Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



A todos los que ingresen a esta página:


*** BIENVENIDOS ***

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:: Homilías ::

(Clickear sobre la Biblia para leer las lecturas)


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lunes, 31 de mayo de 2010

Informe Económico - Mayo de 2010

Publicamos el Informe Económico del mes de mayo de 2010.

Gracias a todos por su generosa colaboración.



A B C
1 INFORME ECONOMICO MES: MAYO 2010
2
                I N G R E S O S
Colectas Misas                  $ 2,506.30
5 Donaciones    
Sostenimiento del culto (2%)                  $ 1,952.00
7
                                       TOTAL                  $ 4,458.30
9
10                   E G R E S O S
11  Gastos de Secretaría                   $ 104.00
12 Gastos Sacristía                   $ 60.00
13 Sueldos                   $ 200.00
14 Sostenimiento Culto
15  Arzobispado 1/3                   $ 650.00
16 Varios:                   $ 400.00
17
18                                         TOTAL                   $ 1,414.00
19
20  Super avit del Mes                   $ 3,044.30
21

Fiesta de la Visitación



Comentario del Evangelio de hoy:

por Beata Teresa de Calcuta (1910-1997), fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad


«María se puso en camino»

Después de que María fue visitada por el ángel, se puso rápidamente en camino a casa de su prima Isabel, la cual también esperaba un hijo. Y el niño que había de nacer, Juan Bautista, saltó de gozo en el vientre de Isabel. ¡Qué maravilla! ¡El Dios todopoderoso, para anunciar la venida de su Hijo, escogió a un niño que había de nacer!
María, a través del misterio de la Anunciación y de la Visitación, representa el modelo de vida que nosotros deberíamos llevar. Primero acogió a Jesús en su existencia; seguidamente,
compartió lo que había recibido. Cada vez que recibimos la Santa Comunión, Jesús, el Verbo, se hace carne en nuestra vida –don de Dios, al mismo tiempo bello, gracioso, singular. Ésta fue la primera Eucaristía: María ofrece a su Hijo en ella, en quien Él había puesto el primer altar. María, la única que podía afirmar con una confianza absoluta: «Ésto es mi cuerpo», a partir de ese primer momento ofreció su propio cuerpo, su fuerza, todo su ser, para la
formación del Cuerpo de Cristo.
Nuestra Madre la Iglesia ha elevado, delante del rostro de Dios, a un gran honor a las mujeres proclamando a María Madre de la Iglesia.

domingo, 30 de mayo de 2010

Homilía Dominical

Solemnidad de la Santísima Trinidad
Lecturas

Pr 8, 22-31
Rm, 5,1- 5
Jn 16, 12-15

Hoy la Iglesia nos propone celebrar y adorar de una manera especial a la Santísima Trinidad. Aunque desborda nuestro intelecto y parece hacer estallar nuestras categorías mentales, se trata de un misterio profundamente racional. Además, es importantísimo tratar de comprenderlo para entender mejor cómo es nuestro Dios, y para entendernos también nosotros, que somos su imagen y semejanza.

Si prestamos atención al despliegue litúrgico de la historia de la salvación, descubrimos casi espontáneamente que, en sus obras, Dios se manifiesta de distintas maneras. Es un Dios que crea, que da la vida, que es origen de todo lo que existe. En ese sentido, con toda razón puede ser llamado Padre, porque engendra, educa, acompaña. También el año litúrgico nos hace contemplar su incansable búsqueda del hombre, extraviado desde el origen de los tiempos por el pecado original: así lo vemos hacerse hombre y entregarse a la muerte. Es decir, se hace hermano nuestro, y por lo tanto, se muestra como Hijo. Y para culminar su obra redentora, después de resucitar promete y envía al Espíritu santificador. De este modo, al recorrer la historia salvífica, naturalmente comprendemos que Dios no tiene un solo rostro, sino que se reveló de distintas maneras: como Padre, Hijo y Espíritu. El nuestro es un Dios que se ha dado a conocer como comunión de personas: ¡la Trinidad es otra manera de decir que Dios es Amor!

Qué importante, para nuestra existencia cristiana cotidiana, no quedarnos ante la Trinidad como si fuera una abstracción lejana, o una construcción intelectual que nada tiene que ver con nuestra vida. Algunas experiencias humanas pueden ayudarnos a "saborear" más intensamente este rico dogma de nuestra fe. La primera lectura de hoy nos hacía oír el diálogo que la Sabiduría de Dios mantiene consigo misma. Como si Dios hablara consigo mismo y se relatara lo que ha hecho desde siempre: crear la belleza y el poder del universo, las aguas majestuosas, las montañas y abismos. La Trinidad también es eso: el eterno diálogo de amor que Dios mantiene en su intimidad, y al cual nosotros estamos invitados. Esta experiencia no es ajena a nuestra humanidad. En cada uno de nosotros también se da esta incensante conversación con nuestro propio yo. Si prestamos atención descubrimos que nos acompaña siempre un testigo silencioso, que es la propia conciencia. El diálogo con ella es el pensamiento, que nunca se detiene en nosotros.

Así como nunca dejamos de respirar, porque somos vivientes, tampoco nunca dejamos de pensar, porque somos humanos. Y a este fenómeno hay que cuidarlo mucho. La sociedad de hoy lo hace difícil: nos atiborra de imágenes, nos manipula emocionalmente, nos quita la serenidad... El mensaje parecer ser: "no pensés", "disfrutá", "hacé la tuya", "no te comprometás"... Algunos llaman "pensamiento débil" a esta forma "light" de vivir. Pero si el pensamiento se debilita, también la fe se enferma, porque ella necesita de la razón, y lo que es más grave, se daña nuestra condición humana. Sin pensamiento sólido, el hombre queda expuesto e indefenso ante la lógica del poder. Por otra parte, el diálogo con nuestro propio yo condiciona nuestras relaciones humanas: si "lo que te decís" a vos mismo no es verdadero, sano, amable, entonces toda vinculación con el prójimo quedará marcada por este desequilibrio interior. Muchas veces los prejuicios, sentimientos de hostilidad, desconfianza o agresividad hacia el prójimo, ¡no son sino consecuencias de la negatividad del propio yo!

La última reflexión que sugiere el final del texto de los Proverbios. La Sabiduría de Dios dice: "yo estaba a su lado como un hijo querido y lo deleitaba recreándome delante de él". Los verbos hebreos utilizados en este fragmento significan jugar, divertirse. ¡Como si la sabiduría encontrase placer y felicidad en crear el mundo! Efectivamente, Dios no ha creado las cosas por necesidad, sino por amor, es decir, gratuitamente. Y parecería invitar al hombre a este tipo de vinculación con Él: una relación donde hay lugar para lo gratuito, para las cosas que hacemos simplemente porque son lindas y agradables. Sin dudas, el trato con Dios supone responsabilidad, pero estos textos muestran que el nuestro no es un Dios tan tremendo, sino que nos invita a desdramatizar muchas situaciones y a sentir la confianza de un Dios amigable: su alegría es estar con los hijos de los hombres.

P. Gerardo Galetto

Evangelio Ilustrado


La Santísima Trinidad

Evangelio según San Juan (16,12-15)

(Clickear sobre la imagen para ver tamaño completo)




sábado, 29 de mayo de 2010

Solemnidad de la Santísima Trinidad


El domingo siguiente a Pentecostés la Iglesia celebra la Fiesta de la Santísima Trinidad. En ella celebramos la vida íntima de Dios, a la cual sólo podemos acceder porque Jesucristo, el Hijo de Dios, nos la ha revelado. Es decir, podemos hablar de la existencia de Dios a partir de una reflexión del hombre como ser espiritual, o como una criatura que necesita de la presencia de un Creador.

Esto es posible y a esta conclusión han llegado muchos filósofos, que han descubierto la existencia de Dios por el camino de la razón. Pero este camino tiene un límite, por él no podríamos conocer la intimidad de Dios, necesitamos, para ello, que sea él quién nos hable de si mismo. Por ello utilizamos la palabra misterio, porque sólo accedemos a este conocimiento cuando el mismo Dios nos lo da a conocer. Cuál es el camino para este conocimiento de Dios?, la respuesta es Jesucristo, que ha venido para revelarnos la intimidad de Dios. Nadie conoce al Padre, nos dirá Jesucristo, "sino el Hijo y aquel a quién el Hijo se lo quiera revelar" (Lc. 10, 21). La Biblia no es un libro de historia, sino de conocimiento de Dios y, por lo mismo, de nosotros mismos.

