Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



A todos los que ingresen a esta página:


*** BIENVENIDOS ***

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:: Homilías ::

(Clickear sobre la Biblia para leer las lecturas)


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martes, 30 de noviembre de 2010

Informe Económico - Noviembre de 2010



Publicamos el Informe Económico del mes de diciembre de 2010.

Gracias a todos por su generosa colaboración.


A B C
1 INFORME ECONOMICO NOVIEMBRE 2010
2
3 I N G R E S O S
4 Colectas Misas $ 3,556.40
5 Donaciones- Estipendios Misas $ 352
6 Sostenimiento del culto (2%) $ 1,420.00
7
8 TOTAL $ 5,328.40
9
10 E G R E S O S
11 Gastos de Secretaría $ 13
12 Gastos Sacristía $ 248.7
13 Sueldos $ 1,500
14 Sostenimiento Culto
15 Arzobispado 1/3 y Estipendio Misa $ 649
16 Varios:Alumbrado Publico Luz, Rejas, Cruces
17 Catequecis, Colecta Inmigrantes, Agape Sacerdote $ 1,371.00
18 TOTAL $ 3,781.70
19
20 SUPERAVIT DEL MES $ 1,546.70
21

lunes, 29 de noviembre de 2010

Adviento: preparación para la Navidad



Tiempo para prepararse y estar en gracia para vivir con plena alegría el nacimiento del Salvador del mundo.

Significado del Adviento


La palabra latina "adventus" significa “venida”. En el lenguaje cristiano se refiere a la venida de Jesucristo. La liturgia de la Iglesia da el nombre de Adviento a las cuatro semanas que preceden a la Navidad, como una oportunidad para prepararnos en la esperanza y en el arrepentimiento para la llegada del Señor.

El color litúrgico de este tiempo es el morado, que significa penitencia.

El tiempo de Adviento es un período privilegiado para los cristianos ya que nos invita a recordar el pasado, nos impulsa a vivir bien el presente y a preparar el futuro.

Ésta es su triple finalidad:

- Recordar el pasado: celebrar y contemplar el nacimiento de Jesús en Belén. El Señor ya vino y nació en Belén. Ésta fue su venida en la carne, lleno de humildad y pobreza. Vino como uno de nosotros, hombre entre los hombres. Ésta fue su primera venida.

- Vivir el presente: se trata de vivir en el presente de nuestra vida diaria la "presencia de Jesucristo" en nosotros y hacerla presente en el mundo. Vivir siempre vigilantes, caminando por los caminos del Señor, en la justicia y en el amor.

- Preparar el futuro: se trata de prepararnos para la Parusía o segunda venida de Jesucristo en la "majestad de su gloria". Entonces vendrá como Señor y como Juez de todas las naciones, y premiará con el Cielo a los que han creído en Él, vivido como hijos fieles del Padre y hermanos buenos de los demás. Esperamos su venida gloriosa que nos traerá la salvación y la vida eterna sin sufrimientos.

En el Evangelio, varias veces nos habla Jesucristo de la Parusía y nos dice que nadie sabe el día ni la hora en la que sucederá. Por esta razón, la Iglesia nos invita en el Adviento a prepararnos para este momento a través de la revisión y la proyección:

Revisión: aprovechando este tiempo para pensar en qué tan buenos hemos sido hasta ahora y lo que vamos a hacer para ser mejores que antes. Es importante saber hacer un alto en la vida para reflexionar acerca de nuestra vida espiritual y nuestra relación con Dios y con el prójimo. Todos los días podemos y debemos ser mejores.

Proyección: en Adviento debemos hacer un plan para no sólo ser buenos durante este tiempo sino siempre. Analizar qué es lo que más trabajo nos cuesta y hacer propósitos para evitar caer de nuevo en lo mismo.


Algo que no debemos olvidar

El adviento comprende las cuatro semanas antes de la Navidad.

El adviento es tiempo de preparación, esperanza y arrepentimiento de nuestros pecados para la llegada del Señor.

En el adviento nos preparamos para la navidad y la segunda venida de Cristo al mundo, cuando volverá como Rey de todo el Universo.

Es un tiempo en el que podemos revisar cómo ha sido nuestra vida espiritual, nuestra vida en relación con Dios y convertirnos de nuevo.

Es un tiempo en el que podemos hacer un plan de vida para mejorar como personas.

¡Cuidemos nuestra fe!

Esta es una época del año en la que vamos a estar “bombardeados” por la publicidad para comprar todo tipo de cosas, vamos a estar invitados a muchas fiestas. Todo esto puede llegar a hacer que nos olvidemos del verdadero sentido del Adviento. Esforcémonos por vivir este tiempo litúrgico con profundidad, con el sentido cristiano.
De esta forma viviremos la Navidad del Señor ocupados del Señor de la Navidad.

Autor: Tere Fernández del Castillo | Fuente: Catholic.net

domingo, 28 de noviembre de 2010

Benedicto XVI: "La esperanza da vida al hombre"

Durante el Ángelus en la Plaza de San Pedro

CIUDAD DEL VATICANO, domingo 28 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).-

“Esperar” es “una dimensión que atraviesa toda la existencia personal, familiar y social” de lhombre, y esta esperanza “es la vida” de la persona, afirmó el Papa Benedicto XVI, durante el rezo del Ángelus en este primer domingo de Adviento.

Desde la ventana de su estudio del Palacio Apostólico, el Papa se dirigió a los fieles que le esperaban, como cada domingo, en la Plaza de San Pedro para el rezo del Ángelus, recordándoles el sentido del tiempo litúrgico que acaba de empezar para toda la Iglesia.

Con el nuevo año litúrgico, afirmó, la Iglesia emprende “un nuevo camino de fe que, por una parte, hace memoria del acontecimiento de Jesucristo, y por otra, se abre a su cumplimiento final”.

“Es precisamente desde esta doble perspectiva desde donde se vive el Tiempo de Adviento, mirando tanto a la primera venida del Hijo de Dios, cuando nació de la Virgen María, como a su vuelta gloriosa, cuando vendrá a 'juzgar a vivos y muertos', como decimos en el Credo”.

El Papa quiso centrar su reflexión en el “sugestivo tema de la espera”, una actitud, subrayó, profundamente humana, “en el que la fe se convierte, por así decirlo, en un todo con nuestra carne y nuestro corazón”.

Esperar es algo que pertenece a la existencia humana, explicó el Papa, y que “está presente en mil situaciones, desde las más pequeñas y banales hasta las más importantes, que nos implican totalmente y en lo profundo”.

Por ejemplo, “la espera de un hijo por parte de dos esposos; la de un pariente o de un amigo que viene a visitarnos de lejos”; la de un joven “en un examen decisivo, o de una entrevista de trabajo”, o en las relaciones afectivas, “en la espera del encuentro con la persona amada”.

“Se podría decir que el hombre está vivo mientras espera, mientras en su corazón está viva la esperanza”.

Otra de las implicancias de la espera, apuntó el Papa, es que “dan a conocer” a la persona: “nuestra 'estatura' moral y espiritual se puede medir por lo que esperamos, por aquello en lo que esperamos”.

Por ello, invitó a los fieles a “preguntarse: yo, ¿qué espero? ¿A qué, en este momento de mi vida, está dirigido mi corazón? Y esta misma pregunta se puede plantear a nivel de familia, de comunidad, de nación”.

“En el tiempo precedente al nacimiento de Jesús, era fortísima en Israel la espera del Mesías, es decir, de un Consagrado, descendiente del rey David, que habría finalmente liberado al pueblo de toda exclavitud moral y política e instaurado el Reino de Dios. Pero nadie habría nunca imaginado que el Mesías pudiese nacer de una joven humilde como era María, prometida del justo José”.

“Tampoco ella lo habría esperado nunca, pero en su corazón la espera del Salvador era tan grande, su fe y su esperanza eran tan ardientes, que Él pudo encontrar en ella una madre digna”, añadió el Papa.

Por ello, se despidió de los presentes exhortándoles a aprender de la Virgen, “Mujer del Adviento, a realizar los gestos cotidianos con un espíritu nuevo, con el sentimiento de una espera profunda, que sólo la venida de Dios puede colmar”.


