Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

Martes de 14 a 18 hs.



Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



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viernes, 12 de febrero de 2010

Mesaje para la Cuaresma 2010



Queridos hermanos:

1 – El espíritu de conversión, propio del tiempo de Cuaresma, es un signo de vida y de crecimiento espiritual en el cristiano como en la Iglesia. En él se manifiesta la vivencia de la fe como encuentro personal con el proyecto de Dios realizado en Jesucristo. Cuando en el cristiano falta espíritu de conversión su fe se adormece y su vida pierde el dinamismo de ser un camino que nace en la pascua de Cristo, y que avanza hacia una plenitud de Vida que da sentido a su esperanza.

2 - Cuánta confianza nos trasmite san Juan al decirnos que: “desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía. Sabemos que cuando se manifieste (concluye), seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es” (1 Jn. 3, 2). El espíritu de conversión renueva esta verdad de la fe que da sentido a nuestras vidas y nos convierte, para el mundo, en presencia viva de Jesucristo: “Cristo en ustedes, nos dirá Pablo, es la esperanza de la gloria” (Col. 2, 27).



3 – La plenitud escatológica de la fe no es sólo creer en un más allá, sino la vivencia actual de esa plenitud vivida como gracia que ya ha comenzado a transformar la vida del hombre y que es, para nosotros, verdad, desafío y compromiso. Cuando descuidamos esta dimensión escatológica de la fe, nuestras vidas, comunidades y la misma Iglesia, pierden el dinamismo de sentirse parte de ese proyecto de Dios y nos instalamos en un presente, para el que dejamos de ser testigos de una Vida Nueva.



4 - El espíritu de conversión, por el contrario, es el que nos lleva a vivir con gozo esa tensión de plenitud propia de un auténtico crecimiento personal y eclesial. La conciencia de esta verdad no nos aísla del mundo, porque es precisamente el mundo el destinatario de ese proyecto de Dios al que: “tanto amó que le envío a su Hijo” (Jn. 3, 16-17). Creo que este breve marco teológico nos puede ayudar a comprender y a vivir el sentido de la conversión, como camino de gracia y purificación que Cristo nos ofrece en la Iglesia para nuestro crecimiento y al servicio del mundo.



5 - Para el cristiano la conversión dice referencia a una Persona y a un proyecto de vida que tiene, en esa misma Persona, su fundamento, contenido y posibilidad. Es precisamente por la fe, que se apoya en el testimonio y la palabra de Jesucristo, la que nos ilumina y nos permite conocer y gustar el sentido de esta verdad. “Que te conozca a Ti, Señor, para que me conozca a mí”. Antes de mirarnos a nosotros debemos mirarlo a Él para conocernos y saber en que debemos cambiar.



6 - Cómo debemos agradecer el don de la fe que nos introduce en este camino de sabiduría que ilumina nuestras vidas. A la fe la debemos cuidar y alimentar por ser el don más precioso que hemos recibido; recordemos, además, que ella no es un bien sólo para nosotros, sino para el mundo. Por otra parte, la fe no se conserva como un conjunto de verdades bien guardadas de la que hacemos gala de nuestra identidad y ortodoxia, sino en la pertenencia a una comunidad eucarística que la celebra y anuncia. Sólo como “una victoria que vence al mundo” (1 Jn. 5, 4) es posible mantener viva a la fe. Ese mundo al que hay que vencer puede estar dentro de nosotros.



7 - Les decía que en Jesucristo está el contenido y la posibilidad de nuestra conversión, porque su meta es: “que lleguemos al estado de hombre perfecto y a la madurez que corresponde a la plenitud de Cristo” (Ef. 4, 13). Como nos recordaba el Concilio Vaticano II, sólo a la luz del misterio de Cristo se explica el misterio del hombre (cfr. G.S.). Por ello la conversión cristiana es un camino de encuentro con Jesucristo, pero que sólo es posible recorrerlo con su presencia, es decir, no depende sólo de nuestras fuerzas.



8 – Esto significa que la posibilidad de hacer realidad este proyecto de Dios pasa por el don de la gracia que nos eleva y transforma. Esto no niega el esfuerzo humano ni el valor de la voluntad en el camino de la conversión, pero nos habla de la necesidad de la gracia para alcanzar esa meta a la que estamos llamados. Recuerdo a san Agustín cuando decía: Señor, dame como gracia lo que me pides, y después pídeme lo que quieras”. La primacía de la gracia, lejos de disminuir el valor de lo humano, necesita de él. Esta relación entre lo humano y lo divino, entre la naturaleza y la gracia, alcanza su mayor expresión en la conversión.



9 – Tanto en Aparecida, como en la reciente Carta Pastoral de los Obispos con ocasión de la Misión Continental, el tema de la conversión se presenta como una necesidad y una urgencia en orden a expresar la dimensión misionera de los cristianos y de la Iglesia. Esta dimensión no es algo individual sino eclesial, por ello se habla de “conversión pastoral”, para acentuar el sentido personal pero también eclesial de la conversión. Esto se plantea como el gran desafío que debemos asumir.



10 – La conversión es la respuesta “de quién ha escuchado al Señor con admiración, cree en Él por la acción del Espíritu Santo, se decide a ser su amigo e ir tras de Él, cambiando su forma de pensar y de vivir” (Ap. 278). Se trata de un cambio totalizante, es decir, toda nuestra vida está llamada a ser transformada por Jesucristo. La conversión es reorientar nuestro corazón hacia él y desde él organizar nuestra vida, porque en él hemos descubierto que somos parte única y personal del proyecto de Dios.

Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

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