Nuestra Señora de Belén

Horarios de Misa

Jueves: 19.30hs.
Sábados: 20 hs.
Domingos: 10 hs. Misa para niños, y 20 hs.

Confesiones: después de Misa.

Bautismos: segundo y cuarto domingo de cada mes.


Secretaría Parroquial


Jueves: 18.30 a 20 hs.
Sábados: 18.30a 20 hs.
Domingos: 11 a 12 hs.


CARITAS

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Nuestro Párroco

Pbro. Daniel Gazze



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domingo, 16 de mayo de 2010

Homilía Dominical

Fiesta de la Ascención del Señor
Lecturas
Hch 1, 1-11
Ef 1, 17-23
Lc 24, 46-53


Con esta celebración de la Ascención del Señor la liturgia nos invita a reconocer que va terminando un ciclo. El Señor vuelve a la gloria de su Padre para culminar el misterio pascual, que se plenifica con el envío del Espíritu Santo, que Él había prometido, y que hará operante la vida nueva de resucitados en nosotros. Todo el ciclo de la resurrección, del triunfo de la vida sobre la muerte y del amor sobre el mal va llegando a su plenitud. En realidad el ciclo que culmina es el que había comenzado con la rebelión de Adán, es decir con el pecado original: la soberbia del hombre que quiere competir con Dios y termina estropeando su propia humanidad. Y Dios, sin embargo, no deja de buscar a su creatura predilecta, para lo cual, cuando se cumplió el tiempo establecido, envió a su propio Hijo al mundo. Toda la economía de la salvación es la historia de un Dios que sale al encuentro del hombre, y que en Jesucristo asume nuestra naturaleza, se hace como nosotros. Hoy, después de resucitar, Cristo vuelve al cielo, para que el hombre retorne a su destino y hogar definitivos. Con la Ascención de Cristo, todo lo humano queda elevado.

Por eso mismo, la primera reflexión de hoy sería: para encontrar a Dios tenemos que encontrarnos con nuestra propia humanidad. Por esta glorificación que Jesús hace de nuestra naturaleza, todo lo que es humano queda divinizado. El trabajo humano, el amor humano, también el sufrimiento humano: todo adquiere un infinito valor y se convierte en camino para encontrar a Dios. Los ángeles dijeron a los apóstoles, que seguramente entristecidos veían a Cristo alejarse de ellos: "¿Qué hacen aquí mirando al cielo?" Parecería que están invitando a mirar en otra dirección: sin perder de vista las cosas celestiales, hay que mirar lo humano, lo que nos acontece a nosotros y a nuestro prójimo. "El camino de la Iglesia es el hombre", decía Juan Pablo II, enseñándonos a vivir a fondo, en plenitud, conciente y responsablemente nuestra humanidad, con todo lo que el Creador y Redentor ha querido enseñarnos a través de nuestra naturaleza.

La otra reflexión que podríamos hacer hoy: no tener miedo de cerrar ciclos. Igual que en la historia de la salvación, también en nuestra existencia personal hay ciclos que terminan. Y no hay que aferrarse posesivamente a lo que fue, si queremos vivir la libertad de los hijos de Dios. No tener miedo a las pérdidas, a los duelos, a las partidas...no negarnos a cerrar etapas. ¡Dios nunca clausura nuestra humanidad, y en cada situación que termina nos ofrece la posibilidad de un nuevo comienzo! Suele ser muy común que nos acostumbremos a lo conocido y seguro, y perdamos la flexibilidad y la confianza necesaria para abrirnos a los nuevos horizontes que el Señor nos ofrece. Es cierto que la historia humana está hecha de continuidades que hay que mantener, pero también hay que reconocer que lo que sirvió alguna vez a veces deja de ser útil o positivo, y entonces hay que hacer pascua con Jesús, dejar atrás lo que fue y abrirnos a la Promesa del Padre. Esta tentación de anclarnos en el pasado es la que expresan las palabras de los apótoles, que cuando Cristo les habla de lo que va a suceder, ellos preguntan: ¿Es ahora cuando vas a restaurar el Reino de Israel?

El Reino de David había tenido lugar siglos atrás, había sido un momento importante en la historia política y religiosa del pueblo de Dios. En la memoria de Israel permanecía como signo de salvación como un modelo de lo que sería la redención. Pero este concepto era demasiado estrecho, y los apóstoles no se dan cuenta de que delante de ellos está la plenitud del Reino. ¡Seguían aferrados a un pasado glorioso que ahora es una sombra! ¡No habían entendido que la propuesta del Señor supera extraordinariamente sus esquemas y experiencias previas! Estaban protagonizando el comienzo de otra etapa y todavía no parecen entenderlo. Hoy pidamos entonces la gracia de discernir en nuestra humanidad los signos redentores de un Dios que nos invita a no perder de vista nuestro fin último, y que nos llama a estar siempre atentos a los signos de los tiempos para hacer realidad la esperanza de gloria y de vida plena.



P. Gerardo Galetto

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