Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



A todos los que ingresen a esta página:


*** BIENVENIDOS ***

_______________________________________________________

:: Homilías ::

(Clickear sobre la Biblia para leer las lecturas)


_____________________________________________

miércoles, 30 de junio de 2010

Informe Económico - Junio de 2010

Publicamos el Informe Económico del mes de junio de 2010.

Gracias a todos por su generosa colaboración.


A B C
1 INFORME ECONOMICO MES: JUNIO 2010
2


3 I N G R E S O S

4 Colectas Misas $ 3,423.70
5 Donaciones

6 Sostenimiento del culto (2%) $ 1,416.00
7


8 TOTAL $ 4,839.70
9


10 E G R E S O S

11 Gastos de Secretaría $ 289.00
12 Gastos Sacristía $ 80.00
13 Sueldos $ 350.00
14 Sostenimiento Culto

15 Arzobispado 1/3 $ 472.00
16 Varios: Transporte niños Vía Muerta – Colecta Nacional de Cáritas – Arreglo Salones Parroquiales y Salón San Cayetano $ 9450.00
17


18 TOTAL $ 10,641.00
19


20 Resultado del Mes $ -5,801.30
21


El matrimonio: alianza entre varón y mujer


La legislación de la Iglesia Católica recoge, ya desde el primer canon que dedica al matrimonio, la necesidad de que la alianza matrimonial esté constituida por un varón y una mujer.

Trataremos de analizar aquí el alcance de esta indicación, así como las motivaciones del legislador canónico al dar esta norma.

El derecho canónico, al regular el matrimonio, recoge una figura jurídica anterior a él mismo: en efecto, el legislador en tantas ocasiones, al regular una institución, no lo hace con plena libertad de legislar, sino que se debe limitar a recoger las figuras que existen, y procurar ordenar las relaciones de justicia que de ahí surgen. Ciertamente, al regularlas, habrá de innovar muchas veces, pero no podrá alterar aquellos aspectos de la institución que le son esenciales. Si lo hace, no estamos ante la institución que originó la legislación, sino otra distinta, probablemente necesaria y legítima, pero la institución que originó la legislación sigue existiendo, y sigue estando necesitada de que el derecho reconozca las relaciones de justicia que surgen. Esto es, dicho de otro modo, una exigencia del derecho natural.

Valga un ejemplo. Si en la sociedad civil el legislador, al afrontar los efectos jurídicos de la filiación y la paternidad, concede que la autoridad civil puede reconocer un padre distinto del biológico, no podrá hacerlo hasta el punto de negar que la esencia de la filiación y la paternidad es la relación biológica que existe. Puede haber otra filiación, pero existirá a modo de semejanza con la biológica o natural. En este ejemplo, la filiación y paternidad aprobada por la autoridad civil sería la adoptiva, cuya necesidad en la sociedad está fuera de duda. Pero lo que no puede aprobar el legislador es ignorar que la esencia de la filiación y paternidad es el vínculo biológico que existe entre un hijo y su padre o madre, al menos como semejanza o modelo. Una legislación así sería simplemente absurda, entre otros motivos porque seguirá habiendo padres e hijos, y necesitan que el ordenamiento regule sus relaciones.

Y sin embargo, si se consulta cualquier Código civil se puede observar que la mayor parte de los artículos sobre la filiación se dedican a asuntos como las herencias y sucesiones, la administración de los bienes del hijo por sus padres, la autorización del juez para ciertas decisiones, etc. Si acaso, algún artículo con sabor de anticuado que indica que los hijos deben respeto y obediencia a sus padres, y éstos deben procurar el bienestar de sus hijos. Cualquiera se da cuenta que la esencia de la filiación y paternidad no es la que aparece en el Código. También lo sabe el legislador, aunque como es comprensible debe regular las relaciones de justicia que surgen, no definir la esencia de qué es un padre y un hijo y cómo se deben tratar.

Al matrimonio se puede aplicar esta doctrina. Cuando se lee el Código de derecho canónico, se observa que la mayoría de los cánones se dedican al consentimiento, los impedimentos, la convalidación y otros aspectos similares. Todos ellos son necesarios, pero no definen la esencia del matrimonio.

¿Cuál es, pues, la esencia del matrimonio?

En parte la respuesta está en el canon 1055 § 1. Este canon, por otro lado, recoge casi literalmente la doctrina contenida en la Constitución pastoral Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II. Se debe recordar, como ya se ha indicado, que el legislador canónico no tiene disponibilidad sobre la esencia del matrimonio. En esta materia se limita a recoger la institución de derecho natural que existe. He aquí el canon 1055 § 1:

Canon 1055 § 1: La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados.

Hemos indicado que recoge la esencia del matrimonio, en parte. Puesto que la esencia del contrato matrimonial más bien habría que buscarla en la familia, en el mutuo acuerdo al que llegan los contrayentes en formar una familia. Por familia se debe entender lo que es natural a esta institución, es decir, incluye la disposición a la generación y educación de los hijos.

¿Puede haber matrimonios en los que no haya posibilidad de descendencia?

Se trata de uno de los grandes debates actuales. A veces se habla de modelos de familia, para ampliar el concepto de familia a otras uniones en las que no existe esta posibilidad, o para incluir a las uniones no matrimoniales en las que hay descendencia. Sin entrar en el debate de fondo, desde luego quien defiende que haya otros modelos de familia está mirando a un tipo de familia como prototipo de familia: los otros modelos de familia que defiende intentan asemejarse al concepto de familia que todos conocemos, en el que hay padres e hijos unidos establemente por un vínculo libremente adquirido por los padres. Por eso, parece que sería un error que el legislador llamara familia a lo que no es, ni puede ser.

Por lo tanto, no sería lógico que el legislador aprobara como matrimonial una unión en la que no existe la posibilidad de descendencia natural. En ese sentido el Código de derecho canónico prescribe que el matrimonio canónico es un consorcio entre hombre y mujer. Por lo que se lleva dicho hasta aquí, se ve claro que este concepto de matrimonio no está a disposición del legislador canónico: no podría aprobar un matrimonio en el que no haya un varón y una mujer. Tal supuesto matrimonio desvirtuaría la esencia misma del matrimonio, pues sería otra unión. A esta conclusión se puede llegar también a la luz del canon 1096, que prescribe que el conocimiento mínimo del matrimonio que se debe tener incluye que se trata de un consorcio permanente entre un varón y una mujer.

Como se ve, se trata de una exigencia de la naturaleza del matrimonio. Pero el matrimonio es más amplio que la posibilidad de que haya descendencia o prole: quien quiera conocer el pensamiento del legislador canónico acerca del matrimonio, no puede limitarse a examinar el Código de derecho canónico. En el matrimonio entran otras consideraciones, como son la complementariedad entre los contrayentes, el recíproco respeto y la mutua ayuda, entre otras muchas, que el canon 1055 resume en la expresión “el bien de los cónyuges”.

Aun así, siguiendo con el ejemplo de la legislación civil y la filiación, hay muchísimos aspectos que se escapan al Código, no por desconocimiento del legislador, sino porque no es posible recogerlos en un texto jurídico. No se puede pretender que un cuerpo legal, con la concisión y rigor propias del lenguaje jurídico, exprese o regule cuestiones como el amor que deben tener los cónyuges. Pero el legislador no ignora que el amor conyugal forma parte del bien de los cónyuges. El desarrollo de esta cuestión excede del objetivo de este artículo.

Sin embargo, el amor sólo no constituye un matrimonio. En una pareja puede existir el amor, pero mientras no se decidan a poner en marcha un proyecto de unión que incluya la formación de una familia, no se puede hablar de matrimonio. Puede ser una relación legítima, y laudable desde el punto de vista moral, pero no hay matrimonio. Estaríamos ante una alianza de otro tipo. No sería lógico que el legislador aplicara las normas del matrimonio a esta relación. Se debe añadir, además, una precisión: el reconocimiento del matrimonio como una realidad heterosexual, no se basa en una razón de discriminación o desigualdad con ninguna persona por razón de su tendencia o gustos, sino que -como se puede observar por lo que se lleva dicho- tiene su fundamento en la naturaleza del matrimonio. Es decir, por poner un ejemplo, aunque una pareja de homosexuales pueda acordar una unión lo más estrecha que la legalidad permita -sin entrar aquí a juzgar la legitimidad de tal unión legal-, nunca podrán tener descendencia.

Nunca podrán crear una familia. Desaprobar una unión matrimonial para estas parejas no es discriminación hacia ellos, sino reconocer este hecho, que es tan claro que ningún legislador puede cambiar.

