Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



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domingo, 12 de agosto de 2012

Día del Niño


La vida humana es un don que siempre nos sorprende. El niño participa, es más, es el comienzo de esta realidad única y personal. Cuando dejamos de lado el significado de la vida como don, como lo dado, para considerarla como nuestra obra, corremos el peligro de desconocer su verdad y autonomía.
En el primer caso la recibimos, pero no nos sentimos dueños; en el segundo, en cambio, se convierte en algo de lo que podemos disponer. Frente al don tenemos primero obligaciones, frente a nuestra obra parecería que tenemos más derechos que obligaciones. Esta reflexión me es útil para definir lo que llamaría la relación entre el don y la tarea, entre lo recibido y nuestra acción. Podemos perfeccionar el don, pero no disponer totalmente de él. Cuando no partimos de la vida como don, nuestro obrar pierde el sustento de una razón científica y moralmente vinculante. Pasamos a convertimos en pequeños dioses que disponemos, en este caso, de la misma vida. La grandeza y el límite de nuestra tarea encuentran, en la realidad única y personal del don, su verdad más profunda. Recordemos que el niño a quién hoy festejamos un día fue comienzo, fue don, en la fragilidad de un embarazo. Cuando se pierde de vista la dimensión del don se pierde, además, la capacidad de gratitud. A estas consideraciones siempre las veo actuales, porque pertenecen al orden del ser y tienen una entidad propia que debemos saber leer.
La tarea, como obligación de los adultos y de la sociedad frente al niño, es permanente. Ella se debe ir desarrollando a los largo de las diversas etapas de su crecimiento. Estamos en el ámbito de lo humano, ello implica tener en cuenta que el niño es un ser inteligente, con libertad y necesidad de amor. Que de acuerdo a su edad sabe discernir, que necesita ser escuchado y acompañado. Sus necesidades no siempre son conocidas ni respondidas por los adultos. Podemos dar cosas, tal vez con esfuerzo, pero ellos pueden reclamar otras más simples. Cuántas veces pensamos y actuamos desde nosotros y no escuchamos, o no interpretamos, la voz o el silencio del otro. Hay respuestas que damos, pero que no parten de una pregunta o necesidad. Es común, en este sentido, escuchar hablar de la importancia de una Escuela para Padres en la que se les ayude en su indelegable misión. Estamos en el segundo momento de aquella tarea como respuesta al don recibido. El niño necesita presencia, tiempo y ejemplaridad de los mayores, ello va marcando en él la realidad de un horizonte ideal y posible para sus vidas. El mañana, para ellos, hoy necesita de testigos. Es triste escuchar decir que hay chicos huérfanos de padres vivos.
No podemos dejar de tener presente en este día los numerosos niños que viven no sólo con necesidades afectivas y en soledad espiritual, sino también, con carencias básicas que lastiman su presente y comprometen su futuro. Si bien hay un esfuerzo que debe ser valorado, sea privado como oficial, respecto a la ayuda o asistencia a la niñez en situación de riesgo, sabemos que falta mucho, diría que no alcanza, que estamos aún lejos. Las cifras de pobreza estructural y marginalidad no disminuyen lo esperado, con el agravante que hay muchas personas que viven en esos ambientes con una sensación de acostumbramiento a que la situación es así y no va a cambiar. Cuando a esto se le agrega el avance de la droga en los barrios más carenciados, la situación de esa niñez pasa a un estado de indefensión que hace muy difícil su presente y problemático su futuro. Son víctimas de un mundo de adultos, que ha dejado de lado el significado de la tarea como una obligación frente al don de la vida. Valoro, en este sentido, la presencia de quienes dan su tiempo y talentos personales para trabajar en lo que llamamos, al interno de la Iglesia, la pastoral de la infancia en riesgo. ¡Cuánta necesidad de una docencia de solidaridad que motive un voluntariado comprometido en la sociedad!
Reciban de su obispo junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor Jesús y María Santísima, Nuestra Madre de Luján.
Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

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