Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



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:: Homilías ::

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domingo, 29 de mayo de 2011

Homilía Dominical

Domingo VI de Pascua

Lecturas

Hch 8, 5-8 . 14-17
I Pe 3, 15-18
Jn 14, 15-21


A lo largo del tiempo pascual hemos ido desplegando este Misterio central de nuestra fe, que tiene como fruto el regalo del Espíritu. Por eso al aproximarnos a su conclusión con la fiesta de Pentecostés el evangelio nos habla de la promesa que Jesús cumplirá con su envío. Nos preguntamos entonces cómo disponernos para recibirlo.

En primer lugar se refiere a Él como Paráclito, es decir, Defensor, que fortalece en el combate. Da fuerzas para cumplir sus mandamientos que son los mismos que recibió de su Padre: la entrega de la vida, el amor sin límites para la salvación del mundo. Nos ayuda a defendernos de todo aquello que quiera quitarnos la esperanza y hacernos perder el sentido de esta entrega. Y lo hace de manera que lo logremos no con orgullo y poder mundano sino con "suavidad y respeto" como dice la segunda lectura de hoy. La primera actitud que se requiere, según ésto, es disponibilidad para la lucha, renuncia a la comodidad y al estancamiento. La fuerza del Espíritu se hace presente cuando conbatimos para crecer en la fe.

También el Señor lo llama Espíritu de la Verdad. Siendo que había dicho de Sí mismo "Yo soy la Verdad", el Espíritu tiene por misión manifestarnos a Jesús, formar en nosotros la mente de Cristo, hacernos tener sus mismos sentimientos. Y esta manifestación se da en el amor: "el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él". Para recibirlo se nos pide aquí el cultivo de momentos de silencio en nuestra rutina diaria en los que tratemos de evitar los ruidos, no sólo de afuera sino también de adentro, para que puestos delante de la Palabra, el Espíritu nos caliente el corazón y nos ilumine la mente. En los que nos dejemos amar y nos dejemos enseñar a amar.

Por último, el Espíritu es el encargado de hacer que "veamos" a Jesús. Lo cual significa aprender de Él el arte del discernimiento. El Señor está allí donde se obra con los criterios del Evangelio: donde hay humildad y servicio, capacidad de sacrificio para vivir la comunión y la reconciliación. Y este "ver" que nos regala el Espíritu no es como contemplar un espectáculo que no nos involucra, sino un llamado a hacerlo presente también nosotros en el mundo, viviendo sus mismas actitudes.

María, Sagrario del Espíritu y ejemplo de docilidad a Él, ¡ruega por nosotros!

P. Daniel Gazze

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