Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



A todos los que ingresen a esta página:


*** BIENVENIDOS ***

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:: Homilías ::

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sábado, 30 de junio de 2012


En la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, Apóstoles y patronos de Roma, Benedicto XVI presidió esta mañana a las 9,00 la solemne celebración Eucarística, en la patriarcal basílica vaticana, durante la cual impuso el sagrado Palio a 44 nuevos arzobispos Metropolitanos. Entre ellos dos mexicanos, un peruano, un guatemalteco, un venezolano y un argentino. 
En su homilía el Obispo de Roma afirmó que “gracias a la luz y la fuerza que viene de lo alto, el papado constituye el fundamento de la Iglesia peregrina en el tiempo”; si bien emergen también, a lo largo de los siglos, “la debilidad de los hombres, que sólo la apertura a la acción de Dios puede transformar”. 
“En verdad –dijo también el Papa–, la promesa que Jesús hace a Pedro es ahora mucho más grande que las hechas a los antiguos profetas: Éstos, en efecto, fueron amenazados sólo por enemigos humanos, mientras Pedro ha de ser protegido de las ‘puertas del infierno’, del poder destructor del mal”. Y añadió que “Pedro es confortado con respecto al futuro de la Iglesia, de la nueva comunidad fundada por Jesucristo y que se extiende a todas las épocas, más allá de la existencia personal del mismo Pedro”. 
El Pontífice recordó a los queridos Metropolitanos que el palio que les impuso, les recordará siempre que han sido constituidos “en y para el gran misterio de comunión que es la Iglesia”, edificio espiritual construido sobre Cristo piedra angular y, en su dimensión terrena e histórica, sobre la roca de Pedro. Y animados por esta certeza, afirmó “sintámonos juntos cooperadores de la verdad, la cual –sabemos– es una y ‘sinfónica’, y reclama de cada uno de nosotros y de nuestra comunidad el empeño constante de conversión al único Señor en la gracia del único Espíritu. 
Su Santidad concluyó su homilía implorando de la Santa Madre de Dios que “nos guíe y nos acompañe siempre en el camino de la fe y de la caridad”. 
Benedicto XVI comenzó su homilía recordando que se encontraban reunidos alrededor del altar para celebrar la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, patronos principales de la Iglesia de Roma. 
Y destacó la presencia de los arzobispos metropolitanos nombrados durante este último año, que acababan de recibir el palio, a quienes dirigió su especial y afectuoso saludo; junto a la delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, enviada por Su Santidad Bartolomé I, que acogió con reconocimiento fraterno y cordial; a la vez que “con espíritu ecuménico”, manifestó su alegría al saludar y dar las gracias al Coro de la Abadía de Westminster, que animó esta liturgia junto con la Capilla Sixtina. Tras saludar a los embajadores y a las autoridades civiles presentes, el Papa dijo: 
Como todos saben, delante de la Basílica de San Pedro, están colocadas dos imponentes estatuas de los apóstoles Pedro y Pablo, fácilmente reconocibles por sus enseñas: las llaves en las manos de Pedro y la espada entre las de Pablo. También sobre el portal mayor de la Basílica de San Pablo Extramuros están representadas juntas escenas de la vida y del martirio de estas dos columnas de la Iglesia. La tradición cristiana siempre ha considerado inseparables a san Pedro y a san Pablo: juntos, en efecto, representan todo el Evangelio de Cristo. En Roma, además, su vinculación como hermanos en la fe ha adquirido un significado particular. 
Tras recordar que la comunidad cristiana de esta ciudad los consideró una especie de contrapunto de los míticos Rómulo y Remo, la pareja de hermanos a los que se hace remontar la fundación de Roma, Su Santidad añadió textualmente: 
Se puede pensar también en otro paralelismo opuesto, siempre a propósito del tema de la hermandad: es decir, mientras que la primera pareja bíblica de hermanos nos muestra el efecto del pecado, por el cual Caín mata a Abel, Pedro y Pablo, aunque humanamente muy diferentes el uno del otro, y a pesar de que no faltaron conflictos en su relación, han constituido un modo nuevo de ser hermanos, vivido según el Evangelio, un modo auténtico hecho posible por la gracia del Evangelio de Cristo que actuaba en ellos. 
El Papa no dejó de recordar que sólo el seguimiento de Jesús conduce a la nueva fraternidad, lo que representa “el primer mensaje fundamental que la solemnidad de hoy nos ofrece a cada uno de nosotros, y cuya importancia se refleja también en la búsqueda de aquella plena comunión, que anhelan el Patriarca ecuménico y el Obispo de Roma, como también todos los cristianos”. 
Y tal como afirma el pasaje del Evangelio de san Mateo que se escuchó durante esta misa, Benedicto XVI dijo que Simón Pedro, el discípulo que, por un don de Dios, puede llegar a ser roca firme, se manifiesta en su debilidad humana como lo que es: una piedra en el camino, una piedra con la que se puede tropezar – en griego “skandalon”: 
Así se manifiesta la tensión que existe entre el don que proviene del Señor y la capacidad humana; y en esta escena entre Jesús y Simón Pedro vemos de alguna manera anticipado el drama de la historia del mismo papado, que se caracteriza por la coexistencia de estos dos elementos: por una parte, gracias a la luz y la fuerza que viene de lo alto, el papado constituye el fundamento de la Iglesia peregrina en el tiempo; por otra, emergen también, a lo largo de los siglos, la debilidad de los hombres, que sólo la apertura a la acción de Dios puede transformar. 
También explicó que en el Evangelio de hoy emerge con fuerza la clara promesa de Jesús: “el poder del infierno”, es decir las fuerzas del mal, no prevalecerán: 
En verdad, la promesa que Jesús hace a Pedro es ahora mucho más grande que las hechas a los antiguos profetas: Éstos, en efecto, fueron amenazados sólo por enemigos humanos, mientras Pedro ha de ser protegido de las «puertas del infierno», del poder destructor del mal. Jeremías recibe una promesa que tiene que ver con él como persona y con su ministerio profético; Pedro es confortado con respecto al futuro de la Iglesia, de la nueva comunidad fundada por Jesucristo y que se extiende a todas las épocas, más allá de la existencia personal del mismo Pedro. 
En cuanto al símbolo de las llaves, que también se escuchó en el Evangelio, el Obispo de Roma dijo:
La llave representa la autoridad sobre la casa de David. Y en el Evangelio hay otra palabra de Jesús dirigida a los escribas y fariseos, a los cuales el Señor les reprocha de cerrar el reino de los cielos a los hombres (cf. Mt 23,13). Estas palabras también nos ayudan a comprender la promesa hecha a Pedro: a él, en cuanto fiel administrador del mensaje de Cristo, le corresponde abrir la puerta del reino de los cielos, y juzgar si aceptar o excluir (cf. Ap 3,7). Las dos imágenes – la de las llaves y la de atar y desatar – expresan por tanto significados similares y se refuerzan mutuamente. 
En cuanto a la expresión “atar y desatar” y su paralelismo “en la tierra… en los cielos”, Benedicto XVI afirmó que garantiza que las decisiones de Pedro en el ejercicio de su función eclesial también son válidas ante Dios: 
A la luz de estos paralelismos, aparece claramente que la autoridad de atar y desatar consiste en el poder de perdonar los pecados. Y esta gracia, que debilita la fuerza del caos y del mal, está en el corazón del ministerio de la Iglesia. La Iglesia no es una comunidad de perfectos, sino de pecadores que se deben reconocer necesitados del amor de Dios, necesitados de ser purificados por medio de la Cruz de Jesucristo.  
De este modo –prosiguió el Pontífice en su homilía– “las palabras de Jesús sobre la autoridad de Pedro y de los Apóstoles revelan que el poder de Dios es el amor, amor que irradia su luz desde el Calvario”. Porque Jesús con su muerte ha vencido el poder del infierno, con su sangre ha derramado sobre el mundo un río inmenso de misericordia, que irriga con su agua sanadora la humanidad entera. 
Queridos hermanos, como recordaba al principio, la tradición iconográfica representa a san Pablo con la espada, y sabemos que ésta significa el instrumento con el que fue asesinado. Pero, leyendo los escritos del apóstol de los gentiles, descubrimos que la imagen de la espada se refiere a su misión de evangelizador. 
Por último, dirigiéndose a los metropolitanos que recibieron el Palio, el Santo Padre les dijo:
Queridos Metropolitanos: el palio que os he impuesto, os recordará siempre que habéis sido constituidos en y para el gran misterio de comunión que es la Iglesia, edificio espiritual construido sobre Cristo piedra angular y, en su dimensión terrena e histórica, sobre la roca de Pedro. Animados por esta certeza, sintámonos juntos cooperadores de la verdad, la cual –sabemos– es una y «sinfónica», y reclama de cada uno de nosotros y de nuestra comunidad el empeño constante de conversión al único Señor en la gracia del único Espíritu. 
Y concluyó su homilía rogando que la Santa Madre de Dios los guíe y los acompañe siempre en el camino de la fe y de la caridad.

viernes, 29 de junio de 2012

Día del Sumo Pontífice


miércoles, 20 de junio de 2012

Día de nuestra enseña patria



A 192 años de la muerte de Manuel Belgrano, su creador y uno de los artífices de la independencia, hoy 20 de junio se homenajea al padre de la Patria y al máximo símbolo de la Nación.

¡Honrémosla siempre y en todo lugar!

domingo, 17 de junio de 2012

¡¡¡Feliz Día del Padre!!!


“Un buen padre vale por cien maestros”

sábado, 16 de junio de 2012

Día del Padre



Podríamos definirnos como personas, también por nuestras relaciones. No somos algo que aparece en el mundo sin referencias. Paternidad, maternidad y filiación nos hablan de relaciones personales que hacen a nuestra historia e identidad. No se trata de algo agregado sino de una relación constitutiva de nuestra vida y que define, desde nuestra libertad, una conducta. Diría que estas relaciones no son algo del pasado, sino que sostienen el presente y es garantía del futuro. Este domingo celebramos el Día del Padre. Más allá de toda consideración comercial que puede estar sobrevalorada, nuestra mirada debe dirigirse con toda justicia y gratitud a esa figura que hace a nuestra verdad de hijos. Dar sentido, y tal vez recuperar la imagen de padre, es reencontrarnos con un aspecto esencial de nuestras vidas. La paternidad tiene algo, o mucho diría, de austeridad. Esto nos habla de su grandeza espiritual. Creo que no es correcto hablar de un derecho a la paternidad, sí de un deseo o de una aptitud. Desde la mirada que hemos planteado de nuestras relaciones, creo que es más correcto hablar del derecho del niño a tener un padre, que del padre a tener un hijo. Cuando partimos de los derechos e intereses del niño, los adultos tienen más obligaciones que derechos. Esto no es una pobreza del adulto, sino un aprender a vivir en el mundo ético de sus responsabilidades. Considero, además, que al niño, al hijo, hay que recibirlo como un don, esto nos preserva de la tentación de lo que me pertenece como dominio, como algo que he construido. Al don se lo recibe con gratitud y se convierte en una tarea. Cuando partimos de la vida del niño como un don, la paternidad se vive como una riqueza que implica obligaciones y responsabilidades.

La paternidad nos habla, como vemos, de madurez, de pensar en el otro respetando sus tiempos, su vocación y sus proyectos, que pueden no ser los míos. La alegría del padre proviene de la realización y el crecimiento de su hijo, que fue creado a "imagen y semejanza de Dios", y no a mi imagen y semejanza. La paternidad humana tiene, en la Paternidad de Dios, un modelo de libertad, de amor, de perdón y misericordia que la eleva y enriquece. Siempre digo que esta referencia a la paternidad divina, que hemos conocido en Jesucristo, es una auténtica escuela de paternidad. Al buscar el bien de sus hijos la paternidad es una presencia de amor que no excluye la exigencia y el límite. El amor auténtico es exigente, no es demagógico ni busca complicidad. Es cierto, también, y en esto hay que tener cuidado y examinarse, que la exigencia sin amor esclaviza. Cuánta gente se siente exigida y no amada. Cada uno lo recordará o tendrá la posibilidad de manifestarle su gratitud y reconocimiento. Quiero unir mi afecto y oración en este día para festejar la figura de quién ha sido y sigue siendo, una referencia única en nuestras vidas. Valorar la imagen de padre es signo de una sociedad que tiene historia y futuro. Reciban de su obispo que, como Padre y Pastor, pide a Dios la bendición sobre todos ustedes.


Mons. José María Arancedo
Arzobispado de Santa Fe de la Vera Cruz

Inmaculado Corazón de María


El Inmaculado Corazón de la Virgen María

Comentario del Evangelio por

Beata Isabel de la Trinidad (1880-1906) carmelita descalza
Último retiro, día decimoquinto
"María conservaba todas estas cosas en su corazón y las meditaba" (Lc 2,19)

«La Virgen conservaba todas estas cosas en su corazón» (Lc. 2, 19 y 51): toda su historia puede resumirse en estas pocas palabras. Fue en su corazón donde ella vivió, y con tal profundidad que no la puede seguir ninguna mirada humana. Cuando leo en el Evangelio «que María corrió con toda diligencia a las montañas de Judea» (Lc. 1, 39) para ir a cumplir su oficio de caridad con su prima Isabel, la veo caminar tan bella, tan serena, tan majestuosa, tan recogida dentro con el Verbo de Dios... Como la de El, su oración fue siempre: «Ecce, ¡heme aquí!» ¿Quién? «La sierva del Señor» (Lc. 1, 38), la última de sus criaturas. Ella, ¡su madre! Ella fue tan verdadera en su humildad porque siempre estuvo olvidada, ignorante, libre de sí misma. Por eso podía cantar: «El Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas; desde ahora me llamarán feliz todas las generaciones» (Lc. 1, 48, 49).
Esta Reina de las vírgenes es también Reina de los mártires. Pero una vez más fue en su corazón donde la espada la traspasó (Lc. 2, 35), porque en ella todo se realiza por dentro... ¡Oh!, qué hermoso es contemplarla durante su largo martirio, tan serena, envuelta en una especie de majestad que manifiesta juntamente la fortaleza y la dulzura... Es que ella había aprendido del Verbo mismo cómo deben sufrir los que el Padre ha escogido como víctimas, los que ha determinado asociar a la gran obra de la redención, los que El «ha conocido y predestinado a ser conformes a su Cristo» (Rm. 8, 29), crucificado por amor. Ella está allí al pie de la cruz, de pie, llena de fortaleza y de valor.

viernes, 15 de junio de 2012

Sagrado Corazón de Jesús


¡en Vos confío!


domingo, 10 de junio de 2012

Colecta Nacional de Cáritas 2012

Nuestro aporte SUMA
¡y MUCHO!

sábado, 9 de junio de 2012


Solemnidad de Corpus Christi

 
SOLEMNIDAD DE CORPUS CHRISTI - 9 de junio de 2012

En el diálogo de Dios con el hombre Jesucristo es, de parte de Dios, la Palabra definitiva que nos ha dejado. Si bien esta Palabra fue dicha y vivió en un tiempo y lugar determinado, siempre es actual. Este es el fruto de la Resurrección que se nos comunica como gracia por el Espíritu Santo. Pascua y Pentecostés son la fuente de su presencia, en la que se cumple su promesa: "Estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo" (cfr. Mt. 28, 20).
Esto significa que hoy puedo comunicarme y encontrarme con él. No recordamos la doctrina de un personaje de la historia, sino que nos encontramos con alguien vivo. La primera consecuencia de esto es que la fe cristiana no es recuerdo de un pasado, sino la celebración de un acontecimiento en el que se actualiza la presencia de Jesucristo. En la solemnidad del Corpus Christi celebramos la presencia viva de Jesucristo en el sacramento de la Eucaristía.
Hay una única presencia de Jesucristo que se nos comunica por su Palabra y los Sacramentos. Podemos distinguir palabra y sacramento, pero no separarlos, porque son el mismo Jesucristo. El relato de Emaús nos habla de esta realidad que es nuestra mayor riqueza, cuando nos dice que Jesús: "les explicó las Escrituras y les partió el Pan" (cfr. Lc. 24). En este gesto los discípulos reconocieron las palabras de la última cena, en las que el Señor les dejó el sacramento de su presencia. Este acontecimiento se convertirá en el centro de la vida de la Iglesia. San Pablo, enviado a predicar y formar comunidades cristianas, fundamenta su ministerio en esta única verdad: "Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he trasmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, dio gracias, lo partió y dijo: Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía" (1 Cor. 11, 23). Esta presencia del Señor es lo que hoy celebramos.
La celebración pública del Corpus Christi es un acto de gratitud a Dios y un testimonio de nuestra fe. Creo que en esta doble dimensión de gratitud y de testimonio, se expresa una fe madura. La gratitud es conciencia del don que hemos recibido, el testimonio, al tiempo que es un acto de alabanza a Dios es, también, un comprender que Jesucristo nos es un don privado para mí, sino la Palabra de Dios hecha Sacramento, alimento para todos. La fe eucarística es, por lo mismo, un acto de responsabilidad apostólica. No comprendemos la Eucaristía sino la vivimos en su dimensión misionera. En cuanto alimento, pan del peregrino, no es un lujo sino una necesidad. Siempre recuerdo, aquel: "no podemos vivir sin la Misa, sin la Eucaristía, del Domingo" de los primeros cristianos. Ellos habían comprendido plenamente el significado de la celebración dominical. Señor, que sepamos descubrir y vivir este diálogo que has iniciado con nosotros a través de tu Hijo, Jesucristo, en la celebración de la Santa Misa.
Deseando que la celebración del Corpus Christi nos ayude a profundizar nuestra fe en la presencia actual y real de Jesucristo, les hago llegar junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.

Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

viernes, 8 de junio de 2012

Invitación a Corpus Christi

texto inicial texto secundario

jueves, 7 de junio de 2012

Corpus Christi

¡Sea por siempre 
bendito y alabado
Jesús Sacramentado!

domingo, 3 de junio de 2012

Homilía Dominical

Varios siglos le llevó a la Iglesia formular este Misterio, que sin embargo desde el principio profesó. Decir que creemos en la Santísima Trinidad significa decir que nuestra fe nos pone en relación con un Dios que es Uno en el Amor y que quiere abrazarnos también a nosotros en esa Unidad: que todos sean uno: como tú Padre estás en mí y yo en ti, reza Jesús en su oración sacerdotal (Jn 17,21). Significa también que maduramos en nuestra vida espiritual a través de relaciones con Personas distintas. No creemos en un dios que es un cúmulo de energías impersonales. Guiados por el Espíritu que nos une al Corazón de Jesús como sus hermanos aprendemos a decir con Él: ¡Abba! (¡Papá!). Y en ese Corazón nos vamos reconociendo también entre nosotros como miembros de Una sola Familia. Nuestra fe en el Dios Trino nos dice además que cada uno de nosotros está llamado a ser él mismo con todas las particularidades que nos hacen únicos. Pero que sólo podemos llegar a la plenitud de nuestro ser si entendemos que aquello que nos hace distintos no es para entrar en comparaciones y competencias egoístas sino para brindar nuestro aporte insustituible a la Comunión en el Amor de todos.