Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
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CARITAS

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Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



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domingo, 14 de febrero de 2010

Homilía Dominical

6º Domingo del Tiempo Ordinario
Lecturas
Jer 17, 5-8
I Co 15,12 .16-20

Lc 6,17.20-26


Escuchamos uno de los pasajes más conocidos y al mismo tiempo más comprometedores del Nuevo Testamento: las bienaventuranzas. En ellas se nos presenta el núcleo de la predicación y de la obra de Jesús: el Reino de Dios. Todas las palabras y acciones del Señor, y fundamentalmente su entrega por nosotros tienen como finalidad instaurar el Reino. En las bienaventuranzas se nos recuerdan algunas de las circunstancias en las que el Reino está presente, y tiene que estarlo aún más por la acción de los discípulos.

Conviene recordar que a este mensaje lo conocemos en dos versiones: la de san Lucas, que es la que acabamos de escuchar, y la de san Mateo, quizá más conocida. Mateo enumera nueve bienaventuranzas, y se dirige a cristianos provenientes del judaísmo, que por lo tanto conocían bien el Antiguo Testamento. Por eso su versión es eminentemente religiosa y espiritual. Para Mateo los pobres, por ejemplo, representan no tanto una situación socio-económica, sino un modo de relacionarse con Dios y con el prójimo. La pobreza en san Mateo es sinónimo de humildad, de desapego interior.

Lucas, en cambio, escribe para cristianos provenientes de la cultura griega -él mismo lo era- que se encuentran en una gran ciudad, posiblemente Antioquía o Filipos; ciudades grandes, cosmopolitas, muy plurales, donde había grupos humanos muy distintos y con opiniones e ideologías muy diversas; ciudades, al mismo tiempo, con poco conocimiento de las tradiciones religiosas. Por ello les habla de una manera en que podían entenderlo, relacionando el mensaje con los problemas que ellos tenían que solucionar: en san Lucas, las bienaventuranzas, sin dejar de ser un anuncio religioso, tienen una perspectiva eminentemente social. De una manera concisa y contundente, Lucas describe cuatro situaciones que para él son signo de injusticia social: los pobres, los hambrientos, los que lloran, los perseguidos.

Para Lucas, la pobreza siempre es un mal del que hay que salir y contra el cual hay que combatir. Los pobres aquí no lo son "en el espíritu" sino que son los que carecen de los bienes necesarios e indispensables para realizarse como personas. Por ello a continuación menciona a los que tienen hambre, en sentido literal -a diferencia de Mateo, que menciona a quienes tienen "hambre de justicia". Hambre por carecer del sustento necesario para vivir. Tanto la pobreza como el hambre encierran situaciones que los discípulos de Jesús tienen que transformar con la solidaridad y la fuerza de la Palabra. La bienaventuranza está escondida en esta promesa de superación, que Dios concede por su gracia, pero también como fruto del compromiso comunitario.

Luego viene la bienaventuranza de "los que lloran". Lucas es el evangelista que más utiliza el verbo "llorar". En su evangelio llora la mujer pecadora (Lc 7,38), llora Pedro después de la traición (Lc 22,61), llora Jesús por la dureza de corazón de la ciudad de Jerusalén (Lc 19,41). Llora también la viuda de Naím, por la muerte de su hijo (Lc 7,13). A ella Jesús le ordena: "no llores". Es decir, el llanto representa una situación de tristeza y frustración que hay que superar. "No llores" significa: no niegues tu dolor, pero no te encierres en él. Asumilo, elaboralo, y superalo. El llanto en Lucas es siempre causado por el pecado y la muerte. ¡La bienaventuranza está en que los pecados han sido perdonados y la muerte ha sido vencida!

Como contracara de la misma moneda, Lucas enumera una serie de lamentaciones: "ay de ustedes los ricos, los satisfechos, los que ríen, los que reciben elogios". Era muy frecuente en el pueblo de Israel lamentarse ante situaciones de dolor ajeno, para compadecerse y acompañar el sufrimiento del prójimo. Era costumbre que se entonaran cantos de lamentación en situaciones como los funerales, después de la guerra, cuando se había perdido la libertad. Las más conocidas son quizá las lamentaciones de Jeremías. Es decir, la lamentación se recitaba en situación de desgracia. Y para Lucas, la desgracia está en la riqueza, en un estilo de vida autosuficiente que no sabe ver el sentido profundo de las cosas, en la risa fácil y burlona, en la actitud insolente de los que ridiculizan las cosas valiosas de la vida.

Por último, Lucas reserva el final de su discurso para los perseguidos. Con ello estaba haciendo alusión a los profetas, a los que prefieren la oposición de los demás antes que traicionar su conciencia, su inspiración interior, o la palabra de Dios. La persecución que Lucas elogia no es la actitud de aquellos que siempre ven enemigos en todas partes, o están siempre enojados con todo el mundo. ¡Hay gente que parece necesitar pelearse con alguien para estar bien! La persecución que Lucas elogia es la de quienes "se juegan" por sus valores, sin pretender imponerlos, pero sin dejar que los demás los pisoteen. Esa es la actitud auténticamente profética: la que intenta hacer de las convicciones y creencias un camino de transformación de la realidad.

Pidamos al Señor que nos ayude a intentar recorrer este camino. Las bienaventuranzas no suponen "un modelo único para todos". Por el contrario, cada uno tiene que buscar el suyo.



P. Gerardo Galetto


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