Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



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:: Homilías ::

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domingo, 13 de junio de 2010

Homilía Dominical

11° Domingo del Tiempo Ordinario
Lecturas
Sam 12, 7-10. 13
Gal 2, 16. 19-21
Lc 7, 36-8,3

Quisiera comenzar recordando que hoy es la colecta nacional de Caritas, y que esta es una oportunidad para tratar de ser un poco más generosos y contribuir así en algo con los más necesitados. La limosna es una práctica muy arraigada en la tradición cristiana, en primer lugar por su valor humano: el acto de dar nos enseña que la vida no termina en el propio yo, sino que sólo realizamos nuestro ser cuando salimos de nosotros mismos. Humanamente "somos más" cuando nos abrimos al prójimo. También -y sobre todo- es importante por su valor religioso, porque expresa la idea que tenemos de Dios. Nuestro Dios es don, es un Dios que se da y nos da continuamente de modo sobreabundante. Nos dio a su propio Hijo, y con Él todos los bienes que podamos reconocer en nosotros: la inteligencia, la libertad, la voluntad, la salud, poca o mucha, los afectos... Todo es don de un Dios que es Amor.

Las lecturas de hoy nos hablan de la sobreabundante generosidad de Dios. En la primera, el profeta le recordaba al rey David todo lo que Yahvé había hecho por él, toda la predilección que le había mostrado. David, efectivamente, fue un gran hombre que realizó grandes obras no sólo por su Dios, sino también por su pueblo, y que gozó de una extraordinaria preferencia por parte de Dios. Sin embargo, este hombre tan bendecido y tan amado, en algún momento de su historia, traiciona, no sólo a su Señor sino también a su mejor amigo, como escuchamos también en la primera lectura. Aquí es donde se vuelve a experimentar la generosa misericordia de Dios, que le renueva la vida y el perdón. También es cierto que David supo agradecer y responder con grandeza a esta nueva muestra del amor infinito de su Señor.
Quizá ese conocido episodio muestre de una manera muy clara lo que san Pablo dice en la segunda lectura de hoy: que el hombre no se justifica por las obras de la ley, sino por la fe en Cristo. Sin dudas que las obras son necesarias para expresar la vitalidad de la fe, pero no son ellas las que nos hacen justos, sino que lo que nos redime es la entrega de Jesús. Por eso Pablo también dice yo no anulo la gracia: si la justicia viniera de las obras ¡Cristo habría muerto inútilmente! El hombre religioso muchas veces puede tener la sutil tentación de pensar que uno puede salvarse solo, cuando en realidad todos necesitamos de los demás, y fundamentalmente, de Dios. No son los propios méritos los que transforman el corazón, sino la iniciativa de Dios: es la gracia la que nos santifica.
Esto es lo que no pudo entender el fariseo del que habla el Evangelio. Pertenencía a un grupo religioso que hacía del cumplimiento estricto de la ley la clave de la relación con Dios, y no comprendió que aunque uno deba poco, si no puede pagar está en la misma situación que el que debe mucho: es decir, ¡necesitado del perdón! A eso se refiere el Señor con la parábola de los dos deudores, que enseña que quien tiene conciencia de ser muy perdonado demuestra mucho amor. Así lo hizo la mujer pecadora, que además, es un hermoso ejemplo de coraje y audacia para vencer los prejuicios y respetos humanos, ya que se acercó decididamente a Jesús, en una llamativa actitud que contradecía los usos y costumbres de la época. Al mismo tiempo, ella demuestra con gestos concretos y corporales su amor agradecido por el encuentro con el Salvador. Gestos que el Señor parecería haber estado esperando, ya que recriminó al fariseo su indiferencia y frialdad. El perfume, las lágrimas, los besos... Jesús acepta estos gestos que brotan de un corazón agradecido y arrepentido.
Que este episodio nos ayude a meditar en la misericordia de Dios, y a ser testigos de su generosidad.
P. Gerardo Galetto

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