Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



A todos los que ingresen a esta página:


*** BIENVENIDOS ***

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:: Homilías ::

(Clickear sobre la Biblia para leer las lecturas)


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sábado, 31 de octubre de 2009

Intenciones del Santo Padre

NOVIEMBRE

Intención General
Para que los hombres y mujeres del mundo, especialmente los responsables de la política y de la economía, no cejen en su empeño de salvaguardar la Creación.

Intención Misionera
Para que los creyentes de las diversas religiones, con el testimonio de sus vidas y mediante el diálogo fraterno, ofrezcan una demostración clara de que el nombre de Dios es portador de paz.

Intenciones del Santo Padre para todos los meses del año 2009 en esta dirección: http://es.catholic.net/misioneros/355/635/



Informe Económico - Octubre 2009

Publicamos el Informe Económico del mes de octubre de 2009.

Gracias a todos por su generosa colaboración.



A B C D
1 INFORME ECONOMICO MES:
OCTUBRE 20009
2



3 I N G R E S O S


4 Colectas Misas $ 1,928.65
5 Donaciones


6 Sostenimiento del culto (2%) $ 1,240.00
7



8 TOTAL $ 3,168.65
9



10 E G R E S O S


11 Gastos de Secretaría $ 256
12 Gastos Sacristía $ 159
13 Sueldos $ 330
14 Sostenimiento Culto


15 Arzobispado 1/3 $ 413
16 Varios: Equipo audio, Arreglo Televisor, Chapas-Hierro, Colecta Misiones
$ 4,117.80





18 TOTAL $ 5,275.80

Solemnidad de Todos los Santos


Una antigua tradición cristiana celebra, el 1º de noviembre, el día de Todos los Santos. Son diversas las interpretaciones sobre la fecha del inicio de esta tradición. Desde los primeros siglos los cristianos veneraban a los mártires en celebraciones que eran más bien locales. Particular relieve presenta esta celebración en Roma, que luego se fue extendiendo a toda la Iglesia.

Con el tiempo, además de los mártires, se fue incluyendo en este día a otros cristianos que habían dado testimonio de una vida santa, y así eran reconocidos por la Iglesia. El tema histórico, referido a la fecha como a los lugares donde nace esta tradición sigue abierto, en cambio el significado de lo que se celebra permanece igual, es decir, se celebra la santidad como una realidad vivida.

Partiendo de que “sólo Dios es santo”, como dicen las Sagradas Escrituras, parecería que es indebido hablar de la santidad en la vida de los hombres. Sin embargo, esta realidad es, precisamente, la vocación a la que está llamado todo cristiano, como nos dice el mismo Jesucristo: “sean santos como mi Padre es santo”. Esto significa que entre Dios y el hombre no hay un abismo, una diferencia que nos impida participar de su misma vida. Es más, el mismo Jesucristo nos dice: “Para esto he venido, para que tengan la vida de Dios y la tengan en abundancia” (Jn. 10, 10). No estamos hablando, por ello, de una utopía inalcanzable sino de la posibilidad real de vivir y participar en este mundo de la misma vida de Dios, que un día viviremos en plenitud. Como vemos, la vida del hombre, en cuanto ser espiritual, no termina en los límites de este mundo, sino que es un peregrino que camina con la esperanza de una vida plena que ya ha comenzado a gustar y a vivir en este mundo.

Para el cristiano la santidad no es la espera de una recompensa después de la muerte, sino un hoy que está llamado a vivir. Este presente es posible porque Jesucristo no nos dejó sólo una doctrina sino su misma vida, la vida de Dios, que recibimos como gracia que nos transforma interiormente. A partir de esto podemos comprender el significado del Evangelio de este domingo que es el de las Bienaventuranzas, donde se nos habla de la santidad como presente y, al mismo tiempo, como plenitud. “Bienaventurados, nos dice, los que tienen alma de pobres, porque a ellos pertenece el Reino de los Cielos. Bienaventurados los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. Bienaventurados los afligidos porque serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Bienaventurados los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios…” (Mt. 5, 3-9).

Cuando la Iglesia celebra el tránsito de los hombres santos de este mundo al cielo, nos dice el Concilio Vaticano II, ella proclama que en ellos se ha cumplido el camino pascual de Jesucristo, es decir, el triunfo de la gracia sobre el pecado, de la vida sobre la muerte, del amor sobre el egoísmo. Ellos se convierten en el mejor testimonio de un evangelio hecho vida. Esta es la razón por la que la Iglesia nos propone sus vidas como ejemplo. La santidad, por otra parte, no es camino para algunos sino una vocación para todos.

Reciban de su Obispo mi bendición en el Señor.



Mons. José María Arancedo

Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

viernes, 30 de octubre de 2009

Si sos cristiano, ¡¡¡que se note!!!

¡¡¡HACÉ QUE LA LUZ DE CRISTO
BRILLE EN ESTE DÍA!!!


En la víspera del Día de Todos los Santos, te proponemos que dialogues en tu casa sobre la vida de algún santo o santa, quienes por haber llegado ya junto al Padre Celestial, interceden por nosotros y nos ayudan en nuestro peregrinar. ¿Te animás?

La Fiesta de Todos los Santos

La Iglesia no puede contar la cantidad de santos en el cielo ya que son innumerables y por eso celebra la Fiesta de todos los Santos. Solo se consideran para canonización unos pocos que han vivido la santidad en grado heroico. La canonización es para el bien de nosotros en la tierra y en nada beneficia a los santos que ya gozan de la visión beatífica (ven a Dios cara a cara). Los santos en el cielo son nuestros hermanos mayores que nos ayudan con su ejemplo e intercesión hasta llegar a reunirnos con ellos.

La devoción a los santos es una expresión de la doctrina de la Comunión de los Santos que enseña que la muerte no rompe los lazos que unen a los cristianos en Cristo.

Los santos interceden por nosotros. En virtud de que están en Cristo y gozan de sus bienes espirituales, los santos pueden interceder por nosotros. La intercesión nunca reemplaza la oración directa a Dios, quien puede conceder nuestros ruegos sin la mediación de los santos. Pero, como Padre, se complace en que sus hijos se ayuden y así participen de su amor. Dios ha querido constituirnos una gran familia, cada miembro haciendo el bien a su prójimo. Los bienes proceden de Dios pero los santos los comparten.

Los santos son modelos. Debemos imitar la virtud heroica de los santos. Ellos nos enseñan a interpretar el Evangelio evitando así acomodarlo a nuestra mediocridad y a las desviaciones de la cultura. Por ejemplo, al ver cómo los santos aman la Eucaristía, a la Virgen y a los pobres, podemos entender hasta dónde puede llegar el amor en un corazón que se abre a la gracia. Al venerar a los santos damos gloria a Dios de quien proceden todas las gracias.

jueves, 29 de octubre de 2009

"Evangelizar el continente digital"



29/10/2009

Evangelizar el continente digital, es lo que ha pedido Benedicto XVI en el discurso a los participantes a la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales.
Para los creyentes, ha destacado el Papa, la necesaria valoración de las nuevas tecnologías mediáticas debe estar siempre acompañada por una constante visión de fe, sabiendo que, más allá de los medios que se utilizan, la eficacia del anuncio del Evangelio depende en primer lugar de la acción del Espíritu Santo, que guía a la Iglesia y el camino de la humanidad.

Benedicto XVI ha recordado que este año se celebra el 50 aniversario de la fundación de la Filmoteca Vaticana que posee un rico patrimonio cultural. En su discurso el Papa ha exhortado a seguir con el trabajo actual de búsqueda que documente las etapas del camino del cristianismo a través del testimonio sugestivo de la imagen.

Judas y Simón, hombres que cambiaron sus valores por Cristo

Ayer celebramos la memoria de los Apóstoles Simón y Juan, hombres que cambiaron sus valores al conocer a Jesús.

Vamos a contemplar en estos dos Apóstoles ese cambio profundo de vida. Son para nosotros los hombres que cambiaron sus valores políticos y religiosos por una vida al lado de Cristo basada en la humildad, en la mansedumbre y en el perdón.

Pertenecían según podemos saber al grupo de los zelotes, un grupo de judíos convencidos de su fe y de sus tradiciones, pero que combatían al opresor romano y esperaban un Mesías que los liberara de aquella opresión terrenal. Cristo les sale al paso, sin importarle su militancia y sus convicciones, y los invita a seguirle. Ello va a suponer un cambio de mentalidad, una conversión interior, un abandono de algo muy metido en sus corazones. Así, se convertirán con el tiempo en hombres que lucharán por liberar al hombre de otras esclavitudes distintas a las políticas: la esclavitud del pecado, la esclavitud de las pasiones, la esclavitud, sobre todo, del propio yo. En este contexto vamos a contemplar el cambio que lógicamente se tuvo que realizar en ellos.


Del odio al amor

Sabemos que los judíos odiaban a los romanos. Aquello sólo era símbolo de una realidad que se repite en el corazón del hombre: el rencor, el odio, la acepción de personas. Al ser llamados por Cristo Judas y Simón empiezan a comprender que el Maestro centra su mensaje en el amor, en el perdón, en el olvido de las ofensas. Sin duda, en su interior tuvo que darse una revolución profunda, difícil, sangrante. Pero poco a poco empezó a entrar en ellos la comprensión de una nueva visión del hombre, no como enemigo, sino como hermano, hijo del mismo Padre, que ama a todos y hace salir el sol sobre buenos y malos. Así, el odio, el rencor, la venganza fueron desapareciendo y en su lugar se situaron la paz, la oración por los enemigos, el amor a los hermanos por amor a Cristo.


De la ira a la mansedumbre

Los zelotes emprendían campañas de acoso violentas contra los romanos, aunque casi siempre llevaron las de perder. Los movía el rencor, y el rencor engendra ira y violencia. Desde el principio Judas y Simón empezaron a escuchar del Maestro palabras de mansedumbre: "Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra" (Mt 5,4). ¡Qué difícil debió ser para ellos abandonar el camino de la ira para acercarse a los hombres con bondad, con respeto, con comprensión! Sin embargo, estamos seguros de que pronto comprendieron que aquel camino lograba mejores frutos en la relación entre los hombres. No les pedía Cristo que destruyeran su forma de ser, sino que emplearan para el bien aquella fuerza interior que un día usaron mal, porque la pusieron al servicio de sus pasiones.


Del Dios de la venganza al Dios del Amor

También Judas y Simón tuvieron que entrar por medio de Cristo, Dios hecho hombre, a la comprensión de un Dios distinto, un Dios que es Padre bondadoso, amable, bueno. Esta conversión debió ser dura para hombres que tenían una clara conciencia de ser parte del pueblo elegido y que precisamente rechazaban a los romanos porque éstos intentaban arrebatarles su fe, sus costumbres, sus tradiciones. Es curioso, pero Dios nos pide que amemos incluso a quienes lo odian a Él, a quienes lo persiguen en su Iglesia, a quienes parecen enemigos irreconciliables de la fe. Más aún, nos asegura que con el amor convenceremos al mundo de la autenticidad de nuestra fe.


A la luz del Evangelio de Cristo y del ejemplo de estos dos Apóstoles, nosotros, hombres de hoy, tenemos que revisar nuestra vida y decidir qué cambios debemos realizar para ser cristianos de verdad y no sólo de nombre. ¿Qué nos puede pedir Dios tomando como punto de referencia los valores de la humildad, de la pobreza y de la abnegación? Sin duda, podrían ser muchísimas cosas e, incluso, cada uno tendrá necesidades distintas. Sin embargo, vamos a repasar algunas de las exigencias contenidas en estos valores para nosotros, hombres, padres de familia, esposos, profesionales, miembros de la Iglesia.

# Dios nos pide, en primer, lugar un cambio de mentalidad. Con frecuencia nuestra mente, nuestra inteligencia, nuestra razón están prisioneras de lo material, de lo cotidiano, de lo intrascendente, de lo inmediato. Parecemos ciudadanos de una tierra sin horizontes y sin futuro. Nos parecemos a aquel hombre rico que, tras una buena cosecha, se construye unos grandes graneros y se invita a sí mismo a vivir bien (Lc 12, 16-21). ¡Cómo necesitamos levantar nuestra mirada a la eternidad, dar prioridad a lo espiritual, apreciar más las realidades importantes de la vida como la fe, la familia, la amistad! No nos resulta fácil esta liberación, porque además vivimos en una sociedad que sólo nos habla de bienestar, de comodidad, de éxito, de eficacia. Sin embargo, con los días y con los años vamos saboreando el sabor amargo de una vida que se encierra sobre sí misma sin horizontes y sin futuro.

Tenemos que decidirnos, pues, por dar prioridad al espíritu y a sus cosas sobre la materia, poniendo a Dios como centro de nuestra vida, y no a nosotros como centro de Dios. Tenemos que optar por la oración, por los sacramentos, por las prácticas religiosas en lugar de dejarlas relegadas por culpa de nuestras ocupaciones. Tenemos que ser hombres de vida interior más que de acción. Tenemos que defender más la familia que el trabajo. Tenemos que cuidar más la paz interior que las cuentas bancarias.


# Dios nos pide, en segundo lugar, un cambio de corazón. "Y les daré un corazón nuevo, infundiré en ustedes un espíritu nuevo, quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne" (Ez 36, 26). El corazón de piedra es ese corazón endurecido por el racionalismo, el orgullo, la autosuficiencia, la vanidad, el sentido de superioridad. Y el corazón de carne es ese otro corazón humilde, anclado en la fe, sencillo, sin complicaciones, cordial. Es muy necesario para nosotros los hombres abandonar esa falsa madurez que nos conduce frecuentemente a actitudes marcadas por el individualismo, la seguridad, la fuerza, pero que encierran tal vez posturas egoístas, cobardías inconfesables, miedo a la verdad. Tenemos que hacernos como niños. Tenemos que aceptarnos como limitados. Tenemos que aprender a equivocarnos sin rubores. Tenemos que decidirnos a pedir ayuda a los demás y a recibir de los demás con paz sugerencias, correcciones. Tenemos, en definitiva, que dejar los hábitos del hombre viejo para asumir los del hombre nuevo, creado a imagen de Cristo.

# Dios nos pide, en tercer lugar, un cambio de actitudes. Con frecuencia nuestra vida responde a un esquema que difícilmente alteramos con los años. Nos convencemos de unas prioridades que casi sacralizamos; nos instalamos en unas costumbres que no dejamos por ningún motivo; nos hacemos dueños de unos prejuicios que nadie nos hará cambiar; nos aficionamos a un estilo de vida que no nos complique nuestra relación con el entorno; nos ponemos unos límites para no dar más de nosotros mismos; nos diferenciamos de todos para poder vivir a gusto con nuestra mediocridad. Hay que cambiar en todos estos campos, tras los cuales se puede ocultar desde la pereza hasta la presunción, desde la mentira hasta la avaricia, desde la cobardía hasta la falsa prudencia.

Por el contrario, tenemos que abrirnos al cambio, abandonar prejuicios, convencernos de nuestras mentiras, romper con nuestros hábitos egoístas, abrir las puertas a una vida más marcada por los sentimientos y la afectividad. Y evidentemente todo ello para ser personas equilibradas, ricas interiormente, abiertas a la felicidad, pues Dios nos quiere así.

Autor: P Juan J. Ferrán | Fuente: Catholic.net

lunes, 26 de octubre de 2009

Año Sacerdotal Especial

Llega a Argentina
el corazón del Santo Cura de Ars


El corazón de San Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars, llegará el próximo viernes 6 de noviembre a la Argentina, según confirmó el obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Frassia, encargado de coordinar la peregrinación de la reliquia por veinticinco diócesis del país.

“Entendemos que será de gran provecho espiritual para toda la Iglesia en la Argentina y particularmente para los sacerdotes en este Año sacerdotal”, destacó.

El prelado anticipó además que el martes 27 de octubre, a las 17, en la Casa de la Provincia de Buenos Aires, Callao 237, en el barrio porteño de Congreso, se realizará una conferencia de prensa para dar detalles de este “acontecimiento de gracia” que, aseguró, “provocará un sincero compromiso de renovación interior en todos los sacerdotes, y nos animará a dar a esta sociedad un testimonio evangélico más intenso e incisivo…”

La reliquia estará acompañada por un custodio de la diócesis de Belley-Ars, el presbítero Karlo Tyberghien, y recorrerá las diócesis de Avellaneda-Lanús, San Miguel, La Plata, Mercedes-Luján, Mendoza, San Rafael, San Luis, Villa María, Córdoba, Cruz del Eje, Catamarca, Concepción, Jujuy, Salta, Tucumán, Santiago del Estero, Rafaela, Santa Fe de la Vera Cruz, Paraná, Rosario, Venado Tuerto, San Nicolás de los Arroyos y Buenos Aires.

Monseñor Frassia detalló además algunas actividades culminantes que implicará el paso del corazón del Santo Cura de Ars por la Argentina. Citó entre otras, la misa que los obispos celebrarán el miércoles 11 de noviembre, a las 17, en la basílica de Nuestra Señora de Luján, en el marco de la Asamblea Plenaria; y el encuentro de oración por la santificación del clero previsto entre las 18 del domingo 15 de noviembre y las 13 del lunes 16 de noviembre en Villa Cura Brochero, Córdoba, donde se rezará por la pronta glorificación del venerable José Gabriel del Rosario Brochero, el Cura Brochero.

Asimismo, anunció que el jueves 26 de noviembre, de 8 a 12, en la catedral metropolitana de Buenos Aires, los sacerdotes de la Región Buenos Aires podrán participar de esta media jornada que incluirá una charla del cardenal Estanislao Karlic, arzobispo emérito de Paraná y una misa concelebrada presidida por el cardenal Jorge Mario Bergoglio, en la que se renovarán las promesas sacerdotales.

La primera escala de la reliquia será en la diócesis de Avellaneda-Lanús, en cuya catedral el viernes 6 de noviembre, a las 19, el nuncio apostólico, monseñor Adriano Bernardini, presidirá la misa de recepción.

Luego, a partir de las 22, en el Seminario Pablo VI se realizará una vigilia de oración y al día siguiente habrá una jornada juvenil vocacional en el santuario diocesano de oración por las vocaciones (Kloosterman 1726 Monte Chingolo–Lanús).

El corazón sacerdotal

Monseñor Frassia destacó el hecho de que la reliquia sea precisamente el corazón del Santo Cura de Ars, porque “más allá de ser admirable que se conserve intacto este músculo cardíaco, impulsa nuestra devoción su valor simbólico… es el ‘corazón sacerdotal’ de este santo párroco, lo que veneramos y deseamos imitar en el seguimiento de Jesús. El Cura de Ars en su humildad, era consciente de ser, como sacerdote, un inmenso don para su gente: ‘Un buen pastor, un pastor según el Corazón de Dios, es el tesoro más grande que el buen Dios puede conceder a una parroquia, y uno de los dones más preciosos de la misericordia divina’, solía decir. Queremos pedirle al Señor, contando con la intercesión de san Juan María Vianney, que modele nuestros corazones y los haga palpitar como el de este santo sacerdote francés”.

El prelado señaló que la Iglesia en la Argentina abriga la ilusión de que el paso de la reliquia de este santo cura por los seminarios aliente a los seminaristas “el deseo de santidad inspirados en tan alto testimonio, promoviendo la oración por las vocaciones y por la santidad de todos los consagrados, particularmente los sacerdotes”.

“La convocatoria, por parte de Benedicto XVI, a celebrar un Año Sacerdotal con ocasión de celebrarse el sesquicentenario del "dies natalis" de San Juan María Vianney, confirmó nuestra primera intención e intensificó nuestro compromiso por hacer de esta visita una ocasión propicia para renovar en todos los sacerdotes, particularmente los que servimos en la Argentina, la gracia de aprender también nosotros el método pastoral de san Juan María Vianney, así como en Jesús, persona y misión tienden a coincidir, que así también nosotros busquemos una total identificación con el propio ministerio”, precisó.

Por último, monseñor Frassia pidió que la visita de la reliquia suscite “en cada presbítero un generoso y renovado impulso de los ideales de total donación a Cristo y a la Iglesia que inspiraron el pensamiento y la tarea del Santo Cura de Ars”.

Fuente: AICA

La Tradición abre acceso a la Escritura





“La Tradición no cierra el acceso a la Escritura, sino que lo abre”

CIUDAD DEL VATICANO, lunes 26 de octubre de 2009 (ZENIT.org).- El método histórico-crítico de investigación de la Escritura es legítimo y necesario, pero debe interpretarse según su clave, que es la fe de la Iglesia, considera Benedicto XVI.
"Si la exégesis quiere ser también teología, debe reconocer que sin la fe de la Iglesia, la Biblia permanece como un libro sellado: la Tradición no cierra el acceso a la Escritura, sino que más bien lo abre".
Así lo explicó este lunes el obispo de Roma a los profesores y alumnos del Pontificio Instituto Bíblico, institución que fue fundada en 1909 por san Pío X, dirigida por la Compañía de Jesús, al recibirles hoy en el Vaticano con motivo de las celebraciones del centenario.

El Papa aludió al largo debate sobre el método histórico-crítico de investigación de la Escritura, que pretende investigar el significado de los textos bíblicos a través del contexto histórico y la mentalidad de la época, aplicando las ciencias modernas.
Benedicto XVI explicó que el Concilio Vaticano II ya aclaró, en la constitución dogmática Dei Verbum, "la legitimidad y la necesidad del método histórico-crítico", al que "reconducía a tres elementos esenciales: la atención a los géneros literarios, el estudio del contexto histórico; el examen de lo que se acostumbra llamar Sitz im Leben".
Al mismo tiempo, "el documento conciliar mantiene firme al mismo tiempo el carácter teológico de la exégesis, indicando los puntos de fuerza del método teológico en la interpretación del texto".
"El fundamento sobre el que reposa la comprensión teológica de la Biblia es la unidad de la Escritura", lo que implica "la comprensión de los textos individuales a partir del conjunto", explicó el Papa.
"Siendo la Escritura una sola cosa a partir del único pueblo de Dios, que ha sido su portador a través de la historia, en consecuencia leer la Escritura como unidad significa leerla a partir de la Iglesia como de su lugar vital, y considerar la fe de la Iglesia como la verdadera clave de interpretación", añadió.

Recordó también que quien tiene "la palabra decisiva" en la interpretación de la Escritura es "a la Iglesia, en sus organismos institucionales".

Es la Iglesia, de hecho, a quien se le ha confiado el oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios escrita y transmitida, ejerciendo su autoridad en el nombre de Jesucristo", afirmó.

Fidelidad fructífera

El Papa quiso reconocer la importante labor desarrollada durante décadas por la Compañía de Jesús a través de sus facultades en Roma y Jerusalén, ante el Prepósito General de la orden, padre Adolfo Nicolás Pachón, que se hallaba en el encuentro.
"En el transcurso de este siglo, ciertamente ha aumentado el interés por la Biblia y, gracias al Concilio Vaticano II, sobre todo a la Constitución dogmática Dei Verbum - de cuya elaboración fui testigo directo, participando como teólogo en las discusiones que precedieron su aprobación - se ha advertido mucho más la importancia de la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia", afirmó el Papa.

Recordó al respecto la contribución del Instituto, con "la investigación científica bíblica, con la enseñanza de las disciplinas bíblicas y la publicación de estudios cualificados y revistas especializadas".
La actividad del Pontificio Instituto Bíblico, "aunque ha conocido momentos de dificultad, ha sido llevada en fidelidad constante al Magisterio", añadió el Papa.
"Demos gracias al Señor por esta actividad vuestra que se dedica a interpretar los textos bíblicos en el espíritu en el que fueron escritos, y que se abre al diálogo con las demás disciplinas, con las distintas culturas y religiones".

domingo, 25 de octubre de 2009

Homilía Dominical

30º Domingo del Tiempo Ordinario
Lecturas
Jr 31, 7-9
Hb 5, 1-6
Mc 10, 46-52

El hermoso episodio ocurrido en las afueras de Jericó nos ayuda a reflexionar sobre la experiencia de fe y algunas características de la misma. Se podría decir que el mendigo al borde del camino es como un paradigma que nos refleja a cada uno de nosotros en nuestro proceso de discípulos. En efecto, la fe es luz, es salir de la ceguera, es abrir los ojos para reconocer las maravillas que Dios obra en nosotros y a nuestro alrededor. La fe es un modo de mirar, es una perspectiva nueva ante las cosas de siempre.

El ser humano siempre "sabe" algo de Dios. Desde tiempos inmemoriales, la humanidad intuyó que hay un misterio que envuelve nuestro origen, nuestro destino, que ante Alguien algún día tendremos que rendir cuentas... Borrosamente, como en una nebulosa, los principales puntos de la religión parecerían estar presentes en el corazón de toda persona. Para los cristianos, la fe es la respuesta que Dios nos ofrece a todos esos interrogantes en la persona viva de Jesús de Nazaret.

Bartimeo, el hombre ciego de Jericó, que hoy nos presenta el Evangelio, tiene algún conocimiento de estas cosas. Ha oído hablar de Jesús, intuye que en Él puede encontrar lo que desea: la posibilidad de recuperar la plenitud de su vida, en todas sus dimensiones. Sabe que Dios ha prometido un Mesías, y cree que este Mesías es precisamente Jesús, a quien llama "hijo de David". Él lo espera y lo busca, pero es Jesús quien toma la iniciativa del encuentro. La fe no es un mérito del hombre, sino una gracia de Dios, que nos amó primero. Es la respuesta humana a la llamada divina. Podríamos preguntarnos: ¿me dejo encontrar por Jesús? ¿Tengo el corazón dispuesto para oír su voz? ¿Presto atención a los signos concretos de su llamada? Acontecimientos, personas, situaciones...¿sé mirar con ojos de fe y escuchar lo que Dios me pide?

Es muy significativo que este suceso ocurra en las afueras de Jericó. Es la ciudad bíblica que los israelitas no habían podido conquistar. Parecía inexpugnable por la altura y fortaleza de sus murallas. Pero porque Dios se lo manda, el pueblo rodea la ciudad, y al tocar las trompetas, los muros se derriban. Jericó es el signo de que la debilidad de la fe consigue lo que humanamente parece imposible e inalcanzable para la lógica del poder. También nos enseña que la fe es perseverancia para superar obstáculos. Bartimeo no se desanimó ante las dificultades de su situación. Es un modelo de fortaleza y paciencia. San Agustín, comentando este pasaje, decía: "no te dejes vencer por los obstáculos que encuentres en tu vida creyente...incluso por aquellos que provienen de la gente que está cerca del Señor" (1). Es significativo que los que querían impedir que el ciego se hiciera oír y llegara a Cristo fueran los mismos discípulos. El mendigo estaba ciego...¡pero ellos no lo habían visto! ¡Ellos también tuvieron que ser curados de su ceguera!

Muchas veces, tal vez sin quererlo, en lugar de tender puentes construimos murallas... Murallas que la fe tiene que derribar. Suele ocurrir que la experiencia religiosa nos hace ubicar "en el centro": "yo y Dios"... Todo lo demás se vuelve marginal. Y nuestro Dios mira a las orillas para rescatar lo que nosotros no vemos. Ya le había ocurrido a Israel, a quien Jeremías le recuerda que Dios llama "desde los extremos de la tierra", es decir, "desde las periferias". Y llama a los "marginales": los ciegos, lisiados, parturientas, los que lloran.

Pidamos, entonces, la gracia de ver a todos aquellos que están "al borde del camino".


P. Gerardo Galetto


(1) En su sermón 96, Agustín escribe: "¿Qué significa 'tome su cruz y sígame'? Equivale a decir: 'soporta lo que es molesto. Así que empieces a seguir mis ejemplos y mandamientos encontrarás muchos contradictores, muchos querrán impedírtelo, disuadirte y ello entre los mismos que parecen acompañar a Cristo. Iban con Cristo los que querían hacer callar a los ciegos. Si quieres seguir a Cristo, tu cruz serán las amenazas, las seducciones, los obstáculos de cualquier clase; soporta, aguanta, mantente firme'."

sábado, 24 de octubre de 2009

Evangelio Ilustrado

¡Jesús, quiero ver!
Evangelio según San Marcos (10, 46-52)

(Clickear sobre la imagen para ver tamaño completo)


viernes, 23 de octubre de 2009

Matrimonio y unión civil homosexual


Cada tanto reaparece el planteo de dar un tratamiento jurídico a las uniones homosexuales similar al matrimonio. Casi siempre se argumenta que se trata de una decisión libre de dos personas del mismo sexo que desean convivir, y reclaman los derechos propios de un matrimonio heterosexual. La negativa a esta propuesta se la considera como un acto discriminatorio.

Con el respeto que merece toda persona, creo que la realidad del matrimonio es un bien público que hace a la vida y a la cultura de una sociedad. No se trata, por lo tanto, de un tema menor, su importancia radica en que en él se definen aspectos que hacen a la vida y futuro de una comunidad.

El matrimonio como relación estable entre el hombre y la mujer, que en su diversidad se complementan para la transmisión y cuidado de la vida, es un bien que hace tanto al desarrollo de las personas como de la sociedad. No estamos ante un hecho privado o una opción religiosa, sino ante una realidad que tiene su raíz en la misma naturaleza del hombre, que es varón y mujer. Este hecho, en su diversidad y reciprocidad, se convierte, incluso, en el fundamento de una sana y necesaria educación sexual. No sería posible educar la sexualidad de un niño o de una niña, sin una idea clara del significado o lenguaje sexual de su cuerpo. Estos aspectos que se refieren a la diversidad sexual como al nacimiento de la vida, siempre fueron tenidos en cuenta como fuente legislativa a la hora de definir la esencia y finalidad del matrimonio. En el instituto del matrimonio se encuentran y realizan tanto las personas en su libertad, como el origen y el cuidado de la vida.

Esto no debe ser considerado como un límite que descalifica, sino como la exigencia de una verdad que por su misma índole natural y significado social, debe ser tutelada jurídicamente. Estamos ante una realidad que antecede al derecho positivo y, por lo mismo, es para él fuente normativa en lo sustancial. Utilizar el término de discriminación cuando se pretende igualar el matrimonio con una unión homosexual es incorrecto, porque no se parte de las notas que lo definen y hacen a su identidad. Cuando se exigen determinadas aptitudes o condiciones, en este caso la diversidad y reciprocidad en orden a la procreación, no se puede hablar de discriminación. Afirmar la heterosexualidad como requisito para el matrimonio no es discriminar, sino partir de una nota objetiva que es su presupuesto. Lo contrario sería desconocer su esencia, es decir, aquello que es. Hay un falso sentido de igualdad que no pertenece a la justicia, porque no parte del sentido de la misma de la realidad.

Es propio de la justicia distinguir. Al negar la posibilidad de uniones civiles entre homosexuales no hay discriminación, toda vez que: “es posible realizar distinciones de trato entre personas sobre la base de ciertas cualidades personales o naturales, siempre y cuando estas distinciones resulten compatibles con la finalidad o finalidades intrínsecas del instituto, función o realidad práctica de que se trata en cada caso, ya que en estas situaciones las cualidades personales influyen decisivamente en la conducta de los sujetos y en la consiguiente posibilidad de alcanzar aquellas finalidades” (Massini, citado por la Dra. María Josefa Méndez Costa). Esto no debe entenderse como la negación de un derecho a alguien, sino la necesidad jurídica de afirmar y tutelar un instituto que tiene sus notas y características propias.

Si bien se argumenta que se busca proteger socialmente a las personas del mismo sexo que conviven, lo que es atendible, no debemos olvidar que estas uniones cuentan con una serie de normas jurídicas o administrativas que atienden sus reclamos y seguridad social, pero desde otro encuadre jurídico y que siempre se puede mejorar. No es posible, por lo mismo, sin forzar el sentido natural y constitucional del instituto del matrimonio, pretender que dichas uniones civiles se formalicen ante un Registro Civil de las Personas, que es un ámbito que tiene su especificidad propia.

Creo que el tema de fondo a lo que apunta este reclamo no es la desprotección en su búsqueda de una posible legislación, sino a la pretensión de asimilar dichas uniones con la institución matrimonial, con todo lo que ello implica. Esto menoscaba el sentido del matrimonio; ante realidades distintas, no hay que temer hablar de ordenamientos propios. Creo, además, que es injusto descalificar con el término de discriminación, o tildar de un discurso del pasado, a quien defiende esta postura. Se puede ser progresista y defender la familia fundada sobre el matrimonio. Es más, creo que en esta postura de defensa del matrimonio hay mucho de profético para el mundo de hoy. Toda ley tiene un sentido ejemplar y orientador para la sociedad, por ello se debe evitar en ella toda confusión que no distinga lo que es distinto.

Juan Pablo II al hablar de la familia decía que es “un bien de la humanidad”. En esta afirmación está implícito el significado del matrimonio. Es de desear que este tema encuentre serenidad de reflexión y sabiduría política, en quienes, por mandato popular, tienen la responsabilidad de legislar sobre una realidad que hace al bien común y al futuro de la sociedad. Por otra parte, no considero un argumento menor a tener en cuenta la cultura del pueblo como patrimonio de una comunidad, esto lo apreciamos cuando la gente se refiere al matrimonio y lo hace espontáneamente en términos de la unión entre un hombre y una mujer, que luego serán padre y madre. En esta simple expresión hay una verdad profunda que el legislador debe saber escuchar y leer en todo su alcance antropológico y social.

Concluimos en este mes de octubre el mes de la Familia. He querido aportar estas reflexiones sobre un tema que considero de suma importancia. Lo hago con respeto y sin ánimo de agravio, pero sí con la libertad y espíritu de servicio a las personas e instituciones de la democracia que tienen la responsabilidad de legislar. Reciban de su Obispo junto a mi estima y oraciones, mi bendición.



Mons. José María Arancedo

Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

IACS - ACTO DE COLACIÓN


ACTO DE COLACIÓN - XVII PROMOCIÓN



“No basta conocer a Dios para encontrarlo realmente,

también hay que amarlo.

El conocimiento se debe transformar en amor…”

Benedicto XVI


Las autoridades del Instituto Arquidiocesano de Ciencias Sagradas tienen el agrado de invitar al Acto de Colación de Grados a realizarse el viernes 23 de octubre próximo a las 19:30 hs. en el Colegio “Nuestra Señora del Huerto” San Jerónimo 2143 – SANTA FE.


PROGRAMA


19:30 hs. Santa Misa en Acción de Gracias, presidida por el Señor Arzobispo, Mons. José María Arancedo. Capilla del colegio “Nuestra Señora del Huerto”.


20:30 hs. Acto Académico. Entrega de Diplomas y Recordatorios a los nuevos egresados.


21: 00 hs. Agasajo. Colegio “Nuestra Señora del Huerto”.


¡¡¡FELICITACIONES a todos los egresados

por esta etapa cumplida!!!

jueves, 22 de octubre de 2009

"A Jesús, por María"

San Bernardo de Claraval,
el "último de los Padres de la Iglesia"

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 21 de octubre de 2009.
El Papa Benedicto XVI, durante la Audiencia General a los peregrinos procedentes de todo el mundo, en la Plaza de San Pedro.


Queridos hermanos y hermanas,

Hoy quisiera hablar sobre san Bernardo de Claraval, llamado el “último de los Padres” de la Iglesia, porque en el siglo XII, una vez más, renovó e hizo presente la gran teología de los padres. No conocemos en detalle los años de su juventud; sabemos, con todo, que él nació en 1090 en Fontaines, en Francia, en una familia numerosa y discretamente acomodada.

De jovencito, se prodigó en el estudio de las llamadas artes liberales –especialmente de la gramática, la retórica y la dialéctica– en la escuela de los Canónicos de la iglesia de Saint-Vorles, en Châtillon-sur-Seine, y maduró lentamente la decisión de entrar en la vida religiosa. En torno a los veinte años entró en Cîteaux (Císter, n.d.t.), una fundación monástica nueva, más ágil respecto de los antiguos y venerables monasterios de entonces y, al mismo tiempo, más rigurosa en la práctica de los consejos evangélicos.

Algunos años más tarde, en 1115, Bernardo fue enviado por san Esteban Harding, tercer Abad del Císter, a fundar el monasterio de Claraval (Clairvaux). El joven abad, tenía sólo 25 años, pudo aquí afinar su propia concepción de la vida monástica, y empeñarse en traducirla en la práctica. Mirando la disciplina de otros monasterios, Bernardo reclamó con decisión la necesidad de una vida sobria y mesurada, tanto en la mesa como en la indumentaria y en los edificios monásticos, recomendando el sustento y el cuidado de los pobres. Entretanto la comunidad de Claraval era cada vez en más numerosa y multiplicaba sus fundaciones.

En esos mismos años, antes de 1130, Bernardo emprendió una vasta correspondencia con muchas personas, tanto importantes como de modestas condiciones sociales. A las muchas Cartas de este periodo hay que añadir los numerosos Sermones, como también Sentencias y Tratados. Siempre a esta época corresponde la gran amistad de Bernardo con Guillermo, abad de Saint-Thierry, y con Guillermo de Champeaux, una de las figuras más importantes del siglo XII. Desde 1130 en adelante empezó a ocuparse de no pocos y graves cuestiones de la Santa Sede y de la Iglesia.

Por este motivo tuvo que salir más a menudo de su monasterio, e incluso fuera de Francia. Fundó también algunos monasterios femeninos, y fue protagonista de un vivo epistolario con Pedro el Venerable, abad de Cluny, sobre el que hablé el pasado miércoles. Dirigió sobre todo sus escritos polémicos contra Pedro Abelardo, un gran pensador que inició una nueva forma de hacer teología, introduciendo sobre todo el método dialéctico-filosófico en la construcción del pensamiento teológico.

Otro frente contra el que Bernardo luchó fue la herejía de los Cátaros, que despreciaban la materia y el cuerpo humano, despreciando, en consecuencia, al Creador. Él, en cambio, se sintió en el deber de defender a los judíos, condenando los cada vez más difundidos rebrotes de antisemitismo. Por este último aspecto de su acción apostólica, algunas decenas de años más tarde, Ephraim, rabino de Bonn, dedicó a Bernardo un vibrante homenaje.

En ese mismo período el santo abad escribió sus obras más famosas, como los celebérrimos Sermones sobre el Cantar de los Cantares. En los últimos años de su vida –su muerte sobrevino en 1153– Bernardo tuvo que limitar los viajes, aunque sin interrumpirlos del todo. Aprovechó para revisar definitivamente el conjunto de las Cartas, de los Sermones y de los Tratados. Merece mencionarse un libro bastante particular, que terminó precisamente en este período, en 1145, cuando un alumno suyo, Bernardo Pignatelli, fue elegido Papa con el nombre de Eugenio III.

En esta circunstancia, Bernardo, en calidad de Padre espiritual, escribió a este hijo espiritual el texto De Consideratione, que contiene enseñanzas para poder ser un buen Papa. En este libro, que sigue siendo una lectura conveniente para los Papas de todos los tiempos, Bernardo no indica sólo como ser un buen Papa, sino que expresa también una profunda visión del misterio de la Iglesia y del misterio de Cristo, que se resuelve, al final, con la contemplación del misterio de Dios
uno y trino: “”Debería proseguir aún la búsqueda de este Dios, que aún no ha sido bastante buscado”, escribe el santo abad “pero quizás se puede buscar y encontrar más fácilmente con la oración que con la discusión. Pongamos por tanto aquí término al libro, pero no a la búsqueda” (XIV, 32: PL 182, 808).

Quisiera detenerme sólo en dos aspectos centrales de la rica doctrina de Bernardo: estos se refieren a Jesucristo y a María Santísima, su Madre. Su solicitud por la íntima y vital participación del cristiano en el amor de Dios en Jesucristo no trae orientaciones nuevas en el estatus científico de la teología. Pero, de forma más decidida que nunca, el abad de Claraval configura al teólogo con el contemplativo y el místico.

Sólo Jesús –insiste Bernardo ante los complejos razonamientos dialécticos de su tiempo- es "miel en la boca, cántico en el oído, júbilo en el corazón (mel in ore, in aure melos, in corde iubilum)". De aquí proviene el título, que se le atribuye por tradición, de "Doctor mellifluus": su alabanza de Jesucristo “se derrama como la miel”. En las extenuantes batallas entre nominalistas y realistas –dos corrientes filosóficas de la época– el abad de Claraval no se cansa de repetir que sólo hay un nombre que cuenta, el de Jesús Nazareno. "Árido es todo alimento del alma", confiesa, "si no es rociado con este aceite; es insípido, si no se sazona con esta sal. Lo que escribes no tiene sabor para mí, si no leo en ello Jesús”.

Y concluye: “Cuando discutes o hablas, nada tiene sabor para mí, si no siento resonar el nombre de Jesús” (Sermones en Cantica Canticorum XV, 6: PL 183,847). Para Bernardo, de hecho, el verdadero conocimiento de Dios consiste en la experiencia personal, profunda, de Jesucristo y de su amor. Y esto, queridos hermanos y hermanas, vale para todo cristiano: la fe es ante todo encuentro personal íntimo con Jesús, es hacer experiencia de su cercanía, de su amistad, de su amor, y sólo así se aprende a conocerlo cada vez más, a amarlo y seguirlo cada vez más. ¡Que esto pueda sucedernos a cada uno de nosotros!

En otro célebre sermón del domingo dentro de la octava de la Asunción, el santo abad describió en términos apasionados la íntima participación de María en el sacrificio redentor de su Hijo. “¡Oh santa Madre, -exclama- verdaderamente una espada ha traspasado tu alma!... Hasta tal punto la violencia del dolor ha traspasado tu alma, que con razón te podemos llamar más que mártir, porque en ti la participación en la pasión del Hijo superó con mucho en su intensidad los sufrimientos físicos del martirio” (14: PL 183,437-438).

Bernardo no tiene dudas: "per Mariam ad Iesum", a través de María somos conducidos a Jesús. Él confirma con claridad la subordinación de María a Jesús, según los fundamentos de la mariología tradicional. Pero el cuerpo del Sermón documenta también el lugar privilegiado de la Virgen en la economía de la salvación, dada su particularísima participación como Madre (compassio) en el sacrificio del Hijo. No por casualidad, un siglo y medio después de la muerte de Bernardo, Dante Alighieri, en el último canto de la Divina Comedia, pondrá en los labios del Doctor melifluo la sublime oración a María: “Virgen Madre, hija de tu Hijo/ humilde y más alta criatura/ término fijo de eterno consejo,..." (Paraíso 33, vv. 1ss.).

Estas reflexiones, características de un enamorado de Jesús y de María como san Bernardo, provocan aún hoy de forma saludable no sólo a los teólogos, sino a todos los creyentes. A veces se pretende resolver las cuestiones fundamentales sobre Dios, sobre el hombre y sobre el mundo, con las únicas fuerzas de la razón. San Bernardo, en cambio, sólidamente fundado en la Biblia y en los Padres de la Iglesia, nos recuerda que sin una profunda fe en Dios, alimentada por la oración y por la contemplación, por una relación íntima con el Señor, nuestras reflexiones sobre los misterios divinos corren el riesgo de ser un vano ejercicio intelectual, y pierden su credibilidad.

La teología remite a la “ciencia de los santos”, a su intuición de los misterios del Dios vivo, a su sabiduría, don del Espíritu Santo, que son punto de referencia del pensamiento teológico. Junto a Bernardo de Claraval, también nosotros debemos reconocer que el hombre busca mejor y encuentra más fácilmente a Dios “con la oración que con la discusión”. Al final, la figura más verdadera del teólogo sigue siendo la del apóstol Juan, que apoyó su cabeza sobre el corazón del Maestro.

Quisiera concluir estas reflexiones sobre san Bernardo con las invocaciones a María, que leemos en su bella homilía:

“En los peligros, en las angustias, en las incertidumbres piensa en María, invoca a María. Que Ella no se aparte nunca de tus labios, que no se aparte nunca de tu corazón; y para que obtengas la ayuda de su oración, no olvides nunca el ejemplo de su vida. Si tú la sigues, no puedes desviarte; si le rezas, no puedes desesperar; si piensas en ella, no puedes equivocarte. Si ella te sostiene, no caes; si ella te protege, no tienes que temer; si ella te guía, no te cansas; si ella te es propicia, llegarás a la meta...” (Hom. II super “Missus est”, 17: PL 183, 70-71).

Fuente: El Evangelio del Día

miércoles, 21 de octubre de 2009

Admisión de Anglicanos a la Iglesia Católica



Declaración de los arzobispos de Westminster y de Canterbury

Dr. Rowan Williams, arzobispo de Canterbury (anglicano)
y Mons. Vincent Gerard Nichols, arzobispo de Westminster (católico)

Londres, Inglaterra, 21 Oct. 09

El arzobispo de Westminster (católico), monseñor Vincent Gerard Nichols, y el primado de la Comunión Anglicana, doctor Rowan Williams, arzobispo de Canterbury, emitieron una declaración conjunta sobre la admisión de anglicanos en la Iglesia católica. El texto fue difundido por la agencia internacional Zenit, en una traducción propia del inglés.

La declaración

El anuncio de hoy de una constitución apostólica es una respuesta del papa Benedicto XVI a numerosas peticiones realizadas en los últimos años a la Santa Sede por grupos de anglicanos que desean ingresar en la comunión plena y visible con la Iglesia católica romana, y están dispuestos a declarar que comparten la fe católica común y aceptan el ministerio petrino como querido por Cristo para su Iglesia.

El papa Benedicto XVI aprobó, con la constitución apostólica, una estructura canónica que garantiza ordinariatos personales para permitir a antiguos anglicanos entrar en comunión plena con la Iglesia católica, preservando elementos del distintivo patrimonio espiritual anglicano.

El anuncio de esta constitución apostólica pone fin a un período de incertidumbre para dichos grupos que han abrigado esperanzas de nuevas formas de abrazar la unidad con la Iglesia católica. Corresponde ahora a quienes presentaron las peticiones a la Santa Sede responder a la constitución apostólica.

La constitución apostólica es un reconocimiento de las coincidencias en la fe, la doctrina y la espiritualidad entre la Iglesia católica y la tradición anglicana. Sin los diálogos de los últimos cuarenta años, este reconocimiento no hubiera sido posible, ni se habrían abrigado esperanzas de comunión plena y visible. En este sentido, esta constitución apostólica es una consecuencia del diálogo ecuménico entre la Iglesia católica y la Comunión Anglicana.

El diálogo en curso entre la Iglesia católica y la Comunión Anglicana pone las bases para nuestra continua cooperación. Los acuerdos entre la Comisión Internacional Anglicana Católico Romana (ARCIC) y la Comisión Internacional Anglicana Católico Romana para la Unidad y la Misión (IARCCUM) dejan claro el camino que seguiremos juntos.

Con la gracia de Dios y la oración, estamos determinados a que nuestro compromiso mutuo y consultas en estos y otros asuntos sigan fortaleciéndose. Localmente, en el espíritu de la IARCCUM, buscamos construir sobre el modelo de las reuniones compartidas entre la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales y la Cámara de Obispos de la Iglesia de Inglaterra, subrayado nuestra misión común. Los encuentros comunes de reflexión y oración comenzaron en Leeds en 2006, y continuaron en Lambeth en 2008, al tiempo que futuras reuniones están en preparación. Esta cooperación cercana continuará mientras crecemos juntos en la unidad y la misión, en testimonio del Evangelio en nuestro país, y en toda la Iglesia.

Fuente: AICA

martes, 20 de octubre de 2009

San Juan Leonardi: hizo brillar la Luz de Cristo en su tiempo

Giovanni Leonardi

San Juan Leonardi hace brillar la luz de Cristo en tiempos difíciles, señaló Benedicto XVI en un mensaje leído en la Misa celebrada este domingo en la Basílica Vaticana a los 400 años de la muerte del fundador de los Clérigos Regulares de la Madre de Dios.

El prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, el cardenal Ivan Dias, que presidió la Eucaristía, leyó el mensaje dirigido al padre Francesco Petrillo, rector general de la Orden de la Madre de Dios.

“San Juan Leonardi resplandece en el firmamento de los santos como faro de generosa fidelidad a Cristo”, escribió el Papa, según informó Radio Vaticano.

También destacó que, en una “sociedad convulsa” como la de finales del año 500 e inicios del 600, el santo “trabajó para que volviera a brillar entre sus contemporáneos la luz de Cristo y experimentaran el calor del amor misericordioso de Dios”.

“Toda su vida -dijo- tiene el sello del amor incontenible e incansable por la gloria de Cristo. Su misión no es sólo geográfica (···), sino que debe ser capaz de transformar en misionero cada gesto, cada esfuerzo, cada miga de tiempo y de energía por un único y supremo interés: Cristo y Cristo crucificado”.

San Juan Leonardi, quería una Iglesia totalmente misionera, “sin ingerencias de patronatos políticos o administrativos”, sino íntimamente inclinada hacia la persona.

Por otra parte, el finalizar la oración dominical del Ángelus, el Papa saludó a los clérigos regulares de la Madre de Dios llegados al Vaticano para la conclusión del IV centenario de la muerte de su fundador, así como a los alumnos de todos los Colegios de Propaganda Fide y a los representantes de los farmacéuticos, de los que San Juan Leonardi es patrón.

San Juan Leonardi nació en Lucca el 9 de octubre de 1541 y murió en Roma en 1609. Fundó el instituto religioso de los Clérigos Regulares de la Madre de Dios (OMD).

Leonardi estudió Farmacia en Lucca, y en ese periodo se aproximó a la hermandad laica de los Colombinos, dirigida por padres dominicos.

Tras haber ejercido como farmacéutico durante algunos años en su lugar de nacimiento, hacia el 1568 decidió dedicarse al estudio de la Teología.

El 22 de diciembre de 1571 fue ordenado sacerdote. Se dedicó a la predicación y la enseñanza del catecismo e instituyó una Congregación de la Doctrina cristiana.

Junto a otros sacerdotes, el 1 de septiembre de 1574 fundó en la iglesia de Santa María de la Rosa, de Lucca, la congregación de los Sacerdotes Reformados de la Beata Virgen, dedicada al apostolado y a la formación del clero.

Leonardi redactó para los sacerdotes de la nueva familia religiosa las Constitutiones Clericorum Regularium Matris Dei, rápidamente aprobadas por el obispo de Lucca Alessandro Guidiccioni y confirmadas por el Papa Clemente VIII.

La congregación fue reconocida como orden religiosa el 3 de noviembre de 1621 por Gregorio XVI, cambiando su nombre por el de Orden de los Clérigos Regulares de la Madre de Dios.

Leonardi fue después expulsado de la República de Lucca con la excusa de perturbar el orden público y faltar al respeto a las autoridades constituidas.

Se refugió en Roma y en 1596, el Papa Clemente VI le nombró visitador apostólico y comisario con el encargo de reformar, según los cánones del Concilio de Trento, las congregaciones benedictinas de Montevergine, Vallombrosa y Monte Senario.

También recibió el encargo del Pontífice de dirimir una controversia entre el obispo de Nola y el virrey de Nápoles relativa al Santuario de la Virgen del Arco.

Con el español Juan Bautista Vives y Marja, dio vida en Roma a un movimiento misionero que, después de su muerte, condujo a la institución del Colegio Misionero de Propaganda Fide (en 1624, después Universidad Urbaniana) y a la erección de la Sacra Congregación para la Propagación de la Fe (1627).

Declarado venerable por Clemente XI en 1701, fue beatificado el 10 de noviembre de 1861 por Pío IX.

León XIII quiso en 1893 que su nombre fuera inscrito en el Martirologio Romano (cosa nunca sucedida con los beatos, a excepción de los papas). Pío XI lo canonizó el 17 de abril de 1938.

El 8 de agosto de 2006, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, en virtud de la facultad concedida por el Papa Benedicto XVI, le proclamó Santo Patrono de todos los farmacéuticos.


lunes, 19 de octubre de 2009

La Iglesia existe para anunciar el Evangelio


domingo, 18 de octubre de 2009

Homilía Dominical

29º Domingo del Tiempo Ordinario
Lecturas
Is 53, 10-11
Hb 4, 14-16
Mc 10, 35-45

Quiero comenzar la homilía de hoy saludando a todas la madres en su día y rezando por ustedes. E invitarlas a agradecer esta maravillosa vocación que tanto las acerca al Dios de la vida, que a través de ustedes quiere seguir renovando nuestro mundo.

El Evangelio que hemos escuchado nos vuelve a traer un tema sobre el que Jesús insistentemente habla a sus discípulos: el Hijo del Hombre vino para dar su vida en rescate por muchos. De esta forma nos recuerda que el servicio que El realizó -y el que nos pide a nosotros- no es sólo un conjunto de buenas obras, sino una manera de encarar la propia existencia: es el don de sí mismo, en el caso de Él, hasta el extremo.

A los doce -como lo hemos escuchado en los domingos anteriores- les costó entender la contundencia de este mensaje. En el diálogo de hoy, vemos cómo Santiago y Juan no entienden que el Hijo del Hombre no vino a ser servido sino a servir...que el que quiera ser el primero tiene que ser el último y el que aspire a ser grande debe ser el servidor de todos.

Sin dudas que estos dos apóstoles se destacan sobre el resto. En los principales acontecimientos de la vida de Jesús están cerca de Él (Mc 9,2 por ejemplo), son vehementes y apasionados en el cumplimiento de lo que creen que es justo aunque se equivoquen (Mc.9,38), su personalidad es fogosa al punto de que Jesús los había apodado boanerges que significa hijos del trueno (Mc 3,17). En el caso de san Juan, además, se ve que tenía una inteligencia muy profunda, tal como se puede deducir por el Evangelio que escribió.

No es raro que personalidades de este tipo deseen ocuparse de responsabilidades mayores, y no rehusen los desafíos que esto supone. Esta actitud no es mala ni contraria a la enseñanza ni al ejemplo de Jesús. El problema es cuando se confunde el deseo de hacer fructificar los talentos recibidos, con la ambición de cargos o puestos, pensando que de ellos depende nuestra realización personal o la eficacia de nuestro servicio.

Pero Jesús no sólo corrige a Santiago y Juan. También nos advierte contra otra tentación en la que parecen haber caído los otros diez. El evangelio dice que se indignaron contra los dos hermanos. Esta actitud no brota del dolor por el error ajeno ni del deseo fraterno de ayudar a cambiar al que se equivoca, sino de la amargura por no tener aquello que piden los otros dos. Es la tentación de la envidia, que si la dejamos entrar, daña los corazones y las instituciones. No sólo las comunidades religiosas, sino también la convivencia secular, social y política se entorpece cuando sus actores no saben reconocer con sabiduría las capacidades y aptitudes ajenas. Hoy Jesús nos invita a mirar también lo que ocurre fuera de la Iglesia (los que gobiernan, los que dominan) para aprender y aportar un espíritu distinto.

Y por último, como es el día de la madre quiero terminar marcando un detalle, de esos que tanta riqueza encierran en la Escritura. Cuando san Mateo relata este mismo episodio (Mt 20,23) nos dice que no fueron Santiago y Juan sino su madre la que pidió "el puesto de gloria" para ellos. Esto suele ocurrir en las relaciones humanas más importantes: entre padres e hijos, entre los cónyuges, entre los hermanos, entre los amigos. Es normal y legítimo que si amamos, anhelemos y soñemos lo mejor para la persona querida. Pero una cosa es desear el bien y otra muy distinta pretender manejarle la vida. Proponer objetivos exigentes que nos ayuden a superarnos está bien, sobre todo cuando estamos en proceso de formación, pero otra cosa es sobreexigir con metas inauténticas, que enrarecen la convivencia y la serenidad afectiva. No soy experto en estos temas, pero me parece que a veces, cuando los padres piensan "mi hijo es el mejor", sutilmente le están diciendo "tenés que lucirte", "tenés que ser exitoso" y esto sí que puede hacer daño al proceso de maduración. Y por supuesto que si estos son los criterios de una sociedad "adulta" los frutos no pueden ser muy diferentes de los que estamos viendo. ¡Para renovar la sociedad hay que cambiar de criterios!


P. Gerardo Galetto

Día de la Madre

Que María, modelo de Madre,
bendiga a todas las mamás en su día.


¡¡¡MUY FELIZ DÍA A TODAS LAS MADRES!!!


sábado, 17 de octubre de 2009

Domingo 18 de Octubre: Día de la Madre


Cada año hay un domingo, en el mes de octubre, dedicado a celebrar el día de la Madre. Puede parecer poco hablar de un día, pero tiene el significado de recordarnos algo que pertenece al ámbito de lo habitual, de lo cotidiano. Es importante actualizar lo habitual, para que no pierda su riqueza y compromiso.

Hay un olvido o desgaste en el valor de las palabras que incluye, desgraciadamente, a las personas. Por ello, es bueno y necesario celebrar y reflexionar sobre el significado que este día tiene, para no quedarnos en el cumplimiento formal o exterior de una fecha, ni tampoco resolverlo en una instancia meramente comercial.

La figura de la madre participa, desde su originalidad y complementariedad con el hombre, del misterio de la vida. Podemos hablar y distinguir a la madre, del padre y del hijo, pero no separarlos de esa realidad que los integra: la familia. Es cierto, no siempre se da o es posible integrar este conjunto ideal. Cuántas veces es la madre la que mantiene y salva a la familia, sobre todo en casos de abandono y pobreza. En esos contextos de injusticia moral y social es común que la madre, con su silencio y trabajo, se convierta en una palabra y un ejemplo que nos enseña a valorar y a respetar la vida. Ellas merecen un reconocimiento especial. Como obispo, no puedo dejar de recordar en este día, con emoción y gratitud, la figura de mi madre que ya no está. De ella he recibido la vida, la fe y una cultura basada en el evangelio. Es mucho lo que recibí de ella, máxime cuando pienso que quedó viuda, y que éramos diez hermanos.

Una de las características que marcaría en la figura de la madre es esa nota de ternura y de exigencia, que define su amor educativo por los hijos. Una y otra se necesitan para llevar adelante esa tarea familiar y social, que es el bien del hijo. Ambas, la ternura y la exigencia, presentan la sabiduría de un amor que está llamado a formar, no sólo a complacer. Creo que esta dimensión es un rasgo que distingue el amor de una madre. Por ello es un amor austero y oblativo, porque está al servicio del otro; su alegría es ver crecer a esa persona única, que en su fragilidad y desarrollo la necesita y la tiene como referencia. Estas notas que hoy recuerdo con gratitud, las considero un valor que va formando una cultura y una pedagogía que hacen a la dignidad y elevación del hombre y la mujer. La dimensión de este amor, que es una riqueza para el hijo y un bien para la sociedad, es garantía de un futuro más humano.

En este darse de la maternidad, que implica un cierto olvido de sí, la mujer vive la alegría y plenitud de una vocación. Si bien la maternidad es una decisión de la mujer, no es algo meramente privado, pertenece también al ámbito de lo público. Por ello es necesario que sea reconocida socialmente como algo personal, pero que es un bien de la sociedad. En el orden de la vida y su educación lo que es personal o privado no se opone a lo público, al contrario, se enriquecen y necesitan. El compromiso político y social que ello implica no siempre es tenido suficientemente en cuenta.

Pienso, además, que estamos como atados culturalmente a una visión un tanto individualista de nuestra realización personal que nos termina empobreciendo. Cada época presenta la riqueza de la maternidad en un contexto y con estilos siempre nuevos. En el mundo de los valores lo nuevo no es sinónimo de ruptura con el pasado. Cuando lo nuevo es discontinuidad aparece como algo extraño y carece de horizontes porque no tiene raíces. La mujer, en la maternidad, al participar de una verdad que hace a la naturaleza de la condición humana, se convierte en presente y profecía que ilumina a un mundo que siempre está naciendo, pero que necesita de su presencia y amor. La maternidad es la primera escuela de la vida humana, por ello, desde su privacidad es también pública, y merece el cuidado de la sociedad.

Con esta reflexión que nace del corazón de un hijo agradecido, que también es Pastor, he querido compartir mi palabra de admiración y afecto, para rendir, de este modo, mi homenaje a todas las madres en su día. Para ellas mi reconocimiento y oración, y a todos mi bendición de Padre y amigo en el Señor.



Mons. José María Arancedo

Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

viernes, 16 de octubre de 2009

Domingo 18 de Octubre

El próximo domingo 18 de octubre, los niños de todo el mundo, se unirán en oración para pedir por la Unión y la Paz de las familias en el país y en el mundo entero. Rezarán el Rosario, la oración predilecta de la Santísima Virgen María, en la que a través de la meditación de los misterios, en este caso los Gloriosos, la Madre de Dios enseña a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor.


Con el objetivo de rezar por "la paz interior y por la paz y la unión en nuestras familias, en nuestro país y en el mundo entero”, además de los católicos, también los niños de otras religiones fueron invitados a participar a través de sus propias oraciones.


En Argentina, el domingo 18 de octubre coincide con la celebración del día de la madre. ¡Qué mejor regalo, entonces, para nuestra Madre Celestial que rezar todos juntos, en familia, su oración predilecta!

Esta iniciativa es impulsada desde 2005 por el Consejo de Laicos de Venezuela e imitada en otros países por iniciativa de la Fundación Ayuda a la Iglesia Necesitada.

Más información

Misión Arquidiocesana 2009


"Una Iglesia que no es misionera
no es fiel al mandato recibido de Jesús".
Mons. José María Arancedo

El sábado 3 de octubre comenzamos a participar como parroquia de la Misión Arquidiocesana 2009, que continúa la Misión convocada por Mons. José María Arancedo en 2008.

Al igual que el año pasado, este año misionamos nuevamente en el barrio San Pantaleón, que depende jurisdiccionalmente de la parroquia Nuestra Señora de Lourdes.




Comenzamos las jornadas con la oración comunitaria y la adoración del Santísimo en el templo de Nuestra Señora de Lourdes, y desde allí caminamos juntos rezando el Rosario hasta el Centro de Evangelización Santa Bernardita, del barrio San Pantaleón.


Desde allí los misioneros de nuestra parroquia y de otras parroquias, acompañados por sus párrocos, parten para llevar la Buena Noticia de un Cristo vivo y más vigente que nunca.




Invitamos a todos aquellos que sientan el llamado a anunciar el Evangelio, a que nos acompañen durante los próximos sábados y domingos de octubre, anotándose previamente en la Secretaría Parroquial.


¡¡¡ANIMATE!!!

¡¡¡Jesús cuenta con vos!!!