Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



A todos los que ingresen a esta página:


*** BIENVENIDOS ***

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:: Homilías ::

(Clickear sobre la Biblia para leer las lecturas)


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lunes, 28 de febrero de 2011

Informe Económico - Febrero de 2011

Publicamos a continuación el informe económico correspondiente al mes de febrero de 2011.

¡GRACIAS A TODOS por su generosa colaboración!


A B C
1 INFORME ECONOMICO MES: FEBRERO 2011
2


3 I N G R E S O S

4 Colectas Misas $ 4,928.30
5 Donaciones- Estipendios Misas $ 213
6 Sostenimiento del culto (2%) $ 1,440.00
7


8 TOTAL $ 6,581.30
9


10 E G R E S O S

11 Gastos de Secretaría $ 50
12 Gastos Sacristía (Colastiné Sur) $ 523.6
13 Sueldos $ 1,550.00
14 Sostenimiento Culto

15 Arzobispado 1/3- Estipendio Misas $ 586.5
16 Varios: Pintura, Material y Mano de Obra

17 Arreglo frente Salos Parroquiales

18
$ 4,077.00
19 TOTAL $ 6,787.10
20 DEFICIT DEL MES $ 205.8
21


domingo, 27 de febrero de 2011

Homilía Dominical

Domingo VIII del TO - Ciclo A

Lecturas

Is 49, 14-15
I Co 4, 1-5
Mt 6, 24-34


“Nadie puede servir a dos señores” nos dice Jesús en el Evangelio de hoy: sólo uno puede ser el gran amor de nuestra vida, el que la oriente y unifique hasta su realización plena. Por eso termina con esta exhortación: “busquen PRIMERO el Reino de Dios y su Justicia”. Es decir, Él y la realización de su designio de amor para con nosotros debe estar primero en nuestro corazón. Todo otro deseo, para que realmente nos haga felices, tiene que estar subordinado a éste, viene por añadidura.

Después de esto el Señor comienza a pedirnos que no nos inquietemos por las cosas materiales necesarias para nuestra vida. No trata de fomentar la holgazanería y decirnos que no tenemos que trabajar para obtenerlas, sino de advertirnos más bien contra esa inquietud que suele agitar nuestro corazón y que puede tentarnos a poner la confianza en -y por lo tanto a “servir”a- otro “señor”: el dinero, los bienes materiales, los poderes de este mundo, que así se transforman en ídolos, “menospreciando”, dejando de lado al verdadero Señor.

Cuando enfocamos los ámbitos de la política, la economía, la ciencia, etc. puede plantearse esta cuestión: ¿se puede obtener apoyos, avanzar, sortear las dificultades sin dejar de ser fiel al Evangelio? Pero también en nuestra vida cotidiana quizá aparezca esta tentación: el Evangelio es muy lindo para escucharlo en la Iglesia pero, ¿sirve para resolver los problemas de la vida? O, de otra manera, ¿puedo confiar en Dios y en su Palabra en medio de mis dificultades, cuando el mundo parece regirse por otros criterios?

Es en estas situaciones donde resuenan fuerte las frases de hoy: "no se inquieten, hombres de poca fe, el Padre que está en el cielo sabe lo que necesitan". Jesús no invita a una confianza que surge de la fe en que tenemos un Padre para quien valemos mucho más que los pájaros del cielo, a los que sin embargo Él no descuida y alimenta.

¿Y cuánto es ese “más” que valemos nosotros? La Eucaristía, en la que hacemos presente la entrega de Jesús por nuestro rescate y adopción filial, nos recuerda el precio que Dios es capaz de pagar por nosotros, el valor de cada uno ante su mirada de Padre. Por eso, al celebrarla podemos pedirle que haga crecer nuestra fe para que, en las cosas que nos inquietan y nos preocupan no busquemos otro apoyo fuera de su amor y de la fidelidad a su Palabra, sino que nos animemos a confiar como un niño en brazos de su madre. Porque, como nos dice Isaías en la primera lectura de hoy, aunque una madre pueda abandonar a su criatura, Él no puede olvidarse ni dejar de compadecerse de nosotros.

María, Madre de la Confianza, ¡ruega por nosotros!



"Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego,
¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe! No se inquieten, entonces."

P. Daniel Gazze

sábado, 26 de febrero de 2011

Evangelio Ilustrado


¡Viví hoy como Dios quiere!

Evangelio según San Mateo (6,24-34)


(Clickear sobre la imagen para ver tamaño completo)



miércoles, 23 de febrero de 2011

Benedicto dedica la audiencia general a San Roberto Bellarmino


lunes, 21 de febrero de 2011

"Todo es posible para quien tiene fe"

Orar con insistencia

Comentario del Evangelio por :

Beato Carlos de Foucauld (1858-1916), ermitaño y misionero en el Sahara

Meditaciones sobre el Evangelio a propósito de las principales virtudes

«Todo es posible para quien tiene fe»


«Si su fe fuera como un grano de mostaza..., nada les sería imposible» (Mt 17,20). Todo lo podemos por la oración: si no recibimos es que hemos tenido poca fe, o que hemos orado poco, o que sería malo para nosotros que nuestra petición fuera atendida, o que Dios nos da alguna cosa mejor que lo que hemos pedido. Pero jamás dejaremos de recibir lo que pedimos por ser la cosa demasiado difícil de obtener: «Nada les sería imposible».

No dudemos en pedir a Dios incluso las cosas más difíciles, como es la conversión de grandes pecadores, de pueblos enteros. Pidámosle, pues, incluso aquellas cosas que creemos son las más difíciles, con la certeza de que Dios nos ama apasionadamente y que cuanto mayor es el don más desea hacerlo el que ama apasionadamente; pero pidámoslo con fe, con insistencia, con constancia, con amor, con buena voluntad. Y estemos seguros de que si pedimos así y con mucha constancia, seremos escuchados y recibiremos la gracia pedida o una todavía mejor. Pidamos, con osadía, a nuestro Señor las cosas más imposibles de alcanzar cuando son para su gloria, y estemos seguros de que su Corazón nos las concederá tanto más cuanto ellas parecen humanamente imposibles; porque dar lo imposible al que ama es agradable a su Corazón, y ¡cuánto nos ama él!



domingo, 20 de febrero de 2011

Homilía Dominical

Domingo VII del TO - Ciclo A

Lecturas

Lv 19, 1-2.17-18
I Co 3, 16-23
Mt 5, 38-48


Seguir a Jesús por el camino de las Bienaventuranzas, decíamos hace algunos domingos, comporta una capacidad de distinguirse del mundo, de ser sal y luz para él. La Palabra de hoy nos lo vuelve a repetir. Se trata de ser santos como Dios es santo, es decir, distinto del mundo. Y, precisándolo un poco más en el Evangelio, Jesús nos explica en qué consiste esta distinción: Dios quiere a todos, buenos y malos, justos e injustos, su amor es universal y gratuito. El mundo en cambio, los publicanos, los paganos (¡o nosotros cuando nos comportamos como tales!), ama solamente a los que lo aman.

El Padre quiere abrazar a todos en su amor y posibilitarnos así vivir en comunión de hermanos: su Reino, su Familia, ¡nuestra gran Bienaventuranza! El pecado que está en el mundo va creando enemistades y las va extendiendo: a unos queremos, a otros (que cada vez son más) odiamos.

