Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



A todos los que ingresen a esta página:


*** BIENVENIDOS ***

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:: Homilías ::

(Clickear sobre la Biblia para leer las lecturas)


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jueves, 30 de septiembre de 2010

Informe Económico - Septiembre de 2010

Publicamos el Informe Económico del mes de septiembre de 2010.

Gracias a todos por su generosa colaboración.


A B C
1 INFORME ECONOMICO MES: SEPTIEMBRE 2010
2


3 I N G R E S O S

4 Colectas Misas $ 2,607.35
5 Donaciones

6 Sostenimiento del culto (2%) $ 1,119.35
7


8 TOTAL $ 3,726.35
9


10 E G R E S O S

11 Gastos de Secretaría $ 203.8
12 Gastos Sacristía $ 221
13 Sueldos $ 200
14 Sostenimiento Culto

15 Arzobispado 1/3 $ 373
16 Varios :Capilla La Guardia- Colecta + x - $ 4,000
17


18 TOTAL $ 4,997.80
19


20 DEFICIT DEL MES $ 1,271.45
21


Ordenaciones Presbiterales


Presidida por el Sr. Arzobispo Mons. José María Arancedo se celebró la Santa Misa en honor de San Jerónimo, Presbítero y Doctor de la Iglesia, Patrono de la Ciudad y Provincia Civil de Santa Fe, en la Basílica Nuestra Señora de Guadalupe.

Durante la misma fueron ordenados Presbíteros los siguientes Diáconos: Juan Carlos Barría, Matías Exequiel Camussi; Pablo Elsio Eduardo Cerdán, Andrés Facundo González, Carlos Dante Magnano y José Ramón Milesi.



Primeras Misas:

Sábado 2 de octubre a las 19:30 hs. Pquia. Ntra. Sra. de la Merced (San Justo) - Pbro. José Ramón Milesi.

Domingo 3 de octubre a las 10:30 hs. Capilla San José Obrero (San Justo) - Pbro. Pablo Elsio Cerdán.

Domingo 3 de octubre a las 19 hs. Pquia. San Roque (Santa Fe) - Pbro. Juan Carlos Barría.

Sábado 9 de octubre a las 19:30 hs. Pquia. Sagrada Familia (Santo Tomé) - Pbro. Andrés Facundo González.

Domingo 10 de octubre a las 10 hs. Pquia. San Roque (María Susana) - Pbro. Carlos Dante Magnano.

Domingo 10 de octubre a las 20 hs. Cuasi Pquia. San Marcos (Santa Fe) - Pbro. Matías Exequiel Camussi.


Nos unimos en la oración de acción de gracias por el don del sacerdocio, e imploramos por la fidelidad y frutos pastorales de los nuevos sacerdotes.


martes, 28 de septiembre de 2010

Misa de despedida y almuerzo parroquial


El domingo 26 de septiembre celebró la última Misa en nuestra comunidad como administrador parroquial el P. Gerardo Galetto.

Estuvo acompañado por el nuevo párroco, P. Daniel Gazze, familiares, amigos y numerosa cantidad de fieles que quisieron demostrarle su afecto y agradecimiento por los años compartidos.

Luego de la Misa, se realizó un almuerzo de despedida en el que las familias de la comunidad pudieron expresar al P. Gerardo su reconocimiento y gratitud por la rica labor pastoral realizada desde el 19 de marzo de 2006.


















¡¡¡AGRADECEMOS A TODOS LOS QUE HICIERON POSIBLE
ESTE HERMOSO MOMENTO COMPARTIDO!!!


Y al Padre Gerardo le decimos, nuevamente:

¡¡¡GRACIAS!!!


"Que el Señor te bendiga y te proteja.
Que el Señor haga brillar su rostro sobre vos.
Que el Señor te descubra su rostro y te conceda la paz."




Más fotos de este encuentro, a la derecha del blog.


Agradecemos a quienes nos enviaron fotos para compartir. Si alguien más desea hacerlo, pedimos que las envíen al mail de la parroquia: cuasiparroquiabelen@gmail.com, así podemos subirlas al blog. ¡¡¡Gracias!!!

domingo, 26 de septiembre de 2010

Homilía Dominical

26º Domingo del Tiempo Ordinario
Lecturas

Am 6, 1a . 4-7
1º Tim 6, 11-16
Lc 16, 19-31



Ante todo, quiero decirles que me emociona mucho despedirme de ustedes, así que les pido un poco de paciencia si no logro expresarme con claridad. Pero cuando organizamos con el Consejo Pastoral este evento de hoy decidimos que no fuera tanto una despedida sino un momento de acción de gracias. La Misa siempre es acción de gracias por lo que Dios hace en la historia y en nosotros, y yo quiero dar gracias a Él por este tiempo compartido con ustedes. De todo lo que les vaya a decir hoy, lo más importante que quiero recalcar es: ¡gracias! En este tiempo me he sentido muy contento trabajando pastoralmente entre ustedes y he podido comprobar que esta comunidad tiene mucha capacidad de crecimiento. Quisiera animarlos en esa dirrección: tienen mucha perspectiva de futuro y seguro podrán colaborar mucho con la Iglesia y la arquidiócesis.


Particularmente quisiera pedirles que recen por la vocaciones. Los sacerdotes no somos la Iglesia, pero el sacramento del Orden Sagrado es necesario para el pastoreo, la enseñanza y la santificación del pueblo de Dios. Ojalá que también de esta parroquia surjan vocaciones consagradas. A las familias y parroquias les toca preparar las condiciones para que la llamada de Jesús pueda ser escuchada y ayudar a los llamados a responder. Y a los chicos y jóvenes quisiera decirles que no tengan miedo de abrir el corazón a Jesús y responder positivamente si sienten la invitación a consagrar su vida. Si el corazón está despierto, uno se da cuenta cuando Dios llama, sólo hay que prestar un poco de atención y tal vez conversar con alguien más experimentado. En este sentido el padre Daniel es una persona con experiencia porque se ha dedicado mucho como director espiritual y formador del Seminario. Repito: no tengan miedo de seguir a Jesús si los llama, porque el sacerdocio, a pesar de las dificultades que puede haber, es un camino maravilloso.

También debo decirles que me entusiasma mucho la decisión de Benedicto XVI de crear este nuevo organismo dedicado a la re-evangelización de los países cristianos en el cual fui llamado a colaborar. Siempre pensé que las estructuras de por sí no resuelven los problemas, pero esta decisión del Papa contiene un mensaje y un diagnóstico muy valiente: hay que evangelizar de nuevo. Por otra parte, son muy significativos el momento y el lugar elegidos por Benedicto para comunicar esta decisión que tomó por sorpresa a la Iglesia. Fue en la Basílica de San Pablo Extramuros, donde en el año 1958 Juan XXIII también había sorprendido a sus oyentes anunciando la convocatoria a un Concilio Ecuménico, que sería el Vaticano II. Este sorpresivo anuncio se convirtió en uno de los acontecimientos más renovadores de toda la historia de la Iglesia. Y la decisión del Papa actual va en esa misma línea: hay que mantener la fidelidad al mensaje del Evangelio, pero encontrando nuevos caminos, nuevos métodos, nuevos lenguajes para llegar al hombre de hoy. Y sobre todo, hay que recordar que la evangelización será "nueva" si renovamos el ardor misionero y la santidad, que es lo que Dios pide y ofrece a todos los bautizados.

El Evangelio de hoy es como una ilustración del sermón de la montaña. Jesús decía en aquella oportunidad: "Ay de ustedes los ricos... Ay de ustedes los que están satisfechos... Ay de ustedes los que ríen... porque conocerán la aflicción y las lágrimas". Todo ello lo encontramos ejemplificado en este hombre rico e insensible, que acaba su vida de una manera calamitosa y atormentada. En algún sentido, el mundo moderno es como este hombre: un proyecto que pintaba lindo y prometía mucho, pero que muchas veces acaba mal. El mundo actual tiene grandes potencialidades, ha conseguido logros importantísimos en todos los órdenes, pero también carga con una larga lista de frustraciones. Es un mundo que avanza en muchos campos, pero que también va dejando una enorme multidtud de gente caída y marginada. A este mundo tenemos que anunciarle, sin actitudes acusadoras, el mensaje de la fe, que brinda sentido y salvación.

