Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



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domingo, 20 de febrero de 2011

Homilía Dominical

Domingo VII del TO - Ciclo A

Lecturas

Lv 19, 1-2.17-18
I Co 3, 16-23
Mt 5, 38-48



Seguir a Jesús por el camino de las Bienaventuranzas, decíamos hace algunos domingos, comporta una capacidad de distinguirse del mundo, de ser sal y luz para él. La Palabra de hoy nos lo vuelve a repetir. Se trata de ser santos como Dios es santo, es decir, distinto del mundo. Y, precisándolo un poco más en el Evangelio, Jesús nos explica en qué consiste esta distinción: Dios quiere a todos, buenos y malos, justos e injustos, su amor es universal y gratuito. El mundo en cambio, los publicanos, los paganos (¡o nosotros cuando nos comportamos como tales!), ama solamente a los que lo aman.

El Padre quiere abrazar a todos en su amor y posibilitarnos así vivir en comunión de hermanos: su Reino, su Familia, ¡nuestra gran Bienaventuranza! El pecado que está en el mundo va creando enemistades y las va extendiendo: a unos queremos, a otros (que cada vez son más) odiamos.

Jesús vino a mostrarnos este amor del Padre y a remediar este poder de ramificar la enemistad que tiene el pecado. A la herida que recibe en su Corazón no la devuelve, como suele hacer el mundo ocasionando otras miles de heridas, sino que la transforma en fuente de Amor y de reconciliación. Es esto mismo lo que nos pide, a cada uno en la medida de su gracia, que hagamos nosotros.

Experimentamos en nuestro país un crecimiento de la enemistad y la agresión. Desde los insultos intercambiados en el tránsito, a la bronca con la que nos cargamos al mirar los informativos, los delitos que se cometen, la competencia política, la corrupción, etc. A veces se pone de moda odiar, a alguien en especial o a determinada clase de personas a las que hacemos culpables de todos los males y a las que ¡está prohibido! no odiar.

El Señor nos pide hoy que nos atrevamos a ser distintos. Esto no quiere decir renunciar a la justicia o a exigir con penas adecuadas el cumplimiento de las leyes. Los buenos padres saben dar penitencias a sus hijos cuando transgreden las normas de convivencia familiar, pero lo hacen pensando en su propio bien y en el de la familia, nunca con odio.

Ahora, ¡cómo vivir en concreto este mandamiento tan difícil del Señor! El evangelio nos da la pista: entusiasmándonos con la recompensa que se nos promete. Así serán hijos del Padre que está en el cielo, serán parecidos, perfectos (¡plenos, felices!) como Él. Ante cada herida que nos lleve a la enemistad y a la bronca Jesús nos invita a mirar al Padre. A compartir con Él la cruz que reconcilia al mundo y a vivir la alegría de ser cada vez más hijos, perdonados siempre y con capacidad de perdonar siempre, creando fraternidad en el mundo y transformándolo así de a poco en el Reino.

Es esta la fuerza que nos regala en la Eucaristía, que es pan de los hermanos, antes de comer el cual exclamamos: ¡Padre nuestro!


"Amen a sus enemigos
y rueguen por quienes los persigan"

Mt 5, 44

P. Daniel Gazze

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