La fe cristiana no tiene otra fuente para el conocimiento de Dios que no sea la Palabra del mismo Jesucristo. Pero es importante comprender cómo la fe, que nos llega por la Palabra de Dios, no se opone a la razón sino que amplía el alcance de su conocimiento. La fe y la razón, decía Juan Pablo II: "son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre, continúa, el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerlo a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo" (Fides et Ratio, 1). A este conocimiento de Dios, que para nosotros es un "misterio", sólo llegamos por el camino de la Revelación, que nos llega por medio de la Palabra del mismo Dios. Como vemos el misterio no se opone a la razón, el hombre no tiene que renunciar a su inteligencia, pero sí debe estar abierto, en cuanto ser espiritual, a un conocimiento que trasciende los límites de la inteligencia humana. La fe, diría, eleva y perfecciona la inteligencia del hombre, para conocer la realidad con los ojos de Dios.

Qué significa el Misterio de la Santísima Trinidad? Jesucristo nos dice que él ha sido enviado por su Padre, para comunicarnos la vida de Dios y, luego, cuando vuelve junto a su Padre, nos dice que nos va a enviar al Espíritu Santo. Como vemos hay tres realidades en Dios: el Padre, el Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo, pero hay un solo Dios. Este era el problema que se planteaban los primeros cristianos, y que ocupó los dos primeros Concilios donde se definió la fe trinitaria de la Iglesia, y que quedó expresado en el Credo que hoy rezamos: Creo en un solo Dios, decimos, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Toda la obra pertenece a Dios, pero de acuerdo a lo que Jesucristo nos revela en el Evangelio, cada una de las tres divinas personas cumple una tarea dentro del mismo plan de Dios. Al Padre se lo ve como Creador, al Hijo como Redentor y al Espíritu Santo como Santificador. Por ello en nuestras oraciones nos referimos a ellos en cuanto Dios, pero viendo su propia misión. Esto también nos habla de que Dios no es una soledad en si, sino una comunión de personas. Dios es Amor, nos dirá san Juan. Esta imagen de la comunión de Dios es la fuente y el modelo de lo que debe ser la Iglesia. Jesucristo nos lo dice en su oración: "Padre, como tú estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno" (Jn. 17, 21).

Reciban de su Obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Mons. José María Arancedo

Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

jueves, 27 de mayo de 2010

Via Lucis organizado por IAM



Así como durante la Cuaresma la Iglesia recuerda en el "Via Crucis" el Camino de la Cruz que cargó Jesús, durante el tiempo pascual también recuerda el triunfo del Señor sobre la muerte y el pecado, la victoria definitiva de la luz sobre las tinieblas, en el "Via Lucis" o Camino de la Luz.


Desde el Domingo de Pascua hasta el de Pentecostés hubo cincuenta días llenos de acontecimientos inolvidables y trascendentales que los cercanos a Jesús vivieron intensamente, con una gratitud y un gozo inimaginables.

En el Via Lucis se recorren catorce estaciones con Cristo triunfante desde la Resurrección a Pentecostés, siguiendo los relatos evangélicos. Se incluye también la venida del Espíritu Santo porque, como dice el Catecismo de la Iglesia Católica: "El día de Pentecostés, al término de las siete semanas pascuales, la Pascua de Cristo se consuma con la efusión del Espíritu Santo que se manifiesta, da y comunica como Persona divina" (n.731).

El sábado 22 de mayo, los chicos de IAM y sus familias, prepararon el Via Lucis para toda la comunidad parroquial.




¡¡¡FELICITACIONES A TODA LA IAM:
A LOS CHICOS
Y A SUS FAMILIAS,
Y A LOS COORDINADORES
Y ANIMADORES!!!


Más fotos, a la derecha del blog

martes, 25 de mayo de 2010

¡¡¡ FELIZ CUMPLEAÑOS, ARGENTINA !!!

1810 ::: 25 de Mayo ::: 2010

200 años
de la Revolución de Mayo



Oración por la PATRIA

Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.
Nos sentimos heridos y agobiados.
Precisamos tu alivio y fortaleza.
Queremos ser nación.
Una nación cuya identidad
sea la pasión por la verdad
y el compromiso por el bien común.
Danos la valentía de la libertad de los hijos de Dios
para amar a todos sin excluir a nadie,
privilegiando a los pobres
y perdonando a los que nos ofenden,
aborreciendo el odio y construyendo la paz.
Concédenos la sabiduría del diálogo
y la alegría de la esperanza que no defrauda.
Tú nos convocas.
Aquí estamos, Señor, cercanos a María,
que desde Luján nos dice:
¡Argentina! ¡Canta y camina!
Jesucristo, Señor de la historia,
te necesitamos.

Amén.





domingo, 23 de mayo de 2010

Homilía Dominical

Fiesta de Pentecostés
Lecturas
Hch 2, 1-11
Co 12, 3b-7. 12-13
Jn 20, 19-23


Hoy terminamos de celebrar la Pascua. Efectivamente: el triunfo del amor sobre el mal, de la vida sobre la muerte, llegan a su plenitud con el envío del Espíritu Santo. Él completa en nosotros la obra iniciada por el Padre que nos creó y nos envió a su Hijo, quien después de resucitar nos infunde su Espíritu mediante el cual nos incorpora definitivamente a la vida divina.



El relato de los Hechos nos recordaba que la llegada del Espíritu sobre la Iglesia naciente sucedió bajo una figura simbólica muy contundente: los apóstoles vieron al espíritu como si fuera lenguas de fuego sobre sus cabezas. Esto sucedió en medio de hombres de diversas razas y culturas, de diversas procedencias e idiomas, que sin embargo oían en su propia lengua las maravillas de Dios. Esta imagen evoca el conocido episodio de la Torre de Babel, que es como otra versión del pecado original: el hombre quiere ser como Dios, quiere superarlo, quiere independizarse de Él mostrando su poderío simbolizado en la torre portentosa. Es otro rostro de la soberbia, que engaña pretendiendo hacernos creer una autonomía y una superioridad absolutas que no tenemos porque somos creaturas. La Escritura narra que desde aquel día el Señor confundió sus lenguas y ya no pudieron entenderse. Es cierto, el fruto del pecado es la desunión, la discordia, la falta de entendimiento. Por ello, el fruto del Espíritu en Pentecostés es el reverso de dicho acontecimiento: todos se entienden a pesar de las diferencias.


No está mal que el hombre quiera ser como Dios, ¡porque para ello fue creado! ¿Qué hijo, por otra parte, no quiere ser como su padre? No está mal que el hombre quiera más conocimiento, que aspire a un mayor dominio, que desee más poder: es su naturaleza, hecha a imagen y semejanza de su Creador la que lo impulsa en esa dirección. El problema es que nunca lo lograremos por el camino elegido por Adán, es decir, compitiendo con el Padre, relegándolo de la historia, afirmándonos como únicos autores del bien y del mal. No es ese el camino de nuestra plenitud ni de nuestra realización más profunda. Para que el hombre pueda ser Dios, Dios se hizo hombre, y en Jesucristo Resucitado nos devuelve nuestra imagen auténtica perdida en el origen de los tiempos. Por ello el Evangelio de hoy nos muestra a Jesús soplando sobre sus discípulos al entregarles el Espíritu, como recuerdo del soplo de Dios que aleteaba sobre las aguas cuando el Señor creó al mundo, o como cuando sopló sobre Adán para que éste pudiera vivir. Ahora Jesús vuelve a insuflar el Éspíritu porque Él es el hombre nuevo, en quien nosotros alcanzamos nuestra humanidad más acabada.


Pidamos entonces en este Pentecostés que sepamos abrirnos al don del Espíritu. Que Él nos haga sentirnos parte de un nuevo Pueblo que es la Iglesia, llamada a servir a la unidad de todo el género humano. La segunda lectura nos recordaba que nadie puede decir "Jesús es el Señor" si no está animado por el Espíritu. Que Él nos anime a dar testimonio del hermoso Nombre en el que el hombre descubre su vocación y su destino.


P. Gerardo Galetto

sábado, 22 de mayo de 2010

Pentecostés

Celebramos este domingo la Fiesta de Pentecostés. El significado de este día sólo lo comprendemos desde y la misión de Jesucristo. El Espíritu Santo enviado a los apóstoles en Pentecostés es el mismo Espíritu de Jesucristo Resucitado, que una vez vuelto al Padre, como lo celebramos en su Ascensión, cumple con la promesa de enviarnos al Espíritu Santo para comunicarnos como gracia la obra que él había realizado.

Esto significa que el Espíritu Santo hace realidad en nosotros la obra de Jesucristo. Él actúa interiormente como gracia, es decir, como una fuerza interior que transforma nuestra vida según el Evangelio. No se puede comprender la obra del Espíritu Santo sin Jesucristo, y no se puede vivir la obra de Jesucristo sin la presencia del Espíritu Santo. En Pentecostés alcanza su plenitud la obra de Jesucristo.

