Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



A todos los que ingresen a esta página:


*** BIENVENIDOS ***

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:: Homilías ::

(Clickear sobre la Biblia para leer las lecturas)


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viernes, 30 de diciembre de 2011

Sagrada Familia

Sagrada Familia de Nazareth:
Enséñanos el recogimiento, la interioridad;
danos la disposición de escuchar las buenas inspiraciones
y las palabras de los buenos maestros.
Enséñanos la necesidad del trabajo de reparación,
del estudio, de la vida interior personal y de la oración,
que sólo Dios ve en lo secreto.
Enséñanos lo que es la familia, su comunión de amor,
su belleza simple y austera,
su carácter sagrado e inviolable.

Amén.

jueves, 29 de diciembre de 2011

Simeón ve cumplida la promesa de Dios

"La presentación de Jesús en el Templo", de Giotto


Lc 2, 22-35
Cuando se cumplieron los días de la purificación de María, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: "Todo varón primogénito será consagrado al Señor", y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor. Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor.

Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: "Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel". Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de Él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: "Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones".


Reflexión

No era necesario que María fuese a purificarse, pues era Inmaculada. Tampoco hacía falta presentar al Niño en el Templo, pues era más correcto que el Templo se presentase ante el mismo Dios hecho hombre. Pero así quisieron hacerlo José y María, por obediencia a la Ley.
Hay aquí una lección de humildad. No querían los padres escapar a ningún precepto de la Ley de Moisés. Simplemente amaban a Dios con toda el alma y querían obedecerle hasta en los mínimos detalles. No se sentían obligados, obedecían por puro amor.
Descubrimos también la condición social de José. La Ley prescribía el sacrificio de un cordero para las familias con más recursos económicos, o un par de tórtolas si eran pobres.
La sencilla acción de José y María tuvo una repercusión trascendental en la vida del anciano Simeón y de la profetisa Ana. De esta manera cumplió Dios lo que había prometido al justo y piadoso Simeón por una revelación particular del Espíritu Santo por la que “no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor”.
Podemos concluir esta meditación reflexionando sobre la importancia que tiene para los demás nuestra fidelidad a Dios en todo. Cumplir con nuestros deberes religiosos es fuente de bendiciones para los demás. Aunque no sea esa nuestra intención, podemos cambiar la vida de otras personas, como le sucedió a Simeón cuando la Virgen y su esposo acudieron al Templo.

Fuente: catholic.net

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Santos Niños Inocentes


Dios hace fracasar los planes de los malvados

Hoy celebramos la fiesta de los Niños Inocentes que mandó matar el cruel rey Herodes.

Nos cuenta el evangelio de Mateo que unos Magos llegaron a Jerusalén preguntando dónde había nacido el futuro rey de Israel, pues habían visto aparecer su estrella en el Oriente, y recordaban la profecía del Antiguo Testamento que decía: "Cuando aparezca una nueva estrella en Israel, es que ha nacido un nuevo rey que reinará sobre todas las naciones" (Nm 24, 17) y por eso habían venido de sus lejanas tierras a adorar al recién nacido.

Dice Mateo que Herodes se asustó mucho con esta noticia y la ciudad de Jerusalén se conmovió ante el anuncio tan importante de que ahora sí había nacido el rey que iba a gobernar el mundo entero. Herodes era tan terriblemente celoso contra cualquiera que quisiera reemplazarlo en el puesto de gobernante del país que había asesinado a dos de sus esposas y asesinó también a varios de sus hijos, porque tenía temor de que pudieran tratar de reemplazarlo por otro rey. Llevaba muchos años gobernando de la manera más cruel y feroz, y estaba resuelto a mandar matar a todo el que pretendiera ser rey de Israel. Por eso la noticia de que acababa de nacer un niñito que iba a ser rey poderosísimo, lo llenó de temor y dispuso tomar medidas para precaverse.

Herodes mandó llamar a los especialistas en la Sagrada Escritura (a los Sumos Sacerdotes y a los escribas) y les preguntó en qué sitio exacto tenía que nacer el rey de Israel que habían anunciado los profetas. Ellos le contestaron: "Tiene que ser en Belén, porque así lo anunció el profeta Miqueas diciendo: "Y tú, Belén, no eres la menor entre las ciudades de Judá, porque de ti saldrá el jefe que será el pastor de mi pueblo de Israel" (Miq 5, 1).

Nacimiento de nuestro SeñorEntonces Herodes se propuso averiguar exactamente dónde estaba el niño, para después mandar a sus soldados a que lo mataran. Y fingiendo todo lo contrario, y demostrando interés, les dijo a los Magos: "Vayan y se informan bien acerca de ese niño, y cuando lo encuentren vienen y me informan, para ir yo también a adorarlo". Los magos se fueron a Belén guiados por la estrella que se les apareció otra vez, al salir de Jerusalén, y llenos de alegría encontraron al Niño Jesús junto a la Virgen María y San José; lo adoraron y le ofrecieron sus regalos de oro, incienso y mirra.

Y sucedió que en sueños recibieron un aviso de Dios de que no volvieran a Jerusalén y regresaron a sus países por otros caminos, y el rey Herodes se quedó sin saber dónde estaba el recién nacido. Esto lo enfureció hasta el extremo.

Entonces rodeó con su ejército la pequeña ciudad de Belén, y mandó a sus soldados a que mataran a todos los niños menores de dos años, en la ciudad y sus alrededores. Y no es difícil imaginar la terrible angustia para los padres al ver que a sus casas llegaban los herodianos y ante sus ojos asesinaban a sus hijos tan queridos. Con razón el emperador César Augusto decía con burla que ante Herodes era más peligroso ser hijo (huios) que cerdo (hus), porque a los hijos los mataba sin compasión, en cambio a los cerdos no, porque entre los judíos esta prohibido comer carne de ese animal.

San Mateo dice que en ese día se cumplió lo que había profetizado Jeremías siglos antes: "Un griterío se oye en Ramá, es Raquel (la esposa de Israel) que llora a sus hijos, y no se quiere consolar, porque ya no existen" (Jer 31, 15).

Un ángel avisó a José en su sueño que saliera huyendo hacia Egipto, y así cuando llegaron los asesinos, ya no pudieron encontrar al niño que buscaban para matar. De este modo, Dios hizo fracasar los planes del malvado rey que se sintió inseguro y amenazado por el nacimiento de un niño.


Meditación de Santa Teresa Benedicta de la Cruz


"Los santos Inocentes, pobres como Cristo pobre"


No muy lejos del primer mártir [Esteban] se encuentran las «flores martyrum», las tiernas flores que fueron arrancadas antes que pudieran ofrecerse como víctimas. La piedad popular ha creído siempre que la gracia se adelantó al proceso natural y concedió a los niños inocentes la comprensión de lo que sucedería con ellos para hacerles capaces de entregarse libremente y asegurarse así el premio de los mártires. Sin embargo, ni aún así pueden equipararse al confesor consciente que con heroísmo se compromete en la causa de Cristo. Ellos se asemejan más bien a los corderos que, en su indefensa inocencia, «son llevados al matadero» (Is 53,7; Hch 8,32).

De este modo son la imagen de la pobreza más extrema. No poseen más riqueza que su vida. Y ésta también se les quita, sin que ellos opongan resistencia. Ellos rodean el pesebre para indicarnos cual es la mirra que hemos de ofrecer al Niño Dios: quien quiera pertenecerle totalmente, tiene que entregarse a Él sin reservas y abandonarse a la voluntad divina como esos niños.



martes, 27 de diciembre de 2011

San Juan Apóstol


Comentario del Evangelio por:

Santa Teresa-Benedicta de la Cruz [Edith Stein] (1891-1942), carmelita descalza, copatrona de Europa
Meditación para el 6 de enero 1941

«Sabemos que su testimonio es verdadero»


El Redentor tampoco quiere que falte en el pesebre quien en vida le fue particularmente querido: el discípulo que Jesús amaba (Jn 13,23). El se nos presenta como la imagen de la pureza virginal. Porque era puro, agradó al Señor. El se apoyó sobre el pecho de Jesús y allí fue iniciado en los misterios del corazón divino (Jn 13,25). Al igual que el Padre del Cielo dio testimonio de su Hijo cuando dijo: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco, escúchenlo» (Mc 9,7), así parece señalarnos el Niño Dios a su discípulo amado y decirnos: «ningún incienso me es tan grato como la entrega de un corazón puro. Escuchen a aquel que pudo ver a Dios porque tenía un corazón puro» (Mt 5,8).

