Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



A todos los que ingresen a esta página:


*** BIENVENIDOS ***

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:: Homilías ::

(Clickear sobre la Biblia para leer las lecturas)


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jueves, 30 de junio de 2011

Informe Económico - Junio de 2011




Publicamos a continuación el informe económico correspondiente al mes de junio de 2011.

¡GRACIAS a todos por su generosa colaboración!


A B C
1 INFORME ECONOMICO MES: J U N I O 2 0 1 1
2


3 I N G R E S O S

4 Colectas Misas $ 6,037.75
5 Donaciones- Estipendios Misas $ 204
6 Sostenimiento del culto (2%) $ 1,875.00
7


8 TOTAL $ 8,116.75
9


10 E G R E S O S

11 Gastos de Secretaría $ 27.5
12 Gastos Sacristía $ 150
13 Sueldos y Aguinaldos $ 2,175.00
14 Sostenimiento Culto

15 Arzobispado 1/3- Estipendio Misas $ 727
16 Varios Colecta Cáritas

17


18
$ 2,565.05
19 TOTAL $ 5,644.55
20 Superavit del Mes $ 2,472.20
21


miércoles, 29 de junio de 2011

¡60 años de entrega consagrada!


martes, 28 de junio de 2011

Día del Pontífice



29 de junio

Solemnidad de los Santos Pedro y Pablo

Día del Sumo Pontífice


18 hs. Hora Santa - Adoración Eucarística - Oración por el Santo Padre Benedicto XVI


19 hs. Santa Misa - Presidida por el Sr. Arzobispo Mons. José María Arancedo


Lugar: Catedral Metropolitana


Organizan: Consejo Pastoral Arquidiocesano y Acción Católica


lunes, 27 de junio de 2011

Benedicto XVI: 60 años de sacerdocio



Texto de la oración que el Papa Benedicto XVI ha compuesto para el 60° aniversario de su ordenación como sacerdote, que se cumple el próximo miércoles 29 de junio, y que ha sido hecha pública por la Santa Sede.


* * * * *

Señor,
te damos gracias
porque has abierto tu corazón para nosotros;
porque en tu muerte y en tu resurrección
te has convertido en fuente de vida.
Haz que seamos personas vivientes,
vivientes de tu fuente,
y dónanos el poder ser nosotros también fuentes,
capaces de donar a este nuestro tiempo
agua de vida.
Te damos gracias
por la gracia del ministerio sacerdotal.
Señor, bendícenos
y bendice a todos los hombres de este tiempo
que están sedientos y en la búsqueda.
Amén

domingo, 26 de junio de 2011

Homilía Dominical

Solemnidad de Corpus Christi

Lecturas

Dt 8, 2-3.14-16
I Co 10, 16-17
Jn 6, 51-58


Este año se eligió como lema de la celebración del Corpus Christi en nuestra arquidiócesis : “La Eucaristía, camino y vida de la familia”. La familia y la Eucaristía tienen mucho que ver. Es este sacramento el que prefigura y hace presente el cielo, que es comunión de amor, fiesta de familia. Allí gozaremos plenamente del alimento que ansía nuestro corazón, el Amor fiel y abundante de Dios que nos une como hermanos.

Mientras vamos de camino, nuestra respuesta a esa fidelidad tiene que alimentarse y crecer. Ser fiel exige no olvidarse de los seres que amamos, necesitamos tenerlos siempre presentes. ¡Cuántas veces el amor en la familia se apaga por descuido, porque nos olvidamos mutuamente! Otras cosas pasan a ser importantes en nuestra mente y en nuestro corazón. No recordamos el gozo experimentado en los encuentros. Olvidamos que el sufrir juntos nos puede ayudar a profundizar el amor. Perdemos de vista que el perdonarnos vale la pena porque nos hace sentir más gratuitamente queridos.

Esto mismo pasa con esa gran familia que Dios quiso formar con nosotros gracias a la Pascua de Jesús. Sólo puede unirse y crecer si se alimenta con la presencia del Amor fiel de Dios. Celebrar la Eucaristía es para nosotros hacer memoria: Hagan esto en conmemoración mía, escuchamos durante la consagración. Nos acordamos porque se hace presente la entrega de Jesús por cada unos de nosotros. Recordamos que su perdón nos acompaña en la vida porque para eso derramó su sangre. Nos damos cuenta de que no estamos solos en nuestro sufrimiento sino que está Él, incorporándolo a su Pascua y haciéndolo camino a la resurrección. Experimentamos la fuerza para luchar por la unidad porque el murió para que comiendo de un mismo pan formemos un solo cuerpo. Sentimos la alegría de ser enviados, porque nos regaló muchos hermanos que con el poder de su amor hay que atraer e invitar a que se nos unan.

En la primera lectura de hoy se nos exhorta: Acuérdate… No te olvides. Y Jesús en el evangelio nos dice que si comemos su carne y bebemos su sangre permanecemos en Él y Él en nosotros. Que la fidelidad a la Eucaristía de cada Domingo, vivida con toda la atención y el afecto que podamos, y prolongada en la Adoración a la que el Sagrario nos invita, nos haga crecer en el gozo de este Amor que constantemente nos renueva como familia.

¡Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del altar!



P. Daniel Gazze

Evangelio Ilustrado


Cuerpo y Sangre de Cristo

Evangelio según San Juan (6,51-58)



(Clickear sobre la imagen para ver tamaño completo)



sábado, 25 de junio de 2011

Cuerpo y Sangre de Cristo


¡Nuestro alimento
y
nuestra vida!

Eucaristía: camino y vida de la familia


Este domingo nos convoca la celebración del Corpus Christi. No nos convoca una idea, nos convoca la presencia viva de Jesucristo como Pan de Vida, centro de nuestra comunión y fuerza misionera de la Iglesia. La Eucaristía es pan que nos alimenta en nuestro camino y vínculo de comunión eclesial. Es presencia que nos fortalece y es anticipo que nos hace gustar la plenitud de nuestra esperanza. En la Eucaristía nuestro tiempo es tiempo de Dios.

Ella no nos saca del mundo, nos consagra en la verdad (cfr. Jn. 17, 15) y mantiene viva nuestra vocación en el mundo.

Qué triste cuando la celebración de la Eucaristía dominical se privatiza en un acto de piedad individual, y no nos hace partícipes en la vida y misión de la Iglesia. No venimos a Misa sólo a cumplir con un precepto, venimos a participar y testimoniar nuestra condición de miembros de Cristo en la vida de la Iglesia. No es coherente la imagen de una vida de fe que se alimenta de la Eucaristía, y la realidad de comunidades apostólicamente débiles. Desde la participación de la Eucaristía deberíamos revisar el nivel de nuestra presencia en la vida de nuestras comunidades. Qué esta celebración, Señor, al tiempo que fortalece nuestra alabanza a Dios, renueve nuestro compromiso con un Evangelio asumido y vivido.

La vivencia eucarística que da sentido a la vida cristiana, adquiere una fuerza particular cuando hablamos de la Familia. Eucaristía y Familia, aunque las podamos distinguir, pertenecen al proyecto de Dios. Así como la Eucaristía tiene su fuente en el amor del Padre que: “tanto amó al mundo, que le entregó a su Hijo único” (Jn. 3, 16); así también la Familia pertenece a ese mismo designio creador y redentor de Dios. Hay una unidad en el plan de Dios que nos permite comprender la dinámica salvífica de su proyecto. Todo ha sido creado por Cristo y todo ha sido redimido por Él. A ese “todo” creador pertenece la Familia. Por ello, es necesario contemplarla desde esa mirada única y providencial de Dios, que se ha hecho Evangelio de Vida en Jesucristo.

Esto significa no sólo que la fuente de la Familia está en el proyecto de Dios sino que la Eucaristía es, en ese mismo plan y para ella, presencia viva de Jesucristo. Así, la Eucaristía, sostiene su verdad y realización en el tiempo. La Eucaristía no es un lujo, es una necesidad. Este contemplar a la Familia desde Dios que ama y no abandona a sus hijos, debe llevar a los esposos a descubrir la Eucaristía como un don para ellos. Cuánta riqueza se percibe en la catequesis familiar cuando los padres descubren en ella, esa presencia viva del Señor que cada domingo se renueva para alabanza de Dios y nuestro alimento en la Santa Misa. La Eucaristía los hace testigos de Vida Nueva para sus hijos.

