Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



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domingo, 11 de octubre de 2009

Homilía Dominical

28º Domingo del Tiempo Ordinario
Lecturas
Sab 7, 7-11
Hb 4, 12-13
Mc 10, 17-30

El conocido episodio que acabamos de escuchar nos invita a profundizar algunos aspectos fundamentales de la enseñanza del Señor, y nos advierte sobre uno de los peligros que puede corroer desde adentro nuestra fe: la mediocridad.

El domingo pasado escuchábamos en el Evangelio y en la primera lectura que el hombre debe "dejar padre y madre" para ir alcanzando su progresiva madurez. Hoy Jesús da un paso más: no sólo padre y madre, sino también hay que "dejar" casas, campos, hijos, hermanos, madre y padre para poder experimentar "el ciento por uno". No se trata literalmente de abandonar a los seres queridos ni a los bienes materiales necesarios para vivir dignamente. Se trata, sí, de encontrar un modo de relación con las cosas y con las personas que exprese el estilo propio de la Buena Noticia. Paternidad, filiación, esponsalidad, fraternidad, amistad, son relaciones constitutivas esenciales para el ser humano, y de ellas depende en gran parte la felicidad de una persona. Muchas veces en estas relaciones se puede filtrar el espíritu de dominio, de posesión, de poder, de egoísmo. Cuando esto ocurre, todo lo bueno que hay en la realidad se estropea, dañamos y nos hacemos daño a nosotros mismos.

Por el contrario, Jesús invita a vivir el trato con las personas y con las cosas en el desprendimiento, en la libertad, en el amor. Si lo hacés así, serás "cien veces" mejor padre, hermano, hijo, esposo, "cien veces" más pleno en tu trabajo, y en todo lo que hagas... Ésa es la propuesta y la promesa del Señor. Esto es precisamente lo que no pudo entender el joven del Evangelio. La pregunta que realiza tiene que ver con el sentido de su existencia: ¿qué tengo que hacer para alcanzar la Vida eterna? Pero no entendió la respuesta de Jesús. Creído de que había cumplido toda la ley, no entendió que el cristianismo no puede reducirse a evitar el mal: "no robo, no mato, no miento...¡y ya está!". No entendió que cada mandamiento contiene una propuesta positiva. Cada "no" de los mandamientos encierra un "sí" a un valor: "no mates" significa "amá y cuidá la vida...en todas sus dimensiones...la tuya y la de tu prójimo", "no mientas" significa "cultivá el sentido de la verdad, la sinceridad, la franqueza, en tus palabras y actitudes", "no robes" es "respetá los bienes y la dignidad de tu prójimo, especialmente de los que han sido despojados injustamente de lo que les corresponde". Los mandamientos nos dicen: "no te conformes con evitar el mal: comprometete con todo el bien que puedas hacer". A veces nosotros también podemos encerrarnos en una burbuja moral: no nos contaminamos de los males del ambiente, pero somos inmunes a las posibilidades de una entrega mayor y de un servicio mejor... Es decir, nos dejamos tentar por la mediocridad.

Igual que al joven del Evangelio, también a nosotros Jesús nos dice: "Vení y seguime...desde lo que parece rutinario, en tu trabajo, en tu familia, en el mundo en el que estás... Seguime". La ley del cristiano no es un conjunto de normas, sino ¡la Persona viviente del Señor Resucitado! Lo que no entendió el joven bueno sí lo pudo comprender Pedro, que no era tan bueno como creía serlo el joven: el Evangelio nos habla de sus temores, cobardías y fragilidades. Tal vez el joven bueno tuvo miedo de perder su bienestar, su comodidad, sus riquezas. No entendió que con Cristo nada se pierde, todo se puede vivir mejor. Pedro, en cambio, a pesar de sus pecados pudo decir: "nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido". Entendió que la invitación del Maestro es a vivir con pasión, con entrega y generosidad el camino de las cosas cotidianas. No es casualidad que el Evangelio de hoy comience diciendo: "Jesús se puso en camino". Efectivamente: el cristianismo es un camino en el que siempre podemos dar un paso más.

P. Gerardo Galetto

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