Domingo IX del TO - Ciclo A
Lecturas
Dt 11, 18.26-28.32
Rm 3, 21-25.28
Mt 7, 21-27
“No son los que mi dicen Señor, Señor...” No importan tampoco los hechos extraordinarios que provoquen la admiración de las multitudes. Son los que cumplen la voluntad del Padre que está en el cielo los que van a entrar en el Reino, nos enseña Jesús en el Evangelio de hoy.
Cuál es esta voluntad nos lo ha venido explicando a lo largo del Sermón de la Montaña en los domingos anteriores: "Ustedes han oído que se dijo amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo, pero yo les digo... sean perfectos como el Padre, amen a buenos y malos como Él lo hace y así serán sus hijos". Amar como Él ama, vivir como hijos suyos, parecernos a Él, ésta es la voluntad del Padre que el Señor no ha enseñado.
Aprender a amar así, supone para nosotros crecer en el ejercicio de nuestra libertad (¿se puede amar sin libertad?), en hacer opciones libres que encaminen nuestra vida por donde hemos decidido en nuestra respuesta de fe. Tenemos delante la bendición y la maldición afirma la primera lectura tomada del Deuteronomio: debemos elegir.
Y a la vez estas opciones deben ser profundas, probadas por el sufrimiento (¿se ama de verdad si no se es capaz de sufrir por lo que se ama?).
El que trabaja para poner en práctica así las palabras de Jesús se parece al que edifica una casa a prueba de tormentas. Esta tormenta alude al día del juicio cuando quedará patente lo que en verdad somos delante de Dios, pero también significa esas diversas situaciones difíciles por las que todos atravesamos alguna vez en nuestra vida y que ponen de manifiesto hasta dónde somos capaces de creer.
Hoy le pedimos al Señor que las crisis por las que pasamos o nos toque pasar sean, con la ayuda de la Gracia, ocasiones para que nuestra fe se asiente sobre fundamentos más sólidos. Pero, también con su Gracia, podemos prepararnos cada día haciendo pequeñas pero importantes opciones para poner en práctica su Palabra, para que nuestra vida sea, en pensamientos, palabras y obras, más cristiana.
Comenzaremos el próximo miércoles el tiempo de Cuaresma, tiempo de purificación y penitencia. Tiempo, por lo tanto, de trabajar para dejar que el Espíritu nos transforme más profundamente en hijos del Padre y celebremos la Pascua con una honda alegría de ser familia suya.
será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca".
P. Daniel Gazze
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