Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



A todos los que ingresen a esta página:


*** BIENVENIDOS ***

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:: Homilías ::

(Clickear sobre la Biblia para leer las lecturas)


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lunes, 31 de octubre de 2011

Este 31 de octubre: "HOLYWINS - Noche de Estrellas"


La arquidiócesis de París, Francia, convoca desde el año 2002 a celebrar “Holywins”, un juego de palabras contrapuesto a la fiesta pagana de Halloween, del 31 de octubre, para testimoniar la fe y la esperanza cristiana ante la muerte en la vigilia de la fiesta de Todos los Santos -1º de noviembre- y del Día de los Fieles Difuntos, de los que se hace memoria el 2 de noviembre.

“Es hora de volver a iluminar lo que está oscurecido y así encender en los corazones el fuego de la alegría”, se subraya en la convocatoria.

La propuesta cristiana, creativa y desde la fe, apunta a cambiar “la cultura de la muerte, la violencia y la oscuridad por la cultura de la vida, la paz, el amor y la alegría”. Por tanto, se convoca a que el 31 de octubre, los cristianos se animen a cambiar y celebrar "Holywins", disfrazándose de “cosas positivas” y decorando los hogares con motivos alegres y divertidos, sobre todo “pidamos y regalemos muchos dulces por gracias”.



Lo que se pretende es retomar el sentido original de esta fecha (31 de octubre) y celebrar la “víspera del día de Todos los Santos" (All hallow's eve, que es la frase en inglés que dio origen a la palabra Halloween). Se busca mantener los elementos buenos y positivos: celebrar, disfrazarse y compartir, pero se propone cambiar los negativos:


  • muerte y oscuridad => por vida
  • terror y miedo => por alegría
  • violencia => por paz y amor
  • amedrentamiento y chantaje => por respeto y entrega

Para ello, los niños:

  • Leerán y comentarán vidas de santos y confeccionarán dibujos, tarjetas con mensajes, oraciones, etc.
  • Se disfrazarán de algo positivo como payaso, flor, santo, princesa, animalito, etc.
  • Saldrán a las casas vecinas acompañados de algún adulto o joven responsable, a pedir dulces.
  • Sólo tocarán el timbre en las casas que tengan globos o cintas de color blanco en sus puertas o rejas, aceptando así participar en esta fiesta. Al resto sencillamente no se les molestará.
  • Para recibir los dulces los niños deberán entregar algo a cambio.
  • A lo que entreguen le llamaremos "gracia" y puede ser un dibujo, una poesía, una oración, una flor, o una tarjeta hecho por ellos.

La iniciativa de esta fiesta cristiana, Holywins, se inspira en recordar el sentido cristiano de la celebración de Todos los Santos y del día de los difuntos. Esta fiesta no pretende oponerse a Halloween, sino presentar otra perspectiva alternativa marcada por la esperanza y la belleza, en lugar del miedo.

Fuente principal: AICA


viernes, 28 de octubre de 2011

San Simón y San Judas Tadeo, Apóstoles

San Simón y San Judas aparecen siempre juntos en las relaciones de los Doce. Al Apóstol Simón se le denomina el Cananeo (Mc 3, 18) o Zelote (Lc 6, 15), probablemente porque había pertenecido al partido extremista de los Zelotes, que preconizaba la resistencia activa ante la dominación romana y llevaba a cabo de tiempo en tiempo ciertas operaciones de guerrilla.

Semejante pormenor revela la diversidad de opciones temporales a que habían podido estar adheridos los Apóstoles antes de ser elegidos por Jesús. Ahora bien, el Señor llama así y agrupa dentro de un mismo conjunto a unos hombres tan distintos como el publicano Mateo o el nacionalista Simón. El Reino de Jesús no es de este mundo. Pedirá a todos sin discriminación que sean sus testigos delante de los hombres.

En cuanto a Judas, a quien Lucas llama: «Judas, hijo de Santiago» (Lc.6, 18) y, tanto Marcos como Mateo, le añaden el sobrenombre de Tadeo (Mc 18), es aquél que, en la Última Cena declaró a Jesús: «Señor, ¿qué pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?», cosa que le valió el recibir la gran promesa de la inhabitación divina en el alma de los fieles :«El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él». Porque este Judas -de tan ingrata homonimia- es el patrón de las causas desesperadas. Durante la antigüedad y casi toda la Edad Media fue un santo ignorado, quizá porque repelía su nombre por asociación con el del traidor, pero en el siglo XIV santa Brígida de Suecia contó en sus revelaciones que el Salvador le había instado a dirigirse con confianza a san Judas, y desde entonces pasó a tener una gran veneración. Muy poco se sabe de él por la Escritura: que fue uno de los Doce, tal vez hermano de Santiago el Menor, citado en la lista apostólica en penúltimo lugar, inmediatamente antes del traidor. Se supone que tras la muerte de Jesús predicó el cristianismo en Siria y Mesopotamia, y quizá murió en Persia con san Simón, martirizado a golpes de maza. Siglos atrás sus reliquias se veneraban en Reims y Toulouse, y su culto llegó a ser muy popular en Polonia.


Oración

Dios nuestro, que quisiste que te conociéramos por la predicación de los apóstoles, concédenos, por la intercesión de los Santos Simón y Judas, que tu Iglesia siga creciendo en el mundo, acogiendo continuamente en su seno a nuevos pueblos que vengan a la fe en ti. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

sábado, 22 de octubre de 2011

La fe purifica lo religioso

En el mundo actual es común confundir lo auténticamente religioso, como relación libre y confiada del hombre en Dios, con una serie de formas con las que se pretende manejar lo que se nos presenta como incierto. Parecería que lo religioso se identifica con lo irracional y con ese mundo de fuerzas que no manejamos. Se recurre a lo religioso, además, para obtener beneficios y resultados, hay como un retroceso en esto al mundo mágico del paganismo.

La verdadera fe en Dios no es garantía de un éxito inmediato, sino una mirada que ilumina y da sentido a nuestra vida, incluso frente a lo adverso, incluida la misma muerte, porque ella, la fe, nos introduce en la verdad de nuestra condición de criaturas. La fe sabe aceptar, además, la autonomía de lo humano con sus propias leyes. La fe no vive buscando milagros, tampoco es un recetario de respuestas, sino el encuentro con un Dios que nos abre el camino a la vida con un horizonte más amplio que lo inmediato. La fe nos habla de la grandeza y de los límites del hombre como ser creado, pero nos dice que vivimos bajo la mirada providente de Dios y con un destino trascendente. La fe da sentido y esperanza a nuestro peregrinar por este mundo.

Es importante recuperar el sentido de Dios para recrear una auténtica relación religiosa en el hombre. Cuando le preguntan a Jesús cuál es mandamiento mayor, él responde diciendo: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Éste es el más grande y primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás al prójimo como a ti mismo" (Mt. 22, 37-39). Cuando Dios es verdaderamente Dios, cuando es alguien a quien no podemos manejar o de quien no podemos disponer, entonces se inicia un auténtico camino de relación con él. Cuando Dios ocupa su lugar, lo religioso se purifica y el hombre crece en la madurez de su fe. A esto se opone lo que se conoce con el nombre de "superstición", que es "la desviación del sentimiento religioso", y lleva a utilizar, incluso, las mismas prácticas e imágenes religiosas en un sentido mágico, en el que se atribuye "su eficacia a la sola materialidad de las oraciones o signos religiosos, prescindiendo de las disposiciones interiores que exigen" (Catecismo de la Iglesia Católica n. 2110-2011). Este peligro siempre está presente cuando Dios deja de ser Dios, y se convierte en un instrumento del hombre al servicio de sus necesidades.

Creo que es necesario retomar una catequesis sobre el verdadero sentido de Dios para purificar y elevar la salud religiosa del hombre. Volver la mirada a Dios de la mano y de la Palabra de Jesucristo, es la mejor catequesis para conocerlo y amarlo sobre todas las cosas. Cuando uno de los apóstoles le dice: "Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta", Jesús le responde: "Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto ha visto al Padre" (Jn. 14, 8-9). Jesucristo es, para el hombre, la garantía de un conocimiento de Dios y de un verdadero espíritu religioso. Él, el Hijo de Dios, se ha hecho hombre para que el hombre encuentre el camino hacia Dios. Ha llegado la hora, nos dirá: "en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad... Dios es espíritu -concluye- y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y verdad" (Jn. 4, 23-24). Esto nos aleja de todo intento de disponer de o manejar a Dios, por el contrario, pone las bases de una auténtica vida religiosa que da sentido y confianza al hombre.

Reciban de su Obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor Jesús.


