Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



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sábado, 1 de enero de 2011

Homilía de la Misa de Año Nuevo

Misa de Año Nuevo
Solemnidad de Santa María Madre de Dios
Lecturas

Nm 6,22-27
Gal 4,4-7
Lc 2, 16-21



Al recibir el nuevo año, puede ser que nos invadan los sentimientos que nos contagian los fuegos de artificios y los festejos a veces un tanto exagerados. Se va un año que nos deparó penas y alegrías y viene otro sobre el que proyectamos nuestros deseos de que todo vaya mejor. Aunque si lo miramos con ojos realistas sabemos que no va a ser así, el cambio de almanaque no soluciona automáticamente nuestros problemas y nos dice que el tiempo corre inexorablemente.

La perspectiva cambia si miramos el paso del tiempo desde esa realidad más profunda todavía que es la de nuestra fe. Decíamos al celebrar el Misterio de la Navidad, que Dios se hace Niño para golpear a la puerta de nuestros corazones cerrados por el pecado, invitándonos a abrirlos a la comunion de amor con Él y, en Él, con los demás.

Este proceso, lo sabemos, lleva tiempo. La comunión íntima y profunda de corazones nunca se da de un día para el otro. Sólo de a poco bajamos nuestras defensas y nos abrimos a la confianza, cuando descubrimos en el otro fidelidad, permanencia en el amor a través del tiempo. Por eso, celebrando la Navidad, podemos decir que el tiempo es la expresión de la paciencia de Dios que no se cansa de golpear a la puerta de nuestros corazones para convencernos de que nos ama de verdad, que es fiel y que podemos abrirnos y confiar en Él.

Una buena manera de despedir el año viejo y recibir al nuevo sería por lo tanto mirar el pasado tratando de descubrir cómo Dios estuvo siempre cerca, a la puerta, en las alegrías y en las tristezas, en lo bueno y en lo malo ("todo sirve para el bien de los que lo aman", nos dice S. Pablo) y así convertirlo en acción de gracias que nos lleve a vivir más confiados y abiertos a Él en el nuevo año.

A la vez, esta manera de mirar el tiempo, nos invita a la paciencia en el trabajo por su Reino. Sabemos que la comunión plena queda para el Cielo, pero también que nuestras pequeñas entregas de cada día, vividas en la fidelidad, van abriendo camino (y corazones) hacia Él.

Esta visión de fe es la que nos enseña María, a quien hoy celebramos como Madre de Dios. El evangelio nos la presenta en esa actitud de conservar las cosas y meditarlas en su corazón. Es decir, la búsqueda de la presencia del Dios fiel que va cumpliendo sus promesas de amor a través de lo que le va ocurriendo. A esta búsqueda Él le va respondiendo haciendo brillar su rostro sobre ella y posibilitándole vivir bajo su mirada de amor.

Le pedimos que interceda por nosotros para que también a nosotros el Señor, en este año que comienza, nos descubra su rostro y nos conceda la paz.

¡Feliz año nuevo para todos!

P. Daniel Gazze

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