Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



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domingo, 4 de septiembre de 2011

Homilía Dominical

Domingo XXIII del TO - Ciclo A

Lecturas

Ez 33, 7-9
Rom 13, 8-10
Mt 18, 15-20



Cumplir el mandamiento que Jesús nos da hoy no es nada fácil. Sin embargo tiene un premio grande: ganar un hermano. Si tu hermano peca, ve y corrígelo… Ante el pecado del otro se excluyen actitudes tan habituales entre nosotros como la crítica, la bronca o la indiferencia. Y esto porque ese otro es un hermano. Frente a un ser querido que está en peligro de extraviarse nos sentimos responsables de hacer algo. Por eso, para cumplir con lo que el Señor nos pide habrá primero que pedir mucho en la oración el ver al otro no como un extraño sino como un hermano, alguien que me necesita (¡y al que necesito!) para caminar juntos hacia la casa del Padre.

Una vez que hemos dado este paso y que hemos resuelto acercarnos, será necesario clarificar los motivos por los que lo hacemos. Se trata de ganarlo como hermano, es decir, de que descubra en nuestro gesto que hay alguien que se interesa por su bien. Por ello tendremos que renunciar, si es que los hay, a los deseos de imponer nuestra opinión o simplemente de descargar nuestra bronca. Sanar la herida que quizá nos ocasionó y aceptarlo tal como es (¡nadie puede cambiar si primero no se siente aceptado!). Solamente del encuentro con el Padre que nos acepta, nos perdona y nos ama tal como somos puede provenir la fuerza para obrar de la misma manera.

Posteriormente habrá que ponerse a pensar en el contenido de la corrección. Sin duda que ha de estar fundamentada en los criterios del Evangelio y no en los nuestros propios. ¡Qué difícil nos resulta nombrar a Jesús en nuestras conversaciones! Nuestras charlas y nuestros criterios con frecuencia no se distinguen en nada de los de alguien que no vive la fe. Además, como la verdad y el amor siempre han de ir juntos, será necesario pensar qué verdad es la que le hace falta escuchar para salvarse, para abrirse al amor de Dios y no plantarle “nuestra” verdad con el riesgo de aplastarlo y perderse.

Por último, es importante considerar los modos y la ocasión propicia para realizar la corrección. Si el otro percibe que nos acercamos no como hermanos sino como sus jueces difícilmente el fruto será positivo. Se precisa una actitud humilde que no puede fingirse ni improvisarse. Ésta surge del fondo de nuestro corazón si es que estamos en contacto con nuestras propias debilidades y con la necesidad que también nosotros tenemos de la misericordia de Dios y de la ayuda de los hermanos.

¡Jesús, que en la Eucaristía nos haces un solo Cuerpo, ayúdanos a caminar juntos como discípulos tuyos, ganando y dejándonos ganar como hermanos!

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