Mons. José María Arancedo

Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

Beato Juan Pablo Magno

¡ruega por nosotros y nuestras familias!

martes, 18 de octubre de 2011

San Lucas, evangelista


I. ¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena nueva, que pregona la victoria!1.

Hemos de agradecer hoy a San Lucas que sea para nosotros un buen mensajero que anuncia la paz, que trae la buena nueva, pues fue un fiel instrumento en manos del Espíritu Santo. Nos ha transmitido un precioso Evangelio y la historia de la primitiva cristiandad en los Hechos de los Apóstoles, movido por la gracia de la inspiración divina, pero a la vez con el esfuerzo humano de un trabajo bien hecho, pues la ayuda de Dios no suplanta lo humano. Él mismo nos indica que redactó su obra después de haberse informado con exactitud de todo desde los comienzos, y que lo hizo de forma ordenada2, no de cualquier manera. Esto le debió suponer buscar cuidadosamente fuentes de primera mano, muy probablemente la Virgen, los Apóstoles, incluso las mismas personas que aún vivían y que fueron protagonistas de los milagros, sucesos y narraciones... Nos señala expresamente que recoge esas noticias conforme nos las transmitieron quienes desde el principio fueron testigos oculares3. Incluso su mismo estilo literario, como hace notar San Jerónimo4, indica la seguridad de las fuentes de las que se nutre. Gracias a este esfuerzo y a su correspondencia a las gracias que recibió del Espíritu Santo, hoy podemos leer, maravillados, los relatos de la infancia de Jesús, algunas bellísimas parábolas que solo él recoge, como la del hijo pródigo, la del buen samaritano, la del administrador infiel, la del pobre Lázaro y el mal rico... Propio también de San Lucas es el relato de los dos caminantes de Emaús, lleno de finura y acabado hasta en sus menores detalles.

Ninguno de los Evangelistas nos ha mostrado la misericordia divina para con los más necesitados como lo hace San Lucas. Resalta el amor de Jesús por los pecadores, quien declara que ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido5, relata el perdón a la mujer pecadora6, el alojamiento en casa de un pecador como Zaqueo7, la mirada de Jesús que transforma el corazón de Pedro después de las negaciones8, la promesa del Reino al ladrón arrepentido9, la oración por los que le crucifican y le insultan en el Calvario10... Las mujeres y el empeño de Jesús por devolverles su dignidad, poco considerada en aquel tiempo, ocupan un lugar muy importante en su Evangelio: la viuda de Naín11, la pecadora arrepentida12, las mujeres galileas que ponen a disposición de Jesús sus bienes y van también en su seguimiento13, las visitas de Jesús a casa de las dos hermanas de Betania14, la curación de una mujer encorvada15, las mujeres de Jerusalén que dan a Jesús muestras de su compasión en el camino de la cruz16... son todas figuras nombradas y realzadas solo por este Evangelista.

Es mucho lo que hemos de agradecer hoy a San Lucas. «Eres el único -escribía el que más tarde había de ser el Papa Juan Pablo I en una carta figurada al Evangelista- que nos ofrece un relato del nacimiento e infancia de Cristo, cuya lectura escuchamos siempre con renovada emoción en Navidad. Hay, sobre todo, una frase tuya que me llama la atención: Envuelto en pañales fue reclinado en un pesebre. Esta frase ha dado origen a todos los belenes del mundo y a miles de cuadros preciosos»17. Ha permitido que acompañemos, tantas veces, a la Sagrada Familia en Belén y en su vida cotidiana entre sus paisanos de Nazareth.

También nosotros nos detenemos hoy a considerar la perfección humana con que debemos realizar nuestro trabajo, aunque nos parezca que quizá no tiene mucha trascendencia. Las obras bien hechas permanecen y resulta fácil ofrecerlas a Dios, que las acogerá como un don. El trabajo realizado con poco esfuerzo, sin interés, sin cuidar lo pequeño, no merece ser humano, y no permanecerá ni delante de Dios, ni de los hombres. Examinemos hoy cómo llevamos a cabo lo que tenemos entre manos, lo que debemos ofrecer cada día al Señor.

II. En el Evangelio de San Lucas encontramos la doctrina fundamental del Señor sobre la humildad, la sinceridad, la pobreza, la penitencia, la aceptación de la cruz cada día, la necesidad de ser agradecidos... El gran amor que tenemos a Nuestra Señora nos mueve hoy a dar gracias a este Santo Evangelista que supo presentar la grandeza y hermosura de su alma con una exquisita delicadeza. Por eso, se le dio desde muy antiguo el título de pintor de la Virgen18, y de ahí se pasó más tarde a que se le atribuyera la autoría de algunas tallas y pinturas de Nuestra Señora. En cualquier caso, el Evangelio de San Lucas es fundamental para el conocimiento y la devoción a la Virgen, y ha servido de inspiración a una buena parte del arte cristiano. Ningún personaje de la historia evangélica fuera, naturalmente, de Jesús es descrito con tanto amor y admiración como Santa María. Nos enseña, inspirado por el Espíritu Santo, los dones y la fiel correspondencia de la Virgen Santísima: es la llena de gracia, el Señor está con ella; concibió por obra del Espíritu Santo, siendo Madre de Jesús sin dejar de ser Virgen; íntimamente unida al misterio redentor de la Cruz, será bendecida por todas las generaciones, pues el Todopoderoso hizo en Ella grandes cosas. Con razón una mujer del pueblo alabó entusiasmada y de forma muy expresiva a la Madre de Jesús19. De la misma forma nos enseña la fidelísima correspondencia de la Virgen: recibe con humildad el anuncio del Arcángel acerca de su dignidad de Madre de Dios; acepta rendidamente los planes divinos; se apresura a ayudar a los demás... Por dos veces20 nos muestra a Nuestra Señora que ponderaba estas cosas en su corazón... Son conocimientos que solo la Virgen pudo transmitir en momentos en que abrió su intimidad.

En ese camino de las cosas bien hechas, acabadas con perfección, pidámosle a San Lucas dar a conocer a los demás la devoción a la Virgen, la riqueza casi infinita de su alma, como él lo hizo. Especialmente, en este mes de octubre, procuremos propagar esa devoción del Santo Rosario, que tantas gracias nos obtiene del Cielo.

III. Honremos la memoria de San Lucas contemplando la atrayente y alentadora figura del Salvador que nos pone delante. Y pidámosle, al leer y meditar los Hechos de los Apóstoles -el Evangelio del Espíritu Santo, como se le ha llamado-, la alegría y el espíritu apostólico de nuestros primeros hermanos en la fe que allí se refleja. Según una antigua costumbre cristiana, cuando alguien se encontraba en un apuro o en una duda abría al azar el Evangelio y leía el primer versículo encontrado. Muchas veces no se encontraba la respuesta adecuada, pero siempre se hallaba paz y serenidad; se había entrado en contacto con Jesús. Salía de Él una virtud que sanaba a todos21, comenta en cierta ocasión el Evangelista. Y esa virtud sigue saliendo de Jesús cada vez que entramos en contacto con Él. La obra de San Lucas, inspirada por Dios, nos enseña a mantener esa relación directa con el Señor, nos anima a acudir frecuentemente a su misericordia, a tratarle como al Amigo fiel que dio su vida por nosotros. A la vez, nos permite meternos de lleno en el misterio de Jesús, especialmente hoy, cuando tantas y tan confusas ideas circulan sobre el tema más trascendental para la Humanidad desde hace veinte siglos: Jesucristo, Hijo de Dios, piedra angular, fundamento de todo hombre. Ninguna lectura tiene la virtud de acercarnos tanto a Dios como la que está escrita bajo la misma inspiración divina. Por eso en el Santo Evangelio debemos aprender la ciencia suprema de Jesucristo22, como decía San Pablo a los Filipenses, «pues desconocer la Escritura es desconocer a Cristo»23.

El Evangelio debe ser el primer libro del cristiano porque nos es imprescindible conocer a Cristo; hemos de mirarlo y contemplarlo hasta conocer de memoria todos sus rasgos. «Al abrir el Santo Evangelio, piensa que lo que allí se narra, obras y dichos de Cristo, no sólo has de saberlo, sino que has de vivirlo. Todo, cada punto relatado, se ha recogido, detalle a detalle, para que lo encarnes en las circunstancias concretas de tu existencia.»

El Señor nos ha llamado a los católicos para que le sigamos de cerca y, en ese Texto Santo, encuentras la Vida de Jesús; pero, además, debes encontrar tu propia vida.»

«Aprenderás a preguntar tú también, como el Apóstol, lleno de amor: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?...” ¡La Voluntad de Dios!, oyes en tu alma de modo terminante.»

«Pues, toma el Evangelio a diario, y léelo y vívelo como norma concreta. Así han procedido los santos»24.

San Lucas, que tantas veces meditaría los hechos que relata, nos enseñará a amar, como lo hacían los primeros cristianos, el Santo Evangelio. En él encontraremos «el alimento del alma, la fuente límpida y perenne de la vida espiritual»25.

1 Antífona de entrada, Is 52, 7.

2 Cfr. Lc 1, 3.

3 Lc 1, 2.

4 Cfr. San Jerónimo, Epístola 20, 4.

5 Lc 19, 10.

6 Lc 7, 36-50.

7 Lc 19, 1-10.

8 Lc 22, 61.

9 Lc 23, 42 ss.

10 Lc 23, 34.

11 Lc 7, 11-17.

12 Lc 7, 36-50.

13 Lc 8, 1-3.

14 Lc 10, 38-42.

15 Lc 13, 10-17.

16 Lc 23, 27-32.

17 A. Luciani, Ilustrísimos señores, BAC, 2.ª ed., Madrid 1978, pp. 234-235.

18 Eusebio, Historia Eclesiástica, II, 43.

19 Cfr. Sagrada Biblia, Santos Evangelios, EUNSA, introd. a San Lucas, pp. 706-707.

20 Lc 2, 19; 51.

21 Cfr. Mc 6, 56.

22 Flp 3, 8.

23 San Jerónimo, Comentarios sobre el Profeta Isaías, prol.: PL 24, 17.

24 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 754.

25 Conc. Vat. II, Const. Dei Verbum, 21.

domingo, 16 de octubre de 2011

"Nuevos evangelizadores para la nueva evangelización"


Benedicto XVI: El testimonio, junto al anuncio, puede abrir el corazón

CIUDAD DEL VATICANO, domingo 16 de octubre de 2011 (ZENIT.org).-

Ofrecemos a continuación la homilía que Benedicto XVI pronunció este domingo durante la celebración eucarística de clausura del primer encuentro internacional de nuevos evangelizadores, que presidió en la Basílica vaticana.

***

Venerados Hermanos,
¡queridos hermanos y hermanas!

Con alegría celebro hoy la Misa para ustedes, que están comprometidos en muchas partes del mundo en las fronteras de la nueva evangelización. Esta Liturgia es la conclusión del encuentro que ayer los llamó a confrontarse en los ámbitos de esa misión y a escuchar algunos testimonios significativos. Yo mismo he querido presentarles algunos pensamientos, mientras hoy parto para ustedes el pan de la Palabra y de la Eucaristía, en la certeza –compartida por todos nosotros- de que sin Cristo, Palabra y Pan de vida, no podemos hacer nada (cf. Jn 15,5). Estoy contento porque este congreso se sitúa en el contexto del mes de octubre, precisamente una semana antes de la Jornada Mundial de las Misiones: esto pone a la nueva evangelización en su justa dimensión, en armonía con la de la misión ad gentes.

Les dirijo un saludo cordial a todos ustedes, que han acogido la invitación del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización. En particular saludo y doy las gracias al Presidente de este Dicasterio de reciente institución, Mons. Salvatore Fisichella, y a sus colaboradores.

Vamos ahora a las lecturas bíblicas en las cuales hoy el Señor nos habla. La primera, extraída del Libro de Isaías, nos dice que Dios es uno, es único; no hay otros dioses fuera del Señor, e incluso el poderoso Ciro, emperador de los persas, forma parte de un plan más grande, que sólo Dios conoce y lleva adelante. Esta lectura nos da el sentido teológico de la historia: los cambios de época, el sucederse de las grandes potencias, están bajo el supremo dominio de Dios; ningún poder terreno puede colocarse en su lugar. La teología de la historia es un aspecto importante, esencial, de la nueva evangelización, porque los hombres de nuestro tiempo, tras el nefasto periodo de los imperios totalitarios del siglo XX, necesitan reencontrar una visión global del mundo y del tiempo, una visión verdaderamente libre, pacífica, esa visión que el Concilio Vaticano II ha transmitido en sus Documentos, y que mis Predecesores, el siervo de Dios Pablo VI y el beato Juan Pablo II, han ilustrado con su Magisterio.

La segunda lectura es el inicio de la Primera Carta a los Tesalonicenses, y esto ya es muy sugerente, porque se trata de la carta más antigua que nos ha llegado del mayor evangelizador de todos los tiempos, el apóstol Pablo. Él nos dice ante todo que no se evangeliza de manera aislada: también él tenía de hecho como colaboradores a Silvano y Timoteo (cfr 1 Ts 1,1), y a muchos otros. E inmediatamente agrega otra cosa muy importante: que el anuncio debe estar siempre precedido, acompañado y seguido de la oración. Escribe de hecho: “En todo momento damos gracias a Dios por todos ustedes, recordándolos sin cesar en nuestras oraciones” (v. 2). El Apóstol se dice bien consciente del hecho de que los miembros de la comunidad no los ha elegido él, sino Dios: “fueron elegidos por él”, afirma (v. 4). Cada misionero del Evangelio debe siempre tener presente esta verdad: es el Señor quien toca los corazones con su Palabra y su Espíritu, llamando a las personas a la fe y a la comunión en la Iglesia. Finalmente, Pablo nos deja una enseñanza muy preciosa, extraída de su experiencia. Escribe: “Les fue predicado nuestro Evangelio no sólo con palabras sino también con poder y con el Espíritu Santo con plena persuasión” (v. 5). La evangelización para ser eficaz, necesita la fuerza del Espíritu, que anime el anuncio e infunda en quien lo lleva esa “plena persuasión” de la cual nos habla el Apóstol. Este término “persuasión”, “plena persuasión” en el original griego, es pleroforìa: un vocablo que no expresa tanto el aspecto subjetivo, psicológico, sino más bien la plenitud, la fidelidad, lo completo, en este caso del anuncio de Cristo. Anuncio que, para ser completo y fiel, necesita estar acompañado de signos, de gestos, como la predicación de Jesús. Palabra, Espíritu y persuasión -así entendida- son entonces inseparables y concurren a hacer así que el mensaje evangélico se difunda con eficacia.

Nos detenemos ahora en el pasaje del Evangelio. Se trata del texto sobre la legitimidad del tributo que hay que pagar al César, que contiene la célebre respuesta de Jesús: “Lo del César devuélvanselo al César, y lo de Dios a Dios” (Mt 22,21). Pero antes de llegar a este punto, éste es un pasaje que se puede referir a cuantos tienen la misión de evangelizar. De hecho, los interlocutores de Jesús –discípulos de los fariseos y herodianos- se dirigen a Él con una apreciación, diciendo: “Sabemos que eres veraz y enseñas el camino de Dios con franqueza y que no miras la condición de las personas” (v. 16). Y es precisamente esta afirmación, aun surgida de la hipocresía, la que debe llamar nuestra atención. Los discípulos de los fariseos y los herodianos no creen en lo que dicen. Lo afirman con una captatio benevolentiae para que los escuchen, pero su corazón está bien lejos de esa verdad; más bien quieren ponerle una trampa a Jesús para poder acusarlo. Para nosotros, en cambio, esa expresión es preciosa y verdadera: Jesús, en efecto, es verdadero y enseña el camino de Dios según la verdad y no está sujeto por nadie. Él mismo es este “camino de Dios”, que nosotros estamos llamados a recorrer. Podemos recordar las palabras de Jesús, en el Evangelio de Juan: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (14,6). Es iluminador al respecto el comentario de San Agustín: “era necesario que Jesús dijese: Yo soy el camino, la verdad y la vida” porque una vez conocido el camino faltaba conocer la meta. El camino conducía a la verdad, conducía a la vida… y ¿nosotros dónde vamos sino a Él? ¿y por qué camino vamos sino a través de Él? (In Ioh 69, 2). Los nuevos evangelizadores están llamados a caminar los primeros en este Camino que es Cristo, para hacer conocer a los demás la belleza del Evangelio que da la vida. Y en este Camino, no se camina nunca solos, sino en compañía: una experiencia de comunión y de fraternidad que se ofrece a cuantos encontramos, para hacer partícipes a los demás de nuestra experiencia de Cristo y de su Iglesia. Así, el testimonio, junto al anuncio, puede abrir el corazón de los están en busca de la verdad, para que puedan alcanzar el sentido de su propia vida.

Una breve reflexión también sobre la cuestión central del tributo al César. Jesús responde con un sorprendente realismo político, ligado al teocentrismo de la tradición profética. El tributo al César se paga, porque la imagen de la moneda es la suya; pero el hombre, todo hombre, lleva consigo otra imagen, la de Dios, y por tanto es de Él, y sólo de Él de quien cada uno es deudor de su existencia. Los Padres de la Iglesia, inspirándose en el hecho de que Jesús se refiere a la imagen del Emperador acuñada en la moneda del tributo, han interpretado este paso a la luz del concepto fundamental de hombre imagen de Dios, contenido en el primer capítulo del Libro del Génesis.

Un Autor anónimo escribe: “La imagen de Dios no está impresa en el oro sino en el género humano. La moneda del César es oro, la de Dios es la humanidad… por tanto, da tu riqueza al César, pero reserva a Dios la inocencia única de tu conciencia donde Dios es contemplado… El César, en efecto, ha impreso su imagen en cada moneda, pero Dios ha escogido al hombre, que él ha creado, para reflejar su gloria” (Anónimo, Obra incompleta sobre Mateo, Homilía 42). Y San Agustín ha utilizado muchas veces esta referencia en sus homilías: “Si el César reclama su propia imagen impresa en la moneda –afirma-, ¿no exigirá Dios del hombre la imagen divina esculpida en él? (En. in Ps., Salmo 94, 2). Y aún: “Como se devuelve al César la moneda, así se devuelve a Dios el alma iluminada e impresa por la luz de su rostro… Cristo en efecto habita en el interior del hombre” (Ivi, Salmo 4, 8).

Esta palabra de Jesús es rica en contenido antropológico, y no se la puede reducir solamente al ámbito político. La Iglesia, por tanto, no se limita a recordar a los hombres la justa distinción entre la esfera de autoridad del César y la de Dios, entre el ámbito político y el religioso. La misión de la Iglesia, como la de Cristo, es esencialmente hablar de Dios, recordar su soberanía, recordar a todos, especialmente a los cristianos que han perdido su identidad, el derecho de Dios sobre lo que le pertenece, es decir, nuestra vida.

Precisamente para dar renovado impulso a la misión de toda la Iglesia de conducir a los hombres fuera del desierto en el que a menudo se encuentran hacia el lugar de la vida, la amistad con Cristo que nos da su vida en plenitud, quisiera anunciar en esta Celebración eucarística que he decidido declarar un “Año de la fe” que ilustraré con una especial Carta apostólica. Este “Año de la fe” empezará el 11 de octubre del 2012, en el 50º aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y terminará el 24 de noviembre del 2013, Solemnidad de Cristo Rey del Universo. Será un momento de gracia y de compromiso por una conversión a Dios cada vez más plena, para reforzar nuestra fe en Él y para anunciarlo con alegría al hombre de nuestro tiempo.

Queridos hermanos y hermanas, ustedes están entre los protagonistas de la evangelización nueva que la Iglesia ha emprendido y lleva adelante, no sin dificultad, pero con el mismo entusiasmo de los primeros cristianos.

En conclusión, hago mías las expresiones del apóstol Pablo que hemos escuchado: agradezco a Dios por todos ustedes. Y les aseguro que los llevo en mis oraciones, consciente de su compromiso en la fe, su laboriosidad en la caridad y su constante esperanza en Jesucristo nuestro Señor.

Que la Virgen María, que no tuvo miedo a responder “sí” a la Palabra del Señor y, después de haberla concebido en su seno, se puso en camino llena de alegría y esperanza, sea siempre su modelo y su guía. Aprendan de la Madre del Señor y Madre nuestra a ser humildes y al mismo tiempo valerosos; sencillos y prudentes; equilibrados y fuertes, no con la fuerza del mundo, sino con la de la verdad. Amén.


¡¡¡Muy Feliz Día a Todas las Madres!!!

Es nuestro deseo reconocer tanta entrega y amor.

Que María sea siempre nuestro modelo de mujer y madre.

¡¡¡MUY FELIZ DÍA!!!


Día de la madre


Este domingo celebramos el Día de la Madre. Una fecha que hace a nuestra vida y despierta, por lo mismo, sentimientos de afecto y gratitud. En ella somos hijos, con todo lo que significa de ser parte de una historia de amor que da sentido y sostiene nuestro presente y futuro. No podemos entendernos sin una referencia permanente a esa figura única. Cada uno sabrá en este día dar contenido a esta historia personal y expresarlo con palabras, gestos y oraciones.

Yo actualizaré en un recuerdo agradecido y en mi oración a quién le debo su amor y el cuidado del don de la vida. No se trata sólo de un sentimiento personal, la figura de la Madre es un bien que hace a la cultura de una sociedad. Esto significa que la maternidad debe ser valorada y recuperada por la sociedad.

Hoy las quiero homenajear en la figura de la Virgen María. Ella fue la mujer elegida por Dios para ser la madre de Nuestro Señor Jesucristo. La riqueza de su vida la conocemos por los evangelios que nos dan pequeñas señales de una presencia silenciosa, pero que sin ella nos faltaría esa pieza que nos permite acercarnos para escuchar y contemplar a Jesucristo. Aquella breve intervención en las Bodas de Caná, cuando nos dice: “Hagan todo lo que él les diga” (Jn. 2, 5) refiriéndose a su Hijo, puede ser su mejor presentación, este es el estilo de ella. Luego, al pie de la cruz, su maternidad adquiere un significado universal en palabras del mismo Jesucristo cuando le dice: “Mujer, aquí tienes a tu hijo”, y a nosotros: “Aquí tienes a tu madre” (Jn. 19, 26). Hemos sido encomendados a su cuidado maternal. Esto es parte de la Palabra de Dios.

Este encargo que María recibe de su Hijo adquirió un valor privilegiado en la vida y el sentimiento cristiano. Ella no ocupa el lugar de Jesucristo, pero nos orienta hacia él. Ya desde los primeros siglos, y en las diversas culturas en las que fue creciendo el cristianismo, la figura maternal de María fue despertando en el pueblo cristiano la certeza de una cercanía que marcó profundamente su devoción y su vida. Este hecho histórico religioso echó raíces y se hizo cultura en la vida de las diversas comunidades. Entre nosotros la presencia y devoción a la Virgen María fue creciendo en torno a la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe. A ella la conocemos y la veneramos como Madre y Patrona de Santa Fe. Por ello, con sentimientos de dolor, desconcierto y repudio asistimos al retiro y posible destrucción de la venerada Imagen que fuera bendecida y entronizada en el Estadio Brigadier Estanislao López. No dudamos, dijimos, que Ella como Madre de todos, sabrá perdonar el error (o agravio) de quienes lo hayan cometido o permitido. Pero a nosotros, concluíamos, la gravedad objetiva de este hecho nos obliga a reparar el debido respeto y la auténtica devoción que merece la Imagen de Nuestra Madre.

Con este fin los invito y los espero para participar del acto de desagravio que realizaremos este domingo 16 de octubre, Día de la Madre, en la Santa Misa que presidiré en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe a las 19, 30. Reciban de su Obispo junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.


Mons. José María Arancedo

Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

sábado, 15 de octubre de 2011

¡¡¡Venta de platos dulces!!!



Mañana, a la salida de la Misa de las 10 de la mañana,
los chicos de IAM, estarán vendiendo platos dulces,
a beneficio de un próximo viaje en verano.

¡¡¡APROVECHÁ y QUEDÁ BIEN CON MAMÁ!!!

;)

viernes, 14 de octubre de 2011

Teresa de Jesús, según Benedicto XVI


miércoles, 12 de octubre de 2011

Misa de desagravio


COMUNICADO del Sr. Arzobispo,

Mons. José María Arancedo


Para ser leído en todas las Parroquias, Capillas, Comunidades Educativas, Religiosas, Asociaciones y Movimientos Laicales


Ante el grave hecho del retiro y posible destrucción de la imagen entronizada de la Virgen de Guadalupe del Estadio "Brigadier López" del Club Colón, que se enmarca en la figura objetiva de profanación, el Sr. Arzobispo invita a todos los fieles a la Misa de desagravio que presidirá el próximo domingo 16 de octubre, Día de la Madre, a las 19, 30 en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe.


Además del valor testimonial de la presencia, se ha pensado en un gesto solidario a Nuestra Madre como signo del acto de reparación, consistente en pañales descartables para ser entregados en el Hospital de Niños "Dr. Orlando Alassia" y "Neonatologia del Hospital Dr. Iturraspe".


Se ruega dar difusión a esta convocatoria.

domingo, 9 de octubre de 2011

Homilía Dominical

Domingo XXIX del TO - Ciclo A

Lecturas

Is 25, 6-10
Flp 4, 12-14.19-20
Mt 22, 1-14

En la parábola del evangelio de hoy Jesús compara al Reino de los cielos con un banquete de bodas al que hay que concurrir con el traje apropiado para la ocasión. Si en esta fiesta se celebra el amor, la vestimenta no puede ser otra que la de un corazón que se ha preparado para alegrarse y disfrutar del amor. Esto supone en primer lugar que hemos puesto al amor, y no otra cosa, como lo más importante de nuestra vida. Se trata de aprender a gozar y agradecer cada día tantos signos del amor de Dios que recibimos y que, con su fuerza, podemos brindar a los demás. Pequeños gestos o palabras que se nos ofrecen o que ofrecemos, si no los dejamos sofocar por tantas preocupaciones que nos dan vueltas, nos van preparando para esto.

Pero además hace falta vivir en camino de reconciliación. No se puede gozar de una fiesta quedando aislado del resto de los participantes. Dios nos llama a un banquete de comunión de amor con Él y con los hermanos. Y cargando cada uno nuestra cruz, dejándonos perdonar y perdonando, hemos de recorrer el trayecto que nos lleve a acercarnos cada vez más a ellos.

Si verdaderamente nos estamos preparando para la fiesta su alegría empieza a actuar ya desde ahora en nuestros corazones impulsándonos a comunicarla. Hoy, Domingo de las Misiones, es una buena ocasión para descubrir si esta fuerza habita en nosotros. ¿Tendemos a compartir y a contagiar nuestra fe en el medio en que nos movemos, comenzando por los más cercanos?

Si por el contrario no nos estamos procurando la vestimenta adecuada, nos encontraremos cada vez más parecidos a los invitados que ponían excusas para rechazar la invitación: otras cosas nos resultarán más interesantes y hasta sentiremos rechazo por el mensajero que nos invita.

La Eucaristía es el sacramento de este Banquete celestial. Ella también nos exige prepararnos con traje apropiado. Si venimos dispuestos a gozar del amor que se nos brinda. Si venimos con deseos de reconciliarnos con Dios y con los hermanos que asisten con nosotros a la celebración. Entonces dejará de ser un espectáculo que observamos pasivamente para transformarse en la fiesta que, también gracias a nuestra participación con la atención el silencio y el canto, nos llena de entusiasmo y alegría para comunicarlos a los demás. Así, al salir, nos volveremos mensajeros en los cruces de los caminos para que a todos llegue la invitación a la fiesta eterna del amor de Dios.

P. Daniel Gazze

Aborto, derecho y libertad


Cuando trato de comprender cuál es la razón última de quienes sostienen el aborto, llego a la conclusión de que se basan en un concepto del hombre y su libertad como algo absoluto, una suerte de un dios creador que no tiene límites. Parecería que las razones biológicas y científicas, que no dudan en hablar de vida humana desde el embrión, no son suficientes. Les cuesta reconocer esta realidad humana del embrión, es más, tratan de evitar que se presenten sus imágenes por la crudeza que tienen.

El no ver, parecería, tranquiliza la conciencia. Tampoco alcanzan las razones jurídicas, cuando se nos habla del derecho a la vida como el primer derecho del hombre y, por lo mismo, reclama ser tutelado por las leyes. No hay nada superior a la libertad del hombre entendida como un poder absoluto de decisión.

Habría, para esta postura pro aborto, una omnipotencia de la libertad personal que exime de toda referencia ética o jurídica que sea vinculante. Algunos lo justifican diciendo que esa vida aún no tiene voz propia, no es persona como nosotros, agregan. No es suficiente, para ellos, la verdad de un ser que está en camino y que, aún, necesita de ayuda. Lo que importa es la libre decisión de quién engendra y lo lleva, convirtiéndose en creadores, en pequeños dioses de algo que les es propio, y no necesita, ni admite, una tutela legislativa y jurídica. Es una suerte de creación, si es posible la comparación hablaría de una creación sin sentido de providencia o responsabilidad respecto a la vida engendrada. Puede parecer un tanto simple esta presentación, pero creo que es necesario plantearla en estos términos para comprender el fondo de la cuestión. Estamos ante la gravedad de una cuestión que define no sólo el valor único de una vida, sino el alcance gnoseológico y ético de una cultura. Campea como telón de fondo los principios de una filosofía de corte constructivista que, aunque no se lo exprese claramente, lleva necesariamente al planteo de una moral relativista, donde todo es posible.

No podemos dejar de pensar, ciertamente, en los problemas que puede plantear un embarazo para la mujer. No se trata de una actitud que no tenga en cuenta esta realidad, por el contrario hay que asumirla; lo que si marca una diferencia frente a esa postura es que estamos ante una vida nueva con sus exigencias y derechos. Este hecho requiere una cercanía y acompañamiento a la mujer tanto de la familia como de la sociedad, pero nunca es una actitud humana y responsable resolver el problema quitando una vida. Es importante buscar respuestas educativas y propositivas frente a esta realidad. ¡Cuántos niños hoy están creciendo con la alegría y gratitud de sus madres, porque han tenido la cercanía de personas que han sabido acompañarlas! Pienso en la obra silenciosa de Grávida, que es testimonio de un amor auténtico y responsable. El verdadero concepto de libertad, por otra parte, no es un límite a la grandeza del hombre, sino una condición necesaria que hace de la libertad un signo de su dignidad.

Reciban de su Obispo en este mes dedicado a la Familia, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor Jesús y María Santísima.


Mons. José María Arancedo

Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

sábado, 8 de octubre de 2011

85° Colecta Mundial por las Misiones


8 y 9 de octubre

en todas las Parroquias, Colegios e Instituciones Católicos del país

Cada año, Octubre es el mes de las misiones y de la Colecta en todo el mundo; es el mes que nos anima a asumir como corresponsables de la misión universal de la Iglesia en los cinco continentes, un compromiso concreto en la oración y con nuestra ayuda material.

En nuestro país, y centrándose en la vida del Beato Juan Pablo II, la Colecta tiene por lema: “Testigos Misioneros como él, comprometidos con la Vida”, siendo organizada por las Obras Misionales Pontificias de Argentina a cargo del Pbro. Osvaldo Leone.

Las colectas de la Jornada Mundial de las Misiones y las donaciones de aportantes individuales, junto a las contribuciones derivadas de las iniciativas particulares de animación misionera, son enviadas por los Directores Nacionales de las Obras Misionales Pontificias a los Secretariados generales y constituyen un Fondo común: el Fondo Universal de Solidaridad.

Durante la Asamblea General Anual de las Obras Misioneras Pontificias (habitualmente en el mes de mayo), todos los Directores nacionales, bajo la guía del Presidente y de los Secretarios generales de las cuatro Obras Pontificias, toman en consideración las miles de peticiones de ayuda que llegan de todo el mundo para la construcción de iglesias, capillas o locales para la pastoral; para el sustento y la formación de seminaristas y de catequistas y para iniciativas de educación y promoción dirigidas a la infancia por mencionar algunas. La Asamblea en base a la disponibilidad económica y a criterios de equidad y justicia, decide la asignación de las ayudas. Por desgracia el Fondo Universal de Solidaridad nunca es tan grande como para consentir una respuesta positiva a todas las peticiones por eso la Colecta Mundial por las Misiones es entrega, anuncio y promoción humana.

viernes, 7 de octubre de 2011

¿Qué es el Rosario?

Hasta ahora se ha considerado como la mejor definición del Rosario la que dio el Sumo Pontífice San Pío V en su Bula de 1569: "El Rosario o salterio de la Sma. Virgen, es un modo piadosísimo de oración, al alcance de todos, que consiste en ir repitiendo el saludo que el ángel le dio a María; interponiendo un Padrenuestro entre cada diez Avemarías y tratando de ir meditando mientras tanto en la Vida de Nuestro Señor". El Rosario constaba de 15 Padrenuestros y 150 Avemarías, en recuerdo de los 150 Salmos. Ahora son 20 Padrenuestros y 200 Avemarías, al incluir los misterios de la luz.

La palabra Rosario significa "Corona de Rosas". Nuestra Señora ha revelado a varias personas que cada vez que dicen el Ave María le estan dando a Ella una hermosa rosa y que cada Rosario completo le hace una corona de rosas. La rosa es la reina de las flores, y así el Rosario es la rosa de todas las devociones, y por ello la más importante de todas.

El Rosario esta compuesto de dos elementos: oración mental y oración verbal. En el Santo Rosario la oración mental no es otra cosa que la meditación sobre los principales misterios o hechos de la vida, muerte y gloria de Jesucristo y de su Santísima Madre. Estos veinte misterios se han dividido en cuatro grupos: Gozosos, Dolorosos, Gloriosos y
Luminosos. La oración verbal consiste en recitar quince decenas (Rosario completo) o cinco decenas del Ave María, cada decena encabezada por un Padre Nuestro, mientras meditamos sobre los misterios del Rosario.

La Santa Iglesia recibió el Rosario en su forma actual en el año 1214 de una forma milagrosa: cuando Nuestra Señora se apareciera a Santo Domingo y se lo entregara como un arma poderosa para la conversión de los herejes y otros pecadores de esos tiempos. Desde entonces su devoción se propagó rapidamente alrededor del mundo con increíbles y milagrosos resultados.

Entre las varias formas y modos de honrar a la Madre de Dios, optando por las que son mejores en si mismas y mas agradables a Ella, es el rezo del Santo Rosario la que ocupa el lugar preeminente. Vale la pena recordar que entre las variadas apariciones de la Santísima Virgen, siempre Ella ha insistido en el Rezo del Rosario. Es así como, por ejemplo, el 13 de Mayo de 1917, en un pueblo de Portugal llamado Cova de Iria, la Santísima Virgen insiste con vehemencia en el rezo del Rosario a los tres pastorcitos, en una de sus muchas apariciones a estos tres videntes.

Siendo un sacramental, el Santo Rosario contiene los principales misterios de nuestra religión católica, que nutre y sostiene la fe, eleva la mente hasta las verdadades divinamente reveladas, nos invita a la conquista de la eterna patria, acrecienta la piedad de los fieles, promueve las virtudes y las robustece. El Rosario es alto en dignidad y eficacia: podría decirse que es la oración más fácil para los sencillos y humildes de corazón, es la oración más especial que dirigimos a nuestra Madre para que interceda por nosotros ante el trono de Dios.

El Santo Rosario prolonga la vida litúrgica de la Iglesia pero no la sustituye, al contrario enriquece y da vigor a la misma liturgia. Es por ello que el Santo Rosario se enmarca como una plegaria dentro de la religiosidad popular que contiene un gran tesoro de valores que responde con sabiduría cristiana a los grandes interrogantes de la existencia.

El pueblo latinoamericano es profundamente Mariano, reconoce con una gran sabiduría popular católica, que llegamos a Jesús Salvador a través de María Santísima, su Madre, y desde los mismos tiempos del descubrimiento y de la conquista de América, se generó una gran devoción por la Virgen María; en Ella, nuestros pueblos siempre han mirado el rostro maternal de quien nos trajo la salvación y con la primera manifestación explícita de la Reina del Cielo en tierra americana, con rostro y figura de mujer mestiza, en México, se acrecentó aún más el amor y la devoción a ella en todos los países hispano parlantes, reconociéndola como nuestra propia Madre, llena de amor, de misericordia y de piedad para con sus hijos. Sentimiento que va en relación directa con el origen mismo de la Maternidad Divina: María es Madre de Dios Redentor, es también verdaderamente la Madre de todos los miembros de Cristo, porque Ella colaboro con su amor a que nacieran en la Iglesia, los creyentes, miembros de aquella cabeza que es Cristo.

El paso del tiempo, las costumbres modernas, y la nuevas formas de oración, no pueden dejar de lado el rezo del Santo Rosario. De hecho, los Santos Padres y los Santos han tenido una profunda devoción a este sacramental. Y nosotros, como católicos y como amantes de la Reina del Cielo, hemos de ser fervientes devotos del Rosario.

Es digno de recordar que la familia que reza unida permanece unida. Que la recitación piadosa y consciente del Santo Rosario nos traiga la paz al alma y nos una más estrechamente a María para vivir auténticamente nuestro cristianismo.

Fuente: catholic.net

Nuestra Señora del Rosario

En este día se pide la ayuda de la santa Madre de Dios por medio del Rosario o corona mariana, meditando los misterios de Cristo bajo la guía de Aquella que estuvo especialmente unida a la encarnación, pasión y resurrección del Hijo de Dios.

El rezo del Santo Rosario es una de las devociones más firmemente arraigadas en el pueblo cristiano. Popularizó y extendió esta devoción el papa san Pío V en el día aniversario de la victoria obtenida por los cristianos en la batalla de Lepanto (1571), victoria atribuída a la Madre de Dios, invocada por la oración del Rosario.

Hoy la Iglesia nos invita a descubrir la importancia de María dentro del misterio de la salvación y a saludarla como Madre de Dios, repitiendo sin cesar: Ave María. La celebración de este día es una invitación a meditar los misterios de Cristo, en compañía de la Virgen María, que estuvo asociada de un modo especialísimo a la encarnación, la pasión y la gloria de la resurrección del Hijo de Dios.

La Historia del Santo Rosario

¿Qué es el Santo Rosario?

Para meditar las palabras del Ave María

jueves, 6 de octubre de 2011

¡¡¡Fiesta de las familias!!!

El domingo 2 de octubre celebramos el comienzo del mes de la familia con un gran almuerzo parroquial.

Publicamos aquí algunas fotos del hermoso momento compartido en comunidad.

Más fotos de esta fiesta de la familia, en nuestro Facebook: Cuasiparroquia Belén

Las familias, disfrutando del rico menú

Compartimos un hermoso momento en familia

Los mozos

Una hermoso tiempo de compartir

El buffet


miércoles, 5 de octubre de 2011

Santa María Faustina Kowalska


En Cracovia, Polonia, santa María Faustina (Elena) Kowalska, virgen de las Hermanas de la Bienaventurada Virgen María de la Misericordia, solícita de anunciar el misterio de la divina misericordia.


Sor María Faustina, apóstol de la Divina Misericordia, forma parte del círculo de santos de la Iglesia más conocidos. A través de ella el Señor Jesús transmite al mundo el gran mensaje de la Divina Misericordia y presenta el modelo de la perfección cristiana basada sobre la confianza en Dios y la actitud de caridad hacia el prójimo.

Nació el 25 de agosto de 1905 como la tercera hija entre diez hermanos en la familia de Mariana y Estanislao Kowalski, campesinos de la aldea de Głogowiec. En el santo bautizo, celebrado en la iglesia parroquial de Świnice Warckie, se le impuso el nombre de Elena. Desde pequeña se destacó por el amor a la oración, la laboriosidad, la obediencia y una gran sensibilidad ante la pobreza humana. A los 9 años recibió la Primera Comunión. La vivió muy profundamente, consciente de la presencia del Huésped Divino en su alma. Su educación escolar duró apenas tres años. Al cumplir 16 años abandonó la casa familiar para, trabajando de empleada doméstica en casas de familias acomodadas de Aleksandrów, Łódź y Ostrówek, mantenerse a sí misma y ayudar a los padres.

Ya desde los 7 años sentía en su alma la llamada a la vida religiosa, pero ante la negativa de los padres para su entrada en el convento, intentó apagar dentro de sí la voz de la vocación divina. Sin embargo, apresurada por la visión de Cristo sufriente fue a Varsovia y allí, el 1 de agosto de 1925 entró en la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia donde, como sor María Faustina, vivió trece años. Trabajó en distintas casas de la Congregación. Pasó los períodos más largos en Cracovia, Płock y Vilna cumpliendo los deberes de cocinera, jardinera y portera.

Para quien la observara desde fuera nada hubiera delatado su singular intensa vida mística. Cumplía sus deberes con fervor, observaba fielmente todas las reglas del convento, era recogida y callada, pero a la vez natural, llena de amor benévolo y desinteresado al prójimo. Su vida, aparentemente ordinaria, monótona y gris, se caracterizó por la extraordinaria profundidad de su unión con Dios.

Su espiritualidad se basa en el misterio de la Divina Misericordia, que ella meditaba en la Palabra de Dios y contemplaba en lo cotidiano de su vida. El conocimiento y la contemplación del misterio de la Divina Misericordia desarrollaban en ella una actitud de confianza de niño hacia Dios y la caridad hacia el prójimo. "Oh Jesús mío —escribió— cada uno de tus santos refleja en sí una de tus virtudes, yo deseo reflejar tu Corazón compasivo y lleno de misericordia, deseo glorificarlo. Que tu misericordia, oh Jesús, quede impresa sobre mi corazón y mi alma como un sello y éste será mi signo distintivo en esta vida y en la otra". (Diario 1242). Sor Faustina era una fiel hija de la Iglesia a la que amaba como Madre y como el Cuerpo Místico de Jesucristo. Consciente de su papel en la Iglesia, colaboró con la Divina Misericordia en la obra de salvar a las almas perdidas. Con este propósito se ofreció como víctima cumpliendo el deseo del Señor Jesús y siguiendo su ejemplo. Su vida espiritual se caracterizó por el amor a la Eucaristía y por una profunda devoción a la Madre de la Divina Misericordia.

Los años de su vida en el convento abundaron en gracias extraordinarias: revelaciones, visiones, estigmas ocultos, la participación en la Pasión del Señor, el don de bilocación, los dones de leer en las almas humanas, de profecía y de desposorios místicos. Un contacto vivo con Dios, con la Santísima Madre, con ángeles, santos y almas del purgatorio: todo el mundo extraordinario no era para ella menos real que el mundo que percibía a través de los sentidos. Colmada de tantas gracias extraordinarias sabía, sin embargo, que no son éstas las que determinan la santidad. En el Diario escribió:Ni gracias, ni revelaciones, ni éxtasis, ni ningún otro don concedido al alma la hace perfecta, sino la comunión interior de mi alma con Dios. Estos dones son solamente un adorno del alma, pero no constituyen ni la sustancia ni la perfección. Mi santidad y perfección consisten en una estrecha unión de mi voluntad con la voluntad de Dios (Diario 1107).

El Señor Jesús escogió a sor Faustina por secretaria y apóstolde su misericordia para, a través de ella, transmitir al mundo sugran mensaje. En el Antiguo Testamento —le dijo— enviaba alos profetas con truenos a mi pueblo. Hoy te envío a ti a todala humanidad con mi misericordia. No quiero castigar a la humanidad doliente, sino que deseo sanarla, abrazarla con mi Corazón misericordioso (Diario 1588).

La misión de sor Faustina consiste en 3 tareas:

– Acercar y proclamar al mundo la verdad revelada en la Sagrada Escritura sobre el amor misericordioso de Dios a cada persona.

– Alcanzar la misericordia de Dios para el mundo entero, y especialmente para los pecadores, por ejemplo a través de la práctica de las nuevas formas de culto a la Divina Misericordia, presentadas por el Señor Jesús: la imagen de la Divina Misericordia con la inscripción: Jesús, en ti confío, la fiesta de la Divina Misericordia, el primer domingo después de la Pascua de Resurrección, la coronilla a la Divina Misericordia y la oración a la hora de la Misericordia (las tres de la tarde). A estas formas de la devoción y a la propagación del culto a la Divina Misericordia el Señor Jesús vinculó grandes promesas bajo la condición de confiar en Dios y practicar el amor activo hacia el prójimo.

– La tercera tarea es inspirar un movimiento apostólico de la Divina Misericordia que ha de proclamar y alcanzar la misericordia de Dios para el mundo y aspirar a la perfección cristiana siguiendo el camino trazado por la beata sor María Faustina. Este camino es la actitud de confianza de niño hacia Dios que se expresa en cumplir su voluntad y la postura de caridad hacia el prójimo. Actualmente este movimiento dentro de la Iglesia abarca a millones de personas en el mundo entero: congregaciones religiosas, institutos laicos, sacerdotes, hermandades, asociaciones, distintas comunidades de apóstoles de la Divina Misericordia y personas no congregadas que se comprometen a cumplir las tareas que el Señor Jesús transmitió por sor María Faustina.

Sor María Faustina manifestó su misión en el Diario que escribió por mandato del Señor Jesús y de los confesores. Registró en él con fidelidad todo lo que Jesús le pidió y describió todos los encuentros de su alma con Él. "Secretaria de mi más profundo misterio —dijo el Señor Jesús a sor María Faustina— tu misión es la de escribir todo lo que te hago conocer sobre mi misericordia para el provecho de aquellos que leyendo estos escritos, encontrarán en sus almas consuelo y adquirirán valor para acercarse a mí" (Diario 1693). Esta obra acerca de modo extraordinario el misterio de la misericordia Divina. Atrae no solamente a la gente sencilla sino también a científicos que descubren en ella un frente más para sus investigaciones. El Diario ha sido traducido a muchos idiomas,por citar algunos: inglés, alemán, italiano, español, francés, portugués, árabe, ruso, húngaro, checo y eslovaco.

Sor María Faustina extenuada físicamente por la enfermedad y los sufrimientos que ofrecía como sacrificio voluntario por los pecadores, plenamente adulta de espíritu y unida místicamente con Dios murió en Cracovia el 5 de octubre de 1938, con apenas 33 años. La fama de la santidad de su vida iba creciendo junto con la propagación de la devoción a la Divina Misericordia y a medida de las gracias alcanzadas por su intercesión. Entre los años 1965-67 en Cracovia fue llevado a cabo el proceso informativo sobre su vida y sus virtudes y en 1968 se abrió en Roma el proceso de beatificación, concluido en diciembre de 1992. El 18 de abril de 1993, en la Plaza de San Pedro de Roma, el Santo Padre Juan Pablo II beatificó a Sor María Faustina. Sus reliquias yacen en el santuario de la Divina Misericordia de Cracovia-Łagiewniki. Fue canonizada por el Santo Padre Juan Pablo II el 30 de abril de 2000.

Fuente: vatican.va

martes, 4 de octubre de 2011

Cántico de las Criaturas, de Francisco de Asís


San Francisco de Asís

Francisco de Asís
Fundador de la Orden de los Frailes Menores (OFM)

San Francisco fue un santo que vivió tiempos difíciles de la Iglesia y la ayudó mucho. Renunció a su herencia dándole más importancia en su vida a los bienes espirituales que a los materiales.

Francisco nació en Asís, Italia, en 1181 o 1182. Su padre era comerciante y su madre pertenecía a una familia noble. Tenían una situación económica muy desahogada. Su padre comerciaba mucho con Francia y cuando nació su hijo estaba fuera del país. La gente apodó al niño “francesco” (el francés) aunque éste había recibido en su bautismo el nombre de “Juan.”

En su juventud no se interesó ni por los negocios de su padre ni por los estudios. Se dedicó a gozar de la vida sanamente, sin malas costumbres ni vicios. Gastaba mucho dinero pero siempre daba limosnas a los pobres. Le gustaban las románticas tradiciones caballerescas que propagaban los trovadores.

Cuando Francisco tenía como unos veinte años, hubo pleitos y discordia entre las ciudades de Perugia y Asís. Francisco fue prisionero un año y lo soportó con alegría. Cuando recobró la libertad cayó gravemente enfermo. La enfermedad fortaleció y maduró su espíritu. Cuando se recuperó, decidió ir a combatir en el ejército. Se compró una costosa armadura y un manto que regaló a un caballero mal vestido y pobre. Dejó de combatir y volvió a su antigua vida pero sin tomarla tan a la ligera. Se dedicó a la oración y después de un tiempo tuvo la inspiración de vender todos sus bienes y comprar la perla preciosa de la que habla el Evangelio. Se dio cuenta que la batalla espiritual empieza por la mortificación y la victoria sobre los instintos. Un día se encontró con un leproso que le pedía una limosna y le dio un beso.

Visitaba y servía a los enfermos en los hospitales. Siempre regalaba a los pobres sus vestidos, o el dinero que llevaba. Un día, una imagen de Jesucristo crucificado le habló y le pidió que reparara su Iglesia que estaba en ruinas. Decidió ir y vender su caballo y unas ropas de la tienda de su padre para tener dinero para arreglar la Iglesia de San Damián. Llegó ahí y le ofreció al padre su dinero y le pidió permiso para quedarse a vivir con él. El sacerdote le dijo que sí se podía quedar ahí, pero que no podía aceptar su dinero. El papá de San Francisco, al enterarse de lo sucedido, fue a la Iglesia de San Damián pero su hijo se escondió. Pasó algunos días en oración y ayuno. Regresó a su pueblo y estaba tan desfigurado y mal vestido que la gente se burlaba de él como si fuese un loco. Su padre lo llevó a su casa y lo golpeó furiosamente, le puso grilletes en los pies y lo encerró en una habitación (Francisco tenía entonces 25 años). Su madre se encargó de ponerle en libertad y él se fue a San Damián. Su padre fue a buscarlo ahí y lo golpeó y le dijo que volviera a su casa o que renunciara a su herencia y le pagara el precio de los vestidos que había vendido de su tienda. San Francisco no tuvo problema en renunciar a la herencia y del dinero de los vestidos pero dijo que pertenecía a Dios y a los pobres. Su padre lo obligó a ir con el obispo de Asís quien le sugirió devolver el dinero y tener confianza en Dios. San Francisco devolvió en ese momento la ropa que traía puesta para dársela a su padre ya que a él le pertenecía. El padre se fue muy lastimado y el obispo regaló a San Francisco un viejo vestido de labrador que tenía al que San Francisco le puso una cruz con un trozo de tiza y se lo puso.

San Francisco partió buscando un lugar para establecerse. En un monasterio obtuvo limosna y trabajo como si fuera un mendigo. Unas personas le regalaron una túnica, un cinturón y unas sandalias que usó durante dos años.
Luego regresó a San Damián y fue a Asís para pedir limosna para reparar la Iglesia. Ahí soportó las burlas y el desprecio. Una vez hechas las reparaciones de San Damián hizo lo mismo con la antigua Iglesia de San Pedro. Después se trasladó a una capillita llamada Porciúncula, de los benedictinos, que estaba en una llanura cerca de Asís. Era un sitio muy tranquilo que gustó mucho a San Francisco. Al oir las palabras del Evangelio “...No lleven oro....ni dos túnicas, ni sandalias, ni báculo..”, regaló sus sandalias, su báculo y su cinturón y se quedó solamente con su túnica sujetada con un cordón. Comenzó a hablar a sus oyentes acerca de la penitencia. Sus palabras llegaban a los corazones de sus oyentes. Al saludar a alguien, le decía “La paz del Señor sea contigo”. Dios le había concedido ya el don de profecía y el don de milagros.
San Francisco tuvo muchos seguidores y algunos querían hacerse discípulos suyos. Su primer discípulo fue Bernardo de Quintavalle que era un rico comerciante de Asís que vendió todo lo que tenía para darlo a los pobres. Su segundo discípulo fue Pedro de Cattaneo. San Francisco les concedió hábitos a los dos en abril de 1209.

Cuando ya eran doce discípulos, San Francisco redactó una regla breve e informal que eran principalmente consejos evangélicos para alcanzar la perfección. Después de varios años el Papa Inocencio III autorizó la regla y les dio por misión predicar la penitencia.

San Francisco y sus compañeros se trasladaron a una cabaña que luego tuvieron que desalojar. En 1212, el abad regaló a San Francisco la capilla de la Porciúncula con la condición de que la conservase siempre como la iglesia principal de la nueva orden. Él la aceptó pero sólo prestada sabiendo que pertenecía a los benedictinos. Alrededor de la Porciúncula construyeron cabañas muy sencillas. La pobreza era el fundamento de su orden. San Francisco sólo llegó a recibir el diaconado porque se consideraba indigno del sacerdocio. Los primeros años de la orden fueron un período de entrenamiento en la pobreza y en la caridad fraterna. Los frailes trabajaban en sus oficios y en los campos vecinos para ganarse el pan de cada día. Cuando no había trabajo suficiente, solían pedir limosna de puerta en puerta. El fundador les había prohibido aceptar dinero. Se distinguían por su gran capacidad de servicio a los demás, especialmente a los leprosos a quienes llamaban “hermanos cristianos”. Debían siempre obedecer al obispo del lugar donde se encontraran. El número de compañeros del santo iba en aumento.

La Porciúncula

Santa Clara oyó predicar a San Francisco y decidió seguir su estilo de vida en 1212. San Francisco consiguió que Santa Clara y sus compañeras se establecieran en San Damián. La oración de éstas hacía fecundo el trabajo de los franciscanos.

San Francisco dio a su orden el nombre de “Frailes Menores” ya que quería que fueran humildes. La orden creció tanto que necesitaba de una organización sistemática y de disciplina común. La orden se dividió en provincias y al frente de cada una se puso a un ministro encargado “del bien espiritual de los hermanos”. El orden de fraile creció más allá de los Alpes y tenían misiones en España, Hungría y Alemania. En la orden había quienes querían hacer unas reformas a las reglas, pero su fundador no estuvo de acuerdo con éstas. Surgieron algunos problemas por esto porque algunos frailes decían que no era posible el no poseer ningún bien. San Francisco decía que éste era precisamente el espíritu y modo de vida de su orden.

San Francisco conoció en Roma a Santo Domingo que había predicado la fe y la penitencia en el sur de Francia.
En la Navidad de 1223 San Francisco construyó una especie de cueva en la que se representó el nacimiento de Cristo y se celebró Misa.
En 1224 se retiró al Monte Alvernia y se construyó ahí una pequeña celda. La única persona que lo acompañó fue el hermano León y no quiso tener visitas. Es aquí donde sucedió el milagro de los estigmas en el cual quedaron impresas las señales de la pasión de Cristo en el cuerpo de Francisco. A partir de entonces llevaba las manos dentro de las mangas del hábito y llevaba medias y zapatos. Dijo que le habían sido reveladas cosas que jamás diría a hombre alguno. Un tiempo después bajó del Monte y curó a muchos enfermos.
San Francisco no quería que el estudio quitara el espíritu de su orden. Decía que sí podían estudiar si el estudio no les quitaba tiempo de su oración y si no lo hacían por vanidad. Temía que la ciencia se convirtiera en enemiga de la pobreza.

La salud de San Francisco se fue deteriorando, los estigmas lo hacían sufrir y lo debilitaron y ya casi había perdido la vista. En el verano de 1225 lo llevaron con varios doctores porque ya estaba muy enfermo. Poco antes de morir dictó un testamento en el que les recomendaba a los hermanos observar la regla y trabajar manualmente para evitar la ociosidad y dar buen ejemplo.
Al enterarse de que le quedaban pocas semanas de vida, dijo “¡Bienvenida, hermana muerte!”y pidió que lo llevaran a la Porciúncula. Murió el 3 de octubre de 1226 después de escuchar la pasión de Cristo según San Juan. Tenía 44 años de edad. Lo sepultaron en la Iglesia de San Jorge en Asís.

San Francisco contribuyó mucho a la renovación de la Iglesia, contra la decadencia y el desorden en que había caído durante la Edad Media. Su ejemplo ayudó a la Iglesia que vivía momentos difíciles.


¿Qué nos enseña la vida de San Francisco?

Nos enseña a vivir la virtud de la humildad. San Francisco tuvo un corazón alegre y humilde. Supo dejar no sólo el dinero de su padre sino que también supo aceptar la voluntad de Dios en su vida. Fue capaz de ver la grandeza de Dios y la pequeñez del hombre. Veía la grandeza de Dios en la naturaleza.

Nos enseña a saber contagiar ese entusiasmo por Cristo a los demás. Predicar a Dios con el ejemplo y con la palabra. San Francisco lo hizo con Santa Clara y con sus seguidores dando buen ejemplo de la libertad que da la pobreza.

Nos enseña el valor del sacrificio. San Francisco vivió su vida ofreciendo sacrificios a Dios.

Nos enseña a vivir con sencillez y con mucho amor a Dios. Lo más importante para él era estar cerca de Dios. Su vida de oración fue muy profunda y era lo primordial en su vida. Fue fiel a la Iglesia y al Papa. Fundó la orden de los franciscanos de acuerdo con los requisitos de la Iglesia y le pedía a los frailes obedecer a los obispos.

Nos enseña a vivir cerca de Dios y no de las cosas materiales. Saber encontrar en la pobreza la alegría, ya que para amar a Dios no se necesita nada material.

Nos enseña lo importante que es sentirnos parte de la Iglesia y ayudarla siempre, pero especialmente, en momentos de dificultad.


Más sobre Francisco:
Su vida: corazones.org
Su obra: Cántico de las Criaturas, Carta a los fieles

Fuente: catholic.net

domingo, 2 de octubre de 2011

Homilía Dominical

Domingo XXVIII del TO - Ciclo A

Lecturas

Is 5, 1-7
Flp 4, 6-9
Mt 21, 33-43

Escuchábamos en la primera lectura cómo Dios se lamenta porque su viña, su Pueblo ha producido frutos agrios en vez de uvas. También para nosotros es el llamado. Somos familia de Dios a la que Él comunica continuamente su Espíritu para que produzca frutos dulces. Al estilo de los que San Pablo enumera en su carta a los Gálatas (5, 22): amor, alegría, paz, generosidad, dulzura, bondad, confianza, mansedumbre y templanza.

Hace unos días celebrábamos a Santa Teresa del Niño Jesús. Ella es maestra de este camino que nos lleva a ser fecundos en frutos dulces. Es un camino por el que ella transitó creciendo en la confianza y el amor a través de duras pruebas y sufrimientos. Cuando nos damos cuenta de que en nuestro corazón hay frutos agrios: broncas, tristezas, desconfianzas, mal humor, mezquindades, etc. será cuestión de dejar entrar el amor de Dios en nosotros atreviéndonos, a pesar del dolor, a confiar un poquito más en él.

Es lo que Jesús nos enseña en la parábola del evangelio. Para ser fecundos hay que recibir al hijo del propietario que viene dispuesto a dar la vida para que demos frutos: el que permanece en mí y yo en él da mucho fruto porque separados de mí nada pueden hacer (Jn 15,5). Los viñadores, sin embargo, tienen miedo de que les venga a quitar la viña, quieren poseerla por cuenta propia en vez de gozar del fruto común. A veces se nos quiere imponer la idea de un dios que viene a quitar. No es el Dios del evangelio que se entrega entero para compartir con nosotros la fecundidad de su amor.

En estos días en nuestro país muchas voces reclaman la despenalización del aborto. Negarla, dicen, es quitarle a la mujer el derecho a disponer de su vida y de su cuerpo. Recibiendo a Jesús, el hijo del propietario, que es el Dios de la vida, nos dirá que una nueva vida puede, quizás, acarrear cruces y sufrimientos pero que aceptada y abrazada con amor tiene la capacidad de dar una fecundidad en gozos que duran para siempre.

Al recibir en la Eucaristía el Cuerpo entregado y la Sangre derramada por nosotros le pedimos al Señor la gracia de recibirlo sin miedo y con generosidad para que su Palabra, a ejemplo de María, pueda dar muchos frutos dulces en nuestra vida.


P. Daniel Gazze

Santos Ángeles Custodios



«Ángel santo de la guarda,
compañero de mi vida,
tú que nunca me abandonas,
ni de noche ni de día.

Aunque espíritu invisible,
sé que te hallas a mi lado,
escuchas mis oraciones,
y cuentas todos mis pasos.

En las sombras de la noche,
me defiendes del demonio,
tendiendo sobre mi pecho,
tus alas de nácar y oro.

Ángel de Dios, que yo escuche,
tu mensaje y que lo viva,
que vaya siempre contigo,
hacia Dios, que es quien te envía.

Testigo de lo invisible,
presencia del cielo amiga,
gracias por tu fiel custodia,
gracias por tu compañía».


Así de hermosa es la poesía con que dan comienzo las laudes de este día. En ella ya se encuentra sintetizada la espiritualidad y el sentido de esta fiesta.


¿Quiénes son los Ángeles Custodios?


Dios ha asignado a cada hombre un ángel para protegerle y facilitarle el camino de la salvación mientras está en este mundo. Afirma a este respecto San Jerónimo: “Grande es la dignidad de las almas cuando cada una de ellas, desde el momento de nacer, tiene un ángel destinado para su custodia”.

La existencia de los ángeles está fuera de duda y siempre la Iglesia los veneró y difundió su culto. San Gregorio Magno llega a decir esta hipérbole: «En casi todas las páginas de las Sagradas Escrituras está contenida la existencia de los Ángeles». El Antiguo Testamento habla repetidas veces de su acción prodigiosa en favor de los hombres: un ángel avisa a Lot del peligro que corre Sodoma y el castigo que va a recibir esta ciudad. Un ángel conforta a la criada de Abraham, Agar, cuando es despedida y camina por el desierto. Un ángel socorre al profeta Elías y le alimenta con pan y agua fresca por dos veces cuando huye de la persecución de la reina Jezabel. Un ángel acompaña y colma de gracia al joven Tobías y a su padre y demás familiares. Casi todo el libro de Tobías gira en torno al arcángel San Rafael. También en el Nuevo Testamento aparece el ángel liberando a Pedro de las cadenas y abriéndole la puerta de la cárcel...

En las vidas de los santos, tanto antiguos, como Santa Inés, tanto de la Edad Media, como San Francisco de Asís, y modernos, como Santa Micaela del Smo. Sacramento, Santa Gema Galgani y San Francisco de Sales, entre otros, la presencia del Ángel de la Guarda en sus vidas es como algo inseparable.

Desde que tenemos uso de razón en nuestros hogares cristianos se nos infunde la devoción al Ángel de la Guarda y se nos recomienda que no demos oído al ángel malo que nos instigará al pecado y que tratemos de oír siempre al Ángel bueno que nos inspirará lo que hemos de hacer y hemos de evitar.

Es doctrina comúnmente admitida que, al nacer, el Señor ya nos señala un ángel para nuestra custodia y que cada familia, cada pueblo, cada nación tienen su propio ángel. El sabio Orígenes ya decía algo parecido en el siglo III: «Sí, cada uno de nosotros tenemos un ángel que nos dirige, nos acompaña, nos gobierna, nos amonesta y presenta a Dios nuestras plegarias y buenas obras».

Santo Tomás de Aquino dividió los Coros angélicos en nueve categorías diferentes: «Los Serafines, Querubines y Tronos, forman la augusta corte de la Santísima Trinidad; las Dominaciones presiden el gobierno del Universo; las Virtudes, la fijeza de las leyes naturales; las Potestades refrenan el poder de los demonios; los Principados tienen bajo su amparo a los reinos y naciones; lo Arcángeles defienden a las comunidades menores, y los Ángeles guardan a cada uno de los hombres».

Los mismos Salmos hablan con frecuencia de los Ángeles. Jesucristo se refirió en varias ocasiones a la misión de estos Espíritus purísimos. San Agustín afirmaba en su tiempo que «el Ángel de la Guarda nos ama como a hermanos y está con una santa impaciencia por vernos ocupar en el cielo aquellas sillas de que se hicieron indignos los ángeles rebeldes».

¿Qué hacer nosotros por nuestro Ángel de la Guarda, ya que tanto hace él por nosotros? Dice el Éxodo: «Respétale y escucha su voz. Si oyes su voz y ejecutas cuanto te ordene, será enemigo de tus enemigos».