Fuente: catholic.net

martes, 29 de junio de 2010

Día del Sumo Pontífice


Organizado por el Consejo Arquidiocesano de Acción Católica y el Consejo Arquidiocesano de Pastoral el martes 29 de junio, Solemnidad de los Santos Pedro y Pablo tendrá lugar la celebración de la Santa Misa a las 19 hs. en la Catedral Metropolitana, presidida por el Sr. Arzobispo.

Durante las misas de los días 3 y 4 de julio en todas las parroquias y capillas se realiza la Colecta para la Ofrenda Universal de la Iglesia.

Santos Pedro y Pablo, mátires


La solemnidad conjunta de San Pedro y San Pablo es la conmemoración del martirio en Roma de los apóstoles Simón Pedro y Pablo de Tarso, que se celebra el 29 de junio. Los católicos celebramos esta fiesta con toda solemnidad. En las últimas décadas, esta celebración ha sido de vital importancia para el moderno movimiento ecuménico, como una ocasión idónea en la que el Papa y el Patriarca de Constantinopla han oficiado servicios eclesiásticos encaminados a que sus iglesias se acerquen a la intercomunión, como una participación en lo común.


Estos mártires dieron testimonio de lo que habían visto
De los sermones de San Agustín, obispo

El 29 de junio, para nosotros los católicos, es un día sagrado, porque en él celebramos el martirio de los santos apóstoles Pedro y Pablo. No nos referimos, ciertamente, a unos mártires desconocidos. Estos mártires, en su predicación, daban testimonio de lo que habían visto con un desinterés absoluto; dieron a conocer la verdad hasta morir por ella.


San Pedro, el primero de los apóstoles, que amaba ardientemente a Cristo, y que llegó a oír de él estas palabras: “Ahora te digo yo: tú eres Pedro”. Él había dicho antes: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Y Cristo le replicó: “Ahora te digo yo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”.

En un solo día celebramos el martirio de los dos apóstoles, pues ambos eran, en realidad, una sola cosa, aunque han sido martirizados en días distintos. Primero lo fue Pedro, luego Pablo. Celebramos esta fiesta sagrada para nosotros, por la sangre de los apóstoles. Procuremos imitar su fe, su vida, sus trabajos, sus sufrimientos, su testimonio y su doctrina.

Oración

“Señor, tú que nos llenas de santa alegría en la celebración de la fiesta de San Pedro y San Pablo, haz que tu Iglesia se mantenga siempre fiel a las enseñanzas de aquellos que fueron fundamento de nuestra fe cristiana. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén”.

domingo, 27 de junio de 2010

Homilía Dominical

13° Domingo del Tiempo Ordinario
Lecturas
Re 19, 16b.19-21
Gal 5, 1.13-18
Lc 9, 51-62

El evangelista Lucas nos relata este episodio que tuvo lugar cuando Cristo estaba por cumplir "el tiempo de su elevación al cielo". Se aproxima el momento culminante de su vida terrena: la pascua, es decir, su muerte y resurrección. El autor subraya una característica de la personalidad del Señor que parecería dar la clave interpretativa de todo el texto, y que es la decisión. Sabiendo lo que le espera no retrocede ni por las presiones de sus enemigos ni por las sugerencias de sus amigos, que pensaban que era una locura semejante viaje (Jn 11, 16), cuyo final humano era bastante evidente. A pesar de todo, Jesús sigue adelante, asumiendo lúcida y decididamente su destino.

Parecería que también a nosotros nos pide la misma actitud: coraje, decisión, valentía para dar testimonio claro de nuestra fe. En el camino aparecen estos personajes, que son modelo del discípulo inmaduro, del que todavía no terminó de decidir. Jesús, sin rechazarlos, los invita a madurar su compromiso y sincerar su situación. Son tres situaciones en que algunas realidades humanas valiosas e importantes se utilizan como excusa para no entregar el corazón, como subterfugios para no ejercer la libertad y la responsabilidad que esto conlleva. "Te seguiré, pero permíteme primero despedirme de los míos" o "te seguiré, pero déjame primero enterrar a mi padre". Los vínculos y afectos humanos nunca son una "competencia" para Dios, todo lo contrario. Cuando el amor humano se vive plenamente (familia, amigos, hijos) se convierte en un camino para el encuentro con Dios. El problema es cuando depositamos el corazón en falsas seguridades, y nos protegemos de los nuevos desafíos que presenta la realidad si la asumimos desde la fe. A veces una falsa astucia nos lleva a "acovacharnos", a no exponernos ("los zorros tienen cuevas"), a no abandonar el nido de la mediocridad y la tibieza.

Al mismo tiempo Jesús nos advierte sobre el peligro opuesto, que es el fanatismo. El relato nos dice que atravesaron Samaría, donde fueron rechazados por su condición de judíos y porque se dirigían a Jerusalén. Por la historia y por otros fragmentos evangélicos sabemos que los samaritanos odiaban intensamente a los judíos, y que también los nacionalistas judíos deseaban la destrucción de Samaría. Por ello el Señor reprende a Santiago y a Juan, que quieren hacer caer fuego del cielo sobre los habitantes de dicha región. Sus palabras no tienen nada de espiritual, por más que invoquen al Señor y al cielo: son un encubrimiento religioso de un odio mucho más primitivo, visceral, tribal que a veces los seres humanos expresamos ante quienes son diferentes o se oponen a nuestros proyectos. La reprimenda de Jesús es una invitación a no creer que todo el que piensa distinto o no acepta nuestro mensaje es un enemigo. Y más aún, nos advierte sobre el riesgo de disfrazar de piedad lo que en realidad es fruto de nuestra intolerancia o agresividad.

En la Argentina actual y en el mundo se están discutiendo temas que son vitales para nuestra fe, que tocan la manera que tiene el catolicismo de entender la persona y su destino. Cuestiones que tienen que ver con el modo de percibir la felicidad, la convivencia humana, la organización social, la familia. Sería bueno que no perdamos de vista este equilibrio que nos propone el Evangelio, con su sabiduría tan rica y original, y al mismo tiempo tan adaptada a las distintas épocas de la historia. Que no dejemos de dar nuestra palabra y testimonio, con claridad y sin ambigüedades, sin perder de vista el respeto que merece toda persona, comparta o no la verdad cristiana.

P. Gerardo Galetto

sábado, 26 de junio de 2010

Día del Pontífice


El próximo 29 de Junio celebramos la Fiesta de los santos apóstoles Pedro y Pablo. Ese día la Iglesia celebra al Santo Padre como sucesor de san Pedro. La figura del Papa, en su condición de vicario de Cristo, es parte de la fe católica . ¿Qué significa esto? Hablamos de fe, y en primer lugar la fe se dirige a Dios y a su obra realizada por Jesucristo. Precisamente, este referir nuestra fe a la obra de Jesucristo, es lo que nos permite comprender el significado de la persona y ministerio del Papa.

Su autoridad no proviene de una elección que hicieron los apóstoles, sino directamente de Jesucristo: "Tu eres Pedro, dijo Jesús, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo" (Mt 16, 18-19).

La fe del cristiano se apoya en la Palabra y la misión de Jesucristo. Por ello podemos decir que a través de Pedro, hoy Benedicto XVI, Jesucristo sigue ejerciendo su misión de guiar a los cristianos. Ahora bien, ¿cómo podemos igualar aquella misión que Pedro recibió de Jesucristo, con la de sus sucesores, los Papas, a lo largo de la historia? Aquí entra la realidad de la Iglesia, a la que Cristo fundó y le prometió su asistencia a través del Espíritu Santo. En el evangelio de san Lucas el Señor le dice a Pedro: "yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú, después que hayas vuelto, confirma a tus hermanos" (Lc 22, 32). Pedro recibe de Jesús una misión que es personal respecto a sus hermanos; a esto la Iglesia siempre lo ha vivido y conservado como palabra y promesa de Jesucristo. La autoridad del Papa es fidelidad y obediencia a Jesucristo. Es más, su autoridad es una gracia que Jesucristo le ha conferido al servicio de la comunión de la Iglesia. Sólo en el marco de la Iglesia el Papa es sucesor de Pedro.

Esto nos permite comprender cómo la vida cristiana permanece en la historia a través de la Iglesia y por obra del Espíritu Santo. Es la fe la que nos abre a este camino que Dios ha iniciado hacia nosotros. En este camino que nace en Dios reconocemos el origen de la autoridad y de la misión que Pedro recibió de Jesucristo, hoy presente en la persona y el ministerio de Benedicto XVI. Esto nos permite entender que en la Iglesia la autoridad no tiene su origen en la voluntad de sus miembros, sino en Jesucristo, y que es Él quien nos la ha comunicado a través de los apóstoles. La jerarquía en la Iglesia, como ejercicio de la autoridad, no es dominio sino servicio que tiene su origen en Jesucristo. Sólo en el marco de la Iglesia es posible la obediencia cristiana.