Homilía Dominical

Domingo I de Adviento - Ciclo A

Lecturas

Is 2, 1-5
Rm 13, 11-14
Mt 24, 37-44


Comenzamos a vivir hoy el tiempo de Adviento. Término que nos habla de que Alguien viene. Este Alguien, lo sabemos, es Jesús, que viene para encontrarse con nosotros de corazón y así salvarnos.

A este encuentro salvífico lo contemplamos en este tiempo en su triple dimensión histórica: vino a Belén hace más de 2000 años para hacerse uno de nosotros, viene en el hoy de nuestra vida porque está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, y vendrá, por último, al fin de la historia para elevar nuestra carne a la participación de su gloria.

El Evangelio de este domingo nos sitúa frente a esta última venida y nos exhorta a velar y a estar preparados. Velar para evitar que ese día nos sorprenda y prepararse para que este encuentro con el Señor sea pleno.

Para entender esta sorpresa de la que se nos quiere precaver, pienso en nuestros encuentros humanos. Encontrarnos de corazón profundamente entre nosotros no es algo que se improvisa. El "" del amor fiel que se entrega para siempre supone muchos pequeños "sí" cotidianos, que se van renovando en medio de las dificultades, las pruebas y las caídas. Sin estos "sí" de cada día podemos encontrarnos el día menos pensado con la sorpresa de que ya no hay encuentro, de que somos extraños los unos para los otros. Incluso podemos convivir y tratarnos frecuentemente pero sólo a un nivel superficial. Los corazones ya no se reconocen. Esto mismo puede pasarnos con Dios. Por eso el consejo del Señor es velar y estar preparados.

¿Qué significa velar? Estar atentos, despiertos. Entre nosotros puede ocurrir, incluso si nos vemos seguido, que no nos prestemos atención. Quizá no nos tengamos bronca pero para nuestra vida el otro no cuenta, no es significativo. De igual manera con Dios. Es posible decir que tenemos fe y a la vez vivir como si Él no existiera. Su realidad no afecta la nuestra, la única realidad con la que contamos es la que se ve. Él no es para nosotros alguien que vive, nos ama y con quien compartimos la vida. Una pregunta que podríamos hacernos al fin de cada jornada para saber si estamos en vela es si hemos conversado con Él a lo largo del día acerca de nuestras decisiones, problemas, afectos, tentaciones, alegrías y tristezas.

¿Y estar preparados? El encuentro supone la entrega mutua. Podemos conversar mucho, estar en contacto a cada rato a través de las redes sociales por internet, etc., pero si el encuentro se limita a ésto, si no nos pide la entrega de soportar al otro, perdonarlo, acompañarlo y ayudarlo en las dificultades, quedará irremediablemente en lo superficial.

Prepararse para el encuentro con Jesús es también vivir nuestra entrega de cada día a Él. Si velamos, si estamos atentos, cada día decubriremos una entrega nueva que nos está pidiendo y que implicará compartir en cierta medida con Él la cruz. "Quédense aquí velando conmigo", les pide a los apóstoles en el huerto de Getsemaní (Mt 26,38). Serán los sufrimientos de la vida, será un perdón que cuesta, la mortificación de nuestro orgullo y egoísmo, etc. Cualesquiera que sean estas entregas, vividas con Él y ofrecidas a Él, harán más profundo nuestro encuentro con Dios ¡y con los demás! Y así entenderemos también más profundamente cuánto vale nuestra vida (¡toda vida humana!) porque Él se entregó por nosotros primero y totalmente.

Queridos hermanos, Jesús viene a nuestro encuentro en la Eucaristía de este domingo entregándonos toda su vida. Pidámosle que fortalezca nuestro "sí" de cada día para que, despiertos y preparados, podamos darle el "" grande cuando venga a nuestro encuentro para compartir la gloria de su Reino. Que María, nuestra Madre, que pronunció su "" con corazón pleno, nos ayude y acompañe.

¡Feliz domingo y santo Adviento para todos!




P. Daniel Gazze

sábado, 27 de noviembre de 2010

Si cambio yo, ¡cambia el mundo!



¿Qué pasaría

si me preparara para recibir la Buena Nueva?

Un deseo del Santo Padre...



¡¡¡que celebramos y compartimos!!!

27 de noviembre de 2010


"Vigilia por la Vida Naciente"


Hoy, sábado 27 de noviembre, el Santo Padre celebrará en la Basílica de San Pedro una solemne “Vigilia por la vida naciente" coincidiendo con las Primeras Vísperas del primer Domingo de Adviento en el marco de la cercana solemnidad de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo. La Vigilia comprenderá, además de las Vísperas, también la adoración Eucarística, para agradecer al Señor que, con el don total de sí mismo, ha dado sentido y valor a toda vida humana y para invocar su protección sobre cada ser humano llamado a la existencia.


Todos nosotros somos concientes de los peligros que amenazan hoy la vida humana a causa de la cultura relativista y utilitarista que ofusca la percepción de la dignidad propia de cada persona humana, cualquiera sea el estadio de su desarrollo. Estamos llamados más que nunca a ser “el pueblo de la vida” (Juan Pablo II, Evangelium Vitae, n. 79) con la oración y el compromiso.

Con esta Vigilia celebrada en todas las Iglesias particulares en unión con el Santo Padre, pastor universal, pediremos la gracia y la luz del Señor para la conversión de los corazones y daremos un testimonio eclesial común a favor de una cultura de la vida y del amor.



La vida, don y responsabilidad


El Santo Padre ha querido iniciar el tiempo de Adviento con una solemne "Vigilia por la vida naciente". El nacimiento de Jesús nos habla no sólo del valor de su vida y misión, sino que se convierte, para toda la humanidad, en el camino que ilumina y protege la vida de cada ser humano. La vida naciente presenta la exigencia de un derecho y reclama la responsabilidad de una tarea que nos compromete.

La fe no me aísla en una relación personal con Dios, sino que me compromete con su obra, en especial con su obra mayor que es el hombre. La gloria de Dios consiste, decía san Ireneo, en que el hombre viva, y la vida del hombre consiste en el encuentro con Dios. Todo este misterio de la grandeza de la vida y el destino del hombre está encerrado en la fragilidad de la vida naciente. Por ello, la realidad de esta vida es un don y una responsabilidad para el hombre y la sociedad.

No somos dueños de la vida humana, pero sí partícipes necesarios de su concepción y cuidado. Esta verdad pertenece al orden natural y es captado por la razón y compromete, por lo mismo, una actitud moral. No podríamos hablar de la dignidad de la vida humana sino asumimos la exigencia de la tutela de su primer derecho, que es el derecho a la vida. Esto pertenece al orden la justicia que nos habla de dar a cada uno lo que le corresponde, en este caso el cuidado de la vida concebida. La correcta lectura de este hecho sólo requiere de una mirada simple, pero necesita de una actitud responsable. Cuánto debemos agradecer el esfuerzo de personas e instituciones que acompañan este don de la vida, pienso entre nosotros en Grávida. Y qué triste es escuchar voces que proclaman el aborto seguro como un logro de la ciencia.

Cuando el hombre olvida, por otra parte, su origen y destino trascendente queda encerrado en un mundo inmanente sin raíces ni horizonte. Esta afirmación que es fruto de la fe no es ajena a la razón, pero sí le agrega a la vida del hombre un valor de trascendencia que le da un sentido de plenitud. A aquellas razones humanas sobre la dignidad de la vida del hombre, esta mirada de fe le agrega la dimensión de una vocación que es única y personal, y para la cual Jesucristo ha venido para ser su Camino, su Verdad y su Vida. Toda la historia del amor de Dios, que en Jesucristo se ha hecho don personal para cada uno de nosotros, tiene en la vida naciente de todo hombre el comienzo de un diálogo que es la razón del envío y misión de Jesucristo. Para esto he venido, nos dirá, para que el hombre participe de la vida de Dios. Estas razones que conocemos por la fe, porque provienen de la Palabra de Jesucristo, enriquecen a la razón y comprometen con más fuerza el cuidado de la vida.

Que esta Vigilia por la vida naciente, con la que el Santo Padre ha querido inaugurar este tiempo de Adviento, renueve en nosotros el compromiso con la defensa de la vida en todas sus etapas. Reciban junto a mi afecto y oración, mi bendición en el Señor Jesús y María Santísima, Nuestra Madre de Guadalupe.


Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

viernes, 26 de noviembre de 2010

Benedicto XVI: "Catalina de Siena sacudió las mentes y los corazones provocando conversión y renovación"


CIUDAD DEL VATICANO, viernes 26 de noviembre de 2010

Catequesis que el Papa Benedicto XVI pronunció durante la Audiencia General celebrada en el Aula Pablo VI ante peregrinos procedentes de todo el mundo.

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy quisiera hablarles de una mujer que ha tenido un papel eminente en la historia de la Iglesia. Se trata de santa Catalina de Siena. El siglo en que vivió –el decimocuarto– fue una época difícil para la vida de la Iglesia y para todo el tejido social en Italia y en Europa. Con todo, incluso en los momentos de mayor dificultad, el Señor no cesa de bendecir a su Pueblo, suscitando Santos y Santas que sacudan las mentes y los corazones provocando conversión y renovación. Catalina es una de éstos y aún hoy nos habla y nos empuja a caminar con valor hacia la santidad para ser de forma cada vez más plena discípulos del Señor.

Nacida en Siena, en 1347, en una familia muy numerosa, murió en su ciudad natal en 1380. A la edad de 16 años, impulsada por una visión de santo Domingo, entró en la Orden Terciaria Dominica, en la rama femenina llamada Mantellate [llamadas así por llevar un manto negro, n.d.t.]. Permaneciendo con la familia, confirmó el voto de virginidad que había hecho de forma privada cuando era aún adolescente, se dedicó a la oración, a la penitencia, a las obras de caridad, sobre todo en beneficio de los enfermos.

Cuando la fama de su santidad se difundió, fue protagonista de una intensa actividad de consejo espiritual hacia toda categoría de personas: nobles y hombres políticos, artistas y gente del pueblo, personas consagradas, eclesiásticos, incluido el papa Gregorio XI, que en aquel periodo residía en Aviñón y a quien Catalina exhortó enérgica y eficazmente a volver a Roma. Viajó mucho para solicitar la reforma interior de la Iglesia y para favorecer la paz entre los Estados: también por este motivo el Venerable Juan Pablo II la quiso declarar Copatrona de Europa, para que el Viejo Continente no olvide nunca las raíces cristianas que están en la base de su camino y siga tomando del Evangelio los valores fundamentales que aseguran la justicia y la concordia.

Catalina sufrió mucho, como muchos Santos. Alguno pensó incluso que había que desconfiar de ella hasta el punto de que en 1374, seis años antes de su muerte, el capítulo general de los Dominicos la convocó a Florencia para interrogarla. Le pusieron al lado a un fraile docto y humilde, Raimundo de Capua, futuro Maestro General de la Orden. Convertido en su confesor y también en su “hijo espiritual”, escribió una primera biografía completa de la Santa. Fue canonizada en 1461.

La doctrina de Catalina, que aprendió a leer con dificultad y a escribir cuando era ya adulta, está contenida en el Diálogo de la Divina Providencia o bien Libro de la Divina Doctrina, una obra maestra de la literatura espiritual, en su Epistolario y en la colección de las Oraciones. Su enseñanza está dotada de una riqueza tal que el Siervo de Dios Pablo VI, en 1970, la declaró Doctora de la Iglesia, título que se añadía al de Copatrona de la Ciudad de Roma, por voluntad del Beato Pío IX, y de Patrona de Italia, por decisión del Venerable Pío XII.

En una visión que nunca se borró del corazón y de la mente de Catalina, la Virgen la presentó a Jesús, que le dio un espléndido anillo, diciéndole: "Yo, tu Creador y Salvador, te desposo en la fe, que conservarás siempre pura hasta cuando celebres conmigo en el cielo tus bodas eternas” (Raimundo de Capua, S. Catalina de Siena, Legenda maior, n. 115, Siena 1998). Ese anillo le era visible solo a ella. En este episodio extraordinario advertimos el centro vital de la religiosidad de Catalina y de toda auténtica espiritualidad: el cristocentrismo. Cristo es para ella como el esposo, con el que hay una relación de intimidad, de comunión y de fidelidad; es el bien amado sobre cualquier otro bien.

Esta unión profunda con el Señor está ilustrada por otro episodiode la vida de esta insigne mística: el intercambio del corazón. Según Raimundo de Capua, que transmite las confidencias recibidas de Catalina, el Señor Jesús se le apareció con un corazón humano rojo resplandeciente en la mano, le abrió el pecho, se lo introdujo y dijo: “Queridísima hija, como el otro día tomé el corazón tuyo que me ofrecías, he aquí que ahora te doy el mío, y de ahora en adelante estará en el lugar que ocupaba el tuyo” (ibid.). Catalina vivió verdaderamente las palabras de san Pablo, “...no vivo yo, sino que Cristo vive en mí" (Gal 2,20).

Como la santa de Siena, todo creyente siente la necesidad de conformarse a los sentimientos del Corazón de Cristo para amar a Dios y al prójimo como el mismo Cristo ama. Y todos nosotros podemos dejarnos transformar el corazón y aprender a amar como Cristo, en una familiaridad con Él nutrida por la oración, por la meditación sobre la Palabra de Dios y por los Sacramentos, sobre todo recibiendo frecuentemente y con devoción la santa Comunión. También Catalina pertenece a este grupo de santos eucarísticos con la que quise concluir mi Exhortación Apostólica Sacramentum Caritatis (cfr n. 94). Queridos hermanos y hermanas, la Eucaristía es un extraordinario don de amor que Dios nos renueva continuamente para nutrir nuestro camino de fe, revigorizar nuestra esperanza, inflamar nuestra caridad, para hacernos cada vez más semejantes a Él.

Alrededor de una personalidad tan fuerte y auténtica se fue construyendo una verdadera y auténtica familia espiritual. Se trataba de personas fascinadas por la autoridad moral de esta joven mujer de elevadísimo nivel de vida, y quizás impresionadas también por los fenómenos místicos a los que asistían, como los frecuentes éxtasis. Muchos se pusieron a su servicio y sobre todo consideraron un privilegio ser guiados espiritualmente por Catalina. La llamaban “mamá”, pues como hijos espirituales tomaban de ella la nutrición del espíritu.

También hoy la Iglesia recibe un gran beneficio del ejercicio de la maternidad espiritual de tantas mujeres, consagradas y laicas, que alimentan en las almas el pensamiento de Dios, refuerzan la fe de la gente y orientan la vida cristiana hacia cimas cada vez más elevadas. “Hijo te digo y te llamo –escribe Catalina dirigiéndose a uno de sus hijos espirituales, el cartujo Giovanni Sabatini-, en cuanto que te doy a luz a través de continuas oraciones y deseo en presencia de Dios, así como una madre da a luz a su hijo" (Epistolario, Carta n. 141: A don Giovanni de’ Sabbatini). Al fraile dominico Bartolomeo de Dominici solía dirigirse con estas palabras: "Dilectísimo y queridísimo hermano e hijo en el dulce Jesucristo".

Otro rasgo de la espiritualidad de Catalina está ligado al don de las lágrimas. Estas expresan una sensibilidad exquisita y profunda, capacidad de conmoción y de ternura. No pocos santos tuvieron el don de las lágrimas, renovando la emoción del mismo Jesús, que no reprimió ni escondió su llanto ante el sepulcro del amigo Lázaro y al dolor de María y de Marta, y a la vista de Jerusalén, en sus últimos días terrenos. Según Catalina, las lágrimas de los Santos se mezclan con la Sangre de Cristo, de la que ella habló con tonos vibrantes y con imágenes simbólicas muy eficaces: “Tengan memoria de Cristo crucificado, Dios y hombre (…). Pongan por objetivo a Cristo crucificado, escóndanse en las llagas de Cristo crucificado, ahóguense en la sangre de Cristo crucificado" (Epistolario, Carta n. 16: A uno cuyo nombre se calla).

Aquí podemos comprender por qué Catalina, aún consciente de las debilidades humanas de los sacerdotes, hubiese tenido siempre una grandísima reverencia por ellos: ellos dispensan, a través de los Sacramentos y la Palabra, la fuerza salvífica de la Sangre de Cristo. La Santa de Siena invitó siempre a los sagrados ministros, también al Papa, a quien llamaba “dulce Cristo en la tierra", a ser fieles a sus responsabilidades, movida siempre y sólo por su amor profundo y constante por la Iglesia. Antes de morir dijo: “Partiendo del cuerpo yo, en verdad, he consumido y dado la vida en la Iglesia y por la Iglesia Santa, lo cual me es de singularísima gracia" (Raimundo de Capua, S. Caterina da Siena, Legenda maior, n. 363).

De santa Catalina, por tanto, aprendemos la ciencia más sublime: conocer y amar a Jesucristo y a su Iglesia. En el Diálogo de la Divina Providencia, ella, con una imagen singular, describe a Cristo como un puente lanzado entre el cielo y la tierra. Está formado por tres escalones constituidos por los pies, el costado y la boca de Jesús. Elevándose a través de estos escalones, el alma pasa a través de las tres etapas de todo camino de santificación: el desapego del pecado, la práctica de las virtudes y del amor, la unión dulce y afectuosa con Dios.

Queridos hermanos y hermanas, aprendamos de santa Catalina a amar con valor, de forma intensa y sincera, a Cristo y la Iglesia. Hagamos nuestras para ello las palabras de santa Catalina que leemos en el Diálogo de la Divina Providencia, en la conclusión del capítulo que habla de Cristo-puente: "Por misericordia nos has lavado en la Sangre, por misericordia quisiste conversar con las criaturas. ¡Oh Loco de amor! ¡No te bastó encarnarte, sino que quisiste también morir! (...) ¡Oh misericordia! El corazón se me ahoga al pensar en vos: a dondequiera que me vuelva a pensar, no encuentro sino misericordia" (cap. 30, pp. 79-80). Gracias.
©Libreria Editrice Vaticana

jueves, 25 de noviembre de 2010

Confirmaciones en la Capilla Nuestra Señora de la Guardia


Capilla Nuestra Señora de La Guardia

Catequesis de iniciación - Capilla "Ángeles Custodios"

Catequesis de iniciación - Capilla Nuestra Señora de la Guardia

Catequesis de adultos - Parroquia Nuestra Señora de Belén, Colastiné Norte

Presididas por el Pbro. Cngo. Ricardo Mazza, delegado de Mons. Arancedo, se celebraron en la tarde de ayer las Confirmaciones en la Capilla de Nuestra Señora de La Guardia.

De las mismas, participaron grupos de Catequesis de la Capilla Nuestra Señora de la Guardia, de la Capilla Ángeles Custodios de El Bañado y dos jóvenes de la Catequesis de Adultos de la Cuasiparroquia Nuestra Señora de Belén.

A estos hermanos nuestros que fueron confirmados en su fe, a sus familias y a los catequistas que los acompañaron durante los encuentros:

¡¡¡ FELICITACIONES!!!


Más fotos, a la derecha del blog.

miércoles, 24 de noviembre de 2010


martes, 23 de noviembre de 2010

“Luz del mundo”: Benedicto XVI responde al hombre de hoy


CIUDAD DEL VATICANO, martes 23 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).-

¿Qué estás haciendo conmigo? Ahora, la responsabilidad la tienes Tú. ¡Tú tienes que conducirme! Yo no puedo. Si Tú me has querido a mí, entonces también tienes que ayudarme”.

Eso es lo que Benedicto XVI pudo decirle al Señor con sencillez en el momento en que fue elegido papa, según explica él mismo en el libro-entrevista "Luz del mundo. El Papa, la Iglesia y los signos de los tiempos", presentado este martes en el Vaticano.

Al responder a unas 220 preguntas del periodista alemán Peter Seewald, a lo largo de 176 páginas, Benedicto XVI aclara numerosas cuestiones en torno a los retos de la sociedad actual, la fe y la crisis de la Iglesia.

No faltan sus explicaciones sencillas y pedagógicas sobre cuestiones controvertidas como el caso Williamson, su discurso en Ratisbona, los Legionarios de Cristo y su fundador, el uso del preservativo, la indisolubilidad del matrimonio, los homosexuales, sus modificaciones en la liturgia, su opinión sobre Pío XII, el celibato, el sacerdocio femenino, los nacionalismos,...

¿Cómo ora un papa?

El relato detallado de sus experiencias más humanas como pontífice es una de las novedades del libro, fruto de la tercera sesión de conversaciones concedidas al periodista alemán Peter Seewald, después de las dos anteriores antes de ser elegido papa, que se tradujeron en los libros superventas La sal de la tierra y Dios y el mundo.

Benedicto XVI explica en primera persona, por ejemplo, cómo es su relación personal con Dios. “La oración y el contacto con Dios son ahora más necesarios y también más naturales y evidentes que antes”, reconoce, y asegura que, en medio de su intensa actividad, “se da sin duda la experiencia y la gracia del oficio”.

“También él es un simple mendigo frente a Dios, y más que todas las demás personas -revela-. Por supuesto que rezo siempre en primerísimo lugar a nuestro Señor, con el que tengo una relación de tantos años. Pero también invoco al Espíritu Santo”.

“Me interno en la comunión de los santos -añade-. Con ellos, fortalecido por ellos hablo entonces también con Dios, sobre todo mendigando, pero también dando gracias, o simplemente con alegría”.

Sobre su elección a suceder a Juan Pablo II, recuerda: “Yo había estado totalmente seguro de que ese ministerio no era mi destino, sino que entonces, después de años de gran esfuerzo, Dios me iba a conceder algo de paz y tranquilidad”.

“En ese momento sólo pude decirme y ponerme en claro: al parecer, la voluntad de Dios es otra, y comienza algo totalmente distinto, nuevo para mí. Él estará conmigo”, explica, con humildad.

Benedicto XVI constata que la responsabilidad de un papa “es realmente gigantesca”. Reconoce que nota que las fuerzas decaen, que “todo esto sobreexige a una persona de 83 años”, pero destaca que “gracias a Dios hay muchos buenos colaboradores”.

Al mismo tiempo, es consciente de que, para responder a todos los requerimientos, “hay que atenerse con disciplina al ritmo del día y saber para cuándo se necesita la energía”.


En su vida cotidiana, Benedicto XVI no hace deporte; sigue diariamente las noticias, y a veces también ve algún DVD con sus dos secretarios. “Nos gusta ver a Don Camilo y Peppone”, explica. También revela que en los días festivos, escuchan música y conversan.

Asegura que no tiene miedo a un atentado y reconoce: “Pocas son las personas que tienen tantos encuentros como yo. Sobre todo son importantes para mí los encuentros con los obispos del mundo entero”.

Afirma sentirse reconfortado con las muchas cartas que recibe de gente sencilla que le dan aliento, así como obsequios y alguna visita y “siento también el consuelo 'de lo alto', experimento al orar la cercanía del Señor en la oración, o en la lectura de los Padres de la Iglesia veo el resplandor de la belleza de la fe”.

Respecto a su predecesor, Benedicto XVI afirma que se sabe “realmente un deudor suyo que, con su modesta figura, procura continuar lo que Juan Pablo II hizo como gigante”. “Junto a los grandes, tiene que haber también pequeños papas que den lo suyo”, indica.

Renuncia al papado

En las conversaciones con Seewald, que tuvieron lugar en Castelgandolfo del lunes al sábado del pasado mes de julio -una hora diaria-, Benedicto XVI no cerró la puerta a la posibilidad de renuncia al papado.

“Se puede renunciar en un momento sereno, o cuando ya no se puede más -dijo-. Si el papa llega a reconocer con claridad que física, psíquica y mentalmente no puede ya con el encargo de su oficio, tiene el derecho y, en ciertas circunstancias, también el deber de renunciar”.

De sus cinco años de pontificado, destaca los viajes a diversos países, la celebración del Año Paulino y el Año Sacerdotal y los dos sínodos, sobre todo el de la palabra de Dios.

“Por otro lado están esos grandes periodos de escándalo y las heridas que se han infligido a la Iglesia”, indica, pero que “tienen para nosotros una fuerza purificadora y, al final, pueden ser elementos positivos”.

Con transparencia, el papa también reconoce estar decepcionado por algunas realidades: “Decepcionado sobre todo de que en el mundo occidental exista ese disgusto con la Iglesia, de que la secularidad siga haciéndose autónoma, de que desarrolle formas en las que los hombres son apartados cada vez más de la fe, de que la tendencia general de nuestro tiempo siga siendo opuesta a la Iglesia”.

