Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
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CARITAS

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Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



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domingo, 21 de febrero de 2010

Homilía Dominical

1º Domingo de Cuaresma
Lecturas
Dt 26, 4-10
Rm 10, 8-13

Lc 4,1-13


Hemos comenzado este tiempo de Cuaresma, para el cual Benedicto XVI nos propone una reflexión sobre la justicia, tema fundamental de nuestra fe. La segunda lectura de hoy nos dice "con el corazón se cree, para alcanzar la justicia". La tradición filosófica, sobre todo en occidente, ha definido a la justicia como "dar a cada uno lo propio". Pero para el creyente es mucho más que eso: es Dios que nos libra de "lo nuestro" para darnos "lo suyo", mucho más allá de nuestros méritos.


También hay que tener cuidado de que la justicia no sea una tentación. Y lo es cuando damos ese nombre a actitudes o deseos que, en realidad, pretenden manipular a los demás. En el fondo del inconciente de cada persona hay como un argumento silencioso que a veces sale al exterior y que nos dice más o menos así: "lo que vos haces no está bien...porque no es como lo haría yo". Si prestamos un poco de atención a muchos conflictos institucionales o familiares, padres e hijos, entre hermanos, entre cónyuges, muchas veces al final de la discusión se encuentra esa realidad: uno pretende que el otro piense, hable actúe a "mi" manera. Cuando en ese contexto decimos "no es justo", en verdad estamos diciendo "no me gusta a mí". Es la tentación de hacer del ego el criterio de la justicia. Está bien que cada uno sea fiel a su propio yo, pero que también entendamos que el otro tiene que hacer su propio camino.

El relato que acabamos de escuchar, parecería indicar algo de esto. Las tentaciones que el demonio propone a Jesús, en el fondo tienen una misma raíz: quiere hacerlo dudar de su propio yo, le propone caminos que no son los de él. Las tres tentaciones fundamentales son: los bienes materiales, representados en el pan; el poder, representado en los reinos de este mundo; y la gloria humana, simbolizada en la acción espectacular con la cual Satanás quiere seducir a Jesús, intentando convencerlo de que Dios se lo pide. Pero las tres comienzan con una sugerencia insidiosa: "Si eres el Hijo de Dios...", como si quisiera sembrarle la desconfianza: "¿Sos el Hijo de Dios? ¿Estás seguro de tu identidad y de tu misión en este mundo?"

A nosotros muchas veces nos puede ocurrir lo mismo: la gran prueba que tenemos que enfrentar es la desconfianza, la incertidumbre, la intranquilidad en lo más profundo de nuestra conciencia. Las otras tentaciones (materialismo, el poder, la gloria) sólo son expresiones de un corazón que busca seguridades donde no puede encontrarlas. Con la confianza que nos da el trinunfo de Cristo, con la serenidad que brota de nuestra identidad (soy Hijo de Dios) nosotros también estamos invitados a enfrentar todas las fuerzas autodestructivas que pueden esconderse de mil maneras a nuestro alrededor. Si miramos la historia reciente del siglo que acabó y del que estamos viviendo, vemos que la humanidad puede realmente ceder a la tentación de la autodestrucción, del aniquilamiento, de la muerte programada de millones de seres humanos, cuando dejamos que el mal anide en nuestro yo.

¡Cuánto bien le haríamos al cristianismo si le devolvieramos a la palabra "tentación" este sentido originario de "prueba, lucha, combate"; dejándola de relacionar exclusivamente con temas morales, o con determinados pecados! Seguramente tendríamos una fe con más presencia social, con mayor capacidad cultural y con más dinamismo político. Ciertamente seríamos cristianos más seguros, más confiados, más audaces, más decididos a transformar la realidad en la que estamos, y a luchar por la justicia verdadera.

Por último, Lucas dice que vencida la tentación, el demonio dejó a Jesús "hasta el momento oportuno". A nosotros nos pasa lo mismo: la seguridad y equilibrio que logramos no son definitivos, hay que estar alertas y reconquistarlos cada día. Jesús, en su vida terrena tuvo que enfrentar muchas otras veces al mal, que se le presentaba con distintos rostros. Pero sobre todo la gran tentación, la última tentación fue en el momento de entregarse por nosotros. Cuando Cristo estaba en la cruz -lo escucharemos en Semana Santa- otra vez el tentador le dice: "Si eres el Hijo de Dios, bájate de la cruz". Otra vez la insidia: "¿estás seguro de los que sos?¿Estás seguro de lo que viviste hasta hoy?... Mirá como terminaste". También para nosotros la gran tentación es "salvate solo" ,"demostrá tu poder", "no te jugués", "no te entregues", "no vale la pena morir, aunque sea un poco, para que otros vivan mejor". Jesús tenía una gran conciencia de sí, sabía quién era y sabía que no tenía que demostrarlo ante nadie. Por eso venció la tentación del desierto, por eso no se bajó de la cruz. Por eso hizo de su muerte un acto de entrega, con el que culminó toda una manera de vivir marcada por el servicio a los demás y el compromiso con la justicia nueva del Reino de Dios. Es decir, culminó en la Pascua.

P. Gerardo Galetto

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