Eucaristía, Sacerdocio Ministerial
"Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies,
también ustedes deben lavarse los pies unos a otros."
Jn 13, 1-15
Con este pasaje del Evangelio de San Juan quedamos introducidos en la parte central de los acontecimientos más relevantes de nuestra fe. Entramos de lleno en el Triduo Pascual.
La Última Cena
Jesús quiere despedirse de sus seguidores, de sus compañeros, de sus amigos. Otra vez su gran humildad, su gesto fino y lleno de ternura. Va lavándole los pies a aquellos hombres que lo habían visto ordenar a los vientos y a las olas la quietud en la tormenta, que le habían visto dar la luz a los ojos de los ciegos, hacer caminar a los paralíticos, sanar a los leprosos, resucitar a los muertos. Que lo habían visto radiante como el sol en su Transfiguración y ahora, con un amor inconmensurable, con una humildad sin límites, les está lavando los pies.
Pedro está asustado, no acierta a comprender, pero ante las palabras de Jesús y con su vehemencia natural, le pide que le lave de los pies a la cabeza. Jesús va más allá, está pensando en toda la humanidad...
Entre los doce están los pies de aquel que lo iba a traicionar. Jesús, también los lavó con infinito amor... Y nos mandó hacer eso mismo con todos nuestros hermanos.
Nuestra pobre mente no alcanza a comprender todo el profundo significado de este acto. Ya antes de morir el Señor de la Vida se está anonadando ante los hombres... Y después, otro gesto de amor hasta el extremo: hace del pan su Cuerpo y del vino su Sangre para quedarse con nosotros, para ser nuestro alimento, hasta que Él vuelva.
también ustedes deben lavarse los pies unos a otros."
Jn 13, 1-15
Con este pasaje del Evangelio de San Juan quedamos introducidos en la parte central de los acontecimientos más relevantes de nuestra fe. Entramos de lleno en el Triduo Pascual.
La Última Cena
Jesús quiere despedirse de sus seguidores, de sus compañeros, de sus amigos. Otra vez su gran humildad, su gesto fino y lleno de ternura. Va lavándole los pies a aquellos hombres que lo habían visto ordenar a los vientos y a las olas la quietud en la tormenta, que le habían visto dar la luz a los ojos de los ciegos, hacer caminar a los paralíticos, sanar a los leprosos, resucitar a los muertos. Que lo habían visto radiante como el sol en su Transfiguración y ahora, con un amor inconmensurable, con una humildad sin límites, les está lavando los pies.
Pedro está asustado, no acierta a comprender, pero ante las palabras de Jesús y con su vehemencia natural, le pide que le lave de los pies a la cabeza. Jesús va más allá, está pensando en toda la humanidad...
Entre los doce están los pies de aquel que lo iba a traicionar. Jesús, también los lavó con infinito amor... Y nos mandó hacer eso mismo con todos nuestros hermanos.
Nuestra pobre mente no alcanza a comprender todo el profundo significado de este acto. Ya antes de morir el Señor de la Vida se está anonadando ante los hombres... Y después, otro gesto de amor hasta el extremo: hace del pan su Cuerpo y del vino su Sangre para quedarse con nosotros, para ser nuestro alimento, hasta que Él vuelva.
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