La misión del Espíritu Santo tiene como una doble tarea a cumplir, una a nivel personal y otra, diría, a nivel comunitario. Siempre debemos tener presenta que la obra de Dios se realiza contando con nuestra libertad. No se trata de algo automático sino de un don, de una gracia, que, se ofrece a nuestra libertad. Esta es la grandeza de la dignidad humana: "Dios nos ha creado sin nosotros, dice san Agustín, pero no ha querido salvarnos sin nosotros" (C.I.C. n° 1847). A nivel personal el Espíritu Santo ha sido enviado para interiorizar en nosotros el Evangelio de Jesucristo. Podemos decir que el Espíritu Santo convierte en fuerza interior, en gracia, lo que Jesucristo ha hecho por nosotros. Por ello, el mismo san Agustín, que ha comprendido esta misión del Espíritu Santo, va a decir, Señor, no me des sólo como mandamiento lo que me enseñas, sino dámelo primero como gracia y luego, concluirá, pídeme lo que quieras. Si me pides, Señor, que ame, que sepa perdonar, que tenga un corazón limpio, el diría, dame esto, Señor, como gracia y no como un mandamiento, porque no tengo fuerzas para cumplirlo. Esto nos permite comprender la frase de Jesucristo cuando nos dice: "separados de mí, nada pueden hacer" (Jn. 15, 5). En esta intimidad de vida con Jesús obra el Espíritu Santo.

A nivel comunitario la misión del Espíritu Santo es formar la Iglesia. Ella no nace de un acuerdo entre los hombres sino que se la recibe como un don, para hacer realidad la obra y la misión de Jesucristo. Estamos acostumbrados a verla como una Institución y lo es, pero no es lo esencial. Tiene un ropaje humano porque vive en el tiempo y está formada por hombres y mujeres, pero su verdad profunda es continuar en la historia, la vida y la misión de Jesucristo. Así como Jesucristo siendo Dios se encarnó en un cuerpo, de un modo semejante pero no igual, la Iglesia es la continuación en el tiempo de la presencia de la humanidad de Jesucristo. Esta conciencia la expresaba san Pablo, cuando decía: "Pero nosotros llevamos ese tesoro (Jesucristo) en recipientes de barro" (2 Cor. 4, 7). Como vemos lo humano no es ajeno al plan de Dios, pero no es lo esencial. La Iglesia en un sentido pertenece a este mundo porque está construida con materiales humanos, pero en otro sentido proviene de Dios, porque es Jesucristo quién la ha creado y la sostiene con la fuerza del Espíritu Santo. Esto significa una gran responsabilidad para el hombre de Iglesia. Cuando se pierde de vista esta dimensión de santidad, de presencia de Dios, la Iglesia se debilita. El mayor peligro de la Iglesia no está fuera de ella, sino dentro de ella misma. Cuando la Iglesia más se identifica al Espíritu de Jesús es más coherente y fecunda en su misión.

Deseando que este domingo de Pentecostés sea, tanto a nivel personal como comunitario, un momento de renovación, de crecimiento espiritual y de compromiso con el Evangelio de Jesucristo, les hago llegar junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en Cristo Nuestro Señor.



Mons. José María Arancedo

Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz


miércoles, 19 de mayo de 2010

Bicentenario de Nuestra Patria

"Hacia un Bicentenario de
Justicia y Solidaridad 2010/2016"




lunes, 17 de mayo de 2010

¡Al encuentro con Jesús!

Los chicos de la Vía Muerta llegando a la Parroquia
para el Encuentro con Jesús

El sábado 15 de mayo dio comienzo el año de Catequesis del grupo de niños de la Capilla San Cayetano, de la Vía Muerta. Iniciaron el período 21 niños de 2º Año y 15 de 1º.


En realidad, tanto los niños como los catequistas celebraron un esperado reencuentro, ya que en las pasadas semanas, las catequistas estuvieron visitando a las familias de los chicos y comprometiendo la concurrencia de los pequeños.


La alegría de los chicos hizo que todos, niños y adultos, disfrutaran de una celebración especial, en la que estuvo presente el Padre Gerardo, y que incluyó lecturas bíblicas, cantos, meditaciones y oraciones frente al Santísimo, ya que el encuentro se realizó en el templo.


Vayan estas fotografías como testimonio del encuentro celebrado.

Primer encuentro en el templo




domingo, 16 de mayo de 2010

Homilía Dominical

Fiesta de la Ascención del Señor
Lecturas
Hch 1, 1-11
Ef 1, 17-23
Lc 24, 46-53


Con esta celebración de la Ascención del Señor la liturgia nos invita a reconocer que va terminando un ciclo. El Señor vuelve a la gloria de su Padre para culminar el misterio pascual, que se plenifica con el envío del Espíritu Santo, que Él había prometido, y que hará operante la vida nueva de resucitados en nosotros. Todo el ciclo de la resurrección, del triunfo de la vida sobre la muerte y del amor sobre el mal va llegando a su plenitud. En realidad el ciclo que culmina es el que había comenzado con la rebelión de Adán, es decir con el pecado original: la soberbia del hombre que quiere competir con Dios y termina estropeando su propia humanidad. Y Dios, sin embargo, no deja de buscar a su creatura predilecta, para lo cual, cuando se cumplió el tiempo establecido, envió a su propio Hijo al mundo. Toda la economía de la salvación es la historia de un Dios que sale al encuentro del hombre, y que en Jesucristo asume nuestra naturaleza, se hace como nosotros. Hoy, después de resucitar, Cristo vuelve al cielo, para que el hombre retorne a su destino y hogar definitivos. Con la Ascención de Cristo, todo lo humano queda elevado.

Por eso mismo, la primera reflexión de hoy sería: para encontrar a Dios tenemos que encontrarnos con nuestra propia humanidad. Por esta glorificación que Jesús hace de nuestra naturaleza, todo lo que es humano queda divinizado. El trabajo humano, el amor humano, también el sufrimiento humano: todo adquiere un infinito valor y se convierte en camino para encontrar a Dios. Los ángeles dijeron a los apóstoles, que seguramente entristecidos veían a Cristo alejarse de ellos: "¿Qué hacen aquí mirando al cielo?" Parecería que están invitando a mirar en otra dirección: sin perder de vista las cosas celestiales, hay que mirar lo humano, lo que nos acontece a nosotros y a nuestro prójimo. "El camino de la Iglesia es el hombre", decía Juan Pablo II, enseñándonos a vivir a fondo, en plenitud, conciente y responsablemente nuestra humanidad, con todo lo que el Creador y Redentor ha querido enseñarnos a través de nuestra naturaleza.

La otra reflexión que podríamos hacer hoy: no tener miedo de cerrar ciclos. Igual que en la historia de la salvación, también en nuestra existencia personal hay ciclos que terminan. Y no hay que aferrarse posesivamente a lo que fue, si queremos vivir la libertad de los hijos de Dios. No tener miedo a las pérdidas, a los duelos, a las partidas...no negarnos a cerrar etapas. ¡Dios nunca clausura nuestra humanidad, y en cada situación que termina nos ofrece la posibilidad de un nuevo comienzo! Suele ser muy común que nos acostumbremos a lo conocido y seguro, y perdamos la flexibilidad y la confianza necesaria para abrirnos a los nuevos horizontes que el Señor nos ofrece. Es cierto que la historia humana está hecha de continuidades que hay que mantener, pero también hay que reconocer que lo que sirvió alguna vez a veces deja de ser útil o positivo, y entonces hay que hacer pascua con Jesús, dejar atrás lo que fue y abrirnos a la Promesa del Padre. Esta tentación de anclarnos en el pasado es la que expresan las palabras de los apótoles, que cuando Cristo les habla de lo que va a suceder, ellos preguntan: ¿Es ahora cuando vas a restaurar el Reino de Israel?

El Reino de David había tenido lugar siglos atrás, había sido un momento importante en la historia política y religiosa del pueblo de Dios. En la memoria de Israel permanecía como signo de salvación como un modelo de lo que sería la redención. Pero este concepto era demasiado estrecho, y los apóstoles no se dan cuenta de que delante de ellos está la plenitud del Reino. ¡Seguían aferrados a un pasado glorioso que ahora es una sombra! ¡No habían entendido que la propuesta del Señor supera extraordinariamente sus esquemas y experiencias previas! Estaban protagonizando el comienzo de otra etapa y todavía no parecen entenderlo. Hoy pidamos entonces la gracia de discernir en nuestra humanidad los signos redentores de un Dios que nos invita a no perder de vista nuestro fin último, y que nos llama a estar siempre atentos a los signos de los tiempos para hacer realidad la esperanza de gloria y de vida plena.