En la persona y la misión del Santo Padre hoy reconocemos el proyecto de Jesucristo. Esta verdad, decía, forma parte del contenido de la fe católica. Elevemos en este día nuestra oración a Dios, para expresar nuestra comunión con Benedicto XVI. Reciban la bendición de su Obispo, que en comunión con el Santo Padre, ha sido llamado a formar parte del Colegio Apostólico, para predicar el evangelio y presidir la Iglesia fundada por Nuestro Señor Jesucristo.


Mons. José María Arancedo

Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz


viernes, 25 de junio de 2010

Invitación a matrimonios

El Equipo Arquidiocesano de Pastoral Familiar invita a todos los matrimonios de la Parroquia, y muy especialmente a quienes hayan finalizado o se encuentren próximos a finalizar la Catequesis Familiar, a reunirse para compartir vivencias propias de la vida matrimonial y familiar.

Por información y consultas, comunicarse con la familia Toibero:

154-676-150 / 498-2021 / 154-676-385


jueves, 24 de junio de 2010

Nacimiento del Precursor

La natividad de San Juan Bautista,
precursor del Señor


"En verdad les digo que ninguno de entre los hijos de mujer
ha sido mayor que Juan Bautista".
(Mt 11, 11)

La Iglesia celebra normalmente la fiesta de los santos en el día de su nacimiento a la vida eterna, que es el día de su muerte. En el caso de San Juan Bautista, se hace una excepción y se celebra el día de su nacimiento. San Juan, el Bautista, fue santificado en el vientre de su madre cuando la Virgen María, embarazada de Jesús, visita a su prima Isabel, según el Evangelio.

Esta fiesta conmemora el nacimiento "terrenal" del Precursor. Es digno de celebrarse el nacimiento del Precursor, ya que es motivo de mucha alegría, para todos los hombres, tener a quien corre delante para anunciar y preparar la próxima llegada del Mesías, o sea, de Jesús. Fue una de las primeras fiestas religiosas y, en ella, la Iglesia nos invita a recordar y a aplicar el mensaje de Juan.

El nacimiento de Juan Bautista

Isabel, la prima de la Virgen María estaba casada con Zacarías, quien era sacerdote, servía a Dios en el templo y esperaba la llegada del Mesías que Dios había prometido a Abraham. No habían tenido hijos, pero no se cansaban de pedírselo al Señor. Vivían de acuerdo con la ley de Dios.

Un día, un ángel del Señor se le apareció a Zacarías, quien se sobresaltó y se llenó de miedo. El Árcangel Gabriel le anunció que iban a tener un hijo muy especial, pero Zacarías dudó y le preguntó que cómo sería posible esto si él e Isabel ya eran viejos. Entonces el ángel le contestó que, por haber dudado, se quedaría mudo hasta que todo esto sucediera. Y así fue.

La Virgen María, al enterarse de la noticia del embarazo de Isabel, fue a visitarla. Y en el momento en que Isabel oyó el saludo de María, el niño saltó de júbilo en su vientre. Éste es uno de los muchos gestos de delicadeza, de servicio y de amor que tiene la Virgen María para con los demás. Antes de pensar en ella misma, también embarazada, pensó en ir a ayudar a su prima Isabel.

El ángel había encargado a Zacarías ponerle por nombre Juan. Con el nacimiento de Juan, Zacarías recupera su voz y lo primero que dice es: "Bendito el Señor, Dios de Israel".Juan creció muy cerca de Dios. Cuando llegó el momento, anunció la venida del Salvador, predicando el arrepentimiento y la conversión y bautizando en el río Jordán.

La predicación de Juan Bautista

Juan Bautista es el Precursor, es decir, el enviado por Dios para prepararle el camino al Salvador. Por lo tanto, es el último profeta, con la misión de anunciar la llegada inmediata del Salvador.
Juan iba vestido de pelo de camello, llevaba un cinturón de cuero y se alimentaba de langostas y miel silvestre. Venían hacia él los habitantes de Jerusalén y Judea y los de la región del Jordán. Juan bautizaba en el río Jordán y la gente se arrepentía de sus pecados. Predicaba que los hombres tenían que cambiar su modo de vivir para poder entrar en el Reino que ya estaba cercano. El primer mensaje que daba Juan Bautista era el de reconocer los pecados, pues, para lograr un cambio, hay que reconocer las fallas. El segundo mensaje era el de cambiar la manera de vivir, esto es, el de hacer un esfuerzo constante para vivir de acuerdo con la voluntad de Dios. Esto serviría de preparación para la venida del Salvador. En suma, predicó a los hombres el arrepentimiento de los pecados y la conversión de vida.

Juan reconoció a Jesús al pedirle Él que lo bautizara en el Jordán. En ese momento se abrieron los cielos y se escuchó la voz del Padre que decía: "Éste es mi Hijo amado...". Juan dio testimonio de esto diciendo: "Éste es el Cordero de Dios...". Reconoció siempre la grandeza de Jesús, del que dijo no ser digno de desatarle las correas de sus sandalias, al proclamar que él debía disminuir y Jesús crecer porque el que viene de arriba está sobre todos.

Fue testigo de la verdad hasta su muerte. Murió por amor a ella. Herodías, la mujer ilegítima de Herodes, pues era en realidad la mujer de su hermano, no quería a Juan el Bautista y deseaba matarlo, ya que Juan repetía a Herodes: "No te es lícito tenerla". La hija de Herodías, en el día de cumpleaños de Herodes, bailó y agradó tanto a su padre que éste juró darle lo que pidiese. Ella, aconsejada por su madre, le pidió la cabeza de Juan el Bautista. Herodes se entristeció, pero, por el juramento hecho, mandó que le cortaran la cabeza de JuanBautista que estaba en la cárcel.

¿Qué nos enseña la vida de Juan Bautista?

Nos enseña a cumplir con nuestra misión que adquirimos el día de nuestro bautismo: ser testigos de Cristo viviendo en la verdad de su palabra; transmitir esta verdad a quien no la tiene, por medio de nuestra palabra y ejemplo de vida; a ser piedras vivas de la Iglesia, así como era el Papa Juan Pablo II.

Nos enseña a reconocer a Jesús como lo más importante y como la verdad que debemos seguir. Nosotros lo podemos recibir en la Eucaristía todos los días.

Nos hace ver la importancia del arrepentimiento de los pecados y cómo debemos acudir con frecuencia al sacramento de la confesión.

Podemos atender la llamada de Juan Bautista reconociendo nuestros pecados, cambiando de manera de vivir y recibiendo a Jesús en la Eucaristía.

El examen de conciencia diario ayuda a la conversión, ya que con éste estamos revisando nuestro comportamiento ante Dios y ante los demás.

En el siguiente enlace encontrarás más información sobre el Nacimiento de Juan el Bautista

Fuente: catholic.net

domingo, 20 de junio de 2010

Homilía Dominical

12° Domingo del Tiempo Ordinario
Lecturas
Zac 10-11; 13, 1
Gal 3, 26-29
Lc 9, 18-24


Los tres Evangelios "sinópticos" (Mateo, Marcos y Lucas) relatan este episodio, lo cual habla de la importancia que el mismo tuvo para la fe de los primeros cristianos. Este suceso marca un antes y un después en la relación del Señor con los doce. Mediante un diálogo paciente, mediante preguntas muy pedagógicas, mediante esta conversación que acabamos de escuchar, Jesús quiere ayudar a sus discípulos a diferenciarse de las opiniones de la muchedumbre y a descubrir por sí mismos su propio misterio. Los quiere ir llevando a una decisión personal, a una fe madura, a un seguimiento sin condiciones. ¿Quién dice la gente que soy?... ¿Pero ustedes, quién dicen que soy Yo? Como si nos preguntara a nosotros mismos: ¿Quién soy para vos? ¿Qué lugar ocupo en tu vida? ¿Qué tengo que ver con tus proyectos, con tus decisiones...? ¿Soy el sentido de tu existencia?


Y la respuesta de Pedro da pie al Señor para explicar los destinos más profundos y significativos de la vida. "Vos sos el Mesías", dice Pedro, con lo cual estaba reconociendo su divinidad. Es como decir: "¡Vos sos el Hijo de Dios!" Pero es asombroso que el Mesías e Hijo de Dios se llame a sí mismo "Hijo del hombre", como si Jesús le dijera: "además de ser Dios, tengo tu misma humanidad, tu misma naturaleza, conozco lo que hay en tu corazón". "Hijo del hombre" es una expresión que recuerda que el Mesías comparte la misma historia de los hijos de Adán. ¡Es uno de los nuestros! Por eso puede enseñarnos todo lo que tiene que ver con nuestra humanidad, y por eso nos revela cuáles son los caminos que tenemos que recorrer para que nuestra vida no se dañe ni se pierda: el que quiera salvar su vida, la perderá. Es decir: si tu vida termina en tu propio yo, si tu criterio es el egoísmo absoluto, si no reconocés a los demás, entonces tu vida se desdibuja, se ensombrece, se devalúa, es decir, se pierde. Sólo quien carga su cruz y sigue al Señor, que es el camino, la verdad y la vida, encuentra plenitud y realización profunda.

