Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



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domingo, 31 de octubre de 2010

Homilía Dominical

Domingo XXXI del TO - Ciclo C

Lecturas

Sb 11, 22-26.12, 1-2
2º Tes 1,11-12.2,1-2
Lc 19, 1-10


Escuchamos en este Domingo el relato del encuentro de Jesús con Zaqueo, que culmina con el Señor alojado en su casa, a la que llega la salvación. Qué hermosa imagen para decirnos qué es la salvación: ¡Jesús que habita en mi casa y que por ello pasa a ser la suya, la nuestra!

Y ésto se da como resultado de una doble búsqueda. En primer lugar, la de Jesús, que vino a buscar lo que estaba perdido. Ya nos lo había contado San Lucas en las parábolas de los capítulos anteriores. Tiene pasión por encontrar lo que se le había perdido, para eso vino: para encontrar a la oveja, la dracma, ¡a mí!

Y por otro lado, la de Zaqueo, que en este caso es el que nos enseña algo importante sobre cómo debemos buscar nosotros a Jesús. Lo primero que hace es experimentar la necesidad de elevarse por encima de la multitud para poder ver al Señor. Pero este subirse no tiene nada de triunfal. Subir al árbol significa reconocer que es petiso ("Te alabo, Padre, porque revelaste estas cosas a los pequeños", dice Jesús) y quedar expuesto al ridículo.

Tenemos sobrada experiencia de lo que para el mundo significa elevarse por sobre los demás: TENER más, PODER más que los otros. Jesús nos pide la capacidad de distinguirnos de la multitud de otra manera: haciéndonos pequeños, perdiendo el miedo a quedar en ridículo.

Quizá esta noche la multitud celebre "Halloween". ¿No es, tal vez, exponernos al ridículo decir que nos preparamos para celebrar el día de los santos, que ellos son nuestros modelos, que no creemos en el triunfo de la muerte -y por eso no jugamos con calaveras- sino en el triunfo de la resurrección que es vida plenificada en el amor?

Otra cosa que distingue a Zaqueo del resto es que la muchedumbre sigue a Jesús posiblemente buscando ver milagros. Por el contrario, Zaqueo quiere verlo a Él. Es rico en dinero, pero anda en búsqueda de otra cosa. Recibir a Jesús en su casa, en la intimidad de la amistad, termina siendo su gran riqueza.

También hoy se juntan grandes multitudes cuando se trata de ver cosas extraordinarias, de presenciar milagros, de obtener favores, pero ¿nos distinguimos nosotros en querer verlo a Jesús, en abrirle la casa de nuestro corazón para recibirlo como amigo?

Por último, Zaqueo
nos enseña que el fruto de esta salvación que ha recibido es la alegría que lo impulsa a dar, a compartir sus bienes con los pobres. Renunció a buscar la riqueza de este mundo y es ahora rico en amor. Los que miran criticones no se sienten pecadores, no quieren renunciar a ser ricos en méritos propios y por eso posiblemente no serán capaces de dar nada a los otros.

Queridos hermanos, en la Misa que celebramos, también el cuerpo de Jesús se elevará ante nuestros ojos, recordándonos que subió al árbol de la cruz ante la multitud que se burlaba. Y todo eso para buscarnos. Hoy nos congrega, nos recibe en su casa, ¡que lo recibamos en la nuestra! Y que la alegría de tenerlo como amigo nos lleve a compartir con tantos pobres, en diversos aspectos, que están esperando nuestra generosidad.

¡Santo y feliz Domingo para todos!

«Jesús le dijo: 'Zaqueo, baja pronto;
porque conviene que hoy me quede yo en tu casa'.
Zaqueo se apresuró a bajar y le recibió con alegría. »

P. Daniel Gazze

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