P. Gerardo Galetto

Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales

«El sacerdote y la pastoral en el mundo digital:
los nuevos medios al servicio de la Palabra»

Santa Misa por los Comunicadores
Domingo 16 de mayo, a las 20 hs,
en la Catedral Metropolitana.



Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la XLIV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales

Queridos hermanos y hermanas:
El tema de la próxima Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales –«El sacerdote y la pastoral en el mundo digital: los nuevos medios al servicio de la Palabra»– se inserta muy apropiadamente en el camino del Año Sacerdotal, y pone en primer plano la reflexión sobre un ámbito pastoral vasto y delicado como es el de la comunicación y el mundo digital, ofreciendo al sacerdote nuevas posibilidades de realizar su particular servicio a la Palabra y de la Palabra. Las comunidades eclesiales, han incorporado desde hace tiempo los nuevos medios de comunicación como instrumentos ordinarios de expresión y de contacto con el propio territorio, instaurado en muchos casos formas de diálogo aún de mayor alcance. Su reciente y amplia difusión, así como su notable influencia, hacen cada vez más importante y útil su uso en el ministerio sacerdotal.
La tarea primaria del sacerdote es la de anunciar a Cristo, la Palabra de Dios hecha carne, y comunicar la multiforme gracia divina que nos salva mediante los Sacramentos. La Iglesia, convocada por la Palabra, es signo e instrumento de la comunión que Dios establece con el hombre y que cada sacerdote está llamado a edificar en Él y con Él. En esto reside la altísima dignidad y belleza de la misión sacerdotal, en la que se opera de manera privilegiada lo que afirma el apóstol Pablo: «Dice la Escritura: “Nadie que cree en Él quedará defraudado”… Pues “todo el que invoca el nombre del Señor se salvará”. Ahora bien, ¿cómo van a invocarlo si no creen en Él? ¿Cómo van a creer si no oyen hablar de Él? ¿Y cómo van a oír sin alguien que les predique? ¿Y cómo van a predicar si no los envían?» (Rm 10,11.13-15).
Las vías de comunicación abiertas por las conquistas tecnológicas se han convertido en un instrumento indispensable para responder adecuadamente a estas preguntas, que surgen en un contexto de grandes cambios culturales, que se notan especialmente en el mundo juvenil. En verdad el mundo digital, ofreciendo medios que permiten una capacidad de expresión casi ilimitada, abre importantes perspectivas y actualiza la exhortación paulina: «¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!» (1 Co 9,16). Así pues, con la difusión de esos medios, la responsabilidad del anuncio no solamente aumenta, sino que se hace más acuciante y reclama un compromiso más intenso y eficaz. A este respecto, el sacerdote se encuentra como al inicio de una «nueva historia», porque en la medida en que estas nuevas tecnologías susciten relaciones cada vez más intensas, y cuanto más se amplíen las fronteras del mundo digital, tanto más se verá llamado a ocuparse pastoralmente de este campo, multiplicando su esfuerzo para poner dichos medios al servicio de la Palabra.
Sin embargo, la creciente multimedialidad y la gran variedad de funciones que hay en la comunicación, pueden comportar el riesgo de un uso dictado sobre todo por la mera exigencia de hacerse presentes, considerando internet solamente, y de manera errónea, como un espacio que debe ocuparse. Por el contrario, se pide a los presbíteros la capacidad de participar en el mundo digital en constante fidelidad al mensaje del Evangelio, para ejercer su papel de animadores de comunidades que se expresan cada vez más a través de las muchas «voces» surgidas en el mundo digital. Deben anunciar el Evangelio valiéndose no sólo de los medios tradicionales, sino también de los que aporta la nueva generación de medios audiovisuales (foto, vídeo, animaciones, blogs, sitios web), ocasiones inéditas de diálogo e instrumentos útiles para la evangelización y la catequesis.
El sacerdote podrá dar a conocer la vida de la Iglesia mediante estos modernos medios de comunicación, y ayudar a las personas de hoy a descubrir el rostro de Cristo. Para ello, ha de unir el uso oportuno y competente de tales medios –adquirido también en el período de formación– con una sólida preparación teológica y una honda espiritualidad sacerdotal, alimentada por su constante diálogo con el Señor. En el contacto con el mundo digital, el presbítero debe trasparentar, más que la mano de un simple usuario de los medios, su corazón de consagrado que da alma no sólo al compromiso pastoral que le es propio, sino al continuo flujo comunicativo de la «red».
También en el mundo digital, se debe poner de manifiesto que la solicitud amorosa de Dios en Cristo por nosotros no es algo del pasado, ni el resultado de teorías eruditas, sino una realidad muy concreta y actual. En efecto, la pastoral en el mundo digital debe mostrar a las personas de nuestro tiempo y a la humanidad desorientada de hoy que «Dios está cerca; que en Cristo todos nos pertenecemos mutuamente» (Discurso a la Curia romana para el intercambio de felicitaciones navideñas, 21 diciembre 2009).
¿Quién mejor que un hombre de Dios puede desarrollar y poner en práctica, a través de la propia competencia en el campo de los nuevos medios digitales, una pastoral que haga vivo y actual a Dios en la realidad de hoy? ¿Quién mejor que él para presentar la sabiduría religiosa del pasado como una riqueza a la que recurrir para vivir dignamente el hoy y construir adecuadamente el futuro? Quien trabaja como consagrado en los medios, tiene la tarea de allanar el camino a nuevos encuentros, asegurando siempre la calidad del contacto humano y la atención a las personas y a sus auténticas necesidades espirituales. Le corresponde ofrecer a quienes viven éste nuestro tiempo «digital» los signos necesarios para reconocer al Señor; darles la oportunidad de educarse para la espera y la esperanza, y de acercarse a la Palabra de Dios que salva y favorece el desarrollo humano integral. La Palabra podrá así navegar mar adentro hacia las numerosas encrucijadas que crea la tupida red de autopistas del ciberespacio, y afirmar el derecho de ciudadanía de Dios en cada época, para que Él pueda avanzar a través de las nuevas formas de comunicación por las calles de las ciudades y detenerse ante los umbrales de las casas y de los corazones y decir de nuevo: «Estoy a la puerta llamando. Si alguien oye y me abre, entraré y cenaremos juntos» (Ap 3, 20).
En el Mensaje del año pasado animé a los responsables de los procesos comunicativos a promover una cultura de respeto por la dignidad y el valor de la persona humana. Ésta es una de las formas en que la Iglesia está llamada a ejercer una «diaconía de la cultura» en el «continente digital». Con el Evangelio en las manos y en el corazón, es necesario reafirmar que hemos de continuar preparando los caminos que conducen a la Palabra de Dios, sin descuidar una atención particular a quien está en actitud de búsqueda. Más aún, procurando mantener viva esa búsqueda como primer paso de la evangelización. Así, una pastoral en el mundo digital está llamada a tener en cuenta también a quienes no creen y desconfían, pero que llevan en el corazón los deseos de absoluto y de verdades perennes, pues esos medios permiten entrar en contacto con creyentes de cualquier religión, con no creyentes y con personas de todas las culturas. Así como el profeta Isaías llegó a imaginar una casa de oración para todos los pueblos (cf. Is 56,7), quizá sea posible imaginar que podamos abrir en la red un espacio –como el «patio de los gentiles» del Templo de Jerusalén– también a aquéllos para quienes Dios sigue siendo un desconocido.
El desarrollo de las nuevas tecnologías y, en su dimensión más amplia, todo el mundo digital, representan un gran recurso para la humanidad en su conjunto y para cada persona en la singularidad de su ser, y un estímulo para el debate y el diálogo. Pero constituyen también una gran oportunidad para los creyentes. Ningún camino puede ni debe estar cerrado a quien, en el nombre de Cristo resucitado, se compromete a hacerse cada vez más prójimo del ser humano. Los nuevos medios, por tanto, ofrecen sobre todo a los presbíteros perspectivas pastorales siempre nuevas y sin fronteras, que lo invitan a valorar la dimensión universal de la Iglesia para una comunión amplia y concreta; a ser testigos en el mundo actual de la vida renovada que surge de la escucha del Evangelio de Jesús, el Hijo eterno que ha habitado entre nosotros para salvarnos. No hay que olvidar, sin embargo, que la fecundidad del ministerio sacerdotal deriva sobre todo de Cristo, al que encontramos y escuchamos en la oración; al que anunciamos con la predicación y el testimonio de la vida; al que conocemos, amamos y celebramos en los sacramentos, sobre todo en el de la Santa Eucaristía y la Reconciliación.
Queridos sacerdotes, os renuevo la invitación a asumir con sabiduría las oportunidades específicas que ofrece la moderna comunicación. Que el Señor os convierta en apasionados anunciadores de la Buena Noticia, también en la nueva «ágora» que han dado a luz los nuevos medios de comunicación.
Con estos deseos, invoco sobre vosotros la protección de la Madre de Dios y del Santo Cura de Ars, y con afecto imparto a cada uno la Bendición Apostólica.
Vaticano, 24 de enero 2010, Fiesta de San Francisco de Sales.

sábado, 15 de mayo de 2010

Fiesta de la Ascención del Señor

Este domingo celebramos la Fiesta de la Ascensión del Señor. ¿Qué significa celebrar la vuelta de Jesucristo junto al Padre? Con la Ascensión se cumple el término de su misión en este mundo, que él había venido a cumplir como Salvador. Es, además, el comienzo de una etapa nueva en la historia de la salvación, que tendrá como actor principal al Espíritu Santo. Puede ser necesario recordar que en la unidad de Dios, existe la Persona del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, lo que conocemos con el nombre del Misterio de la Santísima Trinidad.

