Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



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domingo, 18 de octubre de 2009

Homilía Dominical

29º Domingo del Tiempo Ordinario
Lecturas
Is 53, 10-11
Hb 4, 14-16
Mc 10, 35-45

Quiero comenzar la homilía de hoy saludando a todas la madres en su día y rezando por ustedes. E invitarlas a agradecer esta maravillosa vocación que tanto las acerca al Dios de la vida, que a través de ustedes quiere seguir renovando nuestro mundo.

El Evangelio que hemos escuchado nos vuelve a traer un tema sobre el que Jesús insistentemente habla a sus discípulos: el Hijo del Hombre vino para dar su vida en rescate por muchos. De esta forma nos recuerda que el servicio que El realizó -y el que nos pide a nosotros- no es sólo un conjunto de buenas obras, sino una manera de encarar la propia existencia: es el don de sí mismo, en el caso de Él, hasta el extremo.

A los doce -como lo hemos escuchado en los domingos anteriores- les costó entender la contundencia de este mensaje. En el diálogo de hoy, vemos cómo Santiago y Juan no entienden que el Hijo del Hombre no vino a ser servido sino a servir...que el que quiera ser el primero tiene que ser el último y el que aspire a ser grande debe ser el servidor de todos.

Sin dudas que estos dos apóstoles se destacan sobre el resto. En los principales acontecimientos de la vida de Jesús están cerca de Él (Mc 9,2 por ejemplo), son vehementes y apasionados en el cumplimiento de lo que creen que es justo aunque se equivoquen (Mc.9,38), su personalidad es fogosa al punto de que Jesús los había apodado boanerges que significa hijos del trueno (Mc 3,17). En el caso de san Juan, además, se ve que tenía una inteligencia muy profunda, tal como se puede deducir por el Evangelio que escribió.

No es raro que personalidades de este tipo deseen ocuparse de responsabilidades mayores, y no rehusen los desafíos que esto supone. Esta actitud no es mala ni contraria a la enseñanza ni al ejemplo de Jesús. El problema es cuando se confunde el deseo de hacer fructificar los talentos recibidos, con la ambición de cargos o puestos, pensando que de ellos depende nuestra realización personal o la eficacia de nuestro servicio.

Pero Jesús no sólo corrige a Santiago y Juan. También nos advierte contra otra tentación en la que parecen haber caído los otros diez. El evangelio dice que se indignaron contra los dos hermanos. Esta actitud no brota del dolor por el error ajeno ni del deseo fraterno de ayudar a cambiar al que se equivoca, sino de la amargura por no tener aquello que piden los otros dos. Es la tentación de la envidia, que si la dejamos entrar, daña los corazones y las instituciones. No sólo las comunidades religiosas, sino también la convivencia secular, social y política se entorpece cuando sus actores no saben reconocer con sabiduría las capacidades y aptitudes ajenas. Hoy Jesús nos invita a mirar también lo que ocurre fuera de la Iglesia (los que gobiernan, los que dominan) para aprender y aportar un espíritu distinto.

Y por último, como es el día de la madre quiero terminar marcando un detalle, de esos que tanta riqueza encierran en la Escritura. Cuando san Mateo relata este mismo episodio (Mt 20,23) nos dice que no fueron Santiago y Juan sino su madre la que pidió "el puesto de gloria" para ellos. Esto suele ocurrir en las relaciones humanas más importantes: entre padres e hijos, entre los cónyuges, entre los hermanos, entre los amigos. Es normal y legítimo que si amamos, anhelemos y soñemos lo mejor para la persona querida. Pero una cosa es desear el bien y otra muy distinta pretender manejarle la vida. Proponer objetivos exigentes que nos ayuden a superarnos está bien, sobre todo cuando estamos en proceso de formación, pero otra cosa es sobreexigir con metas inauténticas, que enrarecen la convivencia y la serenidad afectiva. No soy experto en estos temas, pero me parece que a veces, cuando los padres piensan "mi hijo es el mejor", sutilmente le están diciendo "tenés que lucirte", "tenés que ser exitoso" y esto sí que puede hacer daño al proceso de maduración. Y por supuesto que si estos son los criterios de una sociedad "adulta" los frutos no pueden ser muy diferentes de los que estamos viendo. ¡Para renovar la sociedad hay que cambiar de criterios!


P. Gerardo Galetto

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