo huir de la prisión ayudado por un ángel (Hch 12, 7 y siguientes). También, aparece un ángel deteniendo el brazo de Abraham, para que no sacrificara a su hijo, Isaac.

    Los ángeles nos comunican mensajes importantes del Señor en determinadas circunstancias de la vida. En momentos de dificultad, se les puede pedir luz para tomar una decisión, para solucionar un problema, actuar acertadamente y para descubrir la verdad.

    Por ejemplo, tenemos las apariciones a la Virgen María, a San José y a Zacarías. Todos ellos recibieron mensajes de los ángeles.

    Los ángeles cumplen, también, las sentencias de castigo del Señor, como el castigo a Herodes Agripa (Hch) y la muerte de los primogénitos egipcios (Ex 12, 29).

    Los ángeles presentan nuestras oraciones al Señor y nos conducen a Él. Nos acompañan a lo largo de nuestra vida y nos conducirán, con toda bondad, después de nuestra muerte, hasta el trono de Dios para nuestro encuentro definitivo con Él. Este será el último servicio que nos presten pero el más importante. El arcángel Rafael dice a Tobías: "Cuando ustedes oraban, yo presentaba sus oraciones al Señor" (Tb 12, 12 - 16).

    Ellos nos animan a ser buenos, pues ven continuamente el rostro de Dios y también ven el nuestro. Debemos tener presentes las inspiraciones de los ángeles para saber obrar correctamente en todas las circunstancias de la vida. "Los ángeles se regocijan cuando un pecador se arrepiente" (Lc 15, 10).

    Jerarquía de los ángeles

    Se suelen enumerar nueve coros u órdenes angélicos. Esta jerarquía se basa en los distintos nombres que se encuentran en la Biblia para referirse a ellos. Dentro de esta jerarquía, los superiores hacen participar a los inferiores de sus conocimientos.

    Cada tres coros de ángeles constituyen una jerarquía y todos ellos forman la corte celestial.
    1. Jerarquía Suprema
      serafines
      querubines
      tronos
    2. Jerarquía Media
      dominaciones
      virtudes
      potestades
    3. Jerarquía Inferior
      principados
      arcángeles
      ángeles

    Serafines: Son los "alabadores" de Dios. Serafín significa "amor ardiente". Los serafines alaban constantemente al Señor y proclaman su santidad.
    (Is 6, 17)

    Querubines: Son los "guardianes" de las cosas de Dios. Aparecen como encargados de guardar el arca de la alianza y el camino que lleva al árbol de la vida. Entre dos querubines comunica Yahvé sus revelaciones. "Se sienta sobre querubines".
    (Gn, Ex, Ez, y Hb).

    Potestades, Virtudes, Tronos, Principados y Dominaciones:

    En la Biblia encontramos estos diversos nombres cuando se habla del mundo angélico. Hay quien interpreta los nombres de los ángeles como correspondientes a su grado de perfección. Para San Gregorio, los nombres de los ángeles se refieren a su ministerio:

    1. los principados son los encargados de la repartición de los bienes espirituales
    2. las virtudes son los encargados de hacer los milagros
    3. las potestades son los que luchan contra las fuerzas adversas
    4. las dominaciones son los que participarán en el gobierno de las sociedades
    5. los tronos son los que están atentos a las razones del obrar divino.


    Existe, también, una jerarquía basada en los distintos nombres que se encuentran en la Biblia para referirse a ellos. A los arcángeles les podríamos llamar los "asistentes de Dios". Son ángeles que están al servicio directo del Señor para cumplir misiones especiales.


    1. Arcángel Miguel: es el que arrojó del Cielo a Lucifer y a los ángeles que le seguían y quien mantiene la batalla contra Satanás y demás demonios para destruir su poder y ayudar a la Iglesia militante a obtener la victoria final. El nombre de Miguel significa "¿Quién como Dios?". Su conducta y fidelidad nos deben invitar a reconocer siempre el señorío de Jesús y buscar en todo momento la gloria de Dios.
    2. Arcángel Gabriel: en hebreo significa "Dios es fuerte", "Fortaleza de Dios". Aparece siempre como el mensajero de Yahvé para cumplir misiones especiales y como portador de buenas noticias. Anunció a Zacarías el nacimiento de Juan el Bautista, y a la Virgen María, la Encarnación del Hijo de Dios.
    3. Arcángel Rafael: su nombre quiere decir "medicina de Dios". Tiene un papel muy importante en la vida del profeta Tobías, al mostrarle el camino a seguir y lo que tenía que hacer. Tobías obedeció en todo al arcángel San Rafael, sin saber que era un mensajero de Dios. Él se encargó de presentar sus oraciones y obras buenas a Dios, dejándole como mensaje bendecir y alabar al Señor, hacer siempre el bien y no dejar de orar. Se le considera patrono de los viajeros por haber guiado a Tobías en sus viajes. Es patrono, también, de los médicos (de cuerpo y alma) por las curaciones que realizó en Tobit y Sara, el padre y la esposa de Tobías.