Si bien toda la obra de Dios tiene como sujeto y principio la unidad del único Dios, cada una de estas tres Divinas Personas cumple una misión especial en el plan de salvación: Dios Padre, es el Creador y Providente, Dios Hijo, el Redentor y Dios Espíritu Santo, el Santificador. Toda la obra pertenece a Dios, pero en su comunicación distinguimos la misión de cada una de ellas.

Jesucristo, habiendo cumplido su misión en este mundo, vuelve junto al Padre y nos promete el envío del Espíritu Santo, que celebramos el día de Pentecostés. En la Ascensión, y esto es lo importante, Jesucristo no vuelve sólo junto a Dios como cuando vino y asumió nuestra condición humana en la humildad de la Encarnación, sino como cabeza de un cuerpo al cual estamos llamados a pertenecer por la fe y el bautismo. La Ascensión significa que él ha cumplido su misión, pero también que se convierte para nosotros en el camino definitivo de salvación. Esto nos recuerda que el destino del hombre, su plenitud, está en Dios, pero que ya, en este mundo, se nos ofrece como un don a nuestra libertad. Por ello no debemos buscar a Dios fuera de este mundo, sino dónde él ha querido manifestarse y quedarse. Podemos decir, también, que en la Ascensión celebramos la Fiesta de la esperanza cristiana. Recuerdo la imagen con la que alguien explicaba el significado de este día y decía, que Jesucristo con su Ascensión puso el ancla de la nave de la humanidad en un puerto seguro. En él, y por él, el hombre ha alcanzado su salvación.

Las palabras con las que Jesucristo se despide de sus discípulos es el comienzo de la misión de ellos. Ustedes son testigos, les dice, vayan y prediquen por todo el mundo lo que han visto y oído. Esta Palabra de Jesucristo que nos llega por el Evangelio, no debe ser guardada como un secreto que algunos han recibido, sino predicada a todo el mundo. Precisamente, este sentido de proclamación y comunicación que tiene la Palabra de Dios, es lo que ha hecho que a la Fiesta de la Ascensión se la considere el día de las Comunicaciones Sociales. Aprovecho este mensaje para hacerles llegar a todos los comunicadores sociales mis saludos y reconocimiento, y recordarles que a través de la palabra, ellos están llamados a ser testigos de la verdad y vehículo de comunión entre los hombres. Cuánto bien hace a la comunidad un buen comunicador. Elevar el nivel de las comunicaciones es elevar el nivel cultural de la sociedad.

Reciban en este día, queridos comunicadores, junto a mi respeto y afecto, mi bendición en el Señor Jesús y Nuestra Madre de Guadalupe.


Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

viernes, 14 de mayo de 2010

San Matías, Apóstol

San Matías
Los Apóstoles, guiados por el Espíritu Santo, eligieron a Matías de entre los testigos de la Resurrección del Señor y después de la Ascensión, para ocupar el puesto de Judas y completar el número de los Doce.
Predicó el Evangelio en Etiopía y murió mártir. «Matías fue un discípulo del Señor tan constante que lo acompañó durante los tres años de su vida pública, sin separarse nunca de él. Sin embargo, no llegó a pertenecer al grupo más íntimo de los doce apóstoles. Pero después de la traición de Judas Iscariote, Matías fue elegido para ocupar su cargo en el Colegio Apostólico.»

Así narran este acontecimiento los Hechos de los Apóstoles: «Uno de aquellos días (después de la Ascensión del Señor) Pedro se puso en pie en medio de los hermanos –el número de los reunidos era de unos ciento veinte- y les dijo: «Hermanos, era preciso que se cumpliera al Escritura en la que el Espíritu Santo, por boca de David, había hablado ya acerca de Judas, el que fue guía de los que prendieron a Jesús. Porque él era uno de los nuestros y obtuvo un puesto en este ministerio. Este, pues, compró un campo con el precio de su iniquidad, y cayendo de cabeza, se reventó por medio y se derramaron todas sus entrañas. –Y esto fu conocido por todos los habitantes de Jerusalén de forma que el campo se llamó en su lengua Haqueldamá, es decir: " Campo de sangre".
Pues en el libro de los Salmos está escrito: Quede su majada desierta, y no haya quien habite en ella. Y también: Que otro reciba su cargo. Conviene, pues, que de entre los hombres que anduvieron con nosotros todo el tiempo en el que el Señor Jesús convivió con nosotros, a partir del bautismo de Juan hasta el día en que nos fue llevado, uno de ellos sea constituido testigo con nosotros de su resurrección» (Hech. 1, 15-22).
Así presentaron a dos hombres, José, llamado Barsabás, apodado "El justo" y también a Matías. Enseguida oraron diciendo: "Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muéstranos a cuál de estos dos has elegido... " (Hech. 1, 24) para trabajar como apóstol.
Después de esto hicieron un sorteo para escoger uno de los dos. El nombre escogido fue el de Matías, que se unió al grupo de los apóstoles. Informaciones posteriores dicen que Matías era probablemente natural de Belén. Que predicó el Evangelio en Palestina, en Asia Menor y que por último, fue apedreado por los judíos.
La madre de Constantino Magno, Santa Elena, trasladó las reliquias de San Matías a Roma. Una parte de estas reliquias es venerada en la antiquísima Iglesia de Treves, en Alemania y otra parte en la Basílica de Santa María Mayor en Roma (P. Joäo Batista Lehmann. Na luz perpétua. 5ª ed., Juiz de Fora. Ed. Lar Católico, 1959, vol. I , p. 166) La fiesta de San Matías nos recuerda la triste apostasía de Judas, a quien Matías sustituyó en el Colegio de los Apóstoles.Fue el amor desordenado al dinero lo que lo llevó a la perdición.
Con mucho acierto nos dice San Pablo: « Los que quieren enriquecerse caen en la tentación, en el lazo (del demonio) y en muchas codicias insensatas y perniciosas que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición « ( I Tm 6, 9).
Que el ejemplo del apóstol San Matías nos estimule a la fidelidad en el seguimiento a Cristo, nuestro Maestro.


Comentario del Evangelio por

Tertuliano (hacia 155-hacia 220), teólogo

La prescripción contra los herejes, 20-22; CCL I, 201s

San Matías, apóstol, una de las doce piedras de fundación de la Iglesia (Ap 21,14)
Cristo Jesús, nuestro Señor, durante su vida terrena, iba enseñando por sí mismo quién era él, qué había sido desde siempre, cuál era el designio del Padre que él realizaba en el mundo, cuál ha de ser la conducta del hombre para que sea conforme a este mismo designio; y lo enseñaba unas veces abiertamente ante el pueblo, otras aparte a sus discípulos, principalmente a los doce que había elegido para que estuvieran junto a él, y a los que había destinado como maestros de las naciones. Y así, después de la defección de uno de ellos, cuando estaba para volver al Padre, después de su resurrección, mandó a los otros once que fueran por el mundo a enseñar a las naciones y bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28,19).


Seguidamente, los apóstoles –palabra que significa «enviados»- después de haber elegido a Matías, echándolo a suertes, para sustituir a Judas y completar así el número de los doce, apoyándose en una profecía de un salmo de David, recibieron la fuerza del Espíritu Santo para hablar y realizar milagros, como lo había prometido el Señor. Dieron, primero en Judea, testimonio de la fe en Jesucristo e instituyeron allí Iglesias. Después fueron por el mundo para enseñar a las naciones la misma doctrina y la misma fe.


Después continuaron fundando Iglesias en cada población, de manera que otras Iglesias tomaron y siguen tomando, para ser verdaderas Iglesias, el retoño de su fe y la semilla de su doctrina... Son prueba de esta unidad la comunión y la paz que reinan entre ellas, así como su mutua fraternidad y hospitalidad. Todo lo cual no tiene otra razón de ser que su unidad en una única tradición de un mismo misterio. Lo que los apóstoles predicaron es lo que Cristo les reveló, y el único medio de saber qué es lo que predicaron, es el recurso a la Iglesias fundadas por los mismos apóstoles, las que ellos adoctrinaron de viva voz y, más tarde, por carta.

jueves, 13 de mayo de 2010

Nuestra Señora de Fátima

La Santísima Virgen María
se manifestó a tres niños campesinos

En 1917, en el momento de las apariciones, Fátima era una ciudad desconocida de 2.500 habitantes, situada a 800 metros de altura y a 130 kilómetros al norte de Lisboa, casi en el centro de Portugal. Hoy Fátima es famosa en todo el mundo y su santuario lo visitan innumerables devotos.

Allí, la Virgen se manifestó a niños de corta edad: Lucía, de diez años, Francisco, su primo, de nueve años, un jovencito tranquilo y reflexivo, y Jacinta, hermana menor de Francisco, muy vivaz y afectuosa. Tres niños campesinos muy normales, que no sabían ni leer ni escribir, acostumbrados a llevar a pastar a las ovejas todos los días. Niños buenos, equilibrados, serenos, valientes, con familias atentas y premurosas.

Los tres habían recibido en casa una primera instrucción religiosa, pero sólo Lucía había hecho ya la primera comunión.

Las apariciones estuvieron precedidas por un "preludio angélico": un episodio amable, ciertamente destinado a preparar a los pequeños para lo que vendría.

Lucía misma, en el libro Lucia racconta Fátima (Editrice Queriniana, Brescia 1977 y 1987) relató el orden de los hechos, que al comienzo sólo la tuvieron a ella como testigo. Era la primavera de 1915, dos años antes de las apariciones, y Lucía estaba en el campo junto a tres amigas. Y esta fue la primera manifestación del ángel:

Sería más o menos mediodía, cuando estábamos tomando la merienda. Luego, invité a mis compañeras a recitar conmigo el rosario, cosa que aceptaron gustosas. Habíamos apenas comenzado, cuando vimos ante nosotros, como suspendida en el aire, sobre el bosque, una figura, como una estatua de nieve, que los rayos del sol hacían un poco transparente. "¿Qué es eso?", preguntaron mis compañeras, un poco atemorizadas. "No lo sé". Continuamos nuestra oración, siempre con los ojos fijos en aquella figura, que desapareció justo cuando terminábamos (ibíd., p. 45).

El hecho se repitió tres veces, siempre, más o menos, en los mismos términos, entre 1915 y 1916.

Llegó 1917, y Francisco y Jacinta obtuvieron de sus padres el permiso de llevar también ellos ovejas a pastar; así cada mañana los tres primos se encontraban con su pequeño rebaño y pasaban el día juntos en campo abierto. Una mañana fueron sorprendidos por una ligera lluvia, y para no mojarse se refugiaron en una gruta que se encontraba en medio de un olivar. Allí comieron, recitaron el rosario y se quedaron a jugar hasta que salió de nuevo el sol. Con las palabras de Lucía, los hechos sucedieron así:

... Entonces un viento fuerte sacudió los árboles y nos hizo levantar los ojos... Vimos entonces que sobre el olivar venía hacia nosotros aquella figura de la que ya he hablado. Jacinta y Francisco no la habían visto nunca y yo no les había hablado de ella. A medida que se acercaba, podíamos ver sus rasgos: era un joven de catorce o quince años, más blanco que si fuera de nieve, el sol lo hacía transparente como de cristal, y era de una gran belleza. Al llegar junto a nosotros dijo: "No tengan miedo. Soy el ángel de la paz. Oren conmigo". Y arrodillado en la tierra, inclinó la cabeza hasta el suelo y nos hizo repetir tres veces estas palabras: "Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman". Luego, levantándose, dijo: "Oren así. Los corazones de Jesús y María están atentos a la voz de sus súplicas". Sus palabras se grabaron de tal manera en nuestro espíritu, que jamás las olvidamos y, desde entonces, pasábamos largos períodos de tiempo prosternados, repitiéndolas hasta el cansancio (ibíd, p. 47).

En el prefacio al libro de Lucía, el padre Antonio María Martins anota con mucha razón que la oración del ángel "es de una densidad teológica tal" que no pudo haber sido inventada por unos niños carentes de instrucción. "Ha sido ciertamente enseñada por un mensajero del Altísimo", continúa el estudioso. "Expresa actos de fe, adoración, esperanza y amor a Dios Uno y Trino".

Durante el verano el ángel se presentó una vez más a los niños, invitándolos a ofrecer sacrificios al Señor por la conversión de los pecadores y explicándoles que era el ángel custodio de su patria, Portugal.

Pasó el tiempo y los tres niños fueron de nuevo a orar a la gruta donde por primera vez habían visto al ángel. De rodillas, con la cara hacia la tierra, los pequeños repiten la oración que se les enseñó, cuando sucede algo que llama su atención: una luz desconocida brilla sobre ellos. Lucía lo cuenta así:

Nos levantamos para ver qué sucedía, y vimos al ángel, que tenía en la mano izquierda un cáliz, sobre el que estaba suspendida la hostia, de la que caían algunas gotas de sangre adentro del cáliz.

El ángel dejó suspendido el cáliz en el aire, se acercó a nosotros y nos hizo repetir tres veces: "Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te ofrezco el preciosísimo cuerpo, sangre, alma y divinidad de Jesucristo...". Luego se levantó, tomó en sus manos el cáliz y la hostia; me dio la hostia santa y el cáliz lo repartió entre Jacinta y Francisco... (ibíd., p. 48).

El ángel no volvió más: su tarea había sido evidentemente la de preparar a los niños para los hechos grandiosos que les esperaban y que tuvieron inicio en la primavera de 1917, cuarto año de la guerra, que vio también la revolución bolchevique.

El 13 de mayo era domingo anterior a la Ascensión. Lucía, Jacinta y Francisco habían ido con sus padres a misa, luego habían reunido sus ovejas y se habían dirigido a Cova da Iria, un pequeño valle a casi tres kilómetros de Fátima, donde los padres de Lucía tenían un cortijo con algunas encinas y olivos.

Aquí, mientras jugaban, fueron asustados por un rayo que surcó el cielo azul: temiendo que estallara un temporal, decidieron volver, pero en el camino de regreso, otro rayo los sorprendió, aún más fulgurante que el primero. Dijo Lucía:

A los pocos pasos, vimos sobre una encina a una Señora, toda vestida de blanco, más brillante que el sol, que irradiaba una luz más clara e intensa que la de un vaso de cristal lleno de agua cristalina, atravesada por los rayos del sol más ardiente. Sorprendidos por la aparición, nos detuvimos. Estábamos tan cerca que nos vimos dentro de la luz que la rodeaba o que ella difundía. Tal vez a un metro o medio de distancia, más o menos... (ibíd., p. 118).

La Señora habló con voz amable y pidió a los niños que no tuvieran miedo, porque no les haría ningún daño. Luego los invitó a venir al mismo sitio durante seis meses consecutivos, el día 13 a la misma hora, y antes de desaparecer elevándose hacia Oriente añadió: "Reciten la corona todos los días para obtener la paz del mundo y el fin de la guerra".

Los tres habían visto a la Señora, pero sólo Lucía había hablado con ella; Jacinta había escuchado todo, pero Francisco había oído sólo la voz de Lucía.

Lucía precisó después que las apariciones de la Virgen no infundían miedo o temor, sino sólo "sorpresa": se habían asustado más con la visión del ángel.

En casa, naturalmente, no les creyeron y, al contrario, fueron tomados por mentirosos; así que prefirieron no hablar más de lo que habían visto y esperaron con ansia, pero con el corazón lleno de alegría, que llegara el 13 de junio.

Ese día los pequeños llegaron a la encina acompañados de una cincuentena de curiosos. La aparición se repitió y la Señora renovó la invitación a volver al mes siguiente y a orar mucho. Les anunció que se llevaría pronto al cielo a Jacinta y Francisco, mientras Lucía se quedaría para hacer conocer y amar su Corazón Inmaculado. A Lucía, que le preguntaba si de verdad se quedaría sola, la Virgen respondió: "No te desanimes. Yo nunca te dejaré. Mi Corazón Inmaculado será tu refugio y el camino que te conducirá hasta Dios". Luego escribió Lucía en su libro:

En el instante en que dijo estas últimas palabras, abrió las manos y nos comunicó el reflejo de aquella luz inmensa. En ella nos veíamos como inmersos en Dios. Jacinta y Francisco parecían estar en la parte de la luz que se elevaba al cielo y yo en la que se difundía sobre la tierra. En la palma de la mano derecha de la Virgen había un corazón rodeado de espinas, que parecían clavarse en él. Comprendimos que era el Corazón Inmaculado de María, ultrajado por los pecados de la humanidad, y que pedía reparación (ibíd., p. 121).

Cuando la Virgen desapareció hacia Oriente, todos los presentes notaron que las hojas de las encinas se habían doblado en esa dirección; también habían visto el reflejo de la luz que irradiaba la Virgen sobre el rostro de los videntes y cómo los transfiguraba.

El hecho no pudo ser ignorado: en el pueblo no se hablaba de otra cosa, naturalmente, con una mezcla de maravilla e incredulidad.

La mañana del 13 de julio, cuando los tres niños llegaron a Cova da Iria, encontraron que los esperaban al menos dos mil personas. La Virgen se apareció a mediodía y repitió su invitación a la penitencia y a la oración. Solicitada por sus padres, Lucía tuvo el valor de preguntarle a la Señora quién era; y se atrevió a pedirle que hiciera un milagro que todos pudieran ver. Y la Señora prometió que en octubre diría quién era y lo que quería y añadió que haría un milagro que todos pudieran ver y que los haría creer.

Antes de alejarse, la Virgen mostró a los niños los horrores del infierno (esto, sin embargo, se supo muchos años después, en 1941, cuando Lucía, por orden de sus superiores escribió las memorias recogidas en el libro ya citado. En ese momento, Lucía y sus primos no hablaron de esta visión en cuanto hacía parte de los secretos confiados a ellos por la Virgen, cuya tercera parte aún se ignora) y dijo que la guerra estaba por terminar, pero que si los hombres no llegaban a ofender a Dios, bajo el pontificado de Pío XII estallaría una peor.

Cuando vean una noche iluminada por una luz desconocida, sabrán que es el gran signo que Dios les da de que está por castigar al mundo a causa de sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre y de la persecución a la Iglesia y al Santo Padre. Para impedirla, quiero pedirles la consagración de Rusia a mi Corazón Inmaculado y la comunión reparadora los primeros sábados. Si cumplen mi petición, Rusia se convertirá y vendrá la paz. Si no, se difundirán en el mundo sus horrores, provocando guerras y persecuciones a la Iglesia... Al final, mi Corazón Inmaculado triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá, y se le concederá al mundo un período de paz... (ibíd., p. 122).

Después de esta aparición, Lucía fue interrogada de modo muy severo por el alcalde, pero no reveló a ninguno los secretos confiados por la Virgen.

El 13 de agosto, la multitud en Cova era innumerable: los niños, sin embargo, no llegaron. A mediodía en punto, sobre la encina, todos pudieron ver el relámpago y la pequeña nube luminosa. ¡La Virgen no había faltado a su cita! ¿Qué había sucedido? Los tres pastorcitos habían sido retenidos lejos del lugar de las apariciones por el alcalde, que con el pretexto de acercarlos en auto, los había llevado a otro lado, a la casa comunal, y los había amenazado con tenerlos prisioneros si no le revelaban el secreto. Ellos callaron, y permanecieron encerrados. Al día siguiente hubo un interrogatorio con todas las de la ley, y con otras amenazas, pero todo fue inútil, los niños no abandonaron su silencio.

Finalmente liberados, los tres pequeños fueron con sus ovejas a Cova da Iria el 19 de agosto, cuando, de repente, la luz del día disminuyó, oyeron el relámpago y la Virgen apareció: pidió a los niños que recitaran el rosario y se sacrificaran para redimir a los pecadores. Pidió también que se construyera una capilla en el lugar.

Los tres pequeños videntes, profundamente golpeados por la aparición de la Virgen, cambiaron gradualmente de carácter: no más juegos, sino oración y ayuno. Además, para ofrecer un sacrificio al Señor se prepararon con un cordel tres cilicios rudimentarios, que llevaban debajo de los vestidos y los hacían sufrir mucho. Pero estaban felices, porque ofrecían sus sufrimientos por la conversión de los pecadores.

El 13 de septiembre, Cova estaba atestada de personas arrodilladas en oración: más de veinte mil. A mediodía el sol se veló y la Virgen se apareció acompañada de un globo luminoso: invitó a los niños a orar, a no dormir con los cilicios, y repitió que en octubre se daría un milagro. Todos vieron que una nube cándida cubría a la encina y a los videntes. Luego reapareció el globo y la Virgen desapareció hacia Oriente, acompañada de una lluvia, vista por todos, de pétalos blancos que se desvanecieron antes de tocar tierra. En medio de la enorme emoción general, nadie dudaba que la Virgen en verdad se había aparecido.

El 13 de octubre es el día del anunciado milagro. En el momento de la aparición se llega a un clima de gran tensión. Llueve desde la tarde anterior. Cova da Iria es un enorme charco, pero no obstante miles de personas pernoctan en el campo abierto para asegurar un buen puesto.

Justo al mediodía, la Virgen aparece y pide una vez más una capilla y predice que la guerra terminará pronto. Luego alza las manos, y Lucía siente el impulso de gritar que todos miren al sol. Todos vieron entonces que la lluvia cesó de golpe, las nubes se abrieron y el sol se vio girar vertiginosamente sobre sí mismo proyectando haces de luz de todos los colores y en todas direcciones: una maravillosa danza de luz que se repitió tres veces.

La impresión general, acompañada de enorme estupor y preocupación, era que el sol se había desprendido del cielo y se precipitaba a la tierra. Pero todo vuelve a la normalidad y la gente se da cuenta de que los vestidos, poco antes empapados por el agua, ahora están perfectamente secos. Mientras tanto la Virgen sube lentamente al cielo en la luz solar, y junto a ella los tres pequeños videntes ven a san José con el Niño.

Sigue un enorme entusiasmo: las 60.000 personas presentes en Cova da Iria tienen un ánimo delirante, muchos se quedan a orar hasta bien entrada la noche.

Las apariciones se concluyen y los niños retoman su vida de siempre, a pesar de que son asediados por la curiosidad y el interés de un número siempre mayor de personas: la fama de Fátima se difunde por el mundo.

Entre tanto las predicciones de la Virgen se cumplen: al final de 1918 una epidemia golpea a Fátima y mina el organismo de Francisco y Jacinta. Francisco muere santamente en abril del año siguiente como consecuencia del mal, y Jacinta en 1920, después de muchos sufrimientos y de una dolorosísima operación.

En 1921, Lucía entra en un convento y en 1928 pronuncia los votos. Será sor María Lucía de Jesús.

Se sabe que, luego de concluir el ciclo de Fátima, Lucía tuvo otras apariciones de la Virgen (en 1923, 1925 y 1929), que le pidió la devoción de los primeros sábados y la consagración de Rusia.

En Fátima las peticiones de la Virgen han sido atendidas: ya en 1919 fue erigida por el pueblo una primera modesta capilla. En 1922 se abrió el proceso canónico de las apariciones y el 13 de octubre se hizo pública la sentencia de los juicios encargados de valorar los hechos: "Las manifestaciones ocurridas en Cova da Iria son dignas de fe y, en consecuencia, se permite el culto público a la Virgen de Fátima".

También los papas, de Pío XII a Juan Pablo II, estimaron mucho a Fátima y su mensaje. Movido por una carta de sor Lucía, Pío XII consagraba el mundo al Corazón Inmaculado de María el 31 de octubre de 1942. Pablo VI hizo referencia explícita a Fátima con ocasión de la clausura de la tercera sesión del Concilio Vaticano II. Juan Pablo II fue personalmente a Fátima el 12 de mayo de 1982: en su discurso agradeció a la Madre de Dios por su protección justamente un año antes, cuando se atentó contra su vida en la plaza de San Pedro.

Con el tiempo, se han construido en Fátima una grandiosa basílica, un hospital y una casa para ejercicios espirituales. Junto a Lourdes, Fátima es uno de los santuarios marianos más importantes y visitados del mundo.

domingo, 9 de mayo de 2010

Homilía Dominical

6º Domingo de Pascua
Lecturas
Hch 15, 1-2. 22-29
Ap 21, 10-14. 21-23
Jn 14, 23-29


En este sexto domingo de Pascua rezamos la primera oración de la Misa agradeciendo "estos días de alegría en honor de Cristo Resucitado" y pedimos la gracia de "prolongar en nuestas vidas el misterio que celebramos". En efecto, la liturgia nos invita a hacer más presente en nosotros la realidad de la vida nueva de hijos de Dios, a expandir nuestra condición de resucitados. Esta petición tiene lugar en el contexto de inminencia de la partida de Jesús y su retorno a los cielos: "les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes". El Señor va preparando a los suyos para el momento en el que estará presente pero de otra manera.

Nosotros seguramente nos planteamos los mismos interrogantes que los discípulos: ¿por qué Señor te vas y sin embargo decís que seguís presente entre nosotros? ¿Qué tenemos que hacer para seguir en comunión con vos? ¿Cómo y dónde encontrarte? Es decir: ¿qué tenemos que hacer para "prolongar en nuestra vida" tu Resurrección? El Evangelio de hoy -igual que el de domingos anteriores- nos ayuda a encontrar una respuesta: "el que me ama será fiel a mi palabra...el Padre lo amará...iremos a él y habitaremos en él". Nos está diciendo que a través de su Palabra, el continúa habitando en nosotros.

Por eso mismo, es necesario que el cristiano conozca la Palabra que se contiene en la Sagrada Escritura. En ella encontramos lo que Dios ha querido revelarnos de sí mismo, así como también criterios para discernir su voluntad en los acontecimientos históricos que van sucediendo y en los que nosotros muchas veces tenemos que tomar parte. La Palabra nos mantiene en un diálogo vivo con el Señor que está resucitado y continúa hablándonos. El nuestro no es un Dios mudo y distante, sino que nos ha dejado su Palabra en lenguaje humano.

También es importante comprender que la Palabra no es sólo letra escrita, ni -menos aún- letra muerta. La Palabra de Dios exige no sólo lectores, sino oyentes. La Palabra vive cuando nos reunimos en el Nombre del Señor y la proclamamos juntos. La aclamación que hacemos después de las lecturas ("e alabamos Señor", "Gloria a Ti Señor Jesús") atestigua nuestra convicción de que el Señor Resucitado es el que se ha hecho presente en esa voz que escuchamos. Esta centralidad de la Palabra ("En el principio existía la Palabra", nos dice san Juan) configura un modelo religioso basado no tanto en el esfuerzo y el voluntarismo sino más bien en la docilidad, en la apertura y en la escucha, actitudes sin las cuales la religiosidad se endurece y se vuelve estéril.

Ayer celebramos a Nuestra Señora de Luján, Patrona de la Argentina, y hoy los santafesinos honramos a Nuestra Señora de los Milagros, devoción muy vinculada a la ciudad, a la que acompañó desde su primera fundación. En realidad para los cristianos el culto a María es muy enriquecedor, porque veneramos en ella a un modelo de oyente de la Palabra. Por la fe, en ella la Palabra se hace vida, ¡hasta el punto que engendra al Hijo de Dios! También como ella, nosotros estamos llamados a "encarnar" la Palabra en nuestra existencia personal con todas sus circunstancias.

Por último, hemos comenzado junto con la Virgen a celebrar los doscientos años de nuestra Patria. El creyente tiene puesta su esperanza en la Jerusalén celestial, en el Reino de los Cielos, pero no puede desentenderse de la construcción de la sociedad terrena. Por otra parte, la Patria es un don, que nos enriquece con la pertenencia a una comunidad, a una tradición, a una determinada cultura que entre todos tenemos que acrecentar. También el compromiso cívico se tiene que iluminar con las convicciones religiosas, que lejos de encerrarnos y apartarnos de los demás hombres, nos tienen que ayudar a sentirnos más fraternos y más próximos a todos, porque en cada persona se encuentra una imagen de Dios. Un gran bien le haríamos a nuestra convivencia ciudadana si le aportáramos estos valores de la escucha y el diálogo, que impregnan nuestra relación con Dios y que también son fecundos para crear ciudadanía y conciencia cívica.

P. Gerardo Galetto

sábado, 8 de mayo de 2010

CELEBRACIÓN MARIANA POR LA PATRIA

Hoy, 8 de Mayo, en todos los Santuarios marianos del país nos reunimos en torno a la mesa del altar, para iniciar la celebración del Bicentenario de nuestra Patria. El Altar, el Santuario y la Patria se nos presentan como tres realidades que han tenido, y tienen, un profundo significado en nuestra historia. El Altar nos habla de Jesucristo, el Santuario de la devoción a la Virgen María y la Patria de nuestra tierra y tradiciones.

Volver nuestra mirada a ellos es fortalecer el presente y abrirnos con esperanza al futuro que debemos construir. La fe en Dios no nos aisló como argentinos cuando éramos una nación joven, por el contrario, ella nos permitió abrirnos "a todos los hombres del mundo que quieran habitar en suelo argentino", sin distinción de raza o religión. La fe en Dios, el Padre de Nuestro Señor Jesucristo es una riqueza en la que hemos nacido y crecido como Nación; hoy queremos agradecerla al iniciar la celebración del Bicentenario.

En el nombre de Jesucristo fuimos bautizados. El Evangelio de Jesucristo no sólo nos revela el camino de Dios hacia el hombre, sino que nos descubre el rostro divino del hombre (cfr. N.M.A. 56). Esta certeza de la fe que ilumina la dignidad del hombre nos debe llevar, además de a un acto de gratitud, a realizar un sincero examen de conciencia. La fe que hemos recibido del Evangelio nos dice que el hombre ha sido creado para la vida y el amor, no para la miseria y la muerte. Cuánta necesidad tenemos de examinar a la luz de la fe, el camino que hemos recorrido. No podemos hablar de una cultura cristiana cuando el hombre, creado a "imagen de Dios", es víctima de injusticias y marginalidad. La auténtica fe en Dios es un compromiso con el hombre. Debemos recuperar este sentido de la fe, para construir juntos una sociedad que le permita al hombre alcanzar su plena realización. La fe en Dios que es garantía de la dignidad del hombre, se convierte en fundamento de la libertad y la solidaridad, por ello, volvamos a invocar: "la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia". Qué bueno que en este día sepamos reconocer nuestros errores, arrepentirnos y comprometernos con esta dimensión de la fe, para decirle nuevamente a "Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos. Queremos ser una Nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso con el bien común".

La devoción a la Virgen que hoy nos convoca, aquí en Guadalupe, es una realidad que ha acompañado el camino de nuestra Patria. Cada Santuario, a lo largo de todo el país, es un testimonio elocuente de su presencia. La devoción a María "se inserta en el cauce del único culto llamado cristiano, porque tuvo en Cristo su origen y eficacia, y por medio de Cristo nos conduce, en el Espíritu, hacia el Padre" (L.P.N.E. 28). Al descubrir su presencia el pueblo cristiano recuerda y verifica aquellas palabras, que el mismo Señor le dijera al pie de la Cruz: "Mujer, aquí tiene a tu hijo" (Jn. 19, 26). A esta presencia maternal de María, el pueblo cristiano la ha reconocido y sentido como un signo del amor de Dios que nos acompaña, sobre todo en momentos difíciles y de dolor. Hoy queremos reconocer y agradecerle su cercanía de Madre, y decir, con el compromiso de la fe y el amor a nuestra tierra: Con María, construyamos una Patria para todos.

La Patria es un don que hemos recibido, la Nación una tarea que nos convoca. El don exige gratitud, la tarea supone un compromiso que haga fecundo el don recibido. Argentina es un país con historia y con futuro. Qué nos pasa a los argentinos que vivimos encerrados en pequeñas disputas que nos enfrentan, y alejados de los grandes ideales y valores que nos unirían. No es posible una vida verdaderamente humana y una sociedad políticamente justa, sin valores e ideales. Esta enseñanza de nuestra historia ha quedado plasmada en el camino de nuestra Constitución Nacional, que tuvo su sede en nuestra querida ciudad. No tengamos temor a hablar de crisis moral en nuestra Patria. No busquemos las culpas fuera de nosotros. Digamos con fuerza que es posible una Patria de hermanos en la que todos nos sintamos parte viva de un proyecto de Nación. Si vemos que la Nación sufre, más duramente sufren los pobres. Más que un reclamo esta es una deuda que aún sigue vigente, y que se lee "en los rostros de miles de hermanos que no llegan a vivir conforme a su dignidad de hijos de Dios" (CEA. Afrontar con grandeza nuestra situación actual, n° 11).

Que en torno a la mesa del Altar, y a los pies del Santuario de Nuestra Madre en Guadalupe, nos comprometamos a construir una Patria de hermanos. Reciban junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en Cristo Nuestro Señor.

Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz