Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



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miércoles, 2 de septiembre de 2009

Septiembre: Mes de la Biblia

Como todos los años, la Iglesia nos invita a vivir el mes de septiembre, en el que se recuerda a San Jerónimo, su primer traductor en lenguaje popular, como el Mes de la Biblia.

La Biblia es el libro que recoge y conserva para nosotros el testimonio de la Palabra de Dios, que nos llega por el Antiguo y el Nuevo Testamento. Así nos lo dice la misma Biblia: “Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los Profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras, ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo” (Heb 1, 1).

Esta realidad marca lo que es propio del cristianismo, es decir, Dios llega a nosotros, se nos manifiesta por medio de su Palabra.

Este hecho es algo objetivo, no es una doctrina creada por el hombre, sino el testimonio de que es Dios quién habló. Por ello, ya desde el Antiguo Testamento, la actitud del fiel es escuchar: “habla, Señor, que tu siervo escucha”; esta certeza luego se hace oración: “Tu Palabra, Señor, es la verdad y la luz de mis ojos…ella es mi alegría …” (Sal 118). La espiritualidad que nace de la Biblia comienza por un escuchar, por el silencio que se convierte en diálogo a través de la palabra que Dios nos dirige. También es importante tener en cuenta que esta revelación de Dios concluyó con su Hijo, Jesucristo. Esto significa que no debemos esperar una nueva revelación. El contenido de esta riqueza espiritual la Iglesia lo conserva y nos lo comunica. Esta es su misión.

En este sentido, la Biblia, la Palabra de Dios se convierte en el primer lugar de encuentro con Jesucristo. Desconocer la Escritura es desconocer a Jesucristo. Por ello el Santo Padre, al iniciar el camino evangelizador en América Latina y presentar la formación de los misioneros, afirmaba: “es condición indispensable el conocimiento profundo y vivencial de la Palabra de Dios".

Por esto, hay que educar al pueblo en la lectura y la meditación de la Palabra: que ella se convierta en su alimento para que, por propia experiencia, vea que las palabras de Jesús son espíritu y vida (Ap. 247). Cada vez que leemos con fe la Palabra de Dios se actualiza para nosotros la vida y la presencia de Jesucristo. Comprender esto y no vivirlo con el deseo y la alegría de recibir lo que Dios nos ha dejado, es no descubrir en nuestra historia la presencia de su amor. La Palabra de Dios se hace historia de salvación en nuestra vida.

Creyendo y conociendo esto, a veces me pregunto si los cristianos lo vivimos en serio. Cabría preguntarnos: ¿qué lugar ocupa, o qué tiempo le damos en nuestra vida a la Palabra de Dios? ¿Si ella es el primer lugar de encuentro con Jesucristo, lo es verdaderamente en mi vida? Cuántas lecturas ocupan mi tiempo, y qué poco tiempo tengo para abrirme a esta Palabra que Dios me dirige. Qué triste la imagen de un cristiano cuando su vida es ajena al espíritu del Evangelio. Es cristiano como pertenencia exterior a una religión, pero su vida, su modo de pensar, no han sido iluminados por la Palabra de Dios. Hay una etiqueta cristiana, pero no una vida cristiana.

¡Animémonos a ir al encuentro de Dios Padre que se nos revela en su Palabra!


Mons. José María Arancedo

Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

(septiembre 2008)


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