La cruz es el signo del estilo de vida que Jesús eligió para sí y nos propone a nosotros. Toda la vida del Señor fue disponibilidad para los demás, es decir, entrega. Esto es lo que finalmente le causó la muerte, libremente aceptada. Pero la cruz no es el símbolo del dolor sino del amor. Es cierto que el sufrimiento es parte de la vida humana, y que a todos puede llegarnos en algún momento y de cualquier manera. ¡Qué hermoso es recordar entonces que el Señor -el Hijo del hombre- conoce los sufrimientos, tristezas y amarguras de todos los humanos! Así, el dolor tiene sentido por el amor redentor de nuestro Dios-Hombre. Pero también hay que recordar que para nosotros elegir la cruz no significa siempre elegir lo qué más nos cuesta o lo que más nos hace sufrir: elegir la cruz es elegir la entrega y el don de nosotros mismos antes que pretender "guardarnos" o "mezquinarnos" como si de esa manera pudiéramos "salvarnos". Sólo abriéndonos a los demás seremos humanamente "más", sólo así haremos honor a la cruz de Nuestro Señor.

Éste es el gran misterio de fe y amor que celebramos en cada Eucaristía: el Cuerpo entregado y la Sangre vertida del Señor, que se nos da y nos invita a participar junto con Él en este camino, que hace de toda nuestra vida humana, hasta en sus más ínfimos detalles, una posibilidad de ofrenda al Padre y servicio a los hermanos.

P. Gerardo Galetto

Día del Padre

¡¡¡MUY FELIZ DÍA A TODOS LOS PAPÁS!!!


Que San José,
modelo de padre y esposo,
los bendiga y los proteja.

sábado, 19 de junio de 2010

Día de la Bandera

En este año, marcado por la celebración del Bicentenario, adquiere un relieve particular el Día de la Bandera. Frente a ella nos reconocemos argentinos y le brindamos nuestro respeto y cariño. El canto de "Aurora", al izarla cada mañana en nuestras escuelas, ha calado muy hondo en los sentimientos de nuestro pueblo. Todo esto forma parte de la riqueza de una historia que siempre debemos actualizar, para mantenerla vida y sentirnos protagonistas de su futuro.

Un culto a la bandera que no nos haga sentir parte de un proyecto de país que nos involucra, puede ocupar un momento en nuestro presente, pero no nos trasmite la dinámica de sentido que tiene un símbolo.

Cuando nos llaman como sacerdotes a bendecir una Bandera Argentina decimos la siguiente oración: "Señor, bendice+esta bandera que hoy te presentan tus hijos y haz, que bajo tu protección, cuántos sirvan a ella obtengan con abundancia el logro de sus ideales (o el bien de la Patria), y progresen en el amor y comprensión hacia todos los hombres". En esta breve oración encontramos algunas ideas que nos pueden ayudar a vivir el significado de lo que hoy celebramos. En primer lugar la invocación a Dios que, además de ser un acto de fe, es una actitud de sabia apertura a la trascendencia, como la tuvieron nuestros constituyentes al invocar: "la protección de Dios fuente de toda razón y justicia". Dios no desplaza a nadie.

En segundo lugar decimos: "bendice esta bandera que presentan tus hijos". La Bandera se presenta, tiene en su origen un acto de libertad, ha sido creada, no es impuesta. Este hecho nos pone en contacto con una historia que nos identifica, que habla de raíces y pertenencia. Luego pedimos en la oración que: "cuántos la sirvan obtengan en abundancia el logro de sus ideales (o el bien de la Patria)". Tener ideales nos habla de futuro, es decir, de algo que nos proponemos y que aún no se ha alcanzado plenamente; el ideal nos libera de encerremos en un pequeño presente sin horizontes, para hacernos protagonistas del mañana. El nivel de ideales, por otra parte, dice referencia al mundo de los valores, que son como la fuente en la cual ellos nacen. Una libertad sin valores es como un camino sin referencias ni contenidos; es como una puerta al vacío. Los grandes valores son, por ello, los que promueven y mantienen vivos los grandes ideales. La crisis de ideales en el mundo, es una crisis de valores.

La Bandera como símbolo de la Patria sirve, además, para integrar una diversidad de realidades, sean provincias, regiones, como colectividades extranjeras en la unidad de un país que se ha definido abierto a: "todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino". La oración, concluye, pidiendo que quienes la sirven: "progresen en el amor y comprensión hacia todos los hombres". Como vemos, celebrar el Día de la Bandera presenta, junto al significado festivo, una ocasión para examinar nuestras actitudes y relaciones como miembros de una misma Nación.

Reciban de su Obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor Jesús y Nuestra Madre de Guadalupe.


Mons. José María Arancedo

Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

viernes, 18 de junio de 2010

Confirmaciones


Con gran alegría un grupo de chicos pertenecientes a la Institución "Un Mundo Especial" recibió ayer el sacramento de la Confirmación en nuestra parroquia.

Nuestro párroco, Pbro. Dr. Gerardo Galetto, fue delegado por Monseñor Arancedo para conferir el sacramento de la Confirmación a estos hermanos nuestros, a quienes acompañaron familiares, amigos y la comunidad parroquial.






¡¡¡FELICITACIONES A LOS CHICOS
y a sus familias!!!


Más fotos, a la derecha del blog.

jueves, 17 de junio de 2010

Invitación de Pastoral Familiar



miércoles, 16 de junio de 2010

Asamblea Arquidiocesana

lunes, 14 de junio de 2010

Benedicto XVI recoge los primeros frutos del Año Sacerdotal

Personificados en las figuras del cura de Ars y de Jerzy Popieluszko

CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 13 de junio de 2010 (ZENIT.org).- Benedicto XVI, pensando en los 15 mil sacerdotes que vinieron a Roma este viernes con motivo de la conclusión del Año Sacerdotal, considera que estos doce meses han servido para redescubrir en el sacerdote al primer obrero "de la civilización del amor".

Ahora bien, dirigiéndose a los miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano, aseguró que la mayoría de los frutos de este Año Sacerdotal aún están por llegar y se concretizarán sobre todo en la transformación de sacerdotes en "primeros obreros de la civilización del amor".

Sintetizando el impacto de este Año, que tendrá un papel decisivo en este pontificado, el Papa dio "gracias a Dios por todos los beneficios que este Año ha producido en la Iglesia universal. Nadie podrá medirlos nunca, pero ciertamente ya se ven y se verán todavía más los frutos".

Este año, centrado en la "santificación sacerdotal", añadió, ha subrayado que "el sacerdote es un don del Corazón de Cristo: un don para la Iglesia y para el mundo".

"Del Corazón del Hijo de Dios, desbordante de caridad, proceden todos los bienes de la Iglesia, y en él tiene su origen la vocación de esos hombres que, conquistados por el Señor Jesús, lo dejan todo para dedicarse totalmente al servicio del pueblo cristiano, siguiendo el ejemplo del Buen Pastor".

Como dijo el obispo de Roma, "el sacerdote queda plasmado por la misma caridad de Cristo, por ese amor que le llevó a dar la vida por sus amigos y a perdonar a sus enemigos".

Por este motivo, dijo destacando la propuesta que surge de este año, "los sacerdotes son los primeros obreros de la civilización del amor".

Al pronunciar estas palabras, el Papa pensaba "en tantos modelos de sacerdotes, conocidos y menos conocidos, algunos elevados al honor de los altares; en otros casos, su recuerdo permanece indeleble en los fieles, quizá en una pequeña comunidad parroquial".

En particular mencionó al cura de Ars, Juan María Vianney (los 150 años de su fallecimiento ha servido para convocar el Año Sacerdotal) y al padre Jerzy Popieluszko, sacerdote polaco, martirizado en 1984 por agentes de inteligencia, beatificado el 6 de junio.

"Ejerció su generoso y valiente ministerio junto a quienes se comprometían por la liberad, por la defensa de la vida y de su dignidad", recordó el Papa al hablar del capellán del sindicato Solidarnosc.

"Esta obra al servicio del bien y de la verdad era un signo de contradicción para el régimen que entonces gobernaba Polonia. El amor del Corazón de Jesús le llevó a dar la vida, y su testimonio ha sido semilla de una nueva primavera en la Iglesia y en la sociedad", aclaró Benedicto XVI.

"Si analizamos la historia, podemos observar cuántas páginas de auténtica renovación espiritual y social han sido escritas con la contribución decisiva de sacerdotes católicos, alentados sólo por la pasión por el Evangelio y por el hombre, por su auténtica libertad, religiosa y civil"

"¡Cuántas iniciativas de promoción humana integral han comenzado por la intuición de un corazón sacerdotal!", concluyó, sintetizando los frutos esperados de este Año Sacerdotal, que ha llamado "a todos los sacerdotes del mundo para que, con la fuerza del Evangelio, sigan edificando en todo lugar la civilización del amor".

domingo, 13 de junio de 2010

Homilía Dominical

11° Domingo del Tiempo Ordinario
Lecturas
Sam 12, 7-10. 13
Gal 2, 16. 19-21
Lc 7, 36-8,3

Quisiera comenzar recordando que hoy es la colecta nacional de Caritas, y que esta es una oportunidad para tratar de ser un poco más generosos y contribuir así en algo con los más necesitados. La limosna es una práctica muy arraigada en la tradición cristiana, en primer lugar por su valor humano: el acto de dar nos enseña que la vida no termina en el propio yo, sino que sólo realizamos nuestro ser cuando salimos de nosotros mismos. Humanamente "somos más" cuando nos abrimos al prójimo. También -y sobre todo- es importante por su valor religioso, porque expresa la idea que tenemos de Dios. Nuestro Dios es don, es un Dios que se da y nos da continuamente de modo sobreabundante. Nos dio a su propio Hijo, y con Él todos los bienes que podamos reconocer en nosotros: la inteligencia, la libertad, la voluntad, la salud, poca o mucha, los afectos... Todo es don de un Dios que es Amor.

Las lecturas de hoy nos hablan de la sobreabundante generosidad de Dios. En la primera, el profeta le recordaba al rey David todo lo que Yahvé había hecho por él, toda la predilección que le había mostrado. David, efectivamente, fue un gran hombre que realizó grandes obras no sólo por su Dios, sino también por su pueblo, y que gozó de una extraordinaria preferencia por parte de Dios. Sin embargo, este hombre tan bendecido y tan amado, en algún momento de su historia, traiciona, no sólo a su Señor sino también a su mejor amigo, como escuchamos también en la primera lectura. Aquí es donde se vuelve a experimentar la generosa misericordia de Dios, que le renueva la vida y el perdón. También es cierto que David supo agradecer y responder con grandeza a esta nueva muestra del amor infinito de su Señor.
Quizá ese conocido episodio muestre de una manera muy clara lo que san Pablo dice en la segunda lectura de hoy: que el hombre no se justifica por las obras de la ley, sino por la fe en Cristo. Sin dudas que las obras son necesarias para expresar la vitalidad de la fe, pero no son ellas las que nos hacen justos, sino que lo que nos redime es la entrega de Jesús. Por eso Pablo también dice yo no anulo la gracia: si la justicia viniera de las obras ¡Cristo habría muerto inútilmente! El hombre religioso muchas veces puede tener la sutil tentación de pensar que uno puede salvarse solo, cuando en realidad todos necesitamos de los demás, y fundamentalmente, de Dios. No son los propios méritos los que transforman el corazón, sino la iniciativa de Dios: es la gracia la que nos santifica.
Esto es lo que no pudo entender el fariseo del que habla el Evangelio. Pertenencía a un grupo religioso que hacía del cumplimiento estricto de la ley la clave de la relación con Dios, y no comprendió que aunque uno deba poco, si no puede pagar está en la misma situación que el que debe mucho: es decir, ¡necesitado del perdón! A eso se refiere el Señor con la parábola de los dos deudores, que enseña que quien tiene conciencia de ser muy perdonado demuestra mucho amor. Así lo hizo la mujer pecadora, que además, es un hermoso ejemplo de coraje y audacia para vencer los prejuicios y respetos humanos, ya que se acercó decididamente a Jesús, en una llamativa actitud que contradecía los usos y costumbres de la época. Al mismo tiempo, ella demuestra con gestos concretos y corporales su amor agradecido por el encuentro con el Salvador. Gestos que el Señor parecería haber estado esperando, ya que recriminó al fariseo su indiferencia y frialdad. El perfume, las lágrimas, los besos... Jesús acepta estos gestos que brotan de un corazón agradecido y arrepentido.
Que este episodio nos ayude a meditar en la misericordia de Dios, y a ser testigos de su generosidad.
P. Gerardo Galetto

sábado, 12 de junio de 2010

Fiesta del Inmaculado Corazón de María

"Inmaculado Corazón de María,
sé la salvación del alma mía."

María, Madre de Jesús y nuestra, nos señala hoy su Inmaculado Corazón. Un corazón que arde de amor divino, que rodeado de rosas blancas nos muestra su pureza total y que atravesado por una espada nos invita a vivir el sendero del dolor-alegría.

La Fiesta de su Inmaculado Corazón nos remite de manera directa y misteriosa al Sagrado Corazón de Jesús. Y es que en María todo nos dirige a su Hijo. Los Corazones de Jesús y María están maravillosamente unidos en el tiempo y la eternidad... La Iglesia nos enseña que el modo más seguro de llegar a Jesús es por medio de su Madre. Por ello, nos consagramos al Corazón de Jesús por medio del Corazón de María.

Esto se hace evidente en la liturgia, al celebrar ambas fiestas de manera consecutiva, viernes y sábado respectivamente, en la semana siguiente al domingo del Corpus Christi. Santa María, Mediadora de todas las gracias, nos invita a confiar en su amor maternal, a dirigir nuestras plegarias pidiéndole a su Inmaculado Corazón que nos ayude a conformarnos con su Hijo Jesús.

Venerar su Inmaculado Corazón significa, pues, no sólo reverenciar el corazón físico sino también su persona como fuente y fundamento de todas sus virtudes. Veneramos expresamente su Corazón como símbolo de su amor a Dios y a los demás. El Corazón de Nuestra Madre nos muestra claramente la respuesta a los impulsos de sus dinamismos fundamentales, percibidos, por su profunda pureza, en el auténtico sentido.

Al escoger los caminos concretos entre la variedad de las posibilidades, que como a toda persona se le ofrece, María, preservada de toda mancha por la gracia, responde ejemplar y rectamente a la dirección de tales dinamismos, precisamente según la orientación en ellos impresa por el Plan de Dios.

Ella, quien atesoraba y meditaba todos los signos de Dios en su Corazón, nos llama a esforzarnos por conocer nuestro propio corazón, es decir la realidad profunda de nuestro ser, aquel misterioso núcleo donde encontramos la huella divina que exige el encuentro pleno con Dios Amor.




"CONSTRUYAMOS JUNTOS
UNA PATRIA SIN EXCLUIDOS"



12 y 13 de Junio
Colecta Anual de CARITAS



Tu aporte es necesario

Colecta anual de CARITAS


En el marco de la celebración del Bicentenario Caritas nos invita a que: Construyamos juntos una Patria sin excluidos. Este lema nos recuerda el reciente documento del Episcopado que nos convocaba: "Hacia un Bicentenario en justicia y solidaridad", como aquel otro que nos decía que: "La Patria es un don, la Nación una tarea".

Estas palabras: construir la Patria, excluidos, justicia, solidaridad, que se refieren a la responsabilidad política de los argentinos, nos puede parecer que excede el marco de Caritas, sin embargo, ella no es ajena a estos problemas.El lema que Caritas nos presenta nos habla del compromiso cristiano con la realidad, aunque a ella no le corresponde ocupar el lugar de la política. El Santo Padre, hablando de la justicia y la caridad, decía que: "el orden justo de la sociedad y del Estado es una tarea principal de la política" y no de la Iglesia. Pero la Iglesia, agregaba: "no puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia" (DCE 28, cit. Ap. 385). Caritas, como presencia testimonial de la Iglesia, encuentra en esta reflexión su lugar y compromiso.

¿Cómo actúa Caritas? Yo diría de dos modos, que no se deben separar: por la palabra y la acción. La tarea de Caritas por la palabra tiene una dimensión docente, a través de ella busca orientar nuestros comportamientos y despertar actitudes en la sociedad. La palabra puede adquirir, también, la voz de una denuncia frente a situaciones de injusticia, para llegar a convertirse, incluso, en la "voz de lo que no tiene voz". Además, decía, por la acción. Esta otra dimensión presenta dos maneras de actuar que no se excluyen, sino que se complementan. La primera es la asistencia frente a la necesidad puntual y urgente, como ante una situación que se prolonga y no hay otra alternativa. La otra manera de acción es la promoción, a través de la cual se busca elevar, poner de pie al hermano necesitado, para que él pueda ser protagonista de su vida. Como vemos, en ambos casos, no se habla de dádiva sino de ayudar y elevar al otro respetando su libertad. Una caridad que no eleve la condición del hombre no es cristiana. Recuerdo con dolor aquella frase de una copla, que decía: desprecio la caridad por la vergüenza que encierra". Ciertamente, esa caricatura de la caridad que tal vez ha visto no pertenece al Evangelio. Qué importante es examinar las motivaciones y el estilo de nuestros actos de caridad.

¿Qué nos pide Caritas en esta Colecta? Ante todo quiere llamar a nuestra solidaridad con los hermanos más necesitados, pero también integrarnos como miembros activos en una campaña que busca, precisamente: construir juntos una Patria sin excluidos. Cómo podemos ser parte activa de esta invitación? Tanto con nuestra presencia, nuestro tiempo, como con nuestra ayuda material que posibilita y sostiene una serie de planes de ayuda y de promoción, que hacen de Caritas Argentina un signo real y eficiente, de amor y de solidaridad en nuestra Patria. A esto estamos convocados. Seamos generosos, pensemos que con este gesto de compartir no sólo ayudamos a otros, sino que la caridad nos ayuda porque nos sana interiormente y nos enriquece como personas.

Deseando que este fin de semana sea la ocasión de encontrarnos y crecer como hermanos, les hago llegar junto a mi afecto y oración mi bendición en el Señor Jesús, que nos enseñó un camino de vida y de amor con quienes menos tienen.

Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

viernes, 11 de junio de 2010

Año Sacerdotal Especial


Concluyó el Año Sacerdotal Especial
con multitudinaria Eucaristía con el Papa
Más de 15.000 sacerdotes estuvieron presentes en este evento

CIUDAD DEL VATICANO, viernes 11 de junio de 2010 (ZENIT.org) La imagen del santo cura de Ars era el centro de la fachada de la basílica de San Pedro esta mañana, en la misa concelebrada por 80 cardenales, 350 arzobispos y obispos y 15.000 sacerdotes de los cinco continentes con motivo de la clausura del año sacerdotal.

Desde las 7,30 horas, los sacerdotes comenzaron a entrar en el aula Pablo VI y la basílica Vaticana. Una hora después empezó la procesión para dar inicio a la misa.

Las campanas de la basílica de San Pedro empezaron a sonar fuertemente a las 8,45 horas para dar luego tiempo a la preparación para esta eucaristía, por medio de algunos cantos alusivos a la vocación del sacerdote y de la lectura de algunos textos que permitieron a los miles de concelebrantes, y participantes de este evento, recogerse para esperar esta eucaristía.

Predominaba en la plaza de San Pedro el color blanco, por la casulla que tenían los miles de sacerdotes. Este es el color litúrgico que se usa hoy por tratarse de la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.

Como es costumbre y para mostrar siempre el carácter universal de la Iglesia, las lecturas fueron realizadas en diversos idiomas: la primera en español, hecha por Fermina Alvarez Alonso “Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas siguiendo tu rastro” (Ezequiel 34). Luego el padre Maximiliano Nobile cantó el salmo 22 (23). “El Señor es mi pastor nada me falta”, finalmente la segunda lectura se hizo en inglés y estuvo a cargo de Anthony McFrath. “Cuando todavía éramos débiles, Cristo, en el tiempo señalado, murió por los pecadores”. (Romanos 5, 5- 11)

Así dieron paso a la lectura del Evangelio, de la Parábola de la Oveja perdida y luego a la homilía del Papa, quien al hablar de la vocación sacerdotal dijo: “Dios se vale de un hombre con sus limitaciones para estar, a través de él, presente entre los hombres y actuar en su favor”.

El fuerte calor propio de finales de la primavera romana golpeaba fuertemente esta mañana en la plaza. Sin embargo, esto no impidió el silencio y el recogimiento de los miles de sacerdotes y fieles llegados de todo el mundo.

Después de la homilía, los sacerdotes renovaron las promesas hechas en el momento de su ordenación, respondiendo fuertemente “sí” ante las preguntas que realizó el Papa sobre la unión íntima con Jesús renunciando a si mismos y confirmando el sagrado compromiso, la fidelidad al ministerio por medio de la Eucaristía y de las acciones litúrgicas y la obediencia al dejarse guiar no por los intereses humanos sino por el amor a los hermanos.

A las 11,18 horas comenzó la procesión con las ofrendas, mientras que el coro de la Capilla Sextina entonaba el canto de Maior est caritas, inspirado en el Himno de la Caridad de San Pablo (1 Corintios 13).

Religiosos, laicos y sacerdotes llevaron las ofrendas al altar y, como es costumbre, intercambiaron algunas palabras con el Papa.

Un año de conversión personal

Sobre las impresiones personales acerca del año sacerdotal, y de estos últimos días de encuentro en Roma, ZENIT habló con algunos sacerdotes que vinieron especialmente para este evento:

Para el padre Tomas Surlis, de la diócesis de Achorny en Irlanda, uno de los aspectos en los que más a profundizado en estos días es el hecho de que el sacerdocio “no es sólo un trabajo sino una vocación y una profunda identificación”.

También se refirió la delicada situación del clero en su país: “El futuro es un poco incierto. Sin embargo, muchos fieles están contentos con sus sacerdotes. Siempre hay una esperanza para el futuro porque Jesús está con nosotros”, dijo.

Por su parte, el padre Armando Cruz Ventura, de la diócesis de San Miguel del Salvador, dijo que en estos días de encuentro “hemos recordado las puertas de nuestras iglesias de nuestras parroquias y hemos dicho ¡qué orgullo es ser católico y qué satisfacción es venir a la roca de Pedro para confirmar que la Iglesia abre puertas a la vida y a la esperanza!”

El sacerdote Alejandro Bertolini, de la diócesis de San Isidro, (Argentina) dijo que el mayor fruto que trajo este año para su vida fue el de “conversión personal”. Un año que le ha permitido “dejarme tocar por los signos de los tiempos”.

“Esta guerra mediática contra la Iglesia y a raíz del pecado de la Iglesia me hizo reflexionar y entrar en sintonía no sólo con la Iglesia sino con las víctimas. Esto lleva a la conversión sí o sí”, dijo el sacerdote en diálogo con ZENIT.

Al finalizar la eucaristía y con ella el Año Sacerdotal, Benedicto XVI pronunció así las palabras del rito de conclusión en una oración a la Virgen María: “Ayúdanos con tu potente intercesión a no desmerecer esta vocación sublime, a no ceder a nuestros egoísmos, a las lisonjas del mundo y a las sugestiones del Maligno”, dijo el Papa.

“Madre de la Iglesia”, oraba Benedicto XVI, “nosotros sacerdotes queremos ser pastores que no se apacientan a sí mismos sino que se entregan a Dios por los hermanos, encontrando en esto su felicidad. No sólo con palabras sino con la vida, queremos repetir humildemente, día a día nuestro aquí estoy”.

Por Carmen Elena Villa

Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío

jueves, 10 de junio de 2010

Eucaristía y Sagrado Corazón

Visitando al Santísimo Sacramento, vivo en cada Iglesia, el Sagrado Corazón de Jesús recibe adoración y amor de nuestra parte.

Eucaristía y Sagrado Corazón

La Eucaristía fue el regalo más hermoso y valioso del Sagrado Corazón de Jesús. La Eucaristía nos introduce directamente en el Corazón de Jesús y nos hace gustar sus delicias espirituales. En la Eucaristía, como en la cruz, está el Corazón de Jesús abierto, dejando caer sobre nosotros torrentes de gracia y de amor.

En la Eucaristía está vivo el Corazón de Cristo y en una débil y blanca Hostia, parece dormir el sueño de la impotencia, pero su Corazón vela. Vela tanto si pensamos como si no pensamos en Él. No reposa. Día y noche vela por nosotros en todos los Sagrarios del mundo. Está pidiendo por nosotros, está pendiente de nosotros, nos espera a nosotros para consolarnos, para hacernos compañía, para intimar con nosotros.

Hay por lo tanto una relación estrechísima entre la Eucaristía y el Sagrado Corazón. ¿Cuál es el mejor culto, la mejor satisfacción, la mejor devoción que podemos dar al Sagrado Corazón?

Participando en la Eucaristía, Jesús recibe de nosotros el más noble culto de adoración, acción de gracias, reparación y expiación.

Visitando al Santísimo Sacramento, vivo en cada Iglesia, el Sagrado Corazón de Jesús recibe adoración y amor de nuestra parte. Por eso está encendida la lamparita, símbolo de la presencia viva de ese Corazón que palpita de amor por todos.

Damos culto al Corazón de Jesús, haciendo la comunión espiritual, ya sea que estemos en el trabajo, en el estudio, en la calle. Es ese recuerdo, que es deseo profundo de querer recibir a Cristo con aquella pureza, aquella humildad y devoción con que lo recibió la Santísima Virgen. Con el mismo espíritu y fervor de los santos.

Haciendo Hora Santa, Jesús recibe también reparación. Cada pecado nuestro le va destrozando e hiriendo su divino corazón. Con la Hora Santa vamos reparando nuestros pecados y los pecados de la humanidad. Así se lo pidió Cristo a santa Margarita María de Alacoque en 1673 en Paray-Le-Monial (Francia).

También los primeros viernes de cada mes son ocasión maravillosa para reparar a ese corazón que tanto ha amado a los suyos y que no recibe de ellos sino ingratitudes y desprecios.

El culto al Sagrado Corazón de Jesús es la respuesta del hombre y de cada uno de nosotros al infinito amor de Cristo que quiso quedarse en la Eucaristía para siempre. Que mientras exista uno de nosotros no vuelva Jesús a quejarse: “He aquí el Corazón que tanto ha amado y ama al hombre y en respuesta no recibo sino olvido e ingratitud”.

Este culto eucarístico es la respuesta de correspondencia nuestra al amor del Corazón de Jesús, pues es en la Eucaristía donde ese corazón palpita de amor por nosotros.



P. Antonio Rivero LC.
Fuente: catholic.net

miércoles, 9 de junio de 2010

Encuentro Internacional de Sacerdotes en Roma

"Fidelidad de Cristo
Fidelidad del Sacerdote"

Encuentro sacerdotal en el Vaticano muestra “la belleza” del celibato

El cardenal Bertone a presbíteros de 70 países

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 9 de junio de 2010 (ZENIT.org).- Los sacerdotes son hermanos de todo hombre y mujer, de este modo se explica "la belleza" del celibato, ha asegurado el cardenal Tarcisio Bertone SDB, ese miércoles por la tarde, en el Aula Pablo VI, en un encuentro de testimonios y reflexión dedicado a los presbíteros.

Los sacerdotes "son esencialmente hermanos entre los hermanos, en los cuales reconocen el rostro de Cristo. Hermanos de toda persona, de los hombres y mujeres, a los que deben amar y servir con total entrega, sin ningún apego, sin buscar el propio interés", explicó el secretario de Estado de Benedicto XVI.

"Se comprende así la actualidad y la belleza del celibato --ha añadido--. Y en vosotros esta belleza resplandece ese amor incondicional que siempre ha sido sumamente valorado por la Iglesia, como signo y estímulo de la caridad y como un manantial especial de fecundidad e el mundo".

La Iglesia y la humanidad "tienen necesidad de sacerdotes de este temple, de auténticos 'profetas de un mundo nuevo', ese mundo que comenzó con la venida de Cristo, en continuo devenir, en continua formación", aseguró.

El encuentro, en el que participaron miles de sacerdotes procedentes de 70 países, tenía por tema "Sacerdotes hoy", y ha sido organizado por sacerdotes del Movimiento de los Focolares, del Movimiento de Schoenstatt, de la Renoación Carismática Católica Internacional, y de otros movimientos eclesiales.

En el encuentro, se escuchó el testimonio de un sacerdote de Irlanda sobre la fidelidad a la vocación en este país que tanto ha sufrido a causa de los escándalos provocados por sacerdotes. Un sacerdote alemán testimonió la manera en que ha podido superar el alcoholismo gracias a la ayuda de su comunidad.

Luego resonó el testimonio teológico del cardenal Francisco Javier Errázuriz Ossa, arzobispo de Chile, junto a la evocación de algunas páginas escritas por Chiara Lubich, fundadora de los Focolares, y el padre Josef Kentenich, fundador de Schoenstatt.

El encuentro, que formaba parte de las celebraciones conclusivas del Año Sacerdotal que han comenzado este miércoles y continuarán el viernes, se dividió en tres momentos que buscaban presentar el perfil del sacerdote de hoy: hombre de Dios; hermano entre los hermanos en el único pueblo; profeta de un mundo nuevo.

Cada una de estas tres etapas fue introducida por pasajes de un vídeo del encuentro que mantuvo Benedicto XVI con sacerdotes el 25 de julio de 2005 en Aosta.

La intervención del cardenal Bertone cobró un carácter testimonial cuando reconoció que "en este tiempo, hemos tenido que cargar con el dolor por la infidelidad, en ocasiones grave, de algunos miembros del clero, que han tenido una influencia sumamente negativa en la credibilidad de la Iglesia".

Por este motivo, recordó, cuando Benedicto XVI conversó con los periodistas en el vuelo que le llevaba a Portugal habló "de una 'persecución' que nace dentro de la misma Iglesia" (Cf. 11 de mayo de 2010).

"De este dolor surge una toma de conciencia providencial --añadió Bertone citando la Carta pastoral de Benedicto XVI a los católicos de Irlanda--: es necesario vivir 'una época de renacimiento y renovación espiritual', seguir 'con valentía el camino de la conversión, la purificación y la reconciliación', 'encontrar nuevos modos para transmitir a los jóvenes la belleza y la riqueza de la amistad con Jesucristo en la comunión de su Iglesia'".


martes, 8 de junio de 2010

Año Sacerdotal Especial




Queridos hermanos:


La Iglesia ha gozado de una inmensa alegría por el Año Sacerdotal especial convocado por el Santo Padre Benedicto XVI, y debemos dar gracias a Dios.

Fue un año de oración y de reconocimiento al trabajo de nuestros Presbíteros. Hemos reflexionado sobre la vocación sacerdotal, hemos orado por la santidad de nuestros presbíteros y por el surgimiento de nuevas vocaciones para el ministerio ordenado.

Sigue siendo necesario que los jóvenes y los chicos estén atentos a si el Señor los invita a un don más grande, en el camino al sacerdocio ministerial. Nos ha acompañado la figura del Santo Cura de Ars, a quien hemos orado y recibido su visita con la peregrinación de una reliquia suya por nuestras comunidades.

Ahora, llegando a la conclusión de este año especial, queremos dar gracias a Dios por este tiempo privilegiado de oración y de reflexión sobre el sacerdocio que hemos vivido. Por ello los invito, en primer lugar a los sacerdotes, para el próximo viernes 11 de junio, Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, a partir de las 15,00 hs, en la parroquia Sagrado Corazón de Jesús (Ciudad Sede), a una Hora Santa, por todas estas intenciones. Luego, desde las 16,00 hs. tendremos la procesión y la misa, coincidiendo con la fiesta patronal de la parroquia y la celebración del centenario de su creación. Les agradezco que hagan extensiva esta invitación a sus fieles.

A quienes no puedan concurrir, especialmente desde el interior, los animo a tener un momento especial de oración junto a su comunidad para dar cierre a este año especial.

Que este año sacerdotal sea un nuevo inicio para seguir en el ejercicio de nuestra misión en la Iglesia y en el mundo, con renovada alegría y con el convencimiento de que el Buen Pastor, permanece con nosotros.

Con mi afecto y bendición en Cristo Sacerdote.


Mons. José María Arancedo

Arzobispado de Santa Fe de la Vera Cruz

lunes, 7 de junio de 2010

Benedicto XVI: La Eucaristía resume a Cristo y su misión

Homilía de la Solemnidad de “Corpus Christi”

* * * * *

Queridos hermanos y hermanas

El sacerdocio del Nuevo Testamento está estrechamente ligado a la Eucaristía. Por esto hoy, en la solemnidad del Corpus Domini y casi al término del Año Sacerdotal, somos invitados a meditar sobre la relación entre la Eucaristía y el Sacerdocio de Cristo. En esta dirección nos orientan también la primera lectura y el salmo responsorial, que presentan la figura de Melquisedec. El breve pasaje del Libro del Génesis (cfr 14,18-20) afirma que Melquisedec, rey de Salem, era “sacerdote del Dios altísimo”, y por esto “ofreció pan y vino” y “bendijo a Abraham”, que volvía de una victoria en la batalla; Abraham mismo le dio el diezmo de todo. El salmo, a su vez, contiene en la última estrofa una expresión solemne, un juramento de Dios mismo, que declara al Rey Mesías: “Tú eres sacerdote para siempre a semejanza de Melquisedec” (Sal 110,4); así el Mesías es proclamado no sólo Rey, sino también Sacerdote. De este pasaje parte el autor de la Carta a los Hebreos para su amplia y articulada exposición. Y nosotros lo hemos recogido en el estribillo: “Tu eres sacerdote para siempre, Cristo Señor”: casi una profesión de fe, que adquiere un particular significado en la fiesta de hoy. Es la alegría de la comunidad, la alegría de la Iglesia entera, que contemplando y adorando al Santísimo Sacramento, reconoce en él la presencia real y permanente de Jesús sumo y eterno Sacerdote.

La segunda lectura y el Evangelio llevan en cambio la atención al misterio eucarístico. De la Primera Carta a los Corintios (cfr 11,23-26) se ha tomado el pasaje fundamental en el que san Pablo recuerda a esa comunidad el significado y el valor de la “Cena del Señor”, que el Apóstol había transmitido y enseñado, pero que corría el riesgo de perderse. El Evangelio en cambio es el relato del milagro de los panes y de los peces, en la redacción de san Lucas: un signo atestiguado por todos los evangelistas y que preanuncia el don que Cristo hará de sí mismo, para dar a la humanidad la vida eterna. Ambos textos ponen de relieve la oración de Cristo, en el momento de partir el pan. Naturalmente, hay una diferencia clara entre los dos momentos; cuando reparte los panes y los peces a la multitud, Jesús da gracias al Padre celestial por su providencia, confiando en que Él no hará faltar el alimento a toda aquella gente. En la Última Cena, en cambio, Jesús transforma el pan y el vino en su propio Cuerpo y Sangre, para que los discípulos puedan nutrirse de Él y vivir en comunión íntima y real con Él.

La primera cosa que hay que recordar siempre es que Jesús no era un sacerdote según la tradición judaica. La suya no era una familia sacerdotal. No pertenecía a la descendencia de Aarón, sino a la de Judá, y por tanto legalmente le estaba excluida la vía del sacerdocio. La persona y la actividad de Jesús de Nazaret no se colocan en la estela de los sacerdotes antiguos, sino más bien en la de los profetas. Y en esta línea, Jesús tomó distancia con una concepción ritual de la religión, criticando la postura que daba mayor valor a los preceptos humanos ligados a la pureza ritual más que a la observancia de los mandamientos de Dios, es decir, al amor de Dios y al prójimo, que como dice el Evangelio, “vale más que todos los holocaustos y sacrificios” (Mc 12,33). Incluso dentro del Templo de Jerusalén, lugar sagrado por excelencia, Jesús lleva a cabo un gesto exquisitamente profético, cuando expulsa a los cambistas y a los vendedores de animales, cosas todas que servían para la ofrenda de los sacrificios tradicionales. Por tanto, Jesús no es reconocido como un Mesías sacerdotal, sino profético y real. También su muerte, que nosotros los cristianos llamamos justamente “sacrificio”, no tenía nada de los sacrificios antiguos, al contrario, era totalmente lo opuesto: la ejecución de una condena a muerte, por crucifixión, la más infamante, sucedida fuera de los muros de Jerusalén.

Entonces, ¿en qué sentido Jesús es sacerdote? Nos lo dice precisamente la Eucaristía. Podemos volver a partir de esas sencillas palabras que describen a Melquisedec: “ofreció pan y vino” (Gn 14,18). Y esto es lo que hizo Jesús en la Última Cena: ofreció pan y vino, y en ese gesto se resumió totalmente a sí mismo y a su propia misión. En ese acto, en la oración que lo precede y en las palabras que lo acompañan está todo el sentido del misterio de Cristo, tal y como lo expresa la Carta a los Hebreos en un pasaje decisivo, que es necesario citar: “Habiendo ofrecido en los días de su vida mortal – escribe el autor, refiriéndose a Jesús – ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarle de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente, y aun siendo Hijo, con lo que padeció experimentó la obediencia; y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen, proclamado por Dios Sumo Sacerdote a semejanza de Melquisedec” (5,8-10). En este texto, que claramente alude a la agonía espiritual del Getsemaní, la pasión de Cristo se presenta como una oración y como una ofrenda. Jesús afronta su “hora”, que lo conduce a la muerte de cruz, inmerso en una profunda oración, que consiste en la unión de su propia voluntad con la del Padre. Esta doble y única voluntad es una voluntad de amor. Vivida en esta oración, la trágica prueba que Jesús afronta es transformada en ofrenda, en sacrificio viviente.

Dice la Carta que Jesús “fue escuchado”. ¿En qué sentido? En el sentido de que Dios Padre lo liberó de la muerte y lo resucitó. Fue escuchado precisamente por su pleno abandono a la voluntad del Padre: el designio de amor de Dios ha podido realizarse perfectamente en Jesús, que, habiendo obedecido hasta el extremo de la muerte en cruz, se ha convertido en “causa de salvación” para todos aquellos que le obedecen. Se ha convertido en Sumo Sacerdote por haber tomado Él mismo sobre sí todo el pecado del mundo, como “Cordero de Dios”. Es el Padre el que le confiere este sacerdocio en el momento mismo en que Jesús atraviesa el paso de su muerte y resurrección. No es un sacerdocio según el ordenamiento de la ley mosaica (cfr Lv 8-9), sino “según el orden de Melquisedec”, según un orden profético, dependiente sólo de su relación singular con Dios.

Volvamos a la expresión de la Carta a los Hebreros que dice: “aun siendo Hijo, con lo que padeció experimentó la obediencia”. El sacerdocio de Cristo comporta el sufrimiento. Jesús ha sufrido verdaderamente, y lo ha hecho por nosotros. Él era el Hijo y no tenía necesidad de aprender la obediencia, pero nosotros sí, teníamos y tenemos necesidad siempre de ella. Por ello el Hijo asumió nuestra humanidad y se dejó “educar” por nosotros en el crisol del sufrimiento, se dejó transformar por él, como el grano de trigo que para dar fruto debe morir en la tierra. A través de este proceso Jesús ha sido “perfeccionado” , en griego teleiotheis. Debemos detenernos en este término, porque es muy significativo. Éste indica el cumplimiento de un camino, es decir, precisamente el camino de educación y transformación del Hijo de Dios mediante el sufrimiento, mediante la pasión dolorosa. Es gracias a esta transformación que Jesucristo se ha convertido en “sumo sacerdote” y puede salvar a todos aquellos que se confían a Él. El término teleiotheis, traducido justamente como “hecho perfecto”, pertenece a una raíz verbal que, en la versión griega del Pentateuco, es decir, los primeros cinco libros de la Biblia, se usa siempre para indicar la consagración de los antiguos sacerdotes. Este descubrimiento es muy precioso, porque nos dice que la pasión fue para Jesús como una consagración sacerdotal. Él no era sacerdote según la Ley, pero lo ha llegado a ser de forma existencial en su Pascua de pasión, muerte y resurrección: se ofreció a sí mismo en expiación y el Padre, exaltándolo por encima de toda criatura, lo ha constituido Mediador universal de salvación.

Volvamos, en nuestra meditación, a la Eucaristía, que dentro de poco estará en el centro de nuestra asamblea litúrgica. En ella Jesús anticipó su Sacrificio, un Sacrificio no ritual, sino personal. En la Última Cena Él actúa movido por ese “espíritu eterno” con el que se ofrecerá después sobre la Cruz (cfr Hb 9,14). Dando las gracias y bendiciendo, Jesús transforma el pan y el vino. Es el amor divino que transforma: el amor con que Jesús acepta por anticipado darse completamente a sí mismo por nosotros. Este amor no es otro que el Espíritu Santo, el Espíritu del Padre y del Hijo, que consagra el pan y el vino y cambia su sustancia en el Cuerpo y en la Sangre del Señor, haciendo presente en el Sacramento el mismo Sacrificio que se realiza después de forma cruenta en la Cruz. Podemos por tanto concluir que Cristo fue sacerdote verdadero y eficaz porque estaba lleno de la fuerza del Espíritu Santo, estaba lleno de toda la plenitud del amor de Dios, y esto precisamente “en la noche en que fue traicionado”, precisamente en la “hora de las tinieblas” (cfr Lc 22,53). Es esta fuerza divina, la misma que realizó la Encarnación del Verbo, la que transforma la extrema violencia y la extrema injusticia en un acto supremo de amor y de justicia. Esta es la obra del sacerdocio de Cristo, que la Iglesia ha heredado y prolonga en la historia, en la doble forma del sacerdocio común de los bautizados y del ordenado de los ministros, para transformar el mundo con el amor de Dios. Todos, sacerdotes y fieles, nos nutrimos de la misma Eucaristía, todos nos postramos a adorarLa, porque en ella está presente nuestro Maestro y Señor, está presente el verdadero Cuerpo de Jesús, Víctima y Sacerdote, salvación del mundo. ¡Vengan, exultemos con cantos de alegría! ¡Vengan, adoremos! Amén.