Sincero y cercano

Otra de las novedades de Luz del mundo es el estilo directo, lleno de libertad, sinceridad y cercanía. “Nunca antes en la historia de la Iglesia un papa había respondido con tanta franqueza a las preguntas de un periodista en una entrevista directa y personal”, indica la editorial Herder, responsable de la edición española.

En referencia al título del libro-entrevista, Peter Seewald indica que “cuando se le escucha de ese modo y se está sentado frente a él, se percibe no sólo la precisión de su pensamiento y la esperanza que proviene de la fe, sino que se hace visible de forma especial un resplandor de la Luz del mundo, del rostro de Jesucristo, que quiere salir al encuentro de cada ser humano y no excluye a nadie”.

Poner a Dios en el centro

Luz del mundo incluye también algunos de los habituales análisis de Benedicto XVI claros y concisos sobre la situación actual de la Iglesia y del mundo, con la identificación de numerosos problemas y la propuesta de no menos respuestas y soluciones.

“Se podrían enumerar muchos problemas que existen en la actualidad y que es preciso resolver, pero todos ellos sólo se pueden resolver si se pone a Dios en el centro, si Dios resulta de nuevo visible en el mundo”, destaca el Papa en un momento de la entrevista.

Respecto a la Iglesia, asegura que “vive”. “Contemplada sólo desde Europa pareciera que se encuentra en decadencia”, indica, “pero ésta es sólo una parte del conjunto. En otros continentes crece y vive, está llena de dinamismo”.

España y América Latina

El Papa ofrece numerosas referencias concretas de varios países. Respecto a España, por ejemplo, destaca en la página 127 que “es uno de los grandes países católicos que ha regalado a la Iglesia grandes santos y grandes impulsos y que, además, ha marcado a América Central y del Sur”.

“Es un país de contrastes dramáticos -opina-. Pensemos en el contraste entre la República de la década de 1930 y Franco, o en la dramática lucha actual entre la secularidad radical y la fe decidida. Es un país que, hoy como ayer, se encuentra en un gran movimiento histórico, que cuenta además con una pluralidad de culturas, que se encuentran, por ejemplo, los vascos y los catalanes”.

Por otra parte, indica que “en definitiva, dos son las figuras que han hecho creer a los hombres en América Latina: por un lado, la Madre, y , por el otro, el Dios que sufre”.

Finalmente, remite a la sencillez del cristianismo y señala que “en nuestro racionalismo y frente al poder de las dictaduras emergentes, Él nos muestra la humildad de la Madre, que se aparece a niños pequeños y les dice lo esencial: fe, esperanza, amor, penitencia”.


Monseñor Fisichela: el libro de Seewald ilumina el tiempo actual

Una reflexión del presidente del Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización

CIUDAD DEL VATICANO, martes 23 de noviembre de 2010 (ZENIT.org)

El nuevo libro–entrevista Luz del mundo permitirá “entrar hasta los pliegues de la vida personal del Papa”, así como “en las grandes cuestiones que marcan la teología del momento, los diferentes debates políticos que acompañan siempre las relaciones entre los diferentes paíseses” y también “los cuestionamientos que a menudo ocupan gran parte del debate público”.

Así lo dijo hoy el presidente del Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización monseñor Rino Fisichella durante la presentación del libro Luz del Mundo que se realizó esta mañana en rueda de prensa en la Santa Sede y que contó con la presencia de su autor, el periodista alemán Peter Seewald.

El presidente del recién creado dicasterio dijo que el Papa en el libro “desea clarificar un lenguaje sencillo”, pero no por ello “menos profundo”.

Manipulaciones

Monseñor Fisichella, respondió a las diversas preguntas que hicieron los periodistas sobre el párrafo en el que el Papa admite el uso preservativo en casos “fundados de carácter aislado” como el de “un prostituido” que “utiliza un preservativo, pudiendo ser esto un primer acto de moralización”, como dice textualmente el libro.

Aclaró en primer lugar, que no se puede reducir el libro a una sola frase extraída de Benedicto XVI “sería una ofensa a la inteligencia del Papa y una instrumentalización gratuita de sus palabras”.

Monseñor Fisichella aseguró que, cuando el Papa se refiere en este libro a la conocida respuesta que dio durante el viaje en África en marzo de 2009 con respecto al uso del preservativo, se refería al tema de la humanización de la sexualidad.

Una respuesta que "era necesaria insertarla dentro de la Iglesia, en la cual a menudo se pierde el objetivo”.

“El tema de la sexualidad en la enseñanza de la Iglesia está orientado al amor conyugal”, dijo el ex presidente de la Pontificia Academia para la vida, quien recordó que sobre el tema “el Catecismo es muy claro”.

Cualidades del libro

De otro lado, monseñor Fisichella destacó también la “familiaridad, confidencia, ironía, en algunos momentos el sarcasmo” que presenta el autor del libro, pero especialmente resaltó la “sencillez y verdad” de Benedicto XVI para responder a las preguntas presentadas por Seewald.

“Una empresa no fácil en el período de la comunicación que tiende a menudo a subrayar sólo algunos aspectos y deja en la sombra la globalidad”, dijo.

“La impresión que uno se lleva es la de un Papa optimista sobre la vida de la Iglesia a pesar de las dificultades que lo acompañan desde siempre”, asegura el prelado.

Señaló que el Papa aprovecha en este libro para abrir “el corazón de su vida cotidiana” y poder también” “expresar con la debida confianza – parresía – los problemas que están en el tapete de la historia de estos años”.

Aclaró que no se trata de un volumen escrito por Benedicto XVI sin embargo “aquí se condensa su pensamiento, sus preocupaciones, los sufrimientos de estos años, su programa pastoral y las expectativas para el futuro”.

Por un lado “parece que nos invitara a entrar en su apartamento, compartiendo con el lector los ritmos de su trabajo”. Por otro “evoca imágenes que bien describen el estado de ánimo de los meses pasados”.

Benedicto XVI responde en un tono sencillo, hecho que permite “plasticidad de las imágenes que a menudo recorren, permitiendo comprender plenamente el drama de algunos hechos”.

“Un volumen que debe leerse y meditarse para entender una vez más en qué manera la Iglesia puede estar en el mundo para anunciar una bella noticia que trae alegría y serenidad”, aseguró el prelado.

También se tiene en cuenta “la perspectiva a través de la cual es posible entrar en la profundidad de su pensamiento y en la interpretación de algunos de sus actos”.

Una entrevista que por muchos motivos invita a hacer “un serio examen de conciencia dentro y fuera de la Iglesia” para alcanzar “una verdadera conversión del corazón y de la mente”.

Y concluyó diciendo que son páginas que “dejan transpirar con claridad el pensamiento del Papa”. Según el prelado “algunos deberían replantearse las descripciones que han explotado en el pasado y que lo han hecho ver como un hombre oscurantista y enemigo de la modernidad”.

Por Carmen Elena Villa



Primeras Comuniones en la Parroquia



El sábado 20 y el domingo 21 de noviembre recibieron su Primera Comunión los chicos que asistieron a los encuentros de la catequesis de iniciación en la Parroquia Nuestra Señora de Belén y en el Salón San Cayetano, que depende de la Parroquia.

A los chicos que recibieron a Jesús Eucaristía
y a sus familias:

¡¡¡¡ Felicitaciones !!!!






Más fotos, a la derecha del blog.

Adviento 2010


La Iglesia nos invita a iniciar el Tiempo de Adviento, como preparación a la Fiesta de Navidad. La vida cristiana sólo se entiende en términos de encuentro con Jesucristo; este hecho, el ser un “encuentro”, hace de la preparación un aspecto esencial. Todo encuentro para que sea fecundo necesita de una preparación. Encuentro es apertura, espera y comunión. La vida cristiana no es ajena a esta dinámica, no es algo mágico ni mecánico, sino el encuentro del amor de Dios con la libertad del hombre.

Nuestra libertad, incluso frente a Dios, es signo de grandeza y responsabilidad. La liturgia, en su rica pedagogía, dispone de tiempos de preparación para este renovado encuentro con Dios que viene a nosotros en Jesucristo.

Cuando hablamos de preparación creo que es oportuno recordar la parábola del Sembrador. En ella es tan importante la vitalidad de la semilla como la riqueza del suelo. La semilla siempre conservará su poder, pero necesita de la disponibilidad de la tierra. Conocemos los términos de esta parábola, que es bueno releerla, sólo retengo el final: “Y los que reciben la semilla en tierra buena, son los que escuchan la Palabra, la aceptan y dan fruto al treinta, al sesenta y al ciento por uno” (Lc. 4, 1-20). Definir la vida cristiana en términos de encuentro con Jesucristo, nos permite no instalarnos en esa cómoda y aparente certeza de lo adquirido y conocido que, cuántas veces, empobrece nuestro nivel espiritual y fervor misionero. Hacemos del cristianismo una práctica que nos contiene y da seguridad, pero que no siempre nos hace testigos gozosos de una Vida Nueva.

En este Tiempo la Iglesia nos hablará a través de propuestas y testigos
. En primer lugar nos señalará la importancia de la oración, como respuesta a una lectura orante de la Biblia. La oración es signo de la presencia del Espíritu Santo que nos mueve hacia ese encuentro con Jesucristo. Palabra y oración equivale a decir, Jesucristo y Espíritu en el plan de Dios. Este es el contexto en el que crece la vida cristiana. También nos hablará de la práctica del ayuno como expresión de penitencia, de dominio personal y actitud de servicio a nuestros hermanos más necesitados. El horizonte del ayuno es la caridad. Finalmente nos propone intensificar nuestra limosna, como gesto de privación, austeridad y de solidaridad con quienes menos tienen. A estas enseñanzas hay que vivirlas desde la fe, para descubrir en ellas su profundo sentido de comunión con Dios y de servicio.

Los testigos son hombres elegidos por Dios, para anunciar la llegada del Señor y acompañar nuestro camino hacia él
. Así, Isaías nos dirá: “Preparen en el desierto el camino del Señor” (Is. 40, 3), para agregar: “No temas, porque yo estoy contigo, no te inquietes, porque yo soy tu Dios” (Is. 41, 10). La profecía es la certeza de la presencia de Dios que mantiene viva la esperanza de su pueblo. Juan Bautista, el Precursor, nos señala la llegada de la salvación esperada: el tiempo se ha cumplido, y señalándolo a Jesús, nos dice: “Este es el Cordero de Dios” (Jn. 1, 29). Tiempo de espera y de cumplimiento. Estas dos figuras nos presentan, a través de sus palabras y testimonio, la riqueza de una Presencia anunciada y actual, que nos llama a un encuentro siempre nuevo.

En la persona de María Santísima, “la hija de Sión, la alegría de Israel y el orgullo de nuestro pueblo”, el tiempo alcanza su plenitud y se nos entrega el Salvador. “Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor” (Lc. 1, 45), es el saludo de su prima Isabel y el mayor reconocimiento a su actitud de fe y confianza en Dios. Ella nos sigue enseñando, desde el hoy del Evangelio, a vivir este tiempo de preparación y encuentro con el Señor. Disponibilidad a la obra de Dios, Comunión en el camino de su Hijo y conciencia de la Misión, son tres momentos en la vida de la Virgen María. Disponibilidad como apertura, Comunión como estilo de vida y Misión como compromiso con la obra de su Hijo, tienen que ser para nosotros, en nuestro peregrinar como Iglesia, un ideal en el camino de preparación a la celebración del nacimiento de Nuestro Señor.

Vivimos este Adviento, además, en el contexto pastoral de la Iglesia en Argentina que nos ha propuesto caminar bajo el lema: “Hacia un Bicentenario en Justicia y Solidaridad”. Para ello, hemos presentado aportes que se orientan a recrear las condiciones de vida para una nueva Nación. Esto también debe formar parte de nuestra vida cristiana. La fe no nos aleja de lo concreto de nuestra historia y sus circunstancias, por el contrario, ella nos compromete a trabajar por su presente y futuro. Recordemos que Jesús lloró por su Patria, Jerusalén, porque la amaba. Entre las metas que nos hemos propuesto me voy a referir sólo a la primera, que nos habla de la familia y de la vida. En ella podemos encontrar elementos de reflexión y de examen de conciencia, para este tiempo de preparación que debe ser tiempo de conversión y de compromiso ciudadano.

“Recuperar el respeto por la familia y por la vida en todas sus formas”. Familia y vida son resonancias de nuestra fe en un Dios que nos ha revelado su designio de amor y salvación. No estamos ante hechos coyunturales o sólo culturales y, por lo mismo, sin una identidad propia y permanente. Podemos, por ello, hablar y anunciar el Evangelio de la Vida y de la Familia, como realidades que tienen su fuente en Dios y su plenitud de gracia en Jesucristo. Decir Evangelio es decir anuncio. Si bien el sentido de estas verdades las podemos comprender y explicar en el plano humano como científico sin recurrir a la fe, sin embargo ella nos descubre el significado último y trascendente que tiene la vida del hombre como obra de Dios. La ley nueva de este Reino es, precisamente, el Evangelio de las Bienaventuranzas (Mt 5,3-12). Hemos sido creados para participar en la bienaventuranza del Reino de Dios. La dignidad humana tiene su primer principio en el derecho a la vida y su destino último la plenitud de vida en el Reino de Dios. Aquí se encuentran la fe y la razón, “como las dos alas con las cuales el espíritu humano contempla la verdad” (F. R. 1).

El Santo Padre ha querido presidir una Vigilia de oración por la vida, con ocasión del inicio litúrgico del tiempo de Adviento. El lema que ha elegido para esta jornada es: “La defensa de la vida que nace”. Creo que esta iniciativa nos ayuda a profundizar el sentido único e irrepetible de toda vida humana. Además de la oración, que es la base de toda acción cristiana, como de la clara palabra docente, debemos comprometernos en todo aquello que esté a nuestro alcance para acompañar la vida naciente. Tenemos en nuestra Arquidiócesis, gracias a Dios, la presencia de “Grávida” como signo y testimonio de una obra posible, pero que necesita de conocimiento y compromiso. No quiero dejar de mencionar la obra de los “Hogares sustitutos”, que con su silencio y entrega son presencia del amor providente de Dios.

Queridos hermanos, tratemos de vivir este tiempo de Adviento como un tiempo de preparación y de gracia en nuestra vida, en nuestras familias y comunidades cristianas. Que la liturgia, con su sabia pedagogía celebrativa, nos vaya guiando en este camino de conversión, para disponernos a la alegría de un renovado encuentro con Jesucristo. Reciban junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor Jesús y María Nuestra Madre de Guadalupe.

Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

Santa Fe de la Vera Cruz, Noviembre de 2010

lunes, 22 de noviembre de 2010

Adviento: tiempo de preparación y gracia

Calendario Litúrgico

Con la Solemnidad de Cristo Rey, que celebramos ayer, se termina el Tiempo Ordinario y comienza el Nuevo Año Litúrgico con el tiempo de Adviento.

Durante este período tan especial, la Iglesia nos invita a reflexionar sobre el tiempo y darnos cuenta de que somos parte de la eternidad. Dios siempre nos lleva adelante. El calendario litúrgico es una forma de ver cómo Dios camina a nuestro lado. La liturgia constantemente nos llama a adentrarnos en este caminar hacia lo infinito.

Debemos darnos cuenta de que este tiempo de Adviento es una invitación al recogimiento que nos permitirá recibir mejor al Salvador del Mundo.


domingo, 21 de noviembre de 2010

Solemnidad de Cristo Rey


Jesucristo, Rey del Universo
¡Venga a nosotros tu Reino!


La Solemnidad de Cristo Rey fue establecida por el Papa Pío XI en el año 1925. El centro de esta Fiesta es la identidad de Jesús, como Rey y Señor de todo lo creado. Por lo tanto Jesús es Alfa y Omega, principio y el fin de todas las cosas.



¿Por qué Cristo es nuestro Rey y Señor?


Desde la antigüedad se ha llamado Rey a Jesucristo, en sentido metafórico, en razón al supremo grado de excelencia que posee y que le encumbra entre todas las cosas creadas. Así, se dice que:

• reina en las inteligencias de los hombres porque Él es la Verdad y porque los hombres necesitan beber de Él y recibir obedientemente la verdad;

• reina en las voluntades de los hombres, no sólo porque en Él la voluntad humana está entera y perfectamente sometida a la santa voluntad divina, sino también porque con sus mociones e inspiraciones influye en nuestra libre voluntad y la enciende en nobles propósitos;

• reina en los corazones de los hombres porque, con su supereminente caridad y con su mansedumbre y benignidad, se hace amar por las almas de manera que jamás nadie —entre todos los nacidos— ha sido ni será nunca tan amado como Cristo Jesús.


¿Qué cosa habrá para nosotros más dulce y suave que el pensamiento de que Cristo impera sobre nosotros, no sólo por derecho de naturaleza, sino también por derecho de conquista, adquirido a costa de la redención? Ojalá todos los hombres tuviéramos siempre presente que fuimos rescatados al precio de Su Sangre. No somos, pues, ya nuestros, puesto que Cristo nos ha comprado por precio grande; hasta nuestros mismos cuerpos son miembros de Jesucristo.


Orígenes

Opúsculo sobre la oración 25.

Si, como dice nuestro Señor y Salvador, el reino de Dios no vendrá espectacularmente, ni anunciarán que está aquí o está allí, sino que el reino de Dios está dentro de nosotros, pues la palabra está cerca de nosotros, en los labios y en el corazón, sin duda, cuando pedimos que venga el reino de Dios, lo que pedimos es que este reino de Dios, que está dentro de nosotros, salga afuera, produzca fruto y se vaya perfeccionando. Efectivamente, Dios reina ya en cada uno de los santos, ya que éstos se someten a su ley espiritual, y así Dios habita en ellos como en una ciudad bien gobernada. En el alma perfecta está presente el Padre, y Cristo reina en ella, junto con el Padre, de acuerdo con aquellas palabras del Evangelio: Vendremos a él y haremos morada en él.

Este reino de Dios que está dentro de nosotros llegará, con nuestra cooperación, a su plena perfección cuando se realice lo que dice el Apóstol, esto es, cuando Cristo, una vez sometidos a él todos sus enemigos, entregue a Dios Padre su reino, y así Dios lo será todo para todos. Por esto, rogando incesantemente con aquella actitud interior que se hace divina por la acción del Verbo, digamos a nuestro Padre que está en los cielos: Santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino.

Con respecto al reino de Dios, hay que tener también esto en cuenta: del mismo modo que no tiene que ver la luz con las tinieblas, ni la justicia con la maldad, ni pueden estar de acuerdo Cristo y el diablo, así tampoco pueden coexistir el reino de Dios y el reino del pecado.

Por consiguiente, si queremos que Dios reine en nosotros, procuremos que de ningún modo el pecado siga dominando nuestro cuerpo mortal, antes bien, mortifiquemos todo lo terreno que hay en nosotros y fructifiquemos por el Espíritu; de este modo, Dios se paseará por nuestro interior como por un paraíso espiritual y reinará en nosotros él solo con su Cristo, el cual se sentará en nosotros a la derecha de aquella virtud espiritual que deseamos alcanzar: se sentará hasta que todos sus enemigos que y en nosotros sean puestos por estrado de sus pies, y sean reducidos a la nada en nosotros todos los principados, todos los poderes y todas las fuerzas.

Todo esto puede realizarse en cada uno de nosotros, y el último enemigo, la muerte, puede ser reducido a la nada, de modo que Cristo diga también en nosotros: ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? Ya desde ahora este nuestro ser, corruptible, debe vestirse de santidad y de incorrupción, y este nuestro ser, mortal, debe revestirse de la inmortalidad del Padre, después de haber reducido a la nada el poder de la muerte, para que así, reinando Dios en nosotros, comencemos a disfrutar de los bienes de la regeneración y de la resurrección.

Homilía Dominical

Domingo XXXIV del TO - Ciclo C
Solemnidad de Cristo Rey
Lecturas

2º Sam 5, 1-3
Col 1, 12-20
Lc 23, 35-43


Culmina el año litúrgico, con esta celebración de Cristo Rey. Y nos encontramos con este evangelio donde el rey al que celebramos en vez de honores recibe burlas, en vez de dictar sentencia perdona, y en vez de un título grabado en el mármol tiene un letrero sobre la cruz en la que está clavado. ¡Qué difícil es reconocer una realeza de estas características!

Y, sin embargo, sólo Él tiene la llave del Paraíso. Esa palabra que evoca el jardín donde Dios quiso poner al hombre creado por amor, el lugar hacia el que todo ser humano quisiera caminar si escucha en profundidad la voz de su corazón. Lugar que nos habla de plenitud de vida, de armonía y de paz.

En las posturas de los dos malhechores crucificados con Él se encuentra la disyuntiva que tarde o temprano toda la humanidad tiene que resolver al toparse con el sufrimiento y la muerte.
Para estar en el Paraíso, quisiéramos también nosotros identificarnos con el buen ladrón, del que San Juan Crisóstomo, obispo de Constantinopla en el s. IV dijo: "lo vio clavado en una cruz y le suplicó como si hubiera estado en un trono. Lo vio condenado y le pidió una gracia como a un rey. ¡Oh admirable malhechor! ¡Viste a un hombre crucificado y lo proclamaste Dios!"

Por eso podemos preguntarnos qué distingue a este malhechor del otro, por qué el buen ladrón ha robado el Paraíso. En primer lugar pide estar en el Reino de Jesús, no como el otro que piensa en una salvación sólo para este mundo. ¿No estamos a veces quizá también nosotros tentados de caer en el mismo reproche y decir: "Señor, tu Evangelio no nos sirve, no es efectivo para resolver nuestros problemas en este mundo, no sos el rey que necesitamos, hay otros poderes que pueden ofrecernos más seguridades"? El buen ladrón es capaz de intuir en el Corazón de Jesús el amor gratuito y generoso, que es el material del que está construido el Reino eterno. En segundo lugar también se da cuenta de la absoluta inocencia de Jesús. Está allí no porque tenga culpa alguna ("no ha hecho nada malo") sino para estar junto a él en la cruz y así hacer posible que esté también con Él en el Paraíso.

¡Cómo duele el sufrimiento de un inocente! Pero también cómo consuela (¡el único consuelo definitivo!) saber que hay alguien que está junto a nosotros y nos comprende íntegramente porque lo ha soportado con total inocencia y lo ha transformado en puerta del Paraíso.

En nuestro mundo de hoy, tan lleno de sufrimientos vividos en soledad se intenta eliminar los signos religiosos en lugares públicos. Me pregunto si no nos haría sentir todavía más solos el que, en medio de nuestro trajinar diario poblado de dificultades, no pudiéramos posar la vista un instante sobre la imagen de Jesús reinando desde la cruz. Y es así, queridos hermanos, como este buen ladrón se quedó con el Paraíso, se convirtió de malhechor en rey, de compañero de Jesús en el dolor en partícipe de su gloria. Aprendamos de él a confesar la realeza del Señor y a asociarnos a ella, viviéndola como entrega por la reconciliación y servicio a los que sufren.

Hoy estamos reunidos como pueblo de sacerdotes, profetas y reyes por nuestra condición de bautizados. Que al recibir el cuerpo entregado y resucitado de Jesús se fortalezca nuestra fe en su victoria y nuestra decisión de seguirlo también nosotros al Paraíso.

¡Feliz y santo domingo!


Jesucristo,
alfa y omega,
principio y fin,
Señor de la historia y Rey del Universo.

P. Daniel Gazze

Evangelio Ilustrado


¡Que viva el Rey!

Evangelio según San Lucas (23, 35-43)


(Clickear sobre la imagen para ver tamaño completo)



sábado, 20 de noviembre de 2010

Primeras Comuniones en la Parroquia


¡La Eucaristía es el GRAN REGALO que nos hizo Jesús!

En ella nos entrega todo su AMOR, donándonos su VIDA.



Los días sábado 20 de noviembre y domingo 21 de noviembre, tomarán su Primera Comunión los chicos que se estuvieron preparando en los encuentros de catequesis.

¡Los esperamos a todos para acompañar a los niños que recibirán a Jesús Eucaristía por primera vez!



viernes, 19 de noviembre de 2010

Fiesta de Cristo Rey



Este domingo celebramos la Fiesta de Jesucristo, Rey del Universo. Con ella concluye el ciclo litúrgico del presente año para comenzar el Tiempo de Adviento. El significado de esta fiesta tiene un sentido teológico y otro referido al obrar según el Evangelio. La teología da fundamento al orden moral, es decir, a la actividad del hombre en su relación con sus hermanos y la creación. No se puede separar lo que uno cree, de cómo uno vive aquello que cree.

Teología y moral son dos aspectos de la vida cristiana que tienen una misma fuente: Jesucristo. Ambas tienen en él un lugar de encuentro, que es principio de vida y acción. El cristiano contempla a Dios desde Jesucristo, y con él orienta y da sentido a su vida. Por ello decimos que Jesucristo es el centro y la fuente de esta relación del hombre con Dios y con el mundo.

El sentido teológico de esta Fiesta nos presenta la misión de Jesucristo como principio que recrea y da unidad a la humanidad y el universo, orientándolos hacia Dios, que es su fuente y vocación última. San Pablo lo expresa diciendo: "El (Jesucristo) es la imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda la creación, porque en él fueron creadas todas las cosas. El es también la Cabeza del Cuerpo, es decir, de la Iglesia. Por él quiso reconciliar consigo todo lo que existe en la tierra y el cielo, restableciendo la paz por la sangre de su cruz" (Col. 1, 15-20). Esta función de Cristo es el sentido de su reinado: "para esto he nacido y he venido al mundo" (Jn. 18, 37), le dirá a Pilato. En esta Fiesta celebramos el reinado de Jesucristo, como la verdad que orienta la vida del hombre en el mundo.

El sentido moral se nos muestra en este caso, en el ejercicio del poder. La gente espera ver signos de este reinado según las formas del mundo. En cambio, se encuentran con una imagen que contradice esa función. "Si eres Rey de los Judíos, sálvate a ti mismo y a nosotros" (Lc. 23, 35-43), le dicen los que lo observan en la cruz. ¿Cuáles son los rasgos de su reinado? El ejercicio de la autoridad lo vive como un servicio. Esta es la primera contradicción que presenta Jesucristo a los ojos del mundo. Las actitudes de su reinado son humildad y servicio, es decir, pensar primero en el bien del otro. Jesucristo, por quién "fueron creadas todas las cosas", vino para reconciliar a este mundo y transformarlo en un Reino de verdad y vida, de santidad y gracia, de justicia, de amor y de paz. Esto ya no es una utopía sino una realidad que se nos ofrece. El vivir en Cristo es la clave de este Reino de Dios.

Cuando nos referíamos a la necesidad de un nuevo estilo de liderazgo, en la carta: "Hacia un Bicentenario en Justicia y Solidaridad", teníamos presente la imagen de Jesucristo. Es fundamental, decíamos, "generar y alentar un estilo de liderazgo centrado en el servicio al prójimo y al bien común". No quedarse encerrado en la omnipotencia del poder, sino descubrirse como un servidor. Esto implica austeridad de vida, primacía de los valores morales, coherencia y ejemplaridad en la gestión, capacidad de escucha y de compromiso con las necesidades del otro, es decir, vivir con entrega un ideal que es posible y del cual estoy llamado a ser protagonista.

Reciban junto a mi afecto y oraciones mi bendición en la Fiesta de Cristo Rey, que nos invita a ser protagonistas de un Mundo Nuevo.

Mons. José María Arancedo

Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz


El consistorio, signo del “estilo colegial” de gobierno de Benedicto XVI

CIUDAD DEL VATICANO, viernes 19 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).-

El consistorio que hoy comienza en el Vaticano y que concluirá mañana con la imposición del capelo a veinticuatro nuevos cardenales muestra una vez más el estilo “colegial” que el Papa Benedicto XVI tiene en el gobierno de la Iglesia.

Así lo afirmó el director de la Sala de Prensa, padre Federico Lombardi, en su reflexión editorial semanal para Octava Dies, el semanario informativo del Centro Televisivo Vaticano.

El nombramiento de nuevos cardenales “es siempre esperado con una viva curiosidad no sólo en la Iglesia, sino también por los observadores externos”, reconoció Lombardi.

“Apenas el Papa anuncia los nombres de los nuevos cardenales, comienza toda una serie de comentarios en las más diversas perspectivas, de observaciones estadísticas, de cálculos de pesos relativos de nacionalidades, continentes, etc.”.

En realidad, explica el portavoz vaticano, “en sus nombramientos el Papa tiene presentes criterios muy distintos, entre los cuales ciertamente sobresalen la importancia de las tareas llevadas a cabo en el servicio eclesial y la universalidad de la representación”.

Este colegio cardenalicio constituye “un grupo de personalidades de primer plano, al que se confía el deber crucial de la elección del Sucesor de Pedro, pero que debe también colaborar y apoyar al Papa en su ministerio con plena solidaridad espiritual”.

La jornada de oración y reflexión con la que inicia el Consistorio de noviembre, “a pesar de su inevitable brevedad, muestra dos aspectos importantes de la función y del espíritu con el que trabaja el colegio cardenalicio: la oración y la reflexión”.

“El Papa quiere rezar con aquellos que más de cerca deben apoyar su servicio y quiere participar en su reflexión común”, explicó, aludiendo a la primera parte del consistorio, que tiene lugar hoy, y en la que los cardenales debaten sobre cuestiones de actualidad.

El padre Lombardi observa un detalle: el Papa no sólo comparte hoy los debates, sino que come también con los cardenales, “detalle ciertamente secundario, pero no privado de significado”.

“Es una comunidad que se encuentra, que comparte responsabilidades y preocupaciones por los principales problemas que la Iglesia afronta en el mundo”.

El Papa “sigue y escucha con grandísima atención cada intervención, como hizo en las semanas de los Sínodos de los Obispos, como hace en las continuas visitas ad Limina de los grupos de obispos de todo el mundo (al menos 20 grupos distintos en un año), en innumerables coloquios y audiencias”.

“Su servicio está profundamente inserto en la experiencia del episcopado mundial”, explica Lombardi.

Ahora, “los días del Consistorio ponen de relieve una dimensión más de la 'colegialidad' de su estilo de gobierno de la Iglesia”, concluye.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Invitación



Solemnidad de Cristo Rey

“Día de la familia de Acción Católica”


“Acción Católica, comunidad formadora de discípulos misioneros.”

- Año del Bicentenario de la Patria -


La Acción Católica comunica que celebrará la festividad de Cristo Rey como “Día de la familia de Acción Católica” en torno al altar del Señor, el sábado 20 de noviembre, a las 20 hs., en la Catedral Metropolitana.

Al finalizar la Misa continuará el encuentro fraterno con una cena en el Colegio San José de Varones (entrada por calle San Jerónimo).

A quienes no puedan concurrir se les pide una oración especial, y si es posible, la Eucaristía ofrecida por la ACA.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Imágenes y símbolos religiosos



La presencia de símbolos religiosos tiene una razón de ser en la vida e historia de una comunidad que hay que saber leer y respetar. No se puede borrar la historia religiosa o cultural de un pueblo desde una aparente actitud de progresismo cultural. Los momentos mayores de nuestra historia estuvieron marcados o presididos por una referencia explícita y pública a Dios. Pienso en nuestra Constitución Nacional, que al tiempo que abría las puertas de la Patria naciente a "todos los hombres del mundo que quieran habitar en suelo argentino", no ocultaba una invocación a Dios "fuente de toda razón y justicia", y presidía ese acto solemne un crucifijo, símbolo de la fe cristiana.

El justo orgullo de ser "cuna de la Constitución", no nos debería hacer olvidar las raíces y razones de fe de nuestros mayores de la cual somos herederos, y en la cual hemos crecido. Ellos no discriminaron a nadie, por el contrario su fe los hizo abiertos a todos y respetuosos de todos. También a nosotros, como santafesinos, nos acompaña la devoción a la Virgen de Guadalupe que ha sido proclamada nuestra patrona. Negar esta presencia es, también, un acto reñido con la pacífica, religiosa y tolerante historia de nuestra provincia. Por el contrario, considero que estamos ante un planteo injusto porque no reconoce raíces ni historia. Es, además, plantear problemas que no existen, es confrontar gratuitamente.

En estos días veía la visita del Papa a Compostela con todo el simbolismo religioso y cultural del camino a Santiago, con sus características cruces en los caminos. Podríamos multiplicar los ejemplos a lo largo del mundo. Pensemos en nuestra Patria, por ejemplo en Itatí de Corrientes, o en la Virgen del Valle de Catamarca. A nadie se le puede ocurrir pensar en discriminación por la presencia de estas imágenes que tienen una razón de ser en la comunidad. Espero que en el tratamiento de este tema haya madurez histórica, respeto social y prudencia política en nuestros legisladores.


Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz