Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



A todos los que ingresen a esta página:


*** BIENVENIDOS ***

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:: Homilías ::

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miércoles, 29 de agosto de 2012

Martirio de Juan Bautista

Hoy, 29 de agosto, la Iglesia Universal recuerda el martirio de San Juan Bautista.

El evangelio de Marcos nos narra de la siguiente manera la muerte del gran precursor, Juan Bautista:

Herodes había mandado poner preso a Juan Bautista, y lo había llevado encadenado a la prisión, por causa de Herodías, esposa de su hermano Filipos, con la cual Herodes se había ido a vivir en unión libre. Porque Juan le decía a Herodes: "No te está permitido irte a vivir con la mujer de tu hermano". Herodías le tenía un gran odio por esto a Juan Bautista y quería hacerlo matar, pero no podía porque Herodes le tenía un profundo respeto a Juan y lo consideraba un hombre santo, y lo protegía, y al oírlo hablar se quedaba pensativo y temeroso, y lo escuchaba con gusto.

Pero llegó el día oportuno, cuando Herodes en su cumpleaños dio un gran banquete a todos los principales de la ciudad. Entró a la fiesta Salomé, la hija de Herodías y bailó, y el baile le gustó mucho a Herodes, quien le prometió a Salomé con juramento: "Pídeme lo que quieras y te lo daré, aunque sea la mitad de mi reino".

La muchacha fue donde su madre y le preguntó: "¿Qué debo pedir?". Ella le dijo: "Pida la cabeza de Juan Bautista". Ella entró corriendo a donde estaba el rey y le dijo: "Quiero que ahora mismo me des en una bandeja, la cabeza de Juan Bautista".

El rey se llenó de tristeza, pero para no contrariar a la muchacha y porque se imaginaba que debía cumplir ese vano juramento, mandó a uno de su guardia a que fuera a la cárcel y le trajera la cabeza de Juan. El guardia fue a la prisión, le cortó la cabeza Juan y la trajo en una bandeja y se la dio a la muchacha y la muchacha se la dio a su madre. Al enterarse los discípulos de Juan vinieron y le dieron sepultura . (Mc 6,17)

Herodes Antipas había cometido un pecado que escandalizaba a los judíos porque estaba prohibido por la ley de Dios y por la ley moral. Se había ido a vivir con la esposa de su hermano. Juan Bautista lo denunció públicamente. Se necesitaba mucho valor para hacer una denuncia como esta porque los reyes de oriente eran muy déspotas y mandaban matar sin más a quien es se atrevían a echarles en cara sus errores.

Herodes al principio se contentó solamente con poner preso a Juan, porque sentía un gran respeto por él. Pero la adúltera Herodías estaba alerta para mandar matar en la primera ocasión que se le presentara, al que le decía a su concubino que era pecado esa vida que estaban llevando.

Cuando pidieron la cabeza de Juan Bautista el rey sintió enorme tristeza porque estimaba mucho a Juan y estaba convencido de que era un santo y cada vez que le oía hablar de Dios y del alma se sentía profundamente conmovido. Pero por no quedar mal con sus compinches que habían oído su juramento y por no disgustar a la mujer que lo dominaba, mandó matar al santo precursor.

Este es un caso típico de cómo un pecado lleva a cometer otro pecado. Herodes y Herodías empezaron siendo adúlteros y terminaron siendo asesinos. El pecado de adulterio los llevó al crimen, al asesinato de un santo.

Juan murió mártir de su deber, porque él había leído la recomendación que el profeta Isaías hace a los predicadores: "Cuidado: no vayan a ser perros mudos que no ladran cuando llegan los ladrones a robar". El Bautista vio que llegaban los enemigos del alma a robarse la salvación de Herodes y de su concubina y habló fuertemente. Ese era su deber. Y tuvo la enorme dicha de morir por proclamar que es necesario cumplir las leyes de Dios y de la moral.

Último profeta y primer apóstol, Juan Bautista dio la vida por la Verdad, y por eso es venerado en la Iglesia como mártir.


De las homilías de san Beda el Venerable, presbítero


El santo Precursor del nacimiento, de la predicación y de la muerte del Señor mostró en el momento de la lucha suprema una fortaleza digna de atraer la mirada de Dios, ya que, como dice la Escritura, la gente pensaba que cumplía una pena, pero él esperaba de lleno la inmortalidad. Con razón celebramos su día natalicio, que él ha solemnizado con su martirio y adornado con el fulgor purpúreo de su sangre; con razón veneramos con gozo espiritual la memoria de aquel que selló con su martirio el testimonio que había dado del Señor.
No debemos poner en duda que san Juan sufrió la cárcel y las cadenas y dio su vida en testimonio de nuestro Redentor, de quien fue precursor, ya que, si bien su perseguidor no lo forzó a que negara a Cristo, sí trató de obligarlo a que callara la verdad; ello es suficiente para afirmar que murió por Cristo.
Cristo, en efecto, dice: «Yo soy la verdad»; por consiguiente, si Juan derramó su sangre por la verdad, la derramó por Cristo; y él, que precedió a Cristo en su nacimiento, en su predicación y en su bautismo, anunció también con su martirio, anterior al de Cristo, la pasión fuera del Señor.
Este hombre tan eximio terminó, pues, su vida derramando su sangre, después de un largo y penoso cautiverio. Él, que había evangelizado la libertad de una paz que viene de arriba, fue encarcelado por unos hombres malvados; fue encerrado en la oscuridad de un calabozo aquel que vino a dar testimonio de la luz y a quien Cristo, la luz en persona, dio el título de «lámpara que arde y brilla»; fue bautizado en su propia sangre aquél a quien fue dado bautizar al Redentor del mundo, oír la voz del Padre que resonaba sobre Cristo y ver la gracia del Espíritu Santo que descendía sobre él. Mas, a él, todos aquellos tormentos temporales no le resultaban penosos, sino más bien leves y agradables, ya que los sufría por causa de la verdad y sabía que habían de merecerle un premio y un gozo sin fin.
La muerte –que de todas maneras había de acaecerle por ley natural– era para él algo apetecible, teniendo en cuenta que la sufría por la confesión del nombre de Cristo y que con ella alcanzaría la palma de la vida eterna. Bien dice el Apóstol: A vosotros se os ha concedido la gracia de estar del lado de Cristo, no sólo creyendo en él, sino sufriendo por él. El mismo Apóstol explica, en otro lugar, por qué sea un don el hecho de sufrir por Cristo: Los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá.


martes, 28 de agosto de 2012

San Agustín, Padre y Doctor de la Iglesia

San Agustín, por Sandro Botticelli
"En el hombre interior habita la Verdad"

San Agustín es doctor de la Iglesia y el más grande de los Padres Latinos. Escribió muchos libros de gran valor para la Iglesia y el mundo, entre los que se destacan "La Ciudad de Dios" y sus "Confesiones".

Aurelio Agustín nació el 13 de noviembre del año 354, en Tagaste, al norte de África. Su madre fue Santa Mónica. Su padre, Patricio, era un hombre pagano de carácter violento.

Santa Mónica había enseñado a su hijo a orar y lo había instruido en la fe. San Agustín cayó gravemente enfermo y pidió que le dieran el Bautismo, pero luego se curó y no se llegó a bautizar. A los estudios se entregó apasionadamente pero, poco a poco, se dejó arrastrar por una vida desordenada.

A los 17 años se unió a una mujer y con ella tuvo un hijo, al que llamaron Adeodato.

Estudió retórica y filosofía. Compartió la corriente del Maniqueísmo, la cual sostiene que el espíritu es el principio de todo bien y la materia, el principio de todo mal.

Diez años después, abandonó este pensamiento. En Milán, obtuvo la Cátedra de Retórica y fue muy bien recibido por San Ambrosio, el Obispo de la ciudad. Agustín, al comenzar a escuchar sus sermones, cambió la opinión que tenía acerca de la Iglesia, de la fe, y de de Dios.

Santa Mónica trataba de lograr su conversión a través de la oración. Lo había seguido a Milán y quería que se casara con la madre de Adeodato, pero ella decidió regresar a África y dejar al niño con su padre.
Agustín estaba convencido de que la verdad estaba en la Iglesia, pero se resistía a convertirse.

Comprendía el valor de la castidad, pero se le hacía difícil practicarla, lo cual le dificultaba la total conversión al cristianismo. Él decía: “Lo haré pronto, poco a poco; dame más tiempo”. Pero ese “pronto” no llegaba nunca.

Un amigo de Agustín fue a visitarlo y le contó la vida de San Antonio, la cual le impresionó mucho. Él comprendía que era tiempo de avanzar por el camino correcto. Se decía “¿Hasta cuándo? ¿Hasta mañana? ¿Por qué no hoy?”. Mientras repetía esto, oyó la voz de un niño de la casa vecina que cantaba: “toma y lee, toma y lee”. En ese momento, le vino a la memoria que San Antonio se había convertido al escuchar la lectura de un pasaje del Evangelio. San Agustín interpretó las palabras del niño como una señal del Cielo. Dejó de llorar y se dirigió a donde estaba su amigo que tenía en sus manos el Evangelio. Decidieron convertirse y ambos fueron a contar a Santa Mónica lo sucedido, quien dio gracias a Dios. Agustín tenía 33 años.

Desde ese momento, Agustín se dedicó al estudio y a la oración. Hizo penitencia y se preparó para su Bautismo. Lo recibió junto con su amigo Alipio y con su hijo, Adeodato. Decía a Dios: “Demasiado tarde, demasiado tarde empecé a amarte”. Y, también: “Me llamaste a gritos y acabaste por vencer mi sordera”. Su hijo tenía quince años cuando recibió el Bautismo y murió un tiempo después. Él, por su parte, se hizo monje, buscando alcanzar el ideal de la perfección cristiana.

Deseoso de ser útil a la Iglesia, regresó a África. Ahí vivió casi tres años sirviendo a Dios con el ayuno, la oración y las buenas obras. Instruía a sus prójimos con sus discursos y escritos. En el año 391, fue ordenado sacerdote y comenzó a predicar. Cinco años más tarde, se le consagró Obispo de Hipona. Organizó la casa en la que vivía con una serie de reglas convirtiéndola en un monasterio en el que sólo se admitía en la Orden a los que aceptaban vivir bajo la Regla escrita por San Agustín. Esta Regla estaba basada en la sencillez de vida.

Fue muy caritativo, ayudó mucho a los pobres. Llegó a fundir los vasos sagrados para rescatar a los cautivos. Decía que había que vestir a los necesitados de cada parroquia. Durante los 34 años que fue Obispo defendió con celo y eficacia la fe católica contra las herejías. Escribió más de 60 obras muy importantes para la Iglesia como “Confesiones” y “Sobre la Ciudad de Dios”.

Los últimos años de la vida de San Agustín se vieron turbados por la guerra. El norte de África atravesó momentos difíciles, ya que los vándalos la invadieron destruyéndolo todo a su paso.

A los tres meses, San Agustín cayó enfermo de fiebre y comprendió que ya era el final de su vida. En esta época escribió: “Quien ama a Cristo, no puede tener miedo de encontrarse con Él”.

Murió a los 76 años, 40 de los cuales vivió consagrado al servicio de Dios.

Con él se lega a la posteridad el pensamiento filosófico-teológico más influyente de la historia.
Murió el año 430.

¿Qué nos enseña su vida?

  • A pesar de ser pecadores, Dios nos quiere y busca nuestra conversión.

  • Aunque hayamos cometido pecados muy graves, Dios nos perdona si nos arrepentimos de corazón.

  • El ejemplo y la oración de una madre dejan fruto en la vida de un hijo.

  • Vivir en comunidad, hacer oración y penitencia, nos acerca siempre a Dios.

  • Es posible, con la gracia de Dios, lograr una conversión profunda en nuestras vidas.



  • Algunos motivos para leer una de las obras cumbre de San Agustín




    Señor Jesús, que me conozca a mí y que te conozca a Ti,
    Que no desee otra cosa sino a Ti.
    Que me odie a mí y te ame a Ti.
    Y que todo lo haga siempre por Ti.
    Que me humille y que te exalte a Ti.
    Que no piense nada más que en Ti.
    Que me mortifique, para vivir en Ti.
    Y que acepte todo como venido de Ti.
    Que renuncie a lo mío y te siga sólo a Ti.
    Que siempre escoja seguirte a Ti.
    Que huya de mí y me refugie en Ti.
    Y que merezca ser protegido por Ti.
    Que me tema a mí y tema ofenderte a Ti.
    Que sea contado entre los elegidos por Ti.
    Que desconfíe de mí y ponga toda mi confianza en Ti.
    Y que obedezca a otros por amor a Ti.
    Que a nada dé importancia sino tan sólo a Ti.
    Que quiera ser pobre por amor a Ti.
    Mírame, para que sólo te ame a Ti.
    Llámame, para que sólo te busque a Ti.
    Y concédeme la gracia
    de gozar para siempre de Ti. Amén.

    lunes, 27 de agosto de 2012

    Santa Mónica, esposa y madre cristiana


    Mónica nació en Tagaste, al norte de África, a unos 100 km de la ciudad de Cartago en el año 332.

    FORMACIÓN FUERTE

    Sus padres encomendaron la formación de sus hijas a una mujer muy religiosa pero de muy fuerte disciplina. Ella no las dejaba tomar bebidas entre horas (aunque aquellas tierras son de clima muy caliente ) pues les decía : "Ahora cada vez que tengan sed van a tomar bebidas para calmarla. Y después que sean mayores y tengan las llaves de la pieza donde está el vino, tomarán licor y esto les hará mucho daño." Mónica le obedeció los primeros años pero después, ya mayor, empezó a ir a escondidas al depósito y cada vez que tenía sed tomaba un vaso de vino. Pero sucedió que un día regañó fuertemente a un obrero y éste por defenderse le grito: "¡Borracha!" Esto le impresiono profundamente y nunca lo olvidó en la vida, y se propuso no volver a tomar jamás bebidas alcohólicas. Pocos meses después fue bautizada (en ese tiempo bautizaban a la gente ya entrada en años) y desde su bautismo su conversión fue admirable.

    UN ESPOSO DIFÍCIL
    Ella deseaba dedicarse a la vida de oración y de soledad, pero sus padres dispusieron que tenía que casarse con un hombre llamado Patricio. Éste era un buen trabajador, pero terriblemente malgeniado y además mujeriego, jugador y sin religión ni gusto por lo espiritual. La hará sufrir mucho y por treinta años ella tendrá que aguantar los tremendos estallidos de ira de su marido que grita por el menor disgusto, pero Patricio jamás se atreverá a levantar la mano contra ella. Tuvieron tres hijos: dos varones y una mujer. Los dos menores fueron su alegría y consuelo, pero el mayor, Agustín, la hizo sufrir por largos años.

    LA FÓRMULA PARA NO PELEAR 
    En aquella región del norte de Africa, donde la gente era sumamente agresiva, las demás esposas le preguntaban a Mónica por qué su esposo, que era uno de los hombres de peor genio en toda la ciudad, no la golpeaba nunca a ella, y en cambio los esposos de ellas las golpeaban sin compasión. Mónica les respondía: "Es que, cuando mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio. Cuando él grita, yo me callo. Y como para pelear se necesitan dos y yo no acepto la pelea, pues....no peleamos".

    VIUDA Y CON UN HIJO REBELDE 
    Patricio no era católico, y aunque criticaba el mucho rezar de su esposa y su generosidad tan grande con los pobres, nunca se oponía a que ella se dedicara a estas buenas obras, y quizás por eso mismo logró su conversión. Mónica rezaba y ofrecía sacrificios por su esposo y al fin alcanzó de Dios la gracia de que en el año 371 Patricio se hiciera bautizar, y que lo mismo hiciera su suegra, mujer terriblemente colérica que por meterse demasiado en el hogar de su nuera le había amargado la vida a Mónica. Un año después de su bautismo, Patricio murió santamente , dejando a la pobre viuda con el problema de su hijo mayor.

    EL MUCHACHO DIFÍCIL 
    Patricio y Mónica se habían dado cuenta de que su hijo mayor era extraordinariamente inteligente, y por eso lo enviaron a la capital del estado, la ciudad de Cartago, a estudiar filosofía, literatura y oratoria. Pero Agustín tuvo la desgracia de que su padre no se interesaba nada en sus progresos espirituales. Sólo le importaba que sacara buenas notas, que brillara en las fiestas sociales y que sobresaliera en los ejercicios físicos, pero acerca de la salvación de su alma, no se interesaba ni le ayudaba en nada. Y ésto fue fatal para él, pues fue cayendo de mal en peor en pecados y errores.

    UNA MADRE FUERTE 
    Cuando murió su padre, Agustín tenía 17 años y empezaron a llegarle a Mónica noticias cada vez peores, de que el joven llevaba una vida licenciosa, que en una enfermedad, ante el temor a la muerte se había hecho instruir acerca de la religión y propuesto hacerse católico, pero que sanado de la enfermedad había abandonado el propósito de hacerlo. Y que finalmente, se había hecho socio de la secta llamada de los Maniqueos, que afirmaba que el mundo no lo había hecho Dios, sino el Diablo. Y Mónica, que era bondadosa pero no cobarde ni floja, al volver su hijo a casa y al empezar a oírle mil barbaridades contra la verdadera religión, lo echó sin más de la casa y le cerró las puertas, porque bajo su techo no quería albergar a enemigos de Dios.

    LA VISIÓN ANIMADORA
    Pero sucedió que en esos días Mónica tuvo un sueño en el que vio que ella estaba en un bosque llorando por la pérdida espiritual de su hijo y que en ese momento se le acercaba un personaje muy resplandeciente y le decía: "No temas. Donde tú estás, allí estará tu hijo también" y enseguida vio a Agustín junto a ella. Le narró al muchacho el sueño y él dijo lleno de orgullo que eso significaba que la madre se iba a volver maniquea como él. Pero ella le respondió: "En el sueño no me dijeron, mamá ira donde su hijo, sino tu hijo irá donde estás tu." Esta hábil respuesta impresionó mucho a su hijo, quien más tarde la consideraría como una inspiración del cielo. Esto sucedió en el año 437.

    Faltaban 9 años aún para que Agustín se convirtiera.

    LA RESPUESTA DE UN OBISPO
    Por muchos siglos ha sido muy comentada la bella respuesta que un obispo le dio a Mónica cuando ella le contó que llevaba años y años rezando, ofreciendo sacrificios y haciendo rezar a sacerdotes y amigos por la conversión de Agustín. El obispo le respondió: "Quédese tranquila, es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas". Esta admirable respuesta y lo que había oído en el sueño, la llenaban de consuelo y esperanza, a pesar de que Agustín no daba la menor señal de arrepentimiento.

    UN HIJO QUE SE FUGA Y UNA MADRE QUE LO SIGUE 
    Cuando tenía 29 años, Agustín decidió ir a Roma a dar clases allá. Ya era todo un doctor. Mamá se propuso ir con él para librarlo de todos los peligros morales. Pero Agustín le hizo una jugada tramposa (de la cual se arrepintió mucho más tarde). Al llegar junto al mar le dijo a Mónica que se fuera a rezar a un templo, mientras él iba a visitar a un amigo, y lo que hizo fue subirse al barco y salir rumbo a Roma, dejándola sola allí. Pero Mónica no era mujer débil para dejarse derrotar tan fácilmente. Tomó otro barco y se dirigió hasta Roma.

    UN PERSONAJE QUE INFLUYÓ MUCHO 
    En Milán, Mónica se encontró con el Santo más famoso de la época, San Ambrosio, arzobispo de esa ciudad. En él se encontró un verdadero padre lleno de bondad y de sabiduría que la fue guiando con prudentes consejos. Además, Agustín se quedó impresionado por su enorme sabiduría y la poderosa personalidad de San Ambrosio y empezó a escucharle con profundo cariño y a cambiar sus ideas y entusiasmarse por la fe católica.

    LA CONVERSIÓN


    Y sucedió que en el año 387, Agustín, al leer unas frases de San Pablo, sintió una impresión extraordinaria y se propuso cambiar de vida. Envió lejos a la mujer con la cual vivía en unión libre, dejó sus vicios y malas costumbres, se hizo instruir en la religión y en la fiesta de Pascua de Resurrección de ese año se hizo bautizar.

    "YA PUEDO MORIR TRANQUILA" 
    Agustín, ya convertido, se dispuso a volver con su madre y su hermano, a su tierra, en el África, y se fueron al puerto de Ostia a esperar el barco. Pero Mónica ya había conseguido todo lo que anhelaba en esta vida, que era ver la conversión de su hijo. Ya podía morir tranquila. Y sucedió que estando ahí en una casa junto al mar, por la noche al ver el cielo estrellado conversaban con Agustín acerca de cómo serían las alegrías que tendremos en el cielo, y ambos se emocionaban comentando y meditando los goces celestiales que nos esperan. En determinado momento exclamó entusiasmada : "¿Y a mí que más me puede amarrar a la tierra? Ya he obtenido mi gran deseo, el verte cristiano católico. Todo lo que deseaba lo he conseguido de Dios". Poco después le invadió la fiebre, y en pocos días se agravo y murió. Lo único que pidió a sus dos hijos es que no dejaran de rezar por el descanso de su alma. Murió en el año 387 a los 55 años de edad.
    Miles de madres y de esposas se han encomendado en todos estos siglos a Santa Mónica, para que les ayude a convertir a sus esposos e hijos, y han conseguido conversiones admirables.


    Santa Mónica: Sigue rogando por las madres y por sus hijos, por las esposas y sus maridos y por todos los pobres pecadores que necesitamos convertirnos. Amén.

    martes, 21 de agosto de 2012

    San Pío X - Día del Catequista

    A todos los catequistas,
    que nos acercan al conocimiento de Dios y de nuestra fe,
    nuestro agradecimiento y nuestras felicitaciones en éste, su día.

    jueves, 16 de agosto de 2012

    Encuentro de Familias de la Parroquia


    Día: Domingo 19 de agosto
    Lugar: Casa de Encuentros "Madre Eufrasia", San José del Rincón
    Horario: 10 hs. Culmina con la celebración de la Eucaristía a las 17 hs.

    Nos guiará en una reflexión el Cardenal Estanislao Esteban Karlic, Arzobispo Emérito de Paraná.

                  ¡LOS ESPERAMOS!

    miércoles, 15 de agosto de 2012

    15 de agosto

    Solemnidad de la Asunción
    de la Santísima Virgen María


    Misa de precepto: 19.30 hs.



    El dogma de la Asunción de María, en cuerpo y alma, a los cielos

    El dogma de la Asunción se refiere a que la Madre de Dios, luego de su vida terrena, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial.

    Este dogma fue proclamado por el Papa Pío XII, el 1º de noviembre de 1950, en la Constitución Munificentissimus Deus:

    "Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para aumentar la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo".
    Ahora bien, ¿por qué es importante que los católicos recordemos y profundicemos en el dogma de la Asunción de la Santísima Virgen María al Cielo? El Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica responde a este interrogante:
    "La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos" (#966).
    La importancia de la Asunción para nosotros, hombres y mujeres de comienzos del Tercer Milenio de la Era Cristiana, radica en la relación que hay entre la Resurrección de Cristo y la nuestra. La presencia de María, mujer de nuestra raza, ser humano como nosotros, quien se halla en cuerpo y alma ya glorificada en el Cielo, es eso: una anticipación de nuestra propia resurrección.
    Más aún, la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo es un dogma de nuestra fe católica, expresamente definido por el Papa Pío XII hablando "ex-cathedra". Y ¿qué es un dogma? Puesto en los términos más sencillos, "dogma" es una verdad de Fe, revelada por Dios (en la Sagrada Escritura o contenida en la Tradición), y que además es propuesta por la Iglesia como realmente revelada por Dios.
    En este caso se dice que el Papa habla "ex-cathedra", es decir, que habla y determina algo en virtud de la autoridad suprema que tiene como Vicario de Cristo y Cabeza Visible de la Iglesia, Maestro Supremo de la Fe, con intención de proponer un asunto como creencia obligatoria de los fieles Católicos.
    El Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica (#966) nos lo explica así, citando a Lumen Gentium 59, que a la vez cita la Bula de la Proclamación del Dogma:
    "Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada libre de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue llevada a la gloria del Cielo y elevada al Trono del Señor como Reina del Universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores y vencedor del pecado y de la muerte".
    Y el Papa Juan Pablo II, en una de sus Catequesis sobre la Asunción, explica esto mismo en los siguientes términos:
    "El dogma de la Asunción afirma que el cuerpo de María fue glorificado después de su muerte. En efecto, mientras para los demás hombres la resurrección de los cuerpos tendrá lugar al fin del mundo, para María la glorificación de su cuerpo se anticipó por singular privilegio" (JP II, 2-julio-97).
    "Contemplando el misterio de la Asunción de la Virgen, es posible comprender el plan de la Providencia Divina con respecto a la humanidad: después de Cristo, Verbo encarnado, María es la primera criatura humana que realiza el ideal escatológico, anticipando la plenitud de la felicidad, prometida a los elegidos mediante la resurrección de los cuerpos" (JP II , Audiencia General del 9-julio-97).
    Continúa el Papa: "María Santísima nos muestra el destino final de quienes `oyen la Palabra de Dios y la cumplen' (Lc. 11, 28). Nos estimula a elevar nuestra mirada a las alturas, donde se encuentra Cristo, sentado a la derecha del Padre, y donde está también la humilde esclava de Nazaret, ya en la gloria celestial" (JP II, 15-agosto-97)
    Los hombres y mujeres de hoy vivimos pendientes del enigma de la muerte. Aunque lo enfoquemos de diversas formas, según la cultura y las creencias que tengamos, aunque lo evadamos en nuestro pensamiento, aunque tratemos de prolongar por todos los medios a nuestro alcance nuestros días en la tierra, todos tenemos una necesidad grande de esa esperanza cierta de inmortalidad contenida en la promesa de Cristo sobre nuestra futura resurrección.
    Mucho bien haría a muchos cristianos oír y leer más sobre este misterio de la Asunción de María, el cual nos atañe tan directamente. ¿Por qué se ha logrado colar la creencia en el mito pagano de la re-encarnación entre nosotros? Si pensamos bien, estas ideas extrañas a nuestra fe cristiana se han ido metiendo en la medida que hemos dejado de pensar, de predicar y de recordar los misterios, que como el de la Asunción, tienen que ver con la otra vida, con la escatología, con las realidades últimas del ser humano.
    El misterio de la Asunción de la Santísima Virgen María al Cielo nos invita a hacer una pausa en la agitada vida que llevamos para reflexionar sobre el sentido de nuestra vida aquí en la tierra, sobre nuestro fin último: la Vida Eterna, junto con la Santísima Trinidad, la Santísima Virgen María y los Angeles y Santos del Cielo. El saber que María ya está en el Cielo gloriosa en cuerpo y alma, como se nos ha prometido a aquéllos que hagamos la Voluntad de Dios, nos renueva la esperanza en nuestra futura inmortalidad y felicidad perfecta para siempre.
    :: La Fiesta de la Asunción en la Enciclopedia Católica
    :: Más sobre La Asunción de María
    :: Constitución Apostólica "Munificentissimus Deus"

    martes, 14 de agosto de 2012

    "Héroe personal de Juan Pablo II"

    San Maximiliano Kolbe
    "No hay amor más grande que dar la vida por los amigos"
    (Jn 15, 13)


    Maximiliano María Kolbe nació en Polonia el 8 de enero de 1894 en la ciudad de Zdunska Wola, que en ese entonces se hallaba ocupada por Rusia. Fue bautizado con el nombre de Raimundo en la iglesia parroquial.


    A los 13 años ingresó en el Seminario de los padres franciscanos en la ciudad polaca de Lvov, la cual a su vez estaba ocupada por Austria. Fue en el seminario donde adoptó el nombre de Maximiliano. Finaliza sus estudios en Roma y en 1918 es ordenado sacerdote.

    Devoto de la Inmaculada Concepción, pensaba que la Iglesia debía ser militante en su colaboración con la Gracia divina para el avance de la fe católica. Movido por esta devoción y convicción, funda en 1917 un movimiento llamado "La Milicia de la Inmaculada", cuyos miembros se consagrarían a la bienaventurada Virgen María y tendrían el objetivo de luchar mediante todos los medios moralmente válidos, por la construcción del Reino de Dios en todo el mundo. En palabras del propio San Maximiliano, el movimiento tendría: "una visión global de la vida católica bajo una nueva forma, que consiste en la unión con la Inmaculada."

    Verdadero apóstol moderno, inicia la publicación de la revista mensual "Caballero de la Inmaculada", orientada a promover el conocimiento, el amor y el servicio a la Virgen María en la tarea de convertir almas para Cristo. Con una tirada de 500 ejemplares en 1922, en 1939 alcanzaría cerca del millón de ejemplares.

    En 1929 funda la primera "Ciudad de la Inmaculada" en el convento franciscano de Niepokalanów a 40 kilómetros de Varsovia, que con el paso del tiempo se convertiría en una ciudad consagrada a la Virgen y, en palabras de San Maximiliano, dedicada a "conquistar todo el mundo, todas las almas, para Cristo, para la Inmaculada, usando todos los medios lícitos, todos los descubrimientos tecnológicos, especialmente en el ámbito de las comunicaciones."

    En 1931, después de que el Papa solicitara misioneros, se ofrece como voluntario y viaja a Japón en donde funda una nueva ciudad de la Inmaculada ("Mugenzai No Sono") y publica la revista "Caballero de la Inmaculada" en japonés ("Seibo No Kishi").

    En 1936 regresa a Polonia como director espiritual de Niepokalanów, y tres años más tarde, en plena Guerra Mundial, es apresado junto con otros frailes y enviado a campos de concentración en Alemania y Polonia. Es liberado poco tiempo después, precisamente el día consagrado a la Inmaculada Concepción. Es hecho prisionero nuevamente en febrero de 1941 y enviado a la prisión de Pawiak, para ser después transferido al campo de concentración de Auschwitz, en donde a pesar de las terribles condiciones de vida prosiguió su ministerio.

    En Auschwitz, el régimen nazi buscaba despojar a los prisioneros de toda huella de personalidad tratándolos de manera inhumana e impersonal, como un simple número: a San Maximiliano le asignaron el 16670. A pesar de todo, durante su estancia en el campo nunca le abandonaron su generosidad y su preocupación por los demás, así como su deseo de mantener la dignidad de sus compañeros.

    La noche del 3 de agosto de 1941, un prisionero de la misma sección a la que estaba asignado San Maximiliano escapa; en represalia, el comandante del campo ordena escoger a diez prisioneros al azar para ser ejecutados. Entre los hombres escogidos estaba el sargento Franciszek Gajowniczek, polaco como San Maximiliano, casado y con hijos.

    San Maximiliano, que no se encontraba entre los diez prisioneros escogidos, se ofrece a morir en su lugar. El comandante del campo acepta el cambio, y San Maximiliano es condenado a morir de hambre junto con los otros nueve prisioneros. Diez días después de su condena y al encontrarlo todavía vivo, los nazis le administran una inyección letal el 14 de agosto de 1941.

    Es así como San Maximiliano María Kolbe, en medio de la más terrible adversidad, dio testimonio y ejemplo de dignidad. En 1973 Pablo VI lo beatifica y en 1982 Juan Pablo II lo canoniza como Mártir de la Caridad. Juan Pablo II comenta la influencia que tuvo San Maximiliano en su vocación sacerdotal: "Surge aquí otra singular e importante dimensión de mi vocación. Los años de la ocupación alemana en Occidente y de la soviética en Oriente supusieron un enorme número de detenciones y deportaciones de sacerdotes polacos hacia los campos de concentración. Sólo en Dachau fueron internados casi tres mil. Hubo otros campos, como por ejemplo el de Auschwitz, donde ofreció la vida por Cristo el primer sacerdote canonizado después de la guerra, San Maximiliano María Kolbe, el franciscano de Niepokalanów." (Don y Misterio).

    San Maximiliano nos legó su concepción de la Iglesia militante y en febril actividad para la construcción del Reino de Dios. Actualmente siguen vivas obras inspiradas por él, tales como: los institutos religiosos de los frailes franciscanos de la Inmaculada, las hermanas franciscanas de la Inmaculada, así como otros movimientos consagrados a la Inmaculada Concepción. Pero sobre todo, San Maximiliano nos legó un maravilloso ejemplo de amor a Dios y a los demás.

    Con motivo de los veinte años de la canonización del padre Maximiliano Kolbe (10 de octubre de 1982), los Frailes Menores Conventuales de Polonia abrieron el archivo de Niepokalanow (Ciudad de la Inmaculada, a 50 kilómetros de Varsovia), construido por el mismo mártir de Auschwitz. Entre los manuscritos del santo, destaca la última carta que escribió y que acaba con besos a su madre. Una carta que refleja una ternura que no aparecía en otros escritos, y que hace pensar que el sacrificio con el que ofreció la vida voluntariamente en sustitución de un condenado a muerte fue algo que maduró a lo largo de su vida. Este es el texto del escrito: "Querida madre, hacia finales de mayo llegué junto con un convoy ferroviario al campo de concentración de Auschwitz. En cuanto a mí, todo va bien, querida madre. Puedes estar tranquila por mí y por mi salud, porque el buen Dios está en todas partes y piensa con gran amor en todos y en todo. Será mejor que no me escribas antes de que yo te mande otra carta porque no sé cuánto tiempo estaré aquí. Con cordiales saludos y besos, Raimundo Kolbe".

    un año después de su elección como pontífice, Juan Pablo II dijo en Auschwitz: "Maximiliano Kobe hizo como Jesús, no sufrió la muerte sino que donó la vida". La expresión remite a unas palabras escritas por el padre Kolbe unas semanas antes de que los nazis invadieran Polonia (1º de septiembre de 1939): "Sufrir, trabajar y morir como caballeros, no con una muerte normal sino, por ejemplo, con una bala en la cabeza, sellando nuestro amor a la Inmaculada, derramando como auténtico caballero la propia sangre hasta la última gota, para apresurar la conquista del mundo entero para Ella. No conozco nada más sublime".

    domingo, 12 de agosto de 2012

    A todos los niños les deseamos...

     ¡¡¡Que el Señor los bendiga y los proteja,
     hoy y siempre!!!

    Día del Niño


    La vida humana es un don que siempre nos sorprende. El niño participa, es más, es el comienzo de esta realidad única y personal. Cuando dejamos de lado el significado de la vida como don, como lo dado, para considerarla como nuestra obra, corremos el peligro de desconocer su verdad y autonomía.
    En el primer caso la recibimos, pero no nos sentimos dueños; en el segundo, en cambio, se convierte en algo de lo que podemos disponer. Frente al don tenemos primero obligaciones, frente a nuestra obra parecería que tenemos más derechos que obligaciones. Esta reflexión me es útil para definir lo que llamaría la relación entre el don y la tarea, entre lo recibido y nuestra acción. Podemos perfeccionar el don, pero no disponer totalmente de él. Cuando no partimos de la vida como don, nuestro obrar pierde el sustento de una razón científica y moralmente vinculante. Pasamos a convertimos en pequeños dioses que disponemos, en este caso, de la misma vida. La grandeza y el límite de nuestra tarea encuentran, en la realidad única y personal del don, su verdad más profunda. Recordemos que el niño a quién hoy festejamos un día fue comienzo, fue don, en la fragilidad de un embarazo. Cuando se pierde de vista la dimensión del don se pierde, además, la capacidad de gratitud. A estas consideraciones siempre las veo actuales, porque pertenecen al orden del ser y tienen una entidad propia que debemos saber leer.
    La tarea, como obligación de los adultos y de la sociedad frente al niño, es permanente. Ella se debe ir desarrollando a los largo de las diversas etapas de su crecimiento. Estamos en el ámbito de lo humano, ello implica tener en cuenta que el niño es un ser inteligente, con libertad y necesidad de amor. Que de acuerdo a su edad sabe discernir, que necesita ser escuchado y acompañado. Sus necesidades no siempre son conocidas ni respondidas por los adultos. Podemos dar cosas, tal vez con esfuerzo, pero ellos pueden reclamar otras más simples. Cuántas veces pensamos y actuamos desde nosotros y no escuchamos, o no interpretamos, la voz o el silencio del otro. Hay respuestas que damos, pero que no parten de una pregunta o necesidad. Es común, en este sentido, escuchar hablar de la importancia de una Escuela para Padres en la que se les ayude en su indelegable misión. Estamos en el segundo momento de aquella tarea como respuesta al don recibido. El niño necesita presencia, tiempo y ejemplaridad de los mayores, ello va marcando en él la realidad de un horizonte ideal y posible para sus vidas. El mañana, para ellos, hoy necesita de testigos. Es triste escuchar decir que hay chicos huérfanos de padres vivos.
    No podemos dejar de tener presente en este día los numerosos niños que viven no sólo con necesidades afectivas y en soledad espiritual, sino también, con carencias básicas que lastiman su presente y comprometen su futuro. Si bien hay un esfuerzo que debe ser valorado, sea privado como oficial, respecto a la ayuda o asistencia a la niñez en situación de riesgo, sabemos que falta mucho, diría que no alcanza, que estamos aún lejos. Las cifras de pobreza estructural y marginalidad no disminuyen lo esperado, con el agravante que hay muchas personas que viven en esos ambientes con una sensación de acostumbramiento a que la situación es así y no va a cambiar. Cuando a esto se le agrega el avance de la droga en los barrios más carenciados, la situación de esa niñez pasa a un estado de indefensión que hace muy difícil su presente y problemático su futuro. Son víctimas de un mundo de adultos, que ha dejado de lado el significado de la tarea como una obligación frente al don de la vida. Valoro, en este sentido, la presencia de quienes dan su tiempo y talentos personales para trabajar en lo que llamamos, al interno de la Iglesia, la pastoral de la infancia en riesgo. ¡Cuánta necesidad de una docencia de solidaridad que motive un voluntariado comprometido en la sociedad!
    Reciban de su obispo junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor Jesús y María Santísima, Nuestra Madre de Luján.
    Mons. José María Arancedo
    Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

    viernes, 10 de agosto de 2012

    San Lorenzo

    San Lorenzo, diácono y mártir

    Su nombre significa “coronado de laureles”.

    Los datos acerca de este santo nos llegan gracias a San Ambrosio, San Agustín y el poeta Prudencio.

    Lorenzo era uno de los siete diáconos de Roma, o sea uno de los siete hombres de confianza del Sumo Pontífice. Su oficio era de gran responsabilidad, pues estaba encargado de distribuir las ayudas a los pobres.
    En el año 257 el emperador Valeriano publicó un decreto de persecución en el cual ordenaba que todo el que se declarara cristiano sería condenado a muerte. El 6 de agosto el Papa San Sixto estaba celebrando la santa Misa en un cementerio de Roma cuando fue asesinado junto con cuatro de sus diáconos por la policía del emperador. Cuatro días después fue martirizado su diácono San Lorenzo.
    La antigua tradición dice que cuando Lorenzo vio que al Sumo Pontífice lo iban a matar le dijo: "Padre mío, ¿te vas sin llevarte a tu diácono?" y San Sixto le respondió: "Hijo mío, dentro de pocos días me seguirás". Lorenzo se alegró mucho al saber que pronto iría a gozar de la gloria de Dios.
    Entonces Lorenzo viendo que el peligro llegaba, recogió todos los dineros y demás bienes que la Iglesia tenía en Roma y los repartió entre los pobres. Y vendió los cálices de oro, copones y candeleros valiosos, y el dinero lo dio a las gentes más necesitadas.
    El alcalde de Roma, que era un pagano muy amigo de conseguir dinero, llamó a Lorenzo y le dijo: "Me han dicho que los cristianos emplean cálices y patenas de oro en sus sacrificios, y que en sus celebraciones tienen candeleros muy valiosos. Vaya, recoja todos los tesoros de la Iglesia y me los trae, porque el emperador necesita dinero para costear una guerra que va a empezar".
    Lorenzo le pidió que le diera tres días de plazo para reunir todos los tesoros de la Iglesia, y en esos días fue invitando a todos los pobres, lisiados, mendigos, huérfanos, viudas, ancianos, mutilados, ciegos y leprosos que él ayudaba con sus limosnas. Y al tercer día los hizo formar en filas, y mandó llamar al alcalde diciéndole: "Ya tengo reunidos todos los tesoros de la iglesia. Le aseguro que son más valiosos que los que posee el emperador".
    Llegó el alcalde muy contento pensando llenarse de oro y plata y al ver semejante colección de miseria y enfermedad se disgustó enormemente, pero Lorenzo le dijo: "¿Por qué se disgusta? ¡Estos son los tesoros más apreciados de la Iglesia de Cristo!"
    El alcalde lleno de rabia le dijo: "Pues ahora lo mando matar, pero no crea que va a morir instantáneamente. Lo haré morir poco a poco para que padezca todo lo que nunca se había imaginado. Ya que tiene tantos deseos de ser mártir, lo martirizaré horriblemente".
    Y encendieron una parrilla de hierro y ahí acostaron al diácono Lorenzo. San Agustín dice que el gran deseo que el mártir tenía de ir junto a Cristo le hacía no darle importancia a los dolores de esa tortura.
    Los cristianos vieron el rostro del mártir rodeado de un esplendor hermosísimo y sintieron un aroma muy agradable mientras lo quemaban. Los paganos ni veían ni sentían nada de eso.
    Después de un rato de estarse quemando en la parrilla ardiendo el mártir dijo al juez: "Ya estoy asado por un lado. Ahora que me vuelvan hacia el otro lado para quedar asado por completo". El verdugo mandó que lo voltearan y así se quemó por completo. Cuando sintió que ya estaba completamente asado exclamó: "La carne ya está lista, pueden comer". Y con una tranquilidad que nadie había imaginado rezó por la conversión de Roma y la difusión de la religión de Cristo en todo el mundo, y exhaló su último suspiro. Era el 10 de agosto del año 258.
    El poeta Prudencio dice que el martirio de San Lorenzo sirvió mucho para la conversión de Roma porque la vista del valor y constancia de este gran hombre convirtió a varios senadores y desde ese día la idolatría empezó a disminuir en la ciudad.
    San Agustín afirma que Dios obró muchos milagros en Roma en favor de los que se encomendaban a San Lorenzo.
    El santo padre mandó construirle una hermosa Basílica en Roma, siendo la Basílica de San Lorenzo la quinta en importancia en la Ciudad Eterna.

    jueves, 9 de agosto de 2012

    Santa Teresa Benedicta de la Cruz

    Teresa Benedicta de la Cruz

    "Nos inclinamos profundamente ante el testimonio de la vida y la muerte de Edith Stein, hija extraordinaria de Israel e hija, al mismo tiempo, del Carmelo, sor Teresa Benedicta de la Cruz; una personalidad que reúne en su rica vida una síntesis dramática de nuestro siglo. La síntesis de una historia llena de heridas profundas que siguen doliendo aún hoy; síntesis, al mismo tiempo, de la verdad plena sobre el hombre, en un corazón que estuvo inquieto e insatisfecho hasta que encontró descanso en Dios".

    (Palabras pronunciadas por Juan Pablo II, con ocasión de la beatificación de Edith Stein en Colonia, el 1º de mayo de 1987).



    Teresa Benedicta de la Cruz

    Judía, filósofa, Carmelita Descalza y mártir cristiana

    ¿Quién fue esta excepcional mujer de nuestro tiempo?
    Edith Stein, nació en Breslau el 12 de octubre de 1891, la última de once hermanos. Ese mismo día la familia Stein festejaba la mayor fiesta judía, el Yom Kippur, el Día del Perdón. "Esto hizo, más que ninguna otra cosa, que su madre tuviera una especial predilección por la hija más pequeña".

    Su padre, comerciante de maderas, murió cuando Edith no había cumplido aún dos años. Su madre, Augusta, una mujer muy religiosa, solícita y voluntariosa, una persona verdaderamente admirable, al quedarse sola, debió hacer frente tanto al cuidado de la familia como a la administración del negocio familiar. A pesar de la inquebrantable fe de Augusta, Edith perdió su fe en Dios a muy temprana edad. "Con plena conciencia y por libre elección dejé de rezar".

    Desde pequeña se destacó por su genio vivaz, aunque cuando la gente se admiraba de su inteligencia, ella se molestaba. "Bien sabía yo que era mejor ser buena que inteligente".

    En Gotinga

    En 1913, la estudiante Edith Stein viajó a Gotinga para asistir a las clases universitarias del gran filósofo judío Edmund Husserl, de quien llegó a ser discípula y asistente, obteniendo bajo su supervisión el doctorado. Por aquellos tiempos, Edmund Husserl fascinaba al público con un nuevo concepto de verdad, la fenomenología: el mundo percibido no sólamente existía de forma kantiana, como percepción subjetiva. Sus discípulos entendían su filosofía como un viraje hacia lo concreto: "un retorno al objetivismo, un volver a las cosas mismas". Sin que él lo pretendiera, la fenomenología condujo a no pocos discípulos y discípulas suyos -varios de ellos judíos- a la fe cristiana.

    En Gotinga Edith Stein se encontró también con el filósofo Max Scheler y este encuentro atrajo su atención sobre el catolicismo. Pero todo esto no la hizo olvidar el estudio con el que debía ganarse el pan en el futuro y, en 1915, superó con la máxima calificación el examen de Estado, exigido por Husserl a todos sus estudiantes avanzados.

    Al estallar la primera guerra mundial escribía: "ahora ya no tengo una vida propia". Siguió un curso de enfermería y prestó servicio en un hospital militar austríaco. Fueron tiempos difíciles para ella. Atendía a los ingresados en la sección de enfermos de tifus y prestaba servicio en el quirófano, viendo morir a hombres en la flor de su juventud. Al cerrar el hospital militar en 1916, siguió a Husserl a Friburgo, donde obtuvo el doctorado "summa cum laude" con su tesis "Sobre el problema de la empatía ".

    Por aquel tiempo fue testigo de un hecho que le causaría una viva impresión y del cual no se olvidaría jamás: en la Catedral de Frankfurt, adonde había concurrido con una amiga que al igual que ella buscaba sin descanso la Verdad, observó cómo una simple mujer entraba con la cesta de las compras, quedándose un rato para rezar, para conversar con el Santísimo. "Esto fue para mí algo completamente nuevo. En las sinagogas y en las iglesias protestantes que he frecuentado los creyentes acuden sólamente a las ceremonias. Aquí, sin embargo, una persona entró en la iglesia desierta, como si fuera a conversar en la intimidad con un amigo. No he podido olvidar lo ocurrido".

    Primer encuentro con la Cruz
    Edith Stein tenía gran amistad con el asistente de Husserl en Gotinga, Adolf Reinach y su esposa. Adolf Reinach muere en Flandes, en el frente de batalla, en noviembre de 1917. Edith va a Gottinga. Los Reinach se habían convertido al cristianismo. Edith tenía cierta renuencia ante el encuentro con la joven viuda. "¿Cómo podría consolarla ante tal pérdida?"

    Con gran sorpresa encontró a una creyente. "Este ha sido mi primer encuentro con la cruz y con la fuerza divina que transmite a sus portadores... Fue el momento en que se desmoronó mi irreligiosidad y brilló, por primera vez, Cristo". Más tarde escribirá: "lo que no estaba en mis planes estaba en los planes de Dios. Arraiga en mí la convicción profunda de que -visto desde el lado de Dios- no existe la casualidad; toda mi vida, hasta los más mínimos detalles, está ya trazada en los planes de la Providencia divina y, ante los ojos absolutamente clarividentes de Dios, presenta una coherencia perfectamente ensamblada".

    En otoño de 1918, Edith Stein dejó la actividad de asistente de Edmund Husserl porque deseaba trabajar independientemente. La primera vez que volvió a visitar a Husserl después de su conversión fue en 1930. Tuvo con él una discusión sobre la nueva fe de la que le hubiera gustado que participara también él. Tras ello escribió una frase sorprendente: "Después de cada encuentro que me hace sentir la imposibilidad de influenciarlo directamente, se agudiza en mí la necesidad de rezar por él". Edith Stein vuelve a Breslau. Escribe artículos en defensa de la psicología y de las humanidades. Pero lee también el Nuevo Testamento, Kierkegaard y el opúsculo de los Ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola. Se da cuenta de que a un escrito como éste no se le puede simplemente leer, sino que es necesario ponerlo en práctica.

    Encuentro con Teresa de Jesús y conversión
    En el verano de 1921 fue durante unas semanas a Bergzabern, a la casa de Hedwig Conrad-Martius, su amiga íntima y también discípula de Husserl. Hedwig, junto con su esposo, se había convertido al cristianismo. Una tarde, en que el matrimonio Conrad-Martius, había salido de paseo, dejando a Edith sola en la casa, ésta encontró en la biblioteca la autobiografía de Teresa de Ávila. La leyó durante toda la tarde y hasta bien entrada la noche, sin detenerse. "Cuando cerré el libro, me dije: ésta es la verdad". Considerando retrospectivamente su vida, escribía más tarde: "mi anhelo por la verdad era ya una oración".

    El 2 de enero de 1922 Edith Stein recibió el Bautismo. Era el día de la Circuncisión de Jesús, la acogida de Jesús en la estirpe de Abraham. Estaba erguida ante la fuente bautismal, vestida con el blanco manto nupcial de Hedwig Conrad-Martius, que hizo de madrina. "Había dejado de practicar mi religión judía y me sentía nuevamente judía sólamente tras mi retorno a Dios". Ahora tendrá siempre conciencia, y no sólo intelectualmente, sino de manera tangible, de pertenecer a la estirpe de Cristo. En la fiesta de la Candelaria, una fiesta cuyo origen se remonta también al Antiguo Testamento, fue confirmada por el Obispo de Espira en su capilla privada.

    Después de su conversión, lo primero que hizo fue volver a Breslau. "Mamá, soy católica". Las dos lloraron. Hedwig Conrad-Martius escribió sobre aquél encuentro, del cual fue testigo: "mira, dos israelitas y en ninguna de ellas hay engaño" (cf. Jn 1, 47).

    Inmediatamente después de su conversión, Edith Stein aspira a entrar en el Carmelo, pero sus consejeros espirituales, el Vicario general de Espira y el Padre Przywara, S.J., le impiden dar este paso. Acepta entonces un empleo de profesora de alemán e historia en el Instituto y seminario para maestros del Convento dominico de la Magdalena de Espira hasta Pascua de 1931. Por insistencia del Archiabad Raphael Walzer, del convento de Beuron, hace largos viajes para dar conferencias, sobre todo sobre temas femeninos. "Durante el período inmediatamente precedente y también bastante después de mi conversión... creía que llevar una vida religiosa significaba renunciar a todas las cosas terrenas y vivir solamente con el pensamiento puesto en Dios. Gradualmente, sin embargo, me he dado cuenta de que este mundo exige de nosotros otras muchas cosas..., creo, incluso, que cuanto más se siente uno atraído por Dios, más debe "salir de sí mismo", en el sentido de dirigirse al mundo para llevar allí una razón divina para vivir". Su programa de trabajo es enorme. Traduce las cartas y los diarios del período precatólico de Newmann y la obra Quaestiones disputatae de veritate de Tomás de Aquino, en una versión muy libre por amor al diálogo con la filosofia moderna. El Padre Erich Przywara, S.J., la incitó a escribir también obras filosóficas propias. Aprendió que es posible "practicar la ciencia al servicio de Dios... sólo por tal motivo he podido decidirme a comenzar una serie de obras científicas".

    Encuentra siempre las fuerzas necesarias para su vida y su trabajo en el convento benedictino de Beuron, al que va para pasar las fiestas más importantes del año eclesiástico. En 1931 termina su actividad en Espira. Intenta de nuevo obtener la habilitación para la libre docencia en Breslau y Friburgo. Todo en vano. Compone entonces una obra sobre los principales conceptos de Tomás de Aquino: "Potencia y acto". Más tarde hará de este ensayo una obra mayor, desarrollándola bajo el título de "Ser finito y Ser eterno" en el convento de las Carmelitas de Colonia. No fue posible imprimir esta obra durante su vida. En 1932 se le asigna una cátedra en una institución católica, el Instituto de Pedagogía científica de Münster, donde tiene la posibilidad de desarrollar su propia antropología. Aquí encuentra la manera de unir ciencia y fe, y de hacer comprensible esta cuestión a otros.

    Durante toda su vida sólo quiso ser "instrumento de Dios". "Quien viene a mí, deseo conducirlo a Él". En 1933 1a noche se cierne sobre Alemania. "Había oído ya antes algo sobre las severas medidas contra los judíos. Pero ahora comencé de pronto a entender que Dios había puesto una vez más su pesada mano sobre su pueblo y que el destino de este pueblo era también el mío". El artículo de la ley de los nazis sobre la raza aria hizo imposible que continuara su actividad docente. "Si aquí no puedo continuar, en Alemania ya no hay posibilidades para mí ". "Me había convertido en una extranjera en el mundo". El Archiabad Walzer, de Beuron, ya no le impidió entrar en un convento de Carmelitas. Durante el tiempo que estuvo en Espira había hecho ya el voto de pobreza, castidad y obediencia. En 1933 se presenta a la Madre Priora del Monasterio de Carmelitas de Colonia. "Sólamente la pasión de Cristo nos puede ayudar, no la actividad humana. Mi deseo es participar en ella".

    Entrada al Carmelo
    Una vez más Edith fue a Breslau para despedirse de su madre y de la familia. El 12 de octubre fue el último día que pasó en su casa, el día de su cumpleaños y, a la vez, la fiesta judía de los tabernáculos. Edith acompaña a su madre a la sinagoga. Fue un día difícil para las dos mujeres. "¿Por qué has tenido que conocer la fe cristiana? No quiero decir nada contra Jesús. Habrá sido un hombre bueno. Pero ¿por qué tuvo que hacerse Dios?" Su madre lloró amargamente. A la mañana siguiente Edith tomó el tren para Colonia. "No podía tener una alegría arrebatadora. Era demasiado tremendo lo que dejaba atrás. Pero yo estaba tranquilísima, en el puerto de la voluntad de Dios". Cada semana escribirá después una carta a su madre. No recibirá respuesta de su madre por mucho tiempo. Su hermana Rosa le mandará noticias de casa.

    El 14 de octubre Edith Stein entra en el monasterio de las Carmelitas de Colonia. En 1934, el 14 de abril, tuvo lugar la ceremonia de toma de hábito. El Archiabad de Beuron celebró la misa. Desde aquel momento Edith Stein llevará el nombre de Sor Teresa Benedicta de la Cruz, en reconocimiento a la gran Santa de Ávila, a San Benito y al signo del Amor en su máxima expresión: la Cruz de Cristo.

    Escribe en 1938: "bajo la Cruz entendí el destino del pueblo de Dios que entonces (1933) comenzaba a anunciarse. Pensaba que entendiesen que se trataba de la Cruz de Cristo, que debían aceptarla en nombre de todos los demás. Es verdad que hoy entiendo mejor estas cosas, lo que significa ser esposa del Señor bajo el signo de la Cruz. Aunque ciertamente nunca será posible comprender todo esto, puesto que es un secreto". El 21 de abril de 1935 hizo los votos temporales. El 14 de septiembre de 1936, en el momento de renovar los votos, murió su madre en Breslau. "Hasta el último momento mi madre ha permanecido fiel a su religión. Pero, puesto que su fe y su firme confianza en su Dios... fue lo último que permaneció vivo en su agonía, confío en que haya encontrado un juez muy clemente y que ahora sea mi más fiel abogada, para que también yo pueda llegar a la meta".

    En el recordatorio de su profesión perpetua, el 21 de abril de 1938, hizo imprimir las palabras de San Juan de la Cruz, al que dedicará su última obra, La Ciencia de la Cruz: "que ya sólo amar es mi ejercicio".

    La entrada de Edith Stein en el convento de las Carmelitas no fue una huida. "Quien entra en el Carmelo no se pierde para los suyos, sino que le tienen aún más cercano; y ésto porque nuestra profesión es la de dar cuenta de todos a Dios ". Y ella dio cuenta a Dios, sobre todo, de su pueblo."Pienso continuamente en la reina Ester, que fue sacada de su pueblo para dar cuenta ante el rey. Yo soy una pequeña y débil Ester, pero el Rey que me ha elegido es infinitamente grande y misericordioso. Esto es un gran consuelo " (31.10.1938).

    El 9 de noviembre de 1938 se puso de manifiesto ante todo el mundo el odio que tenían los nazis a los judíos. Arden las sinagogas, se siembra el terror entre las gentes judías. La Madre Superiora de las Carmelitas de Colonia hace todo lo posible para llevar al extranjero a Sor Teresa Benedicta de la Cruz. La noche de fin de año de 1938 cruza la frontera de los Países Bajos y la llevan al monasterio de Carmelitas de Echt, en Holanda. Allí redacta su testamento el 9 de junio de 1939."Ya desde ahora acepto con gozo, en completa sumisión y según su santísima voluntad, la muerte que Dios me haya destinado. Ruego al Señor que acepte mi vida y muerte... de manera que el Señor sea reconocido por los suyos y que su Reino venga con toda su magnificencia para la salvación de Alemania y la paz del mundo... ".

    Ya en el monasterio de Carmelitas de Colonia, a Edith Stein se le había dado permiso para dedicarse a las obras científicas. Allí había escrito, entre otras cosas, De la vida de una familia judía. "Deseo narrar simplemente lo que he experimentado al ser judía". Ante "la juventud que hoy es educada desde la más tierna edad en el odio a los judíos, nosotros, que hemos sido educados en el seno de una familia judía, tenemos el deber de dar testimonio". En Echt, Edith Stein escribirá a toda prisa su ensayo sobre Juan de la Cruz, el místico doctor de la Iglesia, con ocasión del cuatrocientos aniversario de su nacimiento, 1542-1942. En 1941 escribía a una religiosa con quien tenía amistad: "una scientia crucis (la ciencia de la cruz) sólamente puede ser entendida si se lleva todo el peso de la cruz. De ello estaba convencida ya desde el primer instante y de todo corazón he pronunciado: Ave, Crux, Spes unica (Te saludo, Cruz, única esperanza)". Su estudio sobre San Juan de la Cruz lleva como subtítulo: "La ciencia de la Cruz ".

    Testigo de la presencia de Dios

    El 2 de agosto de 1942 llega la Gestapo. Edith Stein se encuentra en la capilla con las otras Hermanas. En cinco minutos debe presentarse, junto con su hermana Rosa, que se había bautizado en la Iglesia Católica y prestaba servicio como portera de las Carmelitas de Echt. Las últimas palabras de Edith Stein que se oyen en Echt están dirigidas a Rosa: "Ven, vayamos por nuestro pueblo". Junto con otros muchos judíos convertidos al cristianismo, las dos mujeres son llevadas al campo de concentración de Westerbork. Se trataba de una venganza contra el comunicado de protesta de los obispos católicos de los Países Bajos por los progromos y las deportaciones de los judíos. "Jamás había pensado que los seres humanos pudieran llegar a ser así, y tampoco podía pensar que mis hermanas y hermanos debieran sufrir así... cada hora rezo por ellos. ¿Oirá Dios mi oración? En todo caso, oye ciertamente sus lamentos".

    El Prof. Jan Nota, cercano a ella, escribirá más tarde: "para mí, ella es, en un mundo de negación de Dios, una testigo de la presencia de Dios". Al amanecer del 7 de agosto sale una expedición de 987 judíos hacia Auschwitz. El 9 de agosto Sor Teresa Benedicta de la Cruz, junto con su hermana Rosa y muchos otros, murió en las cámaras de gas de Auschwitz.

    Con su beatificación en Colonia el 1º de mayo de 1987, la Iglesia rindió honores, por decirlo con palabras del Sumo Pontífice Juan Pablo II, a "una hija de Israel, que durante la persecución de los nazis ha permanecido, como católica, unida con fe y amor al Señor Crucificado, Jesucristo, y, como judía, a su pueblo ".


    Poema al Espíritu Santo
    Edith Stein

    ¿Quién eres tú,
    dulce luz que me llenas
    e iluminas la oscuridad de mi corazón?
    Me conduces igual que una mano materna
    y si me dejaras libre,
    no sabría ni dar un paso.
    Tú eres el espacio
    que envuelve todo mi ser
    y lo encierra en sí,
    abandonado de ti cae en el abismo de la nada,
    donde tú lo elevas al Ser.
    Tú, más cercano a mí que yo misma
    y más íntimo que mi intimidad,
    y aún inalcanzable e incomprensible,
    y que todo nombre hace renacer:
    Espíritu Santo,
    ¡Amor Eterno!

    Oración

    Santa Teresa Benedicta de la Cruz, que a ejemplo tuyo aspiremos siempre y solamente a alcanzar la sagrada ciencia de la Cruz. Amén.

    Fuente: www.vatican.va

    miércoles, 8 de agosto de 2012

    Santo Domingo de Guzmán


    martes, 7 de agosto de 2012

    Pan y Trabajo



    En la Fiesta de San Cayetano, se nos presenta el tema del Pan y el Trabajo como una realidad que hace a la vida y dignidad del hombre. Se trata de una propuesta que orienta, en su virtuosa unidad, a la equidad y el desarrollo integral del hombre en la sociedad. Se acostumbra decir, con un dejo de sabiduría popular, que no llegue el pan a tu mesa sin el esfuerzo del trabajo y, por otra parte, que el trabajo te alcance para llevar el pan a la mesa de tu familia. Ciertamente, el pan se refiere a esa posibilidad real de alcanzar el pleno desarrollo del hombre y su familia, y no sólo a su subsistencia. Así, cuando se habla del trabajo, se lo considera como expresión de la dignidad y libertad del hombre. Esta riqueza, sabemos, no proviene de cualquier trabajo.

    Sólo cuando se alcanza o valora el significado ideal del pan y del trabajo podemos decir que nos encontramos en camino hacia una cultura que supera la dádiva como el trabajo precario. Como a todo ideal, siempre lo estamos construyendo pero es necesario decirlo y hacer docencia para sentirnos en camino. La repetición de una verdad nos ayuda a crecer porque profundiza su significado. En un sentido, es como la oración: en su repetición nos ayuda a ahondar la verdad de la fe, permanecer en Dios y crecer en la vida espiritual. Cuando la gente se acerca a San Cayetano, sea para agradecer o pedir a Dios por su intermedio, lo que hace es actualizar en la oración su conciencia de hijo de Dios y su confianza en él.

    Mons. José María Arancedo
    Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

    San Cayetano de Thiene



    Glorioso San Cayetano, tú pasaste por la vida viendo a Cristo en los hermanos, especialmente en los más necesitados, y experimentaste la asistencia providencial de Dios. Ayúdanos a construir una sociedad en la que todos participemos con nuestro trabajo y podamos juntos reencontrar los valores de la solidaridad, el respeto, el bien común, la honestidad y la alegría.

    sábado, 4 de agosto de 2012

    San Juan María Vianney - Día del Párroco


    “Un buen pastor, según el corazón de Dios,
    es el tesoro más grande que Dios pueda dar a una parroquia,
    es uno de los dones más preciados de la misericordia divina.”
    San Juan María Vianney


    ¡¡¡MUY FELIZ DÍA DEL PÁRROCO,
    a todos los pastores
    que desgastan su vida por el Evangelio!!!



    Nuestra oración por todos ellos,

    especialmente por nuestro actual párroco,
    P. Daniel Gazze.

    jueves, 2 de agosto de 2012

    Nuestra Señora de los Ángeles

    LA PORCIÚNCULA

    "San Francisco de Asís pidió a Cristo, mediante la intercesión de María, la Reina de los Ángeles, el gran perdón o «indulgencia de la Porciúncula», confirmada por el Papa Honorio III a partir del 2 de agosto de 1216.
    Desde entonces empezó la actividad misionera que llevó a Francisco y a sus frailes a algunos países musulmanes y a varias naciones de Europa. Allí, por último, el Santo acogió cantando a «nuestra hermana, la muerte corporal». De la experiencia de Francisco de Asís, la iglesita de la Porciúncula conserva y difunde un mensaje y una gracia peculiares, que perduran todavía hoy y constituyen un fuerte llamamiento espiritual para cuantos se sienten atraídos por su ejemplo. A este propósito, es significativo el testimonio de Simone Weil, hija de Israel fascinada por Cristo: «Mientras estaba sola en la capillita románica de Santa María de los Ángeles, incomparable milagro de pureza, donde san Francisco rezó tan a menudo, algo más fuerte que yo me obligó, por primera vez en mi vida, a arrodillarme» (Autobiografía espiritual). La Porciúncula es uno de los lugares más venerados del franciscanismo, no sólo muy entrañable para la Orden de los Frailes Menores, sino también para todos los cristianos que allí, cautivados por la intensidad de las memorias históricas, reciben luz y estímulo para una renovación de vida, con vistas a una fe más enraizada y a un amor más auténtico. Por tanto, me complace subrayar el mensaje específico que proviene de la Porciúncula y de la indulgencia vinculada a ella”. Con estas palabras comenzaba el mensaje de Juan Pablo II en 1999, dirigido al Ministro General de la Orden Franciscana, en la reapertura de la Basílica y de la capilla de la Porciúncula.

    ¿QUÉ OCURRIÓ EN LA PORCIÚNCULA?

    La “Vida de San Francisco” relata que una noche, en el monte cercano a la capilla de la Porciúncula, ardía Francisco de Asís en ansias por la salvación de las almas. Un ángel le ordenó bajar del monte a su Santa María de los Ángeles. Allí vio a Jesucristo, a su Madre y a multitud de espíritus. Oyó la voz de Jesús: "Pues tantos son tus afanes por la salvación de las almas, pide, Francisco, pide". Francisco pidió una indulgencia plenaria, que se ganase con sólo entrar confesado y contrito en aquella capilla de los Ángeles. "Mucho pides, Francisco, pero accedo contento. Acude a mi Vicario, que confirme mi gracia". Al alba, Francisco tomó el camino de Perusa, acompañado de Maseo de Marignano. Estaba en Perusa el Papa Honorio III. "Padre Santo -dijo Francisco-, en honor de María he reparado una iglesia; hoy vengo a solicitar para ella indulgencia". "Dime cuántos años e indulgencias pides", respondió Honorio. "Padre Santo -replicó Francisco-, lo que pido no son años, sino almas". "No puede conceder esto la Iglesia", objetó el Papa. "Señor -replicó Francisco-, no soy yo, sino Jesucristo, quien os lo ruega." En esta frase hubo tal calor, que ablandó el ánimo de Honorio, moviéndole a decir: "Me place, me place, me place otorgar lo que deseas". Y llamó a Francisco: "Otorgo, pues, que cuantos entren confesados en Santa María de los Ángeles sean absueltos de culpa y pena; esto todos los años perpetuamente, mas sólo en el espacio de un día natural". Bajó Francisco la cabeza en señal de aprobación, y sin despegar los labios salió de la cámara. -"¿Adónde vas, hombre sencillo?", preguntó el Papa. "Me basta -respondió Francisco- lo que oí; si la obra es divina, Dios se manifestará en ella. Sirva de escritura la Virgen, Cristo el notario y testigos los ángeles". Y se volvió de Perusa a Asís. Llegando a Collestrada, se desvió de sus compañeros para desahogar su corazón en ríos de lágrimas; al volver de aquel estado de plenitud y de gozo, llamó a Maseo a voces: "¡Maseo, hermano! De parte de Dios te digo que la indulgencia que obtuve del Pontífice está confirmada en los cielos".

    RETRASO


    El tiempo corría sin que Honorio autorizara la indulgencia; el retraso atribulaba a Francisco. En una fría noche de enero se encontraba abismado. Impensadamente pensó que obraba mal, que faltaba a su deber trasnochando y extenuándose a fuerza de vigilias, siendo un hombre cuya vida era tan esencial para el sostenimiento de su Orden. Pensó que tanta penitencia pararía en enflaquecer y perder su razón, y se desanimó. Para desechar esta tentación, nacida del cansancio de su cuerpo, se levantó, y se arrojó sobre una zarza, revolcándose en ella. Manaba sangre de su piel, y se cubría el zarzal de rosas, como las de mayo. Francisco se encontró rodeado de ángeles que cantaban a coro: "Ven a la iglesia; te aguardan Cristo y su Madre". Francisco se levantó transportado y caminó luminoso. Sobre su cuerpo veía Francisco un vestido transparente como el cristal. Cogió de la zarza florida doce rosas blancas y doce rojas, y entró en la capilla. Allí estaban Cristo y su Madre, con innumerables ángeles. Francisco cayó de rodillas. María se inclinó hacia su hijo, y éste habló así: "Por mi madre te otorgo lo que solicitas; y sea el día aquel en que mi apóstol Pedro, encarcelado por Herodes, vio milagrosamente caer sus cadenas (1 de agosto). Ve a Roma; notifica mi mandamiento a mi Vicario; llévale rosas de las que han brotado en la zarza; yo moveré su corazón". Francisco se levantó y fue a Roma.

    TRES ROSAS

    Se presentó al Papa llevando en sus manos tres rosas encarnadas y tres blancas de las del prodigio. Intimó a Honorio de parte de Cristo que la indulgencia había de ser en la fiesta de San Pedro ad Vincula. Le ofreció las rosas, frescas y fragantes. Se reunió el Consistorio, y ante las flores que representaban en enero la primavera, fue confirmada la indulgencia.

    Escribió el Papa a los obispos circunvecinos de la Porciúncula, citándoles para que se reunieran en Asís el primer día de Agosto, a fin de promulgar la indulgencia solemnemente. «En el día convenido apareció Francisco en un palco con los siete obispos a su lado, y pronunció un discurso ferviente sobre la indulgencia. Los obispos se indignaron, y cuando el obispo de Asís se levantó resuelto a proclamar la indulgencia por diez años solos, en vez de esto repitió las palabras de Francisco; unos después de otros, reprodujeron los obispos el primer anuncio.

    LA PORCIÚNCULA

    Durante muchos años, fue sólo conocida oralmente la indulgencia de la Porciúncula. Medio siglo después del tránsito de Francisco hallamos el primer documento de Benito de Arezzo, que dice así: «En el nombre de Dios, Amén. Yo Fray Benito de Arezzo, que estuve con el beato Francisco mientras aún vivía, y que por auxilio de la gracia fui recibido en su Orden por el mismo Padre Santísimo; yo que fui compañero de sus compañeros, y con ellos estuve frecuentemente, ya mientras vivía el santo Padre nuestro, ya después que se partió de este mundo, y con los mismos conferencié frecuentemente de los secretos de la Orden, declaro haber oído repetidas veces a uno de los compañeros del beato Francisco, llamado Fray Maseo de Marignano, que estuvo con el hermano Francisco en Perusa, en presencia del papa Honorio, cuando el santo pidió la indulgencia de todos los pecados para los que, contritos y confesados, viniesen al lugar de Santa María de los Ángeles (que por otro nombre se llama Porciúncula) el primer día de agosto, desde las vísperas de dicho día hasta las vísperas del día siguiente. La cual indulgencia, habiendo sido pedida por el beato Francisco, fue otorgada por el Sumo Pontífice, aunque él mismo dijo no ser costumbre en la Sede Apostólica conceder tales indulgencias». Del entusiasmo que en el pueblo despertaban las indulgencias podemos juzgar por las crónicas que refieren el acontecimiento que, estremeciendo hasta las últimas fibras de la conciencia de Dante, dio por resultado la Divina Comedia. La multitud que acudía a Asís a lucrar la indulgencia era enorme. El jubileo determinaba una suspensión de discordias y luchas: la tregua de Dios.

    Sitiado Asís por las tropas de Perusa, el día 2 de Agosto se interrumpió el ataque, para que los peregrinos pudieran entrar en la villa para obtener la indulgencia. Gregorio XV, hizo extensivo el jubileo de la Porciúncula a todas las iglesias franciscanas del mundo. Según Fray Pánfilo de Magliano, la indulgencia fue concedida el año 1216.