Jesús vino a mostrarnos este amor del Padre y a remediar este poder de ramificar la enemistad que tiene el pecado. A la herida que recibe en su Corazón no la devuelve, como suele hacer el mundo ocasionando otras miles de heridas, sino que la transforma en fuente de Amor y de reconciliación. Es esto mismo lo que nos pide, a cada uno en la medida de su gracia, que hagamos nosotros.

Experimentamos en nuestro país un crecimiento de la enemistad y la agresión. Desde los insultos intercambiados en el tránsito, a la bronca con la que nos cargamos al mirar los informativos, los delitos que se cometen, la competencia política, la corrupción, etc. A veces se pone de moda odiar, a alguien en especial o a determinada clase de personas a las que hacemos culpables de todos los males y a las que ¡está prohibido! no odiar.

El Señor nos pide hoy que nos atrevamos a ser distintos. Esto no quiere decir renunciar a la justicia o a exigir con penas adecuadas el cumplimiento de las leyes. Los buenos padres saben dar penitencias a sus hijos cuando transgreden las normas de convivencia familiar, pero lo hacen pensando en su propio bien y en el de la familia, nunca con odio.

Ahora, ¡cómo vivir en concreto este mandamiento tan difícil del Señor! El evangelio nos da la pista: entusiasmándonos con la recompensa que se nos promete. Así serán hijos del Padre que está en el cielo, serán parecidos, perfectos (¡plenos, felices!) como Él. Ante cada herida que nos lleve a la enemistad y a la bronca Jesús nos invita a mirar al Padre. A compartir con Él la cruz que reconcilia al mundo y a vivir la alegría de ser cada vez más hijos, perdonados siempre y con capacidad de perdonar siempre, creando fraternidad en el mundo y transformándolo así de a poco en el Reino.

Es esta la fuerza que nos regala en la Eucaristía, que es pan de los hermanos, antes de comer el cual exclamamos: ¡Padre nuestro!


"Amen a sus enemigos
y rueguen por quienes los persigan"

Mt 5, 44

P. Daniel Gazze

Evangelio Ilustrado


¡Amen a sus enemigos!

Evangelio según San Mateo (5,28-38)


(Clickear sobre la imagen para ver tamaño completo)



sábado, 19 de febrero de 2011

Institución de Lectores



El martes 28 de diciembre en la Catedral Metropolitana fueron instituídos en el Ministerio de Lectores cuatro alumnos de la Escuela de Sagrados Ministerios "San Esteban", perteneciente al Instituto Arquidiocesano de Ciencias Sagradas.

Los nuevos Lectores son:

  • David Barbotti, de la Pquia. "Nuestra Señora de Belén" de Colastiné Norte.
  • Walter Aguilar, de la Pquia. "Todos los Santos" (Catedral Metropolitana).
  • Alberto Cabral, de la Pquia. "Santa Rita de Casia".
  • Víctor Fruttero, de la Capilla "San Martín de Porres" (Pquia. "María Auxiliadora").

Compartimos con todos estas fotos que nos hizo llegar la familia de David Barbotti, miembro de nuestra comunidad parroquial, y encomendamos a los cuatro lectores al Señor, pidiendo por su fidelidad en este nuevo ministerio al servicio de la Palabra de Dios.

Presentación de los candidatos al Lectorado

Los nuevos lectores


David y su familia, al finalizar la Eucaristía



Reunión de Matrimonios



Hoy, sábado 19 de febrero, después de la Misa, tendrá lugar en la parroquia la primera reunión del año de las familias que conforman el Equipo de Pastoral del Matrimonio y la Familia, para organizar los próximos encuentros y tratar temas de interés común a todas las familias que queremos crecer en la vida de la fe.

Invitamos a todas las familias que quieran participar de esta reunión para así poder seguir creciendo juntos durante el 2011.

viernes, 18 de febrero de 2011

IACS - Inscripciones 2011

Instituto Arquidiocesano
de Ciencias Sagradas

Desde el Viernes 18 de febrero en el horario de 19 a 21 se reciben inscripciones para cursar en el IACS Santa Fe para 2º, 3º, 4º y Ciclo.

También los siguientes viernes: 25 de febrero y 4 de marzo; en la sede únicamente.

Mientras que el Lunes 21 se reciben inscripciones para 1º año, hasta el 11 de marzo.

jueves, 17 de febrero de 2011

Noticias



Como ya fuera informado en los anuncios parroquiales, a partir de este jueves 17 de febrero, el P. Daniel retomará la celebración de la Eucaristía los días jueves a las 19.30 hs.

Durante el mes de marzo, se mantendrá la celebración de la Misa vespertina los domingos a las 20 hs.

miércoles, 16 de febrero de 2011

"¿Qué es la santidad? Dejar que Dios lleve nuestra carga", según el Papa



Dedicó la catequesis de hoy a san Juan de la Cruz


CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 16 de febrero de 2011 (ZENIT.org).-


El camino hacia la unión mística con Dios no consiste tanto en “hacer”, sino en “dejarse hacer” por parte del hombre. Esta es la gran lección de san Juan de la Cruz, cuya obra constituye una de las cumbres de la mística cristiana de todos los tiempos. Lo explicó el Papa Benedicto XVI en su catequesis de hoy, en la Audiencia General celebrada en el Aula Pablo VI, dentro de su ciclo dedicado a los santos doctores de la Iglesia.

Después de hablar sobre santa Teresa de Jesús (2 de febrero) y sobre san Pedro Canisio (9 de febrero), el Papa dedicó su intervención de hoy a san Juan de la Cruz, conocido como el “Doctor Místico”, y autor de obras místicas universales como Noche oscura, Cántico Espiritual, Llama de amor viva y Subida al monte Carmelo.

Sin embargo, afirmó el Papa, “la vida de san Juan de la Cruz no fue un vuelo por las nubes místicas”, sino que “fue una vida muy dura, muy práctica y concreta”, destacando su experiencia de encarcelamiento, “donde estuvo expuesto a insultos increíbles y malos tratos físicos”.

“Fue una vida dura, pero precisamente en los meses pasados en la cárcel escribió una de sus obras más bellas”, explicó.

El camino con Cristo, prosiguió el Papa, “no es un peso añadido a la ya suficientemente dura carga de nuestra vida, no es algo que haría aún más pesada esta carga, sino algo completamente distinto, es una luz, una fuerza que nos ayuda a llevar esta carga”.

“Si un hombre tiene en sí un gran amor, este amor casi le da alas, y soporta más fácilmente todas las molestias de la vida, porque lleva en sí esta gran luz; esta es la fe: ser amado por Dios y dejarse amar por Dios en Cristo Jesús”.

“Este dejarse amar es la luz que nos ayuda a llevar la carga de cada día. Y la santidad no es obra nuestra, muy difícil, sino que es precisamente esta “apertura”: abrir las ventanas de nuestra alma para que la luz de Dios pueda entrar”, subrayó el Papa.

La Cruz de san Juan

Este santo español, contemporáneo y amigo personal de santa Teresa de Jesús, colaboró con ella en la reforma de la Orden del Carmelo, sufriendo por ello grandes penalidades y privaciones.

El Papa recorrió brevemente su biografía, desde su infancia pobre y difícil hasta su ingreso en el Carmelo, su ordenación sacerdotal y su encuentro con Teresa de Ávila, que cambiaría el curso de su vida.

“El joven sacerdote quedó fascinado por las ideas de Teresa, hasta el punto de convertirse en un gran apoyo del proyecto” de reforma del Carmelo, afirmó.

Sin embargo, “la adhesión a la reforma carmelita no fue fácil y le costó a Juan incluso graves sufrimientos. El episodio más dramático fue, en 1577, su apresamiento y su encarcelamiento en el convento de los Carmelitas de la Antigua Observancia de Toledo, a raíz de una acusación injusta”.

Después de seis meses de encarcelamiento en duras condiciones, y de fugarse repentinamente de su prisión, san Juan fue destinado a los conventos de Andalucía. Allí, en Úbeda (Jaén), falleció diez años más tarde.

De sus cuatro grandes obras místicas, el Papa destacó las enseñanzas del santo sobre el camino de purificación que el alma debe recorrer hasta su unión mística con Dios.

Esta purificación “es propuesta como un camino que el hombre emprende, colaborando con la acción divina, para liberar el alma de todo apego o afecto contrario a la voluntad de Dios”.

“Según Juan de la Cruz, todo lo que existe, creado por Dios, es bueno. A través de las criaturas, podemos llegar al descubrimiento de Aquel que nos ha dejado en ellas su huella”, explicó.

Sin embargo, cualquier cosa creada “no es nada comparada con Dios y nada vale fuera de Él: en consecuencia, para llegar al amor perfecto de Dios, cualquier otro amor debe conformarse en Cristo al amor divino”.

Por ello, esta “purificación”, subrayó Benedicto XVI, “no consiste en la simple falta física de las cosas o de su uso; lo que hace al alma pura y libre, en cambio, es eliminar toda dependencia desordenada de las cosas. Todo debe colocarse en Dios como centro y fin de la vida”.

En este sentido, añadió el Papa, este proceso de purificación “exige el esfuerzo personal, pero el verdadero protagonista es Dios: todo lo que el hombre puede hacer es 'disponerse', estar abierto a la acción divina y no ponerle obstáculos”.

El esfuerzo humano, prosiguió, “es incapaz por sí solo de llegar hasta las raíces profundas de las inclinaciones y de las malas costumbres de la persona: las puede frenar, pero no desarraigarlas totalmente”.

“Para hacerlo, es necesaria la acción especial de Dios que purifica radicalmente el espíritu y lo dispone a la unión de amor con Él”, afirmó el Pontífice. “En este estado, el alma es sometida a todo tipo de pruebas, como si se encontrase en una noche oscura”.

“Cuando se llega a esta meta, el alma se sumerge en la misma vida trinitaria, de forma que san Juan afirma que ésta llega a amar a Dios con el mismo amor con que Él la ama, porque la ama en el Espíritu Santo”.

[Por Inma Álvarez]

lunes, 14 de febrero de 2011

Homilía Dominical

Domingo VI del TO - Ciclo A

Lecturas

Eclo 15, 15-20
I Co 2, 6-10
Mt 5, 17-37


Unos domingos atrás escuchábamos a Jesús proclamar las Bienaventuranzas, un camino de felicidad para sus discípulos pero que supone un cambio de criterios respecto de los que maneja el mundo.

El domingo pasado nos decía que somos la sal de la tierra y que no debemos perder el sabor. Vivir como cristianos implica atreverse a ser distintos, incluso cuando eso pueda acarrear dificultades ("Felices los que son perseguidos...").

Hoy nos habla de que el cumplimiento de la ley que observan sus discípulos no ha de ser meramente formal, exterior. Para que entendamos de qué se trata nos pone algunos ejemplos. No basta con no matar. También hay que renunciar al sentimiento malo, no irritarse con el hermano. Y si lo completamos con el Evangelio que vamos a escuchar el próximo domingo, también nos pide tener sentimientos buenos y hacer el bien, incluso a nuestros enemigos. En pocas palabras, el corazón del discípulo está llamado a dejarse transformar en lo más profundo. Desde allí han de brotar sentimientos nuevos, obras buenas, que al ser vistas por los demás lleven a glorificar al Padre del cielo.

¿Cómo podemos ir creciendo en esta manera de cumplir la ley que nos da el Señor? Se trata primero de no quedarnos en la superficie. No alcanza con decir que no matamos o que no hacemos nada malo. Hay que mirar más en lo profundo: los sentimientos, los deseos, los pensamientos (broncas, juicios de desprecio, indiferencias, etc.). Esto podremos hacerlo si nos miramos desde el Dios que nos ama con inmensa misericordia y deseo de salvarnos. Sólo así podremos darnos cuenta de lo que Él nos pide, de lo que para ser felices no nos conviene, y en la medida de nuestras fuerzas, debemos rechazar.

En segundo lugar hay que estar dispuestos y decididos a compartir con el Señor esa cruz, la que podemos cargar con su gracia, para decir que no a los deseos y a las obras del corazón viejo: "Si tu ojo, si tu mano, es ocasión de pecado córtalos..."

Y, por último, es necesario renovar siempre la confianza. No se trata de sufrir inútilmente, sino de hacer Pascua con Jesús. De nacer al hombre nuevo que Dios quiere hacer de nosotros. De aprender a sentir y a obrar como hijos del Padre que nos llama a la felicidad plena de su amor. Es esta Pascua, de Jesús y nuestra, la que celebramos en la Eucaristía y la recibimos como alimento en el camino.

"No crean que he venido a abolir la Ley y los Profetas;
no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
"
Mt 5, 17

P. Daniel Gazze

El Amor, camino y ley del cristiano, explica el Papa

Al comentar el Sermón de la Montaña

CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 13 de febrero de 2011 (ZENIT.org).-

Para Benedicto XVI el Amor es la palabra que resume la ley y el camino del cristiano.

Así lo explicó este domingo mediodía al rezar la oración mariana del Ángelus junto a los miles de peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro del Vaticano.

Comentando el pasaje evangélico del domingo, sobre el Sermón de la Montaña, en el que Jesús explica la nueva Ley que viene a traer al mundo cuando dice "No piensen que vine para abolir la Ley o los profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento".

"Pero, ¿en qué consiste esta 'plenitud' de la Ley de Cristo, y esta justicia "superior" que Él exige?", se preguntó el papa.

"La novedad de Jesús -respondió- consiste, esencialmente, en el hecho de que Él mismo 'llena' los mandamientos con el amor de Dios, con la fuerza del Espíritu Santo que habita en Él. Y nosotros, a través de la fe en Cristo, podemos abrirnos a la acción del Espíritu Santo, que nos hace capaces de vivir el amor divino".

"Por este motivo, todo precepto se hace verdadero como exigencia de amor, y todos se reúnen en un mandamiento único: ama a Dios con todo el corazón y ama al prójimo como a ti mismo".

"El amor es la plenitud de la Ley", afirmó el obispo de Roma citando a san Pablo (Rm 13, 10).

"Ante esta exigencia, por ejemplo, el triste caso de los cuatro niños gitanos, fallecidos la pasada semana en las afueras de esta ciudad, en su barraca quemada*, exige preguntarnos si una sociedad más solidaria y fraterna, más coherente en el amor, es decir, más cristiana, no habría podido evitar esta tragedia", aclaró.

"Y esta pregunta es válida para otros muchos acontecimientos dolorosos, más o menos conocidos, que acontecen cotidianamente en nuestras ciudades y en nuestros países".

El pontífice concluyó explicando que "Jesús es el Hijo mismo de Dios que bajo del Cielo para llevarnos al Cielo, a la altura de Dios, por el camino del amor. Es más, Él mismo es este camino: lo único que tenemos que hacer es seguirle para vivir la voluntad de Dios y entrar en su Reino, en la vida eterna".


* Benedicto exhorta a un examen de conciencia ante la muerte de niños gitanos

domingo, 13 de febrero de 2011

Evangelio Ilustrado



¡Jesús habla a tu corazón!

Evangelio según San Mateo (5,17-37)


(Clickear sobre la imagen para ver tamaño completo)



sábado, 12 de febrero de 2011

Horarios de CARITAS



Martes 15 de febrero, 18 horas - Atención de familias citadas.

Martes 22 de febrero- 18 horas - Atención de abuelos exclusivamente.



jueves, 10 de febrero de 2011

"La familia y la parroquia deben promover las vocaciones"

Publicado hoy el Mensaje para la Jornada Mundial de las Vocaciones

CIUDAD DEL VATICANO, jueves 10 de febrero de 2011 (ZENIT.org).-

Las familias y las parroquias deben alentar a los jóvenes que sienten una llamada vocacional, precisamente en estos momentos en que ésta parece más difícil, afirma el Papa Benedicto XVI.

La Santa Sede ha dado a conocer hoy el Mensaje papal para la Jornada Mundial de las Vocaciones, que se celebrará el 15 de mayo, cuarto domingo de Pascua, con el tema “Promover las vocaciones en la Iglesia local”.

En él, el Papa insiste en la responsabilidad de las familias, las parroquias y las asociaciones en la promoción de las vocaciones.

“Especialmente en nuestro tiempo en el que la voz del Señor parece ahogada por 'otras voces' y la propuesta de seguirlo, entregando la propia vida, puede parecer demasiado difícil, toda comunidad cristiana, todo fiel, debería de asumir conscientemente el compromiso de promover las vocaciones”, afirma.

Benedicto XVI insiste en la importancia de “alentar y sostener a los que muestran claros indicios de la llamada a la vida sacerdotal y a la consagración religiosa”, para que éstos “sientan el calor de toda la comunidad al decir 'sí' a Dios y a la Iglesia”.

Por ello pide “que cada Iglesia local se haga cada vez más sensible y atenta a la pastoral vocacional, educando en los diversos niveles: familiar, parroquial y asociativo”.

Es necesario ayudar a los niños y jóvenes “para que madure en ellos una genuina y afectuosa amistad con el Señor, cultivada en la oración personal y litúrgica; para que aprendan la escucha atenta y fructífera de la Palabra de Dios, mediante una creciente familiaridad con las Sagradas Escrituras”.

Es necesario que comprendan “que adentrarse en la voluntad de Dios no aniquila y no destruye a la persona, sino que permite descubrir y seguir la verdad más profunda sobre sí mismos”, subraya.

También hay que ayudarles para que “vivan la gratuidad y la fraternidad en las relaciones con los otros, porque sólo abriéndose al amor de Dios es como se encuentra la verdadera alegría y la plena realización de las propias aspiraciones”.

Particularmente, el Papa se dirige a quienes están directamente implicados en el discernimiento vocacional de los jóvenes, sacerdotes, familias, catequistas y animadores.

“A los sacerdotes les recomiendo que sean capaces de dar testimonio de comunión con el Obispo y con los demás hermanos, para garantizar el humus vital a los nuevos brotes de vocaciones sacerdotales”.

A las familias pide que estén “animadas de espíritu de fe, de caridad y de piedad, capaces de ayudar a los hijos e hijas a acoger con generosidad la llamada al sacerdocio y a la vida consagrada”.

“Los catequistas y los animadores de las asociaciones católicas y de los movimientos eclesiales, convencidos de su misión educativa, procuren cultivar a los adolescentes que se les han confiado, de forma que éstos puedan sentir y seguir con buen ánimo la vocación divina”.

El Papa se dirige también a los obispos, recordándoles la importancia de “incrementar cuanto sea posible las vocaciones sacerdotales y religiosas, poniendo interés especial en las vocaciones misioneras”.

“El Señor necesita vuestra colaboración para que sus llamadas puedan llegar a los corazones de quienes ha escogido”, dice a los obispos, al tiempo que recomienda que tengan “cuidado en la elección de los agentes pastorales para el Centro Diocesano de Vocaciones”.

También les recuerda “la solicitud de la Iglesia universal por una equilibrada distribución de los sacerdotes en el mundo. Vuestra disponibilidad hacia las diócesis con escasez de vocaciones es una bendición de Dios para vuestras comunidades y para los fieles es testimonio de un servicio sacerdotal que se abre generosamente a las necesidades de toda la Iglesia”.

“Proponer las vocaciones en la Iglesia local, significa tener la valentía de indicar, a través de una pastoral vocacional atenta y adecuada, este camino arduo del seguimiento de Cristo, que, al estar colmado de sentido, es capaz de implicar toda la vida”, afirma el Papa.

Por último, el Papa afirma que la capacidad de cultivar las vocaciones “es un signo característico de la vitalidad de una Iglesia local”, e invita a las comunidades locales a que se difunda “en el interior de cada comunidad la disponibilidad a decir 'sí' al Señor, que llama siempre a nuevos trabajadores para su mies”.

miércoles, 9 de febrero de 2011

El Papa pide que se rece por el respeto a las familias


lunes, 7 de febrero de 2011

Estamos llamados a dar "sabor" al mundo


Benedicto XVI: los cristianos están llamados a dar “sabor” al mundo, a difundir la “verdadera sabiduría” de Dios.

CIUDAD DEL VATICANO, domingo 6 de febrero de 2011 (ZENIT.org).

El Papa Benedicto XVI afirma que los cristianos están llamados a dar nuevo “sabor” al mundo, y a “preservarlo de la corrupción, con la sabiduría de Dios”.

Desde la ventana de su estudio, el Pontífice quiso introducir la oración mariana del Ángelus meditando sobre el evangelio del día, en que Cristo define a sus discípulos como la “sal de la tierra” y la “luz del mundo”.

La sal, en la cultura medioriental, explicó el Papa, “evoca diversos valores como la alianza, la solidaridad, la vida y la sabiduría”, mientras que la luz “es la primera obra de Dios Creador y es fuente de la vida”.

Mediante estas imágenes llenas de significado, añadió, Jesús quería transmitir a los discípulos “el sentido de su misión y de su testimonio”.

“La sabiduría resume en sí los efectos beneficiosos de la sal y de la luz: de hecho, los discípulos del Señor son llamados a dar nuevo 'sabor' al mundo, y a preservarlo de la corrupción, con la sabiduría de Dios, que resplandece plenamente sobre el rostro del Hijo”.

Unidos a Él, concluyó, los cristianos “pueden difundir en medio de las tinieblas de la indiferencia y del egoísmo la luz del amor de Dios, verdadera sabiduría que da significado a la existencia y a la actuación de los hombres”.

Al saludar a los peregrinos españoles, invitó a los presentes a “ser reflejo del amor de Dios mediante las buenas obras, y a ser así luz del mundo y sal de la tierra, que inspire en todos el horizonte de la verdadera razón de su existencia y la esperanza suprema que Cristo ha traído a la tierra”.

sábado, 5 de febrero de 2011

Evangelio Ilustrado


¡Luz del mundo y sal de la tierra!

Evangelio según San Mateo (5,13-16)


(Clickear sobre la imagen para ver tamaño completo)

viernes, 4 de febrero de 2011

Primer viernes de mes

"Siempre y en todo lugar"

"Templo Expiatorio de La Sagrada Familia",
diseñado por el arquitecto catalán Antoni Gaudí



ROMA, jueves 3 de febrero 2011 (ZENIT.org)

“Ubicumque et semper. La nueva evangelización”, titulaba L'Osservatore Romano, el jueves 27 de enero de 2011. En esta reflexión, el presidente del nuevo dicasterio ad hoc, monseñor Rino Fisichella evoca especialmente la “Sagrada Familia” de Antonio Gaudí como símbolo de la nueva evangelización.

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La Iglesia existe para llevar en todo tiempo el Evangelio a todos, allí donde se encuentre. El mandato de Jesús es tan claro que no permite absolutamente ningún equívoco, ni ninguna coartada. Quienes creen en su palabra son enviados por los caminos del mundo a anunciar que la salud prometida se ha convertido en realidad. El anuncio debe conjugarse con un estilo de vida que permita reconocer a los discípulos del Señor allí donde se encuentren. Se podría decir que la evangelización se resume en este estilo que caracteriza a quienes se sitúan en el seguimiento de Cristo. La caridad como regla de vida no es otra cosa sino el descubrimiento de lo que da sentido a la existencia, porque lleva hasta sus más íntimos meandros lo que el Hijo de Dios hecho hombre vivió personalmente.

Se podría debatir largo y tendido sobre el sentido de la expresión “nueva evangelización”, preguntarse si el adjetivo que determina al sustantivo tiene verdaderamente sentido, pero esto no oculta la realidad. Llamándola “nueva” no se pretende calificar los contenidos de la evangelización sino la condición y las modalidades con las que esta se realiza. Benedicto XVI, en la carta apostólica Ubicumque et semper subraya con razón que estima oportuno “ofrecer respuestas adecuadas con el fin de que toda la Iglesia, dejándose regenerar por la fuerza del Espíritu Santo, se presente al mundo contemporáneo con un impulso misionero capaz de promover una nueva evangelización”.

Algunos podrían insinuar que ponerse a favor de una nueva evangelización equivale a juzgar la acción pastoral llevada a cabo con anterioridad por la Iglesia, como un fracaso por negligencia o por la poca credibilidad ofrecida por sus hombres. Esta consideración tampoco está exenta de plausibilidad, pero se detiene en el fenómeno sociológico, tomado en su dimensión fragmentaria, sin considerar que la Iglesia en el mundo presenta signos de santidad constante, y testimonios creíbles que aún hoy están marcados por el don de la vida. El martirio de muchos cristianos no es diferente del ofrecido a lo largo de los siglos de nuestra historia, y por tanto es verdaderamente nuevo debido a que lleva a los hombres de nuestro tiempo, a menudo indiferentes, a reflexionar sobre el sentido de la vida y el don de la fe.

Cuando se pierde la búsqueda del auténtico sentido de la existencia, adentrándose en senderos que llevan a una jungla de propuestas efímeras, sin que se comprenda su peligro, es correcto hablar de nueva evangelización. Se quiere que ésta sea una auténtica provocación a tomar en serio la vida para orientarla en un sentido completo y definitivo que encuentra su única confirmación en la persona de Jesús de Nazaret. Es Él, quien revela al Padre y su revelación histórica, el Evangelio que aún hoy anunciamos como respuesta al interrogante que inquieta a los hombres desde siempre. Ponerse al servicio del hombre para comprender la angustia que le mueve y proponer una escapatoria que le ofrezca serenidad y alegría es necesario en la hermosa noticia que anuncia la Iglesia.

Una nueva evangelización, pues, porque es nuevo el contexto en el que viven nuestros contemporáneos sacudidos a menudo de aquí para allá por teorías e ideologías pasadas. Por paradójico que pueda parecer, se prefiere imponer una opinión en lugar de orientar hacia la búsqueda de la verdad.

La exigencia de un nuevo lenguaje, que permita hacerse comprender por los hombres de hoy, es una exigencia que no se puede ignorar, sobre todo en lo que se refiere al lenguaje religioso marcado por tal especificidad que a veces resulta incomprensible. Abrir la “cárcel del lenguaje” para favorecer una comunicación más eficaz y fecunda es un empeño concreto necesario para que la evangelización sea realmente nueva.

La Sagrada Familia de Gaudí es un icono de aquello a lo que el nuevo dicasterio propone dedicarse. Quien la observa en su potente arquitectura encuentra la voz de ayer y la de hoy. No escapa a nadie que es una iglesia, un espacio sagrado que no puede confundirse con ninguna otra construcción. Sus agujas se lanzan hacia el cielo, obligando a mirar a lo alto. Sus pilares no tienen capiteles jónicos o corintios y, sin embargo, hacen pensar cuando permiten ir más allá para seguir un entrelazado de arcos que evoca un bosque, en el que el misterio invade al observador y, sin anularlo, le ofrece la serenidad.

La belleza de la Sagrada Familia sabe hablar al hombre de hoy conservando los rasgos fundamentales del arte antiguo. Su presencia parece oponerse a la ciudad hecha de edificios y vías que se pierden en el horizonte, mostrando la modernidad a la que estamos invitados. Las dos realidades coexisten, y no desdicen la una al lado de la otra, parecen incluso por el contrario hechas la una para la otra; la iglesia para la ciudad y a la inversa. Se hace evidente, donde quiera que sea, que la ciudad sin la iglesia se vería privada de algo sustancial, haría evidente un vacío que no puede llenarse con más hormigón, sino con algo más vital que lleva a mirar hacia lo alto sin prisa y en el silencio de la contemplación.

(©L'Osservatore Romano - 27 enero 2011)

jueves, 3 de febrero de 2011

El Papa propone a santa Teresa de Jesús como "maestra espiritual" hoy


Benedicto XVI comienza un breve recorrido por los Doctores de la Iglesia


CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 2 de febrero de 2011 (ZENIT.org).-

Ofrecemos a continuación la catequesis que el Papa Benedicto XVI dirigió ayer a los peregrinos congregados en el Aula Pablo VI para la audiencia general, y que dedicó a la santa española Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia.

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Queridos hermanos y hermanas:

En el curso de las Catequesis que he querido dedicar a los Padres de la Iglesia y a grandes figuras de teólogos y de mujeres de la Edad Media, he podido detenerme también en algunos Santos y Santas que han sido proclamados Doctores de la Iglesia por su eminente doctrina. Hoy quisiera iniciar una breve serie de encuentros para completar la presentación de los Doctores de la Iglesia. Y comienzo con una Santa que representa una de las cumbres de la espiritualidad cristiana de todos los tiempos: santa Teresa de Jesús.

Nace en Ávila, en España, en 1515, con el nombre de Teresa de Ahumada. En su autobiografía ella misma menciona algunos detalles de su infancia: el nacimiento de “padres virtuosos y temerosos de Dios”, dentro de una familia numerosa, con nueve hermanos y tres hermanas. Aún niña, con al menos 9 años, pudo leer las vidas de algunos mártires que le inspiran el deseo del martirio, tanto que improvisa una breve fuga de casa para morir mártir y subir al Cielo (cfr Vida 1, 4); “quiero ver a Dios” dice la pequeña a sus padres. Algunos años después Teresa habló de sus lecturas de la infancia y afirmó haber descubierto la verdad, que resume en dos principios fundamentales: por un lado “el hecho de que todo lo que pertenece a este mundo, pasa”, por el otro que sólo Dios es para “siempre, siempre, siempre”, tema que recupera en su famosísimo poema “Nada te turbe, nada te espante; todos se pasa,/ Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza, /quien a Dios tiene nada le falta, ¡Sólo Dios basta!”. Se quedó huérfana de madre a los 12 años, le pidió a la Virgen Santísima que fuera su madre (cfr. Vida 1,7).

Si en la adolescencia la lectura de libros profanos la había llevado a las distracciones de la vida mundana, la experiencia como alumna de las monjas agustinas de Santa María de las Gracias de Ávila y la lectura de libros espirituales, sobre todo clásicos de espiritualidad franciscana, le enseñan el recogimiento y la oración. A la edad de 20 años entra en el monasterio carmelita de la Encarnación, siempre en Ávila. Tres años después, enferma gravemente, tanto que permanece durante cuatro días en coma, aparentemente muerta (cfr Vida 5, 9). También en la lucha contra sus propias enfermedades la Santa ve el combate contra las debilidades y las resistencias a la llamada de Dios. Escribe: “Deseaba vivir porque comprendía bien que no estaba viviendo, sino que estaba luchando con una sombra de muerte, y no tenía a nadie que me diese vida, y ni siquiera yo me la podía tomar, y Aquel que podía dármela tenía razón en no socorrerme, dado que tantas veces me había vuelto hacia Él, y yo le había abandonado” (Vida 8, 2) . En 1543 pierde la cercanía de sus familiares: el padre muere y todos sus hermanos emigran uno detrás de otro a América. En la Cuaresma de 1554, a los 39 años, Teresa llega a la cumbre de su lucha contra sus propias debilidades. El descubrimiento fortuito de “un Cristo muy llagado” marca profundamente su vida (cfr Vida 9). La Santa, que en aquel periodo siente en profunda consonancia con el san Agustín de las Confesiones, describe así la Jornada decisiva de su experiencia mística: “Sucedió... que de repente me vino un sentimiento de la presencia de Dios, que de ninguna forma podía dudar que estaba dentro de mí o que yo estaba toda absorbida en Él” (Vida 10, 1).

Paralelamente a la maduración de su propia interioridad, la Santa comienza a desarrollar de forma concreta el ideal de reforma de la Orden Carmelita: en 1562 funda en Ávila, con el apoyo del Obispo de la ciudad, don Álvaro de Mendoza, el primer Carmelo reformado, y poco después recibe también la aprobación del Superior General de la Orden, Giovanni Battista Rossi. En años sucesivos continuó la fundación de nuevos Carmelos, en total diecisiete. Fue fundamental su encuentro con san Juan de la Cruz, con el que, en 1568, constituyó en Duruelo, cerca de Ávila, el primer convento de carmelitas descalzas. En 1580 obtiene de Roma la erección en Provincia autónoma para sus Carmelos reformados, punto de partida de la Orden Religiosa de los Carmelitas Descalzos. Teresa termina su vida terrena justo cuanto está ocupándose de la fundación.

En 1582, de hecho, tras haber constituido el Carmelo de Burgos y mientras está realizando el viaje de vuelta hacia Ávila, muere la noche del 15 de octubre en Alba de Tormes, repitiendo humildemente dos expresiones: “Al final, muero como hija de la Iglesia” y “Ya es hora, Esposo mío, de que nos veamos”. Una existencia consumada dentro de España, pero empeñada por toda la Iglesia. Beatificada por el papa Pablo V en 1614 y canonizada en 1622 por Gregorio XV, fue proclamada “Doctora de la Iglesia” por el Siervo de Dios Pablo VI en 1970.

Teresa de Jesús no tenía una formación académica, pero siempre atesoró enseñanzas de teólogos, literatos y maestros espirituales. Como escritora, se atuvo siempre a lo que personalmente había vivido o había visto en la experiencia de otros (cfr Prólogo al Camino de Perfección), es decir, a partir de la experiencia. Teresa consigue entretejer relaciones de amistad espiritual con muchos santos, en particular con san Juan de la Cruz. Al mismo tiempo, se alimenta con la lectura de los Padres de la Iglesia, san Jerónimo, san Gregorio Magno, san Agustín. Entre sus obras mayores debe recordarse ante todo su autobiografía, titulada Libro de la vida, que ella llama Libro de las Misericordias del Señor. Compuesta en el Carmelo de Ávila en 1565, refiere el recorrido biográfico y espiritual, escrito, como afirma la misma Teresa, para someter su alma al discernimiento del “Maestro de los espirituales”, san Juan de Ávila. El objetivo es el de poner de manifiesto la presencia y la acción de Dios misericordioso en su vida: por esto, la obra recoge a menudo el diálogo de oración con el Señor. Es una lectura que fascina, porque la Santa no solo narra, sino que muestra revivir la experiencia profunda de su amor con Dios. En 1566, Teresa escribe el Camino de Perfección, llamado por ella Admoniciones y consejos que da Teresa de Jesús a sus monjas. Las destinatarias con las doce novicias del Carmelo de san José en Ávila. Teresa les propone un intenso programa de vida contemplativa al servicio de la Iglesia, a cuya base están las virtudes evangélicas y la oración.

Entre los pasajes más preciosos está el comentario al Padrenuestro, modelo de oración. La obra mística más famosa de santa Teresa es el Castillo interior, escrito en 1577, en plena madurez. Se trata de una relectura de su propio camino de vida espiritual y, al mismo tiempo, de una codificación del posible desarrollo de la vida cristiana hacia su plenitud, la santidad, bajo la acción del Espíritu Santo. Teresa se remite a la estructura de un castillo con siete estancias, como imágenes de la interioridad del hombre, introduciendo, al mismo tiempo, el símbolo del gusano de seda que renace en mariposa, para expresar el paso de lo natural a lo sobrenatural. La Santa se inspira en la Sagrada Escritura, en particular en el Cantar de los Cantares, para el símbolo final de los “dos Esposos”, que le permite describir, en la séptima estancia, el culmen de la vida cristiana en sus cuatro aspectos: trinitario, cristológico, antropológico y eclesial. A su actividad de fundadora de los Carmelos reformados, Teresa dedica el Libro de las fundaciones, escrito entre el 1573 y el 1582, en el que habla de la vida del naciente grupo religioso. Como en la autobiografía, el relato se dedica sobre todo a evidenciar la acción de Dios en la fundación de los nuevos monasterios.

No es fácil resumir en pocas palabras la profunda y compleja espiritualidad teresiana. Podemos mencionar algunos puntos esenciales. En primer lugar, santa Teresa propone las virtudes evangélicas como base de toda la vida cristiana y humana: en particular, el desapego de los bienes o pobreza evangélica (y esto nos concierne a todos); el amor de unos a otros como elemento esencial de la vida comunitaria y social; la humildad como amor a la verdad; la determinación como fruto de la audacia cristiana; la esperanza teologal, que describe como sed de agua viva. Sin olvidar las virtudes humanas: afabilidad, veracidad, modestia, cortesía, alegría, cultura. En segundo lugar, santa Teresa propone una profunda sintonía con los grandes personajes bíblicos y la escucha viva de la Palabra de Dios. Ella se siente en consonancia sobre todo con la esposa del Cantar de los Cantares, con el apóstol Pablo, además de con el Cristo de la Pasión y con el Jesús eucarístico.

La Santa subraya después cuán esencial es la oración: rezar significa “frecuentar con amistad, pues frecuentamos de tú a tú a Aquel que sabemos que nos ama” (Vida 8, 5) . La idea de santa Teresa coincide con la definición que santo Tomás de Aquino da de la caridad teologal, como amicitia quaedam hominis ad Deum, un tipo de amistad del hombre con Dios, que ofreció primero su amistad al hombre (Summa Theologiae II-ΙI, 23, 1). La iniciativa viene de Dios. La oración es vida y se desarrolla gradualmente al mismo paso con el crecimiento de la vida cristiana: comienza con la oración vocal, pasa por la interiorización a través de la meditación y el recogimiento, hasta llegar a la unión de amor con Cristo y con la Santísima Trinidad. Obviamente no se trata de un desarrollo en el que subir escalones significa dejar el tipo de oración anterior, sino que es una profundización gradual de la relación con Dios que envuelve toda la vida. Más que una pedagogía de la oración , la de Teresa es una verdadera “mistagogia”: enseña al lector de sus obras a rezar, rezando ella misma con él; frecuentemente, de hecho, interrumpe el relato o la exposición para realizar una oración.

Otro tema querido a la Santa es la centralidad de la humanidad de Cristo. Para Teresa, de hecho, la vida cristiana es relación personal con Jesús, que culmina en la unión con Él por gracia, por amor y por imitación. De ahí la importancia que ella atribuye a la meditación de la Pasión y a la Eucaristía, como presencia de Cristo, en la Iglesia, para la vida de cada creyente y como corazón de la liturgia. Santa Teresa vive un amor incondicional a la Iglesia: ella manifiesta un vivo sensus Ecclesiae frente a episodios de división y conflicto en la Iglesia de su tiempo. Reforma la Orden Carmelita con la intención de servir y defender mejor a la “Santa Iglesia Católica Romana”, y está dispuesta a dar la vida por ella (cfr Vida 33, 5).

Un último aspecto esencial de la doctrina teresiana, que quisiera subrayar, es la perfección, como aspiración de toda la vida cristiana y meta final de la misma. La Santa tiene una idea muy clara de la “plenitud” de Cristo, revivida por el cristiano. Al final del recorrido del Castillo interior, en la última “estancia”, Teresa describe esa plenitud, realizada en la inhabitación de la Trinidad, en la unión a Cristo a través del misterio de su humanidad.

Queridos hermanos y hermanas, santa Teresa de Jesús es verdadera maestra de vida cristiana para los fieles de todo tiempo. En nuestra sociedad, a menudo carente de valores espirituales, santa Teresa nos enseñan a ser testigos incansables de Dios, de su presencia y de su acción, nos enseña a sentir realmente esta sed de Dios que existe en nuestro corazón, este deseo de ver a Dios, de buscarlo, de tener una conversación con Él y de ser sus amigos. Esta es la amistad necesaria para todos y que debemos buscar, día a día, de nuevo.

Que el ejemplo de esta Santa, profundamente contemplativa y eficazmente laboriosa, nos impulse también a nosotros a dedicar cada día el tiempo adecuado a la oración, a esta apertura a Dios,

a este camino de búsqueda de Dios, para verlo, para encontrar su amistad y por tanto la vida verdadera; porque muchos de nosotros deberíamos decir: “no vivo, no vivo realmente, porque no vivo la esencia de mi vida”. Porque este tiempo de oración no es un tiempo perdido, es un tiempo en el que se abre el camino de la vida, se abre el camino para aprender de Dios un amor ardiente a Él y a su Iglesia y una caridad concreta hacia nuestros hermanos. Gracias.

[En español dijo]

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Chile, México y otros países latinoamericanos. Invito a todos, a ejemplo de Santa Teresa de Jesús, a crecer siempre en la oración y en las virtudes cristianas, hasta llegar a la plenitud del encuentro con el Señor. Muchas gracias.


[Traducción del original italiano por Inma Álvarez

©Copyright 2011 Libreria Editrice Vaticana]

miércoles, 2 de febrero de 2011

Día de la Vida Consagrada

Misa celebrada en la Basílica de San Pedro

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 2 de febrero de 2011 (ZENIT.org).-

Ofrecemos a continuación la homilía que el Papa Benedicto XVI pronunció hoy por la tarde en las Vísperas solemnes celebradas en la Basílica de San Pedro, con motivo de la Fiesta de la Presentación del Señor y Día de la Vida Consagrada.

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¡Queridos hermanos y hermanas!

En la Fiesta de hoy contemplamos al Señor Jesús a quien María y José presentan en el templo “para ofrecerlo al Señor” (Lc 2,22). En esta escena evangélica se revela el misterio del Hijo de la Virgen, el consagrado del Padre, venido al mundo para cumplir fielmente su voluntad (cfr Hb 10,5-7).

Simeón lo señala como “luz para iluminar a los pueblos” (Lc 2,32) y anuncia con palabras proféticas su ofrecimiento supremo a Dios y su victoria final (cfr Lc 2,32-35). Es el encuentro de los dos Testamentos, el Antiguo y el Nuevo. Jesús entra en el antiguo templo. Él, que es el nuevo Templo de Dios viene a visitar a su pueblo, llevando a cumplimiento la obediencia a la Ley e inaugurando los últimos tiempos de la salvación.

Es interesante observar de cerca esta entrada del Niño Jesús en la solemnidad del templo, en un gran ir y venir de muchas personas, ocupadas en sus asuntos: los sacerdotes y los levitas con us turnos de servicio, los numerosos devotos y peregrinos, deseosos de encontrarse con el Dios santo de Israel. Ninguno de estos sin embargo se entera de nada. Jesús es un niño como tantos otros, hijo primogénito de dos padres muy sencillos. Tampoco los sacerdotes resultan capaces de captar los signos de la nueva y particular presencia del Mesías y Salvador. Solo dos ancianos, Simeón y Ana, descubren la gran novedad. Llevados por el Espíritu Santo, encuentran en ese Niño el cumplimiento de su larga espera y vigilancia. Ambos contemplan la luz de Dios, que viene a iluminar el mundo, y su mirada profética se abre al futuro, como anuncio del Mesías: Lumen ad revelationem gentium! (Lc 2,32). En la actitud profética de los dos ancianos que expresan la alegría del encuentro con el Redentor está toda la Antigua Alianza. A la vista del Niño, Simeón y Ana intuyen que es precisamente Él el Esperado.

La Presentación de Jesús en el templo constituye un ícono elocuente de la entrega total de la propia vida para quienes, hombres y mujeres, son llamados a reproducir en la Iglesia y en el mundo, mediante los consejos evangélicos, “los rasgos característicos de Jesús virgen, pobre y obediente” (Exhort. ap. postsinod. Vita consecrata, 1). Por ello la Fiesta de hoy fue elegida por el venerable Juan Pablo II para celebrar la Jornada anual de la Vida Consagrada. En este contexto, dirijo un saludo cordial y agradecido a monseñor João Braz de Aviz, a quien hace poco nombré prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, con el secretario y los colaboradores. Con afecto saludo a los Superiores Generales presentes y a todas las personas consagradas.

Quisiera proponer tres breves pensamientos para la reflexión en esta fiesta.

El primero: el ícono evangélico de la Presentación de Jesús en el templo contiene el símbolo fundamental de la luz; la luz que, partiendo de Cristo, se irradia sobre María y José, sobre Simeón y Ana y, a través de ellos, sobre todos. Los Padres de la Iglesia unieron esta irradiación al camino espiritual. La vida consagrada expresa ese camino, de modo especial, como “filocalía”, amor por la belleza divina, reflejo de la bondad de Dios (cfr ibid., 19). Sobre el rostro de Cristo resplandece la luz de esa belleza. “La Iglesia contempla el rostro transfigurado de Cristo, para conformarse en la fe y no correr el riesgo de perderse ante su rostro desfigurado en la Cruz … ella es la Esposa ante el Esposo, partícipe de su misterio, envuelta por su luz, [por la cual] son alcanzados todos sus hijos … Pero una experiencia singular de la luz que emana del Verbo encarnado la hacen ciertamente los llamados a la vida consagrada. La profesión de los consejos evangélicos, de hecho, los pone como signo y profecía para la comunidad de los hermanos y para el mundo” (ibid., 15).

En segundo lugar, el ícono evangélico manifiesta la profecía, don del Espíritu Santo. Simeón y Ana, contemplando al Niño Jesús, ven su destino de muerte y de resurrección para la salvación de todas las gentes y anuncian tal misterio como salvación universal. La vida consagrada está llamada a ese testimonio profético, ligada a su doble actitud contemplativa y activa. A las consagradas y consagrados se les ha concedido manifestar el primado de Dios, la pasión por el Evangelio practicado como forma de vida y anunciado a los pobres y a los últimos de la tierra.

“En virtud de este primado nada puede ser antepuesto al amor personal por Cristo y por los pobres en los que Él vive. La verdadera profecía nace de Dios, de la amistad con Él, de la escucha atenta de su Palabra en las distintas circunstancias de la historia” (ibid., 84).En este sentido la vida consagrada, en la día a día en los caminos de la humanidad, manifiesta el Evangelio y el Reino ya presente y activo.

En tercer lugar, el ícono evangélico de la Presentación de Jesús en el templo manifiesta la sabiduría de Simeón y Ana, la sabiduría de una vida dedicada totalmente a la búsqueda del rostro de Dios, de sus signos, de su voluntad, una vida dedicada a la escucha y al anuncio de su Palabra.Faciem tuam, Domine, requiram: tu rostro Señor, yo busco (Sal 26,8) … La vida consagrada es en el mundo y en la Iglesia signo visible de esta búsqueda del rostro del Señor y de los caminos que conducen a Él (cfr Jn 14,8). La persona consagrada testifica, por tanto, el esfuerzo gozoso y a la vez laborioso, de la búsqueda asidua y consciente de la voluntad de Dios” (cfr Cong. Para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, Istr. El servicio de la autoridad y la obediencia. Faciem tuam Domine requiram [2008], 1).

Queridos hermanos y hermanas, escuchen asiduamente la Palabra, porque ¡toda sabiduría de vida nace de la Palabra del Señor! Escruten la Palabra a través de la lectio divina, porque la vida consagrada “nace de la escucha de la Palabra de Dios y acoge el Evangelio como su norma de vida. Vivir en la estela de Cristo casto, pobre, obedientes en este sentido una “exégesis” de la Palabra de Dios. “El Espíritu Santo, en virtud del que ha sido escrita la Biblia, es el mismo que ilumina con luz nueva la Palabra de Dios a los fundadores y fundadoras. De ella ha brotado cada carisma y de ella quiere ser expresión cada regla, dando origen a itinerarios de vida cristiana marcados por la radicalidad evangélica”. (Ex. ap. postsinodal Verbum Domini, 83)

Vivimos hoy, sobre todo en las sociedades más desarrolladas, una condición a menudo señalada por un pluralismo radical, por una progresiva marginación de la religión de la esfera pública, por un relativismo que afecta a los valores fundamentales. Esto exige que nuestro testimonio cristiano sea luminoso y coherente y que nuestro esfuerzo educativo sea cada vez más atento y generoso. Su acción apostólica en particular, queridos hermanos y hermanas, se convierta en una tarea de vida, que acceda, con perseverante pasión, a la Sabiduría como verdad y como belleza, “esplendor de la verdad”. Sepan orientar con la Sabiduría de su vida y con la confianza en las posibilidades inagotables de la educación verdadera, la inteligencia y el corazón de los hombres y de las mujeres de nuestro tiempo hacia la “vida buena del Evangelio”.

En este momento mi pensamiento va con especial afecto a todos los consagrados y las consagradas, en todas las partes del mundo, y los encomiendo a la Beata Virgen María:


Oh María, Madre de la Iglesia,

confío a ti toda la vida consagrada,

para que obtenga la plenitud de la luz divina:

que viva en la escucha de la Palabra de Dios,

en la humildad para seguir la estela de Jesús tu Hijo y nuestro Señor,

en la acogida de la visita del Espíritu Santo,

en la alegría cotidiana del Magnificat,

para que la Iglesia sea edificada por la santidad de vida

de estos tus hijos e hijas,

en el mandamiento del amor. Amén

[Traducción del original italiano por Carmen Álvarez

©Libreria Editrice Vaticana]

Presentación del Señor




En esta fecha, no sólo se conmemora la purificación de nuestra Madre sino también, un segundo gran misterio: la presentación de Nuestro Redentor en el templo. Además de la ley que obligaba a purificarse, había otra que ordenaba ofrecer a Dios al primogénito, aunque posteriormente podía ser rescatado por cierta suma de dinero. María cumplió estrictamente con todas esas ordenanzas. Permaneció 40 días en su casa sin dejarse ver, absteniéndose de entrar al templo y de participar en las ceremonias de culto. Luego se dirigió a Jerusalén con su hijo en brazos, hizo sus ofrendas como acción de gracias y para su expiación, presentó a su Hijo, por manos del sacerdote a su Padre Celestial y luego lo rescató por cinco shekels recibiéndolo de nuevo en sus brazos hasta que el Padre volviera a reclamarlo. Sin duda alguna, Cristo nos dio un ejemplo de humildad, obediencia y devoción al renovar públicamente la propia oblación al Padre como El lo había hecho en su Encarnación.

Himno

Estás aquí, Señor, bien lo proclaman

los justos que de siempre han esperado

estar cerca de ti, porque te aman

y luchan por el mundo que has salvado.



Estás aquí, mi Dios, humilde hermano,

presencia ante mis ojos revelada,

Salvador eterno del pueblo humano,

Luz de la Luz que brilla en tu mirada.



Bienvenido, Mesías esperado;

que deje el corazón toda amargura

porque Dios, siendo Dios, nos ha salvado

en locura de amor y de ternura.



Demos gracias al Padre que ha querido

darnos el Hijo eterno y bien amado,

todo el pueblo de Dios le cante unido

al Fuego del amor que lo ha engendrado. Amén



Dios todopoderoso y eterno, en este día en que tu Hijo único fue presentado en el templo con un cuerpo como el nuestro, te pedimos nos concedas a nosotros poder ser presentados ante ti, plenamente renovados en nuestro espíritu. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Fuente: EDD