      Los ángeles custodios

      Dios ha asignado a cada hombre un ángel para protegerle y facilitarle el camino de la salvación mientras está en este mundo. Afirma sobre este tema San Jerónimo: "Grande es la dignidad de las almas, cuando cada una de ellas, desde el momento de nacer, tiene un ángel destinado para su custodia".

      En el Antiguo Testamento se puede observar cómo Dios se sirve de sus mensajeros para proteger a los hombres de la acción del demonio, para ayudar al justo o librarlo del peligro, como cuando a Elías lo alimentó un ángel (1 Re, 19, 5).

      En el Nuevo Testamento también se pueden observar muchos sucesos y ejemplos en los que aparecen estos seres: el mensaje a San José para que huyera a Egipto y los ángeles que sirvieron a Jesús, después de las tentaciones en el desierto, entre otros ejemplos.

      Se puede decir que los ángeles custodios son compañeros de viaje, que siempre estarán al lado de cada uno de nosotros, en las buenas y en las malas, sin separarse ni un solo momento. Están a nuestro lado mientras trabajamos, descansamos, cuando nos divertimos y cuando rezamos, cuando les pedimos ayuda y cuando los olvidamos. Y, lo más importante, es que no se apartan de nosotros ni siquiera cuando perdemos la gracia de Dios por el pecado. Nos prestan auxilio para enfrentar de mejor ánimo las dificultades y tentaciones de la vida diaria.

      Muchas veces se piensa en el ángel de la guarda como si fuera algo infantil. Pero, si pensamos que al crecer la persona se enfrentará a una vida con mayores tentaciones y dificultades, el ángel custodio será de gran ayuda.

      Para que la relación de la persona con el ángel custodio sea eficaz, necesita hablar con él, llamarle, tratarlo como el amigo que es. Así podrá convertirse en un fiel y poderoso aliado nuestro.

      Debemos confiar en nuestro ángel de la guarda y pedirle ayuda, pues además de que él nos guía y nos protege, está muy cerca de Dios y le puede decir directamente lo que queremos o necesitamos.

      Recordemos que los ángeles no pueden conocer nuestros pensamientos ni deseos íntimos si nosotros no se los hacemos saber de alguna manera, ya que sólo Dios sabe lo que hay dentro de nuestro corazón. Ellos, en cambio, sólo pueden conocer lo que queremos intuyéndolo por nuestras obras, palabras, gestos, etc.

      También podemos pedirle favores especiales a los ángeles de la guarda de otras personas para que las protejan de determinados peligros o las guíen en situaciones difíciles.

      ¿Qué nos enseñan los ángeles?

      Nos enseñan a:

      1. glorificar al Señor, proclamar su santidad y rendirle homenaje de adoración, de amor y de ininterrumpida alabanza.
      2. cumplir con exactitud y prontamente todas las órdenes que recibimos del Señor y a cumplir su Voluntad sin discutir sus mandatos ni aplazando el cumplimiento de estos.
      3. servir al prójimo, pues ellos están preocupados por nosotros y quieren ayudarnos en las diversas circunstancias que se nos presentan en la vida. Esto nos anima a compartir con nuestros hermanos penas y alegrías.

      ¿Quiénes son los ángeles caídos?

      Dios creó a los ángeles como espíritus puros. Todos se encontraban en estado de gracia. Pero algunos, encabezados por Luzbel -el más bello de los ángeles-, por su malicia y soberbia se negaron a adorar a Jesucristo, Dios hecho hombre, por sentirse seres superiores. Así, rechazaron eternamente a Dios con un acto inteligente y libre de su parte.
      Luzbel -también denominado Lucifer, Diablo o Satán- junto con los ángeles rebeldes que le siguieron -convertidos en demonios- fueron arrojados del Cielo al infierno. Quedaron confinados a un estado eterno de tormento en donde nunca más podrán ver a Dios.

      No cambiaron su naturaleza, siguen siendo seres espirituales y reales. Lucifer eligió ser el enemigo de Dios. Jesús le llama “el engañador”, “el padre de la mentira”. Su constante actividad en el mundo busca apartar a los hombres de Dios mediante engaños e invitaciones al mal. Quiere evitar que los hombres conozcan a Dios, que lo amen y que alcancen la felicidad eterna. Es un enemigo contra el que se tiene que luchar para poder llegar al Cielo.

      Los demonios se encuentran organizados en jerarquías, tal y como fueron creados en un principio, subordinados los inferiores a los superiores. Satanás y sus demonios comenzaron sus maléficas acciones con Adán y Eva y no se dan por vencidos en su labor. Aprovechan la inclinación del hombre hacia el mal por su naturaleza que quedó dañada después del pecado original. Son muy astutos, disfrazan el mal de bien. Su acción ordinaria en el hombre es la tentación. Por ello rezamos en el Padrenuestro: “...no nos dejes caer en tentación y líbranos del mal.”

      ¿Por qué creer en los ángeles?

      Toda la Sagrada Escritura está llena de versículos y capítulos completos que hablan de los ángeles. Si creemos en la Sagrada Escritura, no podemos negar la existencia y la acción de los ángeles.

      Además del testimonio de la Revelación, tenemos el de los Santos Padres de la Iglesia, quienes nos dejaron bellas y sugestivas descripciones de los ángeles que fueron retomadas por Santo Tomás no sólo en el aspecto teológico sino en un dinamismo cristiano. La Iglesia ha definido dogma de fe la existencia de los ángeles.

      El culto a los ángeles de la guarda comenzó en la península ibérica y después se propagó a otros países. Existe un libro acerca de esta devoción en Barcelona con fecha de 1494.

      El Concilio IV de Letrán, en 1215, señaló que Dios es creador de todas las cosas, de las visibles y de las invisibles, de las criaturas espirituales y las corporales. Se señaló que a unas y a otras, las creó Dios de la nada.

      En 1870, el Concilio Vaticano I afirmó de nuevo la existencia de los ángeles.

      Pablo VI volvió a poner de manifiesto la existencia de los ángeles en 1968, al formular el Credo.

      En la reforma litúrgica de la Iglesia de 1969, quedó establecido el día 29 de septiembre para dar culto a los arcángeles San Miguel, San Rafael y San Gabriel y el día 2 de octubre, para rendir culto a los ángeles custodios.

      Oración a San Miguel Arcángel

      San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla.
      Ayúdanos a luchar contra el mal.
      Que Dios oiga tu voz y tú, como jefe del ejército del Cielo,
      combate y vence a Satanás
      y a todos los espíritus malos que andan por el mundo
      deseando la ruina de las almas.
      Amén.

      Oraciones al Ángel de la Guarda

      Ángel del Señor, que eres mi custodio,
      puesto que la Providencia soberana me encomendó a ti,
      ilumíname, guárdame, rígeme y gobiérname
      en este día.
      Amén.

      Ángel de la Guarda, dulce compañía
      No me desampares, ni de noche ni de día,
      hasta que me encuentre en los brazos de Jesús y de María.

      Consulta también
      San Miguel Arcángel,
      San Rafael Arcángel,
      San Gabriel Arcángel
      Los Ángeles

    Fuente: Catholic.net

    lunes, 24 de septiembre de 2012

    Nuestra Señora de La Merced

    Nuestra Señora de la Merced

    Estaba todavía gran parte de España bajo el yugo de los moros, y los piratas sarracenos asolaban las costas del Mediterráneo, haciendo miles de cautivos a quienes llevaban al norte de África. En esas circunstancias, el 2 de agosto de 1218 Pedro Nolasco tuvo una visión de la Santísima Virgen que lo exhortaba a fundar una Orden con el fin principal de redimir a aquellos cristianos cautivos. Ocho días después, en la catedral de Barcelona, nacía la "celeste, real y militar Orden de la Merced", cuya obra, en aquellos siglos, fue realmente heroica. Se calcula que fueron alrededor de 300.000 los redimidos por los frailes mercedarios del cautiverio de los moros y unos 3.000 los religiosos que murieron mártires al entregar su vida en cumplimiento de su voto. En conmemoración de tan insigne "merced" de María a los hombres, se estableció la fiesta de la Merced o de las Mercedes.



    La Virgen de la Merced en la historia argentina

    Con Pedro de Mendoza llegaron los primeros mercedarios. También lo hicieron acompañando a la corriente colonizadora que ingresó por el norte. A ello se debe el que la devoción a Nuestra Señora de la Merced sea una de las más antiguas en nuestro país. El general Manuel Belgrano la proclamó Generala del Ejército Argentino, y le hizo entrega de su propio bastón de mando después de la batalla de Tucumán, cuya victoria, que ocurrió en esta misma fecha, atribuyó a su protección. A lo largo de todo el país son innumerables los templos y capillas dedicados a su devoción.

    Oración

    Virgen y Señora nuestra de la Merced, a ti suplicamos que, mediante tu maternal intercesión ante tu hijo Jesucristo, nos alcances la verdadera libertad de los hijos de Dios y nos hagas libres de cualquier esclavitud, de modo que experimentemos en nosotros la alegría de la salvación. Amén.


    viernes, 21 de septiembre de 2012

    San Mateo

    San Mateo, Apóstol y Evangelista

    Hoy la Iglesia celebra a San Mateo, Apóstol y Evangelista.

    Mateo significa "regalo de Dios".


    Se lo llamaba también Leví, y era hijo de Alfeo.

    Su oficio era el de recaudador de impuestos, un cargo muy odiado por los judíos, porque esos impuestos se recolectaban para una nación extranjera, Roma. Los publicanos o recaudadores de impuestos se enriquecían fácilmente. Y quizás a Mateo le atraía la idea de hacerse rico prontamente, pero una vez que se encontró con Jesucristo, dejó para siempre su ambición de dinero y se dedicó por completo a buscar la salvación de las almas y el Reino de Dios.

    Como ejercía su oficio en Cafarnaum, y en esa ciudad pasaba Jesús muchos días y obraba milagros maravillosos, ya seguramente Mateo lo había escuchado varias veces y le había impresionado el modo de ser y de hablar de este Maestro formidable. Y un día, estando él en su oficina de cobranzas, quizás pensando acerca de lo que debería hacer en el futuro, vio aparecer frente a él nada menos que al Divino Maestro, el cual le hizo una propuesta totalmente inesperada: "Ven y sígueme".

    Mateo aceptó sin más la invitación de Jesús y renunciando a su empleo tan productivo, se fue con Él, no ya a ganar dinero, sino almas. No ya a conseguir altos empleos en la tierra, sino un lugar en el cielo. San Jerónimo dice que la llamada de Jesús a Mateo es una lección para que todos los pecadores del mundo sepan que, sea cual fuere la vida que han llevado hasta el momento, en cualquier día y en cualquier hora pueden dedicarse a servir a Cristo, y Él los acepta con gusto.

    Mateo dispuso despedirse de su vida de empleado público dando un gran almuerzo a todos sus amigos, y el invitado de honor era nada menos que Jesús. Y con Él, sus apóstoles. Y como allí se reunió la flor y nata de los pecadores y publicanos, los fariseos se escandalizaron horriblemente y llamaron a varios de los apóstoles para protestarles por semejante actuación de su jefe. "¿Cómo es que su maestro se atreve a comer con publicanos y pecadores?"

    Jesús respondió a estas protestas de los fariseos con una noticia que a todos nos debe llenar de alegría: "No necesitan médico los que están sanos, sino los que están enfermos. Yo no he venido a buscar santos sino pecadores. Y a salvar lo que estaba perdido". Probablemente mientras decía estas bellas palabras estaba pensando en varios de nosotros.

    Desde entonces Mateo va siempre al lado de Jesús. Presencia sus milagros, oye de sus sabios sermones y colabora predicando y catequizando por los pueblos y organizando las multitudes cuando siguen ansiosas de oír al gran profeta de Nazaret. Jesús lo nombra como uno de sus 12 preferidos, a los cuales llamó apóstoles y en Pentecostés recibe el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego. Los judíos le dieron 39 azotes por predicar que Jesús sí había resucitado (y lo mismo hicieron con los otros apóstoles) y cuando estalló la terrible persecución contra los cristianos en Jerusalén, Mateo se fue al extranjero a evangelizar, y dicen que predicó en Etiopía y que allá murió martirizado.

    En todo el mundo es conocido este santo, y lo será por siempre, a causa del maravilloso libro que él escribió: "El evangelio según San Mateo". Este corto escrito de sólo 28 capítulos y 50 páginas, ha sido la delicia de predicadores y catequistas durante 20 siglos en todos los continentes. San Mateo en su evangelio consigna discursos muy famosos de Jesús, como por ejemplo, el Sermón de la Montaña, el sermón de las Parábolas, y el que les dijo a sus apóstoles cuando los iba a mandar a su primera predicación. Narra milagros muy interesantes, y describe de manera impresionante la Pasión y Muerte de Jesús. Termina contando su resurrección gloriosa.

    El fin del evangelio de San Mateo es probar que Jesucristo sí es el Mesías o Salvador anunciado por los profetas y por el Antiguo Testamento. Este evangelio fue escrito especialmente para los judíos que se convertían al cristianismo, y por eso fue redactado en el idioma de ellos, el arameo.