La Familia es “Santuario de la vida”, pero no la dueña de la vida. En el misterio de la vida naciente los esposos participan del amor creador de Dios. Este nuevo ser está llamado a un encuentro personal con Jesucristo y tiene, desde su concepción, un destino trascendente. El contemplar la vida humana desde su origen y destino, nos hace comprender tanto su verdad como nuestra responsabilidad. Cada ser concebido es un ser único para quien ha sido enviado Jesucristo. Vivimos, lamentablemente, una cultura que va vaciando de sentido la relación y el compromiso de los esposos, en su misión insustituible de trasmitir y cuidar la vida. Ellos son el ámbito providencial para acompañar la vida. Debilitar la Familia es empobrecer el crecimiento integral de nuestros niños y comprometer el futuro de la sociedad. Su defensa y promoción es un acto de valoración y respeto por los esposos, de justicia con la vida y de responsabilidad política en la construcción de la sociedad.

En este contexto de gratitud a Dios por el don de la Eucaristía no puedo dejar de referirme, y de lamentarme, por el tema del aborto y la ofensa a la vida. Con cuánta ligereza se trata la vida del ser concebido, como su ulterior desarrollo. Cuando se pierde respeto por la vida naciente, se debilita la conciencia de gravedad moral y la capacidad de respuesta frente a otros ataques que esa misma vida sufre. El tema del aborto compromete el nivel de una cultura. No se trata de un tema privado ajeno a las leyes de la sociedad. Por el contrario, la vida es un hecho público que exige la tutela jurídica por parte del Estado. La coherencia de la fe no admite dudas, donde hay vida existe un nuevo ser que reclama su primer derecho. Ante posibles dificultades habrá que buscar respuestas, pero nunca el aborto será una respuesta justa y humana.

Pienso, también, en el desarrollo de esta vida en la que muchos chicos no llegan a participar de los bienes de la sociedad. Entre estos males vemos la pobreza, que en mundo urbano y globalizado, es antesala de marginalidad con sus tristes consecuencias. No podemos negar los esfuerzos que se hacen y valorarlos, pero estamos ante un acto de equidad que compromete a la sociedad. Pienso, además, en el tema de la droga que avanza y destruye la vida, ante un silencio cómplice y la impotencia de la autoridad. En la violencia y la inseguridad que son expresiones de una sociedad que no ha prestado atención a la cultura del trabajo y al mundo de los valores, descuidando los ámbitos donde ellos se viven y trasmiten, especialmente la familia y la escuela. En el crecimiento desmedido del juego que es ganancia de pocos, con pequeñas dádivas que tranquilizan la conciencia pública. Parecería que pretendemos construir un futuro sin referencias o contenidos que lo orienten, entreteniéndonos en un presente sin horizontes, creando, así, un estado de vacío y orfandad cultural que compromete el crecimiento, especialmente, de quienes menos recursos y defensa tienen.

Queridos hermanos, hemos venido a testimoniar nuestra fe en la presencia real de Jesucristo. El ha querido quedarse con nosotros como Pan de Vida que sostiene nuestro caminar. Nos hemos detenido a considerar desde la Eucaristía, y en el marco del plan de Dios, el don de la Vida y la verdad de la Familia. Al caer la tarde queremos decirte, Señor, como los discípulos de Emaús: “Quédate con nosotros, porque te necesitamos” (cfr. Lc. 24, 28); pero también decirte que queremos ser parte de una Iglesia viva y comprometida que sea para el hombre de hoy: “un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz, para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando” (P. E. Vb). La Iglesia espera de nuestra generosa participación. Sabemos que nos has dicho: “No tengan miedo, yo estaré siempre con ustedes” (Mt. 28, 20). Esta certeza que se apoya en tu Palabra, es la que renueva hoy nuestra esperanza. Que María Santísima, Nuestra Madre de Guadalupe, nos acompañe y nos enseñe a ser dóciles al camino de su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo. Amén.


Mons. José María Arancedo

Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

viernes, 24 de junio de 2011

Nacimiento del Precursor

La natividad de San Juan Bautista,
precursor del Señor


"En verdad les digo que ninguno de entre los hijos de mujer
ha sido mayor que Juan Bautista".
(Mt 11, 11)

La Iglesia celebra normalmente la fiesta de los santos en el día de su nacimiento a la vida eterna, que es el día de su muerte. En el caso de San Juan Bautista, se hace una excepción y se celebra el día de su nacimiento. San Juan, el Bautista, fue santificado en el vientre de su madre cuando la Virgen María, embarazada de Jesús, visita a su prima Isabel, según el Evangelio.

Esta fiesta conmemora el nacimiento "terrenal" del Precursor. Es digno de celebrarse el nacimiento del Precursor, ya que es motivo de mucha alegría, para todos los hombres, tener a quien corre delante para anunciar y preparar la próxima llegada del Mesías, o sea, de Jesús. Fue una de las primeras fiestas religiosas y, en ella, la Iglesia nos invita a recordar y a aplicar el mensaje de Juan.

El nacimiento de Juan Bautista

Isabel, la prima de la Virgen María estaba casada con Zacarías, quien era sacerdote, servía a Dios en el templo y esperaba la llegada del Mesías que Dios había prometido a Abraham. No habían tenido hijos, pero no se cansaban de pedírselo al Señor. Vivían de acuerdo con la ley de Dios.

Un día, un ángel del Señor se le apareció a Zacarías, quien se sobresaltó y se llenó de miedo. El Árcangel Gabriel le anunció que iban a tener un hijo muy especial, pero Zacarías dudó y le preguntó que cómo sería posible esto si él e Isabel ya eran viejos. Entonces el ángel le contestó que, por haber dudado, se quedaría mudo hasta que todo esto sucediera. Y así fue.

La Virgen María, al enterarse de la noticia del embarazo de Isabel, fue a visitarla. Y en el momento en que Isabel oyó el saludo de María, el niño saltó de júbilo en su vientre. Éste es uno de los muchos gestos de delicadeza, de servicio y de amor que tiene la Virgen María para con los demás. Antes de pensar en ella misma, también embarazada, pensó en ir a ayudar a su prima Isabel.

El ángel había encargado a Zacarías ponerle por nombre Juan. Con el nacimiento de Juan, Zacarías recupera su voz y lo primero que dice es: "Bendito el Señor, Dios de Israel".Juan creció muy cerca de Dios. Cuando llegó el momento, anunció la venida del Salvador, predicando el arrepentimiento y la conversión y bautizando en el río Jordán.

La predicación de Juan Bautista

Juan Bautista es el Precursor, es decir, el enviado por Dios para prepararle el camino al Salvador. Por lo tanto, es el último profeta, con la misión de anunciar la llegada inmediata del Salvador.
Juan iba vestido de pelo de camello, llevaba un cinturón de cuero y se alimentaba de langostas y miel silvestre. Venían hacia él los habitantes de Jerusalén y Judea y los de la región del Jordán. Juan bautizaba en el río Jordán y la gente se arrepentía de sus pecados. Predicaba que los hombres tenían que cambiar su modo de vivir para poder entrar en el Reino que ya estaba cercano. El primer mensaje que daba Juan Bautista era el de reconocer los pecados, pues, para lograr un cambio, hay que reconocer las fallas. El segundo mensaje era el de cambiar la manera de vivir, esto es, el de hacer un esfuerzo constante para vivir de acuerdo con la voluntad de Dios. Esto serviría de preparación para la venida del Salvador. En suma, predicó a los hombres el arrepentimiento de los pecados y la conversión de vida.

Juan reconoció a Jesús al pedirle Él que lo bautizara en el Jordán. En ese momento se abrieron los cielos y se escuchó la voz del Padre que decía: "Éste es mi Hijo amado...". Juan dio testimonio de esto diciendo: "Éste es el Cordero de Dios...". Reconoció siempre la grandeza de Jesús, del que dijo no ser digno de desatarle las correas de sus sandalias, al proclamar que él debía disminuir y Jesús crecer porque el que viene de arriba está sobre todos.

Fue testigo de la verdad hasta su muerte. Murió por amor a ella. Herodías, la mujer ilegítima de Herodes, pues era en realidad la mujer de su hermano, no quería a Juan el Bautista y deseaba matarlo, ya que Juan repetía a Herodes: "No te es lícito tenerla". La hija de Herodías, en el día de cumpleaños de Herodes, bailó y agradó tanto a su padre que éste juró darle lo que pidiese. Ella, aconsejada por su madre, le pidió la cabeza de Juan el Bautista. Herodes se entristeció, pero, por el juramento hecho, mandó que le cortaran la cabeza de JuanBautista que estaba en la cárcel.

