Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

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Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



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domingo, 2 de mayo de 2010

Homilía Dominical

5º Domingo de Pascua
Lecturas
Hch 14, 21b-27
Ap 21, 1-5a
Jn 13, 31-33a. 34-35


En este quinto domingo de Pascua la liturgia nos ofrece este fragmento del discurso pronunciado por el Señor en la Última Cena. Todas las palabras de Jesús tienen un infinito valor, pero éstas, además, son portadoras de una significación especial, porque fueron pronunciadas en el momento previo a su partida, cuando el Señor tiene clara conciencia de que deja este mundo. Podría decirse que son como un testamento, en el que expresa de manera concisa lo más importante de su voluntad. Lo que el Señor está diciendo es cómo los discípulos tendrán que conducirse para que El siga presente en la historia.


Y lo que ellos tienen que "hacer" para actualizar su Resurrección es vivir el mandamiento del amor. Cada vez que la persona ama, Dios está presente. El amor es una realidad que acompaña al hombre desde siempre, podría decirse que es una realidad tan "vieja" como la misma humanidad. Casi todos los relatos mitológicos, los textos sagrados de las distintas culturas, nuestro libro del Génesis nos dice que el ser humano, a pesar de sus evidentes contradicciones e injusticias es, sin embargo, capaz de amar. Más aún, sólo así encuentra su verdadera realización. Ya Moisés había enseñado que hay que amar al prójimo, es decir al semejante, pero también al débil, al extranjero, al pobre, y por supuesto a Dios por sobre todas las cosas. ¿Por qué entonces Jesús presenta como "nuevo" un mandato que en realidad parece tan "antiguo"? Además, ¿puede "mandarse" algo que espontánea y naturalmente parece brotar de las entrañas del hombre?

Tal vez la respuesta se encuentre en la segunda lectura de hoy, en la que escuchamos la voz del que está sentado en el trono y dice: Yo hago nuevas todas las cosas. El Apocalipsis habla de la redención como un acontecimiento renovador. El cosmos y la historia han sufrido una transformación radical porque el Hijo de Dios hecho hombre -el Cordero- ha resucitado. Por eso hay cielos nuevos y tierra nueva, es decir, un nuevo orden en el que todo lo humano alcanza una dimensión nueva. Por otra parte, en la Última Cena Jesús pidió que nuestro amor fuera como Él nos amó, es decir, hasta el extremo. La novedad está en esta capacidad de dar la vida por amor a los demás. Lo nuevo está en la cruz, como signo de un amor que no retrocede ante ninguna dificultad.

Es cierto que hoy nos cuesta mucho entender este mensaje, que supone la negación de nuestro egocentrismo: no puede amar como Jesús quien sólo piensa en su propio yo. No obstante, sería bueno no confundir "negación de sí mismo" con "rechazo de sí mismo". Cuando contemplamos la personalidad de Jesús -su libertad, su franqueza, su coraje, su alegría- descubrimos a un hombre lleno de vida, seguro de sí mismo, confiado en la misión que tiene que realizar. A veces se ha presentado al amor cristiano como si fuera signo de desprecio por la vida o de debilidad: ¡el ejemplo de nuestro Maestro no es ése! Todo lo contrario, su actitud nos enseña que sólo quien se ama mucho y bien a sí mismo es capaz de amar de la misma manera a los demás: es decir, hasta el extremo. Todo lo que hoy se denomina con el término "autoestima" no tiene por qué estar en contradicción con nuestra religiosidad.

Ayer celebramos el día del trabajador. Además de saludarlos -todos trabajamos de distinta manera- quisiera animarlos a descubrir en la actividad humana un signo de nuestra semejanza con Dios, y una posibilidad de hacer más presente su obra redentora. Mediante nuestra acción, estamos llamados a colaborar con los cielos nuevos y la tierra nueva. Trabajamos no sólo para ganarnos la vida, sino para hacer que este mundo -que es responsabilidad nuestra- sea un poco mejor. También mediante el trabajo cumplimos el mandato del amor, ya que como dice el refrán, "obras son amores". Toda acción humana tiene algo de Dios, pero sobre todo cuando hacemos lo que Él nos pide. Por eso la Eucaristía tiene que ser fuente y término de nuestro "hacer", ya que el mismo Señor nos mandó: "hagan esto en memoria mía".



P. Gerardo Galetto

1 comentario:

  1. María Luz Domínguez9 de mayo de 2010, 21:03

    Muy buena la entrevista de Curiotto a Galetto. Como siempre tan claro y directo. Abierto y fiel a lo escencial.

    María Luz Domínguez

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