El otro protagonista de la parábola, Lázaro, es casi una ejemplificación de las bienaventuranzas: "felices los pobres, los que lloran, los que tienen hambre". Pero atención: la pobreza, el llanto, el hambre siempre serán realidades contra las que el cristiano tendrá que luchar. No significa:"Vos ahora sos pobre, entonces en el cielo estarás bien". No. Las bienaventuranzas hablan de la actualidad del Reino de Dios: los pobres son dichosos porque Cristo "siendo rico se hizo pobre", los que tienen hambre son felices porque Cristo se hizo nuestro alimento, los que lloran son bienaventurados porque Cristo asumió nuestras dolencias y tristezas. La bienaventuranza está en que Cristo quiso identificarse con todas esas situaciones de vulnerabilidad humana, ante las que a veces nosotros pasamos de largo. Por eso éste es un mensaje que muestra dónde tiene que estar la prioridad del cristiano, ¡porque allí está Cristo!

En algún sentido también podríamos decir que el hombre de hoy es como Lázaro: está herido y es incapaz de sanarse a sí mismo. Las llagas de la humanidad de hoy no son sólo la pobreza y la miseria: hay también heridas afectivas, emocionales, en los vínculos y relaciones interpersonales. A este hombre tenemos que anunciarle el Evangelio, sin creernos superiores, sino siendo servidores. Benedicto XVI decía al anunciar la creación del nuevo Dicasterio que en los desiertos del mundo secularizado, el hombre sigue teniendo necesidad de verdad, de vida auténtica y plena, de libertad profunda, de amor gratuito. Esto es precisamente la evangelización: mostrarle al hombre su verdadero destino. Evangelizar siempre será anunciar la verdad y la vida, la libertad y el amor.

Y por último, más allá de estos dos protagonistas, el Evangelio de hoy vuelve a centrar nuestra mirada en el gran misterio de nuestra fe, que es la resurrección. Cuando el rico pide que Abraham mande a Lázaro a hablar con sus hermanos, la respuesta es "que escuchen a Moisés y a los profetas". El rico insiste: "si va alguno de entre los muertos le harán más caso". Y Jesús anota la ironía de Abraham: "aunque resucite alguno de entre los muertos no se convertirán". Jesús estaba anunciando su propia resurrección, a pesar de lo cual algunos no creyeron. Éste es el gran punto que separa la fe de la incredulidad: la resurrección. Nosotros creemos que Cristo vive, que la muerte no tiene la última palabra, que estamos llamados a participar de esta vida nueva y plena. Éste tiene que ser el centro del anuncio evangelizador.

Pidamos, entonces, la gracia de colaborar con la Iglesia, que custodia este gran acontecimiento liberador. Que contribuyamos más para que la Iglesia, a la luz de su Señor, se renueve siempre y sea cada vez mejor servidora de todos los hombres.


P. Gerado Galetto

Almuerzo Parroquial

Domingo 26 de septiembre


Almuerzo Parroquial
Despedida del P. Gerardo




Lugar:
SALÓN Ruta 1, km 1
Horario: después de Misa

Costo de las tarjetas: mayores, $10 y menores hasta 6 años, $5

Menú: pollo a la parrilla

Traer: vajilla, cubiertos, ensaladas, equipo de mate para la tarde. Las bebidas podrán adquirirse en el salón, ya que cuenta con buffet.



¡¡¡LOS ESPERAMOS A TODOS!!!

Nuevos Sacerdotes


El próximo 30 de septiembre, Fiesta de San Jerónimo, Patrono de la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz, voy a ordenar a 6 nuevos sacerdotes en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe. Es un hecho que nos habla de la vida de la Iglesia y que quiero compartir con ustedes. No puedo dejar de expresar mi alegría y gratitud a Dios en primer lugar. Al mismo tiempo, quiero hacer llegar una palabra de reconocimiento a sus familias y comunidades de donde provienen estos jóvenes, y también a ellos, por su generosidad frente al llamado del Señor, que comprometió sus vidas como una vocación en la Iglesia al servicio de sus hermanos.

En estas palabras: Iglesia, Vocación y Servicio, encontramos la raíz del sacerdocio cristiano.

Ante todo se trata de una vocación que nace en la Iglesia en cuanto depositaria de la misión de Jesucristo. Esto que nos habla de la vida eclesial necesita, sin embargo, de la libertad y capacidad de escucha para descubrir un llamado. Cuando esto ocurre y madura en el corazón de un joven, llega a convertirse en una certeza que se hace irresistible. En un sentido no elegimos la vocación, ella nos elige, nosotros la descubrimos y la seguimos. La vocación al sacerdocio reconoce su origen en el llamado que Jesucristo hizo a los primeros discípulos para seguirlo: "ven y sígueme", les decía. Esto significa que la iniciativa y el contenido de la vocación no es obra mía, sino que asumo el camino que él me propone. Es cierto, hay que tener un oído atento para escuchar esta llamada. La vocación necesita, por ello, de un ambiente donde se la conozca y valore. No podríamos pensar el sacerdocio fuera de una relación personal con Jesucristo, él es la fuente y la forma de este ministerio que ha confiado a la Iglesia.

El marco de la vocación sacerdotal es la Iglesia, decíamos, su fuente es el llamado y la respuesta del joven la nota personal. Cuál es el contenido de esta vocación? Dijimos el servicio, pero entendido desde la misma misión de Jesucristo. Es decir, sólo se lo comprende y se lo puede vivir si partimos de aquella palabra de Jesucristo, cuando nos dice: "Como el Padre me envió a mí, así también yo los envío a ustedes" (Jn. 20, 21). El servicio, como vemos, es parte de la misión de Jesucristo, que ha venido: "para que el mundo tenga vida" (Jn. 10,10). Este servicio abarca la totalidad de la vida del hombre, necesitado para su realización de condiciones humanas y espirituales, que le permitan desarrollarse de acuerdo a su dignidad única e irrepetible. Es importante señalar que este servicio en la vida del mismo Jesucristo tuvo una opción particular, no excluyente, con los más pobres y necesitados, es decir, ellos fueron sus preferidos. Por ello la cercanía del sacerdote con esa franja del dolor, sea el pobre, el enfermo, el que sufre, es una expresión clara de fidelidad a la misión de Jesucristo.

Invitándolos a participar el próximo 30 de Septiembre a las 10 hs. de la ordenación de estos nuevos 6 sacerdotes en la Basílica de Guadalupe, les hago llegar junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.


Mons. José María Arancedo

Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

sábado, 25 de septiembre de 2010

Nuestra Señora del Rosario de San Nicolás

Hoy, 25 de septiembre, se recuerda un nuevo aniversario de la primera aparición de María en San Nicolás, Argentina. Es un motivo de alegría para todos los que somos argentinos, saber que María eligió nuestra tierra para hablar a todo el mundo.

La Virgen María se aparece a una sencilla mujer de San Nicolás de los Arroyos, una ciudad del interior de la Argentina, en medio de una sucesión de hechos místicos que se produjeron a su alrededor: muchos Santos Rosarios empezaron a iluminarse en los hogares de los habitantes de San Nicolás, anticipando lo que en forma inminente iba a ocurrir allí.

Gladys Quiroga de Motta ve por primera vez a nuestra Madre Celestial el 25 de septiembre de 1983. Los mensajes se suceden a partir de entonces en cantidad, a través de apariciones diarias. La Iglesia toma intervención inicialmente con gran cautela, para luego apoyar el crecimiento de la obra de María, ante las evidencias manifestadas.

El rezo del Santo Rosario se multiplica a partir del pedido celestial de oración, mientras las multitudes empiezan a acudir en forma creciente al lugar.

La Virgen señala mediante un rayo de luz un lugar junto al Río Paraná (llamado "El Campito"), para que se construya un Santuario, que ella misma diseña a través de los mensajes entregados a la vidente. Se levanta entonces un colosal Templo exactamente en el lugar
señalado por la Reina del Cielo, como centro de veneración a María, verdadera intercesora y camino perfecto para llegar a Su Hijo, Jesús.

El lugar es visitado en forma permanente en peregrinación, con mayor afluencia de fieles los días 25 de cada mes, y mediante una gran multitud que se concentra los días 25 de septiembre de cada año, en el aniversario de la aparición.

María señala a la vidente una imagen de madera de la Virgen del Rosario, que estaba guardada desde hacía años en el campanario de la Catedral de San Nicolás, y pide que se la restaure y venere allí, bajo la advocación de “Nuestra Señora del Rosario de San Nicolás”.

Nuestra Madre Celestial pide que se acuñe una medalla, la cual es entregada gratuitamente a los cientos de miles de asistentes al lugar.

Los Mensajes contienen un permanente pedido de conversión, oración del Santo Rosario, regreso a los Sacramentos de la Confesión y la Eucaristía.

También María advierte sobre la importancia de convertirse mientras cada alma aún tiene tiempo, ya que sólo Dios conoce cuándo y cómo seremos llamados a rendir cuentas ante Su Presencia.