¿Qué nos enseña la vida de Juan Bautista?

Nos enseña a cumplir con nuestra misión que adquirimos el día de nuestro bautismo: ser testigos de Cristo viviendo en la verdad de su palabra; transmitir esta verdad a quien no la tiene, por medio de nuestra palabra y ejemplo de vida; a ser piedras vivas de la Iglesia, así como era el Papa Juan Pablo II.

Nos enseña a reconocer a Jesús como lo más importante y como la verdad que debemos seguir. Nosotros lo podemos recibir en la Eucaristía todos los días.

Nos hace ver la importancia del arrepentimiento de los pecados y cómo debemos acudir con frecuencia al sacramento de la confesión.

Podemos atender la llamada de Juan Bautista reconociendo nuestros pecados, cambiando de manera de vivir y recibiendo a Jesús en la Eucaristía.

El examen de conciencia diario ayuda a la conversión, ya que con éste estamos revisando nuestro comportamiento ante Dios y ante los demás.

En el siguiente enlace encontrarás más información sobre el Nacimiento de Juan el Bautista

Fuente: catholic.net

jueves, 23 de junio de 2011

Corpus Christi 2011


Recordamos que el sábado 25 de junio no habrá Misa en la parroquia, para que podamos participar como comunidad de la Eucaristía que presidirá el Sr. Arzobispo, Mons. José María Arancedo, a las 15 hs, en la Catedral Metropolitana.

miércoles, 22 de junio de 2011

Fidelidad a la conciencia, voz de Dios

Tomás Moro y Juan Fisher

San Juan Fisher, obispo, (1469 - 1535) y Santo Tomás Moro, seglar, (1477 - 1535), mártires. Juan Fisher nació el año 1469; fue hijo de un modesto mercero de Beberly, en el condado de York (Inglaterra); estudió teología en Cambridge, fue ordenado presbítero, cuando contaba veintidós años, y a los treinta y cinco ya era Vicecanciller de la Universidad.

Consumado humanista, fundó los Colleges de Cristo y de san Juan, amplió bibliotecas y fundó cátedras con la ayuda de Lady Margaret, madre de Enrique VII. Erasmo llegó a afirmar que no había en el país «hombre más culto, ni obispo más santo». Fue nombrado obispo de Rochester en el año 1504, cargo que ejerció con una vida llena de austeridad y de entrega pastoral, visitando con frecuencia a los fieles de su grey. Se mostró como decidido apologista antiprotestante.

Mantuvo una postura firme y clara ante los proyectos de Enrique VIII sobre su anulación matrimonial, defendiendo la validez y la indisolubilidad del contraído con la reina Catalina de Aragón. Miembro de la Cámara de los Lores, arremete contra ciertas medidas anticlericales y hace añadir una cláusula fatalmente restrictiva al nombramiento de Enrique VIII como Cabeza de la Iglesia en Inglaterra.

Su actitud le llevó a estar dos veces en la cárcel, a sufrir atentados e intentos de asesinato y a soportar bajas calumnias. Por su negativa a prestar el juramento de Supremacía, se le encarceló en la Torre de Londres, le despojaron de su título episcopal y declararon a Rochester «sede vacante».

Tomás Moro nació el año 1477, y completó sus estudios en Oxford; se casó y tuvo un hijo y tres hijas. Ocupó el cargo de Canciller del reino. Íntimo compañero y amigo personal del rey Enrique VIII, abogado distinguido, notable humanista de gran cultura, amigo de Erasmo, cariñoso padre de familia, caballero simpático por su buen humor y, además católico fervoroso.

Cuando vio que era incompatible con su religión el juramento de sumisión a Enrique como cabeza de la Iglesia en Inglaterra, presentó su dimisión, intentando vivir una vida tranquila con su familia, sin más complicaciones. Pero fue apresado y llevado a la Torre de Londres. A todos los esfuerzos de sus amigos para convencerle de que debía prestar su juramento contestó sencillamente que no podía reconciliarlo con su conciencia. Cuando su propia mujer le insiste a hacerlo por lo que ella juzgaba que era bien para su casa, le contestó: «¿Cuántos años crees que podría vivir en mi casa?» «Por lo menos veinte, porque no eres viejo», le dijo ella. «Muy mal negocio, puesto que quieres que cambie por veinte años toda la eternidad». Escribió varias obras sobre el arte de gobernar y en defensa de la religión.

Ambos, por haberse opuesto al rey Enrique VIII en la cuestión de su pretendida anulación de matrimonio, fueron decapitados el año 1535: Juan Fisher el día 22 de Junio, Tomás Moro el día 6 de Julio, después de quince meses de cárcel donde escribió «Diálogo en tiempo de tribulación». El obispo Juan Fisher, mientras estaba en la cárcel, fue designado cardenal por el Papa Pablo III.

Ambos son recordados hoy como ejemplo, ya que no temieron escuchar la voz de Dios, que habla por medio de la conciencia, y seguir su mandato aún sabiendo que les costaría la vida.





Oración


Señor, tú que has querido que el martirio sea el supremo testimonio de la fe, concédenos, por la intercesión de los santos Juan Fisher y Tomás Moro, ratificar con nuestra vida la fe que profesamos con nuestros labios. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

martes, 21 de junio de 2011

San Luis Gonzaga, patrono de los jóvenes

El Patrón de la Juventud Católica, San Luis Gonzaga, nació el 9 de marzo de 1568 cerca de Mantua, en Lombardía, hijo de los príncipes de Castiglione. Su madre lo educó cristianamente, y muy pronto dio indicios de su inclinación a la vida religiosa. Su entrega a Dios en su infancia fue completa y absoluta y ya en su adolescencia, decidió ingresar a la Compañía de Jesús, pese a la rotunda negativa de su padre, que soñaba para él una exitosa carrera militar.

Renunció a favor de su hermano al título de príncipe que le correspondía por derecho de primogenitura, e ingresó en la Compañía de Jesús, en Roma. Cuidando enfermos en los hospitales, contrajo él mismo una enfermedad que lo llevó al sepulcro el año 1591. Durante los años siguientes, el santo dio pruebas de ser un novicio modelo. Estando en Milán y por revelación divina, San Luis comprendió que no le quedaba mucho tiempo de vida. Aquel anuncio le llenó de júbilo y apartó aún más su corazón de las cosas de este mundo.


Por consideración a su precaria salud, fue trasladado de Milán a Roma para completar sus estudios teológicos, siendo los atributos de Dios los sus temas de meditación favoritos. En 1591 atacó con violencia a Roma una epidemia de fiebre; los jesuitas abrieron un hospital y el santo desplegó una actividad extraordinaria; instruía, consolaba y exhortaba a los enfermos, y trabajaba con entusiasmo y empeño en las tareas más repugnantes del hospital. San Luis falleció en la octava del corpus Christi, entre el 20 y 21 de junio de 1591, a los 23 años de edad. Fue canonizado en 1726.






Oremos

Dios nuestro, fuente y origen de todos los dones celestiales, tú que uniste en San Luis Gonzaga una admirable pureza de vida con la práctica de la penitencia, concédenos, por sus méritos e intercesión, que los que no hemos podido imitarlo en la inocencia de su vida lo imitemos en su espíritu de penitencia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

«El camino que conduce a la vida es estrecho.»



