Comentario al Evangelio según San Lucas 8, 19-21.
Lazos Sagrados
La situación no era muy agradable: los familiares de Jesús se habían llegado hasta Cafarnaúm para llevárselo al incierto refugio nazareno, al terreno seguro de la tribu: estaba fuera de sí, las cosas que hacía y decía los avergonzaban a todos y, para colmo de males, los ojos avizores de la ortodoxia judía y del ocupante imperial siempre estaban prestos a suprimir cualquier atisbo de herejía o todo mínimo asomo subversivo.
Este Jesús hablaba de Dios con una familiaridad desconcertante, y actuaba de un modo que confundía a más de uno, e irritaba a varios; no se comportaba como esperaban sus paisanos, en la conservadora tranquilidad nazarena, haciendo y actuando como lo que de él se esperaba.
Por eso mismo van -con María- y tratan de atravesar el gentío para llevárselo con ellos, aunque sea a la fuerza.
Pero la Buena Noticia no puede detenerse, y el Maestro siempre está en marcha hacia nuevos horizontes, más allá de cualquier frontera. Por eso ampliará al infinito los lazos familiares: la familia no quedará limitada a lo circunscrito por la biología, la costumbre o lo establecido socialmente, sino que se hará santa pues se acrecienta desde vínculos profundos, aquellos signados desde el Espíritu. Por eso mismo es una familia ilimitada, que cuando se reúne se reconoce y celebra.
Más aún: sin miedo a quebrantar magisterios ni dogmas, es dable animarse a reconocer que Dios es un Padre, una Madre, un hermano, un hijo.
Dios es familia.
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