Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



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domingo, 18 de abril de 2010

Homilía Dominical

3º Domingo de Pascua
Lecturas
Hch 5, 27b-32. 40b-41
Ap 5, 11-14

Jn 21,1-14


Hoy nuestra arquidiócesis peregrina a Guadalupe para venerar a María, su madre y patrona. El santuario -que este año celebra su centenario- es el punto más importante de la vida religiosa del pueblo santafesino. Por otra parte, María representa actitudes que son fundamentales para todo cristiano, ella es como un resumen del Evangelio: docilidad a la voluntad de Dios, capacidad de escucha, servicio a los hermanos. Fundamentalmente, la Virgen es modelo de fe, esperanza y amor. Por eso le vamos a pedir a nuestra Señora de Guadalupe que nunca falten estas actitudes en cada uno de nosotros y en toda su Iglesia.

El Evangelio proclamado nos habla de la centralidad del amor en nuestra vida religiosa. Más aún: nos recuerda la necesidad del amor para reconocer a Cristo resucitado, que nos acopaña en todas las circunstancias de nuestra vida. El texto proclamado comienza con un hecho casi anecdótico: Pedro dice "voy a pescar"... y los otros discípulos hacen lo mismo. Este episodio parece sugerir con cuánta rapidez la Iglesia naciente vuelve a la rutina cotidiana, a pesar de haber vivido hechos tan impactantes como la Resurrección de su Maestro. Paulatinamente, la memoria de estos hechos se va desvaneciendo y los pescadores vuelven a hacer lo de siempre: pescar. El Resucitado tiene que salirles al encuentro para rescatarlos de la monotonía, y para darle fecundidad a su vida, que de otra manera permanece infructuosa. A pesar del notable esfuerzo de toda la noche, a pesar de que eran expertos en el oficio, no habían sacado nada: sólo el Resucitado hace que esa situación de fracaso humano se transforme y adquiera un sentido nuevo.

También nosotros experimentamos que no es plenificante una vida que se sobrelleva por arrastre, sin iniciativa, sin innovaciones, sin creatividad. Y también podemos experimentar al Resucitado junto a nosotros cuando nos parece que la inercia es la que gobierna nuestra existencia. Claro que para eso es necesario estar dispuesto a "amar más". El texto que escuchamos nos dice que quien se dio cuenta de que era el Resucitado fue el "discípulo amado", es decir, san Juan. Este discípulo es el prototipo de amistad con Cristo. Es el que estuvo cerca de Jesús en la Última Cena. Es el apóstol que representa la intimidad con el maestro, profundizando en su corazón, compartiendo la mesa con Él. Es el amigo que perseveró hasta la cruz, cuando los demás habían huído. Por todo eso, para Juan el Resucitado no es un desconocido. ¡Este es el discípulo que estamos llamados a ser cada uno de nosotros!

Y al final del pasaje escuchamos el conmovedor diálogo entre Jesús y Pedro. El Señor le pide una tarea especial: apacentar a su rebaño, cuidando la unidad entre los discípulos. La iglesia católica ve en este pasaje -en sintonía con otros textos, en los que Pedro aparece como el primero entre los iguales- la entrega de una autoridad especial para poder realizar este servicio. Es lo que los católicos llamamos "el primado de Pedro", que se continúa en su sucesor, el Obispo de Roma, hoy Benedicto XVI. Pero antes de conferirle este carisma, Jesús lo interroga sobre el amor. Y Pedro tiene que descubrir que su amor es insuficiente, y que está llamado a "amar más". Esto también vale para nosotros, y por supuesto también para el Papa: toda tarea, todo servicio, todo carisma, toda autoridad en la iglesia no proviene del poder, sino del amor.

Pidámosle hoy a María de Guadalupe por Benedicto XVI, para que no le falte ni el coraje ni la lucidez en su ministerio pastoral, y para que en estos momentos difíciles su gobierno pastoral ayude a mantener a la Iglesia fiel a su Fundador. Y sobre todo pidamos a María de Guadalupe que continúe invitándonos al amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos, y para que no permita que la Iglesia caiga en la rutina y en el olvido del acontecimiento de la Resurrección.

P. Gerardo Galetto


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