Comentario al Evangelio del día

Orígenes (v. 185-253), sacerdote y teólogo
Homilías sobre el Éxodo, n°5, 3 (trad. Biblioteca de Patrística. Ed. Ciudad Nueva, tomo 17)


Veamos ahora qué se dice a continuación a Moisés, qué camino se le manda elegir... Quizá tú pensarás que el camino que Dios muestra es un camino llano y fácil, sin ninguna dificultad ni esfuerzo: no, es una subida, y una subida tortuosa. No es un camino descendente el que conduce a las virtudes, se trata de una ascensión, una angosta y difícil ascensión. Escucha al Señor cuando dice en el Evangelio: «El camino que conduce a la vida es estrecho y angosto." Observa, pues, qué consonancia hay entre el Evangelio y la Ley... ¿Acaso no es verdad que hasta los ciegos pueden ver claramente que la Ley y el Evangelio han sido escritos por uno y el mismo Espíritu?
El camino por el que marchan es, por tanto, una subida tortuosa... Muestra que tanto en las obras como en la fe hay mucha dificultad y mucho esfuerzo. En efecto, a los que quieren obrar según Dios se les oponen muchas tentaciones, muchos estorbos. Así, te encontrarás en la fe con muchas cosas tortuosas, muchas preguntas, muchas objeciones de los herejes... Escucha lo que dice el Faraón al ver estas cosas: "Estos se equivocan." Para el Faraón, el que sigue a Dios se equivoca, porque, como ya hemos dicho, el camino de la sabiduría es tortuoso, tiene muchas curvas, muchas dificultades y muchas angosturas. De este modo, cuando confiesas que hay un solo Dios, y en la misma confesión afirmas que el Padre, el Hijo y el Espíritu son un solo Dios, ¡Cuán tortuoso, cuán inextricable parece esto a los infieles! Aún más, cuando dices que «el Señor de la majestad» fue crucificado (1 Co 2,8) y que el Hijo del hombre es «el que ha bajado del cielo» (Jn 3,13) ¡Cuán tortuosas y difíciles parecen estas cosas! El que las oye, si nos las oye con fe, dice que éstos se equivocan; pero tú mantente firme y no dudes de esta fe, sabiendo que Dios te muestra el camino de esta fe.

domingo, 19 de junio de 2011

Homilía Dominical

Solemnidad de la Santísima Trinidad

Lecturas

Ex 34, 4-6.8-9
II Co 13, 11-13
Jn 3, 16-18


Puede que al hablar de la Santísima Trinidad, el Dios en el que creemos, Uno y a la vez tres Personas distintas, experimentemos la sensación de estar manejando conceptos abstractos y lejanos a nuestra vida cotidiana. Sin embargo, es el Dios a cuya imagen y semejanza hemos sido creados, por lo que hablar de su Ser tiene mucho que ver con el nuestro.

Creer en este Dios significa que estamos llamados a ser Uno, como reza Jesús: Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mi y yo en ti, que también ellos estén en nosotros…(Jn 17,21). Pero esta unidad no se da eliminando la distinción sino viviendo la comunión. Esto quiere decir que cada uno de nosotros es un ser único e irrepetible que está llamado a ser feliz no mimetizándose con los otros ni tratando, en un amor posesivo, de asimilarlos a sí mismo, sino respetando la particularidad del otro, recibiendo con gratitud sus dones y aportando con generosidad los propios para el bien de todos.

Que Dios sea Trinidad implica también que lo propio de cada una de las tres Personas divinas es su relación con las otras dos. Para nosotros, se trata de entender que nuestro ser personal camina hacia su plenitud en la medida que crece en relación, es decir, en la capacidad de dar y recibir amor. Cuanto más hijos del Padre, confiados como niños en su amor infinito y obedientes a su voluntad; cuanto más unidos a Jesús en su entrega para ganar a todos como hermanos; tanto más seremos nosotros mismos en el gozo del Espíritu que nos une. ¡Qué mala palabra el individualismo para el cristiano!

Por último, el evangelio de hoy nos dice que Dios es un Ser dinámico. El Padre, entregándose todo a su Hijo, lo envía, no para condenar sino para salvar. Así, nuestra vida es un estar enviados siempre para que el número de los que son Uno en el Amor crezca cada vez más. Si estamos demasiado quietos, si no nos sentimos enviados, si hemos cerrado en un grupo por grande que sea a los que consideramos hermanos, algo importante nos está faltando para que la Trinidad que habita en nuestros corazones nos contagie su dinamismo salvífico.

Hoy celebramos también el día del padre. ¡Qué misión tan importante la del padre de familia a la luz de lo que hemos hablado! Ser signo de la paternidad divina, entregándose a los hijos con amor generoso y exigente a la vez, para que renunciando a todo individualismo vivan confiados su entrega de amor por los demás. Al Padre, origen de toda familia en el cielo y en la tierra, los encomendamos.

Dios Uno y Trino:
nuestro origen y nuestro destino.

Santísima Trinidad

Santísima Trinidad

Evangelio según San Juan (20,19-23)



(Clickear sobre la imagen para ver tamaño completo)






A todos los papás, en su día...


¡Que el Señor los bendiga y los proteja,
les conceda salud y prosperidad,
y la gracia de crecer en sabiduría!



sábado, 18 de junio de 2011

Santísima Trinidad



Misterio central de nuestra fe

La Trinidad del Antiguo Testamento
Andréi Rublev

Retrato de Familia

Lo han intentado tantos artistas con sus pinceles, sus buriles, sus plumas y sus pentagramas. Cada cual ha querido plasmar artísticamente la belleza de Dios. Pero ¿cómo es Dios? Estamos ante una de las fiestas más importantes de nuestro credo cristiano, y sin embargo ante una de las más distantes y extrañadas.

La fiesta de este domingo, la Santa Trinidad, y las lecturas bíblicas de su misa, nos permiten reconocer algunos de los rasgos de la imagen de Dios a la cual debemos asemejarnos. En primer lugar, Dios no es solitariedad. El es comunión de Personas, Compañía amable y amante. Por eso no es bueno que el hombre esté solo: no porque un hombre solo se puede aburrir sino porque no puede vivirse y desvivirse a imagen de su Creador.

Lógicamente, esta comunión de vida no es un simple amontonamiento, ni un juntarse para extraños intereses, sino que la compañía que se refleja en Dios, modelo supremo para la nuestra, está llena de amor, para amar y para dejarse amar. Es lo que Pablo deseará a los cristianos de Corinto: que el amor de Dios y su paz esté siempre con ellos (2Cor 13,11). Por ello el segundo rasgo que brilla en la Trinidad, es precisamente el amor. Nuestro Dios ha querido ser “vulnerable” al amor y por el amor. No es un Dios ausente, lejano, arrogante, inaccesible. Se nos ha revelado con entrañas de misericordia y rico en compasión (Ex 34,7).

Y el tercer rasgo de la imagen de Dios que aparece en esta fiesta, es lo que dice Jesús en el Evangelio, cuando nos explica hasta qué punto llegó el amor de Dios por los hombres, por cada hombre concreto: “tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna” (Jn 3,16). Lo que Dios quiere y desea, la razón por la que nos ha amado hasta la entrega doliente de su Hijo bienamado, el único, es para que nosotros podamos vivir, para siempre, sin perecer en ninguna forma de fracaso fatalista. Este tercer rasgo de Dios es el de la esperanza que se traduce en felicidad eterna.

Nuestra fe en el Dios en quien creemos no es la adhesión a una rara divinidad, tan extraña como lejana, sino que creyendo en Él creemos también en nosotros, porque nosotros –así lo ha querido Él– somos la difusión de su amor creador. Amarle a Él es amarnos a nosotros. Buscar apasionadamente hacer su voluntad, es estar realizando, apasionadamente también, nuestra felicidad. Desde que Jesús vino a nosotros y volvió al Padre, Dios está en nosotros y nosotros en Dios... como nunca y para siempre.

Mirar la Trinidad y mirarnos en Ella, como un gran retrato de familia, la familia de los hijos de Dios, haciendo un mundo y una historia que tengan el calor y el sabor de ese Hogar en el que eternamente habitaremos: en compañía llena de armonía y de concordia, en esperanza nunca violada ni traicionada, en amor grande y dilatado como el Corazón de Dios.

Mons. Jesús Sanz Montes, ofm arzobispo de Oviedo


viernes, 17 de junio de 2011

Día del Padre


Más allá del significado circunstancial que pueda tener hablar de un Día del Padre, su persona lo merece. Su figura forma parte de esas relaciones primarias que hablan de nuestro origen y hacen a la realidad social de nuestra vida. Paternidad, maternidad, filiación y fraternidad evocan esa realidad única y personal que nos define socialmente. Ella pertenece a ese "humus" del que provenimos y nos da identidad.

Hoy queremos festejarlos y agradecerles, aún sabiendo que su persona no nos determina de un modo absoluto, dado que con nuestra libertad nos engendramos a nosotros mismos. Sin embargo, en esta misma autonomía reconocemos su protagonismo en el don de la vida. Nuestro hoy sería impensable sin ellos. Qué importante cuando su presencia o recuerdo es fuente de riqueza y sabiduría, y qué triste, en cambio, cuando su figura se va desdibujando. Hay algo que es propio en la responsabilidad de ser padre, pero también nos cabe a nosotros valorar su tarea como a la sociedad sostener su misión.

La paternidad trasciende la dimensión meramente biológica de la procreación, por ella pasa la genealogía de una persona que tiene su inicio en Dios. Toda paternidad tiene su fundamento en Dios. Esto no disminuye su grandeza, por el contrario, la hace partícipe de un acto creador único y personal de Dios. La fe no niega el valor humano de la paternidad, sino que le da un sentido que la trasciende y enriquece, porque la contempla desde la verdad profunda de lo que es: "Los padres, como ministros de la vida, nunca deben olvidar que la dimensión espiritual de la procreación merece una consideración superior a la reservada a cualquier otro aspecto" (Compendio Doctrina Social de la Iglesia, 237). Esta conciencia y esta realidad la percibimos, particularmente en la catequesis familiar, cuando vemos los frutos de aquellos padres que asumen su responsabilidad y acompañan a sus hijos en la Iniciación Cristiana; la paternidad alcanza en ellos, un nivel de realización espiritual.

La paternidad, como la maternidad, tiene la riqueza del don y la sabiduría del olvido de uno mismo: "El deseo de paternidad no justifica ningún derecho al hijo, en cambio, son evidentes los derechos del hijo, incluso de quien aún no ha nacido, al que se deben garantizar las mejores condiciones de existencia, mediante la estabilidad de la familia fundada sobre el matrimonio y la complementariedad de las dos figuras, paterna y materna" (Compendio, 235). No siempre se dan las condiciones ideales de una familia, pero siempre debe estar presente la verdad del misterio de la vida y el significado de la mediación de la paternidad y maternidad. Que triste la ausencia del padre en la vida y la formación del hijo, es un derecho que reclama y necesita. Cuántas veces la imagen de Dios Padre, que es fundamento de toda paternidad, sana estas heridas y suple su ausencia. La presencia de Dios es garantía para el niño de saberse amado y nunca abandonado. Les diría a los padres en su Día que Dios los ama y sostiene, y que es la fuerza que da sentido a la vocación que están llamados a vivir.

Quiero unir a mi afecto mis oraciones por ustedes, que en este día van a ser festejados en sus familias. También tengo presente a aquellos que ya no están, pero que nos han dejado con su vida un testimonio que nos acompaña. Reciban de su Obispo que los valora, mi bendición en el Señor Jesús y Nuestra Madre de Guadalupe.

Mons. José Maria Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

miércoles, 15 de junio de 2011

Feria de platos


Día: domingo 19 de junio
Horario: después de la Misa de las 10 hs.
Lugar: Parroquia Nuestra Señora de Belén


::: Habrá platos dulces y salados :::


(Quienes deseen colaborar aportando algún plato para vender, ¡pueden hacerlo!)

La recaudación será destinada al mejoramiento del Salón San Cayetano de la Vía Muerta, para dotarlo de un estabilizador especial de corriente eléctrica, ya que en la actualidad no se pueden encender todas las luces porque no hay tensión.

¡¡¡CONTAMOS CON TU COLABORACIÓN!!!


domingo, 12 de junio de 2011

¡VEN, y habita en nuestros corazones!


Ven, Espíritu Santo,
y envía desde el Cielo
un rayo de tu luz.
Ven, Padre de los pobres,
ven a darnos tus dones,
ven a darnos tu luz.
Consolador lleno de bondad,
dulce huésped del alma,
suave alivio para el hombre.
Descanso en el trabajo,
templanza en las pasiones,
alegría en nuestro llanto.
Penetra con tu santa luz
en lo más íntimo
del corazón de tus fieles.
Sin tu ayuda divina
no hay nada en el hombre,
nada que sea inocente.
Lava nuestras manchas,
riega nuestra aridez,
cura nuestras heridas.
Suaviza nuestra dureza,
enciende nuestra frialdad,
corrige nuestros desvíos.
Concede a tus fieles,
que en Ti confían,
tus siete sagrados dones.
Premia nuestra virtud,
salva nuestras almas,
danos la eterna alegría.
Amén. ¡Aleluya!

Homilía Dominical

Fiesta de Pentecostés

Lecturas

Hch 2, 1-11
I Co 12, 3-7.12-13
Jn 20, 19-23


La venida del Espíritu Santo sobre los discípulos se manifiesta, según nos lo narra el libro de los Hechos, con ruido, viento impetuoso y fuego. Elementos que nos llevan a pensar en la teofanía del Sinaí, donde Moisés recibió las tablas de la Ley.

El Espíritu es la Ley del nuevo pueblo de Dios, no escrita ya en tablas de piedra sino en los corazones. Es este el regalo de Jesús en la cruz, el Don supremo del Amor de Dios que nos perdona y nos transforma en hijos.

Así, la Ley del cristiano no es ya algo que está fuera de nosotros. Su cumplimiento no es algo que nos somete y aliena y que cargamos con pesadez. Sino ese yugo suave que Jesús nos enseña a llevar con paciencia y humildad. Respuesta agradecida al Amor primero e infinito de Dios y que nos plenifica como hijos suyos.

Por eso hoy decimos especialmente: ¡Ven, Espíritu Santo, y llena nuestros corazones con el fuego de tu amor, para que podamos cumplir fielmente la voluntad del Padre!

Se vieron descender sobre cada uno de ellos, sigue la lectura, lenguas como de fuego y comenzaron a expresarse en distintas lenguas, de manera que todos podían comprender las maravillas de Dios.

Mucho tiempo atrás, los hombres habían pensado construir una torre que llegara al cielo con sus propias fuerzas, sin Dios, pero sus lenguas se confundieron y terminaron dispersándose. ¡Cuántas veces se repite la misma historia! Pretendemos construir nuestro propio cielo, nuestro bienestar sin Dios, y terminamos enfrentados, separados e infelices.

El Espíritu viene a darnos la fuerza del Corazón misericordioso de Jesús, para construir unidos el Reino de los Cielos, venciendo toda distancia y enemistad. Y nos recuerda que es imposible perseverar unidos si no nos experimentamos todos hijos de un mismo Padre.

Hoy tenemos dos maneras de poner en práctica todo esto. Realizamos la colecta de Caritas en la que, compartiendo los bienes de la tierra, crecemos todos en la posesión de los bienes del Cielo. Y, además, comenzamos la semana de oración por la unidad de los cristianos, pidiendo al Espíritu que todos los que tenemos puesta nuestra esperanza en Jesús, el Hijo de Dios, formemos y trabajemos por una sola familia.

¡María, totalmente dócil al Espíritu Santo, ruega por nosotros!




P. Daniel Gazze

¡VEN, Espíritu Santo!

¡¡¡ENCIENDE NUESTROS CORAZONES!!!

sábado, 11 de junio de 2011

Evangelio Ilustrado




Pentecostés

Evangelio según San Juan (20,19-23)



(Clickear sobre la imagen para ver tamaño completo)



viernes, 10 de junio de 2011

Pentecostés


Con la celebración de Pentecostés, a cincuenta días de la Pascua, llega a su plenitud la obra de Jesucristo. Comprender el significado de Pentecostés, como presencia viva y actuante del Espíritu de Cristo Resucitado, es comprender la riqueza y lo propio de la vida cristiana. Jesucristo no nos ha dejado una doctrina sino una vida, o mejor dicho, nos ha dejado su Evangelio como Vida Nueva.

La misión del Espíritu Santo es comunicarnos como gracia la obra de Jesucristo. Él no nos enseña nada nuevo, su misión es convertir en vida todo lo que Jesucristo nos enseñó. La vida cristiana, lejos de todo voluntarismo, es el testimonio de la presencia de Dios. San Agustín que había comprendido dónde está la fuerza del cristiano decía: Señor, no me des un mandamiento porque no tengo fuerza para cumplirlo, dame tu gracia, dame tu Espíritu y después pídeme lo que quieras.

Querer hacer del cristianismo un manual de buena conducta es desconocer lo que le es propio. Su verdad es respuesta a la realidad del hombre en cuanto ser necesitado de una presencia que lo sane. Hay en el hombre una herida que debe ser sanada, una unidad que debe ser reconstruida, esta es la obra de Jesucristo. Hay un sueño del hombre naturalmente bueno que no responde a la realidad, porque desconoce la fragilidad de la condición humana junto a su grandeza. San Pablo expresaba esta condición del hombre diciendo: hago el mal que no quiero y dejo de hacer el bien que quiero, hay en mi interior, decía, una lucha de la que no me puedo librar con mis solas fuerzas (cfr. Rom.7, 14-25). Nos cuesta hablar del pecado, sin embargo, es una realidad que limita al hombre, deteriora sus relaciones y crea situaciones de pecado en la vida de la sociedad. La obra de Jesucristo está orientada, precisamente, a reconstruir en el hombre la imagen de hijo de Dios herida por el pecado. Esta obra que se cumple en Jesucristo, se hace vida por la acción del Espíritu Santo.

Cuando Jesucristo se despide de los apóstoles les dice: "yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo" (Mt. 28, 20). Este estar con nosotros se hace realidad por medio del Espíritu Santo. Él actúa interiormente como gracia que nos sana y eleva espiritualmente, pero necesita de nuestra apertura o docilidad. Sin su presencia no hay vida cristiana. La mejor actitud frente a la misión del Espíritu Santo es un clima de oración. Me permito compartir la secuencia que rezamos en la liturgia de Pentecostés: Ven, Espíritu Santo, y envía un rayo de tu luz. Ven, Padre de los pobres, ven a darnos tus dones, ven a darnos tu luz. Consolador lleno de bondad, dulce huésped del alma, suave alivio de los hombres. Tú eres descanso en el trabajo, templanza en las pasiones, alegría en nuestro llanto. Sin tu ayuda divina nos hay nada en el hombre, nada que sea inocente. Lava nuestras manchas, riega nuestra aridez, sana nuestras heridas. Suaviza nuestra dureza, elimina con tu calor nuestra frialdad, corrige nuestros desvíos. El hombre nuevo crea nuevas relaciones y revierte aquella situación de pecado. Esta es la obra del Espíritu Santo.

Con la alegría y la esperanza de celebrar un nuevo Pentecostés les hago llegar junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.

Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

martes, 7 de junio de 2011

Colecta Anual de CARITAS

11 y 12 de JUNIO

POBREZA CERO
¡COMPROMISO DE TODOS!


domingo, 5 de junio de 2011

Un hombre en el Trono de Dios



La Ascensión del Señor

Homilía atribuida a San Juan Crisóstomo
Sobre la Ascensión §16-17 ; PG 52, 789

«La Ascensión de tu Hijo, es ya nuestra victoria:
somos miembros de su cuerpo» (Oración Colecta)

Dios y los hombres se han convertido en una sola estirpe. Por eso San Pablo dijo: «Somos hijos de Dios» (Hch 17,29). También dice en otro lugar: «Somos el Cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro» (1 Co 12,27). Es decir: nos convertimos en su estirpe por la carne que Él ha asumido. Por lo tanto, gracias a Él, tenemos una garantía en el cielo: la carne que tomó de nosotros, y aquí abajo: el Espíritu Santo que habita dentro de nosotros... ¿Cómo se entiende que el Espíritu Santo esté a la vez con nosotros y el cielo, cuando el cuerpo de Cristo está al mismo tiempo en el cielo y con nosotros? El cielo ha poseído el cuerpo sagrado y la tierra ha recibido el Espíritu Santo. Cristo vino y trajo el Espíritu Santo, después subió al cielo y se llevó nuestro cuerpo... ¡Un plan divino formidable y sorprendente! Como dijo el profeta: «Señor, Dios nuestro, ¡cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra!» (Sal 8,2)...


La divinidad ha sido elevada. Dice exactamente: "Lo vieron levantarse" (Hch 1,9), el que es grande en todo, el gran Dios, el gran señor, que es también "el gran rey sobre toda la tierra" (Sal 46,3). Gran profeta, gran sacerdote, gran luz, grande en todo. No sólo es grande por su divinidad, sino también según la carne, porque es gran sacerdote y gran profeta.


¿Cómo es esto? Escucha a San Pablo: "Así pues, ya que tenemos un sumo sacerdote grande que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios, mantengamos firme la confesión de fe" (Hch 4,14). Porque, si es gran sacerdote y gran profeta, es cierto que "Dios ha visitado a su pueblo y ha suscitado un gran profeta en Israel" (Lc 7.16). Si es un sacerdote, un profeta y un gran rey, también es una gran luz: "La Galilea de los gentiles, el pueblo que caminaba en tinieblas, vio una luz grande" (Is 9,1 ss; Mt 4,15). Tenemos, pues, la prenda de nuestra vida en el cielo; juntamente con Cristo hemos sido elevados.

Homilía Dominical

Solemnidad de la Ascensión del Señor

Lecturas

Hch 1, 1-11
Ef 1, 17-23
Mt 18, 16-20


En el camino que nos lleva a la fiesta de Pentecostés, celebramos hoy la Ascensión del Señor, es decir que Jesús participa con toda su humanidad de la gloria del Padre. Lo cual no quiere decir que no esté con nosotros. Lo escuchamos en el evangelio: Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo.

Que Jesús esté presente en el Espíritu que nos envía significa que ahora lo reconocemos, no ya con los ojos del cuerpo sino de una manera mucho más profunda e interior, que crea comunión de corazones. Y a la vez esta clase de presencia hace que el Señor pueda entrar en relación con todos y no sólo con aquellos que pueden acceder a la visión corporal, limitada en el espacio y en el tiempo.

Por eso, en estos días pedimos especialmente: ¡ven Espíritu! Para que conozcamos más profundamente el Corazón de Jesús. Para que podamos ascender también nosotros con Él. Que nuestras relaciones se hagan más espirituales y auténticas, y se extiendan a cada vez más personas a quienes en la fe conozcamos y sintamos como hermanos.

Los apóstoles, nos dice el evangelio, estaban citados en Galilea. Es allí donde el Señor los había elegido, donde habían compartido la amistad con Él, donde fueron testigos de sus milagros y donde los vieron caminar sobre las aguas apaciguando la tormenta. También allí reciben el mandato de enseñar, de hacer que todos los pueblos sean sus discípulos, con la confianza de que Él tiene todo poder en el cielo y en la tierra.

¿Cómo invitar a seguir a un Crucificado si no se tiene una profunda experiencia de que nos lleva a gozar de la victoria del amor y de la vida? El Espíritu que da el Resucitado es el que tiene la misión de iluminar la historia, las palabras y los gestos vividos con Jesús, haciéndoselos comprender como camino de gozo y resurrección.

Y otra vez nosotros suplicamos: ¡ven Espíritu! A descubrirnos cómo Jesús ha estado presente a lo largo de nuestra vida transformándola en camino hacia el Padre. Para ser más fieles como discípulos y para invitar con confianza y sin miedos a todos los pueblos a que lo sigan.

En esta jornada de los Medios de Comunicación Social, el Papa nos habla del gran cambio cultural que ha significado Internet. También allí, en la red, estamos llamados a crecer en relaciones auténticas y fraternas en las que demos testimonio de la profundidad de nuestra fe.



Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo.

P. Daniel Gazze

Desde el Evangelio

¡ahora también en Facebook!



Desde este domingo 5 de junio, y coincidiendo con la 45° Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, el mensaje semanal de nuestro Arzobispo, Mons. José María Arancedo, podrá encontrarse también en la red social Facebook, buscando "Desde el Evangelio - Mons. José María Arancedo".

sábado, 4 de junio de 2011

Ascensión del Señor - Jornada Mundial de las Comunicaciones


Este domingo la Iglesia celebra un acontecimiento mayor en la vida de Jesús cuando, habiendo cumplido su misión en el mundo, vuelve junto al Padre. Este volver a su Padre presenta una novedad con consecuencias decisivas para el hombre y la humanidad, es decir, ya no vuelve solo como cuando vino, sino como cabeza de la Iglesia y principio de una humanidad nueva.

La Ascensión del Señor es, por ello, la Fiesta de la Esperanza cristiana. En ella descubrimos nuestro camino y conocemos la meta última de nuestro destino trascendente. En este domingo celebramos, además, la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales.

Ahora bien, si Jesús sólo nos mostrara el camino y la meta, creo que su misión no sería completa. Su presencia junto al Padre no lo aleja de nosotros, por el contrario, inaugura un nuevo modo de estar con nosotros para acompañarnos. Ya les había dicho a los apóstoles "volveré a ustedes". Este volver es la primera consecuencia que se cumplirá a partir de Pentecostés como gracia, que nos transforma y acompaña para vivir el Evangelio. Esta presencia a través del Espíritu Santo nos hace ver y vivir lo que ya nos dijo. En este contexto su Palabra se hace misión: "Vayan, nos dice, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo" (Mt. 28, 19-20).

La Ascensión nos habla de su presencia actual y de su mandato misionero. El Mensaje de su Palabra la Iglesia no lo puede guardar, tiene la obligación de comunicarlo porque está dicho para el hombre. Aquí adquieren toda su importancia en la Iglesia los Medios de Comunicación Social, como lugar privilegiado para trasmitir al hombre la verdad del Evangelio, que ha sido dicha para él. Ellos deben estar al servicio del hombre para edificar, elevar y sostener la comunidad humana en sus diversos aspectos sociales, educativos, culturales y religiosos. La función de los medios y la misión del comunicador hacen al nivel cultural y moral de la sociedad. La Iglesia los valora y espera mucho de su uso responsable al servicio de la comunidad.

Cuántas veces, sin embargo, los medios y los comunicadores quedan atrapados por el deseo de ganancia a cualquier precio, por el  control político o por conflictos y rivalidades entre grupos de poder que los desvirtúan. Los Medios de Comunicación, como toda actividad del hombre, deben regirse por principios éticos y valores morales. Un  principio de la moral fundamental que debe iluminar el manejo de los medios es el que afirma: "la persona y la comunidad humana son el fin y la medida del uso de los medios de comunicación social. Un segundo principio, complementario del primero, es: el bien de las personas no se puede realizar independientemente del bien común de las comunidades a las que pertenecen" (Compendio D.S.I. 415-416).

Aprovecho esta oportunidad para hacer llegar a todos los comunicadores mi respeto por sus personas y la actividad que realizan. La sociedad necesita de ustedes. Reciban, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.

Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales

Mensaje para la 45 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales


5 de junio 2011
45° Jornada Mundial
de las Comunicaciones Sociales



"Verdad, anuncio y autenticidad de vida en la era digital."



Mensaje del Santo Padre


Queridos Hermanos y Hermanas:

Con ocasión de la XLV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, deseo compartir algunas reflexiones, motivadas por un fenómeno característico de nuestro tiempo: la propagación de la comunicación a través de internet. Se extiende cada vez más la opinión de que, así como la revolución industrial produjo un cambio profundo en la sociedad, por las novedades introducidas en el ciclo productivo y en la vida de los trabajadores, la amplia transformación en el campo de las comunicaciones dirige las grandes mutaciones culturales y sociales de hoy. Las nuevas tecnologías no modifican sólo el modo de comunicar, sino la comunicación en sí misma, por lo que se puede afirmar que nos encontramos ante una vasta transformación cultural. Junto a ese modo de difundir información y conocimientos, nace un nuevo modo de aprender y de pensar, así como nuevas oportunidades para establecer relaciones y construir lazos de comunión.

Se presentan a nuestro alcance objetivos hasta ahora impensables, que asombran por las posibilidades de los nuevos medios, y que a la vez exigen con creciente urgencia una seria reflexión sobre el sentido de la comunicación en la era digital. Esto se ve más claramente aún cuando nos confrontamos con las extraordinarias potencialidades de internet y la complejidad de sus aplicaciones. Como todo fruto del ingenio humano, las nuevas tecnologías de comunicación deben ponerse al servicio del bien integral de la persona y de la humanidad entera. Si se usan con sabiduría, pueden contribuir a satisfacer el deseo de sentido, de verdad y de unidad que sigue siendo la aspiración más profunda del ser humano.
Transmitir información en el mundo digital significa cada vez más introducirla en una red social, en la que el conocimiento se comparte en el ámbito de intercambios personales. Se relativiza la distinción entre el productor y el consumidor de información, y la comunicación ya no se reduce a un intercambio de datos, sino que se desea compartir. Esta dinámica ha contribuido a una renovada valoración del acto de comunicar, considerado sobre todo como diálogo, intercambio, solidaridad y creación de relaciones positivas.
Por otro lado, todo ello tropieza con algunos límites típicos de la comunicación digital: una interacción parcial, la tendencia a comunicar sólo algunas partes del propio mundo interior, el riesgo de construir una cierta imagen de sí mismos que suele llevar a la autocomplacencia.

De modo especial, los jóvenes están viviendo este cambio en la comunicación con todas las aspiraciones, las contradicciones y la creatividad propias de quienes se abren con entusiasmo y curiosidad a las nuevas experiencias de la vida.

Cuanto más se participa en el espacio público digital, creado por las llamadas redes sociales, se establecen nuevas formas de relación interpersonal que inciden en la imagen que se tiene de uno mismo. Es inevitable que ello haga plantearse no sólo la pregunta sobre la calidad del propio actuar, sino también sobre la autenticidad del propio ser. La presencia en estos espacios virtuales puede ser expresión de una búsqueda sincera de un encuentro personal con el otro, si se evitan ciertos riesgos, como buscar refugio en una especie de mundo paralelo, o una excesiva exposición al mundo virtual. El anhelo de compartir, de establecer "amistades", implica el desafío de ser auténticos, fieles a sí mismos, sin ceder a la ilusión de construir artificialmente el propio "perfil" público.

Las nuevas tecnologías permiten a las personas encontrarse más allá de las fronteras del espacio y de las propias culturas, inaugurando así un mundo nuevo de amistades potenciales. Ésta es una gran oportunidad, pero supone también prestar una mayor atención y una toma de conciencia sobre los posibles riesgos. ¿Quién es mi "prójimo" en este nuevo mundo? ¿Existe el peligro de estar menos presentes con quien encontramos en nuestra vida cotidiana ordinaria? ¿Tenemos el peligro de caer en la dispersión, dado que nuestra atención está fragmentada y absorta en un mundo "diferente" al que vivimos? ¿Dedicamos tiempo a reflexionar críticamente sobre nuestras decisiones y a alimentar relaciones humanas que sean realmente profundas y duraderas? Es importante recordar siempre que el contacto virtual no puede y no debe sustituir el contacto humano directo, en todos los aspectos de nuestra vida.

También en la era digital, cada uno siente la necesidad de ser una persona auténtica y reflexiva. Además, las redes sociales muestran que uno está siempre implicado en aquello que comunica. Cuando se intercambian informaciones, las personas se comparten a sí mismas, su visión del mundo, sus esperanzas, sus ideales. Por eso, puede decirse que existe un estilo cristiano de presencia también en el mundo digital, caracterizado por una comunicación franca y abierta, responsable y respetuosa del otro.

Comunicar el Evangelio a través de los nuevos medios significa no sólo poner contenidos abiertamente religiosos en las plataformas de los diversos medios, sino también dar testimonio coherente en el propio perfil digital y en el modo de comunicar preferencias, opciones y juicios que sean profundamente concordes con el Evangelio, incluso cuando no se hable explícitamente de él.

Asimismo, tampoco se puede anunciar un mensaje en el mundo digital sin el testimonio coherente de quien lo anuncia. En los nuevos contextos y con las nuevas formas de expresión, el cristiano está llamado de nuevo a responder a quien le pida razón de su esperanza (cf. 1 P 3,15).

El compromiso de ser testigos del Evangelio en la era digital exige a todos el estar muy atentos con respecto a los aspectos de ese mensaje que puedan contrastar con algunas lógicas típicas de la red. Hemos de tomar conciencia sobre todo de que el valor de la verdad que deseamos compartir no se basa en la "popularidad" o la cantidad de atención que provoca. Debemos darla a conocer en su integridad, más que intentar hacerla aceptable, quizá desvirtuándola. Debe transformarse en alimento cotidiano y no en atracción de un momento.

La verdad del Evangelio no puede ser objeto de consumo ni de disfrute superficial, sino un don que pide una respuesta libre. Esa verdad, incluso cuando se proclama en el espacio virtual de la red, está llamada siempre a encarnarse en el mundo real y en relación con los rostros concretos de los hermanos y hermanas con quienes compartimos la vida cotidiana. Por eso, siguen siendo fundamentales las relaciones humanas directas en la transmisión de la fe.

