Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



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domingo, 3 de abril de 2011

Homilía Dominical

Domingo IV de Cuaresma - Ciclo A

Lecturas

I Sam 16, 1.6-7.10-13
Ef 5, 8-14
Jn 9, 1-41


Jesús se nos muestra hoy curando a un ciego de nacimiento. Para ello, hace barro con su saliva y unta sus ojos.
Hacer barro nos remite al gesto creador de Dios cuando modeló al hombre de arcilla y sopló sobre él su aliento de vida. Viene luego el pecado que trae como consecuencia una ceguera de corazón. La mujer "vio", nos dice el libro del Génesis, el árbol del que Dios les había prohibido comer como algo "apetitoso". Se produce una distorsión: una cosa es la apariencia y otra muy distinta la realidad profunda. Lo que aparecía "agradable a la vista" termina teniendo consecuencias funestas para el hombre.
En la primera lectura de hoy Samuel debe aprender a mirar como Dios mira, porque "el hombre ve las apariencias pero Dios ve el corazón".
Según ésto podríamos decir que tener los ojos sanos significa ver las cosas según las ve Dios. Aprender a deleitarnos con el bien y a disgustarnos con el mal. Conocer a las personas no con criterios mundanos y superficiales, en los que importan la fuerza y el poder, sino con los criterios del Espíritu donde lo que cuenta es la confianza en Dios y la apertura a su Amor.
Casi al final del evangelio de hoy Jesús pregunta al que ha sido curado: ¿crees en el Hijo del Hombre? Y ante el interrogante: "¿Quién es...?" Jesús afirma: "Tú lo has visto". El que era ciego es ahora capaz de ver con los ojos del corazón, de creer en Jesús.
He aquí la manifestación de la obra de Dios. "Glorifica a Dios", le decían los ciegos judíos pidiéndole que renegara del Señor. No veían que, parafraseando a S. Ireneo, la gloria de Dios se muestra en el hombre al hacerlo capaz de su visión.
Y no sólo ésto, al recuperar la vista en el encuentro con el Señor, el ciego, también se encuentra con su verdadero yo, con el proyecto que Dios tenía para él desde la creación. "Soy realmente yo" responde ante quienes dudaban de su identidad.
Jesus curó al ciego haciendo barro con saliva, a la cual se creía portadora de las fuerzas vitales del hombre. Es con el Espíritu que recibimos con el agua del Bautismo, al que renovamos en el sacramento de la Penitencia, como el Señor quiere hacernos VER también a nosotros.
¡Que en esta Pascua Él nos cure y sea nuestra luz para que podamos ver!

¡Señor, que vea!

P. Daniel Gazze

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