Gladys sufre los estigmas de la pasión, que son corroborados médicamente, siempre bajo la supervisión y tutela de los sacerdotes. Ella mantiene su obediencia a la Iglesia en todo momento, a pesar de las duras pruebas que tuvo que enfrentar, dentro del lógico proceso de estudio de los hechos allí manifestados.

Enorme cantidad de hechos místicos les son regalados a muchos de los peregrinos, principalmente mediante la masiva iluminación de Rosarios, el perfume a rosas, y el milagro del sol, tal cual ocurre en otros lugares donde el Cielo se manifiesta en toda su elocuencia.

María es puro amor, es Dios enviando lo más hermoso, noble y puro que existe en el Cielo, producto de la Creación. ¡Corramos a sus brazos!

María:

Aliento de los débiles,
manantial de los sedientos,
abrigo de los pobres,
descanso de los fatigados,
seguridad de los vacilantes,
acallar de los lamentos,
alegría de los corazones,
Arca de todos los pueblos,
Unión entre los hijos y Dios.

Ruega por nosotros.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Noche de oración por las vocaciones



Hoy, viernes 24 de septiembre, tendrá lugar la "Noche de Oración por las Vocaciones". Los lugares elegidos son las siguientes parroquias:

  • NUESTRA SEÑORA DE LOURDES
  • MARIA AUXILIADORA
  • NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED
  • SAGRADA FAMILIA DE SANTO TOME

En todos los casos dará comienzo a las 19 hs. con la celebración de la Santa Misa y posteriormente una Hora Santa con la participación de los seminaristas, los futuros sacerdotes, y consagradas de distintas Congregaciones Religiosas.

La invitación es para todos los fieles de Santa Fe y Santo Tomé.


jueves, 23 de septiembre de 2010

San Pío Pietrelcina

El Padre Pío nació en el seno de una humilde y religiosa familia de agricultores, el 25 de mayo de 1887, en una pequeña aldea del Sur de Italia, llamada Pietrelcina. Recibió su primera instrucción de un maestro privado y a la edad de 15 años hizo su ingreso en el Noviciado de los Padres Capuchinos en la Ciudad de Morcone.

De débil salud, pero de excepcional fuerza de voluntad, pudo completar sus estudios y gracias a una continua asistencia divina tuvo la ansiada ordenación sacerdotal. El 20 de Septiembre de 1918, aparecieron visiblemente las llagas de Nuestro Señor en sus manos, pies y costado izquierdo del pecho, haciendo del P. Pío el primer sacerdote estigmatizado en la historia de la Iglesia (recuerden que San Francisco no era sacerdote). Grandes multitudes, de todas las nacionalidades pasaron por su confesionario. Las conversiones fueron innumerables.

Diariamente recibía centenares de cartas de fieles, que pedían su consejo iluminado y su dirección espiritual, la cual ha siempre significado un retorno a la serenidad, a la paz espiritual y al coloquio con Dios. Toda su vida no ha sido otra cosa que una continua oración y penitencia, lo cual no impedía que sembrase a su alrededor felicidad y gran alegría entre aquellos que escuchaban sus palabras, que eran llenas de sabiduría o de un extraordinario sentido del humor. El Papa Juan Pablo II lo conoció personalmente en 1947, poco después de su ordenación sacerdotal. El Padre Pío profetizó que aquel joven sacerdote sería un día Papa. El Señor lo llamó a recibir el premio celestial el 23 de Septiembre de 1968. Tenía 81 años.

Durante 4 días su cuerpo fue expuesto ante millares de personas que formaban una enorme columna que no conoció interrupción hasta el momento del funeral, al cual asistieron más de cien mil personas. Millones visitan su tumba en el pueblo de San Giovanni Rotondo, Italia. Entre ellos el Papa Juan Pablo II. El P. Pío está sepultado en la cripta del Santuario de Nuestra Señora de las Gracias, San Giovanni Rotondo.

Los preliminares de su Causa de Beatificación y Canonización se iniciaron en noviembre de 1969. Declarado Venerable el 18 de diciembre de 1997 y Beato, el 2 de mayo de 1999. Declarado Santo el 16 de junio de 2002, en la Plaza de San Pedro en Roma, por S.S. Juan Pablo II. Fechas importante en la vida de San Pío Pietrelcina 25 de mayo, 1887. Nace en Pietrelcina, Benevento, en el sur de Italia. Sus padres, Grazio "Orazio" Mario Forgione (1860-1946), granjero, y María Giuseppa de Nunzio Forgione (1859-1929). 26 de mayo, 1887. Bautizado en la Iglesia de Santa María de los Ángeles. Recibe el nombre de Francesco Forgione. 27 de mayo, 1899. Recibe el Sacramento de la Confirmación. 6 y 22 de enero, 1903.

A los dieciséis años entra al noviciado de Marcone. El 22 de enero es investido con el hábito de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos. Toma el nombre de Fra Pío (Fra por Fratello/Hermano). 22 de enero, 1904. Terminado el año de noviciado hace la Primera Profesión (profesión temporal) de los Consejos Evangélicos de Pobreza, Castidad y Obediencia. Entra al convento de la provincia monástica y estudia para ordenarse sacerdote. 1907.

Al cumplirse los tres años de los votos temporales hace su profesión perpetua o votos solemnes.. 10 de agosto, 1910. Con férrea voluntad se sobrepone a graves problemas de salud, es ordenando sacerdote en la capilla del Arzobispo de Beneveto, pero los problemas de salud le obligan a residir con su familia, por largos períodos, hasta el 1916. Septiembre, 1910. Recibe los estigmas visiblemente por primera vez, pero por poco tiempo y de forma intermitente.

Ruega a Dios se los quite. Confía el acontecimiento únicamente a su Director Espiritual. Noviembre, 1911. El suceso sobrenatural llega a la atención de sus superiores cuando es observado un día en éxtasis. 28 de julio, 1916. Llega al Convento de San Giovanni Rotondo y permanece allí hasta su muerte. 5 a 7 de agosto, 1918. Transverberación del corazón, le causan heridas visibles en su costado. (La Transverberación del corazón es una experiencia mística de ser traspasado en el corazón, que indica la unión de amor con Dios.) 20 de septiembre, 1918. Mientras reza, luego de la Misa, en el área del coro de la antigua Iglesia de Nuestra Señora de las Gracias, aparecen los estigmas de forma visible y permanen- te. El fenómeno perdurará por los próximos 50 años. 1919.

Comienzan a circular rumores en el pueblo del posible traslado del ¨santo¨ de San Giovanni Rotondo, lo que agita grandemente a la población. 2 de junio, 1922. El Santo Oficio (hoy Congregación para la Doctrina de la Fe) prohíbe apariciones públicas y el acceso del público a Padre Pió. 1924-1931. En varias ocasiones la Santa Sede rechaza que el fenómeno sea de origen sobrenatural. 9 de junio, 1931. (Solemnidad de Corpus Christi). La Santa Sede ordena al Padre Pío desistir de toda actividad salvo la celebración de la Santa Misa, la cual sólo podrá celebrar en privado.

Principios de 1933. El Santo Padre Pío XI ordena al Santo Oficio que de marcha atrás y deje sin efecto la prohibición que pesaba sobre el Padre Pío de celebrar públicamente. Su Santidad Pío XI comenta al respecto: "Nunca sentí mala disposición hacia el Padre Pío, pero sí fui malamente informado." 1934. Las facultades del Padre Pío son restauradas poco a poco. Se le permite confesar primero a hombres (25 de marzo, 1934) y luego confesar a mujeres (12 de mayo, 1934). 23 de septiembre de 1968. Fallece serenamente en su celda a las 2:30 de la madrugada. Murió saludable y sin los estigmas, así como había profetizado en cierta ocasión. Sus últimas palabras: "Gesú e Maria" (Jesús y María). 26 de septiembre, 1968.

El cuerpo del Padre Pío se entierra en una cripta en la Iglesia de Nuestra Señora de las Gracias. Asisten al funeral más de 100,000 personas.






Oremos


Tú, Señor, que nos has dado un modelo de perfección evangélica en la vida ejemplar de San Pío de Pietrelcina, concédenos, en medio de los acontecimientos de este mundo, que sepamos adherirnos, con todo nuestro corazón, a los bienes de tu reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


ver video de San Pietrelcina



Padre Pío Pietrelcina





miércoles, 22 de septiembre de 2010

Histórica visita de Benedicto XVI a Inglaterra

Autor: José Luis Restán | Fuente: Revista Ecclesia

Y finalmente, Inglaterra le amó
Contra todas las expectativas y vaticinios de la prensa amarillista, el viaje del Papa a Gran Bretaña fue un éxito descomunal. Decenas de miles de personas lo escucharon y ovacionaron.