Con todo, deseo invitar a los cristianos a unirse con confianza y creatividad responsable a la red de relaciones que la era digital ha hecho posible, no simplemente para satisfacer el deseo de estar presentes, sino porque esta red es parte integrante de la vida humana. La red está contribuyendo al desarrollo de nuevas y más complejas formas de conciencia intelectual y espiritual, de comprensión común. También en este campo estamos llamados a anunciar nuestra fe en Cristo, que es Dios, el Salvador del hombre y de la historia, Aquél en quien todas las cosas alcanzan su plenitud (cf. Ef 1, 10). La proclamación del Evangelio supone una forma de comunicación respetuosa y discreta, que incita el corazón y mueve la conciencia; una forma que evoca el estilo de Jesús resucitado cuando se hizo compañero de camino de los discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 13-35), a quienes mediante su cercanía condujo gradualmente a la comprensión del misterio, dialogando con ellos, tratando con delicadeza que manifestaran lo que tenían en el corazón.

La Vedad, que es Cristo, es en definitiva la respuesta plena y auténtica a ese deseo humano de relación, de comunión y de sentido, que se manifiesta también en la participación masiva en las diversas redes sociales. Los creyentes, dando testimonio de sus más profundas convicciones, ofrecen una valiosa aportación, para que la red no sea un instrumento que reduce las personas a categorías, que intenta manipularlas emotivamente o que permite a los poderosos monopolizar las opiniones de los demás. Por el contrario, los creyentes animan a todos a mantener vivas las cuestiones eternas sobre el hombre, que atestiguan su deseo de trascendencia y la nostalgia por formas de vida auténticas, dignas de ser vividas.

Esta tensión espiritual típicamente humana es precisamente la que fundamenta nuestra sed de verdad y de comunión, que nos empuja a comunicarnos con integridad y honradez.

Invito sobre todo a los jóvenes a hacer buen uso de su presencia en el espacio digital. Les reitero nuestra cita en la próxima Jornada Mundial de la Juventud, en Madrid, cuya preparación debe mucho a las ventajas de las nuevas tecnologías. Para quienes trabajan en la comunicación, pido a Dios, por intercesión de su Patrón, san Francisco de Sales, la capacidad de ejercer su labor conscientemente y con escrupulosa profesionalidad, a la vez que imparto a todos la Bendición Apostólica.

Vaticano, 24 de enero 2011, Fiesta de San Francisco de Sales.

Con María, recordando la Ascensión...


La Ascensión es final y, al mismo tiempo, comienzo y promesa, camino y esperanza…


Con María, recordando la Ascensión




Cuarenta largos y extraordinarios días han trascurrido, Madre querida, desde el glorioso Domingo de Pascua.

Durante este tiempo, tu humilde corazón de madre repasó una y otra vez sus tesoros escondidos. En ése volver del alma cada acontecimiento vivido cobra ahora, sentido diferente. Pero tú, dulce Madre, a pesar de ser la elegida, la llena de gracia, la saludada por los ángeles y por los creyentes, tú no quieres brillar por esos días, pues Aquél cuya luz es inextinguible aún debe terminar la labor por la que había bajado del cielo a habitar en tu purísimo vientre. Por eso te mantienes casi oculta, limitándote a ser una presencia orante en la Iglesia naciente. Así te encuentro en los Evangelios, pero… necesito que me cuentes, Señora, lo que ha sido para ti el día de la Ascensión.

Y cierro los ojos tratando de imaginar tu rostro, tu mirada, tu voz serena que me responde al alma.

- El día de la Ascensión fue el final ansiado, presentido, mas nunca totalmente imaginado por mí, de la historia de amor más bella que jamás haya existido. Una historia de amor que comenzó un día, ya lejano, y al mismo tiempo tan cercano, en Nazaret. Una historia que trascurrió durante treinta años, en el silencio y sumisión a mi amor materno, de Aquél por quien el mundo debía salvarse.

- ¡Ah, Señora!, en esa sumisión a ti Jesús glorificó grandemente al Padre, por ello es que tus hijos glorificamos al Padre sometiéndonos a ti (1).

Sonríes…

Tu mirada se pierde ahora en la lejanía.

- Como te decía, la Ascensión es final y, al mismo tiempo, comienzo y promesa, camino y esperanza… por esos días Jesús se aparecía a sus amigos y les daba, con la fuerza extraordinaria de quien es la Verdad, los últimos consejos, las últimas recomendaciones, y les regalaba al alma, las más hermosas promesas.

Recuerdo claramente el día de su partida… era casi mediodía, el sol brillaba con fuerza, y hasta casi con alegría. Mi Hijo caminaba cerca de Betania con sus amigos, les pedía que fuesen hasta los confines de la tierra enseñando su Palabra. Su voz sonaba segura, serena, protectora, especialmente cuando les entregó aquella promesa que sería luego manantial de fe y esperanza para tantos hijos de mi alma…” Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”

Yo presentía la partida… y Él sabía que necesitaba abrazarlo… como cuando era pequeño, como cuando le hallamos en el Templo, luego de aquella lejana angustia. Él lo sabía y vino hasta mí, me miró con ternura infinita y me abrazó fuerte, muy fuerte, y susurró a mis oídos…:

- Gracias Madre, gracias… gracias por tu entrega generosa, por tu confianza sin límites, por tu humildad ejemplar… gracias.

Cuando se alejaba ya de mí se acercó Juan, el discípulo a quien Jesús amaba mucho. Entonces el Maestro le dijo, mirándome:

- Cuídala Juan, cuídala y hónrala… protégela y escúchala. Ella será para ti, y para todos, camino corto, seguro y cierto hasta mi corazón. Hónrala Juan, pues haciéndolo… me honras.

- Lo haré, Maestro, lo haré…- contestó Juan desde lo más profundo de su corazón.

Jesús y Juan volvieron con los demás. En ese momento mi Hijo, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos y subió al cielo ante sus ojos y una nube comenzó a cubrirlo, delicadamente.

Los apóstoles se arrodillaron ante Él.
Mientras yo levantaba mi mano en señal de despedida y mis ojos se llenaban de lágrimas, sentí que me miraba… y su mirada me hablaba…


- ¿Qué te decía, Señora? ¿Qué te decía Jesús mientras partía?

- “Espérame, Madre, enviaré por ti… espérame…”
Ay! Hija mía, mi corazón rebosaba de gozo. En tanto los amigos de Jesús miraban fijamente al cielo, como extasiados. En ese momento se acercaron a ellos dos hombres vestidos de blanco que les dijeron: “ Hombres de Galilea, ¿Por qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir”( Hch 1,11)

Los hombres tardaron un rato en reaccionar, luego, uno a uno, se fueron acercando a mí.

- Debemos volver a Jerusalén, tal como Él lo pidió- dijo Pedro, quien sentía que debía velar por esa Iglesia naciente, hasta en el más mínimo detalle.

Los demás asintieron. Volvimos y subimos a la habitación superior de la casa. Nos sentamos todos. Pedro comenzó a recitar, emocionado, la oración que Jesús nos enseñó, al finalizar dijo:

- Hermanos, permanezcamos en oración hasta que llegue el día en que, según la promesa de Cristo, seamos bautizados con el Espíritu Santo.

Yo me retiré a prepararles algo para comer. Juan se acercó y me abrazó largamente. Yo sentía que comenzaba a amarlos como a mis hijos… me sentía madre… intensamente madre… y nacía en mí una necesidad imperiosa de repetir a cada hijo del alma, aquellas palabras que pronunciara en Caná de Galilea: “...Hagan todo lo que él les diga”( Jn 2,5)

Así nos quedamos, hija, nos quedamos todos esperando Pentecostés, la Iglesia primera, en una humilde casa de Jerusalén.

Espero haber contestado lo que tu alma me preguntó…


-Claro, Madre amada, claro que sí, como siempre, eres para tus hijos modelo de virtud, camino seguro hacia Jesús… compañera y amiga . Una vez más y millones de veces te lo diría, gracias, gracias por haber aceptado ser nuestra mamá, gracias por ocuparte de cada detalle relacionado a la salvación de nuestras almas, gracias por enseñarnos como honrarte, porque haciéndolo, honramos a Jesús… gracias por defendernos en el peligro… gracias por ser compañera, compañera, compañera….

Ahora, Santa Madre, debes enseñarnos a esperar, adecuadamente, Pentecostés.

Amigos que leen estas líneas, María ansía entrar a sus corazones para contarles las maravillas de Pentecostés… háganle sitio… es la mejor decisión que pueden tomar… no lo duden jamás…

___________________________

(1) San Luis María Grignon de Montfort “Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen” pag 94. Edit. Esin, S.A. -1999


NOTA

"Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a la imaginación de la autora, sin intervención sobrenatural alguna."



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  • María Susana Ratero.