Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



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domingo, 14 de noviembre de 2010

Homilía Dominical

Domingo XXXIII del TO - Ciclo C

Lecturas

Mal 3, 19-20
2º Tes 3,7-12
Lc 21, 5-19


Se acerca el final del año litúrgico y la palabra de Dios nos orienta la mirada a la escatología, hacia el mundo definitivo al que caminamos en la fe. Por eso el Señor, en el Evangelio, se preocupa en primer lugar de que no queden fijos nuestros ojos en aquello que será destruido, como los que se deleitaban contemplando la hermosura de las piedras y ofrendas del templo.

Decíamos el domingo pasado que cada vez que vivimos el amor al estilo de Jesús, como don de la vida, y unidos a Él, estamos ya en el mundo que no pasa y encaminados a gozarlo en plenitud. Pero para llegar allí, Jesús nos advierte -con un lenguaje apocalíptico común en la época- que habrá que pasar por muchas pruebas. Su intención no es atemorizarnos sino exhortarnos a la constancia. Esta palabra, que en griego se escribe "hypomoné", se puede traducir también como perseverancia, paciencia o, si queremos, en un lenguaje de todos los días, "aguante". Es una virtud esencial del cristiano, pero no muy apreciada en nuestra cultura actual. Algo que ocasione sufrimientos, que sea difícil de soportar, hay que sacárselo de encima a toda costa, sea lo que fuere.

Pero, ¿qué clase de aguante se nos pide? Teniendo en cuenta que hemos sido creados para la vida y no para el sufrimiento, éste tiene que estar en función de la primera. Y si esta vida definitiva se identifica con el amor verdadero, el aguante del que Jesús habla no puede ser otro que el que nos haga permanecer fieles y crecer en este amor.

Creo que a nivel humano lo experimentamos cuando alguien nos ha hecho el "aguante", como decimos. Cuando a pesar de las dificultades ha permanecido fiel al amor que nos tenía, esa persona crece, se hace grande a nuestros ojos. Así también el sufrimiento, las pruebas que Dios permite en nuestra vida, vividas en la fidelidad al Evangelio, nos hacen crecer ante sus ojos, nos hacen alcanzar nuestra talla en el amor verdadero, o sea en la plenitud de vida que Él pensó para nosotros.

Y este aguante se vive en la confianza (¡y nos pide cada vez más confianza!). Confianza en que, en medio de las tribulaciones nuestra vida está a salvo ("gracias a la constancia salvarán sus vidas") y confianza también en que el sufrimiento no sólo no menoscaba nuestra integridad sino que nos lleva a adquirir nuestro rostro más bello ("ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza").

Se tratará entonces de colaborar con la obra de Dios en nosotros procurando descubrir en qué pueden hacernos crecer esos sufrimientos que no podemos evadir si queremos ser fieles: algunos nos ayudarán a sacar los ojos de las cosas que pasan para ponerlos en las verdaderas, otros a comprender el dolor de los demás, otros a ser humildes y misericordiosos, etc. Y todos, a conocer más la grandeza del amor de Dios, si es que a este aguante lo vivimos como dice la carta a los Hebreos, con los ojos fijos en Jesús, quien en lugar del gozo que se le ofrecía, soportó con toda constancia la cruz (cf. Hb 12,1-2).

Queridos hermanos, al celebrar la Misa del domingo, nosotros no contemplamos la belleza material de un templo que será destruido sino la del verdadero Templo, que es el cuerpo de Jesús (cf. Jn 2,21), victorioso sobre el sufrimiento, que nos une a Él en la Eucaristía, y al que le pedimos que sea nuestra fortaleza y constancia, y especialmente, la de nuestros hermanos enfermos por quienes hoy rezamos.

¡Feliz domingo para todos!

"Si se mantienen firmes, conseguirán la Vida."


P. Daniel Gazze

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