Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
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CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



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domingo, 27 de marzo de 2011

Homilía Dominical

Domingo III de Cuaresma - Ciclo A

Lecturas

Ex 17, 3-7
Rm 5, 1-2.5-8
Jn 4, 5-42


Estos últimos domingos de Cuaresma vamos a escuchar el Evangelio de San Juan, tan rico en símbolos, que nos ayudará a meditar en la gracia que hemos recibido en nuestro Bautismo.
Jesús se encuentra hoy, "fatigado del camino", junto a un pozo de agua, con una mujer samaritana, le pide de beber y a la vez le ofrece un agua que brotará hasta la Vida eterna.
Si prestamos atención nos damos cuenta de que una situación parecida se vuelve a repetir en el momento de la Pasión. Poco antes de "entregar su Espíritu" el Señor exclama "tengo sed" y de su costado herido brota sangre y agua. Sangre, signo de la vida entregada, y agua, signo del Espíritu que en el Bautismo nos hace hijos de Dios.
Interpretando con este trasfondo el relato de hoy, podemos sacar varias enseñanzas. La primera es que el encuentro con esta mujer no ha sido casual. Jesús se ha fatigado en el camino para encontrarse con ella, alguien con quien la relación estaba rota por su pertenencia al pueblo de los samaritanos, considerados idólatras por los judíos. Y no sólo habla con ella, también le pide, le suplica.
Cuando alguien rompe culpablemente una relación de amor con nosotros, ¿hacemos esfuerzos para acercarnos y además suplicarle? En esta Pascua vamos a celebrar que Dios, en la cruz de Jesús, hace un largo camino y se fatiga hasta la muerte para encontrarse con nosotros -que, como la samaritana, en muchos aspectos estamos buscando un agua que se agota-, para ofrecernos el agua que brota hasta la Vida eterna.
Pero para que la relación quede restablecida, el Señor necesita despertar en ella la sed de esa agua viva y es por eso que pide. Como dijo San Gregorio de Nacianzo: "Tiene sed de su sed". ¡Qué distinto este Dios al que a veces nos imaginamos desinteresado de nuestra salvación y amenazándonos con castigos!
Finalmente, la mujer se da cuenta de que su sed más profunda es la de adorar al Padre en Espíritu y en verdad, y que tiene delante al único que le puede dar este Espíritu. Así nosotros, en esta Cuaresma, a través de las obras de penitencia que la Iglesia nos propone, queremos reavivar en nuestros corazones esta sed profunda de vivir como hijos del Padre, de esta agua que brota de la Pascua de Jesús, del Espíritu que recibimos en el Bautismo y nos da Vida eterna.

"Señor, dame de esa agua."

P. Daniel Gazze

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