Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



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domingo, 5 de septiembre de 2010

Homilía Dominical

23º Domingo del Tiempo Ordinario
Lecturas

Sb 13-18
Flm 9b-10. 12-17
Lc 14, 25-33


Hoy las lecturas nos hablan de la sabiduría. Ella ha sido el objeto de búsqueda por parte de la humanidad desde tiempos inmemoriales. Muchas acciones y procesos históricos han tenido como motor el deseo de saber más, de conocer, de progresar en la inteligencia de las cosas y del mundo. Sobre todo en los últimos siglos esto ha producido un avance científico y tecnológico muy grande, con enormes beneficios en algunos aspectos para el hombre, aunque también con notorios riesgos y daños para sí mismo y el medio ambiente. No es que el conocimiento y la modificación de la naturaleza sean malos de por sí, pero el problema es que no hubo un paralelo crecimiento ético que acompañe este enorme potencial. Del mismo modo, en las cuestiones más importantes de la vida humana, como las relaciones interpersonales, los vínculos afectivos, las cuestiones emocionales, la convivencia entre personas y pueblos, no siempre se ha tenido la suficiente sabiduría.

La primera lectura nos dice que a veces perdemos la sabiduría porque nos dejamos oprimir por muchas preocupaciones, y que difícilmente acertamos en las cosas humanas, ¡cuánto menos, entonces, en las cosas de Dios! Por ello Él mismo ha querido allanarnos el camino, entregándonos a su Hijo, que es la Sabiduría hecha carne. Para un cristiano la sabiduría nunca será una cuestión abstracta o meramente intelectual, sino el encuentro con una Persona, que es Jesús, entregado por nosotros, muerto y resucitado.

De ahí que no se pueda separar la sabiduría del amor, y más concretamente, de la cruz, que es el signo del amor hasta las útlimas consecuencias. Cuando Jesús nos invita a "cargar la cruz" no nos induce a una actitud masoquista o de desprecio hacia nosotros mismos, sino que nos invita a recorrer un camino de amor. Por eso antes de pronunciar las palabras "quien quiera seguirme, que cargue su cruz" invita a "amar más": que al padre y la madre, los hijos, hermanos y hasta la propia vida. No significa esto que los legítimos amores humanos no tengan lugar en la relación con Dios. Todo lo contrario: ellos son la experiencia básica para descubrir el fundamento que los hace sólidos, que es el Dios amor. Los amores humanos -asumidos por el Dios hecho hombre- son el camino para vivir el "más" que nos conduce a Dios. Además, es cierto que el amor auténtico supone renuncia, y muchas veces requiere la fortaleza para afrontar dificultades y cruces. ¿De dónde sacar la energía y perseverancia necesarias si no es del amor de nuestro Dios? ¿Se puede amar en serio al padre y la madre, al cónyuge, al hijo, al prójimo concreto de carne y hueso si no hay Otro Amor que nos amó primero?

Las dos breves parábolas con las que termina el Evangelio de hoy marcan dos características de esta "sabiduría de la cruz" que propone el Señor. Ante todo, es constructiva: la imagen de construir la torre habla de esa característica del ser humano que es la creatividad, la capacidad de hacer cosas, de sumarse en un proyecto común. No es fácil definir esta característica -el Evangelio no lo hace- pero sí es notorio cuando una persona posee o no este modo de ser. Cuando alguien es "constructivo" lo notamos enseguida, mientras que también se percibe cuando un individuo se limita a criticar, a sospechar de todo, a pensar mal, a buscar "la quinta pata al gato". Ahí no hay "sabiduría de la cruz".

La otra característica sugerida es el combate. El cristiano no puede ser ingenuo, y la realidad nos muestra que hay cosas que combatir o de las cuales defendernos. Combatir el error, no al que yerra; combatir el pecado, no al pecador. Combatir lo que atenta contra la dignidad humana y la libertad de los hijos de Dios. Enfrentar lo que divide, lo que ensombrece e impide la realización plena de nuestro destino personal, que para el cristiano es vocación regalada por Dios. La imagen del combate está insinuada en el rey que sale a enfrentar al enemigo que viene contra él.

Pero en ambas metáforas se señala también lo que no es sabio, es decir, lo insensato, lo que no lleva a ningún lado, lo que no es racional. No es inteligente comenzar a construir si no se tiene con qué terminar... No es realista enfrentar con diez mil hombres al que viene con veinte mil... Tampoco es sabio querer ser discípulo de Jesús si no se está dispuesto a vivir la disponibilidad a una respuesta siempre nueva y a un amor siempre mayor.

P. Gerardo Galetto

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