Nadie ha contemplado tan profundamente los abismos escondidos de la vida divina como él. Por eso él proclama solemnemente y secretamente el misterio del eterno nacimiento del Verbo divino. El experimentó las luchas del Señor tan de cerca como sólo lo puede hacer un alma que ama esponsalmente. Cuidadosamente ha guardado y nos ha transmitido testimonios en los cuales el Redentor confesó su divinidad, frente a amigos y enemigos... Por él sabemos qué parte nos corresponde en la vida de Cristo y en la vida del Dios Trinitario...

Juan junto al pesebre nos dice: miren lo que se concede a quien se entrega a Dios con corazón puro. Estos participarán de la total e inagotable plenitud de la vida humano-divina de Cristo como recompensa real. Vengan y beban de las fuentes de agua viva que el Salvador abre a los sedientos y que continúan manando en la vida eterna (Jn 7,37; 3,14). La Palabra se hizo carne y está ante nosotros bajo la forma de un niño recién nacido.

lunes, 26 de diciembre de 2011

San Esteban, diácono y protomártir

Esteban, diácono
Mártir de Cristo


Meditación de Santa Teresa Benedicta de la Cruz (1891-1942)
Carmelita descalza, mártir, copatrona de Europa



San Esteban ofrece su vida, como oro, al niño Jesús

Como más cercano a la fiesta del Salvador recién nacido, está san Esteban. ¿Qué es lo que ha proporcionado al primer testigo de sangre del crucificado este lugar de honor? El realizó con entusiasmo juvenil lo que dijo Cristo al venir al mundo: "Me has dado un cuerpo. Mira que he venido a cumplir tu voluntad" (Hb 10,5-7). Ejercitó la obediencia perfecta, que tiene su raíz en el amor y en el amor que se manifiesta.

Siguió al Señor en aquello que naturalmente resulta, quizás, lo más difícil para el corazón humano, tanto que parece imposible: cumplir con el mandamiento del amor a los enemigos como hizo el mismo Salvador. El Niño del pesebre, que ha venido a cumplir en plenitud la voluntad del Padre hasta la muerte en la cruz, ve en su espíritu a todos los que le van a seguir por ese camino. Su corazón palpita por el primer discípulo que será esperado en el trono del Padre con la palma del martirio. Su manecita nos lo presenta como a nuestro modelo y como si dijera: "Miren el oro que yo espero de ustedes".


domingo, 25 de diciembre de 2011

Homilía Dominical

Vino a los suyos y los suyos no la recibieron. Así nos habla el Evangelio de hoy acerca del misterio del Dios hecho hombre. Los suyos, aquellos que fuimos hechos por Él y para Él, no lo recibieron. El pecado y la huella que deja en nuestra humanidad hacen que vivamos preocupados de nosotros mismos y nos cerremos a Aquél que le da sentido a nuestra existencia. No obstante Dios encuentra un resquicio para poder entrar en el mundo creado por Él y salvarlo. El corazón de los pobres, el de los pastores que reciben la buena noticia del Ángel en el corazón de la noche. El lado pobre de nuestro corazón en el que, en medio de nuestro dolor, somos capaces de confesar que necesitamos la alegría que nos viene de la bondad de Dios.

Sólo si nos acercamos al pesebre con nuestro corazón pobre seremos capaces de entender la señal: el Amor que encierra este Niño que abrazó la pobreza por mí. Y entenderemos también que en realidad viene a hacernos ricos: a todos los que lo recibieron les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Nos ofrece al Dios Altísimo que quiere ser nuestro Padre y nos da fuerzas para luchar por un mundo de hermanos, donde los más importantes son los pequeños y el que quiera ser grande debe hacerse el último y el servidor de todos.

Y allí en el pesebre, encontraremos también a la Madre, que abraza con inmenso amor a su Hijo primogénito. Y que, como imagen de la Iglesia que somos nosotros, nos lo confía para que los sigamos ofreciendo al mundo y Él pueda seguir ganando hermanos y Ella hijos. ¿Y de qué manera concreta? En el mundo de hoy se va haciendo fuerte la tendencia a ver en el otro, desde el vientre materno en adelante, como una potencial amenaza a los propios derechos propios. Y ante este peligro hay que estar siempre prontos para la defensa: con los insultos, la agresión, los juicios o ¡la eliminación!

El Niño que debemos ofrecer enseña que el otro, aunque quizá enemigo circunstancial es un potencial hermano ante quien, antes que defendernos, hay que pensar en la colaboración que podemos prestarle para que encuentre el camino de la vida y del amor.

¡María, Madre del Señor y nuestra, que en esta Navidad recibamos a Jesús en lo profundo de nuestros corazones para que tengamos la fuerza de llevar a los demás la Buena Noticia de que Dios nos ama!

Hoy: Pesebre Viviente organizado por IAM


Domingo 25 de diciembre,

luego de la Misa vespertina.

¡ESTÁN TODOS INVITADOS!

sábado, 24 de diciembre de 2011

Navidad: ¡Dios con nosotros!

"Siendo Dios se hizo hombre,
y puso su morada entre nosotros."



"El misterio del hombre sólo se esclarece
en el misterio del Dios encarnado." (GS 22)


Contemplando el misterio del nacimiento de Jesús,
acerquémonos al Dios-con-nosotros,
para recorrer con Él el camino de nuestra vida
y colmarla así de pleno sentido.


¡FELIZ y SANTA NAVIDAD!

P. Daniel Gazze
y
Comunidad Parroquial de
Nuestra Señora de Belén

viernes, 23 de diciembre de 2011

La paradoja de la Navidad...


jueves, 22 de diciembre de 2011

Confesiones

Confesiones en la Parroquia

Viernes 23 de diciembre

Por la mañana: 9 a 12 hs.
Por la tarde: 17 a 20 hs.

Invitación

"Mi alma canta la grandeza del Señor"


"Mi alma canta la grandeza del Señor,
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,
porque el miró con bondad la pequeñez de su servidora.
En adelante todas las generaciones me llamarán feliz,
porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:
¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en generación
sobre aquellos que lo temen.
Desplegó la fuerza de su brazo y dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abraham y de su descendencia para siempre".


Este es el único “discurso” de María que se ha conservado hasta nuestros días: una oración. De hecho, todos los “mariólogos” estudian cada una de las palabras del “Magníficat” para penetrar en la profundidad humana y espiritual de la Virgen.

¿Qué pensaba María de su propia vida? ¿Qué papel ocupaba Dios? ¿Son importantes los pobres para la Madre de los hombres? Todas estas cuestiones quedan resueltas al contemplar esta hermosa oración de María.

Ella sabe quién es y que todo lo que tiene se debe a la bondad de Dios. Si ella es grande es porque el Creador así lo ha querido. Siente por Él todo el amor que puede sentir una mujer por su esposo, pero comprende que al mismo tiempo es el Poderoso, el Santo, el que tiene infinita misericordia. Se toma a Dios realmente en serio. Porque sabe que Él es el dueño de la vida y de la historia, que puede colmar de bienes a los hambrientos y dejar sin nada a los ricos.

Sin embargo, hay una palabra que, curiosamente, se repite varias veces entre esas líneas: la humildad. Será porque quizás sea la virtud característica de la Virgen.

La humildad cristiana no consiste en considerarse poca cosa, lo último, lo peor, sino en saber que nuestra pequeñez unida a la grandeza de Dios lo puede todo, y que todo lo grande que somos y tenemos es don de Dios. Por este motivo, siendo María humilde, dijo que todas las generaciones le llamarán bienaventurada.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

"¡Bendita eres, María, entre todas las mujeres!"


En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!»
LA MIRADA DE ISABEL
("Contar a Jesús" Ed. CCS)


Apenas se oyó el sonido leve de sus sandalias sobre la grava de mi patio, el niño que llevo en las entrañas se estremeció dentro de mí.

-¡Shalom, Isabel!, había dicho ella, y su voz me llenó de una alegría desconocida en la que se desbordaba toda la energía del Espíritu.

Nos abrazamos en silencio y fue entonces cuando tuve el presentimiento de que no éramos sólo tres, ella, mi hijo y yo, quienes nos fundíamos en el abrazo. Cuando nos separamos, puso sus manos sobre mi vientre y me miró riendo al sentir los pies del niño que se movían con impaciencia dentro.

Nos sentamos a la sombra del limonero y le hablé largamente de los difíciles años de mi esterilidad, tejidos de desolación y de oscura vergüenza. Le conté que, lo mismo que Raquel, también yo había deseado mil veces decirle a Zacarías: "Dame hijos o me muero" (Gen 30,1), aunque sabía que, lo mismo que Isaac por Rebeca, también él rezaba por mí para que el Poderoso retirase mi afrenta.

Había pasado infinitas noches desahogando mi corazón ante el Señor como Ana, la madre de Samuel, suplicándole que remediara mi humillación (1Sm 1,10-16).

Y a pesar de que conocía la historia de Sara, también sonreí con incredulidad cuando Zacarías volvió mudo del santuario y trató de hacerme entender que nuestra oración había sido escuchada. No fui capaz de creerlo hasta que tuve la certeza de que en mi seno se había alumbrado la vida: el Señor se había acordado de mí lo mismo que de nuestras madres, y me había visitado con el don de la fecundidad. Por eso necesité esconderme muchos

meses: tenía que dar tiempo a mi corazón para agradecer en el silencio y la soledad que el Señor me hubiera desatado el sayal de luto para revestirme de fiesta.

Cuando terminé mi relato comenzó a hablar María y pude asomarme al brocal del pozo que escondía su misterio. Al escucharla, mis ojos deslumbrados sólo conseguían ver su rostro reflejado en el agua: contemplé la imagen resplandeciente de la llena de gracia y reconocí a la verdadera hija de Sión convocada a la alegría, a la elegida para ser el orgullo de nuestro pueblo.

La alabanza me nació de dentro: "¡Bendita seas entre todas las mujeres, bendito el fruto de tu vientre.! Dichosa tú que te has fiado de Dios como nuestro padre Abraham."

Recibió mis palabras como acoge el agua clara de un arroyo al sol que ilumina su fondo pero, al volver a hablar, me di cuenta de que deseaba hacerme ver a través de ella, el rostro de Otro.

-"No te pares en mí, Isabel, es a Él a quien tenemos que dirigir la bendición, al que se ha inclinado a mirar a la más pequeña de sus hijos, y en mí ha visto a todos los que como yo no poseen ni pueden nada y se apoyan solamente en Él. Porque cuando alguien confía en su amor, Él hace cosas grandes y lo sienta a su mesa, mientras que a los que se creen algo, los aleja de su presencia.

Yo sólo era una tierra vacía y pobre pero Él ha pronunciado sobre mí su palabra y, como en la primera mañana de la creación, ha hecho brillar la luz de un nombre nuevo, el del hijo que está creciendo dentro de mí. Dios se ha acercado tanto que nos pertenece como la semilla a la tierra que la ha hecho germinar.

Yo sólo podía decir: "Aquí estoy, hágase." y dejar atrás cualquier inquietud. No sé cómo va a suceder todo esto, pero estoy al amparo de su sombra y mis ojos están puestos en Él, como los de una esclava en las manos de su señora. (Sal 123,2)

Nos quedamos en silencio y de pronto sentí que acariciaba mis manos ásperas y rugosas y repetía:

-"Como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora"...

Anda, Isabel, dime dónde guardas el cántaro y no te muevas tú, que yo me voy a traer el agua para lavar la ropa.

Antes de atravesar el umbral se volvió hacia mí y dijo:

- "Aún no te he dicho el nombre de mi hijo: se va a llamar Jesús."

El nombre se quedó suspendido en el sosiego de la tarde y, mientras la miraba alejarse cantando, supe que ella era ahora la verdadera Arca de la Alianza y pensé que era aquí donde Zacarías tendría que realizar su ofrenda para que el aroma del incienso se mezclara con el de hierba segada, leña y pan recién hecho. Porque el Santo de Israel habitaba ya en otro santuario, en aquella muchacha que, con un cántaro al hombro, iba dejando a su paso un rastro de silencio y una algarabía de pájaros en los cipreses que bordean el camino hacia la fuente.

Dolores Aleixandre rscj

martes, 20 de diciembre de 2011

"Alégrate, llena de Gracia, el Señor está contigo"

lunes, 19 de diciembre de 2011

¿Qué le regalaríamos a Jesús hoy?

Mensaje de nuestro Obispo y Pastor,
Mons. José María Arancedo


Señor, ¡aumenta nuestra fe!


«No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno de Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, y a muchos de los hijos de Israel, les convertirá al Señor su Dios, e irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto

El Evangelista se preocupa, en esta lectura, de dejarnos una multiplicidad de datos históricos concretos: el reinado de Herodes, Zacarías, Isabel, la casta sacerdotal del grupo de Abías, el turno en el Templo de Jerusalén, la ofrenda del incienso en el Tabernáculo. Aquí debemos hacer un alto: los Evangelios no son crónicas historiográficas sino relatos teológicos, es decir, crónicas espirituales.

La abundancia de datos puntuales en la redacción por San Lucas es la de destacar que las promesas se cumplen, y que Dios actúa en situaciones y hechos concretos, decidiéndose la Salvación en lo profundamente humano, no en abstracciones ni en conceptos desencarnados y caducos.

Dios es un fiel cumplidor de lo que promete. Paga al contado sus compromisos, esos compromisos que adquiere por puro amor. Zacarías e Isabel eran estériles y de avanzada edad: a pesar de una vida intachable, eran mirados con cierto desprecio, pues el hecho de no poder tener descendencia -para su cultura- era signo de oprobio, condición vergonzosa. Un hijo había sido suplicado desde sus plegarias confiadas al Dios de Israel.

Y ese hijo vendría, y su venida sería maravillosa, fantástica, increíble: vendría en la vejez de ambos -padres casi abuelos-, y esa alegría de la familia que crece se magnificará pues ese hijo será muy especial, será un hombre de Dios, será un profeta que irá abriendo caminos a Aquel que todos esperaban.

Ellos suplicaron por un hijo que continuara su estirpe, y Dios hace gala de su desmesura, la ilógica de la Gracia: ese niño será Juan el Bautista, el más grande de todos. Es tiempo de cosas increíbles: rogamos por auxilio, por lograr pequeños mendrugos que nos salven, y Dios nos concede canastas y canastas llenas de pan bueno y abundante.

En el tiempo nuevo de la Gracia y la Misericordia, sucede entonces lo impensado: frente al anuncio del Mensajero, Zacarías enmudece hasta que su hijo nazca. El sacerdote calla, el Templo carece de palabras, mientras que en un sitio profano -sospechoso de paganismo e impureza- una muchacha pequeña e ignota recibe un anuncio similar y no se calla, y se alegra, y canta las maravillas del Dios que se hace Palabra y se hace vida en su interior.

Zacarías enmudece de desconfianza frente al anuncio hasta que el niño que ha de venir llegue a su vida. Quizás nosotros también, a veces, debamos hacer un viaje al silencio hasta que la vida nueva aparezca en nuestras vidas, hasta que la promesa y la liberación nos nazca.

Cuando prevalece la razón frente al corazón, es mejor callar. Cuando Dios interviene en la historia, en cada historia, en cada existencia, suceden cosas maravillosas y allí sí, la vida nueva nos vendrá a nacer a pesar de los moldes que a menudo queremos imponer.

Con Zacarías también nos callamos, y quedamos expectantes hasta que el que ha de venir llegue en su humildad y sencillez. María de Nazareth canta y habla por nosotros, Ella es la portadora de la Palabra entre el pueblo pequeño y pobre que espera más allá de toda esperanza
RR

domingo, 18 de diciembre de 2011

Homilía Dominical

En el último Domingo de Adviento la Iglesia nos hace escuchar el SÍ de la Virgen, el HÁGASE al designio de Dios de la Encarnación de su Hijo. Mucho podemos aprender de este SÍ de María para prepararnos a la celebración de la Navidad. Lo primero que nos enseña es que nuestra vida es respuesta a una invitación, que hemos sido creados para un diálogo de amor del que nosotros no hemos tenido la iniciativa. ¿A qué me invita el Señor en esta Navidad? Seguramente a ser más buenos, seguramente a hacer un poco más de lugar en mi vida a Jesús que se hace uno de nosotros para no ser lejano sino Amigo. La invitación concreta de todas maneras es particular. Hay que escucharla y responder personalmente a ella.

Hablando de escuchar, nos imaginamos a María en su diálogo con el Ángel en el silencio de su oración. Imposible discernir la voz de Dios en medio del barullo. Solamente podemos dar el Sí cuando hemos escuchado la invitación. Pero a ésta la sentiremos si, incluso en estos días de compras y despedidas de año, somos capaces de prestar atención a las cosas de Dios: la oración, la Misa, la Reconciliación.

La respuesta de la Virgen es del todo personal. También la nuestra ha de serlo. Nadie puede ni debe responder a Dios por mí. Sin embargo esa respuesta incumbe a todos. María da su Sí para que se realice el plan de la salvación ofrecida a todos. El Señor, si abro mi corazón a su amistad, también me invitará a hacerlo presente en el mundo. Injusticias, agresividad, indiferencias, son noticia todos los días. ¿Con qué pequeño gesto, pero realmente distinto a todo eso, Jesús me pide que sea hoy testigo de su Amor?

Cuando Dios invita siempre lo hace a grandes cosas. Si queremos aceptar, enseguida caeremos en la cuenta de que con nuestras fuerzas no será posible llevar a cabo lo que se nos pide. ¿Cómo puede ser eso? pregunta la Virgen, para luego abandonarse en el que le dará el Espíritu que realizará la obra. Decir que sí al Señor es siempre animarse a la confianza.

El HÁGASE de María, por último, es pronunciado con los sentimientos y emociones más nobles del corazón. Un Sí frío no tiene fuerzas para ir adelante. La Navidad es tiempo propicio para que Dios logre conmover nuestros corazones muchas veces gélidos para con Él. La ternura del Niño en el Pesebre llama a nuestra puerta… No obstante la respuesta de la Virgen no está condicionada por las emociones, está dispuesta a mantenerla incluso en la soledad de la Cruz.

¡María Inmaculada, la de la respuesta perfecta, contágianos la alegría decir que Sí!

sábado, 17 de diciembre de 2011

Nuestra Señora de Belén

¡Ruega por nosotros y nuestras familias!



Oh María,
tú que diste a luz a tu Hijo
en el Portal de Belén,
te pedimos que nos abraces y protejas
con el mismo amor
que le tuviste a Jesús en el Pesebre.
No permitas que el miedo,
la tristeza, las preocupaciones de la vida,
nos alejen de vos y de tu amado Hijo.
Te pedimos que tus brazos maternales nos sostengan,
nos hagan sentir la alegría y
la calidez de tu protección
en los momentos de mayor dificultad.
Nuestra Señora de Belén,
ruega por nosotros.
Amén

jueves, 15 de diciembre de 2011

Cronograma de celebraciones



FIESTA PATRONAL
17 de diciembre


Triduo

  • Miércoles 14/12/11

18.30 hs. Misión casa por casa en la zona de la Escuela N° 39

19.30 hs. Rezo comunitario del Santo Rosario en la Escuela N° 39


  • Jueves 15/12/11
18.30 hs. Meditación y adoración de la Eucaristía

19.30 hs. Celebración de la Santa Misa

  • Viernes 16/12/11
18.30 hs. Misión casa por casa en la zona de La Toma

19.30 hs. Rezo comunitario del Santo Rosario en la plaza ubicada en Los Ibirá Pitá y Los Alerces (al lado de la toma de agua)

  • Sábado 17/12/11
18.30 hs. Procesión por las calles de la zona

19.30 hs. Celebración de la Santa Misa

21.00 hs. Cena en el patio de la Parroquia a la canasta. También se podrán comprar hamburguesas y bebidas.


  • Domingo 18/12/11

Misas a las 10 hs. y 20 hs.

## ## ## ##

¡Nuestra Señora de Belén
nos espera!

miércoles, 14 de diciembre de 2011

San Juan de La Cruz, Doctor de la Iglesia

Fray Juan,
Maestro en la Ciencia de la Cruz

A los 21 años fue recibido como religioso en la comunidad de Padres Carmelitas, y obtuvo el permiso de observar la regla con toda la exactitud posible sin buscar excepciones en nada. Al ser ordenado sacerdote en 1567, pidió a Dios como especial regalo que lo conservara siempre en gracia y sin pecado y que pudiera sufrir con todo valor y con mucha paciencia toda clase de dolores, penas y enfermedades.

Santa Teresa había fundado la comunidad de las Hermanas Carmelitas Descalzas y deseaba fundar también una comunidad de Padres Carmelitas que se dedicara a observar la regla con la mayor exactitud posible. Mientras tanto nuestro santo le pedía a Dios que le iluminara un modo de vivir tan fervoroso que lo llevara pronto a la santidad. Y he aquí que al encontrarse los dos santos, descubrió Santa Teresa que éste era el indicado para empezar su nueva comunidad y con otros dos frailes fundó su nueva comunidad de Carmelitas Descalzos. Los envió a vivir a un convento muy pobre, llamado Duruelo.

Al fundar su nuevo convento en Salamanca, fue nombrado como rector Fray Juan de la Cruz, dedicándose con todas sus fuerzas al apostolado.

Dios le había concedido una cualidad especial: la de saber enseñar el método para llegar a la santidad. Y eso que enseñaba de palabra a personas que dirigía, lo fue escribiendo y resultaron unos libros tan importantes que le han conseguido que el Sumo Pontífice lo haya declarado Doctor de la Iglesia. Algunos de sus libros más famosos son: "La subida del Monte Carmelo", y "La noche oscura del alma".

Como poeta ha sido admirado por siglos a causa de la musicalidad de sus poesías y de la belleza de sus versos. Es muy popular su "Cántico Espiritual".

Después de tres meses de sufrimientos muy agudos, el santo murió el 14 de diciembre del año 1591. Apenas tenía 49 años.

Su escuela: la Cruz de Cristo


Del Cántico espiritual de san Juan de la Cruz, presbítero

Por más misterios y maravillas que han descubierto lo santos doctores y entendido las santas almas en este estado de vida, les quedó todo lo más por decir y aun por entender, y así hay mucho que ahondar en Cristo, porque es como una abundante mina con muchos senos de tesoros, que, por más que ahonden, nunca les hallan fin ni término, antes van hallando en cada seno nuevas venas de nuevas riquezas acá y allá.

Que, por eso, dijo san Pablo del mismo Cristo, diciendo: En Cristo moran todos los tesoros y sabiduría escondidos. En los cuales el alma no puede entrar ni llegar a ellos, si, como habemos dicho, no pasa primero por la estrechura del padecer interior y exterior a la divina Sabiduría.

Porque, aun a lo que en esta vida se puede alcanzar de estos misterios de Cristo, no se puede llegar sin haber padecido mucho y recibido muchas mercedes intelectuales y sensitivas de Dios, y habiendo precedido mucho ejercicio espiritual, porque todas estas mercedes son más bajas que la sabiduría de los misterios de Cristo, porque todas son como disposiciones para venir ella.

¡Oh, si se acabase ya de entender cómo no se puede llegar a la «espesura» y sabiduría de «las riquezas de Dios», que son de muchas maneras, si no es entrando en la «espesura del padecer» de muchas maneras, poniendo en eso el alma su consolación y deseo! ¡Y cómo el alma que de veras desea sabiduría divina desea primero el padecer para entrar en ella, en la «espesura de la cruz»!

Que, por eso, san Pablo amonestaba a los de Éfeso que no desfalleciesen en las tribulaciones, que estuviesen bien fuertes y arraigados en la caridad, para que pudiesen comprender, con todos los santos, qué cosa sea la anchura y la longura y la altura y la profundidad, y para saber también la supereminente caridad de la ciencia de Cristo, para ser llenos de todo henchimiento de Dios.

Porque, para entrar en estas riquezas de su sabiduría, la puerta es la cruz, que es angosta. Y desear entrar por ella es de pocos; mas desear los deleites a que se viene por ella es de muchos.



Oración


Oh Dios, que inspiraste a San Juan un amor extraordinario a la cruz y a la renuncia de sí mismo, concédenos seguir intensamente su ejemplo, para alcanzar la gloria eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

martes, 13 de diciembre de 2011

Que nuestra conversión sea evidente


«Vino a ustedes Juan Bautista, viviendo justamente,
y no han creído en su palabra»

Juan Bautista enseña con palabras y obras. Verdadero maestro, que muestra con su ejemplo lo que afirma con su lengua. La sabiduría hace al maestro, pero es la conducta lo que da la autoridad. Enseñar con obras es la única regla de aquellos que quieren instruir. Enseñar con palabras es la sabiduría; pero cuando se pasa a las obras, es virtud. El verdadero conocimiento está unido a la virtud: es ésta, solo ésta la que es divina y no humana...

En aquellos días, se manifiesta Juan Bautista, proclamando en el desierto de Judea: "Conviértanse, porque está cerca el reino de los cielos" (Mt 3,1-2). "Conviértanse" ¿Por qué no dice: " Alégrense"? "Alégrense, más bien, porque las realidades humanas dan paso a las divinas, las terrestres a las celestes, las temporales a las eternas, el mal al bien, la incertidumbre a la seguridad, la tristeza a la felicidad, las realidades perecederas a aquellas que permanecen para siempre. El reino de los cielos está cerca. Conviértanse".

Que tu conducta de conversión sea evidente.

San Pedro Crisólogo (v. 406-450), obispo y doctor de la Iglesia
Sermón 167

lunes, 12 de diciembre de 2011

480 años de las apariciones de María de Guadalupe

domingo, 11 de diciembre de 2011


sábado, 10 de diciembre de 2011

Democracia, política y bien común


Hoy se inicia un nuevo período constitucional de gobierno. Este hecho nos permite reflexionar sobre el sentido y la exigencia del bien común, como una realidad llamada a crecer lejos de: "intereses egoístas y posturas intransigentes que fragmentan y dividen" (Hacia un Bicentenario, 12). Es común definir la política como el "arte de lo posible", no está mal, pero temo que a veces sirva para justificar la "buena cintura".

Sería preferible definirla como el "arte del bien común", es decir, una actividad ordenada a crear las condiciones que hagan al desarrollo integral del hombre. No hay democracia posible, decíamos en Iglesia y Comunidad Nacional: "sin una leal convergencia de aspiraciones e intereses entre todos los sectores de la vida política con miras a armonizar el bien común, el bien sectorial y el bien personal, buscando una fórmula de convivencia y desarrollo de la pluralidad dentro de la unidad de objetivos fundamentales" (ICN. 127). Tal vez nos debemos un acuerdo sobre estos "objetivos".

Transitamos el tiempo celebrativo del Bicentenario: 2010-2016. Esto me lleva a volver a proponer algunas metas de aquel camino: "Hacia un Bicentenario en Justicia y Solidaridad". Ya el título es todo un programa. Es importante, ante todo, poner el acento en el valor insustituible de la persona. La integridad moral y coherencia del dirigente es un testimonio que debe animar y elevar por su ejemplaridad a la sociedad: "Todo líder para llegar a ser un verdadero dirigente ha de ser ante todo un testigo" (Ap. 394). Así como la política es parte de la ética social, la democracia, como forma de gobierno necesita de principios y valores que orienten su ejercicio: "Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto" (C.A. 46). El servicio de la política es la noble y necesaria mediación entre las ideas y la realidad. La ausencia de ella nos ha dejado heridas que aún debemos sanar. La calidad institucional, por otra parte, a través de la plena vigencia e independencia de los poderes: "es el camino más seguro para lograr la inclusión social" (n. 35).

Entre las metas que proponíamos en este camino hacia el Bicentenario me permito recordar algunas de ellas. "Recuperar, decíamos, el respeto por la familia y por la vida en todas sus formas". Familia y Vida son dos realidades que deben ser valoradas y acompañadas. El cuidado de toda vida humana define el nivel de una comunidad. Hay un cierto subjetivismo cultural que relativiza el valor y la exigencia moral que presenta esta realidad. ¡Qué triste, y que grave, cuando estamos ante la responsabilidad de tutelar el primer derecho de una vida naciente, y aparece la posibilidad del aborto como respuesta política! Debemos incluir en esta defensa de la vida el flagelo de la droga que avanza, y reclama una urgente y decidida acción. Debemos apostar, por otra parte, a un efectivo acompañamiento de la familia como primer ámbito donde se viven las relaciones de filiación y fraternidad, que son el marco natural que da solidez a la persona y sentido de pertenencia a una comunidad. La familia no es un discurso del pasado sino garantía de futuro en una sociedad libre.

También, decíamos: "Avanzar en la reconciliación entre sectores y en la capacidad de diálogo". No podemos crecer como sociedad sin apostar a una amistad social que incluya a todos. El espíritu de reconciliación debe animar nuestras relaciones. Si bien la reconciliación es el término de un proceso, a nivel de intención debe estar al principio. Ella necesita de la justicia, pero nos abre al horizonte de un camino nuevo y posible. Como actitud interior es un principio que sana y moviliza. Este es un desafío que aún, decíamos: "no hemos logrado construir en el transcurso de nuestra vida nacional" (33).  

Comprometiendo mi oración por todas las autoridades que asumen en estos días sus respectivas responsabilidades constitucionales, les hago llegar junto a mi respeto y deseo de buena gestión al servicio del bien común,  mi bendición en el Señor.

Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

viernes, 9 de diciembre de 2011

San Juan Diego

Juan Diego

Acrílico sobre tela de Jaime Domínguez Montes


Juan Diego Cuauhtlatoatzin (que significa: "Águila que habla" o "El que habla como águila"), un indio humilde, de la etnia indígena de los chichimecas, nació en torno al año 1474, en Cuauhtitlán, que en ese tiempo pertenecía al reino de Texcoco. Juan Diego fue bautizado por los primeros franciscanos, aproximadamente en 1524. En 1531, Juan Diego era un hombre maduro, como de unos 57 años de edad; edificó a los demás con su testimonio y su palabra; de hecho, se acercaban a él para que intercediera por las necesidades, peticiones y súplicas de su pueblo; ya “que cuanto pedía y rogaba la Señora del cielo, todo se le concedía”.

Juan Diego fue un hombre virtuoso, las semillas de estas virtudes habían sido inculcadas, cuidadas y protegidas por su ancestral cultura y educación, pero recibieron plenitud cuando Juan Diego tuvo el gran privilegio de encontrarse con la Madre de Dios, María Santísima de Guadalupe, siendo encomendado a portar a la cabeza de la Iglesia y al mundo entero el mensaje de unidad, de paz y de amor para todos los hombres; fue precisamente este encuentro y esta maravillosa misión lo que dio plenitud a cada una de las hermosas virtudes que estaban en el corazón de este humilde hombre y fueron convertidas en modelo de virtudes cristianas; Juan Diego fue un hombre humilde y sencillo, obediente y paciente, cimentado en la fe, de firme esperanza y de gran caridad.

Poco después de haber vivido el importante momento de las Apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe, Juan Diego se entregó plenamente al servicio de Dios y de su Madre, transmitía lo que había visto y oído, y oraba con gran devoción; aunque le apenaba mucho que su casa y pueblo quedaran distantes de la Ermita. Él quería estar cerca del Santuario para atenderlo todos los días, especialmente barriéndolo, que para los indígenas era un verdadero honor; como recordaba fray Gerónimo de Mendieta: “A los templos y a todas las cosas consagradas a Dios tienen mucha reverencia, y se precian los viejos, por muy principales que sean, de barrer las iglesias, guardando la costumbre de sus pasados en tiempos de su gentilidad, que en barrer los templos mostraban su devoción (aun los mismos señores).”

Juan Diego se acercó a suplicarle al señor Obispo que lo dejara estar en cualquier parte que fuera, junto a las paredes de la Ermita para poder así servir todo el tiempo posible a la Señora del Cielo. El Obispo, que estimaba mucho a Juan Diego, accedió a su petición y permitió que se le construyera una casita junto a la Ermita. Viendo su tío Juan Bernardino que su sobrino servía muy bien a Nuestro Señor y a su preciosa Madre, quería seguirle, para estar juntos; “pero Juan Diego no accedió. Le dijo que convenía que se estuviera en su casa, para conservar las casas y tierras que sus padres y abuelos les dejaron”.

Juan Diego manifestó la gran nobleza de corazón y su ferviente caridad cuando su tío estuvo gravemente enfermo; asimismo Juan Diego manifestó su fe al estar con el corazón alegre, ante las palabras que le dirigió Santa María de Guadalupe, quien le aseguró que su tío estaba completamente sano; fue un indio de una fuerza religiosa que envolvía toda su vida; que dejó sus casas y tierras para ir a vivir a una pobre choza, a un lado de la Ermita; a dedicarse completamente al servicio del templo de su amada Niña del Cielo, la Virgen Santa María de Guadalupe, quien había pedido ese templo para en él ofrecer su consuelo y su amor maternal a todos lo hombres y mujeres. Juan Diego tenía “sus ratos de oración en aquel modo que sabe Dios dar a entender a los que le aman y conforme a la capacidad de cada uno, ejercitándose en obras de virtud y mortificación.” También se nos refiriere en el Nican motecpana: “A diario se ocupaba en cosas espirituales y barría el templo. Se postraba delante de la Señora del Cielo y la invocaba con fervor; frecuentemente se confesaba, comulgaba, ayunaba, hacía penitencia, se disciplinaba, se ceñía cilicio de malla y escondía en la sombra para poder entregarse a solas a la oración y estar invocando a la Señora del cielo.”

Toda persona que se acercaba a Juan Diego tuvo la oportunidad de conocer de viva voz los pormenores del Acontecimiento Guadalupano, la manera en que había ocurrido este encuentro maravilloso y el privilegio de haber sido el mensajero de la Virgen de Guadalupe; como lo indicó el indio Martín de San Luis cuando rindió su testimonio en 1666: “Todo lo cual lo contó el dicho Diego de Torres Bullón a este testigo con mucha distinción y claridad, que se lo había dicho y contado el mismo Indio Juan Diego, porque lo comunicaba.” Juan Diego se constituyó en un verdadero misionero.

Cuando Juan Diego se casó con María Lucía, quien había muerto dos años antes de las Apariciones, habían escuchado un sermón a fray Toribio de Benavente en donde se exaltaba la castidad, que era agradable a Dios y a la Virgen Santísima, por lo que los dos decidieron vivirla; se nos refiere: “Era viudo: dos años antes de que se le apareciera la Inmaculada, murió su mujer, que se llamaba María Lucía. Ambos vivían castamente.” Como también lo testificó el P. Luis Becerra Tanco: “el indio Juan Diego y su mujer María Lucía, guardaron castidad desde que recibieron el agua del Bautismo Santo, por haber oído a uno de los primeros ministros evangélicos muchos encomios de la pureza y castidad y lo que ama nuestro Señor a las vírgenes, y esta fama fue constante a los que conocieron y comunicaron mucho tiempo estos dos casados”. Aunque esto no obsta de que Juan Diego haya tenido descendencia, sea antes del bautismo, sea por la línea de algún otro familiar; ya que, por fuentes históricas sabemos que Juan Diego efectivamente tuvo descendencia; sobre esto, uno de los principales documentos se conserva en el Archivo del Convento de Corpus Christi en la Ciudad de México, en el cual se declara: “Sor Gertrudis del Señor San José, sus padres caciques [indios nobles] Dn. Diego de Torres Vázquez y Da. María del la Ascención de la región di Xochiatlan […] y tenida por descendiente del dichoso Juan Diego.” Lo importante también es el hecho de que Juan Diego inspiró la búsqueda de la santidad y de la perfección de vida, incluso en medio de los miembros de su propia familia, ya que su tío, como ya veíamos, al constatar como Juan Diego se había entregado muy bien al servicio de la Virgen María de Guadalupe y de Dios, quiso seguirlo, aunque Juan Diego le convino que era preferible que se quedara en su casa; y ahora tenemos también este ejemplo de Sor Gertrudis del Señor San José, descendiente de Juan Diego, quien ingresó a un monasterio, a consagrar su vida al servicio de Dios, buscando esa perfección de vida, buscando la Santidad.

Es un hecho que Juan Diego siempre edificó a los demás con su testimonio y su palabra; constantemente se acercaban a él para que intercediera por las necesidades, peticiones y súplicas de su pueblo; ya “que cuanto pedía y rogaba la Señora del cielo, todo se le concedía”.

El indio Gabriel Xuárez, quien tenía entre 112 y 115 años cuando dio su testimonio en las Informaciones Jurídicas de 1666; declaró cómo Juan Diego era un verdadero intercesor de su pueblo, decía: “que la dicha Santa Imagen le dijo al dicho Juan Diego la parte y lugar, donde se le había de hacer la dicha Ermita que fue donde se le apareció, que la ha visto hecha y la vio empezar este testigo, como lleva dicho donde son muchos los hombres y mujeres que van a verla y visitarla como este testigo ha ido una y muchas veces a pedirle remedio, y del dicho indio Juan para que como su pueblo, interceda por él.” El anciano indio Gabriel Xuárez también señaló detalles importantes sobre la personalidad de Juan Diego y la gran confianza que le tenía el pueblo para que intercediera en sus necesidades: “el dicho Juan Diego, –decía Gabriel Xuárez– respecto de ser natural de él y del barrio de Tlayacac, era un Indio buen cristiano, temeroso de Dios, y de su conciencia, y que siempre le vieron vivir quieta y honestamente, sin dar nota, ni escándalo de su persona, que siempre le veían ocupado en ministerios del servicio de Dios Nuestro Señor, acudiendo muy puntualmente a la doctrina y divinos oficios, ejercitándose en ello muy ordinariamente porque a todos los Indios de aquel tiempo oía este testigo, decirles era varón santo, y que le llamaban el peregrino, porque siempre lo veían andar solo y solo se iba a la doctrina de la iglesia de Tlatelulco, y después que se le apareció al dicho Juan Diego la Virgen de Guadalupe, y dejó su pueblo, casas y tierras, dejándolas a su tío suyo, porque ya su mujer era muerta; se fue a vivir a una casa Juan Diego que se le hizo pegada a la dicha Ermita, y allá iban muy de ordinario los naturales de este dicho pueblo a verlo a dicho paraje y a pedirle intercediese con la Virgen Santísima les diese buenos temporales en sus milpas, porque en dicho tiempo todos lo tenían por Varón Santo.”

La india doña Juana de la Concepción que también dio su testimonio en estas Informaciones, confirmó que Juan Diego, efectivamente, era un hombre santo, pues había visto a la Virgen: “todos los Indios e Indias –declaraba– de este dicho pueblo le iban a ver a la dicha Ermita, teniéndole siempre por un santo varón, y esta testigo no sólo lo oía decir a los dichos sus padres, sino a otras muchas personas”. Mientras que el indio Pablo Xuárez recordaba lo que había escuchado sobre el humilde indio mensajero de Nuestra Señora de Guadalupe, decía que para el pueblo, Juan Diego era tan virtuoso y santo que era un verdadero modelo a seguir, declaraba el testigo que Juan Diego era “amigo de que todos viviesen bien, porque como lleva referido decía la dicha su abuela que era un varón santo, y que pluguiese a Dios, que sus hijos y nietos fuesen como él, pues fue tan venturoso que hablaba con la Virgen, por cuya causa le tuvo siempre esta opinión y todos los de este pueblo.” El indio don Martín de San Luis incluso declaró que la gente del pueblo: “le veía hacer al dicho Juan Diego grandes penitencias y que en aquel tiempo le decían varón santísimo.”

Como decíamos, Juan Diego murió en 1548, un poco después de su tío Juan Bernardino, el cual falleció el 15 de mayo de 1544; ambos fueron enterrados en el Santuario que tanto amaron. Se nos refiere en el Nican motecpana: “Después de diez y seis años de servir allí Juan Diego a la Señora del cielo, murió en el año de mil y quinientos y cuarenta y ocho, a la sazón que murió el señor obispo. A su tiempo le consoló mucho la Señora del cielo, quien le vio y le dijo que ya era hora de que fuese a conseguir y gozar en el cielo, cuanto le había prometido. También fue sepultado en el templo. Andaba en los setenta y cuatro años.” En el Nican motecpana se exaltó su santidad ejemplar: “¡Ojalá que así nosotros le sirvamos y que nos apartemos de todas las cosas perturbadoras de este mundo, para que también podamos alcanzar los eternos gozos del cielo!”

Fuente: Catholic.net

jueves, 8 de diciembre de 2011

Inmaculada Concepción de la Virgen María


Hoy, 8 de diciembre, celebramos la Fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. Cuando hablamos de Dios nos parece que debemos negar todo lo que sea humano. Sin embargo lo propio de la revelación cristiana es que Dios se manifiesta, llega a nosotros, a través de lo humano. Lo creado es radicalmente bueno, es obra de Dios. Esto no niega, ni desconoce, su fragilidad.

La huella del pecado original permanece. A lo largo de la historia Dios ha utilizado al hombre para expresar su voluntad salvífica. Podemos recorrer este camino desde la elección de Abrahán, como nos dice la carta los Hebreos: "Después de haber hablado a nuestros padres por medio de los Profetas, … ahora, Dios nos habló por medio de su Hijo" (Heb, 1, 1).

En este marco del camino de Dios debemos ubicar la presencia de la Santísima Virgen María. Ella es la mujer elegida por Dios para ser la madre de Jesucristo. Esto es lo propio de María. Aquel saludo: "¡Alégrate llena de gracia!, que luego su prima santa Isabel, llena del Espíritu Santo, lo confirma con su testimonio: "¡Tú eres bendita entre todas la mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!" (Lc. 1, 28.42), nos habla de su elección. Su Inmaculada Concepción es la primera consecuencia de aquel "llena de gracia", porque iba a ser la madre del Salvador. Nació como nosotros, ella de santa Ana y san Joaquín, pero fue preservada en su concepción de la mancha del pecado original. Esta gracia personal no le quita su condición humana con todo lo que tiene de pequeñez y límite. María sigue siendo mujer, aunque en su vida se haya dado una intervención especial del plan de Dios.

Esta obra de Dios, que ella la expresa diciendo: "El Señor hizo en mí maravillas", es la fuente del reconocimiento e inmediata devoción de los primeros cristianos. Será luego, el mismo Jesucristo, cuando estando al pie de la cruz, le dice y nos dice: "Mujer, aquí tienes a tu Hijo", a nosotros: "Aquí tienes a tu madre" (Jn. 19, 26-27). Como vemos, el fundamento de la devoción a la Virgen María tiene raíces profundas en el plan de Dios. Tampoco debemos hacer de la Virgen lo que no es. No ocupa el lugar de su Hijo que es el único mediador y salvador, ella siempre nos dirá: "Hagan todo lo que él les diga" (Jn. 2, 5). No es lo propio de María, por ello, dar mensajes, cuando alguien dice que ha recibido un mensaje a modo de revelación privada, el único criterio para discernir su validez es la palabra de Jesucristo y el juicio de la Iglesia, a quién El le ha dado la misión de predicar y cuidar su Evangelio. Con Jesucristo ha concluido la revelación de Dios a los hombres, será la obra del Espíritu Santo ayudarnos a ahondar en el conocimiento de esta revelación y, función de la Iglesia, asistida por él, discernir toda interpretación. La Iglesia no es un agregado al Evangelio, sino la continuidad querida por Jesucristo. No podríamos hoy hablar de Cristo sin referencia a la Iglesia, su cuerpo, comunidad creada por él y asistida por la promesa del Espíritu Santo; como tampoco podemos hablar de la Iglesia sino a partir de Jesucristo.

Que en este día de su Inmaculada Concepción ella reciba a través de nuestra voz, el cumplimiento de aquella frase de su Magnificat: "En adelante todas las generaciones me llamará feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas" (Lc. 1, 48-49). Reciban de su Obispo, junto a mis oraciones, mi bendición en el Señor.

Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

Inmaculada Concepción de María




Toda Hermosa eres, oh María,
y en ti no hay mancha original.

Tú eres la gloria de Jerusalén,
Tú la alegría de Israel,
Tú el honor de nuestro pueblo,
Tú la abogada de los pecadores.

¡Oh María! Virgen prudentísima,
Madre clementísima: ruega por nosotros.

"Alégrate, llena de Gracia"

"¡Alégrate, llena de Gracia,
porque el Señor está contigo!"


Comentario del Evangelio por:

San Epifanio de Salamina (+403), obispo
Homilía nº 5; PG 43, 491.494.502


¿Cómo hablar? ¿Qué elogio podré yo hacer de la Virgen gloriosa y santa? Ella está por encima de todos los seres, exceptuando a Dios; es, por naturaleza, más bella que los querubines y todo el ejército de los ángeles. Ni la lengua del cielo, ni la de la tierra, ni incluso la de los ángeles sería suficiente para alabarla. ¡Bienaventurada Virgen, paloma pura, esposa celestial, templo y trono de la divinidad! Tuyo es Cristo, sol resplandeciente en el cielo y sobre la tierra. Tú eres la nube luminosa que hizo bajar a Cristo; Él, el rayo resplandeciente que ilumina al mundo.

Alégrate, llena de gracia, puerta de los cielos; es de ti que habla el Cantar de los Cantares cuando exclama: «Tú eres huerto cerrado, hermana mía, esposa mía, huerto cerrado, fuente sellada (4,12)... Santa Madre de Dios, cordera inmaculada, de ti ha nacido el Cordero, Cristo, el Verbo encarnado en ti... ¡Qué sorprendente maravilla en los cielos: una mujer, revestida de sol (Ap 12,1), llevando la luz en sus brazos! Qué asombrosa maravilla en los cielos: el Señor de los ángeles hecho hijo de la Virgen. Los ángeles acusaban a Eva; ahora llenan de gloria a María porque ella ha levantado a Eva de su caída y hace entrar en los cielos a Adán echado fuera del Paraíso.

Es inmensa la gracia concedida a esta Virgen santa. Por eso Gabriel, le dirige primeramente este saludo: «Alégrate, llena de gracia», resplandeciente como el cielo. «Alégrate, llena de gracia», Virgen adornada con toda clase de virtudes. «Alégrate, llena de gracia», tú sacias a los sedientos con la dulzura de la fuente eterna. Alégrate, santa Madre inmaculada; tú has engendrado a Cristo que te precede. Alégrate, púrpura real; tú has revestido al rey de cielo y tierra. Alégrate, libro sellado; tú has dado al mundo poder leer al Verbo, el Hijo del Padre.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

San Ambrosio de Milán, Obispo y Doctor de la Iglesia


San Ambrosio


San Ambrosio cuyo nombre significa "Inmortal" es uno de los más famosos doctores que la Iglesia de occidente tuvo en la antigüedad junto con San Agustín, San Jerónimo y San León.


Cuando apenas tenía 30 años fue nombrado gobernador de todo el norte de Italia, con residencia en Milán, y posteriormente, fue elegido Obispo de esta ciudad por clamor popular. San Ambrosio se negó a aceptar el cargo pues no era sacerdote, pero se hicieron memoriales y el Emperador mandó un decreto señalando que el santo debía aceptar ese cargo. Desde entonces se dedicó por horas y días a estudiar las Sagradas Escrituras hasta llegar a comprenderla maravillosamente.


San Ambrosio componía hermosos cantos y los enseñaba al pueblo; además, escribió muy bellos libros explicando la Biblia, y aconsejando métodos prácticos para progresar en la santidad. Especialmente famoso se hizo un tratado que compuso acerca de la virginidad y de la pureza. Además de su sabiduría para escribir, tenía el don de la diplomacia siendo llamado muchas veces por el alto gobierno como embajador del país para obtener tratados de paz cuando se suscitaba algún conflicto.


San Ambrosio falleció el viernes santo del año 397, a la edad de 57 años.

Más sobre la vida de este gran obispo

De los comentarios de San Ambrosio sobre los Salmos


Oración


Señor Dios, que hiciste del obispo San Ambrosio un insigne maestro de la fe católica y un admirable ejemplo de fortaleza apostólica, suscita en tu Iglesia hombres según tu corazón, que guíen siempre a tu pueblo con fortaleza y sabiduría. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Amén

martes, 6 de diciembre de 2011

¡Ven, Señor Jesús!


“Ven, Señor Jesús, busca a tu siervo, busca a tu oveja inválida, se ha ido errando tu oveja para que tú anduvieras recorriendo los montes. Deja las noventa y nueve y ven a buscar a esa que está perdida. Ven sin perros, ven que ya hace tiempo que espero tu venida. Ya sé que estás para llegar. Ven sin bastón, pero con amor y actitud clemente. Ven a mí que he estado vagando, lejos de tu rebaño, por los montes.

Búscame porque yo te busco. Rodéame, encuéntrame, levántame, llévame. Tú puedes encontrar lo que buscas. Tú aceptas llevar sobre ti lo que has encontrado. No te fastidia un peso de amor. Ven, pues, Señor, porque tú eres el único que puede hacer volver a una oveja vagabunda sin contristar a las que has dejado, porque también ellas se alegran del retorno del pecador. Ven a ejecutar la salvación a la tierra, la gloria en el cielo”. San Ambrosio

lunes, 5 de diciembre de 2011

Inmaculada Concepción de María

Misas en la Parroquia

Miércoles 7/12, 20 hs.
Jueves 8/12, 20 hs.



¡Ave, María Purísima,
sin pecado concebida!

domingo, 4 de diciembre de 2011

2° Domingo de Adviento



¡Preparen el camino del Señor!
¡Enderecen sus senderos!

Despejemos el camino,
quitemos los obstáculos,
enderecemos lo torcido...
¡Que nada impida nuestro encuentro
con el Señor en esta Navidad!

Homilía Dominical

Domingo II de Adviento - Ciclo B

Lecturas
Is 40, 1-5.9-11
2° Pe 3, 8-14
Mc 1, 1-8

Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios dice el texto de San Marcos que escuchamos hoy. Luego nos habla de Juan que prepara el camino del Señor llamando a la conversión. Creo que podemos aplicar este Evangelio a nuestra vida preguntándonos que obstáculos debemos quitar del camino para que Jesús pueda traernos en esta Navidad la Buena Noticia. Para que como Mesías, Ungido con el Espíritu, nos otorgue la alegría que brota del mismo Espíritu filial.

Un primer obstáculo a quitar puede ser el no dejarnos perdonar. Frecuentemente pensamos en el sacramento de la Confesión como algo que se nos impone para aplacar el enojo de Dios. ¿Qué tal si lo pensamos como ese encuentro que el Padre quiere tener con nosotros para quitarnos del corazón lo que nos pesa, lo que nos hace vivir disgustados con nosotros mismos y los demás? El Mesías viene para salvarnos de nuestros pecados, para alegrarnos con la Misericordia de Dios.

Un segundo escollo, relacionado con el primero, es nuestra cerrazón a otorgar el perdón. A veces, el dolor por la herida recibida nos hace pensar en que tenemos derecho a retener el rencor. Éste, sin embargo, nos sumerge en la tristeza. El Hijo de Dios, nacido para dar la vida por mí, me da las fuerzas para que perdonando también yo pueda gozar de sentirme más hijo del Padre Misericordioso.

El orgullo es otro de los elementos que hace peligrar nuestra alegría, condicionándola a los méritos alcanzados. En Jesús Dios se hace Niño para mostrarnos cuánto valemos para Él y decirnos que al Padre no le interesan nuestros méritos, porque nos ama incondicionalmente desde siempre, sino nuestro amor lleno de asombro y agradecimiento.

No aceptar el sufrimiento que no podemos evitar ni el mal que no podemos cambiar son también causa de que resentimientos, rebeldías y broncas se adueñen de nuestro corazón. Evidentemente que debemos hacer todo lo posible por combatirlos, pero nunca lograremos eliminarlos del todo. El Mesías que vino a cumplir su misión muriendo en la cruz nos ofrece la gracia de vivir el dolor y la impotencia ante el mal unidos a Él, que con sus manos y pies clavados al madero, los transforma en el Amor que de verdad cambia al mundo.

¡María, que te alegraste profundamente en Dios tu Salvador porque miró tu pequeñez e hizo con ella grandes cosas, ayúdanos a ser mensajeros alegres de la Buena Noticia de tu Hijo!

P. Daniel Gazze

sábado, 3 de diciembre de 2011

Todos somos diferentes...

¡y eso es, precisamente, lo bueno!

¡¡¡Feliz día del Médico!!!



jueves, 1 de diciembre de 2011

Ordenaciones diaconales

miércoles, 30 de noviembre de 2011

San Andrés: primero en dar testimonio de Cristo



San Juan Crisóstomo (hacia 345-407), presbítero en Antioquia, y obispo de Constantinopla

Homilías sobre el evangelio de Juan, nº 19,1

"Primer llamado y primero en dar testimonio"


«Qué dulzura, qué delicia convivir los hermano unidos» (Sl 32,1)... Andrés, después de haber permanecido junto a Jesús (Jn 1,39) y haber aprendido muchas cosas, no se guardó este tesoro sólo para él: se apresuró a ir junto a su hermano Simón Pedro para compartir con él los bienes que había recibido... Considera lo que dice a su hermano: «Hemos encontrado al Mesías, es decir, a Cristo» (Jn 1,41). ¿Te das cuenta del fruto de lo que, en tan poco tiempo, acababa de aprender? Eso demuestra la autoridad del Maestro que enseñó a sus discípulos y, al mismo tiempo, el celo de conocerle ya desde los inicios.

La prisa de Andrés, su celo en difundir inmediatamente una tan buena noticia, supone un alma que ardía en deseos de ver cumplido ya lo que tantos profetas habían anunciado referente a Cristo. El hecho de compartir así las riquezas espirituales demuestra una amistad verdaderamente fraterna, un profundo afecto y un natural entusiasmo lleno de sinceridad... «Hemos encontrado al Mesías» dice; no un mesías, un mesías cualquiera, sino «el Mesías, aquel que esperábamos».


lunes, 28 de noviembre de 2011

domingo, 27 de noviembre de 2011

Benedicto XVI invita a salir del letargo en Adviento

¡Vigilen!, llamada saludable

CIUDAD DEL VATICANO, domingo 27 noviembre 2011 (ZENIT.org).

Este primer domingo de Adviento, Benedicto XVI, desde la ventana de su despacho en el Palacio Apostólico vaticano, recitó el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro. Antes de rezar la oración mariana, dijo las siguientes palabras.

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¡Queridos hermanos y hermanas!

Hoy iniciamos en toda la Iglesia el nuevo Año litúrgico: un nuevo camino de fe, a vivir juntos en las comunidades cristianas, pero también, como siempre, a recorrer dentro de la historia del mundo, para abrirla al misterio de Dios, a la salvación que viene de su amor. El Año litúrgico empieza con el Tiempo de Adviento: tiempo estupendo en el que se despierta en los corazones la espera de la vuelta de Cristo y la memoria de su primera venida, cuando se despojó de su gloria divina para asumir nuestra carne mortal.

“¡Vigilen!”. Este es el llamamiento de Jesús en el Evangelio de hoy. Lo dirige no sólo a sus discípulos, sino a todos: “¡Vigilen!” (Mt 13,37). Es una llamada saludable a recordar que la vida no tiene sólo la dimensión terrena, sino que es proyectada hacia un “más allá”, como una plantita que germina de la tierra y se abre hacia el cielo. Una plantita pensante, el hombre, dotada de libertad y responsabilidad, por lo que cada uno de nosotros será llamado a rendir cuentas de cómo ha vivido, de cómo ha usado las propias capacidades: si las ha conservado para sí o las ha hecho fructificar también para el bien de los hermanos.

También Isaías, el profeta del Adviento, nos hace reflexionar hoy con una sentida oración, dirigida a Dios en nombre del pueblo. Reconoce las faltas de su gente, y en un cierto momento dice: “Nadie invocaba tu nombre, nadie salía del letargo para adherirse a tí; porque tu nos escondías tu rostro y nos entregabas a nuestras maldades” (Is 64,6). ¿Cómo no quedar impresionados por esta descripción? Parece reflejar ciertos panoramas del mundo postmoderno: las ciudades donde la vida se hace anónima y horizontal, donde Dios parece ausente y el hombre el único amo, como si fuera él el artífice y el director de todo: construcciones, trabajo, economía, transportes, ciencias, técnica, todo parece depender sólo del hombre. Y a veces, en este mundo que parece casi perfecto, suceden cosas chocantes, o en la naturaleza, o en la sociedad, por las que pensamos que Dios pareciera haberse retirado, que nos hubiera, por así decir, abandonado a nosotros mismos.

En realidad, el verdadero “dueño” del mundo no es el hombre, sino Dios. El Evangelio dice: “Así que vigilen, porque no saben cuándo llegará el dueño de la casa, si al atardecer o a media noche, al canto del gallo o al amanecer. No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos” (Mc 13,35-36). El Tiempo de Adviento viene cada año a recordarnos esto para que nuestra vida reencuentre su justa orientación hacia el rostro de Dios. El rostro no de un “amo”, sino de un Padre y de un Amigo. Con la Virgen María, que nos guía en el camino del Adviento, hagamos nuestras las palabras del profeta. "Señor, tu eres nuestro padre; nosotros somos de arcilla y tú el que nos plasma, todos nosotros somos obra de tus manos” (Is 64,7).