Y finalmente, Inglaterra le amó
Y finalmente, Inglaterra le amó
Lunes, 20 de septiembre de 2010

Nada como el silencio intenso y cargado de esperanza de más cien mil personas ante el Santísimo expuesto en Hyde Park para explicar el corazón de este conmovedor viaje. El Papa había llegado recorriendo kilómetros flanqueado por una multitud que le saludaba desde las aceras. A esas horas ya era un hecho que Inglaterra le abrazaba: sus hombres de cultura, sus políticos, hasta los ariscos medios de comunicación, pero sobre todo el pueblo. Pero él no busca halagos ni compromisos, sigue adelante con esa mezcla de exigencia y mansedumbre, de inteligencia y corazón

Quiere comunicar a esa multitud sedienta que la Verdad no es un concepto abstracto, no es el término de un complejo proceso intelectual, sino la persona de Cristo que puede ser encontrada y amada en la vida de la Iglesia, y que nos permite alcanzar "nuestra libertad última y el cumplimiento de nuestras aspiraciones humanas más profundas".

Y cuando esta Verdad es abrazada, cuando da forma a nuestra vida, no puede ser escondida sino que pide ser comunicada, aunque sea a un alto precio. Por vivirla a campo abierto uno puede ser "excluido, ridiculizado o parodiado", pero el cristiano no puede sustraerse a esa misión.

Ahora ha llegado al centro de gravedad de esta visita, y habla de la misión profética de todo cristiano en medio de un mundo lleno de ruido y confusión, de angustias y espejismos. Como si la figura del gran John Henry Newman se recortara con inesperado realismo sobre el trasfondo de nuestra actualidad, Benedicto XVI describe un tiempo de crisis y turbación en el que los cristianos "no pueden permitirse el lujo de continuar como si no pasara nada, haciendo caso omiso de la profunda crisis de fe que impregna nuestra sociedad, o confiando sencillamente en que el patrimonio de valores transmitido durante siglos de cristianismo seguirá inspirando y configurando el futuro de nuestra sociedad".

A cada uno, y especialmente a los jóvenes que le han seguido con entusiasmo desde el inicio de su viaje, el Papa les anima a irradiar la luz de Cristo para "cambiar el mundo y trabajar por una cultura de la vida, una cultura forjada por el amor y el respeto a la dignidad de cada persona humana". Impresiona la intensidad de la escucha, la mirada tensa y cargada de espera de miles de hombres, mujeres y niños con velas encendidas en una noche suave en la que el Sucesor de Pedro renueva su misión: confirma en la fe a tus hermanos, apacienta mi rebaño.

Es verdad que en ese preciso momento tocamos el corazón de esta visita, la pertinencia de la fe cristiana en este siglo XXI que ha dado ya su primera zancada. Pero apenas veinticuatro horas antes Benedicto XVI ha dejado en el aire de Westminster Hall otro discurso para la historia, en la misma senda de los que pronunció en Ratisbona, en La Sapienza o en Los Bernardinos de París.

Su voz ha sido un eco de la que resonara hace quinientos años en esa misma sala, en boca del gran Tomás Moro, y se pregunta de nuevo sobre el lugar de la fe en el proceso político. Ante los grandes del Reino el Papa indica que "cada generación debe replantearse qué exigencias pueden imponer los gobiernos a los ciudadanos de manera razonable y en nombre de qué autoridad pueden resolverse los dilemas morales". Y a continuación apunta al centro del problema: "si los principios éticos que sostienen el proceso democrático no se rigen por nada más sólido que el mero consenso social, entonces este proceso se presenta evidentemente frágil". Aquí reside el verdadero desafío para la democracia.

Podemos sentir un cierto estremecimiento al pensar que es el Obispo de Roma el que habla en ese momento, teniendo en la memoria al hombre que fue "buen servidor del Rey, pero primero de Dios". Benedicto dice a su imponente auditorio que el papel de la religión en el debate político no es proporcionar las normas y menos aún proponer soluciones concretas, sino más bien ayudar a purificar e iluminar la aplicación de la razón al descubrimiento de principios morales objetivos.

Y traza un camino de doble sentido: la religión requiere el papel purificador y vertebrador de la razón, pero sin la ayuda correctora de la religión, la razón puede ser también presa de distorsiones, como han demostrado las ideologías totalitarias del siglo XX. "Por eso deseo indicar que el mundo de la razón y el mundo de la fe... necesitan uno de otro y no deberían tener miedo de entablar un diálogo profundo y continuo, por el bien de nuestra civilización".

A partir de esta propuesta en positivo, el Papa no teme acometer al laicismo agresivo que trata de expulsar a la religión (especialmente al cristianismo) de la polis, o que pretende imponer a los creyentes la obligación de prescindir de sus convicciones a la hora de intervenir en el debate público. Esto es en sí mismo un fracaso social, además de una injusticia y un empobrecimiento para todos. Por eso lanza la invitación a promover el diálogo entre fe y razón en todos los ámbitos de la vida nacional. Un impresionante discurso que abre caminos de futuro para una de las cuestiones más vitales de nuestras democracias en este siglo.

Debemos concluir en Birmingham, en el centro de Inglaterra, donde Newman vivió como sacerdote católico y donde permanecen sus restos. Ante setenta mil personas Benedicto XVI vuelve a hablar del Newman moderno y anclado en la Tradición, del hombre de la conciencia, de la rectitud y la mansedumbre, el hombre que con la experiencia viva de su fe (razón y corazón) no dejó nunca de afrontar "las cuestiones del día". Pero también del pastor de almas que gastaba su tiempo en atender a los que buscaban, a los pobres y a los que sufrían la soledad o el dolor físico.

Y hace suya una frase del nuevo Beato que es todo un programa: "quiero un laicado que no sea arrogante ni imprudente a la hora de hablar, ni alborotador, sino hombres que conozcan bien su religión, que profundicen en ella, que sepan bien dónde están, que sepan qué tienen y qué no tienen, que conozcan su credo a tal punto que puedan dar cuentas de él, que conozcan tan bien la historia que puedan defenderla".

Gracias por este viaje, Santidad

lunes, 20 de septiembre de 2010

Homilía Dominical

25º Domingo del Tiempo Ordinario
Lecturas

Am 8, 4-7
Tim 2, 1-8
Lc 16, 1-13


Insiste el Señor con un tema que venimos escuchando desde varios domingos atrás, y que es la necesidad del desapego para ser su discípulo. Invita a vivir la generosidad y el desprendimiento, a semejanza de nuestro Dios. Efectivamente, lo que está en juego es la imagen de Dios impresa en nosotros. El nuestro es un Dios amor, un Dios que no se guarda, sino que se entrega totalmente al hombre, y que no deja de enriquecerlo sobreabundantemente con toda clase de bienes. Por eso, quien no es desprendido no sólo daña su relación con el prójimo, sino que se infringe una herida mucho mayor: desfigura la imagen de Dios impresa en él. De ahí la advertencia de Jesús a no tener dos señores, a no dividir el corazón y a recordar que no se puede servir a Dios y al dinero.

Llama la atención la parábola que utiliza el Señor para inculcarnos estas actitudes, porque en ella el protagonista que se propone como modelo a los oyentes es un personaje que desde el punto de vista moral no ha obrado bien: es reprochable, se trata de un administrador deshonesto. Sobre todo es llamativo porque en la tradición del Antiguo Testamento los pecados económicos tenían (¡y siguen teniendo hoy día!) una maldad especial, constituían una ofensa muy grande a Dios. La primera lectura es un ejemplo de la recriminación del profeta a todos aquellos que trampean las balanzas, alteran las medidas, cambian el precio, para comprar al pobre con dinero.... Todo lo que Amós condena es lo que parece haber hecho el protagonista de la parábola.

¿Acaso el Señor no condena la deshonestidad? Sin dudas, y es bueno recordarlo siempre. Pero la actitud que se propone para nosotros es la habilidad de ese hombre para transformar la dificultad en un beneficio posterior. Es un ejemplo porque aprovechó el presente para que el futuro resulte mejor. Esa capacidad es la que lleva a Jesús a dirigirnos un triste reproche cuando dice que los hijos de este mundo son más astutos que los hijos de la luz. ¡Cuántas veces observamos que quienes hacen el mal son mejores para lo suyo que nosotros para hacer el bien! ¡Cuántas veces los malos son más dedicados a sus objetivos y fines que nosotros para los valores y las virtudes! Jesús, que demuestra una vez más tener un gran conocimiento de la condición humana, que sabe lo que hay en el corazón del hombre, nos invita a proceder con la misma habilidad pero para el bien. Por otra parte, aunque a veces nos sintamos dueños, no somos más que administradores. Todo lo que tenemos -la vida, la salud, la inteligencia, los bienes, los vínculos...- en definitiva es signo de un Dios que puso todo en nuestras manos para que lo utilicemos del mejor modo posible. Algún día nosotros también escucharemos esas mismas palabras: "dame cuenta de tu administración". ¿Qué hiciste con tu vida? ¿Cómo empleaste los talentos recibidos? El trayecto terreno de nuestra historia es el presente que tenemos que aprovechar para trabajar por la vida eterna, el Reino de Dios.

Puede pasar que cierto materialismo agresivo de la sociedad, nos contagie y nos impregne de competitividad, llevándonos a medir todo por los éxitos terrenos o los bienes materiales. En este contexto, la actitud de libertad interior y desprendimiento puede ayudar mucho a descubrir la fecundidad del evangelio de Jesús.

P. Gerardo Galetto

domingo, 19 de septiembre de 2010

"El corazón habla al corazón"

El Papa en Gran Bretaña
Homilía en la beatificación del Cardenal John Henry Newman

"Cor ad cor loquitur"


BIRMINGHAM, domingo, 19 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).-Publicamos la homilía que pronunció Benedicto XVI este domingo al presidir en el Wimbledon Park de Birmingham la celebración eucarística de beatificación de John Henry Newman (1801-1890), cardenal y fundador de los Oratorios de San Felipe Neri, en Inglaterra.


* * *

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

Nos encontramos aquí en Birmingham en un día realmente feliz. En primer lugar, porque es el día del Señor, el Domingo, el día en que el Señor Jesucristo resucitó de entre los muertos y cambió para siempre el curso de la historia humana, ofreciendo nueva vida y esperanza a todos los que viven en la oscuridad y en sombras de muerte. Es la razón por la que los cristianos de todo el mundo se reúnen en este día para alabar y dar gracias a Dios por las maravillas que ha hecho por nosotros. Este domingo en particular representa también un momento significativo en la vida de la nación británica, al ser el día elegido para conmemorar el setenta aniversario de la Batalla de Inglaterra. Para mí, que estuve entre quienes vivieron y sufrieron los oscuros días del régimen nazi en Alemania, es profundamente conmovedor estar con vosotros en esta ocasión, y poder recordar a tantos conciudadanos vuestros que sacrificaron sus vidas, resistiendo con tesón a las fuerzas de esta ideología demoníaca. Pienso en particular en la vecina Coventry, que sufrió durísimos bombardeos, con numerosas víctimas en noviembre de 1940. Setenta años después recordamos con vergüenza y horror el espantoso precio de muerte y destrucción que la guerra trae consigo, y renovamos nuestra determinación de trabajar por la paz y la reconciliación, donde quiera que amenace un conflicto. Pero existe otra razón, más alegre, por la cual este día es especial para Gran Bretaña, para el centro de Inglaterra, para Birmingham. Éste es el día en que formalmente el Cardenal John Henry Newman ha sido elevado a los altares y declarado beato.

Agradezco al Arzobispo Bernard Longley su amable acogida al comenzar la Misa en esta mañana. Agradezco a cuantos habéis trabajado tan duramente durante tantos años en la promoción de la causa del Cardenal Newman, incluyendo a los Padres del Oratorio de Birminghan y a los miembros de la Familia Espiritual Das Werk. Y os saludo a todos los que habéis venido desde diversas partes de Gran Bretaña, Irlanda y otros puntos más lejanos; gracias por vuestra presencia en esta celebración, en la que alabamos y damos gloria a Dios por las virtudes heroicas de este santo inglés.

Inglaterra tiene un larga tradición de santos mártires, cuyo valiente testimonio ha sostenido e inspirado a la comunidad católica local durante siglos. Es justo y conveniente reconocer hoy la santidad de un confesor, un hijo de esta nación que, si bien no fue llamado a derramar la sangre por el Señor, jamás se cansó de dar un testimonio elocuente de Él a lo largo de una vida entregada al ministerio sacerdotal, y especialmente a predicar, enseñar y escribir. Es digno de formar parte de la larga hilera de santos y eruditos de estas islas, San Beda, Santa Hilda, San Aelred, el Beato Duns Scoto, por nombrar sólo a algunos. En el Beato John Newman, esta tradición de delicada erudición, profunda sabiduría humana y amor intenso por el Señor ha dado grandes frutos, como signo de la presencia constante del Espíritu Santo en el corazón del Pueblo de Dios, suscitando copiosos dones de santidad.

El lema del Cardenal Newman, cor ad cor loquitur, "el corazón habla al corazón", nos da la perspectiva de su comprensión de la vida cristiana como una llamada a la santidad, experimentada como el deseo profundo del corazón humano de entrar en comunión íntima con el Corazón de Dios. Nos recuerda que la fidelidad a la oración nos va transformando gradualmente a semejanza de Dios. Como escribió en uno de sus muchos hermosos sermones, «el hábito de oración, la práctica de buscar a Dios y el mundo invisible en cada momento, en cada lugar, en cada emergencia -os digo que la oración tiene lo que se puede llamar un efecto natural en el alma, espiritualizándola y elevándola. Un hombre ya no es lo que era antes; gradualmente... se ve imbuido de una serie de ideas nuevas, y se ve impregnado de principios diferentes» (Sermones Parroquiales y Comunes, IV, 230-231). El Evangelio de hoy afirma que nadie puede servir a dos señores (cf. Lc 16,13), y el Beato John Henry, en sus enseñanzas sobre la oración, aclara cómo el fiel cristiano toma partido por servir a su único y verdadero Maestro, que pide sólo para sí nuestra devoción incondicional (cf. Mt 23,10). Newman nos ayuda a entender en qué consiste esto para nuestra vida cotidiana: nos dice que nuestro divino Maestro nos ha asignado una tarea específica a cada uno de nosotros, un "servicio concreto", confiado de manera única a cada persona concreta: «Tengo mi misión», escribe, «soy un eslabón en una cadena, un vínculo de unión entre personas. No me ha creado para la nada. Haré el bien, haré su trabajo; seré un ángel de paz, un predicador de la verdad en el lugar que me es propio... si lo hago, me mantendré en sus mandamientos y le serviré a Él en mis quehaceres» (Meditación y Devoción, 301-2).

El servicio concreto al que fue llamado el Beato John Henry incluía la aplicación entusiasta de su inteligencia y su prolífica pluma a muchas de las más urgentes "cuestiones del día". Sus intuiciones sobre la relación entre fe y razón, sobre el lugar vital de la religión revelada en la sociedad civilizada, y sobre la necesidad de un educación esmerada y amplia fueron de gran importancia, no sólo para la Inglaterra victoriana. Hoy también siguen inspirando e iluminando a muchos en todo el mundo. Me gustaría rendir especial homenaje a su visión de la educación, que ha hecho tanto por formar el ethos que es la fuerza motriz de las escuelas y facultades católicas actuales. Firmemente contrario a cualquier enfoque reductivo o utilitarista, buscó lograr unas condiciones educativas en las que se unificara el esfuerzo intelectual, la disciplina moral y el compromiso religioso. El proyecto de fundar una Universidad Católica en Irlanda le brindó la oportunidad de desarrollar sus ideas al respecto, y la colección de discursos que publicó con el título La Idea de una Universidad sostiene un ideal mediante el cual todos los que están inmersos en la formación académica pueden seguir aprendiendo. Más aún, qué mejor meta pueden fijarse los profesores de religión que la famosa llamada del Beato John Henry por unos laicos inteligentes y bien formados: «Quiero un laicado que no sea arrogante ni imprudente a la hora de hablar, ni alborotador, sino hombres que conozcan bien su religión, que profundicen en ella, que sepan bien dónde están, que sepan qué tienen y qué no tienen, que conozcan su credo a tal punto que puedan dar cuentas de él, que conozcan tan bien la historia que puedan defenderla» (La Posición Actual de los Católicos en Inglaterra, IX, 390). Hoy, cuando el autor de estas palabras ha sido elevado a los altares, pido para que, a través de su intercesión y ejemplo, todos los que trabajan en el campo de la enseñanza y de la catequesis se inspiren con mayor ardor en la visión tan clara que el nos dejó.

