Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



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domingo, 25 de abril de 2010

Homilía Dominical

4º Domingo de Pascua
Lecturas
Hch 13, 14. 43-52
Ap 7, 9. 14b-17
Jn 10, 27-30


Para seguir profundizando el misterio de la Pascua y de la persona de Jesús Resucitado, la Liturgia nos ofrece hoy esta imagen bíblica: la del Buen Pastor. Contemplando y meditando sobre esta metáfora alcanzamos una comprensión mayor acerca de la relación entre Cristo y su pueblo, o mejor aún, entre Dios y todo el género humano.

La imagen del Pastor en la Sagrada Escritura sugiere la actitud de aquel que cuida, que se preocupa, que se compromete por el bien de sus ovejas. Más todavía, es el que expone su propia vida con tal de defender al rebaño de los peligros que le acechan. Así quiere mostrarse el Padre con toda la humanidad: ofreciendo caminos de vida, senderos seguros en medio de los desafíos de la historia, protegiéndonos de todo lo que pueda dañar nuestra existencia o hacernos perder el sentido último de las cosas.


Las expresiones El Padre ha puesto todo en mis manos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre, nos sugieren esa actitud de serenidad y confianza, que nos llena de fuerzas, recordando que Dios no quiere que se pierda nada de mí. En efecto, todo lo humano está llamado a trascender, y a purificarse durante esta vida terrena para ir alcanzando una plenitud cada vez mayor. Por otra parte, la imagen de las manos del Padre que guarda todo lo nuestro, nos recuerda que son esas mismas manos las que formaron al hombre al comienzo de los tiempos, y así nos sentimos invitados a comprometer nuestras manos en la construcción de un proyecto común. Paralelo al símbolo del pastor, está la figura del rebaño, como para indicarnos que no somos ovejas sueltas, ni caminamos sólos por el mundo, sino que pertenecemos a una comunidad -y también a una institución- que es más grande que nosotros y supera nuestras individualidades.

La imagen de la oveja, además, parecería sugerir actitudes que son esenciales al evangelios mansedumbre, no violencia, resolución pacífica de los conflictos. La oveja es un animal indefenso, no agresivo, que no puede -en determinados contextos- valerse por sí misma, y que por tanto depende del pastor y del rebaño, como nosotros de Dios. Claro que en el caso del hombre es una dependencia no servil, sino inteligente y libre. Una de las características que Jesús destaca en el Evangelio de hoy es la capacidad para escuchar y reconocer su voz, lo cual habla de discernimiento personal y fidelidad a la propia conciencia. Además, teniendo en cuenta la segunda lectura de hoy, vemos que Cristo mismo es no sólo pastor, sino también cordero: el cordero será su pastor. En realidad puede ser pastor porque primero fue cordero inmolado por amor al rebaño, oveja que llevó hasta las últimas consecuencias la fidelidad a la voz del Padre. No hay que confundir, por eso mismo, la pertenencia al rebaño con una actitud corporativa, o con una obediencia ciega que nos impida pensar por nosotros mismos.

Por último, en este cuarto domingo de Pascua, y a la luz de estos textos bíblicos, la Iglesia universal celebra hoy la jornada mundial de oración por las vocaciones. Nosotros también nos unimos a esta plegaria por el aumento y la perseverancia de las vocaciones consagradas. Ciertamente que Cristo quiere estar presente de muchas maneras en su Iglesia y en el mundo: de hecho cada bautizado es otro Cristo. También quiere estar por medio del Sacramento del Orden Sagrado, que lo hace presente en cuanto pastor. A través de la humanidad consagrada del sacerdote, Cristo continúa en medio y al frente de su pueblo, haciendo resonar de manera humana la voz divina del Padre. Junto con la oración, descubramos nuestra responsabilidad para crear las condiciones que permitan escuchar la voz del Señor que llama. Nadie puede ser sacerdote sin un proceso personalísimo de descubrimiento de la invitación de Jesús. Además de la oración, el aumento de vocaciones dependerá en primer lugar del rostro sacerdotal que logremos mostrar quienes estamos en el ministerio, así como de la generosidad de las familias y la solidez de las comunidades parroquiales. Pero fundamentalmente la vocación es diálogo personal de Jesús con el elegido, y a cada uno de nosotros nos toca crear las condiciones para este encuentro, permitiendo que la voz del Resucitado resuene con toda su fuerza y hermosura.



P. Gerardo Galetto


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