    Quizás no haya en el mundo otro libro que haya convertido más pecadores y que haya entusiasmado a más personas por Jesucristo y su doctrina, que el evangelio según San Mateo. No dejemos de leerlo y meditarlo.

    A cada uno de los 4 evangelistas se les representa por medio de uno de los 4 seres vivientes que, según el profeta, acompañan al Hijo del hombre (un león: el valor. El toro: la fuerza. El águila: los altos vuelos. Y el hombre: la inteligencia). A San Marcos se le representa con un león. A San Lucas con un toro (porque empieza su evangelio narrando el sacrifico de una res que estaban ofreciendo en el templo). A San Juan por medio del águila, porque este evangelio es el que más alto se ha elevado en sus pensamientos y escritos. Y a San Mateo lo pintan teniendo al lado a un ángel en forma de hombre, porque su evangelio comienza haciendo la lista de los antepasados de Jesús como hombre, y narrando la aparición de un ángel a San José.

    Que San Mateo, gran evangelizador, le pida a Jesús que nos conceda un gran entusiasmo por leer, meditar y practicar siempre su santo evangelio.



    domingo, 9 de septiembre de 2012

    Colecta Nacional Más por Menos 2012

    Porque a muchos hermanos nuestros les sobran:
    esperanza,
    sueños,
    dignidad,
    motivos...
    ¡que nuestra ayuda no les falte!



    Desde el Evangelio



    Como todos los años la Colecta Más por Menos nos convoca para mostrarnos la realidad y el trabajo de muchos hermanos nuestros y, al mismo tiempo, hacernos partícipes de una respuesta solidaria. Es una invitación que nace de una mirada que no se queda sólo en la descripción de la realidad, sino que busca comprometernos en una actitud de acompañamiento con quienes menos tienen.
    ¡Con cuánto agradecimiento es recibida esta Colecta por muchas comunidades que esperan esta colaboración! Se trata de acompañar el esfuerzo que ellos vienen realizando y no de una dádiva para quedar tranquilos; es un complemento generoso al trabajo que ellos ya han iniciado. Las diversas comunidades mucho valoran este gesto, porque descubren en él el sentido de una ayuda fraterna que los acerca y eleva en su dignidad. No se siente otros, ajenos y objeto de una ayuda, sino alguien a quienes se los considera hermanos. Es reconfortante, y nos hace bien, leer sus sinceras y emotivas cartas de agradecimiento.
    Este año se nos propone como lema: tu ayuda dignifica. Parecería que no toda ayuda dignifica, sino aquella que tiene su origen en un corazón atento. No se habla de una ayuda en general que tendría algo de impersonal, sino de tu ayuda. A esta distinción la considero necesaria para darle el significado fraternal que la colecta pretende tener; debemos vivirla con la generosidad de un gesto que no busca recompensa. En segundo lugar ella dignifica a mi hermano. Hay una dignidad, sin embargo, que antecede a toda ayuda porque proviene de la misma condición humana. El hombre es digno no por mi ayuda, sino por su misma naturaleza. Los derechos que le corresponden no se los da nadie, nos toca reconocerlos y defenderlos. A quienes ayudamos en esta colecta son, como nosotros, creados por Dios a su "imagen y semejanza". Lo que hacemos con nuestra ayuda es reconocer su dignidad y ayudarlos a desarrollarse integralmente.
    Esta Colecta tiene, por lo mismo, mucho de docencia. En un mundo marcado por el individualismo que privilegia mis derechos, corremos el peligro de olvidarnos del derecho de los demás. Es común escuchar esa frase que tanto nos daña y  aísla: "pensá en vos". Nuestra mirada se va cerrando en un círculo que nos tiene como único centro. No nos queda tiempo ni horizonte para ver esa otra realidad que existe y a la cual pertenecemos. Todo hombre es mi hermano, es el primer principio de la moral social. No podríamos llamar a Dios Padre, si no considero a todo hombre mi hermano. Creo que Dios me diría, no me llames Padre si no te ocupas de mis otros hijos más débiles que son tus hermanos. San Juan lo dirá desde el mandamiento del amor: "¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama su hermano, a quien ve" (1 Jn. 4, 20). La Colecta Más por Menos nos convoca para ver y acompañar con mi ayuda a mis hermanos que más lo necesitan. Tiene mucho de caridad en el gesto, pero también de justicia respecto a la realidad que vivimos.
    Reciban de su obispo junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor, que es Padre de todos y nos convoca a ser generosos.
    Mons. José María Arancedo
    Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz