Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



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domingo, 6 de junio de 2010

Homilía Dominical

Solemnidad de Corpus Christi
Lecturas
Gn 53, 18-20
I Co 11, 23-26
Lc 9, 11b-17


Hoy la Iglesia nos invita a celebrar el misterio de la presencia real de Jesús en la Eucaristía. Este dato de fe es clave para la identidad católica del cristiano: creemos que el Señor está verdaderamente con su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad en el sacramento del pan y del vino. Las lecturas de hoy invitan a relacionar el misterio eucarístico con el Sacerdocio de Jesús: Tú eres sacerdote para siempre, repetíamos en el salmo, a la manera de Melquisedec.

La primera lectura narraba un episodio misterioso, que se encuentra en los primeros capítulos de la Sagrada Escritura, en el cual Melquisedec bendecía a Abraham y éste le ofrecía el diezmo de todas sus posesiones. De Melquisedec no se conoce padre ni madre ni genealogía, parece perderse en el horizonte de los tiempos, no se sabe de dónde proviene... Por eso la carta a los Hebreos lo considera un símbolo y anticipo de Cristo, el Sacerdote Eterno, engendrado desde siempre en el seno de Dios. Por otra parte, Abraham es el padre de los creyentes, el origen del pueblo de Dios, y es significativo que le rinda homenaje y veneración, como si la promesa que él representa tuviese su fundamento en la bendición de Melquisedec. Pareciera que ésta bendición es la que hace fecundo al anciano Abraham.

Efectivamente, la presencia eucarística es promesa de fecundidad y de vida que se multiplica. El pan es el signo de lo indispensable para vivir: sin él la existencia humana no es posible. Ni la existencia biológica, que necesita de alimento, ni la existencia digna, ya que vivir es también conseguir el pan con el sudor de la frente. El pan es el fruto del trabajo digno, del esfuerzo y la creatividad que plenifican nuestra condición humana. Por ello, Jesús multiplicando los panes, es la imagen del Dios que renueva la vida de los hombres, especialmente cuando ella se halla amenazada por alguna situación límite, como escuchamos en el relato evangélico de hoy.

Hoy es por tanto un día para agradecer, y reconocer la generosa humildad de nuestro Dios, que en la Eucaristía se hace cercano, escondido, silencioso. ¡Qué fuerte es la experiencia de entrar en una iglesia católica y descubrir que aunque esté vacía de gente hay una presencia que se hace sentir! El sagrario nos invita a abrir el corazón ante este Dios callado, que con su silencio habla, y nos invita a escuchar el diálogo interior en el que surgen nuestros proyectos, deseos, frustraciones, alegrías, tristezas...es decir, todo lo nuestro, para discernir allí Su voluntad. Éste es quizá el nucleo de la auténtica devoción eucarística.

También recordar que la Presencia en la Hostia Consagrada es el fruto de una acción: "Hagan esto en memoria mía". La presencia del sagrario prolonga la celebración en la que todos estamos llamados a participar, sobre todo en el día del Señor. Celebración en la que descubrimos el aspecto fraterno y comunitario de nuestra fe, en la que nos reconocemos miembros de la Iglesia, llamados a descubrir la presencia real de Jesús en cada hermano y en cada persona que viene a nuestro encuentro. Celebrar la Eucaristía es fuente y culmen de nuestra vida cristiana, como enseña el Concilio Vaticano II.

Y por último: además de celebrar y adorar, hacer todo lo humanamente posible para recibir la comunión. Cristo no se quedó en la Eucaristía sólo para nuestros actos de devoción pública o privada, sino para ser nuestro alimento. Esta es la comida y bebida que renueva a la Iglesia y a nosotros mismos. El catecismo nos enseña las condiciones mínimas para acercarnos a la mesa del altar: ¡qué importante que tratemos de no perdernos esta propuesta tan generosa de nuestro Dios hecho Hombre! Qué importante que tratemos de purificar nuestro corazón y tener una conciencia recta para no privarnos de tanta vida que se nos da gratuitamente. Sí: ¡gratuitamente!

Una conciencia viva de la santidad del sacramento no significa que vinculemos su recepción con la impecabilidad personal (¡que no existe!), sino que sepamos que nunca soy digno de que entres en mi casa. Por tanto, acercarnos al sacramento con reverencia y respeto, con amor y humildad, con la libertad de los hijos de Dios, sabiendo de nuestros límites y deseosos de ir al encuentro de Aquél que entregó su vida para salvar a los pecadores.


P. Gerardo Galetto

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