Aunque la extensa producción literaria sobre su vida y obras ha prestado comprensiblemente mayor atención al legado intelectual de John Henry Newman, en esta ocasión prefiero concluir con una breve reflexión sobre su vida sacerdotal, como pastor de almas. Su visión del ministerio pastoral bajo el prisma de la calidez y la humanidad está expresado de manera maravillosa en otro de sus famosos sermones: «Si vuestros sacerdotes fueran ángeles, hermanos míos, ellos no podrían compartir con vosotros el dolor, sintonizar con vosotros, no podrían haber tenido compasión de vosotros, sentir ternura por vosotros y ser indulgentes con vosotros, como nosotros podemos; ellos no podrían ser ni modelos ni guías, y no te habrían llevado de tu hombre viejo a la vida nueva, como ellos, que vienen de entre nosotros ("Hombres, no ángeles: los Sacerdotes del evangelio", Discursos a las Congregaciones Mixtas, 3). Él vivió profundamente esta visión tan humana del ministerio sacerdotal en sus desvelos pastoral por el pueblo de Birmingham, durante los años dedicados al Oratorio que él mismo fundó, visitando a los enfermos y a los pobres, consolando al triste, o atendiendo a los encarcelados. No sorprende que a su muerte, tantos miles de personas se agolparan en las calles mientras su cuerpo era trasladado al lugar de su sepultura, a no más de media milla de aquí. Ciento veinte años después, una gran multitud se ha congregado de nuevo para celebrar el solemne reconocimiento eclesial de la excepcional santidad de este padre de almas tan amado. Qué mejor que expresar nuestra alegría de este momento que dirigiéndonos a nuestro Padre del cielo con sincera gratitud, rezando con las mismas palabras que el Beato John Henry Newman puso en labios del coro celestial de los ángeles:

"Sea alabado el Santísimo en el cielo,
sea alabado en el abismo;
en todas sus palabras el más maravilloso,
el más seguro en todos sus caminos".
(El Sueño de Gerontius)

[Traducción distribuida por la Santa Sede

© Libreria Editrice Vaticana]

sábado, 18 de septiembre de 2010

El Papa en Gran Bretaña: La Eucaristía, corazón de la Iglesia



Homilía en la catedral de Westminster

LONDRES, sábado 18 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación la homilía que el Papa pronunció hoy durante la Misa en la catedral católica de Westminster, dedicada a la Preciosísima Sangre de Cristo.

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Queridos amigos en Cristo

Os saludo a todos con alegría en el Señor y os doy las gracias por vuestra calurosa acogida. Agradezco al Arzobispo Nichols sus palabras de bienvenida de vuestra parte. Verdaderamente, en este encuentro entre el Sucesor de Pedro y los fieles de Gran Bretaña, "el corazón habla al corazón", gozándonos en el amor de Cristo y en la común profesión de la fe católica que nos viene de los Apóstoles. Me alegra especialmente que nuestro encuentro tenga lugar en esta catedral dedicada a la Preciosísima Sangre, que es el signo de la misericordia redentora de Dios derramada en el mundo por la pasión, muerte y resurrección de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo. De manera particular, saludo al Arzobispo de Canterbury, quien nos honra con su presencia.

Quien visita esta Catedral no puede dejar de sorprenderse por el gran crucifijo que domina la nave, que reproduce el cuerpo de Cristo, triturado por el sufrimiento, abrumado por la tristeza, víctima inocente cuya muerte nos ha reconciliado con el Padre y nos ha hecho partícipes en la vida misma de Dios. Los brazos extendidos del Señor parecen abrazar toda esta iglesia, elevando al Padre a todos los fieles que se reúnen en torno al altar del sacrificio eucarístico y que participan de sus frutos. El Señor crucificado está por encima y delante de nosotros como la fuente de nuestra vida y salvación, "sumo sacerdote de los bienes definitivos", como lo designa el autor de la Carta a los Hebreos en la primera lectura de hoy (Hb 9,11).

A la sombra, por decirlo así, de esta impactante imagen, deseo reflexionar sobre la palabra de Dios que se acaba de proclamar y profundizar en el misterio de la Preciosa Sangre. Porque ese misterio nos lleva a ver la unidad entre el sacrificio de Cristo en la cruz, el sacrificio eucarístico que ha entregado a su Iglesia y su sacerdocio eterno. Él, sentado a la derecha del Padre, intercede incesantemente por nosotros, los miembros de su cuerpo místico.

Comencemos con el sacrificio de la Cruz. La efusión de la sangre de Cristo es la fuente de la vida de la Iglesia. San Juan, como sabemos, ve en el agua y la sangre que manaba del cuerpo de nuestro Señor la fuente de esa vida divina, que otorga el Espíritu Santo y se nos comunica en los sacramentos (Jn 19,34; cf. 1 Jn 1,7; 5,6-7). La Carta a los Hebreos extrae, podríamos decir, las implicaciones litúrgicas de este misterio. Jesús, por su sufrimiento y muerte, con su entrega en virtud del Espíritu eterno, se ha convertido en nuestro sumo sacerdote y "mediador de una alianza nueva" (Hb 9,15). Estas palabras evocan las palabras de nuestro Señor en la Última Cena, cuando instituyó la Eucaristía como el sacramento de su cuerpo, entregado por nosotros, y su sangre, la sangre de la alianza nueva y eterna, derramada para el perdón de los pecados (cf. Mc 14,24; Mt 26,28; Lc 22,20).

Fiel al mandato de Cristo de "hacer esto en memoria mía" (Lc 22,19), la Iglesia en todo tiempo y lugar celebra la Eucaristía hasta que el Señor vuelva en la gloria, alegrándose de su presencia sacramental y aprovechando el poder de su sacrificio salvador para la redención del mundo. La realidad del sacrificio eucarístico ha estado siempre en el corazón de la fe católica; cuestionada en el siglo XVI, fue solemnemente reafirmada en el Concilio de Trento en el contexto de nuestra justificación en Cristo. Aquí en Inglaterra, como sabemos, hubo muchos que defendieron incondicionalmente la Misa, a menudo a un precio costoso, incrementando la devoción a la Santísima Eucaristía, que ha sido un sello distintivo del catolicismo en estas tierras.

El sacrificio eucarístico del Cuerpo y la Sangre de Cristo abraza a su vez el misterio de la pasión de nuestro Señor, que continúa en los miembros de su Cuerpo místico, en la Iglesia en cada época. El gran crucifijo que aquí se yergue sobre nosotros, nos recuerda que Cristo, nuestro sumo y eterno sacerdote, une cada día a los méritos infinitos de su sacrificio nuestros proprios sacrificios, sufrimientos, necesidades, esperanzas y aspiraciones. Por Cristo, con Él y en Él, presentamos nuestros cuerpos como sacrificio santo y agradable a Dios (cf. Rm 12,1). En este sentido, nos asociamos a su ofrenda eterna, completando, como dice San Pablo, en nuestra carne lo que falta a los dolores de Cristo en favor de su cuerpo, que es la Iglesia (cf. Col 1,24). En la vida de la Iglesia, en sus pruebas y tribulaciones, Cristo continúa, según la expresión genial de Pascal, estando en agonía hasta el fin del mundo (Pensées, 553, ed. Brunschvicg).

Vemos este aspecto del misterio de la Sangre Preciosa de Cristo actualizado de forma elocuente por los mártires de todos los tiempos, que bebieron el cáliz que Cristo mismo bebió, y cuya propia sangre, derramada en unión con su sacrificio, da nueva vida a la Iglesia. También se refleja en nuestros hermanos y hermanas de todo el mundo que aun hoy sufren discriminación y persecución por su fe cristiana. También está presente, con frecuencia de forma oculta, en el sufrimiento de cada cristiano que diariamente une sus sacrificios a los del Señor para la santificación de la Iglesia y la redención del mundo. Pienso ahora de manera especial en todos los que se unen espiritualmente a esta celebración eucarística y, en particular, en los enfermos, los ancianos, los discapacitados y los que sufren mental y espiritualmente.

Pienso también en el inmenso sufrimiento causado por el abuso de menores, especialmente por los ministros de la Iglesia. Por encima de todo, quiero manifestar mi profundo pesar a las víctimas inocentes de estos crímenes atroces, junto con mi esperanza de que el poder de la gracia de Cristo, su sacrificio de reconciliación, traerá la curación profunda y la paz a sus vidas. Asimismo, reconozco con vosotros la vergüenza y la humillación que todos hemos sufrido a causa de estos pecados; y os invito a presentarlas al Señor, confiando que este castigo contribuirá a la sanación de las víctimas, a la purificación de la Iglesia y a la renovación de su inveterado compromiso con la educación y la atención de los jóvenes. Agradezco los esfuerzos realizados para afrontar este problema de manera responsable, y os pido a todos que os preocupéis de las víctimas y os compadezcáis de vuestros sacerdotes.

Queridos amigos, volvamos a la contemplación del gran crucifijo que se alza por encima de nosotros. Las manos de Nuestro Señor, extendidas en la Cruz, nos invitan también a contemplar nuestra participación en su sacerdocio eterno y por lo tanto nuestra responsabilidad, como miembros de su cuerpo, para que la fuerza reconciliadora de su sacrificio llegue al mundo en que vivimos. El Concilio Vaticano II habló elocuentemente sobre el papel indispensable que los laicos deben desempeñar en la misión de la Iglesia, esforzándose por ser fermento del Evangelio en la sociedad y trabajar por el progreso del Reino de Dios en el mundo (cf. Lumen gentium, 31; Apostolicam actuositatem, 7). La exhortación conciliar a los laicos, para que, en virtud de su bautismo, participen en la misión de Cristo, se hizo eco de las intuiciones y enseñanzas de John Henry Newman. Que las profundas ideas de este gran inglés sigan inspirando a todos los seguidores de Cristo en esta tierra, para que configuren su pensamiento, palabra y obras con Cristo, y trabajen decididamente en la defensa de las verdades morales inmutables que, asumidas, iluminadas y confirmadas por el Evangelio, fundamentan una sociedad verdaderamente humana, justa y libre.

Cuánto necesita la sociedad contemporánea este testimonio. Cuánto necesitamos, en la Iglesia y en la sociedad, testigos de la belleza de la santidad, testigos del esplendor de la verdad, testigos de la alegría y libertad que nace de una relación viva con Cristo. Uno de los mayores desafíos a los que nos enfrentamos hoy es cómo hablar de manera convincente de la sabiduría y del poder liberador de la Palabra de Dios a un mundo que, con demasiada frecuencia, considera el Evangelio como una constricción de la libertad humana, en lugar de la verdad que libera nuestra mente e ilumina nuestros esfuerzos para vivir correcta y sabiamente, como individuos y como miembros de la sociedad.

Oremos, pues, para que los católicos de esta tierra sean cada vez más conscientes de su dignidad como pueblo sacerdotal, llamados a consagrar el mundo a Dios a través de la vida de fe y de santidad. Y que este aumento de celo apostólico se vea acompañado de una oración más intensa por las vocaciones al orden sacerdotal, porque cuanto más crece el apostolado seglar, con mayor urgencia se percibe la necesidad de sacerdotes; y cuanto más profundizan los laicos en la propia vocación, más se subraya lo que es propio del sacerdote. Que muchos jóvenes en esta tierra encuentren la fuerza para responder a la llamada del Maestro al sacerdocio ministerial, dedicando sus vidas, sus energías y sus talentos a Dios, construyendo así un pueblo en unidad y fidelidad al Evangelio, especialmente a través de la celebración del sacrificio eucarístico.

Queridos amigos, en esta catedral de la Preciosísima Sangre, os invito una vez más a mirar a Cristo, que inicia y completa nuestra fe (cf. Hb 12,2). Os pido que os unáis cada vez más plenamente al Señor, participando en su sacrificio en la cruz y ofreciéndole un "culto espiritual" (Rm 12,1) que abrace todos los aspectos de nuestra vida y que se manifieste en nuestros esfuerzos por contribuir a la venida de su Reino. Ruego para que, al actuar así, os unáis a la hilera de los creyentes fieles que a lo largo de la historia del cristianismo en esta tierra han edificado una sociedad verdaderamente digna del hombre, digna de las más nobles tradiciones de vuestra nación.

[©Copyright 2010 - Libreria Editrice Vaticana]



El mes de septiembre nos habla de una referencia especial a los jóvenes, es el comienzo de la primavera y ellos celebran el día del estudiante. Toda la vida del hombre, en cuanto ser espiritual creado por Dios, presenta deseos de felicidad y plenitud. Esta dimensión tan humana adquiere en la relación de Jesucristo con los jóvenes un rasgo particular. El Evangelio, en cuanto proyecto de vida, es un hoy que no se agota en el presente, sino que tiene horizontes de vida plena que lo hace fuente de plenitud y camino de esperanza.

El encuentro con Jesucristo es, precisamente, el comienzo de este camino. El Evangelio nos presenta esta propuesta a modo de una relación que, sin ser exclusiva, es privilegiada entre Jesucristo y los jóvenes.

Estamos acostumbrados a ver en las imágenes de los primeros discípulos los rostros de hombres maduros, sin embargo eran jóvenes cuando fueron llamados por el Señor. Ellos, en ese encuentro, descubrieron un proyecto de vida que los involucraba. El llamado incluía una misión. No podríamos pensar la obra de Jesucristo sin la presencia de hombres jóvenes, que asumieron un proyecto que comprometía sus vidas. Son muchos los textos del evangelio que nos permiten hacer esta afirmación. Es común citar, al respecto, el primer capítulo del evangelio de san Juan donde se nos muestran los primeros encuentros con Jesucristo. No podríamos pensar el futuro del Evangelio como camino que da sentido a la vida del hombre, sin la presencia de jóvenes que asuman este proyecto. Esto para la Iglesia es una pregunta desafiante. Diría que Jesucristo no sólo se encuentra a gusto con los jóvenes, sino que los necesita para llevar adelante su proyecto. Una Iglesia sin jóvenes, podríamos decir, es una Iglesia sin futuro.

El plantear el Evangelio en términos de camino y de proyecto de vida es lo que hace a Jesucristo alguien cercano a los jóvenes. Además, el contenido de esta Vida Nueva es la que despierta en ellos el entusiasmo para seguirlo; pienso que el joven encuentra una sintonía de sentido, reconoce algo grande que ya estaba esperando. Algo semejante le habría pasado al joven Agustín, luego san Agustín, cuando al encontrarse con Jesús a través del Evangelio le dijo: "Señor, mi corazón estaba inquieto hasta que no te encontró a ti" (Conf). Jesucristo no era alguien ajeno a su vida e ideales, sino el camino y la verdad que esperaba. Cuando este encuentro se da todo cambia, ha encontrado, en el decir del mismo Jesús, el tesoro que da sentido a todo. Por ello es comprensible la respuesta que le da san Pedro a Jesús cuando le pregunta a los discípulos, a dónde quieren ir, y él, en nombre de ellos, responde: "Señor, ¿a quién iremos? Sólo tú tienes palabras de vida eterna" (Jn. 6, 68). Cuánto dolor me causa ver el desconocimiento que muchos jóvenes tienen de Jesucristo. ¿Lo hemos predicado bien?, me pregunto. Creo que deberíamos revisar nuestras estructuras, espacios y actitudes.

Queridos jóvenes, uniéndome a la alegría de este día, he querido compartir con ustedes lo que creo es la mejor la noticia que les puedo trasmitir: Jesucristo vino para estar con ustedes y dar sentido a sus vidas. Traten de encontrarlo. Reciban junto a mi afecto y oración, mi bendición de Padre y amigo en el Señor.


Mons. José María Arancedo

Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

viernes, 17 de septiembre de 2010

San Roberto Bellarmino, Obispo y Doctor de la Iglesia


Este santo ha sido uno de los más valientes defensores de la Iglesia Católica contra los errores de los protestantes. Sus libros son tan sabios y llenos de argumentos convincentes, que uno de los más famosos jefes protestantes exclamó al leer uno de ellos: "Con escritores como éste, estamos perdidos. No hay cómo responderle".

San Roberto nació en Monteluciano, Toscana (Italia), en 1542. Su madre era hermana del Papa Marcelo II. Desde niño dio muestras de poseer una inteligencia superior a la de sus compañeros y una memoria prodigiosa. Recitaba de memoria muchas páginas en latín, del poeta Virgilio, como si las estuviera leyendo. En las academias y discusiones públicas dejaba admirados a todos los que lo escuchaban. El rector del colegio de los jesuitas en Montepulciano dejó escrito: "Es el más inteligente de todos nuestros alumnos. Da esperanza de grandes éxitos para el futuro".

Por ser sobrino de un Pontífice podía esperar obtener muy altos puestos y a ello aspiraba, pero su santa madre lo fue convenciendo de que el orgullo y la vanidad son defectos sumamente peligrosos y cuenta él en sus memorias: "De pronto, cuando más deseoso estaba de conseguir cargos honoríficos, me vino de repente a la memoria lo muy rápidamente que se pasan los honores de este mundo y la cuenta que todos vamos a tener que darle a Dios, y me propuse entrar de religioso, pero en una comunidad donde no fuera posible ser elegido obispo ni cardenal. Y esa comunidad era la de los padres jesuitas". Y así lo hizo. Fue recibido de jesuita en Roma en 1560, y detalles de los insondables misterios de Dios: él entraba a esa comunidad para no ser elegido ni obispo ni cardenal (porque los reglamentos de los jesuitas les prohibían aceptar esos cargos) y fue el único obispo y cardenal de los Jesuitas en ese tiempo.

Uno de los peores sufrimientos de San Roberto durante toda la vida fue su mala salud. En él se cumplía lo que deseaba San Bernardo cuando decía: "Ojalá que los superiores tengan una salud muy deficiente, para que logren comprender a los débiles y enfermos". Cada par de meses tenían que enviar a Roberto a las montañas a descansar, porque sus condiciones de salud eran muy defectuosas. Pero no por eso dejaba de estudiar y de prepararse.

Ya de joven seminarista y profesor, y luego como sacerdote, Roberto Bellarmino atraía multitudes con sus conferencias, por su gran sabiduría y por la facilidad de palabra que tenía y sus cualidades para convencer a los oyentes. Sus sermones fueron extraordinariamente populares desde el primer día. Los oyentes decían que su rostro brillaba mientras predicaba y que sus palabras parecían inspiradas desde lo alto.

Bellarmino ejercía verdadera atracción en sus numerosos oyentes. Un superior enviado desde Roma para que le oyera los sermones que predicaba en Lovaina, escribía luego: "Nunca en mi vida había oído hablar a un hombre tan extraordinariamente bien, como habla el padre Roberto".

Era el predicador preferido por los universitarios en Lovaina, París y Roma. Profesores y estudiantes se apretujaban con horas de anticipación junto al sitio donde él iba a predicar. Los templos se llenaban totalmente cuando se anunciaba que era el Padre Bellarmino el que iba a predicar. Hasta se subían a las columnas para lograr verlo y escucharlo.

Al principio los sermones de Roberto estaban llenos de frases de autores famosos, y de adornos literarios, para aparecer como muy sabio y literato. Pero de pronto un día lo enviaron a hacer un sermón, sin haberle anunciado con anticipación, y él sin tiempo para prepararse ni leer, se propuso hacer esa predicación únicamente con frases de la Biblia (la cual prácticamente se sabía de memoria) y el éxito fue fulminante. Aquel día consiguió más conversiones con su sencillo sermón bíblico, que las que había obtenido antes con todos sus sermones literarios. Desde ese día cambió totalmente su modo de predicar: de ahora en adelante solamente predicará con argumentos tomados de la Sagrada Escritura, no buscando aparecer como sabio, sino transformar a los oyentes. Y su éxito fue asombroso.

Después de haber sido profesor de la Universidad de Lovaina y en varias ciudades más, fue llamado a Roma, para enseñar allá y para ser rector del colegio mayor que los Padres Jesuitas tenían en esa capital. Y el Sumo Pontífice le pidió que escribiera un pequeño catecismo, para hacerlo aprender a la gente simple. Escribió entonces el Catecismo Resumido, el cual ha sido traducido a 55 idiomas, y ha tenido 300 ediciones en 300 años (una por año) éxito únicamente superado por la Biblia y por la Imitación de Cristo. Luego redactó el Catecismo Explicado, y pronto este su nuevo catecismo estuvo en las manos de sacerdotes y catequistas en todos los países del mundo. Durante su vida logró ver veinte ediciones seguidas de sus preciosos catecismos.

Se llama controversia a una discusión larga y repetida, en la cual cada contendiente va presentando los argumentos que tiene contra el otro y los argumentos que defienden lo que él dice.

Los protestantes (evangélicos, luteranos, anglicanos, etc.) habían sacado una serie de libros contra los católicos y estos no hallaban cómo defenderse. Entonces el Sumo Pontífice encomendó a San Roberto que se encargara en Roma de preparar a los sacerdotes para saber enfrentarse a los enemigos de la religión. El fundó una clase que se llamaba "Las controversias", para enseñar a sus alumnos a discutir con los adversarios. Y pronto publicó su primer tomo titulado así: "Controversias". En ese libro, con admirable sabiduría, pulverizaba lo que decían los evangélicos y calvinistas. El éxito fue rotundo. Enseguida aparecieron el segundo y tercer tomo, hasta el octavo, y los sacerdotes y catequistas de todas las naciones encontraban en ellos los argumentos que necesitaban para convencer a los protestantes de lo equivocados que están los que atacan nuestra religión. San Francisco de Sales cuando iba a discutir con un protestante llevaba siempre dos libros: la Biblia y un tomo de las Controversias de Bellarmino. En 30 años tuvieron 20 ediciones sus famosos libros.

El Santo Padre lo nombró obispo y cardenal y puso como razón para ello lo siguiente: "Éste es el sacerdote más sabio de la actualidad".

Bellarmino se negaba a aceptar tan alto cargo, diciendo que los reglamentos de la Compañía de Jesús prohiben aceptar títulos elevados en la Iglesia. El Papa le respondió que él tenía poder para dispensarlo de ese reglamento, y al fin le mandó aceptar el cardenalato. Tuvo que aceptarlo, pero siguió viviendo tan sencillamente y sin ostentación como lo había venido haciendo cuando era sacerdote.

Al llegar a las habitaciones de Cardenal en el Vaticano, quitó las cortinas lujosas que había en las paredes y las mandó repartir entre las gentes pobres, diciendo: "Las paredes no sufren de frío".

Los superiores Jesuitas le encomendaron que se encargara de la dirección espiritual de los jóvenes seminaristas, y San Roberto tuvo la suerte de contar entre sus dirigidos, a San Luis Gonzaga. Después, cuando Bellarmino se muera, dejará como petición que lo entierren junto a la tumba de San Luis, diciendo: "Es que fue mi discípulo".

En los últimos años pedía permiso al Sumo Pontífice y se iba a pasar semanas y semanas al noviciado de los Jesuitas, y allá se dedicaba a rezar y a obedecer tan humildemente como si fuera un sencillo novicio.

En la elección del nuevo Sumo Pontífice, el cardenal Bellarmino tuvo 14 votos, la mitad de los votantes. Quizá no le eligieron por ser Jesuita (pues estos padres tenían muchos enemigos). El rezaba y fervorosamente a Dios para que lo librara de semejante cargo tan difícil, y fue escuchado.

Poco antes de morir escribió en su testamento que lo poco que tenía se repartiera entre los pobres (lo que dejó no alcanzó sino para costear los gastos de su entierro). Que sus funerales fueran de noche (para que no hubiera tanta gente) y se hicieran sin solemnidad. Pero a pesar de que se le obedeció haciéndole los funerales de noche, el gentío fue inmenso y todos estaban convencidos de que estaban asistiendo al entierro de un santo.

Murió el 17 de septiembre de 1621. Su canonización se demoró mucho porque había una escuela teológica contraria a él, que no lo dejaba canonizar. Pero el Sumo Pontífice Pío XI lo declaró santo en 1930, y Doctor de la Iglesia en 1931.

Antiguamente se lo festejaba el 13 de mayo, en la actualidad su fiesta es el 17 de septiembre, día de su nacimiento al Reino de Dios.

ORACIÓN
Señor Dios,
tú que para defender la fe de la Iglesia
y promover su renovación espiritual,
diste a San Roberto Bellarmino
una ciencia y una fortaleza admirables,
concédenos,
por la intercesión de este insigne
doctor de la Iglesia,
conservar y vivir siempre
en toda su integridad el mensaje evangélico
al que él consagró toda su vida.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Amén.

Peregrinación Juvenil a Guadalupe 2010



A los Párrocos, Asesores y Responsables de Movimientos e Instituciones de Pastoral de Juventud:

Con motivo de la Peregrinación Juvenil a Guadalupe, que todos los jóvenes de la Arquidiócesis seremos protagonistas el próximo Sábado 18 de Septiembre a las 18 hs., hacemos llegar a ustedes el "SUBSIDIO" que habitualmente se envía a los fines de prepararnos, a través de la formación y oración, para tal acontecimiento.

Además, este año convocamos a los peregrinos, según su decanato o movimiento, a sumarse al pedido que detallamos a continuación. Es muy importante colaborar en este aspecto, para así todos podamos ser testimonio de hijo de una misma Madre, y transformar esta peregrinación en un gran mensaje de Amor con la Alegría que nos caracteriza como jóvenes cristianos.

Aprovechamos la oportunidad para saludarlos en María que pronto nos espera en su casa de Guadalupe.

En primer lugar se pide que cada parroquia asista con sus grupos Juveniles identificados con el color que a continuación se le asigna según sus decanatos. Tener en cuenta que los movimientos tienen un color especifico.

El modo de identificarse es a elección (pueden ser con porras, pecheras, globos, bandera, ect.).

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Color Rojo: Decanato Centro y Decanato Noroeste
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Color Azul: Decanato Sudoeste y Decanato La Capital Norte
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Color Verde: Decanato Norte y Decanatos del Interior
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Color Amarillo: Decanato Noreste y Decanato Santo Tome.
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Color Violeta: Movimientos

Por otra parte, cada peregrino deberá llevar un cartel tamaño A4 con la respuesta a la pregunta: ¿Por qué rezas?

Tener en cuenta que los pedidos serán importantes para realizar las dinámicas que están previstas para el recorrido.